viernes, 31 de enero de 2025

75. Mi papá me convirtió en la puta familiar 2

 

Después de la cogida que me dieron y estando aun chorreando semen y escurriendo orina, papá dijo: “Ahora voy a poner las nuevas reglas para que convivamos en familia”.  Me miraba sonriendo mientras mi hermano descargaba un  último chorro de semen en mi cara.

“1ra regla: Constanza tienes que obedecer cualquier orden que te demos tu hermano y yo, ahora tu hermano tiene más autoridad que tú y puede ordenarte y hacer lo que quiera contigo”.

“2da regla: Satisfacer a tu familia será lo más importante para ti incluso más que la universidad”.

“3ra regla: Como siempre te vestías como puta, ahora no puedes usar ropa normal. Debes andar siempre con ropa provocativa y fácil de quitar por si a tu hermano o a mi nos dan ganas de cogerte”.

“4ta regla: A partir de ahora ya no dormirás en tu habitación, dormirás una noche con tu hermano y otra conmigo,  turnándote así todas las noches”.

“Por último la 5ta regla:  Ahora  eres de nuestra propiedad, no puedes tener novio ni amigos, solo hablarás y cogerás con quien yo te diga. ¿Entendiste las reglas cariño?” –preguntó mientras me levantaba y acariciaba mi mejilla. Yo lamía mis labios para limpiar los rastros semen que habían quedado de mi hermano. “¡Sí, papá entendí!” –respondí nerviosa y sonrojada, sabia que no podía hacer nada para evitarlo. “Bien, ahora ve a darte un baño y tira esa ropa, no creo que te sirva después de como la dejamos. Te recomiendo descansar un poco porque hoy vas dormir con tu querido hermanito” –me dijo con una sonrisa. “Sí, descansa un poco porque hoy no dormirás puta” – dijo mi hermano dándome una fuerte nalgada mientras me iba.

Fui a mi antigua habitación para limpiarme y cambiarme de ropa pero al revisar mi armario descubrí que mucha de mi ropa ya no estaba, solo me quedaban algunas faldas, un par de shorts cortos, unas blusas y camisetas ajustadas, y dos vestidos elegantes para fiestas, me confundió un poco porque era lo único normal que se quedó . Sin contar que en mi ropa interior solo había tangas y brasieres que eran casi transparentes.

Descansé el resto de la tarde acostada en mi antigua cama pensando que hacer para evitar que me sigan tratando así, sabía que estaba mal pero en el fondo esta situación estaba empezando a gustarme pero no podía  admitirlo, seguí perdida en mis pensamientos hasta que escuché la voz de mi padre llamándome para cenar, así que me vestí con un short y top deportivo, y fui con ellos. Al bajar al comedor vi que mi padre estaba desnudo esperándome con la comida, mientras mi hermano comía tranquilamente. “Te ves como toda una putita. Ahora come bebé” –dijo papá con una sonrisa maliciosa.

Sospechando un poco me senté y empecé a comer, pero al mirar a un lado noté que mi padre estaba masturbándose a mi lado mientras comía, sabía que no podía decirle nada e intenté ignorarlo para  seguir comiendo, pero después de un momento, acabó dejando caer todo su semen sobre mi comida. “¡Papá esa era mi comida!” –le dije un poco molesta. “¡Cómela así. Me pude resistir, tu hermano te tendrá toda la noche y quería darte mi última carga del día, ¿qué pasa? ¿No quieres comerlo?” –dijo cambiando su mirada y su voz a un  tono mucho más serio. “¡Lo comeré!” –dije nerviosa y con un poco de miedo al notar ese cambio. Terminé comiendo la mezcla de comida y semen que había en mi plato hasta terminarlo. Mi hermano terminó su comida y alegre me tomo de la mano diciendo: “Vamos querida hermana, ya es hora de dormir”. “¡Diviértanse hijos! Nos vemos mañana” –dijo papá agarrándome una nalga.

Mi hermano me llevo a su habitación, donde no espero nada y me empujó contra la cama. “Papá me dio estas cosas para hacer que esta noche sea más divertida” –dijo sacando lo que parecían algunas drogas, viagra y un vibrador a control remoto. “¡Oye espera! ¡No podemos usar todo eso! Duraremos mucho tiempo y tenemos que descansar, tengo que ir a la universidad mañana” –dije sorprendida al ver todas las cosas que sacó. Sin esperar nada, metió unas píldoras en mi boca, tapándomela con su mano hasta que me las tragué y el también agarró  un par de viagras y se las tomó.

Después de eso, sentí que mi cuerpo se puso más caliente y que me puse muy mojada, mi hermano y yo nos quitamos la ropa y empezó a cogerme como un loco, yo estaba con las piernas abiertas recibiendo su verga, gemía y gritaba que me la metiera más fuerte. Él lo hacía de manera salvaje, sentía mi conchita que se abría en cada embestida. “¡Cógeme como te cogías a la puta de mamá!” –le decía disfrutando su verga que me llegaba hasta el fondo. “¡Si hermanita, eres mejor que ella!” –me decía sin parar de metérmela. “¡Ah, mierda, que rico!” –le decía. Estaba poseída por la calentura y el placer. “¡Me gusta que digan que soy mejor que mamá para coger!” –le decía sin parar de gemir. La sensación de placer era sublime, sentía un orgasmo tras otro pero quería que siguiera, que me cogiera como la puta que él pensaba que era. El tiempo pasaba y seguíamos cogiendo como animales. Me monté encima de su verga y empecé a moverme rápido, no quería que la lujuria se apagara. “¡Eso, muévete así putita!” –decía mi hermano. Yo rebotaba sobre su verga y me agarraba las tetas. “¿Te gusta cogerte a tu hermanita?” –le preguntaba gimiendo. “¡Sí, eres toda una puta! ¡Lo sabía desde que te empezaste a vestir como una!” –me respondió.

Ya había perdido la cuenta de cuántos orgasmos tenia, solo sentía que mi vagina palpitaba y escurría fluidos tibios míos y de mi hermano. No importaba cuanto tiempo había pasado, mis ganas de coger no se quitaban. Me puse en cuatro y le dije: “¡Dame tu verga por el culo!”. Sin ninguna compasión me la metió, me dolió pero me encantó a la vez. Empezó a moverse con fuerza, taladrando mi culito. “¡Uy, sí! ¡Me encanta! ¡Dame fuerte! ¡Cógete a la puta de tu hermana!” –le decía. Su verga estaba tan dura como al principio, incluso la sentía más hinchada y palpitante. Cogimos durante horas, hasta que al fin acabó en mi culo, la sensación de la tibieza de su semen llenando mi culo fue el golpe final, caí presa de un intenso orgasmo que casi me hizo perder la conciencia. Él cayó sobre mi espalda y me susurró al oído: “¡Eres la mejor puta que me he cogido!”.

Entramos a su habitación más o menos a las 8 de la noche y finalmente quedamos agotados. En la madrugada recuerdo haber visto en el reloj de mi hermano y pasaban las cuatro de la madrugada. Antes de quedarme dormida, mi hermano se subió encima de mí, su verga aún estaba dura y me la metió. Nos quedamos dormidos y él tenía su verga metida en mi conchita. Fue deliciosamente perverso.

A la mañana siguiente cuando desperté vi que mi hermano aún estaba durmiendo, tenía la verga parada, yo seguía caliente, así que no dudé en chupársela, sutilmente la agarré y la metí en mi boca, se la empecé a chupar con delicadeza para ir aumentando los movimientos de mis labios y de mi mano que la sujetaba. En cosa de minutos ya estaba probando el sabor de su semen matutino. Con cuidado me levanté para no despertarlo, me di una ducha y bajé a la cocina para buscar algo para comer. Al entrar vi a mi padre preparando la comida y al verme me sonrió y dijo: “Buen día pequeña. ¿Parece que la pasaron bien anoche? Te cogieron como puta”. “Si, fue increíble, no pensé que podía durar tanto” –le dije. “A propósito, te compré ropa para que vayas a la universidad, sé que te va a gustar. Desayuna y ve a alistarte para ir a la universidad” –me dijo entregándome unas bolsas. Aun cansada por la cogida de anoche obedecí sin cuestionar y después de terminar mi comida fui a abrir las bolsas para vestirme y arreglarme un poco. Quedé muy sorprendida al ver que lo que había dentro, no era ropa normal sino ropa de puta. Al ponérmela la minifalda de mi nuevo atuendo era tan corta que apenas me tapaba hasta la mitad del culo, la blusa era pequeña y no se cerraba así que tuve que amarrarla pero aun así apenas cubría mis tetas, dejando un gran escote y todo mi abdomen descubierto. Al verme al espejo me sentí avergonzada porqué nunca había usado algo tan revelador y ahora me veía como una verdadera puta, así que tomé una chaqueta y me la puse para cubrir la parte de arriba con ella. “Parece que te queda muy bien, linda” –dijo al verme. Mi hermano ya había bajado y al verme añadió: “Con esa ropa todos van a querer cogérsela”. “Recuerda que iré más tarde a recoger tus calificaciones y a recogerte cariño” –dijo papá. Sin decirles nada más salí de casa y empecé a caminar hacía la parada del bus, durante todo el camino pude sentir las miradas de todos los hombres hacia la falda que apenas me cubría.

Llegué a la universidad, fui rápidamente a mi lugar y me senté para que nadie más me viera. Pasé clases normalmente durante el resto de la mañana sin salir del salón para que no me vean, pero casi a la hora de salir mi profesor me vio y me dijo: “Señorita Constanza, quítese esa chaqueta, no es parte del uniforme y venga a resolver este problema al frente”. No sabía qué hacer, estaba nerviosa, avergonzada. Otra vez me habló pero con tono severo. Me rendí y me quité la chaqueta dejando ver a todos la ropa que tenía puesta. Todos me miraban y murmuraban, podía escuchar que decían que parecía una puta. Cuando el profesor explicó el problema veía la cara de los compañeros como lobos hambrientos, incluso la vista de mi profesor me recorrió por completo. La incomodidad pasó a excitación, al ver que era el objeto de deseos de muchos. Ni siquiera tuve oportunidad de resolver el problema, cuando mi profesor dijo: “Señorita Constanza, esa no es ropa para venir a la universidad, aquí usted viene a estudiar, no a exhibirse. ¡Vaya a la oficina del Decano ahora!”. Mientras hablaba no dejaba de mirarme, era como si me quitara la ropa con la vista.

Mientras mis compañeros me miraban, salí del salón pensando en lo que me diría el Decano. Me dirigí a la oficina buscando un millón de excusas. Al entrar vi que mi padre estaba adentro hablando con él.  “No solo es mala estudiante, mire, también se viste de manera inadecuada para la universidad. Sus calificaciones han bajado sustancialmente, debe ser porque desde un tiempo a esta parte sus códigos de vestimenta han cambiado. Entiendo que es mayor de edad, pero nosotros somos una institución seria.” –le dice el Decano. “No se preocupe señor Decano, yo me encargaré de corregirla” –le dijo. Me agarró fuertemente del brazo sacándome de la oficina. Me puse nerviosa porque no era normal ver a mi padre tan molesto, así que lo seguí sin decir nada.

Caminamos por el pasillo y nos paramos frente a los baños de hombres, miró que no haya nadie cerca y se metió a los baños conmigo y nos encerramos en uno de los cubículos. “¿Cómo pudiste reprobar en dos materias?”  –me preguntó furioso mientras se bajaba el pantalón. “Perdóname Papá no volverá a pasar me esforzaré más la siguiente” –le respondí.  “Parece que tu hermano tenía razón solamente sirves para coger” –dijo mientras me agarró del cabello fuertemente haciendo que me ponga de rodillas y metió su verga en mi boca. Yo estaba disfrutando de chuparle la verga pero esta vez como estaba enojado fue muy rudo, no me daba respiro y la metía de golpe hasta mi garganta, me empezaba a atragantar con ella. Siguió así por varios minutos hasta que acabó en mi boca haciéndome tragar su semen.

Después me puso contra la pared, levantó mi falda e hizo la tanga a un lado, metió su verga de golpe en mi vagina. “¡Ay, papá, aquí no! ¡Alguien puede vernos!” –le decía para hacerlo entrar en razón, pero él siguió dándome con fuerza. “¡Cállate puta, recuerda las reglas! ¡Debes satisfacerme cuando y donde quiera!” –me dijo mientras me daba una fuerte nalgada. Mi padre siguió cogiéndome fuertemente, nuestros cuerpos sonaban cómo aplausos en todo el baño y yo no podía contener mis gemidos.

El timbre de la salida sonó y escuchamos voces acercándose al baño, mi padre me tapó la boca reduciendo la intensidad y me dijo: “Mejor no gimas tan fuerte hijita o verán lo puta qué eres”. Quitó su mano de mi boca, pero siguió dándome profundas embestidas. Intentaba contener mis gemidos con todas mis fuerzas pero era casi imposible.  Escuchamos a un par de chicos entrar. “¿Viste la ropa que usaba Constanza?” –preguntó uno. “Sí, se veía como una puta, de esas que salen en las películas porno” –respondió el otro. Estaba tan caliente que no podía distinguir las voces, la verga de papá me tenía poseída y no podía si quiera pensar en otra cosa. “3spero que la use mas seguido, quisiera cogérmela. Se ve quede hacerlo muy rico” –dijo el primero. “¿Crees que si le preguntamos nos deje cogerla?” –preguntó el segundo. “Tal vez, siempre me pareció una puta pero hoy mucho más que antes” –respondió el primero. Escucharlos hablar así de mí me calentaba, intentaba ahogar mis gemidos mientras papá seguía con su verga dándome bien rico. “Parece que les gustaste a esos chicos, es una pena que solo tu hermano y yo podamos usarte, tal vez deberíamos compartir” –me lo dijo al oído para que solo yo lo escuche. “Si le ofrecemos dinero seguro nos dejara hacerlo” –dijo uno de los desconocidos. “Tienes razón, vamos a buscarla, capaz que lo haga hasta gratis” –dijo el otro. Ambos salieron el baño y mi padre ya sin poder aguantar acabó dentro de mi conchita. “Escuchar eso me dio una idea, como no te gusta estudiar, tal vez te ponga a putear y a hacer dinero cogiendo” –me dijo papá mientras arreglaba mi minifalda y me quitaba la tanga para dársela a papá, quien la guardó en su bolsillo.

Ambos salimos del baño y caminamos para volver a casa. Me sentía avergonzada y a la vez puta al sentir el semen de papá escurriendo de mi vagina y mis muslos. Nos encontramos con Claudia y Maritza, dos compañeras de clase, se quedaron detrás de nosotros y pude escuchar lo que decían; “Mira, ¿qué es lo que corre por las piernas de Constanza?” –preguntó Maritza. “Semen, es una puta. ¿Cómo pudo hacerlo aquí? Además, su papá no se da cuenta” –le respondió Claudia. “Sea como sea lo tiene que haber pasado bien, porque camina como si nada” –dijo Maritza. “Sí, el que se la cogió debió hacerla gritar pero su cara dice que está satisfecha” –dijo Claudia. Nos fuimos caminando a casa con mi padre mientras, me agarraba el culo y yo con su semen aun saliendo de mi conchita.

 

 

 

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miércoles, 29 de enero de 2025

74. Mi papá me convirtió en la puta familiar 1

 

Hace un tiempo que me viene dando vueltas en la cabeza la idea de contar lo que me sucedió. Han pasado dos años y creo que es necesario contárselo a alguien. Hoy tengo 20 años y mi vida cambió mucho desde entonces. Mis padres se separaron cuando yo era pequeña y como mi madre se fue con otro hombre yo me quedé a vivir con papá junto a mi hermano menor. Mi nombre es Constanza.

Cuando tenia 18 años me gustaba mucho usar falditas y unos shorts y unos tops para estar en la casa y para salir a todo lado, para provocar un poco y presumir mi cuerpo, porque yo tengo un cuerpo delgado mido 1,69 y tengo unas tetas bastante grandes, heredé casi toda mi apariencia de mi madre con un tono de piel blanca y cabello castaño que a diferencia de mi hermano que se parecía a mi padre que es moreno, de cabello negro y bastante corpulento.

Todo comenzó un día cuando volvía una tarde de salir con unas amigas. Al llegar a mi casa descubrí a mi padre durmiendo borracho en el sofá y mi hermano aun no habia llegado, no le di mucha importancia porque él tomaba mucho desde su divorcio y ya era algo normal de ver.

Fui a mi habitación y me cambié de ropa. Me puse una falda y una blusa corta como siempre, después bajé a buscar algo para comer porque tenia un poco de hambre y mientras me preparaba un sándwich sentí que me habían dado una fuerte nalgada, sorprendida me di la vuelta y vi a mi padre. “¿Papá qué haces?” –pregunté aun sorprendida. “Tranquila cariño, te extrañe mucho Carla” –dijo él mientras me abrazaba desde atrás (Carla es el nombre de mi madre). Sintiendo pena por él y también su aliento a alcohol. Dejé que me abrazara mientras sentía que subía sus manos poco a poco hasta llegar a mis tetas. “¡Papá soy tu hija, no soy mamá!” –le dije nerviosa mientras empezaba a manosearme y no se detenía. Él seguía manoseándome por unos minutos hasta que me dijo: cojamos, tengo muchas ganas y nuestros hijos no están, no hay nadie que nos interrumpa”. “No podemos, ¡soy tu hija!” –le dije mientras intentaba soltarme pero mi padre era mas fuerte y me puso contra la mesa. Mientras me sujetaba fuertemente levantó mi falda dejando ver así la tanga que tenia puesta. “¡Cariño me gusta mucho tu nueva tanga!” –dijo mientras rompía mi tanga con sus manos.

Después de romperla seguía intentando soltarme pero era inútil, él se bajó su pantalón dejándome ver su verga que era muy gruesa, venosa. No niego que me gustó verla pero no quería que me cogiera, eso no estaba bien. “Papá no soy mamá y además es muy grande no va a entrar” –le dije asustada al ver el tamaño que tenia su verga. “¡Cállate puta!” –me gritó dándome otra fuerte nalgada. Al ser tratada así no sabía como reaccionar y obedientemente dejé de hablar y de resistirme mientras mi padre empezaba a frotar su verga contra mi vagina que sin darme cuenta se habia puesto muy mojadita. “¡Ves que si querías esto! ¡Ya estás mojadita puta!” –me dijo mientras empezaba meter la punta de su verga en mi. “¡Ah, Dios, me duele!” –solté un fuerte grito, porque era la primera vez que lo hacia y mi padre estaba quitándome la virginidad. No tuvo compasión de lo conchita, siguió metiéndome la verga hasta lo más profundo, me penetraba fuertemente y yo no paraba de soltar gemidos de dolor y placer, mientras el subía la intensidad cada vez mas, cada vez que me penetraba sonaban como aplausos en toda la casa y mi falda se movía de lado a lado. “¡Estás más apretada de lo que recordaba!” –decía mientras me daba fuertes nalgadas. “¡Ah, papi, ah, ya para!” –decía gimiendo incapaz de decir otra cosa.É

l siguió cogiéndome muy duro por varios minutos sin parar y dándome tantas nalgadas que su mano se había quedado marcada en mi culito. “¡Ah, linda ya no aguanto más! ¡Voy a acabar!” –dijo sin dejar de metérmela. “¡Ay papito, no lo hagas dentro! ¡Échamelo fuera por favor! ¡Ay, Dios!” –le decía. No le importó lo que le dije y después de un rato acabó, soltando una gran cantidad de semen dentro de mi vagina, mientras lo hacia pude sentir su verga palpitando y también como su caliente y espeso semen llenaba mi interior.

Después me sacó la verga y me soltó, quedé con las piernas temblando, era la primera vez que cogía y jamás pensé que sería tan brutal, él había sido muy rudo conmigo hasta me susurró al oído: “¡Eres mejor que tu madre!”. “¿Sabías que era yo?” –le pregunté sorprendida por lo que acababa de escuchar. “Sí, siempre lo supe, pero fingir que eras tu madre para que me dejes acercarme. Además, es tu culpa por vestirte como puta y provocarme siempre que llegas a casa” –me dijo. Escuchamos la puerta de casa abrirse, lo que significaba que mi hermano habia llegado y al oírlo mi padre me dijo con una sonrisa maliciosa: “Tu hermano llegó, ve a arreglarte luego me divertiré más contigo”. Me dio una ultima nalgada antes de salir de la cocina.

Me quedé arreglando mi ropa y secando mis muslos, ya que mi vagina seguía chorreando el semen de papá. Cansada, saludé a mi hermano, me fui al baño a darme una ducha y me tiré en la cama pensando, no sabía si estuvo mal que haya disfrutado coger con mi padre. En cierta forma me sentía culpable, ya que resonaban en mi mente qué por mi culpa había pasado, por vestirme de puta y provocarlo. Con esos pensamientos en mi mente, cerré los ojos y me dormí sobre la cama. No sé cuánto tiempo había pasado, pero una extraña sensación me despertó, sentía placer, estaba gimiendo entre dormida. Sentía que mi clítoris era estimulado, pensando que era un sueño húmedo no le di mucha importancia, hasta que abrí los ojos porque la sensación era más intensa, en eso veo a mi padre que estaba pasando su lengua en mi vagina. “¡Ay papá! ¿Qué haces?” –le dije. No tuve respuesta de su parte, siguió con su cabeza metida entre mis piernas y su lengua se deslizaba de una manera en que jamás había experimentado.

Estaba caliente, mi cuerpo y mi mente habían cedido ya a la voracidad de aquella lengua invasora que me daba placer. “¡Ay papito, qué rico!” –le decía. No entendía porque me encantaba lo que hacía pero si sabía que lo estaba disfrutando mucho. Me agarraba las tetas y las apretaba, lo que aumentaba el placer. De pronto, se detuvo. Me dijo que me subiera encima de el. Obediente lo monté en horcajadas y su gruesa verga se incrustó en mi conchita. Otra vez sentí dolor pero no tardó en llegar el placer, él tomado de mis muslos me indicaba como debía moverme mientras los apretaba con fuerza. Empecé despacio, su cara de placer era perversa. “¡Eso, así! Sigue más rápido” –me decía. Poco a poco aumenté el ritmo, yo estaba disfrutando haciéndolo de adelante hacía atrás, meciéndome cada vez más rápido. Mi conchita se había amoldado a su verga y la disfrutaba con lujuria. Caí sobre su pecho pero seguí moviéndome de arriba a abajo rápido. Intentaba contener mis gemidos para que mi hermano no escuchara, sentía que su verga se hinchaba y entre gemidos le decía que no acabara, me faltaba poco para descubrir mi primer orgasmo y quería sentirlo con toda la calentura que me tenía prisionera.

Fue cosa de minutos, mi vagina palpitaba, punzaba y me estremecía por completo. Era divino, no podía contener mis gemidos pero los ahogué besando apasionadamente a papá, segundos después sentí como su verga se vació e inundó mi vagina una vez más con su caliente semen. “¡Te has comportado como una buena puta!” –me dijo. Otra vez sentí la necesidad de besarlo y tragarme su lengua. Después de besarnos, me dijo: “Ahora descansa. Esto es solo el principio de todo lo que tengo planeado hacer contigo”. Se despidió retorciendo uno de mis pezones.

Me quedé en la cama, sudada y caliente. Pude conciliar el sueño hasta que sonó la alarma del celular para empezar un nuevo día. Me desperté y comencé a alistarme para poder ir a mis clases, me puse una falda un poco más arriba de la rodilla y una polera con tirantes, tanga y brasier. Fui a la cocina para desayunar, no veía a mi padre antes de salir, entonces fui a la universidad como siempre, pero esta ves recordado y sin poder olvidar lo que pasó la noche anterior. Pasé todo el día distraída y sin poder concentrarme, no podía dejar de pensar en la verga de mi padre y como me habia quitado la virginidad. Tampoco podía sacar de mi mente la cogida que tuvimos en la madrugada, por alguna razón sentía como mi conchita se mojaba con solo recordar.


Así terminé mis clases del día y cuando me dirigía a la puerta de salida vi a mi padre esperándome y eso no era normal, él me vio y dijo sonriendo al ver que me acercaba: “¡Hola cariño vine a recogerte!”. “¡Hola papá! ¿Qué haces aquí?” –pregunté nerviosa y confundida al verlo. “Vine a recoger a mi linda y querida hija. ¡Vamos sube al auto” –dijo sonriendo aun más. Obediente asentí con la cabeza mientras subía al auto y mi padre subía al asiento del conductor. Comenzó a conducir y me di cuenta que estaba llevándome por un camino mucho mas largo. “Papá este no es el camino, ¿por qué venimos por aquí?” –le pregunté, pero él seguía manejando sin darme respuesta. “Oye cariño necesito tu ayuda mientras te llevo a casa” –dijo mientras abría el pantalón y sacaba su verga frente a mi. “No quiero hacerlo papá” –dije sin poder dejar de ver su verga. Él se molestó con mi respuesta y enfadado me agarró del cabello, acercando mi cara y frotándola contra su verga. “No te estoy preguntando, te lo estoy ordenando” –decía mientras seguía frotando su verga contra mi cara. Sin poder hacer nada y empezando a excitarme por el olor y tamaño de su verga frente a mi empecé a chupársela. “Ves no era tan difícil cariño” –me dijo tranquilizándose y disfrutando mientras conducía.

Pasaron varios minutos y antes de darme cuenta estaba disfrutando de chupar la verga de mi padre, estaba disfrutando tanto que sin darme cuenta empecé a chupársela cada vez más rápido y metiéndola más profundo en mi boca. “¡Querida eres mucho mejor que tu madre! Si sigues así soltare todo mi semen en tu boquita” –me decía. Me calentaba que dijera que era mejor que mamá para complacerlo, Sabia que eso estaba mal, pero no podía evitarlo. Seguí chupando su verga mientras la saboreaba. Sin avisarme acabó en mi boca, era tanto semen que no pude con todo y terminó manchando mi ropa también. “Tienes que tragarte todo el semen de papá hijita” –dijo sonriendo. Sin saber que mas hacer tragué todo el espeso semen que había en mi boca. “Buena puta, ahora ya llegamos entra a casa para seguir divirtiéndonos” –dijo con perversión en su voz. “Sí papá” –dije obediente mientras trataba de sacar las manchas de semen de la ropa.

Ambos salimos del auto y caminamos hasta la entrada, cuando mi padre cerró la puerta me empujo contra el sofá que teníamos en frente y empezó a besarme apasionadamente mientras me manoseaba las tetas y el culo. “¡Papá aquí no! Mi hermano llegará en cualquier momento” –le decía. “No me importa, no quiero esperar más” –dijo girándome y levantando mi falda. Apartó mi tanga y metiéndome su verga de golpe en la vagina. “¡Ay papá es muy gruesa! Aun no me acostumbro. ¡Ah, pero me gusta como se siente” –le dije. No le importo y siguió cogiéndome fuertemente, ya no podía aguantar, me bajé los tirantes y saqué mis tetas por encima del brasier, quería que me cogiera desnuda pero él estaba más preocupado en darme duro y hacerme gemir. Hasta que escuchamos la puerta abrirse, mi hermano habia llegado a casa. “¡Ah, papá detente! ¡Nos verá!” –le dije. A él pareció no importarle y siguió cogiéndome despiadadamente. Al entrar mi hermano se quedó viéndonos fijamente un momento antes de hablar. “¡Vaya, vaya! Querida hermana sabia que te vestías como puta pero no sabia que eras una” –dijo con una sonrisa. No pude decir ni hacer nada, mi papá me tenía firmemente tomada de las caderas mientras seguía embistiéndome con rudeza. “Ven Henry, juguemos con tu hermana” –dijo papá sin parar de metérmela. “¡Claro ya voy!” –dijo mientras se quitaba la ropa.

Se acercó y pude ver que su verga mientras seguía siendo cogida sin descanso por mi padre. “Ahora hermanita me vas a satisfacer” –dijo metiendo su verga mi boca. Sin compasión me cogía la boca, haciendo que me ahogara y babeara al sentir que me llegaba hasta el fondo. Eran unos malditos perversos, intercambiaban lugares, recibía verga en mi concha y en la boca. Me sentía exhausta pero quería seguir disfrutando de su perversión. “Es tan puta como lo era mamá” –dice mi hermano. Mi asombro fue tal al enterarme que mi papá compartía a mi madre con mi hermano. Imaginaba lo puta que se había vuelto para satisfacer a esos dos lobos hambrientos de lujuria. “Ahora es tiempo que aprendas a disfrutar como lo hacía tu madre” –dijo papá. No entendí lo que quiso decir, pero quería saberlo.

Mi hermano se tumbó en el sofá, yo me subí encima de él y me metió la verga en mi conchita que estaba mojada y abierta. Papá empezó a jugar con mi culo, pasaba su lengua haciéndome temblar. Disfrutaba con malicia de su lengua, sintiendo como su saliva me mojaba mi agujero. Estaba caliente y nerviosa a la vez, sabía lo que iba a pasar y que mi culo sufriría las consecuencias. Papá acomodó su verga en la entrada de mi culo y empezó a empujar. “¡Ay, papito, me duele!” –le decía suplicante. Eso para él era un estímulo a su perversión y siguió empujando. “¡Papá, por favor! ¡No me entra!” –decía pero mis palabras no surtían efecto. Un tercer empujón y mi culo empezó a ceder, su verga se hundia y él empezó a moverse lentamente. “Si que tienes el culo apretado, pero ya está abierto” –dijo. Sentí un dolor insoportable, que un grito desgarrador salió de mis labios. Mi culo se distendió y él me penetró más rápido, lo mismo hacia mi hermano, me sentí invadida por un delicioso placer, al punto de empezar a gemir y a suplicar que no pararan, que siguieran cogiéndome. Papá desgarró mi falda y mis bragas, y mi hermano hizo lo propio con mi polera y el brasier. Papá me nalgueaba y mi hermano me daba cachetadas, me sentía una puta barata que era abusada por dos machos que se beneficiaban de su cuerpo. No pude aguantar más y tuve varios orgasmos que me dejaron rendida. Mi hermano tardó unos minutos en acabar en mi maltrecha conchita inundándola de semen, luego lo hizo papá en mi culo.

Me dejaron tirada en el piso, no podía pararme estaba muy cansada y mis piernas no dejaban de temblar, estaba con el semen de mi padre y mi hermano saliendo a chorros de mi vagina y mi culo. No conforme de haberme cogido como salvajes, me hicieron ponerme de rodillas y entre los dos me orinaron, lo que me hizo tener otro orgasmo de solo sentir la tibieza de su orina recorriendo mi cara, mi boca y mis tetas. “¡Uy hermanita! ¡Sí que eres una buena puta!” –me dijo dándome una cachetada. Papá le dijo: “¡Claro que sí! A partir de ahora pondré nuevas reglas para que todos vivamos como una familia feliz”.


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lunes, 27 de enero de 2025

73. Mi vecina y su hijo

Esta aventura me pasó hace poco. Tengo 35 años, vivo en el tercer piso de un edificio en Santiago Centro. Ahí llegó Marcela con su hijo al departamento del frente que habían arrendado. Marcela es una mujer colombiana que tuvo a Marco su hijo a los 16 años, ella 34 y el muchacho bordeaba los 18. Es una mujer hermosa, piel color canela,  1,65m de estatura y sobre todo unas caderas con un culo espectacular, las tetas redondas y muy bien puestas. El primer día que la vi que era el mes de Junio, llevaba unos leggins ajustados, se marcaba el tanga de tipo hilo por dentro, su hijo se le veía muy callado, media un poco más que su madre y tenía caderas anchas también, llevaba un short, al parecer sin nada debajo y camiseta de manga corta. Les ayudé a subir un par de maletas y les di la bienvenida. A partir de ese momento los típicos buenos días al cruzarnos en la escalera. Era curioso que Marcela siempre subiera a su departamento por las escaleras. Un día le pregunté que si tenía fobia a los ascensores y ella me dijo: “subiendo las escaleras mantengo firme y duro mi culo”. Se dio un par de nalgadas en el glúteo derecho, lo que me dejó perplejo por su audaz respuesta y acción. No supe que decir, pero la situación me calentó bastante.

Ella trabajaba de cajera en un supermercado, por lo que tenía horarios un poco complicados. Normalmente su hijo estaba solo, yo por mi trabajo tenía más tiempo libre y es por lo que un día me pidió que estuviera un poco atento de su hijito por si necesitaba algo, a lo que le respondí que no había problema. De hecho, le di mi número a ella y a su hijo por si en cualquier momento necesitaban algo. Algunas veces, Marco, el hijo de Marcela me llamaba al citofono para que le abriera la puerta con la excusa de que se había olvidado la llave y me pedía que si podía quedarse conmigo un rato hasta que llegara su madre, a lo que sin problema acepté.

Un día su madre me propuso invitarme a cenar en su casa en agradecimiento a toda la atención que les había prestado durante esos días, yo acepté encantado y acudí a su departamento, era un viernes a las 9 de la noche. Cuando llegué al departamento ella me recibió con un caluroso beso casi rozándome los labios, me invitó a entrar y me quedé pasmado con la ropa que llevaba puesta, un vestido muy ajustado negro que tapaba poco más que donde terminaba el culo, de hecho se lo tenía que estar constantemente bajando ya que se le subía todo el rato, el escote era bastante generoso y con zapatos de tacón súper altos, que le realzaban aún más la figura. Marco llevaba unos pantalones también ajustados de talla baja que dejaba ver un poco la línea de sus nalgas de su culo y por lo que veía no llevaba ropa interior. La cena resultó muy amena, Marco apenas hablaba pero Marcela entre cada copa de vino no paraba de hablar de todo.

Una vez terminada la cena Marco se levantó recogiendo los platos y se fue dejándonos a su madre a mi solos en el salón, en ese momento Marcela me dijo que el verdadero motivo por el que me había invitado es porque necesitaba ayuda con su hijo. Resulta que un día al llegar al departamento encontró a su hijo metiéndose su consolador mientras miraba unas fotos mías en su móvil, parece ser que esas fotos las tomó cuando se quedaba conmigo.  Ella se enfadó bastante, aunque me dijo que realmente sabía que algún día tendría que pasar, ya que su hijo desde hace tiempo mostraba signos de tener otras “costumbres”, pero que no quería que fuera un putito que se lo cogiera cualquiera de la calle. “Tal vez pienses que estoy loca o cualquier otra cosa, pero había pensado en que tú te lo cogieras, así él se saca las ganas de tener sexo y de paso te beneficias, ya que al decir que sí, también puedes cogerme a mí en pago de lo que estoy pidiendo. De hecho, esta noche quería enseñarle a cómo se deben hacer las cosas” –dijo Marcela. Este comentario tan directo me dejo tan perplejo como excitado y mirando su escote, así como su culo perfecto sólo me salió un sí muy tímido de la boca. En ese momento Marcela llamó en voz alta a Marco para decirle que podía venir. Apareció Marco vestido con minifalda y una blusa atada a la cintura, la verdad que en ese momento no podía distinguir si era una chica o un chico, su madre me pidió que me sentara en el sofá mientras ellos delante de mi dándome la espalda comenzaron a desnudarse, Marco seguía los pasos de su madre.

Primero se levantó la falda hasta la cintura mostrando su culo redondo como una manzana y a continuación lo hacía Marco, la verdad que en ese momento me pareció muy apetecible, Marcela vestía una tanga minúscula y Marco esos de triángulo que ajustaban más las nalgas, yo para ese momento tenía la verga más dura de lo que la había tenido nunca, su madre le decía a Marco mientras se desnudaba, que si le gustaba sentirse así de putita, que esa noche se lo iban a coger bien duro. Le mandó que viniera hacia mí y me quitara los pantalones, mientras Marcela se quitó el vestido por completo y se quedó en tanga y brasier, un brasier que dejaba ver sus pezones rosados y unas tetas grandes y redondas. Marco se arrodilló delante de mí y acercando su boca a mi entrepierna empezó a desabrocharme el pantalón y a tirar de él hasta dejarme en ropa interior. Empezó a restregar su cara contra mi verga por encima del bóxer. Marcela le dijo que no me sacara la verga todavía, ya que quería que viera como lo hacía ella. Entonces me abrió las piernas y empezó a restregar su cara por mis testículos y a pasar la lengua por toda mi verga, a mordisquearla poco a poco, cuando terminaba se apartaba y le pedía a su hijo, al que ahora le llamaba putito que lo repitiera. “¡Venga putito y repita lo que tu mama te enseña!” –le dijo.  Una vez que restregaron bien su cara por todas mis partes, procedió Marcela a sacar la punta de mi verga por al lado del bóxer, sólo asomando el glande, para lamerlo y chuparlo, cuando se lo sacó de la boca, me puso sus tetas en la cara para que le comiera los pezones, mientras Marco seguía chupando mi glande. La verdad se notaba que sabía hacerlo muy bien. Yo por otra parte con mis manos empecé a sobarle el culo a Marcela y a meterle los dedos en la vagina, notaba como se humedecía poco a poco.

Al rato bajó de nuevo a mi verga y apartando la boca insaciable de Marco, bajó mi bóxer y dejó mi verga al aire, aproveché para quitarme la camisa y en ese momento Marco se tiró a mi pecho y empezó a lamer mis tetillas, sentir su cálida lengua me ponía los pezones duros y me calentaba mucho más. Marcela le dijo: “Mira putito como se chupa una verga de verdad”.  Empezó primero por el glande para dejarlo lleno de saliva. Cuando la saliva me llegaba a los testículos se metía la verga entera para recogerla toda su saliva. No cabía dudas que Marcela era toda una puta a la hora de chupar verga. Cuando llevaba varios minutos, le dijo a Marco: “¡Venga mi putito, ahora es tuya!”. Marco sin pensarlo dos veces se lanzó a meterse mi verga en la boca, tenía los ojos tan abiertos que no le cabían en la cara, su madre le animaba diciendo: “¡Te gusta mamar verga! ¿Verdad? ¿A cuántos de tus compañeros de universidad se las has chupad? ¡Venga aprovéchala!”.  Marco intentaba meterse la verga entera pero solo llegaba hasta la mitad, la sacaba, habría más la boca y lo volvía a intentar pero solo le daba la mitad de ella.

Marcela mientras tanto me puso su culo en la cara para que yo mientras le comiera la concha desde  por atrás y me decía: “¡Quiero que nos cojas, que nos des tu verga! ¡Quiero que le rompas el culo al putito de Marco para que note la diferencia entre un consolador y una verga! Nos podrás coger cuando quieras”. Eso me excitaba cada vez más, el saber que tenía un culo virgen de un putito que lo iba a romper en un momento y que a la vez a su madre me la podría coger también. Marcela ya estaba muy húmeda, se puso en cuatro sobre el sofá, le dijo a Marco que sacara el vibrador y que le pusiera gel, que se lo metiera a la vez que veía como era follada por mi, así que, él también en cuatro al lado de su madre veía como me la cogía y él preparaba su culo para la posterior envestida, mientras yo estaba cogiendo la concha de su madre. Marco se apartó la tanga hacia un lado y fue acostumbraba su culo, Marcela le decía: “Prepara tu culito, que ahora vas a sentir como te coge un verdadero macho”. Mientras jadeaba de placer comenzó el primer orgasmo, yo por mi parte aguanté como pude y una vez que acabó me pidió que se la metiera a su putito.

Le saqué la verga poco a poco llena de sus flujos vaginales, Marco con el consolador metido en el culo aprovechó de meterse mi verga en la boca y la dejó escurriendo saliva, la dejó preparada para metérsela. En ese momento Marco arqueó la espalda para que su culo estuviera lo más abierto posible, Marcela le abría las nalgas para que el agujero de su ano aceptara bien mi verga. No sé si fue parte de la calentura del momento o qué, pero Marcela al tener las nalgas abiertas de su hijo, le pasó la lengua por el ano, lo que hizo que el muchacho se estremeciera. Probé a meterle solo el glande, su madre al mismo tiempo le pajeaba y le decía: “¡Te gusta que te cojan! ¿Verdad putito?”. Marco suplicaba que no se la sacara. “¡Métemela toda, por favor!” –me decía. Poco a poco se la metía, cada vez mi verga entraba más profundo, notaba su culo apretado pero delicioso, tenía un culo suave y durito, su cara de placer mirándome de espaldas me decía que se moría de placer.Una vez que la tenía toda dentro, le empecé a dar verga, a la cuarta embestida oí como gemía de placer y decía: “¡No me la saques! ¡Sigue cogiéndome! ¡No pares!”. Se la metía de manera salvaje, era la primera vez que me cogía a un mariconcito y su culo me encantaba. Marcela a su vez tenía el consolador metido en el culo y los dedos en la vagina, provocándose la zorrita otro orgasmo. “Sigue dándole al putito” –me decía ella. Se metió debajo de su hijo y empezó a chuparle la verga, no podía creer lo que veía, si ya que me dejara destrozarle el culo a su hijo era bizarro, verla comiéndole la verga lo era más. “¡Oh, qué placer!” –decía Marco, no sabia si era por mi verga o por como se la estaba chupando su madre, ya fuera de una u otra forma, o de las dos el putito estaba a punto de explotar, sus gemidos lo delataban. Ya de manera frenética se empezó a mover, siguiendo el ritmo de mis embestidas. “¡Ay, que rico me la metes!” –decía gimiendo, su culo palpitaba y apretaba mmi verga en ese momento, Marco soltó un alarido perverso de placer y acabó en la boca de su madre, la que como buena puta tragó el semen que le regalaba su hijo. Por mi parte, ya no me podía contener y también acabé dejándole el culo lleno de semen y abierto al muchacho que cayó exhausto en el sofá. Tuve la eyaculación más grande de mi vida, los chorros de esperma le salían por ambos lados y le caían por la pierna, Marcela aprovechaba para recogerlos con su lengua e incluso los del culo de su hijo. Ella aprovechó de chupármela una vez para no dejar rastros de semen, una vez que lo hizo se acercó y le dio un candente beso en el que se mezclaron mi semen y el de él.

Como mi perversión estaba encendida, propuse llevar las cosas más allá. Le dije a Marcela que me gustaría cogérmela con el putito. Ella con una sonrisa maliciosa aceptó. Hizo que Marco se tirara en el sofá, luego de pajearlo un poco la verga del chico se puso dura. “¡Putito vas a tener el placer de cogerte a tu mamita puta! –le dijo. “¡tú me vas a meter la verga por el culo!” –me dijo mientras se deslizaba suavemente por la verga de su hijo. Yo me acomodé y la enterré de una. “¡Ay, hijo de puta, qué rico!” –dijo. Ella se movía y también yo lo hacía, su culo estaba tan apretado como el de putito Marco. Estuvimos entre los dos dándole verga por varios minutos, ella lo disfrutaba y decía: “¡No sabía que el putito tenía una verga tan rica, de haberlo sabido me lo hubiera cogido antes!”. Escucharla decir eso hizo que mi sangre hirviera por la calentura. Le daba con más fuerza en el culo y ella solo gemía y se apretaba las tetas. “¡Venga putito, comales las tetas a mami, como lo hacía cuando era un bebecito!” –le decía a Marco, que se las chupaba como loco. Después de varios minutos los dos acabamos deliciosamente. Esta vez fue el turno de Marco de limpiar la concha y el culo de su madre y chuparme la verga para dejarla limpia.

Después de coger, me fui a mi departamento, me despedí de mis candentes vecinos sabiendo que las noches de intenso placer seguirían, incluso disfrutaba del culo de Marco a solas y él siempre estaba dispuesto a dármelo cuando se lo pidiera, igual su madre como lo había prometido. Los dos se convirtieron en mis putas y lo disfrutaba con desmedida lujuria.

 

 Pasiones Prohibidas ®


sábado, 25 de enero de 2025

72. Los problemas de Ana 4

 

Llegué a casa, y me fui directamente a la ducha. Las marcas de los latigazos seguían bien visibles y los labios de mi vagina seguían hinchados pero iban recuperando su color original. Al recordar lo que había sufrido tuve un estremecimiento, nunca más volvería a desobedecer porque no quería sufrir de nuevo aquella tortura. Los dos primeros días los pasé en casa sin hacer prácticamente nada porque hasta el jueves no tenía otra entrevista de trabajo.  El miércoles por la mañana, al levantarme fui a la ducha y vi la insolente cajita. Debía obedecer y ahora era el momento. Después de secarme completamente abrí la cajita y tomé el huevo vibrador. Era bastante grande así que lentamente fui metiéndolo en mi pobre vagina que quedó bastante llena. Recordé con amargura las palabras de aquel hombre recordándome que él tenía el control completo sobre el artilugio y que no podría quitármelo hasta el sábado. Fui a prepararme el desayuno cuando noté un cosquilleo en mis entrañas. ¡El muy maldito había activado el vibrador!  Así estuvo un buen rato, variando el grado de intensidad. Yo no pude probar bocado porque aquella cosa me estaba encendiendo e incluso me arrancó algún gemido involuntario. Afortunadamente, después de un cuarto de hora aquello paró dejándome continuar con mi rutina diaria.

A media mañana ya me había olvidado del aparato cuando volvió a activarse pero esta vez provocándome pequeñas descargas punzantes. Las de mayor intensidad me obligaban a doblarme completamente, cayendo de rodillas al suelo. Cuando llegó la noche y me disponía a ir a la cama había recibido durante toda la jornada una tanda de descargas y 5 de vibraciones, entre 10 y 15 minutos cada una. Una vez tumbada en la cama otra nueva vibración inundó lo más profundo de mi vagina. No sé si esta vez porque la intensidad era mayor o por lo acumulado durante el día o bien por mi largo tiempo de abstinencia que mi excitación empezaba a ser preocupante. Notaba la humedad de mi vagina que, al no llevar bragas, no podía controlar de ninguna forma. Solté algún gemido e instintivamente mi mano fue a encontrarse con mi clítoris que estaba pidiendo caricias. Con solo rozarlo me estremecí, necesitaba acabar pero rápidamente me vino a la mente la tortura que había sufrido por mi desobediencia anterior así que retiré la mano e intenté relajarme, cosa demasiado difícil en mi penosa situación. Finalmente la vibración cesó y no sin dificultad conseguí conciliar el sueño.

Al día siguiente me despertó otra vibración intensa en mi vagina. No poco enojada logré levantarme pero la intensidad esta vez era tal que caí al suelo hecha un ovillo con mis manos intentando proteger externamente en vano mi zona púbica. La excitación era brutal y finalmente al detenerse noté como la cara interna de mis muslos estaba completamente empapada de mis fluidos. Necesitaba un orgasmo urgentemente pero sabía que no estaba a mi alcance si no quería recibir otro castigo. Así que, casi a la carrera, fui al baño a darme una ducha lo más fría posible. Conseguí calmarme y también me animó el hecho de que al verme en el espejo, noté que las marcas de mi cuerpo seguían desapareciendo. Intenté olvidarme de lo mucho que necesitaba desahogarme haciendo limpieza general de mi departamento pero no pasó ni una hora cuando otra vez la dichosa vibración despertó mis sentidos. Después de este último episodio quedé totalmente fuera de mí. Parecía que mi corazón me iba a salir por la garganta, tenía los pezones tensos y mi vagina parecía que se iba a prender en llamas de un momento a otro. Corrí al baño y me apliqué en la entrepierna una toalla mojada en agua fría que consiguió aliviarme un poco. En una hora tenía que asistir a la entrevista pero en aquellas condiciones decidí no hacerlo. ¡Mierda! El puesto de secretaria de administración parecía ser interesante pero no me podía arriesgar a presentarme así. Con todo, me preparé para salir aunque fuera a la tienda de la esquina. Mi despensa estaba prácticamente vacía y no pensaba en absoluto morirme de hambre. Salí a la calle intentando cruzarme con el mínimo de gente posible. Tal y como me ordenaron llevaba una minifalda de mezclilla y sin nada debajo. Aunque había elegido la blusa más recatada posible, el movimiento de mis pechos mostraba claramente que no llevaba sujetador, hecho que también se veía corroborado por las marcas que mis pezones hacían sobre la tela. Me sentía totalmente vulnerable.

Entré en la tienda, dándome prisa compré todo lo necesario. Finalmente fui a pagar al dependiente. “¿Cuánto es?” –le pregunté. El dependiente me miró de arriba a abajo. Era un chico joven, de unos veintitantos a quien parece que le gustaba todo lo que veía. “Son $10.550” –me respondió mirándome con unos ojos llenos de lascivia. Cuando estaba abriendo mi bolso, noté dentro de mí un ligero cosquilleo preludio de una fuerte vibración a compases regulares. Creo que me convulsioné y mis ojos seguro que eran un poema. “¿Le pasa algo?” –me preguntó el dependiente. “Todo está bien, gracias por tu preocupación. ¿Tienen un baño?” –le dije con una sonrisa un tanto fingida. “Claro, al fondo a la derecha. Es el que usamos los empleados” –respondió amablemente, entregándome la llave. No acabé de escuchar lo que me decía, dejé en el suelo la bolsa con los alimentos y me fui directo al baño intentando no perder la compostura. Al menos allí podría esconderme hasta que pasara el tormento. Me senté en la tapa del inodoro, intentando ahogar mis gemidos. El joven dependiente seguro que intentaba sacar tajada de la situación porque me había seguido. Oí abrirse la puerta exterior de baño y de pronto sonó su voz a través de la puerta de mi cubículo, algo más alta que un susurro. “Si necesita que le ayude estoy a su servicio” –me dijo el dependiente. Estuve realmente tentada a abrir la puerta y apagar con el chico mi calentura pero conseguí sobreponerme. “No, no, muchas gracias. Ya se me ha pasado” –le dije con resignación. Efectivamente, la vibración había terminado y aproveché para recomponerme un poco y secarme los rastros de humedad. Oí al chico marcharse. Cuando me creí con fuerzas salí y sin decir nada para que no se diera cuenta de mi rubor, dejé el dinero y la llave en el mostrador,  recogí la bolsa y me fui a paso ligero de nuevo a casa.

El día fue pasando con dos nuevos episodios que me obligaron a volver a meterme en la ducha. Creo que estaba llegando al borde de la histeria cuando recibí una llamada. Era de la empresa de la entrevista que quería saber el porqué de mí no asistencia. “Es que he tenido fiebre estos días y no me sentía con fuerza para ir” –dije mintiendo descaradamente. “Bueno, pues deseo que se mejore. Si realmente le interesa el trabajo puede venir a otra entrevista el próximo martes, a la misma hora” –oí al otro lado del teléfono. “Muchas gracias. Se lo agradezco” –dije cortando la llamada. Realmente no sabía si podría ir. Era totalmente consciente que mi vida ya no me pertenecía y que por tanto no podía hacer ningún tipo de plan. El jueves pasó no sin un par de nuevos episodios de vibración con  intensidad media que me dejaban cada vez con todo el cuerpo palpitando y el corazón acelerado. Me fui a dormir. Realmente dudaba si mañana podría resistir toda la tensión acumulada o si finalmente sucumbiría al deseo irrefrenable que se había apoderado de mí.

El viernes empezó como el día anterior, con mi vagina vibrando intensamente y yo revolcándome de desesperación en la cama, pero este episodio afortunadamente pasó. El resto del día fue bastante llevadero. Los episodios de vibración eran prolongados pero de baja intensidad. A pesar de ello todo tuve que luchar con todas mis fuerzas contra lo que mi cuerpo necesitaba. Estaba tan sensible que el roce de la ropa me daba escalofríos y por tanto opté  por estar desnuda todo el día, visitando la ducha varias veces para intentar detener el calor que generaba mi maltratada vagina. Al llegar la noche volví a notar unas descargas eléctricas como el primer día que me obligaron a tirarme al suelo hecha un ovillo pidiendo a gritos piedad aunque sabía que nadie escucharía mis súplicas. Esa noche tuve un sueño de lo más caliente. Era una especie de diosa que me pasaba el día cogiendo de todas las formas imaginables. Así que cuando desperté el sábado ya estaba empapada. Cuando llegó de una abrumadora sesión de vibración que me dejó al borde del orgasmo. Estaba tan mojada que empecé a tener que hacer esfuerzos para que el infernal aparatito se mantuviera en su sitio y no se saliera, ya que al no llevar bragas no había nada que lo pudiera detener excepto mis ya muy dilatados músculos.  Me duché y me vestí para ir de nuevo a ver a mis torturadores. Tenía la esperanza que hoy se pondría fin a mi tortura así que a la hora en punto llegué a la oficina. Allí ya me esperaba la señora Marlene que no me quitó ojo mientras me desnudaba. Durante el trayecto, el roce de la blusa había puesto mis pezones más duros aun, tanto que empezaban a dolerme. Al verme allí, desnuda con claros síntomas de excitación e intentando mantener juntas las piernas para que el objeto torturador no se cayera pareció divertirla ya que mostraba una sonrisa de oreja a oreja.

 “¡Estás bien caliente puta! ¡Ya puedes pasar!” –me dijo. Pues efectivamente tenía razón. Estaba a cien, deseando únicamente mi orgasmo negado. Necesitaba sexo y no me importaba con que o con quien. Al darme cuenta de lo que estaba pensando me ruboricé al tiempo que entraba en la estancia del Director. “Buenos días Anita, ¿cómo ha ido esta semana?” –me preguntó. Yo no le contesté. Me limité a seguir avanzando mirando al suelo y subir a su mesa como las otras veces. Al ponerme en cuclillas y separar las piernas sentí más vergüenza que nunca. Sin remedio se iba a dar cuenta de lo húmeda que estaba y eso me humillaba aún más. “Uy, ¿Qué tenemos aquí? Estás muy mojada. ¿Se puede saber cómo te atreves a presentarte ante mí de esta manera tan indecente?” –me dijo con molestia. Lo siento señor, es que el huevo vibrador me ha afectado mucho y…” –fue lo que alcancé a decir. “Quizá tengamos que hacer algo al respecto. Ponte esto” –dijo entregándome un antifaz negro que me coloqué al momento. Ahora ya no podía ver nada. Estaba allí, encima de la mesa, expuesta y secretando fluidos a la espera de ver lo que me deparaba. “¿Quieres que lo saque?” –me preguntó. “¡Sí, por favor, con cuidado!” –le respondí. Ya antes de decir sí,  ya había notado el contacto de sus dedos que pugnaban en la entrada de mi vagina. Me estremecí por completo cuando noté que el huevo salía de mi interior. Ahora sí que debía estar chorreando ya que noté como la humedad descendía por mis muslos.

De pronto, noté como un dedo se metía en mi vagina, mientras otro daba círculos sobre mi exacerbado clítoris. “¡No, no puedo más!” –logré articular. “¿Estás bien Anita? ¿Necesitas algo?” –me preguntó en tono burlesco. “¡Si, necesito acabar, necesito un orgasmo, por favor!” –le dije con desesperación. “Uy, Anita, ya sabes que eso lo tienes prohibido” –me dijo. “¡Por favor, se lo suplico!” –le decía con lujuria. Mientras yo pedía compasión su dedo hábilmente había llegado a mi punto G. Mis piernas no tenían fuerza y estaba a punto de perder el equilibrio. “¡Por favor, no me torture más!” –le decía. “No es una tortura, ¿no ves lo bien que te lo estás pasando?” –me dijo él. Noté como iba a empezar el orgasmo cuando paró la estimulación en seco. Mis manos intentaron acabar el trabajo pero fueron rápidamente detenidas. “¡Ya sabes!” –dijo en tono de advertencia. “¡Por favor, se lo suplico cójame ya! ¡No lo resisto más!” –grité de rodillas. “¡Vamos cójame como desee, no me haga sufrir más!” –le suplicaba. “¿Así que quieres que te caja, Anita?” –me preguntó. “¡Si por favor cójame, soy toda suya!” –le respondí. Estaba totalmente descontrolada y no era consciente de lo que decía. De un empujón me tumbó de espaldas sobre la mesa y agarrándome por la cintura me arrastró para que mi culo quedara en el borde. Dobló mis piernas para que quedaran los pies también sobre el borde de la mesa. Así mi palpitante vagina quedaba a merced del que ya empezaba a considerar mi Amo y Señor. “¿Así que quieres ser mi perrita?” –preguntó con tono de sorpresa.  “¡Sí por favor! Seré su perrita, su perrita, lo que usted desee que sea” –le respondí suplicante. De pronto, sin aviso noté como me la metía de una sola envestida. Emití un grito pero no de dolor, ya que estaba totalmente lubricada y abierta, sino de puro placer. No creo que llegara ni a la tercera o cuarta envestida cuando toda la tensión acumulada desembocó en una oleada indescriptible de placer que inundó todo mi ser, dejándome temblando de pies a cabeza, pero tal era mi estado de excitación que no tardé mucho en volver a explotar en un segundo orgasmo indescriptible. Estaba agotada y seguía sin ver nada pero noté que me bajaba de la mesa y una vez los pies en el suelo, me inclinó hacia adelante hasta que mis pechos quedaron aplastados en la superficie de la mesa. Sentí de nuevo la fuerte penetración desde atrás y en poco tiempo acabé en un nuevo orgasmo que provocó que mis piernas  flaquearan y cayera de rodillas al suelo. No sé cómo pasó pero me encontré de pronto con una verga en la boca que empecé a chupar con devoción. Estaba húmedo y olía a mí, pero en ese momento no me importaba en absoluto. Seguí chupando hasta que un chorro de semen me inundó la boca haciendo que casi me atragantara.

Me quedé allí, de rodillas y con la cara cubierta de semen, humillada y siendo ahora consciente de lo que había hecho. “Quítate el antifaz” –me dijo. Pude ver al jefe, ahí delante de mí, ya perfectamente vestido pero con cara de satisfacción. Un poco detrás estaba la señora Marlene que seguro que no había perdido detalle. “Has acabado, no una sino tres veces y ya sabes que no lo tenías permitido” –me dijo seriamente. Un sudor frio descendió por mi espalda. “¡Pero señor, usted me cogió, me usó a su antojo!” –exclamé con un poco de desesperación. “A ver Anita, yo te cogí porque tú me lo has pedido, y esta vez he querido complacerte, pero eso, de ningún modo, no te exime de cumplir tus obligaciones” –me dijo él. “La sesión de hoy ha sido muy gratificante, tenemos fotos y videos en abundancia que podríamos hacer circular ahora mismo” –dijo la señora Marlene. “¡No, por favor, no! ¡Les suplico no lo hagan! ¡Haré lo que me digan!” –dije mostrando el máximo de sumisión de lo que era capaz. “Está bien, Marlene te la dejo. Esta vez tú te encargas de ella. Después vuelvo” –dijo mi Amo saliendo de la estancia.

Así me quedé a solas con la señora Marlene que me mostraba una fusta amenazadoramente. “Bien zorra. Para empezar colócate esto” –dijo dándome un dildo de considerable tamaño. Tomé el aparato y estando como estaba de rodillas separé las piernas y me lo metí en la vagina. No fue muy difícil ya que aún estaba muy mojada. “¡Hasta el fondo!” –me ordenó. Cumplí la orden hasta que la punta del aparato tocaba ya mi cérvix. “Ahora acércate gateando sucia puta” –me dijo. Avancé hasta ella. Al ir de esa forma mis tetas colgaban libremente y se bamboleaban ostentosamente. Noté que el aparato comenzó a vibrar en mi interior y entonces me di cuenta que ella tenía un mando en la mano que me imaginé que debía ser su control. “Ahora quítame los zapatos y lámeme los pies” –dijo en tono de orden. Debía obedecer, ya que estaba totalmente en sus manos. Ahora lo que ella deseaba era humillarme aún más y lo estaba logrando. Lamí sus pies durante un buen rato, mientras el consolador seguía haciendo su trabajo volviendo a elevar mi grado de excitación. De pronto la señora Marlene se apartó un poco de mí y vi cómo se quitaba los pantalones mostrando su culo desnudo en el que solo se veía el hilo del tanga. Finalmente se dio la vuelta y se sentó cómodamente en una butaca. Efectivamente llevaba un tanga de color negro, que dicho sea de paso se le veía muy bien a pesar de su edad. “¡Acércate perrita!” –me ordenó. Volví a acercarme a ella y mi instinto me estaba preparando para una nueva humillación. “Ahora quítame el tanga con los dientes” –me dijo con sensualidad. La tarea no era nada fácil. Empecé bajándole los cordelitos por los lados pero llegué a un punto muerto donde no podía avanzar más en la tarea encomendada. Era necesario actuar sobre la tela triangular así que acerque mi boca a su pubis, notando un ostensible olor a concha húmeda. No sin esfuerzo logré finalmente quitarle la tanga, dejando al descubierto su brillante vagina, totalmente depilada. Seguro que estaba muy caliente como yo en estos momentos por el continuo trabajo del consolador. “¿Te gusta lo que ves?” –me preguntó. No sabía que decir. “¡No te gusta entonces!” –exclamó con un tono airado. “Sí, claro que me gusta” –acerté a decir rápidamente. “Bien, mejor para ti. Como te gusta tanto ahora vas a comértela toda hasta que yo te diga que pares” –me dijo ordenando. En el fondo esperaba que la cosa llegara a este extremo pero igualmente esa orden me impactó. Yo nunca había chupado la vagina de otra mujer, al menos de forma consciente y realmente no pensaba que alguna vez llegaría a hacerlo.

Sin más me lancé a chupar ese coño que se me ofrecía al mismo tiempo que noté que el ritmo de mi consolador aumentaba. Chupé todos los recovecos del sexo de Marlene hasta que me centré en su clítoris donde insistí durante un buen rato. Mi entrepierna ya estaba ardiendo y faltaba poco para que llegara al clímax así que mis lametones iban acompañados de  mis propios gemidos. De pronto un chorro de líquido me inundó la cara al tiempo que la mujer gritaba de placer. Solo unos segundos después, cuando aún no había ni podido apartar mi cara de su entrepierna, llegó mi turno, un orgasmo brutal me nubló los sentidos haciéndome caer de bruces al suelo. “Muy bien zorrita, lo has hecho muy bien, así que creo que podremos perdonar por esta vez tu calentura” –dijo ella intentando hablar con su respiración agitada. Se levantó de la silla y mientras se recolocaba la minúscula ropa interior me dijo: “¡Sígueme!”. La seguí gateando con mis bamboleantes tetas.

Al llegar a otro rincón de la estancia me dio la orden de levantarme y colocarme con las piernas abiertas sobre una especie de pie de sombrilla que estaba anclado al suelo. “Ahora quítate el consolador que necesito tu agujero para otra cosa” –me dijo con perversión. Le hice caso mientras vi que ajustaba una barra de acero que acababa en punta dentro del pie de sobrilla. Ahora liberó un mecanismo de retención que le permitió subir la barra hasta introducirse profundamente en mi vagina. Finalmente volvió a apretar el retenedor para evitar que la barra volviera a descender. “Perfecto, ahora te pondré unas esposas” –me dijo con tono lujurioso. Así fue, me colocó unas esposas en las muñecas por la espalda y así quedé, vilmente empalada y a su completa disposición. Vi cómo se acercaba con una jeringa y noté el pinchazo de una inyección en mi brazo derecho “¿Qué me pone?” –le pregunté preocupada. “Solo es un combinado de hormonas y afrodisíacos como el de la última vez, para mantenerte siempre, digamos a tono. Ahora te quedarás aquí quietecita. Por otra parte no creo que puedas moverte mucho” –me respondió con una sonrisa. Diciendo esto me dejó, allí sola. En estos momentos entendí como había llegado a este grado de excitación incontrolable.

La mujer tenía razón. No tenía prácticamente ninguna movilidad. Empalada como estaba no podía ni avanzar ni retroceder, solo rotar sobre mi misma. Intenté ponerme de puntillas para poder elevar la cadera y liberar mi vagina del objeto que me tenía, pero fue del todo imposible, estaba demasiado dentro de mí para que pudiera liberarme. Viendo la imposibilidad de quitarme aquello dejé de luchar y me quedé allí esperando a ver qué sucedía. Creo que pasada más o menos una hora apareció de nuevo mi Amo. “Pobre Anita, veo que Marlene te ha dejado en una posición un poco incómoda, ¿verdad?” –me dijo. “Sí Señor, empiezo a estar muy dolorida” –le contesté. “Bueno pues, ahora te liberaré, te tomas una ducha como siempre y ya puedes irte. Recuerda de ponerte el huevo antes de irte. A partir de ahora lo llevarás siempre y recuerda que sigues sin poder acabar sin mi permiso sino ya sabes lo que sucederá. El dosier de fotos y videos que tenemos es francamente muy jugoso. Por cierto, debes asistir a la entrevista que tienes el martes” –me dijo. Mientras decía esto me liberó y yo me preparé para irme lo más rápidamente que pude de esa espantosa estancia. Ahora ya sabía que me controlaban casi permanentemente y eso hacía cada vez más difícil que pudiera escapar de sus garras.

Antes de salir la señora Marlene me dijo: “Putita, ha sido demasiado genial que me hicieras acabar con tu sucia lengua. Quiero que me visites los jueves en la noche en mi casa para que me des placer”. “Lo haré y espero estar a la altura de sus requerimientos” –le respondí. Anotó en un pedazo de papel su dirección y me dijo: Más vale que seas puntual, conmigo te ahorras el tema de vestirte, te pones solo un abrigo y ya”. Quería que fuera completamente desnuda, pero debía ser obediente. “Será como usted diga señora Marlene. Me pareció un tanto descabellado andar desnuda en la calle, pero también excitante, ya que nunca se me hubiese ocurrido hacer algo así.

El martes me arreglé para ir a la entrevista, al llegar a la recepción había una hermosa chica y le dije que tenia una entrevista de trabajo. Al preguntar mi nombre y yo responderle me quedó mirando con algo de asombro, me sentí incomoda con su mirada, pero me dijo: “Pase al piso 15, ahí la esperan”. Me fui hasta el ascensor, al bajarme había solo un par de escritorios, una mujer salió a mi encuentro y me dijo: “Es un gusto conocerla. Haremos esto rápido”. Me indico que tome asiento y me dijo: “Estoy enterada de muchas cosas suyas, aunque no lo crea, pero a pesar de eso quiero ofrecerle el puesto de secretaria, pero quiero que trabaje para mí”. Sentí palpitar mi corazón con fuerza, no podía creer que tan enterada estaba esa mujer de mis cosas. “Sé que en debajo de lo que tiene puesto anda sin bragas ni brasier, sé que es la puta del Director de la empresa que me la recomendó y sé que tiene prohibidos los orgasmos” –me dijo. No sabía que responder, ella tenía información que nadie tendría, por lo que buscando en mi mente le respondí: “Todo lo que usted dice es cierto”. “Muy bien, quiero que se quite la ropa” –me dijo. “¿Es enserio lo que me pide?” –le pregunté, ella me miró sería y contestó: “¿Cree que estoy jugando? No tengo tiempo para jueguitos, hará lo que le indiqué o simplemente la entrevista queda hasta aquí”. Con más dudas que certezas me empecé a quitar la poca ropa que llevaba, ella me miró y se mordía el labio en señal de que le gustaba lo que veía, tampoco puedo negar que la mujer no me era indiferente, vestía como una ejecutiva, se veía sensual y candente. Abrió las piernas y me indicó su vagina, tampoco tenía bragas puestas, su vagina estaba tan húmeda como la mía. Me acerqué gateando a su entrepierna y se la empecé a lamer con lujuria, me sentía tan caliente haciéndolo que acariciaba mi concha con perversión, la mujer gemía sintiendo el recorrido de mi lengua en su clítoris, sus gemidos eran delirantes y me calentaba. “¡Eso, sigue así! ¡Se nota que has aprendido bien tu papel de puta!” –me decía. Pasaron solo algunos minutos y la sensual mujer estaba teniendo un delicioso orgasmo. “Ahora es tu turno” –me dijo. No sabía si dejarme llevar, como tenía prohibidos los orgasmos. “Tranquilízate, fuiste entrenada para ser mi puta. Ese folder con tus fotos y videos no serán molestia para ti, porque ahora me perteneces” –dijo. El comentario por alguna razón me calentó mucho más, no sabía que había visto esa mujer en mí para querer que fuera su puta, tampoco entendía lo duro del “entrenamiento”, pero sentí alivio. Me entregué por completo a esa lengua exquisita que me recorría y a los dedos pervertidos que me penetraban, comencé a gemir tan fuerte que podía escucharse en el piso. Cuando estaba a punto de acabar, apretaba mis piernas e intentaba contenerme, no porque se me obligara a hacerlo, sino porque quería que ese delicioso placer no tuviera fin.

Fueron varios minutos de lucha interna, hasta que exploté en un perverso orgasmo, mi cuerpo se estremecía y temblaba, mis fluidos salían profusamente de mi conchita y sentí como ese puto huevo vibrador salió expulsado a causa del voraz orgasmo. “Señora, ha sido maravilloso” –le dije sin parar de gemir. “Siempre que te comportes como la puta que eres obtendrás placer, si no lo haces, ya sabes dónde te enviaré para que seas castigada” –me advirtió. Cuando terminamos, hablamos sobre los términos del contrato que debía seguir y lo que se me pagaría por ser la secretaria de esa mujer, estuve de acuerdo y firmé. Me entregué a ella por completo y lo disfruté por primera vez. Hizo una llamada y dio: “Ya es tiempo que destruyan ese folder con los archivos de Ana, no quiero que la acosen ni que hagan nada a mis espaldas, ahora la puta es mía” –dijo y cortó la llamada. Sin duda era quien tenia el control de todo, se le notaba en su forma de hablar. “Aquí solo atendemos a gente importante, para eso, estarás desnuda, pero nadie se atreverá a ponerte las manos encima, ya que cada Dominante respeta la propiedad del otro. Tú solo estás para mi placer y obviamente para hacer labores administrativas cuando se te requiera” –me dijo. Yo estuve totalmente de acuerdo con lo que me decía, al fin mis problemas habían terminado.

 

 

 

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jueves, 23 de enero de 2025

71. Me cogió estando borracha

 

Era viernes, corrí como nunca a mi casa con tal de llegar temprano, ya que sería una noche en que nos juntaríamos en la casa de una compañera de la facultad. Estamos acostumbrados con un grupito de compañeros hacer una fiesta el ultimo viernes del mes para relajarnos y pasar un momento agradable entre alcohol y baile.

Hace varios meses que me gusta un chico de la facultad, tanto él como yo somos muy tímidos. Después de varios meses de buscarnos con la mirada, finalmente esta noche nos besamos, hacia mucho que soñaba con este momento. Él es alto y flaco, muy flaquito, sin músculos, usa anteojos igual que yo, es súper divertido y quizá un poco nerd, como yo también. Yo soy bajita, mido 1.60, tengo pelo negro hasta más abajo de los hombros. Tetas grandes y un culo redondito, grande también. Soy una chica con curvas, muy divertida, algo nerd y uso anteojos.

Esa noche finalmente después de varios intentos, nos besamos mientras bailábamos un lento, no sé si habrá sido la música, la insistencia de mis amigas, o la cantidad de alcohol que tomé esa noche para sacarme la vergüenza. La cosa es que al final nos besamos durante una hora aproximadamente, hubo algún que otro toqueteo también, la cuestión que cuando terminó la fiesta ninguno de los dos se animó a pasar a segunda base, nos despedimos con un beso diciendo que nos volveríamos a ver el lunes en la facultad. Yo esperaba más, pero ni él ni yo fuimos capaces de animarnos a más esa noche.

Ya en el Uber de vuelta a casa no hacia otra cosa que reprocharme a mi misma no haberlo invitado a casa esa noche, había quedado muy caliente. Me bajé del auto y fui directo a abrir la puerta de casa, pero no encontraba las llaves por ningún lado. Para colmo ese fin de semana estaba sola ya que mis padres habían salido de paseo a la costa. Di la vuelta a la casa por el jardín para ver si la suerte me acompañaba esa noche y revisé las ventanas, la puerta trasera, para ver si en una de esas había quedado alguna sin trabar, pero la suerte no estaba de mi lado.

En eso escucho ruido de pisadas sobre las hojas del piso en el jardín, me quedé helada, un poco del susto y otro poco haciendo silencio para poder ver quien era, finalmente pude ver que el ruido era el perro de mi vecina, un pastor alemán grande, fuerte y juguetón que se llama Titán. Se acercó sigiloso hacia mí, yo intenté acariciarlo, pero gracias a lo borrachita que estaba no le apuntaba a la cabeza. “Eres un buen perro, pero me metiste un susto que casi me mata” –le dije hasta que pude acariciarlo. Para mi sorpresa metió su hocico debajo de mi falda y comenzó a olerme la conchita, me hacia cosquillas con su nariz fría, así que intenté alejarlo, pero fue en vano porque todo me daba vueltas. Sentí su lengua también por sobre mi tanguita y debo confesar que me gustó, pero seguía tratando de sacarlo de debajo de mi falda sin suerte. “¡Déjame perro degenerado!” –le dije mientras trataba de empujarlo a un lado, con tanta mala suerte que perdí el equilibrio, me fui contra la pared lateral de mi casa y traté de agarrarme de algo, pero todo se escapaba de mis manos a causa del alcohol, fui a dar al piso que por suerte era pasto. Caí boca abajo desparramada en el pasto junto a Titán, que parecía no importarle en absoluto mi caída, solo me seguía olfateando.

Estuve así quizás uno o dos minutos, hasta que logré juntar algo de fuerza para levantarme. Apoyé mis rodillas primero y cuando estaba a punto de incorporarme sentí un peso enorme sobre mi espalda, sentí como Titán me abrazada por atrás y me obligaba a apoyar mis manos en el piso para no caerme de cara al piso nuevamente. En resumen, quedé en cuatro con un perro atrás mío tratando de cogerme. Al principio me dio miedo y traté de zafarme, pero me di cuenta que si levantaba una mano del piso me caería nuevamente, así que me quede inmóvil. Sentía como Titán movía su cadera como para darme la cogida de mi vida, pero en el fondo estaba tranquila creo, ya que sabía que nunca podría atravesar mi tanguita.

Hasta ese momento solo sentía su movimiento de cadera, pero de golpe comencé a sentir como su verga chocaba contra mi tanguita y rozaba una y otra vez mi conchita, que para ese entonces comenzaba a mojarse. Comencé a sentirme cada vez más caliente con toda esa situación, a tal punto que me preguntaba qué pasaría si corría mi tanga hacia un costado y lo dejaba entrar. Al fin y al cabo, ya me habían cogido varios hombres y un perro no la debería tener más grande que ellos.

Finalmente, como pude me corrí la tanga a un lado y sentí su verga golpeando contra mis nalgas y por un momento pensé en que estaba tan regalada que me la podría meter por mi culito virgen y me iba a hacer gritar del dolor, pero mis pensamientos fueron interrumpidos cuando su verga comenzó a entrar en mi conchita, apenas si entraba un poquito cuando comencé a notar como se movía más y más rápido, seguía entrando y entrando. Nunca me habían metido una verga tan grande, mucho menos a esa velocidad.

Ahora si que me estaba dando la cogida de mi vida, yo estaba borracha y en cuatro en el jardín de mi casa, totalmente a oscuras y era salvajemente cogida por el perro de mi vecina, ¡y que cogida! No podía dejar de gemir, trataba de hacerlo en voz baja pero no estoy tan segura de haberlo logrado. “¡Ay, maldito perro degenerado! ¡Dame rico con esa verga deliciosa que tienes!” –le decía gimiendo

De repente, comencé a sentirla más y más adentro, pero a su vez sentía como si me estuviera tratando de meter los testículos, me acordé que tienen una bola del tamaño de una pelota de tenis que una vez que entra adentro de su hembra, hace que queden pegados y traté de zafarme, cuando sentí que terminó de entrar esa pelota en mi. Una mezcla de dolor y placer me invadió, quería que no pasara pero a su vez sentía tanto placer que me enloquecía. Titán se quedó quieto y comencé a sentir como me llenaba de semen ese semen calentito que me hacía sentir su perrita. Estuvo acabando adentro por un minuto y finalmente se quedó quieto, pero sin poder salir de Mi conchita, estábamos pegados.

De pronto, sentí que se bajó de mi espalda, pero aún seguíamos pegados, ahora que podía usar mis manos traté de tocarme la conchita para ver si estaba mojada por su semen, pero no había rastros aún, pero lo que sentí fue esa bola dentro mío, la tocaba con mi mano por fuera, pero podía sentirla, era algo que no puedo definir con palabras. Comencé a masturbarme pensando que era su perrita y que me había cogido mucho mejor que todos los hombres que habían tratado también, muchos de ellos sin siquiera hacerme acabar. Eso me puso muy caliente y cada vez me tocaba más y más rápido, sintiéndolo dentro mío. ¡Ah, qué placer! Un orgasmo tremendo me sacudió, fue uno de los más fuertes que había tenido en mi vida. Estuve unos segundos disfrutando de mi orgasmo cuando sentí que la bola se salía, imposible describir la cantidad de semen que salió de mi conchita, pero lo seguro es que es por lejos el que más semen me dejó adentro en toda mi vida.

Titán comenzó a limpiarse él mismo mientras yo lo miraba. Ya casi amanecía, así que me puse de pie y pude ver como mi vecina venia caminando hacia nosotros. Al llegar me preguntó si estaba bien, le conté que me había quedado afuera de casa porque perdí mis llaves y me dijo que ella tenia un juego extra que le había dejado mi mamá por cualquier inconveniente, que en un minuto me las traía.

Cuando volvió con las llaves yo ya estaba más arreglada. Agarré las llaves y le agradecí, mientras me alejaba para irme para casa me dijo que lo estaba buscando a su perro porque estaba en celo y siempre se le escapa cuando está así. “pero tú ya lo sabes, ¿no?” –me dijo mientras me guiñaba un ojo y seguramente veía como mi cara se ponía roja como un tomate. “Otro día vamos a hablar del tema si quieres, me cuentas como te fue y yo te cuento mis historias con Titán” –me dijo esto con una sonrisa picara en la cara mientras se iba para su casa con su perro.

Yo entré a mi casa y fui directo a darme una ducha. Todavía podía sentir todo su semen pegado en mis piernas, mi conchita me ardía al contacto con el agua. ¡Seguramente por la tremenda cogida que ese maravilloso perro me dio! Me tendí en la cama desnuda y me calenté al recordar como me ensartaba su verga, esa brutalidad animal que por primera vez había disfrutado y no me podía sacar de la cabeza. Un delicioso orgasmo llegó haciéndome vibrar, mis ojos se cerraron y mi boca se abría gimiendo y jadeando. Pensaba en que sucias historias tendría mi vecina para contar y que estaba ansiosa por escuchar.



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martes, 21 de enero de 2025

70. Seguí cogiendo con mi tía

 

Después de lo que sucedió, me fui con mis padres a casa. No dejaba de pensar en lo que había pasado. “¿Había estado bien? ¿Por qué disfruté coger con mi madre?” –eran preguntas que me surgían e intentaba buscar una respuesta lógica. A la mañana siguiente me desperté tarde, supuse que todo había sido obra de arte mi erótica imaginación, lo que si se me hacía muy real era que me había cogido a mi tía, pero la segunda parte la sentía como algo que no sucedió.

Fui a ver a mis padres y para mi morbosa sorpresa estaba cogiendo como animales. Yo me quedé mirando en la puerta, caliente con la verga en la mano y viendo como mamá se movía tan deliciosamente de como lo recordaba la noche anterior en donde los tíos. Me pajeaba viéndolos, mamá gemía y papá la tenía en cuatro dándole verga hasta el fondo de su concha.

Ya habían pasado un par de días de lo ocurrido, pero seguía pensando en querer cogerme a mi tía y disfrutar de su delicioso cuerpo. Era un domingo por la mañana, recién me había levantado y vestido, me dirigía a la cocina a prepararme mi desayuno, cuando mi padre aparece para decirme: “Tengo que hacer unos negocios fuera del país e iré con tu madre, ¿no te molesta que no te podamos llevar?”. No importa, de seguro habrán más viajes” –le dije. En mi mente pensaba en la gran oportunidad de poder coger con mi tan amada tía. “Claro hijo, para la siguiente será, nos vamos mañana a las dos de la tarde, te dejamos dinero para que pidas comida y también hay muchas cosas para que te puedes cocinar” –dijo papá. “¡Claro papá, espero que disfruten el viaje!” –le respondí.

En eso aparece mi madre en la cocina y dice: “Hola hijo, supongo que tu padre ya te dijo lo del viaje”. “Si mamá. ¡Qué los disfruten!” –le dije. Como siempre mamá se había vestido con un jeans ajustado y una blusa que apenas cubría el borde de sus tetas. Mamá al notar qué la miraba casi con la boca abierta, sonrió y me preguntó: “¿Te gusta así o prefieres que ande solo con brasier?”. No supe que decir, su pregunta me descolocó, entonces musitando le respondí: “Cómo te sientas cómoda”. “Entonces, sin brasier” –dijo con una sensual sonrisa. Se desabotonó la blusa y me pidió ayuda para desabrochar los ganchos del brasier, se dio vuelta y me dijo: “¡Así está mejor! ¿No crees?”. Tartamudeando le respondí que sí, que sus tetas son perfectas. Intuyendo lo que quería, me dice: “¡Tócalas!”. Claro que se las toqué, apreté sus pezones y ella me miraba con cara de caliente. “¡Qué rico! ¡No sabes cómo me calienta eso!” –me dijo. Nos fuimos a la habitación, al entrar ella de inmediato se apoderó de mí cinturón, lo soltó y desabrochó mi pantalón, metió su mano y se encontró con mi verga que estaba dura. Se puso de rodillas y me la empezó a chupar de una forma perversa que me hacía estremecer. La manera en que pasaba su lengua por mi verga era demencial, deliciosamente perversa. “¡Sí que sabes hacerlo bien mamá!” –le decía apoyado en la puerta disfrutando de la mamada que me estaba dando.

Me quitó la ropa y luego ella se quitó el jeans, su candente figura estaba cubierta solo por una diminuta tanga, se puso en cuatro sobre la cama y moviendo a un lado la escasa tela, me dice: “¡Cómele la concha a esta putita!”. Obediente a sus morbosos deseos me acerqué por detrás y empecé a pasar mi lengua por sus nalgas, lentamente seguí el lujurioso viaje hasta su ano y bajé hasta su húmeda concha. Deliciosamente empezó a gemir al sentir el recorrido de mi pecaminosa lengua. “¡Me calienta hijo!” –me decía mientras gemía aferrada a la ropa de cama. Seguí hasta que tuvo un delicioso orgasmo que me hizo beber sus tibios fluidos. Estaba jadeante, caliente y llena de perversión. “¡Méteme tu rica verga!” –me dijo. Se acomodó al medio de la cama y siguió en cuatro, esta vez sin tanga, completamente desnuda, lista para el placer culpable del incesto. No hice más que empujar suavemente y mi verga se empezó a hundir en su caliente concha.

Me empecé a mover con fuerza, rápido, sus tetas bailaban deslizándose en la cama y sus gemidos eran intensos. “¡Ay, qué rico me coges bebé!” –me decía entre gemidos. De manera delirante mamá seguía y mis movimientos gimiendo como una pervertida, no quería que me detuviera y yo tampoco tenía intenciones de hacerlo. Seguí metiéndosela con fuerza hasta que su cuerpo se retorció y cayó en un intenso orgasmo que la hacía bufar y jadear. “¡Quiero que me llenes la concha de semen!” –me dijo. Me tumbó en la cama y se subió a horcajadas montando mi verga de manera salvaje. Era alucinante ver a mamá con esa cara de caliente y apretando sus tetas mientras mi verga entraba y salía descontrolada de concha. “¡Me encanta como te mueves! ¡Esa cara de puta que pones al disfrutar mi verga le calienta demasiado!” –le dije. Ella sonreía con perversión y me decía: “¡Me encanta tu verga! ¡Me pones tan caliente que pierdo la cabeza!” –me decía. Se empezó a mover más rápido mientras tiraba de sus pezones. “¡Oh, mierda! ¡Hijo voy a acabar otra vez!” –me decía. Yo estaba tomado de sus muslos disfrutando de sus movimientos, sentía que mi verga se hinchaba y palpitaba, mientras ella seguía con sus movimientos endemoniados hasta que dio un grito de placer que se desató en un potente orgasmo, mi verga ya no pudo aguantar más y terminé llenando su vagina con mi semen. La cara de placer de ambos era perversa, mamá cayó sobre mi pecho y nos empezamos a besar apasionadamente. “¡Me coges tan rico, hijo! ¡Me encanta!” –me decía. No vestimos y salimos de la habitación, papá estaba en la sala bebiendo un vaso de whisky. “Pensé que no iban a terminar nunca” –dice. Mamá sonríe perversa y le dice: “Estuvo riquísimo, ahora el niño tendrá motivos para extrañarnos”. “Supongo que sí, lo importante es que lo disfrutaron” –dijo papá.

El día siguió normal, como si nada. Empezaron a hacer sus maletas y yo pensaba en coger con mi tía, se me había metido en la cabeza, era como una obsesión perversa de tenerla en la cama de mis padres y pensaba en cuántas veces habría estado ya ahí, me calentaba mucho saber que me la cogería en donde ya habia estado cogiendo antes. Me fui a dormir como si nada, pero caliente pensando en mi deliciosa tía, tanto así que tuve que pajearme para calmar mis ansias; no quise ir al cuarto de mis papás porque igual no sabía estaban cogiendo o durmiendo, aunque la idea de meterme a la cama y lamerle la vagina a mamá mientras duerme se me hacía interesante.

Llegó el lunes, ellos tenía vuelo a las seis de la tarde pero tenían que estar cuatro horas antes, porque antes del medio día ya estaban yéndose al aeropuerto. Iban a ser las cuatro de la tarde y estaba solo en casa, los pensamientos morbosos me empezaron a invadir, cuando me llega un mensaje al WhatsApp, era mi tía que había escrito: “Hola, supe que tus padres se fueron de viaje, te gustaría si te acompaño, ya sabes…”. “ Por supuesto, aquí la espero. Además, estaba pensando en usted” –le respondí. “¡Ah, sí! ¿Qué pensabas?” –me preguntó. “Eso lo sabrá cuando llegue” –le respondí. Parece que estaba igual de ansiosa que yo, no pasaron más de 30 minutos y ya había sonado el timbre. Cuando abro la puerta, me llevé una enorme sorpresa, mi tía llevaba un escote que dejaba ver parte de sus grandes tetas, me quedé mirando fijamente su escote y me dice: “¡Ey, estoy acá!”. “Disculpe, es que quedé anonadado con tremendo escote” –le dije. “¡Ay sobrino, eres un pervertido, pero gracias!” –me dice sonriendo. “Pase, por favor” –le dije. Cuando entró la acompañe hasta el living y se paró frente a mí diciendo: “¡Ya sabes a lo que vengo sobrino!”. Una sonrisa perversa se dibujó en sus sensuales labios y se acercó para darme un apasionado beso.

Mientras me besaba me bajaba el cierre del pantalón, dispuesta a sacar mi verga, la cual ya estaba dura como piedra. Al terminar el beso se arrodilla frente a mi verga y la empieza chupar. Sin duda era una experta haciendo mamadas, pasaba su lengua por toda mi verga, desde la base hasta la punta y luego se la metía lo más profundo que podía en su garganta. Me la chupó por quince minutos, hasta que se paró y me dijo: “¡Ya quiero esa verga dentro de mi!”. Se desvistió y se puso de perrito en el sillón, dispuesta a ser cogida. Antes de metérsela, pasé mi mano por su vagina masturbándola, empezó a gemir como loca, estaba mojada, caliente, lista para que lo que quisiera hacerle, pero quería que suplicara, que me mostrara lo puta que era y cuanto deseaba mi verga. “¡Ay, corazón! ¡Me tienes loca! ¡Dame verga, me muero por sentirla dentro!” –pedía a los gritos. “Todavía no linda putita!” –le dije. Para aumentar más su desesperación, le empecé a pasar la punta de mi verga por su vagina, rozando su clítoris y pasando por la entrada de su rica concha que chorreaba. Luego de tenerla al borde de la locura se la metí de golpe, haciendo que gritara. “¡Ay, malvado! ¿No podías ir más lento?. No le respondí nada, empecé a metérsela, profundo, hasta el fondo mientras ella gemía. “¡Ay, qué rico me coges! ¡Dame fuerte! ¡Qué rica verga!” –me decía. Ya no se la metía hasta el fondo, empecé a moverme rápido pero sin hacérsela entrar toda. “¡Oh, sí, dame! ¡Me vas a destrozar la concha pero sigue!” –me decía. Ya no podía resistirse más, gemía como endemoniada y me decía: “¡Ay, mi amor, qué rico! ¡Me vas a hacer acabar! ¡Ya no me aguanto!”. “¡Sí, putita, quiero escucharte acabar!” –le decía. “¡Sí mi amor, soy tu puta! ¡Mis orgasmos son tuyos bebé! ¡Dame, no pares!” –decía enloquecida. Hasta que al fin el placer la envolvió por completo y me regaló el más intenso orgasmo que ella hubiera tenido. “¡Qué rico me coges!” –decía aún jadeando.

Le di descanso por unos segundos, le saqué la verga de su concha palpitante y le dije: “Ahora es turno, quiero que te montes encima de mi verga” –le dije. Me puse de espalda en el sillón, ella se subió al instante sobre mí y se metió mi verga en su concha. “¡Ay, Dios, qué rico!” –gritó. No era para menos, a pesar de llevar tiempo cogiendo mi verga no perdía la dureza. No paraba de gemir, se movía como demente encima de mi verga, sentir esa concha chorreando y palpitando hacía el instante perverso. “¿Te gusta cogerte a tu tía puta?” –me decía con cara de caliente y gimiendo sensual. “¡Oh, mierda! ¡Voy a acabar otra vez!” –gritó sin dejar de moverse. “¡Deberás esperar a que yo acabé!” –le dije. “Es que ya no aguanto más mi amor” –me respondió. Su vagina palpitaba, era cierto, pero en mi perversión le dije: “Vas a tener que aguantar o te lo echo en las tetas”. “¡No por favor! ¡Lo quiero en mi conchita mi amor!” –me decía suplicante. “¡Entonces aguanta putita!” –le respondí. “¡Eres un maldito! ¡Me gusta que seas así!” –dijo. Apretó sus dientes y empezó a moverse con furia. “¿Así mi amor?” –me preguntaba. Se mordía el labio, se moría por acabar pero yo me aguantaba, quería que acabara cuando yo se lo dijera. “¡Sigue puta!” –le dije. Seguía moviéndose como rabiosa, apoyando sus manos en el sofá. “¿No quieres llenarle la concha a tu putita mi amor?” –me preguntaba. ¡Ay Dios, ya no puedo más! –me decía. Yo en silencio disfrutaba de hermosa cara puta. Ya sentía que iba a acabar. “¡Voy a acabar puta! ¡Ahora hazlo tú!” –le dije. ¡Ah, maldito! ¡Qué rico mi vida!” –decía retorciéndose de placer, ver su rostro sudado me enloqueció. Le metí toda la verga de una. ¡Lléname! ¡Quiero tu semen dentro de mi concha! ¡Dámelo mi amor!” –decía. Mi verga explotó e inundé su vagina con mi semen. Al sentir como acababa, mi tía suspiró de placer, ya no le quedaban más gemidos. Se quedó un rato encima de mí, su vagina no dejaba de palpitar, me la había cogido de manera brutal, tal y como pensaba hacerlo. Me besaba con lujuria y yo me agarra de sus ricas nalgas. Era tan rica y besaba me besaba tan caliente que simplemente disfruté de ese momento. “¡Qué rico me cogiste mi amor!” –dijo.

Mi verga salió de su concha y el semen salió haciéndola estremecer, la mezcla de mis fluidos y los suyos era alucinante. Limpió los restos de semen con sus dedos y los chupó para saborearlo. “Ya me tengo que ir, el cornudo debe estar por llegar” –me dijo y se vistió. “Vendré todos los días que tus padres están fuera para seguir disfrutando de tu verga” –añadió. “Con gusto putita, ven cuando quieras” –le dije. Nos besamos otra vez frente a la puerta. “Antes de irte, quiero que te lleves un recuerdito” –le dije. Me miró sorprendida, la tomé del cabello y la llevé al piso. Me empecé a masturbar y me dijo: “¡Qué rico recuerdo me das a dar mi amor!”. Yo jadeaba, bufaba pajeándome, abrió la boca esperando recibir mi semen, yo seguía como toro en celo masturbándome. Ya estaba listo para acabar pero no haría en su boca, quería que se dieran cuenta de lo puta que era. Le eché mi semen en su vestido, manchándolo con mi semen. “¡Qué perverso eres mi amor!” –me dijo. “Así me recuerdas y también quien te vea sabrá lo puta que eres” –le dije. “¡Sí mi vida, soy una puta! ¡Tú puta!” –me respondió. Se puso de pie y salió.A

l rato que ella se fue, me fui a recostar a mi cama, pensaba en lo rico que lo había pasado y lo mucho que disfrutaría con ella mientras mis padres no estaban.



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