Me llamo Mayra, y tengo 20 años de casada, jamás le he sido infiel a mi esposo. Rodrigo, a pesar de todo y nuestra ya nula atracción, aunque hubo varias tentaciones, esta vez fue la que el pecado me orilló a cometer tan dulces deseos que en mi mente jamás pensaron tan descaradamente, pero, en fin, no tengo ni una sola gota de arrepentimiento. Ambos tenemos 40 años y yo, a diferencia de mi marido que se ha hecho una barriga enorme y un descuido total de su persona, si me cuido bastante incluso de haber tenido dos hijos: Miriam de 20 y Julián de 18 años, me siento muy orgullosa de mi cuerpo, y principalmente de mi rostro ya que aun ls arrugas no aparecen por los cuidados que le doy a mi piel, conservo un cuerpo escultural, resultado de ir al gimnasio frecuentemente y seguir con dietas. Caderas anchas y unos glúteos firmes que hacen voltear a cualquier individuo que pasa por mi lado, mi cintura entallada y mis piernas moldeadas. Sin embargo, eso no lo ve mi esposo. Tal vez sea que ya no le resulto atractiva o qué sé yo, pero bueno no vine a hablar de mis problemas.
Entonces, ¿cómo terminé compartiendo la cama con mi sobrino? Todo empezó en un viaje que organizó la familia de mi esposo a un resort en Viña del Mar. Ambos aceptamos ir, mientras mis hijos se quedaban en la ciudad por asuntos personales. Pues, bien, hablaré del otro protagonista de esta historia y se trata de nada más y nada menos de mi sobrino Andrés, de 20 años, hijo menor de mi cuñada Rocío, atlético y guapo, 1.85 de altura y muy inteligente, eso sí algo tímido. Durante el viaje ya había notado que me veía constantemente, sin embargo, no le tomaba la más mínima importancia ya que se trataba de un jovencito que era mi sobrino. Además, si bien no tenía ni una idea de lo que iba a suceder. Fue al segundo día de nuestra estancia y ya que el hotel era todo incluido, mi marido no tardó en alcoholizarse y quedar demasiado borracho, y fue Andrés quién me avisó del estado de Rodrigo. Andrés, por supuesto muy atento conmigo ya que igual tenía cierto grado de embriaguez, ofreció su ayuda para llevar a su tío a nuestra suite. Así que lo guíe. Eran aproximadamente las 9 de la noche, entramos y lo recostamos en el primer sofá cama, mientras que Andrés no paraba de verme, ya que traía un vestido de playa que se me transparentaban las curvas, claro, él muy discreto. Después de ayudar a Rodrigo, Andrés empezó a elogiar la suite ya que era muy grande, fue cuando empezamos a hablar, y es que rara vez. Entablábamos conversación, ya que él era muy tímido y no sé de qué demonios podíamos hablar
Sí, le llevaba 20 años, pero pues el interés rompe con toda clase de barreras y se decidió a platicarme de su vida. Pasó una hora y la charla, continuaba, hablando de temas superficiales pero empezábamos a agarrar confianza, así que le ofrecí un vaso de whisky. Acepto muy amable y brindamos para continuar con nuestra plática. Ya eran las once y Andrés ya estaba un poco más tomado, sus miradas se hacían más indiscretas y se desenvolvía más, así que me dijo: “Tía, me da vergüenza pedírselo, pero, ¿me podría quedar en su suite? Es que no quiero que mis papás me vean tomado”. Accedí siendo la tía buena y él se recostó en el sillón, se quitó su camisa y la hizo bola para usarla de almohada, mientras yo lo veía. Desde ahí me entró la curiosidad, sabía que le gustaba a mi sobrino pero no lo quería aceptar, el deseo me empezaba a consumir, ¿cómo es que un niño le podría gustar una mujer que le dobla la edad? La calentura me empezaba a llegar a cada rincón de mi cuerpo con solo verlo ahí acostado así que decidí levantarme y tomar una buena ducha. Ya después de bañarme mientras me vestía, no paraba de pensar en que mi sobrino me deseaba, cada vez me excitaba más y más y peor aún, no me decidía en qué ropa interior ponerme, si la diminuta de tela que descubría mi piel o la beige con bordes negros, que resaltaban mis glúteos y los hacia ver como dos globos bien inflados, ¿en qué demonios pensaba? ¿Por qué me importa mucho que me ponga? ¿Es acaso que quería impresionar a mi sobrino? Mientras me preguntaba eso, mi cuerpo ya había actuado y me encontraba viéndome en el espejo como se me veía esa tanga beige por detrás, y efectivamente se me veían unos glúteos de ensueño, sólo pensaba como se le iba a poner tan dura a mi sobrino con solo verme. Quería despejarme de esos pensamientos pero ya no podía, me puse mi bata negra y me recosté en mi cama, mientras me tocaba delicadamente mi vagina un poco húmeda, pensando que mi sobrino estaba del otro lado de la pared con un borracho durmiendo. Vaya que descaro iba a cometer, jamás le podría ser infiel a mi esposo y menos en una habitación que él rentó y con su propio sobrino, pero nuevamente ya había actuado y ya me encontraba Abrí la puerta, y lo vi, en penumbra se veía su cuerpo jovial semidesnudo, y no era la gran cosa pero ese tabú me consumía.
Revisé a Rodrigo si se encontraba bien y después desperté a Andrés. “¿No quieres dormir en mi cama? Te ves muy incómodo en el sofá” .le dije. “No tía, ¿cómo cree? ¿Y mi tío?” –me preguntó. “Él se encuentra bien, anda esta es tu última oportunidad que cerraré el cuarto con seguro” –le dije sabiendo que aceptaría. “Bueno tía, está bien” –me respondió. Se levantó y se dirigió a la habitación, prendí la lámpara y cerré el cuarto y silenciosamente puse el seguro sin que se haya dado cuenta. Al parecer no tiene nada de malo que tía y sobrino compartan cama, pero si el sobrino es un muchacho algo tomado y lleno de hormonas, y la tía es una mujer con cuerpo fitness y una escasa vida sexual, es obvio que el resultado iba a ser una noche llena de sudor, fluidos y mucho morbo. La luz de la lámpara seguía encendida mientras que Andrés se metía dentro de las sábanas yo me quitaba lentamente la bata y sobre las sábanas me acostaba, sin nada encima y dándole la espalda. No pude evitar ver su reacción así que voltee y el acostado igual de lado dirigiéndose hacia mí, Vi cómo se sonrojaba mientras mantenía su mirada fija sin parar de mirar mis nalgas. “¿Qué pasa Andrés? –le pregunté. “No nada tía” –me contestó, mientras volteaba al techo disimuladamente.
Dejé la luz encendida mientras me acercaba lentamente mi trasero a su entrepierna y el hacía lo propio, solo escuchaba como lentamente arrepentido se quitaba las sábanas de encima. No podía con la excitación y no lograba sentir su cuerpo, así que no me contuve y le pregunté: “Andrés, ¿sigues despierto?”. “Si tía, creo que no puedo dormir” –me contestó. “Por qué? ¿No está cómoda la cama?” –volví a preguntar. “No, no es eso. En realidad no lo sé, tal vez porque me pone nervioso dormir con una mujer” –me respondió. “Pero Andrés, soy solo tu tía” –le dije, sabiendo para donde iba la conversación. “Sí, pero usted tiene un cuerpo bastante impresionante. Con todo respeto” –me dijo. Voltee mi cara y le sonreí, le dije: “Gracias mi amor”. Él me miraba más indiscreta y morbosamente. Yo llena de calentura no evité y le dije “Oye Andrés, como no puedes dormir, ¿quieres abrazarme? Tal vez se te quitan los nervios”. El pretexto más tonto pero sabía que aceptaría, solo escuché un “si” lleno de incredulidad y deseo. Sentí sus manos en mi cintura y apenas me rozaba la punta de su verga erguida que se apoyaba en mis nalgas, así que le pedí que se acercara más y más, hasta que sentí su entrepierna con su verga erecta haciendo completamente contacto directo con mis glúteos. “¡Así Andrés! ¡Se siente tan exquisito tu abrazo!” –le decía moviéndome lentamente. Él solo aceleraba su respiración, sin decirnos nada pasaron 15 minutos y el movimiento se hacía más y más sensual mientras yo silenciosamente dejaba escapar gemidos y él deslizaba sus manos de mi cintura hacia mi cadera. Hasta que me estiré para apagar la lámpara sin despegar mis nalgas de su entrepierna. “¿Tía? ¿Sigue despierta?” –me preguntó. Aunque fue una pregunta muy tonta porque ya me encontraba muy húmeda, le contesté sin dejarnos de mover: “Sí Andrés, ¿qué pasa chiquito?” –le dije.
¿Tía cuantos años tiene?” –pregunta que me descolocó pero
le hice el favor de contestarle lo más orgullosa y honestamente: “40 años
Andrés. ¿Por qué la pregunta?”. “¿En serio? ¡Wow, está muy rica y sensual! Yo
apenas tengo 20 años” –me susurró mientras se bajaba el bóxer y restregaba más
su verga contra mis nalgas. “¡Me calienta mucho tía!” –me dijo. A lo que sin
titubear, le dije: “Y a mí me calienta que te calientes Andrés”.
Su mano apretaba mi nalga despacio mientras yo no dejaba de escapar gemidos, intentábamos hacer el menor ruido posible. “Tía, ¿va al gym verdad?” –me preguntaba. “Sí, mi amor” –le respondí. “¡Tiene unas nalgas increíbles! Me encantan tía hermosa, ¿puedo chupárselas?” –me dijo casi jadeando. “Solo si me dejas de hacer preguntas mi amor” –le dije. Rápidamente acerco su cara a mis nalgas y sentía como sus labios hacían contacto con mis glúteos, muy despacio sentí su húmeda lengua haciendo círculos sobre mi piel, con una mano sostenía mi pierna y con otra acariciaba mi nalga, mientras lo veía como aquel jovencito me saboreaba las nalgas que con tanto esfuerzo hacia firmes en el gimnasio antes de que el naciera, me excitaba en sobremanera, era como me exploraba con su boca cada centímetro de mi cuerpo, desde mis piernas hasta mi espalda, apreciaba cada área de mi piel. Me besaba lentamente y sentía como sus húmedos besos pasionales de juventud apreciaban mi cuerpo maduro. Todo mi cuerpo lo dejaba con rastro de su saliva, no le importaba si me hacía chupones de más y ya descaradamente sacaba su lengua como si estuviera probando un helado sobre mi coxis. Jamás había sentido tanto placer y aún ni siquiera la tenía adentro, era maravilloso aquel jovencito qué tal vez a su falta de experiencia me saboreaba como la primera y última mujer que puede tener, hasta que llegó a mi cuello, sus besos fueron más despacio pero más profundos y quedó nuevamente en la misma posición en la que se encontraba al inicio, de cuchara restregando su verga sobre mi nalgas, sus manos rodeando mi cintura y haciéndome chupones en los hombros y cuello.
Decidí voltear y verlo, tenía miedo que no quisiera besarme
en los labios, así que no quise tener la iniciativa. Sin embargo, el volteó su
rostro, y empezando a cerrar sus ojos acercando su boca con la mía muy confiado
de que yo aceptaría, dejando una abertura en sus labios para que su lengua encontrara
mi lengua, mientras yo abría más y más mi boca, nuestros cuerpos se detuvieron
y se concentraron en el beso pasional que ocurría. Su cara encima de la mía,
solo se escuchaba como nuestra saliva pasaban de un lado a otro, el movimiento
de nuestras lenguas, sus respiraciones profundas y mis gemidos silenciosos.
Cerraba los labios para chuparme mi labio que eran mucho más gruesos que los de
el. Cuidadosamente me movía su lengua recorriendo toda la parte inferior de mi
boca, hasta que de tan largo beso y mantener un no muy logrado silencio,
juntamos nuestros labios que no se querían despegar e hicimos sonar nuestros
labios después del beso, fue muy ruidoso y duradero que se escuchara en toda la
suite. ¿Acaso quieres despertar a tu tío?” –le susurré mientras reía. “No, nos
escucha. Está muy ebrio” –me respondió. Seguimos con nuestros descarados besos,
está vez más prolongado y el final muchísimo más ruidos y duradero, mientras que
mi mano acariciaba su cabello y el empujaba mi cuerpo contra el suyo de una
manera que mis nalgas asfixiaban su verga. “Muy rico Andrés, pero debes de ser
menos ruidoso que vamos a despertarlo” –le dije. “¡Está bien tía, usted manda”
–me respondió aumentando más mi calentura. Nos dimos un beso más y pasó lo
mismo. “Andrés, si sigues así te obligaré a parar” –le dije bromeando, mientras
él solo me continuaba besando. “¡Es una verdadera diosa tía!” –me decía.
Me levanté y me quité mi ropa interior mientras el no dejaba de manosearme, él se sentó mientras yo muy sensual le hacía señas de que guardara más silencio, me desnudaba mientras veía como mi cuerpo estaba lleno de su saliva, me paré totalmente y él, sentado con su verga apuntando al techo me suplico: “¡Tía, quiero que me monte por favor!”. Andy, te voy a romper tus piernitas” –le dije con una sonrisa maliciosa mientras insistía. “¡Le juro que haré lo que sea!” “Jamás le cuentes de esto a nadie, ¿me oíste? Ni a tus amigos. “Bueno, será nuestro secreto, pero, ¿puede ponerse los tacones también? ¡Por favor!” –me dijo. “¡Ay Andy, todo me pides!” –le contesté riéndome mientras me soltaba el cabello y buscaba mis tacones para complacer a mi sobrino favorito. Me puse delante de él mientras no dejaba de elogiar mi cuerpo. “¡Tía preciosa! Soy el chico más afortunado”. Con los tacones ya puestos, lentamente me senté sobre su verga toda escurrida, hasta que sentí la punta en mi vagina húmeda, dejé escapar un gemido un poco más ruidoso. “¡Mi amor!” –decía al sentir como poco a poco su verga se hundía en mi vagina. Él, pasmado solo lo disfrutaba. Cada vez bajaba más hasta que mis nalgas chocaron con la base de su verga, empecé a montarlo una y otra vez mientras él con sus manos agarraba mis caderas. “¡Se siente riquísimo tía!” –me decía jadeando y disfrutando de como subía y bajaba sobre él. “¡Ay chiquito, que deliciosa verga tienes y gruesa” –le decía moviéndome como loca e intentando no gemir con fuerza. Yo me sostenía de una mano con su hombro mientras la otra con el mueble de adelante, él no dejaba de susurrar cosas como: “¡Está buenísima!” “¡Increíble culo!” “¡Qué rico se mueve tía hermosa!”. Yo no dejaba de gemir cada vez más cínicamente. Me pidió que parara porque estaba a punto de acabar, así que me levanté y se quedó quieto por unos segundos, hasta que con ambos brazos rodeo mi cadera y el sentado, yo parada empezó de nuevo a besar mis nalgas. Con mi brazo empujaba su cabeza en contra de mi culo y él ya muy adentro de los glúteos empezaba a lamer mi ano. “¡Ay Andy! ¡Dios mío! ¡No le hagas eso a tu tía! ¡Ay mi amor!” –le decía gimiendo enloquecida. Cada vez mis gemidos aumentaban, hasta que volteó mi cuerpo y empezó a jugar con mi clítoris, restregando toda su boca en él y su lengua moviéndola rápidamente, sentía tan rico y empecé a tener un orgasmo increíble, mientras él no paraba, se fue con sus fuerzas hacia mí y yo debilitada me fui contra el mueble, él quedó de rodillas y yo toda frágil, recargada mientras gemía y le decía que era mi sobrino favorito. No paraba hasta que usó su lengua ahora para besar mis muslos, los chupaba con tanta pasión. Se levantó y quedamos de pie, me agarró de los glúteos y yo del cuello y nuevamente nos empezamos a besar. Yo mido 1.68, más los tacones y él 1.85, tuve que pararme de puntitas, los besos fueron más y más pasionales, hasta que nos separamos y me voltee, dándole la espalda me incliné guiándolo, me metí su verga en mi conchita, despacio sentía su glande rozaba las paredes de mi vagina, hasta que el tomó las riendas y puso sus manos en la cintura, muy a su ritmo, lento, empezó una y otra vez empujándome hacia la pared, hasta que le pedí que acabara aún.
Nos volvimos a acostar y de cucharita como inicialmente nos encontramos empezó a metérmela, apretando mis piernas, mientras nos besábamos. No duró ni tres minutos en esa posición hasta que me anunció que iba a acabar, me pidió que si podía hacerlo sobre mis nalgas. “Hazlo donde quieras mi amor!” –le respondí caliente y deseosa por sentir su semen. Sacó su verga y apuntó a mis glúteos, dejándome caer ese tibio semen mientras tartamudeaba: “¡Quiero marcar territorio!”. Acabó y se tiró en la cama mientras yo me reía y le decía: “Sigues siendo un niño”. Él solo sonrió. Nos quedamos dormidos hasta que dieron las 7 AM. Mi esposo tocaba la puerta, y en pánico desperté a Andy y le pedí que se escondiera en el baño, salí y Rodrigo me pidió dormir en la cama. Mi corazón estaba latiendo a mil por hora, primero por tremenda cogida que me había dado mi sobrino y segundo, por el temor de ser descubierta por mi esposo. Cínicamente le dije: “¡Claro que sí, mi amor!”. Se acostó y sin ninguna sospecha volvió a dormir, mientras muy cuidadosamente Andrés salía del baño ya vestido. Le mencioné nuevamente que lo que pasó jamás se vuelve a mencionar. Aceptó el trato, intercambiamos números y nos despedimos de beso pasional, como dos amantes.
Esto pasó en verano, ahora solo nos mandamos mensajes ocasionalmente de cómo nos va y cosas muy banales, pero en otras ocasiones le mando fotitos muy sexys de cuando voy al gym e incluso en lencería y de ahí tenemos charlas muy calientes, pero hasta ahí. Ya no nos hemos visto pero para el verano siguiente tenemos programado un viaje solo él y yo. Andrés le mentirá a mis cuñados diciendo que lo pasara con sus amigos y yo a Rodrigo, que iremos de vacaciones solo amigas. Así no tendremos la puta preocupación de ser descubiertos y disfrutar como amantes calientes todo lo que podamos hacer en la habitación o quién sabe dónde.
Pasiones Prohibidas ®