jueves, 27 de febrero de 2025

88. Compartiendo la cama con mi sobrino

 

Hace mucho que no tengo una experiencia tan pasional y erótica como la que alguna vez tuve cuando era joven y esta vez en realidad no me contuve, fui parte del deseo y más que nada del resultado de una relación tan monótona, complicada y con tremenda calentura que aún no se me baja. Creo es razonable deleitarles con mi última experiencia.

Me llamo Mayra, y tengo 20 años de casada, jamás le he sido infiel a mi esposo. Rodrigo, a pesar de todo y nuestra ya nula atracción, aunque hubo varias tentaciones, esta vez fue la que el pecado me orilló a cometer tan dulces deseos que en mi mente jamás pensaron tan descaradamente, pero, en fin, no tengo ni una sola gota de arrepentimiento. Ambos tenemos 40 años y yo, a diferencia de mi marido que se ha hecho una barriga enorme y un descuido total de su persona, si me cuido bastante incluso de haber tenido dos hijos: Miriam de 20 y Julián de 18 años, me siento muy orgullosa de mi cuerpo, y principalmente de mi rostro ya que aun ls arrugas no aparecen por los cuidados que le doy a mi piel, conservo un cuerpo escultural, resultado de ir al gimnasio frecuentemente y seguir con dietas. Caderas anchas y unos glúteos firmes que hacen voltear a cualquier individuo que pasa por mi lado, mi cintura entallada y mis piernas moldeadas. Sin embargo, eso no lo ve mi esposo. Tal vez sea que ya no le resulto atractiva o qué sé yo, pero bueno no vine a hablar de mis problemas.

Entonces, ¿cómo terminé compartiendo la cama con mi sobrino? Todo empezó en un viaje que organizó la familia de mi esposo a un resort en Viña del Mar. Ambos aceptamos ir, mientras mis hijos se quedaban en la ciudad por asuntos personales. Pues, bien, hablaré del otro protagonista de esta historia y se trata de nada más y nada menos de mi sobrino Andrés, de 20 años, hijo menor de mi cuñada Rocío, atlético y guapo, 1.85 de altura y muy inteligente, eso sí algo tímido. Durante el viaje ya había notado que me veía constantemente, sin embargo, no le tomaba la más mínima importancia ya que se trataba de un jovencito que era mi sobrino. Además, si bien no tenía ni una idea de lo que iba a suceder. Fue al segundo día de nuestra estancia y ya que el hotel era todo incluido, mi marido no tardó en alcoholizarse y quedar demasiado borracho, y fue Andrés quién me avisó del estado de Rodrigo. Andrés, por supuesto muy atento conmigo ya que igual tenía cierto grado de embriaguez, ofreció su ayuda para llevar a su tío a nuestra suite. Así que lo guíe. Eran aproximadamente las 9 de la noche, entramos y lo recostamos en el primer sofá cama, mientras que Andrés no paraba de verme, ya que traía un vestido de playa que se me transparentaban las curvas, claro, él muy discreto. Después de ayudar a Rodrigo, Andrés empezó a elogiar la suite ya que era muy grande, fue cuando empezamos a hablar, y es que rara vez. Entablábamos conversación, ya que él era muy tímido y no sé de qué demonios podíamos hablar

Sí, le llevaba 20 años, pero pues el interés rompe con toda clase de barreras y se decidió a platicarme de su vida. Pasó una hora y la charla, continuaba, hablando de temas superficiales pero empezábamos a agarrar confianza, así que le ofrecí un vaso de whisky. Acepto muy amable y brindamos para continuar con nuestra plática. Ya eran las once y Andrés ya estaba un poco más tomado, sus miradas se hacían más indiscretas y se desenvolvía más, así que me dijo: “Tía, me da vergüenza pedírselo, pero, ¿me podría quedar en su suite? Es que no quiero que mis papás me vean tomado”. Accedí siendo la tía buena y él se recostó en el sillón, se quitó su camisa y la hizo bola para usarla de almohada, mientras yo lo veía. Desde ahí me entró la curiosidad, sabía que le gustaba a mi sobrino pero no lo quería aceptar, el deseo me empezaba a consumir, ¿cómo es que un niño le podría gustar una mujer que le dobla la edad? La calentura me empezaba a llegar a cada rincón de mi cuerpo con solo verlo ahí acostado así que decidí levantarme y tomar una buena ducha. Ya después de bañarme mientras me vestía, no paraba de pensar en que mi sobrino me deseaba, cada vez me excitaba más y más y peor aún, no me decidía en qué ropa interior ponerme, si la diminuta de tela que descubría mi piel o la beige con bordes negros, que resaltaban mis glúteos y los hacia ver como dos globos bien inflados, ¿en qué demonios pensaba? ¿Por qué me importa mucho que me ponga? ¿Es acaso que quería impresionar a mi sobrino? Mientras me preguntaba eso, mi cuerpo ya había actuado y me encontraba viéndome en el espejo como se me veía esa tanga beige por detrás, y efectivamente se me veían unos glúteos de ensueño, sólo pensaba como se le iba a poner tan dura a mi sobrino con solo verme. Quería despejarme de esos pensamientos pero ya no podía, me puse mi bata negra y me recosté en mi cama, mientras me tocaba delicadamente mi vagina un poco húmeda, pensando que mi sobrino estaba del otro lado de la pared con un borracho durmiendo. Vaya que descaro iba a cometer, jamás le podría ser infiel a mi esposo y menos en una habitación que él rentó y con su propio sobrino, pero nuevamente ya había actuado y ya me encontraba Abrí la puerta, y lo vi, en penumbra se veía su cuerpo jovial semidesnudo, y no era la gran cosa pero ese tabú me consumía.

Revisé a Rodrigo si se encontraba bien y después desperté a Andrés. “¿No quieres dormir en mi cama? Te ves muy incómodo en el sofá” .le dije. “No tía, ¿cómo cree? ¿Y mi tío?” –me preguntó. “Él se encuentra bien, anda esta es tu última oportunidad que cerraré el cuarto con seguro” –le dije sabiendo que aceptaría. “Bueno tía, está bien” –me respondió. Se levantó y se dirigió a la habitación, prendí la lámpara y cerré el cuarto y silenciosamente puse el seguro sin que se haya dado cuenta. Al parecer no tiene nada de malo que tía y sobrino compartan cama, pero si el sobrino es un muchacho algo tomado y lleno de hormonas, y la tía es una mujer con cuerpo fitness y una escasa vida sexual, es obvio que el resultado iba a ser una noche llena de sudor, fluidos y mucho morbo. La luz de la lámpara seguía encendida mientras que Andrés se metía dentro de las sábanas yo me quitaba lentamente la bata y sobre las sábanas me acostaba, sin nada encima y dándole la espalda. No pude evitar ver su reacción así que voltee y el acostado igual de lado dirigiéndose hacia mí, Vi cómo se sonrojaba mientras mantenía su mirada fija sin parar de mirar mis nalgas. “¿Qué pasa Andrés? –le pregunté. “No nada tía” –me contestó, mientras volteaba al techo disimuladamente.

Dejé la luz encendida mientras me acercaba lentamente mi trasero a su entrepierna y el hacía lo propio, solo escuchaba como lentamente arrepentido se quitaba las sábanas de encima. No podía con la excitación y no lograba sentir su cuerpo, así que no me contuve y le pregunté: “Andrés, ¿sigues despierto?”. “Si tía, creo que no puedo dormir” –me contestó. “Por qué? ¿No está cómoda la cama?” –volví a preguntar. “No, no es eso. En realidad no lo sé, tal vez porque me pone nervioso dormir con una mujer” –me respondió. “Pero Andrés, soy solo tu tía” –le dije, sabiendo para donde iba la conversación. “Sí, pero usted tiene un cuerpo bastante impresionante. Con todo respeto” –me dijo. Voltee mi cara y le sonreí, le dije: “Gracias mi amor”. Él me miraba más indiscreta y morbosamente. Yo llena de calentura no evité y le dije “Oye Andrés, como no puedes dormir, ¿quieres abrazarme? Tal vez se te quitan los nervios”. El pretexto más tonto pero sabía que aceptaría, solo escuché un “si” lleno de incredulidad y deseo. Sentí sus manos en mi cintura y apenas me rozaba la punta de su verga erguida que se apoyaba en mis nalgas, así que le pedí que se acercara más y más, hasta que sentí su entrepierna con su verga erecta haciendo completamente contacto directo con mis glúteos. “¡Así Andrés! ¡Se siente tan exquisito tu abrazo!” –le decía moviéndome lentamente. Él solo aceleraba su respiración, sin decirnos nada pasaron 15 minutos y el movimiento se hacía más y más sensual mientras yo silenciosamente dejaba escapar gemidos y él deslizaba sus manos de mi cintura hacia mi cadera. Hasta que me estiré para apagar la lámpara sin despegar mis nalgas de su entrepierna. “¿Tía? ¿Sigue despierta?” –me preguntó. Aunque fue una pregunta muy tonta porque ya me encontraba muy húmeda, le contesté sin dejarnos de mover: “Sí Andrés, ¿qué pasa chiquito?” –le dije.

¿Tía cuantos años tiene?” –pregunta que me descolocó pero le hice el favor de contestarle lo más orgullosa y honestamente: “40 años Andrés. ¿Por qué la pregunta?”. “¿En serio? ¡Wow, está muy rica y sensual! Yo apenas tengo 20 años” –me susurró mientras se bajaba el bóxer y restregaba más su verga contra mis nalgas. “¡Me calienta mucho tía!” –me dijo. A lo que sin titubear, le dije: “Y a mí me calienta que te calientes Andrés”.

Su mano apretaba mi nalga despacio mientras yo no dejaba de escapar gemidos, intentábamos hacer el menor ruido posible. “Tía, ¿va al gym verdad?” –me preguntaba. “Sí, mi amor” –le respondí. “¡Tiene unas nalgas increíbles! Me encantan tía hermosa, ¿puedo chupárselas?” –me dijo casi jadeando. “Solo si me dejas de hacer preguntas mi amor” –le dije. Rápidamente acerco su cara a mis nalgas y sentía como sus labios hacían contacto con mis glúteos, muy despacio sentí su húmeda lengua haciendo círculos sobre mi piel, con una mano sostenía mi pierna y con otra acariciaba mi nalga, mientras lo veía como aquel jovencito me saboreaba las nalgas que con tanto esfuerzo hacia firmes en el gimnasio antes de que el naciera, me excitaba en sobremanera, era como me exploraba con su boca cada centímetro de mi cuerpo, desde mis piernas hasta mi espalda, apreciaba cada área de mi piel. Me besaba lentamente y sentía como sus húmedos besos pasionales de juventud apreciaban mi cuerpo maduro. Todo mi cuerpo lo dejaba con rastro de su saliva,  no le importaba si me hacía chupones de más y ya descaradamente sacaba su lengua como si estuviera probando un helado sobre mi coxis. Jamás había sentido tanto placer y aún ni siquiera la tenía adentro, era maravilloso aquel jovencito qué tal vez a su falta de experiencia me saboreaba como la primera y última mujer que puede tener, hasta que llegó a mi cuello, sus besos fueron más despacio pero más profundos y quedó nuevamente en la misma posición en la que se encontraba al inicio, de cuchara restregando su verga sobre mi nalgas, sus manos rodeando mi cintura y haciéndome chupones  en los hombros y cuello.

Decidí voltear y verlo, tenía miedo que no quisiera besarme en los labios, así que no quise tener la iniciativa. Sin embargo, el volteó su rostro, y empezando a cerrar sus ojos acercando su boca con la mía muy confiado de que yo aceptaría, dejando una abertura en sus labios para que su lengua encontrara mi lengua, mientras yo abría más y más mi boca, nuestros cuerpos se detuvieron y se concentraron en el beso pasional que ocurría. Su cara encima de la mía, solo se escuchaba como nuestra saliva pasaban de un lado a otro, el movimiento de nuestras lenguas, sus respiraciones profundas y mis gemidos silenciosos. Cerraba los labios para chuparme mi labio que eran mucho más gruesos que los de el. Cuidadosamente me movía su lengua recorriendo toda la parte inferior de mi boca, hasta que de tan largo beso y mantener un no muy logrado silencio, juntamos nuestros labios que no se querían despegar e hicimos sonar nuestros labios después del beso, fue muy ruidoso y duradero que se escuchara en toda la suite. ¿Acaso quieres despertar a tu tío?” –le susurré mientras reía. “No, nos escucha. Está muy ebrio” –me respondió. Seguimos con nuestros descarados besos, está vez más prolongado y el final muchísimo más ruidos y duradero, mientras que mi mano acariciaba su cabello y el empujaba mi cuerpo contra el suyo de una manera que mis nalgas asfixiaban su verga. “Muy rico Andrés, pero debes de ser menos ruidoso que vamos a despertarlo” –le dije. “¡Está bien tía, usted manda” –me respondió aumentando más mi calentura. Nos dimos un beso más y pasó lo mismo. “Andrés, si sigues así te obligaré a parar” –le dije bromeando, mientras él solo me continuaba besando. “¡Es una verdadera diosa tía!” –me decía.

Me levanté y me quité mi ropa interior mientras el no dejaba de manosearme, él se sentó mientras yo muy sensual le hacía señas de que guardara más silencio, me desnudaba mientras veía como mi cuerpo estaba lleno de su saliva, me paré totalmente y él, sentado con su verga apuntando al techo me suplico: “¡Tía, quiero que me monte por favor!”. Andy, te voy a romper tus piernitas” –le dije con una sonrisa maliciosa mientras insistía. “¡Le juro que haré lo que sea!” “Jamás le cuentes de esto a nadie, ¿me oíste? Ni a tus amigos. “Bueno, será nuestro secreto, pero, ¿puede ponerse los tacones también? ¡Por favor!” –me dijo. “¡Ay Andy, todo me pides!” –le contesté riéndome mientras me soltaba el cabello y buscaba mis tacones para complacer a mi sobrino favorito. Me puse delante de él mientras no dejaba de elogiar mi cuerpo. “¡Tía preciosa! Soy el chico más afortunado”. Con los tacones ya puestos, lentamente me senté sobre su verga toda escurrida, hasta que sentí la punta en mi vagina húmeda, dejé escapar un gemido un poco más ruidoso. “¡Mi amor!” –decía al sentir como poco a poco su verga se hundía en mi vagina. Él, pasmado solo lo disfrutaba. Cada vez bajaba más hasta que mis nalgas chocaron con la base de su verga, empecé a montarlo una y otra vez mientras él con sus manos agarraba mis caderas. “¡Se siente riquísimo tía!” –me decía jadeando y disfrutando de como subía y bajaba sobre él. “¡Ay chiquito, que deliciosa verga tienes y gruesa” –le decía moviéndome como loca  e intentando no gemir con fuerza. Yo me sostenía de una mano con su hombro mientras la otra con el mueble de adelante, él no dejaba de susurrar cosas como: “¡Está buenísima!” “¡Increíble culo!” “¡Qué rico se mueve tía hermosa!”. Yo no dejaba de gemir cada vez más cínicamente. Me pidió que parara porque estaba a punto de acabar, así que me levanté y se quedó quieto por unos segundos, hasta que con ambos brazos rodeo mi cadera y el sentado, yo parada empezó de nuevo a besar mis nalgas. Con mi brazo empujaba su cabeza en contra de mi culo y él ya muy adentro de los glúteos empezaba a lamer mi ano. “¡Ay Andy! ¡Dios mío! ¡No le hagas eso a tu tía! ¡Ay mi amor!” –le decía gimiendo enloquecida. Cada vez mis gemidos aumentaban, hasta que volteó mi cuerpo y empezó a jugar con mi clítoris, restregando toda su boca en él y su lengua moviéndola rápidamente, sentía tan rico y empecé a tener un orgasmo increíble, mientras él no paraba, se fue con sus fuerzas hacia mí y yo debilitada me fui contra el mueble, él quedó de rodillas y yo toda frágil, recargada mientras gemía y le decía que era mi sobrino favorito. No paraba hasta que usó su lengua ahora para besar mis muslos, los chupaba con tanta pasión. Se levantó y quedamos de pie, me agarró de los glúteos y yo del cuello y nuevamente nos empezamos a besar. Yo mido 1.68, más los tacones  y él 1.85, tuve que pararme de puntitas, los besos fueron más y más pasionales, hasta que nos separamos y me voltee, dándole la espalda me incliné guiándolo, me metí su verga en mi conchita, despacio sentía su glande rozaba las paredes de mi vagina, hasta que el tomó las riendas y puso sus manos en la cintura, muy a su ritmo, lento, empezó una y otra vez empujándome hacia la pared, hasta que le pedí que acabara aún.

Nos volvimos a acostar y de cucharita como inicialmente nos encontramos empezó a metérmela, apretando mis piernas, mientras nos besábamos. No duró ni tres minutos en esa posición hasta que me anunció que iba a acabar, me pidió que si podía hacerlo sobre mis nalgas. “Hazlo donde quieras mi amor!” –le respondí caliente y deseosa por sentir su semen. Sacó su verga y apuntó a mis glúteos, dejándome caer ese tibio semen mientras tartamudeaba: “¡Quiero marcar territorio!”. Acabó y se tiró en la cama mientras yo me reía y le decía: “Sigues siendo un niño”. Él solo sonrió. Nos quedamos dormidos hasta que dieron las 7 AM. Mi esposo tocaba la puerta, y en pánico desperté a Andy y le pedí que se escondiera en el baño, salí y Rodrigo me pidió dormir en la cama. Mi corazón estaba latiendo a mil por hora, primero por tremenda cogida que me había dado mi sobrino y segundo, por el temor de ser descubierta por mi esposo. Cínicamente le dije: “¡Claro que sí, mi amor!”. Se acostó y sin ninguna sospecha volvió a dormir, mientras muy cuidadosamente Andrés salía del baño ya vestido. Le mencioné nuevamente que lo que pasó jamás se vuelve a mencionar. Aceptó el trato, intercambiamos números y nos despedimos de beso pasional, como dos amantes.

Esto pasó en verano, ahora solo nos mandamos mensajes ocasionalmente de cómo nos va y cosas muy banales, pero en otras ocasiones le mando fotitos muy sexys de cuando voy al gym e incluso en lencería y de ahí tenemos charlas muy calientes, pero hasta ahí. Ya no nos hemos visto pero para el verano siguiente tenemos programado un viaje solo él y yo. Andrés le mentirá a mis cuñados diciendo que lo pasara con sus amigos y yo a Rodrigo, que iremos de vacaciones solo amigas. Así no tendremos la puta preocupación de ser descubiertos y disfrutar como amantes calientes todo lo que podamos hacer en la habitación o quién sabe dónde.

  

Pasiones Prohibidas ®

martes, 25 de febrero de 2025

87. El perro de mamá


 “¿Cómo que yo no voy de vacaciones?” – preguntó Jacqueline enfadada a su padre cuando este le comunicó la decisión.  “Si no voy contigo a la casa de la playa iré con mamá” –aseguró la chica, que normalmente usaba aquella táctica para conseguir lo que quería; sus padres se habían divorciado hacía ya casi 3 años y normalmente ellos peleaban por su cariño. “Esta vez ese truco no te va a funcionar, lo siento”  –dijo su padre negando con la cabeza.  Tanto tu madre como yo hemos decidido que te quedes sin vacaciones, en enero tienes que presentarte en la facultad a dar cinco exámenes de recuperación y ten por seguro que no vas a tener ni un lujo hasta que esté todo aprobado” –le dijo el hombre firmemente. “¿Y crees que por tenerme aquí secuestrada voy a estudiar más?” –preguntó enfadada la muchacha. “No me cabe ni la menor duda, sin playa, mar, distracciones, fiesta. Estoy seguro de que te aplicarás hasta conseguir aprobar” –dijo el hombre con total seguridad.

Jacqueline se marchó a su cuarto enfada y descolgó el teléfono para comunicarse con su madre, pero sorprendentemente esta tenía en la cabeza el mismo discurso que su padre. Ninguno de los dos le haría ninguna concesión hasta que consiguiese aprobar el curso.  La muchacha, como no podía ser de otra forma, protestó durante unos minutos, hasta que su madre en el último momento le dijo que no podía seguir escuchándola porque tenía una reunión. Además, de informarla de que ella también se marchaba de vacaciones en la misma época que su ex marido y la dejaba como tarea el tener que cuidar a su perro” Tom”. Aquello enfadó todavía más a Jacqueline, no solo sus padres la estaban castigando y quitando todos los lujos que tenía, sino que además la obligaban a tener que quedarse con un perro que seguro que la incomodaría en casa.

Durante los siguientes días trató de esmerarse en los estudios con la intención de que sus padres le levantaran el castigo, pero de nada sirvió aquello, la muchacha ya había logrado librarse de más de un castigo de aquella forma, pero sus padres parecía que no iban a volver a caer en lo mismo y ni su padre ni su madre mostraron el más mínimo asomo de compasión. Jacqueline tuvo que observar con frustración como en primer lugar su padre se marchaba de vacaciones acompañado de su nueva novia Katherine, una mujer alta de piel bronceada y de un hermoso acento colombiano. Unos pocos días después recibió la visita de su madre y sus dos hermanas de 9 y 11 años, que se mostraban encantadas de poder ir a la playa, aunque su hermana mayor no pudiese acompañarlas. Su madre tan solo le dijo un par de cosas a cerca del cuidado del perro, le indicó la comida que debería comprar y las horas a las que debía pasear, al parecer el joven pastor alemán no precisaba de demasiados cuidados con lo que la chica no pudo echar en cara a su progenitora que la estaba agobiando con aquella tarea.

Una vez sus padres estuvieron fuera la muchacha dejó abierta la puerta del jardín trasero para que el animal no se sintiese atrapado en la casa y pudiese correr por allí, donde seguramente encontraría más distracciones que en el interior de la vivienda. Jacqueline se llevó un pequeño disgusto al ver que Tom tenía un comportamiento ejemplar, no ladraba, hacía caso a lo que se le decía. La joven habría deseado que el perro hubiese sido más incontrolable para así llamar a su madre y reprochárselo, pero al parecer el pastor alemán no iba hacer nada malo durante su estancia en la casa.

El calor de diciembre era una cosa realmente sofocante para la muchacha y después de mucho intentar estudiar acabó por quitarse la ropa e ir a darse una ducha. Jacqueline, sabiendo que no había nadie en casa se quitó toda la ropa en la misma habitación, dejando sobre la cama su falda, top de tirantes, sujetador y braguitas para llevarlo todo al cesto de la ropa sucia.

Con los pies descalzos la joven caminó por la casa totalmente desnuda. Jacqueline contaba con un cuerpo bastante apetecible. La muchacha era bastante más alta que la media con casi 1,80 de altura, tenía una larga melena de pelo teñido en color caoba, una piel clarita y era de complexión delgada. Lo que a la joven más le gustaba era su piel, ya que hasta el último centímetro de su piel estaba bien cuidado y gozaba de una suavidad producto de muchas horas de cuidado. Lo único con lo que Jacqueline no se mostraba del todo a gusto era con sus pechos, que eran de unas dimensiones pequeñas. Siempre había sentido envidia de algunas de sus amigas, las cuales tenían unos pechos que a poco que se moviese botaban, logrando captar la atención de más chicos que ella.

Jacqueline tuvo que salir corriendo de la ducha cuando escuchó como el teléfono comenzaba a sonar, poniéndose tan solo su toalla rosa alrededor de su empapado cuerpo para llegar al salón, donde el aparato no paraba de sonar. La chica puso los ojos en blanco, exasperada, cuando al otro lado del hilo telefónico escuchó la voz de su amiga Sara invitándola a ir a una fiesta aquella misma noche. La chica después de unos minutos de charla tuvo que rechazar la propuesta de su amiga ya que sabía que tanto su madre como su padre la telefonearían a casa para asegurarse de que no había salido.

Jacqueline tuvo que cortar la comunicación con Sara cuando notó como las patas traseras de Tom se clavaban sobre la toalla que llevaba, haciendo que la chica tuviera que soltarla para no caer al suelo.  Observó al perro totalmente desnuda, viendo como este jadeaba con la lengua fuera, con lo que dedujo que el animal estaba sediento. Sin preocuparse por cubrirse, la joven caminó por la casa desnuda hasta la cocina donde sacó de una bolsa los dos bols de la mascota de su madre, que su dueña había llevado. Imaginando que Tom podía tener hambre también sacó un bote de comida de perros y lo vertió en el bol rojo, mientras que llenó el azul de agua hasta la mitad, ya que sabía que llenarlo en exceso podía hacer que en animal vertiese el líquido, tocándole después a ella limpiarlo todo.

Se inclinó para dejar el bol de comida en el suelo, cuando de repente sintió la larga y húmeda lengua del pastor alemán lamiendo su expuesta vagina de pequeños y rosados labios. La chica quedó paralizada al sentir como la lengua del perro se movía sobre su vagina, permaneciendo en estado de shock durante unos segundos hasta que finalmente analizó racionalmente lo que estaba pasando y decidió darse la vuelta para reprender al animal. La mascota alzó la mirada para clavarla en los ojos castaños de Jacqueline. “¡No hagas eso, perro pervertido!” –le ordenó la chica alzando la voz y señalándole con el dedo para después abandonar la cocina en dirección a su habitación para tratar de centrarse en los estudios. El animal agachó la cabeza arrepentido y se dirigió al bol de agua para comenzar a beber y refrescarse, mientras que la chica, bastante turbada por lo que acababa de suceder se marchó a su habitación para seguir estudiando, pero tal y como había pensado, aquello no le sirvió de nada, ya que no pudo centrarse en su tarea. Jacqueline optó por echarse a dormir un rato ya que quizás estaba descentrada en los estudios por aquello, pero cuando se despertó aún estaba más turbada que cuando se fue a descansar. A juzgar por el estado de su sexo había tenido alguna clase de sueño erótico y eso era porque el perro había lamido su sexo de manera inesperada, habiéndole dado una sensación que jamás con ninguna otra lengua había sentido.

La chica salió de la habitación con la intención de prepararse la cena y dar de comer al perro, pero en esta ocasión se tapó mucho más que la vez anterior, llevando unos pantalones cortos, una camiseta de tirantes y ropa interior. A la chica le dio un poco de temor pensar que la mascota de su madre pudiese ponerse violenta al no darle lo que quería y no mostrarle su sexo de nuevo, pero Tom no hizo nada de eso, en su lugar lamió la mano y después la cara de Jacqueline cuando esta le puso la comida en su bol. Como era normal por la noche tampoco pudo centrarse en los estudios, acabando finalmente navegando por internet en busca de información acerca de lo que le había sucedido aquella misma tarde. La muchacha quedó sorprendida cuando vio que no era la única a la que su perro le había hecho aquello y no tardó en encontrar relatos acerca relaciones sexuales con perros en los que se contaban experiencias que si bien no podía confirmar que fueran reales sí que parecían muy excitantes.

El calor dentro del cuerpo de Jacqueline se fue multiplicando, hasta que finalmente acabó en ropa interior, metiendo su mano derecha en sus braguitas para acariciar su depilada y empapada vagina, mientras que con la otra iba pasando de pecho a pecho sintiendo como sus pezones pequeños se ponía duros como piedras. La chica en aquel momento deseó sentir sobre su vagina de nuevo la lengua del can y como si alguien le hubiese concedido ese deseo escuchó como el perro arañaba la puerta de su dormitorio. Jacqueline jadeó dudosa sobre si abrirle o mantener la puerta cerrada, ante lo que la opinión de su vagina acabó por imponerse, obligando a la muchacha a levantarse y abrir. El perro al ver a la chica se acercó hasta pegar su mojada nariz sobre las braguitas de la chica olisqueando y pasando la lengua con rapidez por encima de la tela; parecía que aquel animal estaba acostumbrado a aquella clase de situaciones. Sin ser capaz de pensar con claridad la muchacha caminó hasta su cama y se dejó caer sobre ella, para quitarse rápidamente las braguitas y mostrar sin pudor alguno su vagina. El perro al verlo se acercó lentamente sin saber muy bien si tenía permiso para lamer aquella vagina, ya que la última vez que lo había hecho se había llevado una reprimenda por la ahora dueña de la casa.

Jacqueline animó al canino para que se acercara y cuando estuvo lo suficientemente cerca le acarició la cabeza empujándole suavemente, llegando a pegar la nariz oscura y mojada del pastor alemán sobre su vagina, señal que este interpretó como Jacqueline quería que lamiera y sacó su lengua para volver a lamer la vagina  que escasas horas antes se le había prohibido. El animal lamió con rapidez con su larga y fina lengua sobre la empapada y dulce vagina de la joven, produciendo en ella unas sensaciones que hasta aquel momento nadie había logrado darle haciéndole sexo oral. La rapidez y habilidad de Tom quedaron fuera de cualquier duda cuando en menos de cinco minutos logró que su eventual dueña llegase al orgasmo, soltando una gran cantidad de fluidos mientras que se convulsionaba sobre la cama, pero Jacqueline no cerró las piernas al ver como la fiel mascota de su madre se seguía lamiendo ansioso el sexo de la joven. Sonrió un poco al recordar como cuando algún novio suyo le hacía sexo oral este siempre quería que le devolviese el favor en cuanto ella acababa y pensó lo bueno que sería que estos se comportaran como lo estaba haciendo Tom en aquel momento, mostrándose encantado de su posición lamiendo aún con mayor intensidad a su cuidadora. Deseosa de sentir la lengua del animal también en su culo, la chica se sentó en el borde de la cama y se tiró sobre el colchón agarrándose las piernas de tal modo que tanto su ano como su vagina quedaban a disposición de su peludo amante, que en cuanto vio el nuevo agujero disponible se acercó a él hasta pegar su húmeda nariz sobre este, para después pasarle la lengua con intensidad. Jacqueline creyó derretirse con aquel tratamiento oral y gimió como loca cuando la rápida lengua de Tom pasaba desde su ano hasta su clítoris con una velocidad que nunca en su vida había imaginado que pudiese darle ningún amante, pero la chica salió de aquel estado cuando dejó de sentir la experta lengua del can y sintió las patas de este sobre la parte posterior de sus muslos. Cuando la muchacha abrió los ojos se encontró a Tom jadeando como loco, con sus patas traseras sobre sus muslos y su verga rojiza, fina y erecta muy cerca de su vagina; estaba pensando montarla. “¡No! ¡No! ¡No!” –dijo Jacqueline con rapidez, moviéndose para que Tom volviese a apoyar sus cuatro patas sobre el suelo. El animal la miró jadeante y con su verga aún excitada, con lo que la chica se sentó en el suelo con él para acariciarle y tratar de convencerle para que siguiese lamiendo. El animal trató de mostrarse igual de enérgico que al inicio, pero era evidente que cada vez la lamía con menos deseo y pese que la sensación de tener su húmeda y final lengua sobre sus nalgas, ano, vagina, pechos, era realmente placentera para ella,  la muchacha comenzó a desear que Tom se aplicase con el mismo vigor que al inicio.

Jacqueline se planteó el permitir a su amante que la montase allí mismo, había leído algunas experiencias y no la importaba que aquel perro que tanto la había hecho disfrutar la usase para saciar también sus deseos, pero sentía un poco de miedo ya que no sabía si eso le haría daño. En general, había leído experiencias de mujeres que gozaban como locas, aunque dudaba de su veracidad, pero de nuevo su vagina volvió a hacerse con el control de su cuerpo, obligándose a sí misma a adoptar una postura a cuatro patas, con la intención de que la mascota de su madre se diese cuenta de que estaba receptiva. El perro, al haber sido rechazado anteriormente, se acercó para lamer el culo y sexo de la joven, provocando los gemidos de Jacqueline, que clavó sus dedos sobre la alfombrita roja que había a los pies de su cama, apretándola con más intensidad cuando notó que iba a acabar otra vez, pero en aquel momento Tom se detuvo y posó sus patas delanteras sobre los riñones de su cuidadora. Pese a que las uñas del animal se clavaban un poco en su piel, la muchacha no dijo nada y se mostró aún un poco más receptiva, separando sus piernas para que el animal tuviese un mejor ángulo de penetración.  Gimió de placer al notar el cosquilleo que le daba el pelo del pecho del animal sobre tu trasero y vagina mientras este trataba de acomodarse para alcanzar un lugar donde penetrar a gusto.

Jacqueline trató de ser una buena hembra para su amante canino y fue bajando, y levantando el culito para dejar su vagina a una altura apetecible para el perro. La chica sintió la fina y mojada verga del animal en un par de ocasiones, parando a la espera de ser penetrada, pero aquello no era tan fácil como había pensado y al perro le costaba introducir su verga en el cuerpo de la joven. Después de una decena de intentos Tom logró meter la punta de su larga verga en la vagina de su propietaria eventual, metiéndole la verga completamente en tan solo un par de embestidas, mientras que clavaba con un poco más de intensidad las uñas sobre la espalda de Jacqueline, que soltó un gritito de dolor al notarlo, pero que no dijo nada ya que estaba centrada en buscar el placer de aquella penetración. La joven quedó muy disgustada con la sensación, la verga del animal era largo pero demasiado fino y pese a que a la velocidad a la que se movía era intensa las sensaciones de placer estaban muy alejadas de ella, por ese motivo el gemido de dolor fue mayor cuando notó como algo más grueso, en la base de la verga de su peludo amante, se clavaba en su vagina después de varios minutos de intensa penetración. Jacqueline no pudo evitar soltar un largo e intenso gemido de dolor al notar como aquella verga se adentraba en los más profundo de su ser, cosa que sorprendió a la propia muchacha ya que hasta aquel momento la verga de su canino amante la había parecido demasiado fina como para hacerla sentir dolor, pero aquella enorme bola se había acoplado en su vagina haciéndolo más ancho de lo que realmente estaba capacitada para soportar sin soltar quejidos de dolor.

La muchacha trató de adelantarse con la intención de sacar aquella gruesa bola de su vagina, pero el animal estaba enganchado a ella, además intentar moverse con las uñas de Tom clavadas era aún más doloroso, con lo que después de intentarlo un par de veces la muchacha se dejó caer hacia delante, apoyando sus pechos y mejilla derecha contra la alfombra sobre la que estaba colocada, para estirar su mano derecha hasta su vagina con la intención de auto complacerse y tratar de que aquel dolor se tornase en placer. Pese a que el animal seguía bien pegado a ella, el dolor se fue mitigando gracias a su habilidosa mano derecha que conocía perfectamente donde y como debía tocar para que se estremeciese de placer. Así estuvo durante unos segundos hasta que se dio cuenta de que la hinchada bola del animal que estaba en su interior no le producía daño alguno. Se dio cuenta de que ya no le hacían falta sus manos para darse placer, ya que aquella bola que tanto daño le estaba haciendo en la primera penetración estaba comenzando a darle placer, seguramente debido a que su vagina ya se había acostumbrado a aquel nuevo diámetro. El animal soltó un suave gruñido cuando Jacqueline comenzó a mover suavemente sus caderas, la muchacha necesitaba algo de fricción para llegar al orgasmo y con el deseo de que el cánido no clavase sus uñas más fuerte sobre su espalda procuró hacerlo lentamente.

Los largos y placenteros gemidos de la joven llenaron la habitación, cuando la muchacha comenzó a sentir el líquido caliente que estaba regando poco a poco su interior. Era una sensación diferente a la que había tenido cuando alguna de sus parejas había eyaculado en su interior, la cantidad de semen que salía era inferior, pero mucho más duradera ya que cada vez iba sintiendo más y se preguntaba cuanto más aguantaría Tom descargando su esperma dentro de ella. Gracias a los suaves movimientos de cadera consiguió alcanzar otros dos orgasmos más cuando aún sentía la bola clavada en su interior, lo que la motivó a seguir moviéndose suavemente mientras usaba sus manos para estimular sus pechos y su sexo con la intención de conseguir un último orgasmo. El perro por su parte seguía con sus patas clavadas sobre la espalda de Jacqueline, gozando de los movimientos que hacía la hembra a la que había podido montar aquella noche, mientras notaba como su esperma iba saliendo y mezclándose con los fluidos de la chica. Jacqueline gimió disgustada cuando sintió como el can sacaba su verga de su vagina cuando la bola ya se desenganchó, pero aquel gemido de protesta se tornó en placer cuando el animal comenzó a lamerle la vagina, manteniéndose la chica, agotada, tumbada sobre la alfombra con las piernas bien separadas para que el Tom tuviese acceso a su zona íntima, la cual lamió sin descanso, desde el ano hasta su vagina de forma ininterrumpida hasta que la joven tuvo el cuarto orgasmo de la noche, cosa que no había conseguido con anterioridad ninguno de sus amantes.

La muchacha se incorporó cuando recuperó un poco las fuerzas acariciando el pelaje oscuro del animal, recibiendo de este una serie de lamidas en su rostro, que le hicieron muchas cosquillas, pero en aquel momento el teléfono móvil de la muchacha comenzó a sonar sobre la mesa; era su madre. “¡Hola mamá!” –saludó la chica. ¿Qué sucede Jacqueline? Te he llamado a casa, ¿No habrás salido?” –preguntó su madre al otro lado de la línea. “No, estoy aquí, en casa. Solo es que salía al jardín a jugar un poco con el perro” –inventó la muchacha, puesto que no iba a decir a su madre lo que había estado haciendo de verdad. Oportunamente el perro ladró. “¿Lo oyes?” –preguntó la chica. ¿Ya le has tomado cariño? Es un muy buen perro” –dijo la mujer al otro lado del hilo telefónico. “¡Sí, es súper obediente” –coincidió la chica. Ya lo creo, le tengo muy bien educado. Con lo que debes tener cuidado es con las uñas, se me olvidó cortárselas y las tiene un poco largas, si se te sube encima pude hacer un poquito de daño” –aseguró la mujer. “No te preocupes mamá, no le dejaré que se me eche encima” –dijo Jacqueline mientras daba un pequeño salto al sentir la lengua del perro lamiendo su espalda, la zona en la que había clavado sus uñas con anterioridad. “Si cuando regrese tienes ganas de tener un perro, Tom ha tenido cachorros con una perra, y tengo uno en casa. Seguro que será una estupenda compañía si has disfrutado con Tom” –le dijo la mujer. “Sí, aunque no sé qué le parecerá a papá, nada asegura que vaya a ser tan obediente como Tom” –dijo la muchacha. “Yo te enseñaré a educarlo, no te preocupes. Ahora dime la verdad Jacqueline. ¿Tom te ha enseñado alguno de sus trucos?” –preguntó la mujer provocando que Jacqueline se sonrojara y se preguntara: “¿Cómo podía su madre saberlo?”. “Sí, alguno” –dijo la chica, parca en palabras. “Disfruta con él todo lo que quieras, pero no lo comentes con nadie. Sabía que Tom te podría animar las vacaciones” –dijo la mujer sonriendo. ¡Ya lo creo!” –dijo la chica aún con el rostro sonrojado pero con bastante alivio al saber que su madre tenía aquella clase de prácticas con su mascota.

La conversación tomaba ribetes diferentes, la madre de Jacqueline quería saber detalles explícitos de lo que había pasado. “Cuéntame, ¿qué te ha estado haciendo?” –le preguntó dejando salir un suspiro. El corazón de Jacqueline se aceleró al escuchar la pregunta, no podía mentir, ya que su madre sabía perfectamente como era su perro. “Bueno, él tomó la iniciativa, me lamió primero cuando salí de la ducha y sentí su lengua húmeda pasar por mi vagina, al principio me asusté y lo regañé, pero no podía sacarme de la cabeza ese momento, así que me puse a investigar, encontré algunos sitios con videos y relatos, pasando después lo que tú ya sabes” –le dijo la chica algo titubante. “¿Te gustó?” –le preguntó la madre. “Demasiado. No puedo negarlo” –le responde Jacqueline. La mujer al otro lado de la línea dio otro suspiro que se trasformó en un gemido. “¡Oh, qué rico!” –añadió la madre dejando salir otro gemido. “¿Ahora que hace Tom?” –le preguntó la madre. “Está echado mirándome” –responde Jacqueline. “¿Tú que haces?” –volvió a preguntar la madre. “Estoy en el piso descansando de la cogida que me dio hace poco” –le respondió. Otro gemido se escuchó al otro lado del teléfono, la madre estaba imaginando ese momento. Le dice a su hija que se empiece a tocar para motivar a Tom, Jacqueline no puede creer lo que su madre le estaba pidiendo, pero todavía tenía ganas de seguir disfrutando de la lengua de Tom, por lo que sin pensarlo dos veces empezó a tocarse y a gemir en el teléfono. Su madre estaba tan caliente como Jacqueline que llamaba a Tom para que se acerque, el animal sabía lo que se le estaba pidiendo y se acercó, apenas estuvo cerca Jacqueline separó más sus piernas y el perro empezó a lamer con la misma motivación del principio.

Sin darse cuenta madre e hija estaban gimiendo como locas al otro lado del teléfono, una jugando con su mente y la otra disfrutando de Tom. Ambas estaban conectadas por ese morboso placer de saber que ambas se habían vuelto las perras de ese perro que las complacía, aunque para Jacqueline era la primera vez que vivía algo así su madre era perfecta para enseñarle a disfrutar mucho más del placer. “Ya quiero tener al cachorro en casa para que me haga su perra, mami” –decía Jacqueline gimiendo al otro lado del teléfono. “Ya lo tendrás, mientras disfruta de Tom” –le responde su madre. Le dice a su hija que se ponga en cuatro para que Tom la monte otra vez. Jacqueline ya presa de la calentura y demostrándole a su madre ser una chica obediente. Tom al verla en posición se subió encima de ella y le contaba paso a paso lo que estaba pasando, lo que ponía más caliente a su madre, quien gemía y jadeaba imaginando cada detalle de lo que se le relataba. En medio de esa conversación, Tom le ensartó la verga Jacqueline y ella gimió de placer. “¡Me la  está metiendo bien rico mami!” –decía Jacqueline entre jadeos. Su madre ya no aguataba más y se dejó envolver por un riquísimo orgasmo que la hizo temblar y gritar de placer.

Poco a poco Jacqueline ya estaba disfrutando mucho más de la verga de Tom que entraba y salía con fuerza de su vagina. La bola estaba entrando y ese delicioso momento en que quedaría pegada al perro. “Mami, su bola se está metiendo; ahora la siento tan rico y me encanta” –le decía. “¡Ay hija, como te envidio!” –le decía su madre que seguía gimiendo y disfrutando de su imaginación. Ya el placer estaba desatado en ambas, las dos gemían al unísono hasta que Tom vació su verga en la vagina de Jacqueline, quien tuvo un delicioso orgasmo que deleitó los oídos de su madre. Jadeantes se despidieron de esa deliciosa llamada.

Jacqueline, por primera vez se sintió conectada con su madre, aunque haya sido de una forma lujuriosa, morbosa y sensual. Ahora solo esperaba que su madre cumpliera la promesa de regalarle el cachorro después de su perverso entrenamiento. 

 

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sábado, 22 de febrero de 2025

86. Soy la perra de un alumno

 

Soy de un pequeño pueblo en donde vivo por motivos de trabajo. Todo comenzó al iniciar el ciclo escolar, yo estaba haciendo mis prácticas profesionales de maestra por ese motivo éramos dos maestras en el aula de clases. El primer día de escuela todo tránsito normalmente sin nada que resaltar. Debo decir que no me interesaba verme bien puesto que solo me verían mis alumnos, así que asistía a la escuela en jeans o leggins.

Bien, el segundo día fue cuando todo empezó. Al llegar a clase pasada la ceremonia de apertura llegó un joven apenas y tenía 18 años, era alto, guapo y súper tierno. Al entrar me saludo y me quedé como tonta viendo como saludaba a sus demás compañeros. Todo siguió normal desde ese día, pero los demás días esperaba a llegar temprano todos los días para saludarlo en la entrada de beso en la mejilla y oler su aroma que de alguna forma me tenía como perrita en celo. A veces pensaba como un alumno me hacía sentir de esa manera, incluso al punto de hacerme mojar con solo verlo. A mis casi treinta años parecía una adolescente enamorada y caliente.

Un día a mediados del curso escolar en una convivencia, llegó con unos shorts que marcaban completamente todo lo que yo quería tener entre mis piernas. Fue tan buena la vista que no pude evitar tomarle una foto muy discretamente para luego poder masturbarme, Estaba tan caliente que necesitaba hacerlo ya, así que aproveche qué todos se encontraban en el patio socializando y cerré la puerta del salón bajé las cortinas, me subí el vestido que de por sí ya era corto y me dispuse a tocarme. Deseaba tanto poder besarlo y decirle que quería ser toda suya pero no sería perder mi trabajo.

Tenía demasiados pensamientos sucios en mi mente, cuando alguien tocó a la puerta. Eran dos alumnos él y su amigo, lo supe por qué la puerta tiene un cristal unidireccional. Me puse muy nerviosa, me bajé el vestido, me acomodé mi ropa interior y abrí la puerta. Su amigo solo pasó por dinero y salió rápidamente. Él se quedó sentado, al parecer estaba un poco cansado de lo aburrida de la actividad. Aún seguía tan caliente, me temía que él pudiera notarlo, así que empecé hablándole para tranquilizarme. “¿Qué haces? ¿Por qué no sales a divertirte? Se esforzaron todos en el examen para poder tener esta convivencia” –le dije. “Lo sé maestra, pero acaba de llegar la chica que me gusta y al parecer tiene novio” –me contestó. Cuando dijo eso logré sentir varios sentimientos, al mismo tiempo. Estaba triste, pues jamás se daría cuenta que lo deseaba con locura y prefería a alguien de su edad. Enojada, por qué yo me moría de ganas de ser su novia y una chiquilla lo despreciaba. “Pero quizá le gustes a alguien más y ni siquiera lo sabes” –le dije. “Maestra escribo poesía, soy demasiado aplicado en la escuela y uso lentes usted cree que una chica se fije en mi así” –me dijo. En ese momento me dieron unas ganas inmensas de besarlo y contarle la verdad, qué estaba enamorada de él, pero no solo quería que me hiciera suya. Quería ser su amante, su maestra, su perra, todo lo que él quisiera hacer conmigo. Me dieron ganas de llorar al no saber qué hacer, pero me contuve y le respondí: “Muchas chicas matarían por estar con alguien como tú. Lindo, carismático, aplicado, decente: si tuvieras mi edad yo estaría loca por estar contigo”. Al decir esto, soltó una risa que me deprimió un poco. “Maestra, aunque tuviera mi edad, siendo tan linda ni siquiera usted aceptaría ser mi novia” –me dijo. “Bueno, eso nunca lo sabremos” –le dije. En ese momento llegó su amigo que después de esperarlo en la tienda demasiado tiempo regresó al salón y ambos se fueron.

Desde ese día, mi meta era que se enamorara de mí. Así que al llegar a casa me arreglé de diferentes estilos, peinados, me probé ropa, lencería. Poco a poco iba a hacer que aquel chico deseara estar conmigo. Al día siguiente asistí arreglada a la escuela. Usé un vestido que lograba hacer marcar mi ropa interior que en esta ocasión era una tanga roja de encaje, al llegar muchos profesores me miraron al igual que los alumnos pero en mi mente solo estaba aquel chico que me volvía loca  Al llegar al salón cuando lo saludé, me miró de pies a cabeza me saludo de beso y se sentó sin dejar de mirarme. Me sentía sexy, sentía que mi vagina se mojaba por el solo hecho de tenerlo frente a mí, sabía que mi plan estaba funcionando, notaba como me veía a cada momento y se ponía celoso cuando otro compañero lo hacía. Pasó un mes yo ya estaba perdiendo las esperanzas, porque solo conseguía solo miradas de su parte y mis dedos ya no satisfacían por las noches, lo quería a él, quería sentir su cuerpo sobre el mío, quería la vitalidad de su juventud y que me hiciera sentir que era su perra al cogerme como endemoniado. Me sentía contrariada al no poder conseguirlo, hasta que un viernes. Le tocó hacer el aseo del salón y yo tenía que esperar a que terminara para cerrar con llave el escritorio y la puerta. Noté que estaba un poco nervioso, yo ya había perdido las esperanzas pero quizá por fin hacer el último intento, pensé. Tiré mi cartera a propósito y abierta para que cayeran monedas al piso que él ya estaba trapeando.  Llevaba un vestido algo corto y una tanga de color negra, al agacharme subí más el vestido y media nalga de cada lado quedó al aire.

 Él se encontraba a mis espaldas y se paralizó un instante. Terminé de recoger las monedas y me senté un poco excitada pero triste al no notar reacción alguna, hasta que noté que traía un bulto en su pantalón. Sabía que lo estaba logrando y me animé a continuar con el espectáculo. Ya no quedaba nadie en la escuela así que podía hacer lo que yo quisiera, cada segundo que pasaba se marcaba más su deliciosa verga que ya quería que fuera mía. Ver como se le marcaba peligrosamente en el pantalón hacia que me mojara, que me mordiera el labio imaginándolo cogerme desesperadamente sobre el escritorio. Él seguía trapeando, así que cuando pasó el trapeador por debajo del escritorio y se agachó, aproveché y abrí mis piernas para que pudiera observar todo lo que era suyo sin saberlo. Su pantalón estaba a reventar e intentaba disimularlo. Sabía que él no daría el primer paso, así que tendría que hacerlo yo. “¿Cómo vas con el problema de la novia, ya conseguiste a alguien cierto?” –le pregunté. “No maestra, esa chica ya no me interesa; de hecho, la chica que me interesa jamás me hará caso y un amor con ella es casi imposible” –me respondió. No sabía si hablaba de mí, así que intenté sacarle más información. “¿A qué te refieres? Puedes tener a la chica que quieras a tus pies” –le dije. Noté como se puso rojo, lo miraba con cierta lujuria, me excitaba saber que pronto sería mi hombre. “Maestra, ¿incluso si esa persona fuera mayor?” –me preguntó con curiosidad. Me temblaban las piernas y comenzó un deseo enorme de besarlo. “Claro, eso no importa, lo que importa es el amor” –le respondí. “Es que me gusta usted maestra, no se enoje y no piense mal. Yo sé que sería algo imposible pero tenía que decirlo, por qué me gusta desde hace un tiempo y no puedo concentrarme en la escuela” –me dijo con esa timidez que lo caracteriza.

Me quedé callada, me daba ternura y me excitaba saber que solo pensaba en mí. Pasaron cinco larguísimos minutos, él terminó de limpiar y al salir, lo tomé del hombro y me paré de puntitas, ya que él es más alto y le dije en voz baja: “Puedes tener a la chica que tú quieras mi amor, a mí una maestra que está loca por ser tuya o a la compañera más buena de la escuela”. En ese momento lo besé en los labios. Él no dijo nada, solo me observó, se acomodó los lentes, se despidió de mí y caminó. Ya no importaba lo que pasará, estaba tan caliente y enamorada, que nada podía calmarme más que estar con él. Cerré el salón y me supuse a ir a mi coche. Él iba a tras de mí pero no quería alcanzarme, caminaba lento. Al llegar a mi coche giré la cabeza a todos lados buscando a mi hombre pero no pude encontrarlo. Llegué a mi casa y lloré profundamente por qué quizá todo era una broma y él no quería una maestra mayor como su novia. El sábado y domingo pasaron y no me sentía de ánimos. Al llegar a lunes en la escuela llegué tarde para evitar una escena incómoda al saludarlo, pero para mí sorpresa, pasó una semana en la que él no asistió a la escuela. Estaba triste y empecé a vestirme casi sin arreglarme otra vez, si la vista no era para mí hombre entonces no tenía caso. Aquella semana fue dura sin él, lo extrañaba, estaba de mal humor; hasta que un día tocaron a mi puerta y era él. Estaba emocionada por dentro pero temerosa de lo que pudiera decirme. “Maestra disculpe que venga a su casa, pero no había podido ir a la escuela y la verdad la extraño. No sé si usted sienta lo mismo que yo, pero quisiera que fuera mi novia” –me dijo. Me quedé callada unos minutos y lo invité a pasar, se sentó en el sillón y prosiguió: “Yo sé que es complicado por su trabajo, pero nadie lo sabrá, solo usted y yo. De veras estoy enamorado de usted”. “¿Te das cuenta que no puedo vivir sin ti? He estado enamorada de ti desde que te vi y todos los días deseaba que te fijarlas en mí. ¿Sabes cuántos días me vestía provocativa para que vieras todo lo que te pertenecía y te animaras a cogerme?” –le dije. “Lo siento maestra, yo no sabía y supongo que ya no siente lo mismo. Será mejor que me vaya” –me dijo. Salió muy rápido dirigiéndose a la puerta, lo alcance lo tomé del brazo y lo besé con locura. “Te digo que no puedo vivir sin ti y aun así piensas irte” –le dije. “No maestra, pensé que usted no me quería”. “No te quiero. Te deseo, soy toda tuya mi amor de pies a cabeza” –le respondí. “Entonces, ¿si quiere ser mi novia?” –me preguntó. “Mi amor seré tu perra si lo deseas, soy tuya” –le respondí. Estaba tan caliente que comencé a quitarle la ropa, hasta dejarlo en bóxer. Él era algo tímido y casi no me tocaba, pero lo animaba diciéndole diversas cosas. “¡Soy tu perra! ¡Cógeme por favor, te lo suplico!” –le decía mientras me quitaba la blusa. Él solo me miraba las tetas. “¿Te gustan? Son tuyas mi amor, tómalas” –le decía. Agarré sus manos y las puse en mis tetas mientras lo besaba. Él ya con menos timidez, bajó sus manos a mis nalgas, lo que me calentó bastante y solté un gemido de excitación. En ese momento, le bajé el bóxer, ¡tenía que cogérmelo ya! Mis ganas superaban cualquier pensamiento racional que pudiera tener. Tomé su verga y me puse de rodillas, estaba tan caliente que  comencé a chuparla con desesperación, él jugaba con mis tetas, las apretaba y retorcía mis pezones. Yo estaba muy caliente y mojada, me gustaba ser siempre sumisa pero con él era diferente o eso pensé hasta que me dio una nalgada que me hizo y elevar mi calentura hasta el paraíso.  

Dejó toda su timidez a un lado y apartó su verga de mi boca. “¿La quieres perrita?” –me preguntó, sin pensarlo dos veces respondí: “¡Sí, sí la quiero dámela por favor!”. Acercaba su verga y la retiraba,  yo como niña solo lo chupaba por momentos. Tomó mi blusa y la rompió, la hizo un nudo y me la ató en el cuello. “¿Dónde está tu cuarto perra?” –preguntó. “¡Allá papito!” –le respondí. Me jaló y me puse de pie, me dio una bofetada en las tetas, haciéndome mojar más. “Eres mi perra, comportarte como tal” –me ordenó. Me puse a cuatro y gatee hasta llegar a la habitación. Al llegar a mi cuarto, se sentó en la cama y me ordenó que me sentara en sus piernas. Yo accedí de inmediato

En ese momento comenzamos a besarnos de una forma desesperada, él con una mano jugaba con mis tetas que son de un tamaño mediano y con la otra mano separaba mis nalgas como buscando un tesoro, hasta que de repente, metió su dedo en mi ano lo que me hizo mojarme a chorros, tanto que mi tanga ya no pudo contener mis fluidos vaginales y le empapé la pierna. Al ver esto el mostró una cara de molestia, a lo que me dijo: “¿Qué acabas de hacer? ¡Límpialo!”. Me encantaba que me tratara de una forma dominante. Tomé mi ropa interior me la quite e intenté limpiar mis fluidos de su pierna. Estaba casi por terminar mi labor cuando me tomó de mi cabeza y acercó mi cara a su pierna aún empapada. “¡Límpialo con la lengua perra!” –me ordenó. De inmediato comencé a lengüetear su pierna hasta dejarla limpia; luego subí hasta su verga y continúe chupándola hasta que explotó en una gran descarga de semen que manchó mis tetas cara y cabello, pero no perdió su tamaño. Estaba tan feliz de que al fin estaba cumpliendo mi sueño, me tenía al borde de la locura, me estremecí por completo al sentir la tibieza de su semen recorriendo mi rostro, pasé mi lengua siguiendo ese recorrido y lo tragué como una niña perversa.

Me ordenó sentarme nuevamente en sus piernas de espaldas y se puso a jugar con mis tetas que por la gran excitación habían aumentado de tamaño. “¿Te gustan?” –le pregunté con perversión. “Me encantan, siempre había soñado con este momento y me masturbaba pensando en ti perra” –me respondió. “¿De verdad, mi amor? Yo hacía lo mismo, pero de ahora en adelante no tendrás que hacerlo más. Ahora, tienes una cachorrita bien puta que se encargará de eso” –le dije. Seguido de esto me giró y rápidamente metió su verga entre mis labios vaginales no me dio tiempo a reaccionar solo gemí muy agudamente, le di un beso y lo abrase. Estaba prendida a su cuello mientras él con violentos movimientos me cogía como un loco. Yo estaba muerta de placer recibiendo esas embestidas que me arrancaban delirantes gemidos de placer. “¡Me tienes loca!” –le decía mientras él mordía mis pezones, ya no resistía tanto placer, pero quería que no se detuviera, que me cogiera como la perra pervertida que soy. Me puso en cuatro y sin aviso previo me la ensartó en el culo, grité por el intenso dolor, hace tiempo que no cogía por el culo y fue tan doloroso como la primera vez que lo hice, pero eso no importaba, él estaba usando a su perra y taladraba mi culo con fuerza, haciéndome jadear como una loca. Me tomaba del pelo y me decía: “Eso perrita, se nota que te gusta la verga”. Sí, mi amor, me encanta, me encanta que me cojan y que me den verga por el culo” –le decía entre gemidos. No sabía cuánto tiempo más iba a resistir, pero mi calentura era demasiada como para desaprovechar el momento.  sí fue durante una media hora, hasta que volvió a acabar, está vez en mi culo al mismo tiempo que me daba una nalgada.

Estaba totalmente cansada, así que lo único que hice fue tirarme en la cama, necesitaba descansar un momento. Su semen espeso me escurría por el culo, yo trataba de apretar mi ano, no quería desperdiciar nada de lo que me había dado mi hombre. Pasaron cinco minutos y vi la hora, eran las 21:50. Me alarmé, puesto que mi novio tenía que estar en casa temprano. Me ofrecí a llevarlo a casa en mi auto, pero me dijo que sus padres habían salido y regresarían en dos días. Me puse muy feliz por qué al día siguiente no había clases y esa noche podíamos dormir juntos. Bueno, si es que se puede decir que dormimos. Estuvimos cogiendo como locos hasta altas horas de la madrugada, mis piernas y mis agujeros palpitaban como nunca antes lo habían hecho, estaban abiertos, escurriendo semen por montones, fue simplemente una noche perfecta, perversa y llena de lujuria  

A la mañana siguiente cuando me desperté, él estaba con su verga en mi concha dándome como loco, me encantó verlo y lo que me calentó más fue que no pidiera permiso para usarme, sino que perdió esa tonta timidez y no le importó nada más que saciar su calentura con mi vagina que estaba abierta para él. Me besó en la boca, me chupaba las tetas como un loco y yo me retorcía de placer al sentí sus candentes embestidas, no quería nada más que tener su verga entre mis piernas y disfrutar como la perra en celo que me había vuelto por mi alumno. En eso saca s verga y se acerca a mi cara, como una sucia perrita abrí mi boca y él dejó salir su semen, cayendo de lleno en mi boa, él que saboree como el mejor desayuno que me hayan llevado a la cama. Después de tan deliciosa cogida nos dimos una ducha, él dijo que debía ir a dar una vuelta por su casa para ver que todo estuviera bien. Lo llevé y lo esperé en el auto, cuando salió lo hizo con una pequeña maleta, me dijo: “Ahora que eres mi perra, me iré a quedar a tu casa cuando lo desee y obviamente llevo algo de ropa para cambiarme”. “Claro, mi amor, puedes llevar la ropa que quieras y quedarte cuando quieras” –le dije.

Los días de clases se hacían eternos, solo quería que sonara el timbre para finalizar el día y esperar a mi hombre desnuda y arrodillada detrás de la puerta como una buena perrita que se pone contenta al ver a su amo cruzar el umbral.

 

 

 

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jueves, 20 de febrero de 2025

85. La consentida de papi

Como pueden leer en el título de mi historia, se darán cuenta de que soy la hija consentida de mi padre. Desde que me recuerdo he visto a mi padre como una figura imponente, voz ronca, mirada severa, para mí era alguien que no solo decía tener autoridad, también sabía ejercerla. Pasaron los años y yo estaba en mis 18, papá era un hombre interesante a mis ojos. Tan interesante, que en varias ocasiones tuvimos sexo, para mí era estar en el paraíso cuando entraba a mi habitación y me cogía haciéndome saber que le pertenecía y que él podía saciarse con mi cuerpo cuando lo dispusiera. Nunca me negué, siempre estuve para él y darle el placer como macho requería. Ya en la actualidad soy una mujer que está cercana a los 40 años, separada y con un hijo de 20.

 Una gran fiesta estaba por celebrarse. Mi padre cumplía 68 años, acababa de tener una operación de corazón y todos estábamos muy felices de poder tenerlo con nosotros; en especial yo porque mi padre es el hombre que más amo en este mundo, como padre y como hombre.

Mi hijo y yo preparábamos todo en casa para la gran fiesta. Mi hijo fue a comprar todos los aperitivos y botanas, yo por mi parte me puse a cocinar el platillo favorito de mi padre. Recordé que no había del alcohol preferido de mi padre y llamé a mi hijo para que no se olvidara de comprarlo. Pasaron más de 2 horas en lo que la comida y los aperitivos y el alcohol llego a casa. Yo tenía preparada una sorpresa muy especial para mi padre para esa noche.

Tocaron el timbre de mi casa. El olor a comida ya invadía toda mi casa. Mi padre había llegado junto con mi hermano. Saludé a mi hermano de beso en la mejilla y de inmediato lo dejé para abrazar fuertemente a mi padre. “Felicidades papito” –le dije mientras mi busto se estrechaba contra el suyo. Pude sentir como sus traviesas manos estrechaban mi trasero y su gran bulto se restregó contra mí, el miembro que tanto me hizo sufrir y llorar de dolor en mi juventud. “¡Muchas gracias mi amor!” –dijo él.  “¿Estuvo agitador el viaje, te sientes cansado?” –le pregunté con algo de preocupación. “¡Estoy perfecto mi cielo!” –me respondió. “La comida ya está lista por si tienes hambre papito” –le dije. “Tal vez después mi amor, quiero que me cuentes como has estado primero” –dijo él sonriendo. “Pues ya sabes, el trabajo, mi hijo, siempre días muy atareados, pero sobre todo extrañándote mucho papi” –le dije como una niña boba. “Yo también te he extrañado mucho mi cielo, sabes, todos los días extraño tu calor en mi cama” –dijo susurrándome al oído. Mi cuerpo tembló de excitación y mi respiración se aceleró descontroladamente. “Yo también te he extrañado mucho papito, no sabes lo difícil que es encontrar un verdadero hombre que realmente me haga sentir mujer como tú lo hacías cada noche, cuando estábamos juntos, pero no te preocupes que hoy te tengo un regalo que te va a enloquecer. Solo debes decirle a mi hermano al final de la fiesta que te quedaras a dormir aquí” –le dije. “Perfecto mi amor, así lo haré” –dijo mientras besaba mi mejilla dulcemente.

La fiesta comenzó cuando todos los miembros de la familia invitados llegaron a mi casa. Una gran comida con nietos hijos y mucha diversión. Mi padre brindó con una sola copa de su licor favorito y nos la pasamos muy bien. Charlamos amenamente, bailamos muy juntos y nos decíamos cosas sucias al oído enfrente de todos, las cuales se perdían en la música por el volumen tan alto, pero aun así nos excitaba hacerlo. Ya pasada la medianoche los invitados y toda la familia comenzaron a irse. Mi hermano se acercó a mi padre para ofrecerle llevarlo a su casa, pero mi padre se negó, dijo que se quedaría en mi casa el fin de semana entero y le pidió que si al día siguiente podría llevarle algo de ropa de su casa, mi hermano aceptó y se fue diciendo que estaría aquí temprano por la mañana con sus cosas.

Como era viernes mí hijo se iba a ir de fiesta con sus amigos y amigas a un bar que frecuentaban mucho, yo ya estaba ansiosa por que se fuera. Mi vagina estaba tan humedecida que ya había comenzado a chorrear por el interior de mis muslos, solo por pensar en estar de nuevo en la intimidad con mi padre. Ya había pasado tiempo desde que había sentido ese dolor inigualable que su verga gruesa me hacía sentir. Después de media hora mi hijo se acercó a mí para despedirse, me dio un beso, se despidió de mi papá deseándole de nuevo un feliz cumpleaños y se fue en su auto. “Por fin se fue” –le dije a mi padre con una voz de alivio. “Si hija, ¿sabes a qué hora regresará?” –me preguntó. “La verdad siempre se queda con un amigo a dormir o con alguna chica, así que no estará aquí hasta la mañana, tenemos la casa para nosotros dos solos papi” –le contesté. “Eso me alegra hijita” –me dijo. “Porque no te vas a mí cuarto y te pones cómodo, así yo me preparo para nuestra noche, te tengo preparado un regalo de cumpleaños que te va a gustar mucho papito” –le dije con un toque de sensualidad. “Está bien hija, voy a recostarme y a esperarte con ansias, me muero por saber que es” –dijo él. “No comas ansias, pronto lo vas a descubrir” –dije hablando muy cerca de sus labios casi besándolos pero sin tocarlos. Él se quedó inmóvil ante mi seducción y luego me fui.

Mi padre subió las escaleras hacia el segundo piso y se dirigió a mi cuarto. Yo fui a un vestidor y me puse un babydoll negro transparente que había comprado para él. Me quedaba muy bien mis senos se veían enormes, aún más de lo normal y mi culo lo partía en dos una diminuta tanga con encaje que venía con el juego. Me puse el perfume favorito de mi padre y anteriormente ya había preparado unos juguetes sexuales y los había dejado en mi habitación en los cajones de la cómoda junto a mi cama. Todo estaba listo para una noche de sexo inolvidable. Algo que deben saber, mi padre tiene una espalda muy fuerte porque se ejercitaba cuando joven, pero ahora que ya es mayor se carga una pequeña barriga, ya no tiene cabello y el poco que tenía se lo afeita y tiene una barba blanca que raspa al besarlo. Mi sangre fluía con fuerza y hacia mi corazón estar a punto de estallar por nuestro inminente encuentro. Mi vagina estaba hambrienta de él y no podía disimularlo. Era como si mi vagina se saboreara y se le hiciera agua la “boca” de cierta manera, era algo divertido de pensar pero también algo intenso. Subí a mi habitación y mi padre levantó la vista y me vio parada junto a la puerta. Mis prominentes tetas apenas eran sostenidas por el encaje en mi babydoll y mi cabello caía encima de ellos acariciándolos suavemente. Estaba nerviosa y sudaba un poco por lo mismo. Las gotas de mi sudor caían por mi cuello hasta mis tetas surcándolas de manera suave y apetecible. Mi padre estaba sin habla, totalmente petrificado. “Di algo, no te quedes callado” –le dije. “Estas hecha todo una hembra mi amor, tienes un cuerpo que me vuelve loco” –me respondió. “Muchas gracias papito, tú estás muy guapo también” –le dije. “Yo, ya estoy viejo mi vida, mis mejores años ya fueron, siento que a ti solo te quede el resto de lo que algún día fui” –dijo él con nostalgia. “Ojala los hombres que he conocido fuera la mitad de lo que tú eres hoy papito” –le dije acariciando su rostro. “Por eso te amo mi amor ven aquí, déjame enseñarte cuanto te amo” –dijo él.

Él estaba recostado en la cabecera de la cama con solo una sábana blanca cubriendo su entrepierna. La sábana estaba formando una enorme tienda de campaña y él me dijo sensualmente: “Ven para que le des un besito a mi verga que te extrañaba tanto mi vida”. Me subí a la cama lentamente como una gata en celo y el me miraba fijamente a los ojos. Me acerqué lo suficiente y pude tocar con mis manos por encima de la suave sabana aquella bestia enfurecida. Su verga estaba dura como el titanio y firme como un soldado. Al tocarla, él se mordió el labio, yo lo sobé de arriba abajo. Me acerqué a ella y la besé como me lo había pedido. Después lo besé a él, mi lengua se desató agresivamente casi violando su garganta. El respondió estrechándome y correspondió a mi beso con su lengua dentro de mí boca moviéndola y succionando mi lengua. Comenzó a masajear mi trasero mientras nuestra lujuria se desbordaba en una serie de besos apasionados. Sus manos se deslizaron debajo de mi babydoll y sus dedos entraron en mi ano y vagina. Yo gemí sorprendida. Él no se detuvo, incluso fue más profundo. “No papito, no limpié mi culo para tener sexo anal” –dije mientras lo veía al rostro. “Eso no me importa mi amor, yo me como de ti lo que sea” –dijo con lujuria. Se llevó los dedos que me había metido al ano y la vagina a la boca saboreándolos lentamente, después me tomo fuertemente del cuello y me dijo: “Prueba a que sabes mi amor” –me dijo. Me besó de nuevo, pero esta vez el sabor de sus labios estaba invadido a vagina y trasero sudados. El sabor erizó mi piel y me puso aún más caliente.

No pude resistir más y me quité el babydoll por la calentura que tenía. Mi sudoroso cuerpo quedó desnudo frente a mi padre y el de nuevo se quedó mudo. Quité la sabana de golpe y dejé a mi padre totalmente desnudo enfrente de mí. Su verga gruesa y enorme pulsaba con las venas sobresaltándose y una pequeña gota de pre eyaculación se asomaba en su glande. Yo me abalancé sobre ella y la metí a mi boca. Mi padre gruñó y me tomó la cabeza empujándola con fuerza, pero su gruesa verga no bajaba por mi garganta, ni siquiera la mitad. La saliva se desbordaba por su verga y yo a punto de ahogarme. El comenzó a penetrarme la garganta, cada vez conquistando un poco más de ella. Centímetro a centímetro él avanzaba, después de un sexo oral violento y salvaje gruño fuertemente y desbocó un rio de su semen cálido dentro de mi garganta yo me arquee de asco y arrojé su semen en la sabana tosiendo. “Perdón hija, no me pude contener” –dijo mientras respiraba agitado. Yo me recuperé de aquel ataque y me limpié la boca de todo ese semen. Bebí lo que quedaba en mi boca y le dije: “Prepárate porque ahora la que va a ser violenta soy yo”.

Después de una mamada descomunal y de haber casi muerto por el río desbocado de semen que mi padre había liberado dentro de mi garganta, yo me preparé mentalmente para aquel dolor. Con deseo froté mi vagina y miraba apasionadamente a mi padre. Me recosté en la cama y con fuerte voz le dije: “¡Comete mi concha!”. Mi padre se lamió los labios, deseoso por poder probar de nuevo aquellos dulces y eróticos jugos vaginales que emanaban de mí añorando su bestial verga. Él se acercó lentamente y pude sentir su cálido aliento. Miraba fijamente mi vagina admirándola como el más valioso de los tesoros pero no la tocaba. Yo me moría de angustia y esos segundos me parecían eternos. Tomé su calva cabeza y lo empujé con fuerza contra mi vagina y le dije: “¡Cómetela ya!”. El comenzó a mamar mis labios exteriores chupándolos con fuerza y luego soltándolos, el sonido que emanaban sus labios era muy gracioso. Su determinación en el sexo oral era increíble. A mi padre le gustaba dar sexo oral hasta que su pareja se viniera en él, pero yo no se la iba a poner tan fácil. “Esta noche papito, usted le va a batallar más para hacerme acabar, va a ver” –le dije. “Bueno hija, eso ya lo veremos. Esta lengua tiene muchísimos años de experiencia y mujeres recorridas, tanto que le puedo asegurar que no me va a dar ni 5 minutos sin dar el grito mojándome toda la cara” –respondió con seguridad. “Pues eso ya lo veremos, pero esta vez quiero que me coma el culo” –le dije con determinación. “¿Cómo así? ¿No que no te habías preparado hija?” –me preguntó. “Eso no me importa, ya me puso bien caliente y quiero que lo hago sucio, que se manche y vaya a lugares insospechados” –le respondí. “¡Uy hija! ¡No sabes cómo me caliente comerme culos sucios!” –dijo él con perversión en sus ojos. “Pues, ¡entonces vaya a trabajar papito! ¿Qué espera?” –le dije con la misma perversión. “Huele delicioso hija” –me dice con esa seducción en su voz que me encanta.

Mi padre se inclinó más y pude sentir como su lengua gruesa y húmeda invadía mi fétido esfínter. Era un placer indescriptible. Mis dedos se torcían y mis labios estaban mordiéndose por sí solos con tanta intensidad que casi los hacia sangrar. Tanta era mi excitación que con ambas manos empujaba la cabeza de mi padre ya sudorosa contra mi ano, como si al empujarlo su lengua entrara aún más dentro. Él a veces era salvaje y trataba de penetrarme con su lengua como si fuera su verga y lamia mi trasero con suciedad y otras veces cambiaba su técnica y se volvía más tierno, besaba mi trasero con dulzura y mi ano igual. Tantos cambios me tenían vuelta loca. Yo cerraba mis ojos y me dejaba llevar. Mis brazos estaba tendidos en la cama y mi cuerpo estaba completamente a su merced. Él lo tomaba como si toda la vida le hubiera pertenecido. Elevaba mis piernas para tener mejor espacio y comodidad y seguir en su sucia labor.

De pronto, un fuerte calambre en mi pie junto a una corriente eléctrica llegó a mí. Él me succionó fuertemente el clítoris y al instante lo frotó violentamente de lado a lado. Yo grité con fuerza: “¡Puta madre!”. Abundantes e inmensos chorros de fluidos salieron disparados de mi vagina en todas direcciones. Mi padre abrió la boca mientras seguía frotando con intensidad y bebiendo con determinación casi religiosa cada chorro que caía en su boca. Mi cuerpo se convulsionaba violentamente mientras mis fluidos salían, con los ojos completamente en blanco y la lengua de fuera estaba totalmente fuera de mí. Estaba enteramente poseída por aquel brutal y dulce placer. “Veo que si te pusiste algo ruda mi amor, nunca habías sido así de dominante conmigo” –me dijo. “Bueno, me gusta, me gusta ser la que lleva las riendas en ocasiones” –le contesté con la voz agitada. “Sí, eso ya lo noté, yo creo que ya estoy listo para recibir mi regalo de cumpleaños mi amor” –dijo mientras masturbaba lentamente, haciéndolo cada vez más duro. “Sé gentil papi, hace mucho que no tengo dentro un hombre como tú y me puedes lastimar” –le dije con algo de temor. “Tú no te preocupes mi amor, deja todo en mis manos que yo sabré tratarte con delicadeza, pero como es mi cumpleaños no voy a usar condón quiero disfrutar a lo grande esta noche” –dijo él. “No papito espérate, yo nunca dije que lo haríamos sin protección, no estoy tomando la píldora, no podemos” –le dije casi implorando. “No pasa nada mi cielo, acabo afuera y ya” –me dijo. “No, espérate papito que ya te dije que no estoy tomando la…” –fue lo que alcancé a decir antes de que pusiera su dedo en mi boca para callarme. “A ver, usted no diga nada y déjeme disfrutar de mi regalo” –dijo con autoridad. Mi padre se abalanzó sobre mí y me tomó del cuello, se puso saliva en su mano y se la untó lentamente alrededor de su verga y me abrazó. Se acomodó un poco y me dijo: “¡Recíbala miijta!”. Gruño y entró más de la mitad de golpe, yo grité y lo abracé fuertemente. En su segunda embestida fue aún más profundo y volvió a gruñir. Yo arañé su espalda y estoy segura que su piel se quedó en mis uñas, pero él respondió mi acto con otra embestida más fuerte, besó mi cuello y lamió el sudor que lo cubría. “Eres toda una delicia hijita” –dijo mientras lamia cada gota de sudor de mi cuello. “Papito se lo ruego, no acabe adentro papito, que son mis días peligrosos aun” –le dije suplicando, aunque mi voz salía cortada por lo agitada de mi respiración. “Usted no se preocupe yo acabo afuera” –dijo él.

Me tomó de nuevo por el cuello e hizo que me pusiera en cuatro, comenzó a darme hasta que sus testículos tocaran mi vulva, sonaban fuerte y con ritmo. Mi vagina estaba en un terrible dolor, pero estaba bien estaba muy mojada se desbordaba de placer y mi padre lo sabía. “¿Verdad que te está gustando hija?” –me preguntó. “¡Sí papito, mucho!” –le respondí. No podía parar de gemir y jadear, cada vez que nuestros cuerpos chocaban, más caliente me ponía. “¡Va a ver que esto le va a gustar muchísimo más!” –dijo con lujuria. Tomó mis caderas y apretándolas caí con violencia boca abajo, me dijo: “Ahora si va a saber lo que es gozar como una perrita”. Tomó su verga y antes de que pudiera decir una solo palabra, la clavó muy dentro de mí. Yo grité de nuevo ahogando mi dolor en una almohada que tenía a mi lado. Él me tomó de la cintura con firmeza y comenzó a darme con intensidad a un ritmo muy acelerado. Mis glúteos retumbaban en su pelvis y sus manos sudorosas me nalgueaban con fuerza haciéndolo estremecer una y otra vez. De pronto, escuché que su respiración estaba más acelerada y sus embestidas eran más rápidas. Al parecer iba a acabar, pero le dije que no lo hiciera dentro. Parecía no escucharme y seguía con ese ritmo endemoniado que me hacía gemir y retorcerme. Seguía con su brutal cometido dándome toda su verga en mi culito, solo podía gemir y disfrutar, ya que mi cuerpo era sacudido por violentos orgasmos que me dejaban casi sin voz. “Tranquila hija, ¿acaso no sabes que por el culo no te puede embarazar?” –me dijo sin detener sus embestidas. “¡Ay, papito, qué rico me partes el culo!” –le decía totalmente entregada a sus morbosos deseos.  Él me tomó de las caderas para no dejarme ir y eyaculó vaciándose en mi culo, dejó escapar un suspiro de alivio y cayó rendido en mi espada, me dijo: “¡Gracias por tan exquisito regalo de cumpleaños!”. Ya habían pasado varias horas desde que empezamos a coger, estaba exhausta, con la concha y el culo abierto, por esa deliciosa verga que sabe hacerme sufrir y gozar.

Después de estar tirados en la cama envueltos de sudor le dije que se fuera a la habitación de huéspedes, por si nos quedábamos dormidos hasta tarde mi hijo no nos viera desnudos y se diera cuenta de lo zorra que es su madre. Estuvimos todo el fin de semana cogiendo como condenados a muerte, disfrutando de nuestros cuerpos de todas las formas posibles. Es maravilloso ser la consentida de papi y recibir su verga como recompensa por ser una “niña buena”.



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martes, 18 de febrero de 2025

84. Mi vecina me enseñó a coger

 

 Habían pasado unos días desde que el perro de mi vecina me cogió cuando llegaba algo borracha de una fiesta, ¿no sé si lo recuerdan? Al menos, yo sí y no puedo sacarlo de mi cabeza. Fue de lo más caliente y pervertido que he vivido. No pasó una semana de aquella noche, cuando voy entrando a mi casa, una tarde como cualquiera y veo que mi vecina se acerca a hablarme. Ella estaba saliendo de su casa, cuando se me aproximó, me dijo en voz baja casi susurrándome: “Te espero esta noche a las 10 en casa, mi marido no está”. Mi vecina es un tanto más grande que yo, debe tener unos 30 o 35 años, es trigueña y se puede decir que tiene un físico tremendo, si bien a mí no me gustan las mujeres, debo reconocer que esta es la clásica mujer que todos se dan vuelta  para mirarla cuando camina por la calle, debe medir 1.70 y tiene un culo muy bien formado que, sin ser grande, es redondo y está bien parado. Unas tetas grandes y en su lugar, una cara que es de muñequita. Sin dudas debe ser la más linda del barrio.

Me quedé pensativa con la propuesta que me había hecho, a las 10 de la noche en su casa me había dicho y sin más siguió caminando como si nada hubiera pasado. Debo confesar que lo pensé una o dos veces mientras me estaba duchando, pero traté de luchar contra esos pensamientos durante toda la tarde. Ya a la noche, mientras cenábamos con mis padres, les dije que más tarde habíamos quedado con una amiga para salir, no sé bien por qué lo dije, pero me salió de adentro.

Ya cerca de las 10 de la noche, me ganaron las ganas y me cambié como si fuera a salir, tranquila pero arregladita. Salí de casa y fui directo a la casa de mi vecina, nerviosa por miedo a que alguien me vea entrar, pero por suerte no había nadie en la calle. Toqué timbre y mi vecina me abrió enseguida, como si me estuviera esperando atrás de la puerta, entré y me saludó con un beso, estaba vestida con un pijama, un short corto y una blusita con tirantes, se notaba que no usaba brasier, porque sus pezones se marcaban en la tela. Me preguntó si había cenado, le dije que sí y me dijo que pase al living mientras ella levantaba la mesa. Pasados unos minutos, se acercó al sillón donde yo estaba, traía una tablet en sus manos, se sentó al lado mío, me empezó a mostrar algunas fotos y videos de ella con su perro, en casi todas ella estaba en cuatro y el perro montándola por atrás. Al principio me puse medio nerviosa, pero ella me hablaba con naturalidad, como si me estuviera mostrando el catálogo de Avon. La temperatura de mi conchita estaba aumentado, sobre todo mirando los videos, estaba ella en cuatro gimiendo y aullando cuando su perro se la cogía y la verdad que eso me estaba calentando muchísimo. En un momento me di cuenta de que ella tenia la mano adentro de su pantalón y se estaba masturbando, cosa que no pude aguantar más y comencé a hacer lo mismo. Las dos estábamos comiendo a la par como dos perritas en celo. Enseguida se acercó Titán y comenzó a olfatearnos, Ángela, así se llama mi vecina, me dijo que estaba en celo otra vez. Ahora entendía todo, por eso me dijo que vaya esa noche, además de que el marido no estaba, su perro estaba en celo, era el panorama ideal.

Cuando ella vio que yo también me estaba masturbando, enseguida se levantó y se sacó toda la ropa, no tenía nada más puesto que su diminuto pijama, quedó desnuda ante mis morbosos ojos que la miraban, si con ropa era preciosa, sin ropa lo era más. Me hizo ponerme de pie y sacarme la ropa también, cosa que hice con un poco de vergüenza, al final me quedé con la tanga y el brasier, me dijo: “No seas tímida, no eres la primera mujer que vería desnuda”. Con algo de nervios pero caliente me los saqué. “Sentémonos en el sofá con las piernas abiertas” –me dijo. Al instante Titán comenzó a lamernos la conchita, primero a ella, después a mi, así iba alternando a ratos. Debo admitir que no es lo mismo que te me pase su lengua grande y poderosa en el patio de mi casa de noche, que en el sillón de mi vecina sentada muy cómodamente. Juro que nunca había escuchado una mujer gemir así de esa manera, con tanta fuerza, pero a la vez tan dulcemente. Titán le lamía la conchita a Ángela y ella gemía tan rico, era algo raro pero excitante a la vez. Se levantó y fue hasta la cocina y volvió con unos guantes chiquititos que le puso a Titán en las patas delanteras, para que no nos rasguñara, se puso en 4 arrodillada en la alfombra pero apoyada en el sillón al lado mío y sin dejar pasar ni dos segundos su amante se le subió por atrás y comenzó a moverse como cogiéndola, solo que yo podía ver como su verga no acertaba en la concha de Ángela, entonces ella me dijo si lo podía ayudar, me dijo que se la agarre y lo guíe hasta su vagina, que él haría el resto. Así fue, tan solo acercársela a la entrada de su concha el perro sintió que entraba y se puso más eufórico y aceleró el ritmo. Era increíble verlo como se la cogía y ella como buena perrita sumisa, ¡gemía y jadeaba como loca!

Era muy excitante ver ese panorama, yo estaba desnuda masturbándome despacio, mientras al lado mío estaba Ángela, mi vecina con la que apenas había cruzado unos cuantos saludos en toda mi vida, totalmente desnuda, siendo cogida por su perro gozando y gimiendo como nunca había visto a nadie hacerlo. En un momento ella comenzó a tratar de hablarme, pero la cogida que le estaba dando su perro no la dejaba hablar bien. Apenas pude entenderle que no deje entrar la bola, pero cuando traté de agarrarla ya era tarde, ella con un grito de dolor y placer me estaba demostrando que llegué tarde, que el perro ya tenía su bola dentro. Después de unos segundos de recuperarse, me dijo que estaba todo bien, que a veces le pasa que se queda pegada a su semental, que a pesar del dolor que eso le causa ya estaba acostumbrada. “Tenemos unos minutos ahora hasta que se deshinche la bola” –me dijo. Se acercó de a poco hasta quedar frente a mí, agachó la cabeza y comenzó a pasarme la lengua por mi conchita, yo no me lo esperaba y medio como que me asusté, pero ella me agarró las piernas con fuerza y hundió más la cara en mi vagina que en ese momento ya estaba más que húmeda. Siguió lamiendo y lamiendo hasta que al cabo de un minuto o dos, yo estaba teniendo un intenso orgasmo, mucho más fuerte de lo que me gustaría admitir, ya que era la primera vez que otra mujer me chupaba la conchita, pero debo decir que fue muy rico, quizás por la situación, quizás por ella o quizás por todo, ¡pero acabé de una manera increíble!

En ese momento Titán comenzó a retirarse y ella agarró una toalla grande de abajo del sillón para tratar de no mojar la alfombra, cosa que parecía imposible por todo el semen que le salía de su concha, nunca había visto tanto semen junto. Era tremendo ver cómo le caía por las piernas el semen de su mascota. Titán se acostó y comenzó a lamerse, mientras que nosotras nos limpiábamos con la toalla mientras hablábamos de la cogida que le había dado recién esa hermosa bestia, según sus palabras. Me contó que para no quedar tanto tiempo pegados ella suele poner su mano en el momento en que la bola le debería entra en la concha o en el culo, depende de donde apunte Titán y frenarla agarrándola suavemente, para que el perro crea que también entró, entonces él comenzaría a descargar todo su semen adentro, y después de unos segundos ya la podría soltar para desabotonarse. Me dijo como pasar la mano y yo no le entendí, así que me hizo poner en 4 al lado de ella y me mostró su técnica para agarrar la bola y así detenerla antes de que entre, y cuando estaba practicando apareció el perro y comenzó a lamerme la concha nuevamente. “Parece que le gustas, es raro que se mande dos al hilo” –me dijo riéndose mientras me acariciaba una de mis tetas.

Titán se subió encima de mí, pero esta vez yo estaba en 4 pero con todo mi cuerpo apoyado en el sillón, y así definitivamente no era tan pesado como esa noche en mi jardín. Comencé a sentir sus movimientos, pero no sentía su verga, hasta que Ángela estiró su mano y lo guió hacia mi vagina y ahí, ¡ah, me ensartó su verga tal cual recordaba! Tenía una verga enorme, pero definitivamente lo mejor era el movimiento rápido con el cual me volvía loca de placer. Se movía como loco, me estaba cogiendo como si no hubiera un mañana, tenía su enorme verga entrando y saliendo de mi conchita a una velocidad increíble. Por un momento me olvidé que estaba con Ángela, hasta que la vi pasar por encima de mí para sentarse en el sillón con las piernas bien abiertas, ofreciéndome su vagina depilada y mojada para que se la lama, tal y como ella hizo conmigo, pero yo no podía aguantar las embestidas de ese macho y chupársela al mismo tiempo, simplemente no podía. Era tan grande la cogida que me estaba dando que pensé que me iba a reventar la conchita, hasta que recordé lo de la bola, quise pasar la mano por debajo de mi panza como me había enseñado un ratito antes mi vecina para frenar el ingreso de su bola, pero ya era tarde, ya me estaba partiendo la vagina al terminar de metérmela. Se quedó quieto al mismo tiempo que yo me gritaba del dolor mezclado un poco con placer, no lo voy a negar, y bajé mi cabeza apoyándola al lado de la concha de mi vecina que se estaba masturbando a centímetros de mi cara. “¿Te metió la bola al final?” –me preguntó. “¡Sí, qué dolor!” –le contesté gimiendo y resoplando, mientras noté como me agarraba del cuello acercándome más y más hacia su húmeda vagina hasta dejarme pegada a ella y sin pensarlo demasiado le pasé la lengua por todos lados. No sabía qué hacer, ella se dio cuenta y solo me dijo: “Haz lo mismo que te gustaría que te hagan a ti”. sí comencé a comerle el clítoris primero, después los labios, le metía la lengua adentro, salía y le volvía a comer el clítoris, se lo succionaba como alguna vez un novio me lo había succionado a mí y recuerdo que me encantó. Lo hice durante un rato, hasta que la escuche gemir más y más rápido hasta notar como sus piernas se tensaban y la escuche decir: “¡Ah, mierda! ¡Voy a acabar!”.  Dejando escapar tibios chorros de fluidos que empararon mi cara, mi boca  y corrían por mis tetas.

Para cuando ella se recuperó, Titán ya había salido de mi vagina y yo sentía el semen recorrer mis piernas. Ángela me dijo que ella me limpiaba, se levantó y se arrodillo atrás mío, y comenzó a chupar todo e semen que su perro había largado adentro mío. Me pasaba la lengua por mis piernas, por mi ano y por mi dolorida, y rota conchita, limpiando absolutamente todo. Eso le encantaba, después me confeso que adoraba beber el semen tibio de su macho, pero que no se lo cuente a nadie, sobre todo a su marido, ya que ella nunca lo hizo con él, diciéndole que le daba asco, para no decirle que prefiere el semen de su amante su amante canino. Fue un momento divino, mágico, perverso y lleno de lujuria el que viví esa noche. Me sentía caliente y toda una perra, tenía una maestra preciosa que me enseñó todos los secretos necesarios para complacer a su mascota, para complacerla ella y yo recibiría a cambio un placer indescriptible.

Nos fuimos a bañar y cuando bajamos me preparó un café y hablamos durante un largo rato de lo que había pasado. Me contó de algunas de sus aventuras con su perro, entre otras cosas me dijo que le encantaba el peligro y que varias veces su perro la había cogido en lugares donde había gente cerca, teniendo que casi ponerse una mordaza para no delatarse, sobre todo cuando se iban de vacaciones y salía en paseos nocturnos, ya que cerca de casa no se animaba a tanto cerca de casa.  Cuando me di cuenta ya se habían hecho las 3 de la mañana, así que me despedí y me fui a mi casa. No sin antes agradecerle por esa increíble noche que me había regalado, tanto ella como Titán, y diciéndole que cada tanto, me avise cuando se vuelva a dar el momento y aprovechar la soledad para disfrutar de tan caliente compañía, lo mismo me dijo ella, diciendo que cuando me quedara sola le avisara, así tendríamos otro lugar para llevar a cabo ese delicioso y perverso secreto que nos unía como perritas dispuestas a coger con su macho.

 

 

 

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