sábado, 31 de agosto de 2024

14. Perversas tentaciones 2


Cuando la chica llegó a casa no escuchó ruidos, supuso que Victoria estaba dormida. Fue a la cocina y metió en el horno una hamburguesa y un poco de papas para calentarlas, y comer algo. Sin sospechar nada se fue a su habitación, se puso un pijama y se acostó, el sueño la venció y se durmió profundamente. Miriam se despertó temprano por la mañana, recordando su experiencia de la noche anterior cuando fue a comprar para su cena y había tenido un encuentro con su vecina Zaida y el novio de esta. La adolescente se percató que Victoria no había ido a despertarla, se le hizo raro pues siempre le avisaba antes de ir al trabajo y ya era tarde por lo que fue a buscarla a su cuarto.

Miriam tenía suficiente confianza con su madrastra y no dudó en entrar sin llamar, grande fue la sorpresa de la chica al encontrar en la cama matrimonial a su novio Carlos desnudo acostado al lado de Victoria también desnuda y con grandes signos de haber cogido. Esto la molestó enormemente pero decidió no decir nada y solo sacar su celular y tomar un par de fotos de la pareja desnuda y durmiendo, después de eso solo salió de la casa completamente furiosa.

Mientras caminaba por la calle sin un rumbo fijo hasta que se encontró a Zaida, la joven mujer aprovechó la situación para invitarla a coger con ella y su novio, Miriam no dudó en acompañarla a su casa. El problema era que Josué llegaría hasta la noche pues estaba trabajando, aun así ella le dijo que si le mandaba unas fotos donde ellas estuvieran follando él dejaría su trabajo y vendría corriendo. Miriam aceptó, le calentaba la idea de coger por primera vez con una mujer y aprender más del sexo, ya que a pesar de su poca experiencia sabía algunas cosas que le había enseñado Carlos.

Una vez en la casa Zaida le explicó que no vivían solos, compartían la casa con los padres y el hermano de Josué. Ella también le comentó que la madre de su novio es una perra, su padre un inútil y el peor es el metiche de su cuñado. “El hijo de puta me espía todo el tiempo, no me puedo bañar sin que intente verme desnuda” –dijo Zaida. “¿Por qué no le dices a tu novio o a tu suegra?” –preguntó Miriam. “Josué no le dice nada y solo se ríe y mi suegra es peor. Solo dice que es curioso y mi suegro dice, que esperabas estas bien buena y el muchacho anda caliente, deberías enseñarle” -respondió Zaida. “¿En serio? –preguntó Miriam con curiosidad. “Sí, el maldito se masturba usando mis calzones, los deja llenos de semen, me doy cuenta cuando los lavo y es asqueroso” –respondió ella. “¡Qué asco! Deberías intentar grabarlo para molestarlo” -sugirió Miriam. “Ya intenté eso y digamos que hubo un pequeño problema o más bien un gran problema” –dijo Zaida con una sonrisa. “¿Qué?” -preguntó la chica con interés. “Su verga, el bastardo tiene 17 años y tiene una verga bastante generosa” –dijo la joven adulta mientras levantó los dedos para mostrar un tamaño aproximado a Miriam. “¿Generoso?  Bueno la naturaleza recompensa a algunos con generosidad” –dijo Miriam. “Lo mismo pensé yo, pero lo vi con mis propios ojos” –confirmó Zaida riendo. “¿Más grande que la de Josué? –preguntó Miriam curiosa.  “Sí, más grande que la de él, no sé como le cabe en los pantalones al hijo de puta” –dijo Zaida. “Ahora me dio mucha curiosidad, bueno más que eso. ¿Y nunca?...” –dijo Miriam deteniéndose. “¿Nunca qué? -preguntó Zaida. -“¿Nunca te han dado ganas de follártelo?” –preguntó ahora sin tapujos. “¿Estás loca? Si me provoca hacer un montón de cosas perversas con él, pero Josué me mataría y luego a él. Sí, lo pensé una vez” –dijo Zaida riendo. “¿Cuándo dime?” –preguntó Miriam. “Una vez fuimos a la playa toda la familia y cuando nos íbamos me tuve que meter a bañar para quitarme la sal del cuerpo, pero el tacaño de mi suegro no quiso pagar dos duchas y me tuve que meter con el pervertido” –le dijo. “¿Y ahí le viste la verga?” –le preguntó Miriam, con lujuria en su mirada. “Sí y era enorme, yo aún llevaba el bikini pero estando tan cerca era obvio que él tendría una erección, y como es un degenerado se la sacó para que se la viera en su esplendor” –le contestó la chica. “Bueno, definitivamente le quiero ver la verga a tu cuñadito” –dijo Miriam, mordiéndose el labio.

Zaida escuchó lo que Miriam dijo y se le ocurrió algo, sacó su celular y le propuso algo. “Y si le hablo a Sebastián en lugar de Josué, ¿qué harías?” –preguntó Zaida. Miriam se sorprendió por la proposición de Zaida y lo pensó un momento. “No me digas que te dio miedo, con lo putita que eres” –le dice Zaida. “Pues, si de verdad tiene la verga tan grande como dices, se la chupo, pero solo si es tan grande como dices, porque mi novio también la tiene grande” –dijo Miriam desafiando a Zaida. Zaida sonrió con malicia y fue decidida a la calle donde su cuñado estaba haciendo nada con unos amigos y lo llamó. Él fue corriendo algo molesto por haber sido interrumpido por la novia de su hermano. “¿Qué quieres? ¡Estoy ocupado!” –dijo molesto Sebastián. “¿Haciendo qué? Perdiendo el tiempo con los vagos de tus amigos. Te quiero presentar a una amiga” –le dijo Zaida y lo llevó a la sala donde estaba Miriam. “¡Hola Sebastián! –dijo Miriam con voz sensual al verlo. “Hola, ¿quién eres? No te conozco” –respondió el chico. “Por eso te la quiero presentar idiota, ella es…” –alcanzó a decir Zaida. “Una amiga” –respondió Miriam sin decirle su nombre al muchacho. “Pues mucho gusto. ¿Ya me puedo largar?” –dijo Sebastián. “¿Te quieres ir? ¿No te quieres quedar con nosotras?” –le preguntó Miriam muy seductora e inclinándose para mostrarle su escote. “Pero, ¿para qué quieren que me quede?” –dijo nervioso el chico al ver las poses de Miriam. Miriam se rio y se acercó a Zaida para besarla, esto sorprendió a la chica mayor, pero se dejó llevar por la situación, mientras Sebastián se calentó al ver como dos mujeres sensuales se besaban ante sus ojos, empezó a tener una erección por el impresionante beso lésbico que veía. Luego Miriam terminó el beso y miró a Sebastián: “¿Aun te quieres ir?” –le dijo, mientras  Sebastián negó con la cabeza. Miriam notó como la verga se macaba en los shorts del muchacho y supo lo caliente que estaba. “¿Sabes bailar?” –dijo Miriam y se levantó del sofá dándose la vuelta y ofreciéndole el culo al muchacho. “¿Qué? Sí, sí sé” –dijo Sebastián entusiasmado mientras tomó a Miriam por las caderas y comenzó a empujar su pelvis con la de ella. La chica pudo sentir como la verga del muchacho se hinchaba más y se clavaba entre sus nalgas, a su vez Zaida sacó su celular y los grabó. “¡No me grabes!” –dijo Miriam molesta pero sin dejar de moverle el culo al chico. “Descuida no se te ve la cara” –le dijo Zaida.

Luego Zaida le dijo a Sebastián que le agarrara bien el culo Miriam y él obedeció, para sorpresa de la chica la cual se apartó, luego se giró y empujo al chico a un sofá de una y se subió arriba de él para seguir bailando. “Vamos Zaida, tú también” –dijo Miriam invitándola. Ella aceptó y se puso a bailar con sensualidad frente al muchacho, mientras Miriam se restregaba completa sobre él. Después Zaida con Miriam cambiaron de lugar, ambas chicas le dieron varios sentones al niño el cual aguantó bien las embestidas sorprendiéndolas,  querían provocar que eyaculara pero no pudieron conseguirlo. Cuando la canción acabó Miriam puso otra. “Segunda ronda, pero más intensa. “¡Quítate la camisa!” –le dijo Miriam al chico el cual no entendió. “Si quieres que nosotras nos quitemos algo debes hacerlo tú también”- si quieres que nosotras nos quitemos algo tú también” –le dijo mirándolo a los ojos. El chico ahora si entendió y no dudo en quitarse la camisa. “¿Nosotras? Dirás tú” –dijo Zaida. “Nosotras dije, si no te quitas nada yo me voy” –amenazó Miriam de forma juguetona. “¡No! ¡Por favor, no te vayas!” –suplicó Sebastián. “Está bien” –dijo Zaida resignada y olvidándose que había dejado su celular grabando. Después de eso Miriam se bajó los pantalones cortos, mostrando unas bragas negras muy pegadas y claramente mojadas, mientras Zaida se quitó la camisa, quedándose solo con el brasier. Luego ambas comenzaron a bailarle otra vez, pero de manera más sugestiva mientras el chico seguía sentado en el sofá.

Se calentaron tanto que ambas chicas que le dijeron a Sebastián que se tirara en el piso, obviamente él no opuso resistencia. Se montaron arriba de él al mismo tiempo, con Zaida dándole sentones en la verga mientras Miriam puso el culo en la cara del muchacho para restregarlo con sensualidad.

Ambas se esforzaron en calentar al chico hasta que eyaculara, pero cuando la canción había terminado no había pasado lo que ellas querían, Sebastián solo tenía el short mojado pero no había acabado aun. “Hijo de puta, tiene buen aguante” –dijo Zaida. “Y buena verga, la sentí mientras bailaba” –dijo Miriam. “Te lo dije, la tiene grande” –añadió Zaida Mientras tanto el chico estaba sin palabras pero con una sonrisa de idiota en la cara y queriendo más obviamente. Sebastián se levantó y continuó frotando su miembro contra el culo de Miriam. “¿Ahora qué vas a hacer? Recuerda lo que dijiste” –dijo Zaida. “Sí, lo sé, pero pensándolo bien, ¿tienes condones?” –preguntó Miriam. “¿Qué? No, ni lo pienses” –dijo Zaida y luego susurró: “¿No me digas que estás pensando en coger con él?”. “Pues sí, ¿por qué no? Tengo curiosidad de saber si este pervertido es virgen o no” –respondió Miriam. “¿En serio? Sí, yo si acepto, quiero follarme a Miriam” –dijo Sebastián muy excitado. “Ya vez, él sabe lo que quiere” –dijo Miriam de manera morbosa. “Se supone que te traje aquí para un trio con mi novio, no con este estúpido” –respondió Zaida. “Sí, pero tu novio no está aquí. Además, hasta tú dijiste que tenías ganas de follarte a tu cuñadito. Yo quiero probar otra verga” –dijo Miriam. “¿Estás loca? ¡Aquí no van a hacer nada! ¡Váyanse a otra parte!” –dijo Zaida casi gritando. “Vamos a mi cuarto, ahí podemos coger bien rico” –dijo Sebastián agarrándole el culo a Miriam. “Ya escuchaste, si quieres tenemos un trio con tu cuñadito” –dijo Miriam sorprendida por la manoseada del chico. “¡Hija de puta! ¡Váyanse a la mierda los dos!” –dijo Zaida. “Tal vez, pero más puta eres tú que quieres cogerte a tu cuñado y ahora te haces la que no quiere. Sebastián, muéstrame tu verga” –dijo Miriam con descaro.

Después de todo lo que Sebastián escuchó acerca de que Zaida también quería coger con ella, obedeció sin dudarlo bajándose el short mostrando una enorme verga erecta y palpitante que babeaba líquido preseminal. Zaida no pudo evitar centrar su mirada en la verga de su cuñado. “Yo no tengo condones para ustedes, búsquenlos en otros lado” –dijo Zaida titubeando. -“Yo tengo, me los regalan en la escuela” –respondió Sebastián muy emocionado. Zaida se quedó sin palabras y solo se fue a su cuarto, se quedó en silencio pensando que hacer, definitivamente se había sentido tentada a la proposición de un trio con Miriam y Sebastián.  Además, también tenía ganas de coger con Miriam pero quería hacerlo con su novio, no con su cuñadito, pero no pudo evitar sentir un agradable calor entre las piernas mientras pensaba y que pasaría si lo hacía. Entonces recordó que en la casa iban a estar ella y su cuñadito solos por varias horas. Sin darse cuenta se ya tenía la mano derecha en su vagina mientras con la izquierda se apretaba un pezón. Al final, tomó la decisión de salir de su cuarto y buscarlos. Ellos ya estaban en el cuarto de Sebastián.

Estaba abierta la puerta del cuarto y pudo ver a Miriam en cuatro sobre la cama chupándole la verga al muchacho, estaba sin camisa y brasier, con sus tetas aplastadas en el colchón, solo tenía puestas sus bragas de color negro, mientras el chico estaba acostado en la cama sosteniendo la cabeza de Miriam con los ojos cerrados, disfrutando de esa mamada que le estaban dando. Zaida observó en silencio desde la puerta mientras se frotaba la vagina, pensó en que no pasaría nada si engañaba a su novio una vez más, aunque fuera con el hermano menor de este. Además, ya le dejaría cogerse a Miriam después. Sin darse cuenta, Miriam había dejado de comerse esa verga y ambos la miraban masturbándose. Zaida solo decidió pasársela bien y se adentró al cuarto mientras se quitaba la ropa para terminar completamente desnuda, Sebastián la miraba con los ojos llenos de una calentura que lo hacía ser morboso y perverso, pero se sorprendió cuando la hembra lo ignoró y centró su atención en Miriam. Zaida sujeto a Miriam por sorpresa y la arrojo a la cama donde comenzaron a besarse mientras él las veía y se masturbaba como un primate. Luego Zaida bajó su cabeza besando el cuerpo de Miriam que daba pequeños gemidos, se detuvo en las tetas de esta para morderlas y chuparlas un poco, para luego terminar de bajar y meter su rostro entre las piernas de Miriam y lamer su vagina por sobre las bragas, mientras Sebastián ya no soportó más el no participar y se colocó detrás de Zaida y recordando todo el porno que había visto metió su cara en el culo de su cuñada y comenzó a lamerlo. Después de un rato en esa posición cambiaron lugares, ahora Zaida estaba de pie en medio del cuarto mientras Sebastián estaba de rodillas delante de ella y le lamia la vagina, a su vez Miriam estaba detrás lamiéndole el culo.

Luego Miriam tomó el lugar de Zaida, mientras esta última le lamia el culo y Sebastián lamia su vagina. Era deliciosamente perverso para Miriam verse envuelta en medio de dos vertiginosas lenguas que le arrancaban inmensos gemidos de placer. Después, las dos hembras le chuparon la verga al chico al mismo tiempo. Sebastián sabía que se iba a follar a su cuñada Zaida y a su amiga. Zaida tomó un condón y se lo puso al muchacho usando su boca, esto para placer del morboso cuñado y asombro de Miriam que había tratado de hacer lo mismo con su novio y no había podido.

Miriam y Zaida decidieron que lo mejor era que la joven cuñada probara si el muchacho era virgen o no, para que todo quedara en familia, a lo que Sebastián no tuvo ninguna queja. De esa forma Zaida se paró con las piernas abiertas a la altura de la pelvis del muchacho y comenzó a bajar su cuerpo lentamente hasta entrar en contacto con la punta de la verga de Sebastián, los labios vaginales de la joven se abrieron para que esa verga entrara. Poco a poco el coño de Zaida se fue adaptando a esa verga erecta, hasta metérsela por completo inmediatamente comenzó a subir y bajar su cuerpo empalándose en la verga de Sebastián y llenando el cuarto de gemidos y gritos de placer. Miriam por su parte no se quiso quedar atrás y comenzó a chupar las tetas de Zaida, mientras se sentó en la cara del chico. Sebastián estaba en la gloria, Zaida y Miriam se lo estaban pasando igualmente bien, tanto que volvieron a besarse, hasta que el pequeño comenzó a moverse compulsivamente, cogiéndose a Zaida  de manera instintiva y con demasiado frenesí, como un animal en celo y comenzó a apretarlas tetas de Zaida.

La joven mujer no estaba preparada para algo así, nunca imaginó que su cuñadito le diera semejante cogida, era un joven macho y ella lo estaba estrenando. Siguieron así varios minutos antes de que él no pudo aguantar más y acabó el condón dejándolo lleno de semen. “¡Oh, eso estuvo genial!” –dijo Sebastián absorto. “Muy bien, ahora yo, pero quiero probar otra posición” –dijo Miriam apenas dejando que Zaida se levantara y dejara salir la verga de Sebastián de su vagina. Obviamente él no iba a dejar escapar una oportunidad así, quería coger con Miriam y le apretaba las tetas. Luego Miriam le quitó el condón usado y limpió el semen que quedó impregnado en la verga del muchacho con su lengua. “Esto es tuyo” –le dijo a Zaida pasándole el condón. Entre la mezcla de morbo, lujuria y calentura que había en el ambiente, Zaida tomó el condón con el semen de su cuñado y lo desparramó en sus tetas y se lo frotó en ellas. “Mira Sebastián lo puta que es tu cuñadita” –le dice Miriam, el muchacho no puede creer lo que sus ojos presencian pero lo disfruta.

Luego la adolescente, con instrucciones de Zaida, le puso otro condón pero ahora usando su boca, luego se dio la vuelta y se sentó lentamente sobre la verga del chico. Al igual que Zaida Miriam fue lento al principio mientras la verga la penetraba, una vez estuvo toda dentro de su vagina empezó a moverse más rápido, Miran gritaba y gemía al sentir como ese muchacho seguía sus movimientos, haciendo prisionera su vagina en cada movimiento. Sebastián estaba fuertemente tomado de las caderas de Miriam y le decía que le gustaba como se movía y que no parara. Pasaron varios minutos hasta que nuevamente el chico acabó y dejó el condón lleno de semen. Cuando Miriam se bajó de encima del muchacho Zaida le saca el condón a su cuñadito y se lo da a Miriam, la que derrama el semen contenido en su boca y lo deja escurrir, ni en sus más sucias fantasías Sebastián pensó vivir algo así. Ahora era el turno de Zaida para limpiar el semen que había quedado en la verga del muchacho, lo hizo con su boca y aprovechó de chupársela un rato para que no perdiera fuerza.

Zaida se puso en cuatro en la cama ofreciéndole el culo a su cuñado, el cual se la cogió como una perra, ella gritaba al sentir las fuertes embestidas que recibía, pero disfrutaba como posesa que su culo fuera destrozado de manera brutal, no podía contenerse de gritar y jadear, Miriam se masturbaba a un lado viendo la candente escena, la lujuria las tenería prisioneras a ambas, la situación se había escapado de sus manos, eran ellas las que querían calentar al muchacho y eran ellas las que estaban calientes por él. Miriam no se resistió y se acomodó de tal manera que su vagina quedó a la altura de la boca de Zaida, quien de inmediato se puso a lamerla tratando así de contener sus gritos, le metía la lengua en la vagina, haciendo delirar a Miriam. Cuando Sebastián acabó se quitó el condón y lo tiró en medio de las dos y les dijo: “Para que lo disfruten”. Con sus bocas compartieron ese tibio semen que les había regalado el muchacho y besándose con lujuria. Ahora era el turno de Miriam, el muchacho si que tenía aguante, había quedado demostrado con creces, ya que los orgasmos que le había regalado era la prueba inequívoca de que esto sería para largo. Miriam se quedó recostada sobre la cama, Sebastián hambriento de sexo tomó sus piernas y las puso sobre sus hombros, su verga se deslizó por su vagina y entró sin problemas, ella empezó a gemir descontrolada, caliente y con ganas de que el muchacho le rompiera el culo. “¡Métemela por el culo!” –le dijo. Acomodó su verga y se la metió sin ninguna contemplación, haciendo que Miriam gritara de placer, las brutales embestidas que le daban hacían que la chica delirara y se apretara las tetas con fuerza, incluso se clavó las uñas en ellas, dejando un pequeño rastro de sangre. Estuvieron cogiendo hasta que los condones se acabaron pero eso no fue impedimento para seguir en la lujuria faena de coger hasta quedar rendidos. Por ultimo Zaida le pidió que se la metiera otra vez por el culo, a lo que Sebastián no se negó y se la cogió hasta que ya no tuvieron fuerzas.

Los tres estaban exhaustos, Zaida y Sebastián se quedaron dormidos en la cama, pero Miriam solo tomo un descanso y después tomó sus cosas para irse a su casa. Antes tomó el celular de Zaida que estaba en la sala y borró cualquier video o foto de ella, no sin antes transferirse las imágenes y videos a su celular. Al salir de la casa de Zaida se fue directo a la suya, revisó su celular y encontró varios mensajes y llamadas de Victoria Y Carlos, ella esperaba no encontrar a su novio y así poder tener una larga platica con su madrastra. Al llegar a su casa Miriam se encontró con Victoria y ambas comenzaron la incómoda conversación. Ahora era la joven madrastra la que estaba llorando por lo que había pasado y pedía perdón a su hijastra por follar a su novio. Al final, así como Victoria la perdono a la por coger en la cama matrimonial, Miriam perdonó a su madrastra, pues estaba consciente de que su padre no le había estado cumpliendo en la cama y ella ya se había desquitado de Carlos cogiendo con Sebastián. Después de la plática las cosas se arreglaron en su mayor parte, pues Miriam tenía varias ideas en mente, pero en ese momento escucharon mucho alboroto en la calle y ambas se asomaron por la ventana, las dos pudieron ver a Zaida corriendo medio desnuda por la calle mientras su suegra la perseguía con una escoba gritándole que era una puta y una infiel. “¿Qué mierda pasó?” –preguntó Victoria. “No sé, cosas de los vecinos o tal vez la pillaron en algo para no tener tiempo ni siquiera de vestirse” –le responde Miriam algo nerviosa y plenamente consciente de o que había pasado. “Supongo, si eso debe ser, por eso la señora la persigue y le grita que es puta” –dijo Victoria. Ya por la noche todos en el vecindario se habían enterado de la infidelidad de Zaida con su cuñadito y naturalmente Josué, el novio de Zaida ya sabía lo que pasó pero aun así siguió con ella pero tuvieron que cambiarse de casa.

Habían pasado dos días y Carlos no había aparecido en casa de Miriam, pues ninguna quería verlo, una por estar aún enojada con él y la otra por sentir vergüenza de lo que hicieron. Miriam estaba sola en su casa cuando ve pasar a Josué, el novio de Zaida. Charlaron y le contó que sus padres habían llegado temprano y encontraron a Sebastián y a Zaida dormidos, desnudos en la cama de él, con varios condones usados tirados en el cuarto. “Obviamente, mamá la echó de la casa, igual entiendo que no se hayan podido resistir si estaban solos, porque al menos yo no lo haría” –le dijo Josué riendo. “¿Y qué pasó?” –preguntó Miriam queriendo saber los detalles. “Mi viejo pensó que yo tomaría venganza de mi hermano y lo mandó a la casa de un amigo de él en otra ciudad, pero a mí me da lo mismo. Si mi novia es capaz de calentar a un pendejo como mi hermano es porque es una mujer irresistible y ya vez, cogieron y ya” –le dijo Josué.

Para buena suerte de Miriam, en todos los chismes que habían circulado nunca se mencionó su nombre, por lo que se sentía más tranquila, sin saber que dicha tranquilidad no duraría mucho. Al llegar Victoria le dio una noticia inesperada: “Tu padre le dijo a su hermana que estaba bien que su hijo pasara unos días con nosotras para cuidarnos. Así que no esteremos solas estas dos semanas” –dijo Victoria. “¡No te puedo creer! ¿Acaso papá piensa que no sabemos cuidarnos solas?” –dijo Miriam. “La verdad, no sé qué pensar, espero que las siguientes dos semanas pasen rápido y así tener privacidad” –le respondió la sensual madrastra. “Ojalá así sea y, ¿cuándo supuestamente llega?” –dijo Miriam. “El viernes por la tarde, voy a preparar el cuarto donde se va a quedar” –dijo la madrastra con resignación.


Pasiones Prohibidas ®

jueves, 29 de agosto de 2024

13. Era la sirvienta y la convirtieron en puta 2

 


Josefina estuvo todo el resto del día en casa, por lo que Manuel no pudo seguir abusando de Lola, lo que para ella fue un respiro que agradeció, ya que al menos por ese día pudo realizar el trabajo por el que había sido contratada, aunque en su ser estaba devastada, pero mantenía la esperanza de que sería algo pasajero, que las cosas se arreglarían y podría seguir estudiando.

Lola se levantó al día siguiente temprano. Quería olvidar lo que había ocurrido, y pensar que todo lo que le ocurrió era una pesadilla, pero no era así. Tras desayunar, hizo lo propio para sus señores, Manuel y Josefina. Por un momento se le pasó por la cabeza contarle a Josefina lo que su marido había hecho con ella, pero luego se contuvo. Estaba segura de que la despedirían si le decía algo. Cuando hubo preparado todo, como ellos no bajaban, decidió llamar a su tía y contárselo. “Tía, soy Lola. Tengo que contarte algo” –le dijo. “¿Y qué es? Supongo que será importante para que me hayas llamado tan temprano” –contesta Pepa al otro lado de la línea. “Es qué, me da vergüenza” –dice la muchacha. “Anda, no será para tanto. Cuéntame” –le dice su tía. “Manuel ha abusado de mí” –indica Lola. “¿Qué dices? ¿Estás sola en casa?” –le preguntó Pepa. “Sí, estoy sola, ¿por qué lo dices?” –dijo Lola. “Para que nadie te oiga. Mira, me ha costado mucho conseguirte este trabajo. Yo hablé personalmente con Manuel y al principio no quería darte el trabajo y al final accedió porque me dijo que tendría que coger con él para que te lo diera” –dijo la tía. ¿Coger? ¿Qué es eso?” –preguntó Lola con curiosidad. “Hija, pareces tonta. Follar es lo que ha hecho contigo. Es el poder que tienen los hombres de tomar lo que ellos quieren y hacer con una mujer lo que les dé la gana” –le responde Pepa. “Pero yo te vi a ti haciéndolo con un hombre aquella noche y no parecía que te obligase a nada” –le dice la ingenua muchacha. “¿Estabas despierta esa noche? Vaya, pensé que te habías tomado las pastillas” –le dice con asombro Pepa. “No, no las tomé. No sabía que eran y las dejé allí” –le dice ella. “Estaba haciéndolo con Julián, el de la tienda a la que fuimos para comprarte la ropa. Una vez me acosté con él para pagar mi ropa, porque no tenía dinero y aquella noche lo hice porque quería. Me apetecía follar con él para demostrar mi poder” –le confiesa la tía. “Yo nunca pensé eso de ti. ¿Y el tío qué pensaría si se enterase?” –le dice acongojada Lola. “Tu tío solo me coge cuando tiene ganas. Me usa cuando quiere. Me levanta el camisón y me la mete sin más, sin excitarme primero y sin preocuparse si disfruto yo o no. Pero ahora tú tendrás que dejar que Manuel lo siga haciendo si quieres seguir trabajando en esa casa” –le dice Pepa. “¡No, tía! ¡No voy a dejar que abusen de mí!” –dice Lola resuelta. “Debes aceptarlo. Manuel tiene el poder y te usará cuando quieras, te guste o no. Así lo hizo conmigo y al final llegué a disfrutarlo” –dice Pepa. “Pues, entonces me iré de esta casa” –sentenció Lola. “¡Ni se te ocurra! ¡Manuel te buscará!” –le dice Pepa con preocupación. “Lo dices por algo, ¿eh? No volverá a contigo, seguro” –le dice molesta la sobrina. Ahora, por primera vez en su vida, había dicho la palabra coger. Justo en ese momento, Manuel y Josefina bajaron la escalera y Lola tuvo que colgar el teléfono.

“Buenos días Lola, veo que preparaste el desayuno” –le dijo Manuel. Las tostadas deben estar frías, volveré a calentarlas. Es que me levanté muy temprano” –dice Lola. “Tranquila, no pasa nada. Le contestó Josefina. Esperaremos en el comedor” –le dice Josefina. Lola se puso a calentar las tostadas. Manuel no le quitaba ojo de encima. Se acercó a decirle algo al oído a su mujer. Esta asintió con la cabeza. Cuando terminaron de desayunar y Lola recogió los platos. Manuel se levantó y se puso detrás de ella. Al principio Lola no se dio cuenta, pero enseguida notó como Manuel le tocaba el culo y se lo sobaba. “¿Qué pasa señor?” –le preguntó Lola. “Nada, Lola, que hoy te he visto muy guapa y vamos a hacer algo” –le responde él. No podía creer que su mujer estuviera ahí enfrente sentada, mirándolos a los dos. ¿Quería decir eso que ella consentía lo que su marido iba a hacerle? Lola no podía pensar mientras Manuel le levantaba la falda. Le bajó las bragas y le dio la vuelta. Él se bajó el pantalón y el calzoncillo, su verga erecta se blandía al aire. “Ahora agáchate y chúpamela” –le ordenó Manuel. Lola obedeció como un autómata. Se agachó y se la metió en la boca, aunque le daban arcadas como aquella vez. Empezó a chuparla con desgana, pero Manuel le obligó a ir más rápido sujetando su cabeza y moviéndola adelante y atrás. Al rato acabó en la boca de Lola y la cerró obligándola a tragar todo su semen. Lola casi vomita. El sabor del semen era asqueroso para ella y lo había llegado a saborear un poco antes de tragárselo.

Se levantó mientras Manuel, aun desnudo de cintura para abajo, la miraba sonriente. Se fijó en que su verga goteaba algo de semen. Ahora ya sabía que era el semen y lo había probado a su pesar. En ese momento Josefina se levantó de la mesa y se dirigió a ella. Lola seguía con las bragas bajadas y con su sexo expuesto. Josefina metió un dedo en su sexo y empezó a masturbar a la empleada. “Señora, no puede...” –alcanzó a decir. “No te resistas. Eres nuestra y debes obedecer” –dijo la patrona. No sabía dónde se había metido. ¿Eran un par de pervertidos o qué? Josefina seguía masturbándola. Lola estaba empezando a disfrutar. Parecía que solo una mujer sabía cómo hacer disfrutar a otra. ¿O no? Su tía también había disfrutado con aquel hombre. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza. Quería cerrar los ojos y abandonarse al placer que estaba sintiendo, pero por otro lado le daba miedo. Al final Josefina aceleró el ritmo y le metió dos dedos y Lola no pudo más y acabó. Era primera vez que experimentaba algo así, sentía que su cuerpo temblaba por completo, las sensaciones que para ella eran desconocidas se apoderaban de cada espacio de su ser. “¡Ah, señora, qué rico se siente!” –decía entre esos delirantes gemidos. Cayó sentada en el suelo extasiada. Los dos la miraban de pie. Lola no se levantó al principio. Josefina agarró la verga de su marido y empezó a masturbarlo. En poco tiempo, el volvió a ponerse. Josefina hizo un gesto para que Lola se levantase y esta, no sabiendo cómo, se levantó. Manuel la apoyó contra el fregadero y le levantó la pierna derecha y se la metió. Lola dio un gemido. Manuel comenzó a bombear. Solo que ahora Lola se dejaba coger. No opuso resistencia, ahora lo estaba disfrutando. La verga entraba y salía de ella con fuerza, mientras Josefina los miraba. Al poco, Josefina se acercó y le quitó la blusa y el sujetador, dejando las tetas de Lola al aire. Empezó a sobarlos, mientras su marido seguía metiéndosela. Luego el matrimonio se besó. Lola los miraba todo como si no fuera ella la que estuviera viviendo todo eso. Parecía de locos lo que le estaba pasando y que ella estuviera disfrutando. Pensaba que tal vez, habían echado algo en su café sin que ella se diera cuenta, o que, lo que más temía, es que se estuviera convirtiendo en una puta. Una criada, que ahora era la puta de Manuel y también, porque no decirlo, de su mujer. Siguieron besándose los dos. Un rato más tarde, Manuel volvió acabar. Ambos tenían sus lenguas entrelazadas en ese beso lleno de lujuria cuando Manuel eyaculó dentro de Lola. Al fin todo terminó y Manuel se salió de Lola. Josefina se arregló la ropa y sin decir nada, salieron de la cocina. Lola ya sabía qué hacer, y tras vestirse, limpió el suelo de algunas manchas de semen y sudor que había quedado en él.

Al día siguiente Manuel quiso comprobar que Lola no podía pegarle ninguna enfermedad y mandó a esta al consultorio del doctor Sánchez, un médico de toda confianza. Lola no entendía nada. Ella era virgen y nunca había estado con un hombre. Así que ¿qué enfermedad podía pegarle? Además, si pensaba que podía pegarle algo, ¿por qué no se puso protección? Solo que ella creía que el motivo realmente era otro. Que no quería que se quedase embarazada. Llegó a eso de las 11 a la consulta. Estaba en un bloque grande de oficinas. Llamó al ascensor y subió hasta el séptimo piso. En la puerta había un letrero que decía: José Luis Sánchez. MEDICO DE CABECERA. Tocó el timbre y abrieron. Era el propio doctor. “Tú debes ser Lola, ¿verdad? Toma asiento, enseguida estoy contigo” –le dijo el médico. El doctor volvió a entrar en su oficina. Lola obedeció y ojeó una revista. Se oía a alguien dentro de la consulta. Como diez minutos después, una señora mayor salió y se despidió del doctor. “Ahora podré atenderte” –le dijo de forma amable. Lola se dio cuenta de que el médico echaba el pestillo a la puerta. Entraron en la consulta y Lola pensó que la haría desnudarse y que se la cogería, pero no fue así. Es verdad que la hizo desvestirse, pero no hizo nada sucio con ella. Solo le pasó un palito por sus partes y lo guardó en tu tubo. Examinó también su vagina, pero no vio que el hombre se excitara ni nada por el estilo. Después le pidió que se vistiera y la acompañara a otro cuarto. “La enfermera ha tenido que irse antes, así que te haré yo los análisis de sangre. Tranquila, es solo un pequeño pinchazo y ya hemos terminado” –le dijo el doctor. Tras acabar, el doctor le dijo que esperará en la salita. El doctor llamó por teléfono y habló con alguien. Lola al principio no oía nada, pero más tarde se dio cuenta de que estaba hablando con Manuel. Le decía algo de sífilis y gonorrea y por supuesto, le habló de embarazo, tal y como ella había temido. Terminó la conversación diciendo que le mandaba con ella dos cajas de preservativos para que lo hiciera siempre con protección. El medico estaba al tanto de que Manuel se estaba cogiendo a todas las que habían sido sus criadas. Acabó la llamada y le entregó a Lola dos cajas envueltas en papel que metió en una bolsa de plástico. Eran los preservativos. Se despidió y salió de la consulta.

Para tomar un atajo hasta su casa, bueno donde servía, Lola se metió por el parque de Bicentenario que estaba cerca de allí. Pasó por debajo de un puente y vio a alguien a lo lejos. El corazón se le aceleró, pero se tranquilizó al ver que era Tomás, el jardinero. Se saludaron y pensó que pasaría de largo, pero Tomás se paró. “¡Qué guapa te veo hoy Lola!” –le dijo. Se habían conocido hacia poco tiempo en el pueblo y hasta el día en que llegó, Lola no sabía que trabajan en la misma casa. “Gracias Tomás, aunque no me he arreglado mucho hoy” –le dice Lola con una sonrisa. “Aun así estás muy guapa. ¿Qué llevas ahí?” –le dice Tomás con curiosidad. “Un encargo para Don Manuel” –le respondió. “Anda, déjame verlo” –Dice el jardinero. “No, ¿cómo se te ocurre? Es algo privado” –le dice ella. Le tomó la bolsa y miró dentro. Vio que eran los condones, pero no dijo nada. Siguieron andando y Tomás se quedaba detrás mirando como su culo se iba bamboleando a cada paso. Lola tropezó en una piedra y cayo de bruces en el suelo. Su falda se levantó antes de caer y Tomás pudo ver sus bragas rosas. La ayudó a levantarse. “Gracias” –le dijo ella por ayudarla a ponerse de pie. En ese momento la besó. Lola se resistió, pero Tomás estaba muy excitado, siguió besándola y tocándola. La apoyó contra un árbol. Aunque era temprano, nadie pasaba por allí, por lo que no los verían. La levantó la falda y le bajó las bragas. Acto seguido se bajó el pantalón y los calzoncillos. Rozaba su glande en la vagina de la chica que intentaba zafarse, pero era inútil, la fuerza de Tomás era mayor. Sin darse cuenta la verga del jardinero entró en su vagina. “¿Tú también? ¿Es que no van a dejarme en paz ninguno?” –le pregunta Lola. “El jefe te coge. ¿Por qué no iba yo también a probarte? Siempre te miraba en el pueblo cuando lavabas la ropa en el río, siempre me pusiste muy caliente y me pajeaba a escondidas mirándote” –le dijo jadeando. Aquella vez que te vi desnuda bañándote. Me hice una paja y salpiqué tanto semen que quería ir a buscarte para que lo lamieras del piso” –añadió.

Lola creía que estaba a punto de acabar porque dejó de hablar. Entonces, la sacó, la giró y se la volvió a meter de espaldas. “Tienes un culo divino Lola. Ahora acabaré contigo así” –le dijo Tomás. Lola se agarró al árbol y el jardinero abrió sus nalgas, acomodó su glande en el agujero de la sirvienta y empezó a hundirlo lentamente, el corazón de Lola se aceleró y empezó a gritar, le dolía, era primera vez que le cogían el culo, los alaridos eran tan fuertes que Tomás tuvo que ponerle la mano en la boca para acallarla. Ya estaba claro que la habían convertido en una puta y estaba terminando de aceptarlo. El hombre se lo ensartaba con fuerza, haciendo que la respiración de Lola se agitara, entre más bestial la embestía ella resoplaba por su nariz de manera agitada. Poco a poco esos alaridos que eran ahogados se transformaban en placer, ella no entendía como de un momento el dolor se había ido y ahora lo estaba disfrutando como loca. Tomás siguió cogiéndosela con más fuerza, lo apretado de su culo virgen era solo un vestigio de tiempos pasados, ahora estaba abierto recibiendo verga. Luego de las brutales embestidas, Tomás acabó en el culo de Lola, ella sintió como esa verga explotaba en su interior y palpitaba vaciándose. Tomás no había querido usar uno de los preservativos de su jefe, para que este no castigara a Lola por haber perdido uno de ellos y porque Manuel pensaba que era solo para ella. Tomás se salió de ella. Lola se giró, se subió las bragas y se arregló el vestido. “¿No vas a limpiarme?” –le preguntó el en tono burlón. “Arréglate tu solito” –le respondió Lola. Ella tomó la bolsa con los preservativos. Afortunadamente no se habían perdido, estaban en el suelo junto a ellos y se marchó, dejando a Tomas con la verga al aire ya perdiendo la erección.

Al día siguiente Lola se levantó con otra mentalidad. Necesitaba el trabajo y no podía dejar que la despidieran. Así que aceptó mentalmente lo que le pasaba. Si su jefe quería cogérsela, no le quedaba otro remedio. Si su mujer quería estar presente, pues qué remedio. Si a Tomás, el jardinero también quería cogérsela, no le quedaba otra que aceptarlo. Así llegó la hora del almuerzo. Manuel le dijo que ahora tendría que llevarle la comida a Joaquín, el mecánico que tenían trabajando para ellos. Tenían tanto dinero que disponían de dos coches. Para esa época era mucho. Lola llegó al garaje con la bandeja de la comida. La dejó sobre un bidón que había fuera y llamó a la puerta. Una voz se oyó desde el interior: “Pase, está abierto”. Lola entró en la penumbra del taller, pero no vio a nadie. Joaquín salió de debajo del coche. Llevaba el torso desnudo y manchado de grasa. La visión de este puso nerviosa a Lola, a la que le tembló la bandeja. A punto estuvo de caérsele. Se presentaron y Joaquín se puso una toalla por encima. Charlaron un rato y finalmente se despidieron.

Lola llegó al baño muy caliente. Se sentó en la taza, tras bajarse las bragas y se masturbó con ganas. Estaba muy húmeda. Había aprendido gracias a Josefina como tocarse. La visión de Joaquín la había dejado excitada. Cuando acabó, se relajó. Recuperó la respiración y se quedó sentada en la taza. Nadie la llamó. Pensaba que si alguien iba a obligarla a follar, solo deseaba que se lo hiciese Joaquín. Estaba en esos pensamientos cuando se abrió la puerta del baño, era Josefina que la andaba buscando. “Aquí estás y yo buscándote” –le dice. “Dígame señora, ¿en qué puedo servirle?” –le dice Lola que estaba aún con las bragas en los tobillos. “¿Para qué más podrías servirme? Quiero que te desnudes, te espero en tu cama” –le dice Josefina. Obedeció y se desnudó por completo, cuando salió del baño vio a Josefina en su cama junto a Joaquín, ella le chupaba la verga perversamente, la escena calentó a la chica solo con verla. “No te quedes ahí parada” –le dice Josefina. Lola se acercó y recibió la indicación de su patrona para que le chupe la verga al mecánico, ella obedeció de inmediato. Sin dudarlo se la metió en la boca, lo había aceptado ya, se había convertido en una puta y lo estaba disfrutando, había aprendido de mala forma a chupar verga, pero a la larga ese conocimiento le sirvió para darle placer a Joaquín. Josefina se encargó de lamer la vagina de Lola provocándole inaudibles gemidos de placer, porque su boca estaba llena con la verga de Joaquín. El cuerpo de la joven sirvienta temblaba al sentir como la lengua de esa mujer la recorría por completo. Luego la orden de Josefina fue que Lola recorriera su vagina, ella a pesar de su poca experiencia obedeció, la mujer se tumbó de espaldas y la chica empezó a cumplir la orden recibida, lo hacía pausado pero con la suficiente precisión para que la patrona empezara a gemir, con una mirada a Joaquín acercó su verga a la boca de la jadeante mujer y se la chupó con delirio.

Las sensaciones que experimentaba Lola eran nuevas, placenteras y morbosas, era la primera vez que se encargaba de darle placer a una mujer y lo disfrutaba, vivía cada momento de manera intensa. Josefina estaba al borde del orgasmo y le decía a Lola que no se detuviera, que siguiera con su lengua masajeando su clítoris. Al cabo de unos minutos la mujer estaba como poseída gimiendo y retorciéndose en la cama a punto de estallar, al fin el orgasmo llegó apoderándose de sus sentidos y haciéndola perder del control por completo, su cuerpo temblaba, su vagina expulsaba abundantes fluidos los que fueron sorbidos por la joven sirvienta, degustando el primer orgasmo femenino que le obsequió a una mujer. En medio de los delirios de Josefina, esta le ordena a Lola subirse a horcajadas sobre Joaquín, gustosa obedeció guiada por la calentura que sentía. No hizo más que acomodarse y la verga del mecánico entró sin permiso en su húmeda vagina. “¡Muévete!” –le dice Joaquín. Obediente empezó a moverse lentamente para que su concha se amoldara a esa verga que la poseía, poco a poco aumentó sus movimientos ya haciéndolo de forma armónica, incluso moviéndose de arriba a abajo. De pronto, sintió que algo le penetraba el culo, era Josefina que estaba metiéndole dos dedos y cogiéndole el ano. La sirvienta gemía y jadeaba de placer, su cuerpo estaba totalmente entregado al placer, perdido en la lujuria. Seguía manteniendo esos candentes movimientos mientras era invadida por sus agujeros, una delgada capa de sudor invadía su cuerpo y con sus ojos cerrados decía: “¡Nunca he experimentado esto!”. Ya su cuerpo no podía resistir más y las oleadas de placer golpeaban sus sentidos, empezó a gemir con todas sus fuerzas y se entregó por completo al orgasmo que había invadido su cuerpo. Cayó sobre el pecho de Joaquín intentando buscar un respiro, pero Josefina no lo permitió, le siguió cogiendo morbosamente el culo con sus dedos. Luego de unos minutos aguantando las embestidas que los dedos de la patrona le daban tuvo un momento de alivio, ya que el mecánico anunció que estaba por acabar, lo que dio tiempo a que ambas se pusieran de rodillas en el piso, mientras el hombre se masturbaba para darles a beber su tibio y espeso semen que ambas compartieron, y degustaron como niñas traviesas.

Otro día más había concluido con Lola usada como puta, ella aprendió a lidiar con eso, incluso le gustaba sentirse así, aunque había momentos en la soledad de su habitación que pensaba en lo bajo que había caído todo por la maldita necesidad de contar con un trabajo que en nada le dignificaba pero le generaba grandes sumas de dinero que mandaba a su madre para costear las deudas que había dejado el fallecimiento de su padre y así tener la esperanza de retomar sus estudios.

 

 

Pasiones Prohibidas ®

martes, 27 de agosto de 2024

12. El Gran Danés de mis patrones


Mi nombre es Aurora, tengo 46 años. Les quiero contar algo que nadie sabe pero recordarlo me pone demasiado caliente, ya que es algo que no esperé que sucediera. Estaba sin trabajo desde ya un tiempo. Soy soltera, no tengo hijos, pero eso no quiere decir que en alguna ocasión tuviera algunas aventuras por ahí, pero no podía darme el lujo de salir, mi prioridad era encontrar un trabajo para sustentarme.

Conocí a una persona que fue un salvavidas para mi precaria situación económica, se trataba de un médico que necesitaba a alguien para atender a sus padres, ya que eran mayores. La labor a realizar consistía en que tomaran sus remedios en los horarios indicados, cocinar y preocuparse de los quehaceres de la casa. Cuando me entrevisté con él, me ofreció una remuneración que no pude rechazar, ya que era el triple de lo que ganaba en mi último trabajo. Además, de una habitación con baño privado y otras regalías más en bonos. También me dijo que sus padres no ensuciaban mucho, por lo que las labores de la casa no serían extenuantes, sería más una compañía para ellos. Además, me dijo que tenían un perro que tendría unos 8 años y que se lo habían regalado unos amigos de él cuando estaba soltero y luego se casó, se fue a vivir en un departamento en el centro de la ciudad donde no permiten animales. Entusiasmada acepté la oferta, me dijo que si podía empezar cuánto antes mejor.

Cuando llego a la casa, me recibieron muy bien, no había mucho por hacer, la señora me enseñó la casa y el jardín pero de eso se encarga un jardinero y al fondo tenían un perro enorme, muy alto. Estaba atado durante el día, pero en las noche lo sueltan para que cuide, solo tenía que darle su alimento y agua. Cuando fui a saludarlo se paró y me puso sus patas delantera en mis hombros, su cuello y cabeza me pasaba unos 25 centímetros. Además, está muy gordo, pesaba unos 70 kg más o menos. Era un monstruo.

Después de unos cinco días de trabajar ahí, llamo a su hijo y le digo que su papá tiene vómitos y está descompuesto. Él viene y se lleva a los dos por unos días. Aprovecho para limpiar su cuarto, lavar sus sábanas, cortinas,  todo. Después de un día muy cansador llega la noche, me preparo mi cena, pero antes cierro todo con llave. Luego me baño, estaba desnuda sobre la cama pensando en hacer travesuras y jugar un poco conmigo misma, ya que estaba sola. Me acuerdo que no le había llevado el alimento al perro, me tapé con una toalla y salí para el fondo del jardín a oscuras. Cuando llego estaba sentado observándome, cuando me acerco para agarrar su plato se viene encima de mí queriendo jugar y hace que se me caiga el alimento. “¿Quieres jugar o tienes hambre?” –le pregunto. Me mira con ojos de ternura, acaricié su cabeza y me agachó para levantarlo. Un maldito descuido hace que se me caiga la toalla, ahí estaba, desnuda debajo del perro.

Él automáticamente me monta y quiere cogerme, yo bajo mi culito y el pasa por encima de mí, me agarra fuerte de la cintura y me gruñe para que levanté mi culito; la verdad que eso me estaba calentando mucho me excitaba pensar que pasaría si me dejo coger por este perro. Luego pensé que al ser grande y pesado debe tener una verga grande. He estado con hombres grandes y dotados pero hacía mucho que no tenía una buena cogida, así que no aguanté más y levanté mi culo empezó a atinar meterla en mi culito, creo que no había cogido nunca una perrita, ya que se notaba su poca expertica o tal vez era demasiada calentura que lo desesperaba. Le agarré la verga para guiarla hacia mi vagina, cuando la toqué era algo grueso, no sentí espanto, más bien calentura, quería sentir esa verga metiéndose completa en mi vagina húmeda. Apenas entró la puntita se fue hasta el fondo porque abrió de golpe mi vagina, me tuve que acomodar y abrir más mis nalgas para que no me doliera, me estaba volviendo loca. Me la estaba metiendo como nunca antes me la habían metido, era impresionante la manera bestial en que se movía. Bueno, convengamos que era una bestia pero también la primera vez de ambos. Sentía como su verga grande y gruesa me penetraba y crecía más en mi interior, me tocaba el fondo y eso me gustaba mucho. Estaba tan caliente al ser clavada en la oscuridad por ese exquisito animal. eso nunca lo pensé, ni en más morbosas fantasías.

Además, sabía que no podía gritar, ya que eso alertaría a los vecinos chismosos y creo que no seria un lindo espectáculo para ellos, aunque para mí era un delicioso placer. Estaba teniendo un orgasmo tan grande que no lo podía expresar, solo cerraba mis ojos y clavaba mis uñas en el pasto cuando siento que me viene otro orgasmo y en ese momento me mete su bola que se resbala de golpe dentro mío, eso me termina de llenar de placer y lujuria; me sentía toda una perra complaciendo a un macho tan caliente como yo. Me aprieta muy fuerte y siento algo caliente dentro mío, me llegó un chorro de semen canino y luego otro y otro. Se queda quieto un ratito, luego trata de sacarla, le costó un poco pero salió todo, mi vagina sonó como una botella descorchándose, fue exquisito. No pude ver su pija esa noche por la oscuridad, pero como me gustó mucho esa brutalidad con la que impuso que él era el macho y yo su perra. Sabía que íbamos a estar solos varios días, por lo que me aguanté ver el tamaño de su verga esa noche pero sí que la sentí. Le acomodé el alimento y agua, acaricié su cabeza y le dije: “Ahora eres un macho de verdad. Te has comportado como un buen chico”.

Me fui a bañar, ya que todavía salía algo de su semen de mi conchita que estaba abierta por la cogida que había recibido. Comí algo, apagué las luce y me acosté. En la cama pensaba en lo que había pasado, no lo busqué solo se dio, recordar sus embestidassuego me fui a bañar me lave mi conchita que todavía estaba un poco abierta, me salía su semen de adentro, comí algo, apagué las luces y me dormí hasta el otro día.

Cuando desperté era cerca del mediodía, me levanté desnuda tal como había dormido. Me paré en la puerta del patio para ver a mi amante perruno. Estaba dando vueltas por jardín jugando con una pelota. Se veía tan inocente, pero sabía que era un maldito degenerado. Ahora con la luz del día tendría la oportunidad de observar su verga y coger otra vez. Lo llamé y enseguida se acercó, sabía muy bien dónde ir, ya que apegó su hocico a mi vagina, deslizando su lengua de forma perversa. “¡Uy, tú sí que eres caliente!” –le dije. Lo tomé de la correa y lo llevé a la sala. Me tiré en el piso y abrí mis piernas, sin dudarlo ese hermoso animal invadió mi vagina con su lengua. “¡Ah, qué rico lo haces!” –le decía entre gemidos. Su inmensa lengua recorría por completo mi vagina y mi culo, lo hacía de una manera tan exquisita que me tenía gimiendo como loca en la sala. Fueron interminables los orgasmos que me regaló ese pervertido animal. Quería que me cogiera, pero también quería ver su verga y chupársela, ya que anoche me quedé con las ganas. Como pude me senté, él se acercó como si supiera que ahora era su turno. Metí mi mano toqué aquella funda que esconde ese exquisito aparato de placer. Lo masturbé hasta que su verga salió en su esplendor, deliciosamente grande, gruesa y emanaba tibios fluidos. Sentí hambre de meterla en mi boca y no dudé. Se la chupé lento, con calma para acostumbrarme a su tamaño y sabor, era la primera vez que se la chupaba a un animal, pero mi calentura era tan desmedida que solo disfruté cada segundo.

Estaba tan caliente que me puse en cuatro, le dije al animal: “¡Hazme tu perra otra vez! ¡Métemela bien duro, hazme gritar!”. No pasó ni un minuto y me tenía tomada de las caderas. Estaba con esos movimientos salvajes cuando la clavó en mi vagina. Se sentía tan rica esa verga invadiendo mi intimidad, que gemía y gritaba tan perversamente que no me importó si alguien me escuchaba. “¡Eso, dame duro!” –le decía entre gemidos. Sentí como su bola se metió y me arrancó un grito tan lleno de lujuria que caí exhausta. Quedamos pegados culo con culo. Me sentía tan perra que jadeaba de placer, su verga me encantaba y me tenía presa mi conchita. Uno a uno los orgasmos fueron llegando, dejándome casi tendida en el piso, sentía su verga palpitando en mi interior dejando chorros de semen. “¡Oh, sí, llena mi concha con tu semen cosita rica!” –le decía. Cuando salió la verga de mi vagina, el semen escurrió cayendo al piso y como buena perra lo lamí hasta no dejar rastro. Al verlo lamerse después de la cogida que me había dado, sentí la necesidad de chupársela una vez más, así que casi arrastrándome me puso a su lado chupándosela como loca. “¡Soy tu perrita sucia!” –le decía y engullía su verga completa. El muy hijo de puta acabó en mi boca, dándome su semen, el cual tragué completo.

Nuestros días eran así, empezábamos el día cogiendo, seguíamos por la tarde y en la noche ya estaba metido en mi cama. Me sentía plena, mi concha no tenía descanso, en mi vida había cogido tanto como el tiempo en la casa de mis patrones con ese perro pervertido. Incluso llegué a pensar en que a la mamá del doctor le hacia las mismas travesuras que a mí, porque sabía muy bien cómo hacer su trabajo de macho.

El papá del doctor no pudo salir de su gravedad y falleció a las dos semanas, el joven me dijo que la casa se iba a vender y por obvias razones iban a tener que prescindir de mis servicios, ya que su madre iría a un asilo, pero que me iba a pagar la indemnización de un año de trabajo. Él llegó con su esposa, una joven rubia, flaquita, muy blanca, de sobre 1.70 de altura. Andaba recorriendo la casa y me preguntó por el perro, le dije que está en el jardín del fondo. Luego su esposo me lleva al estudio para pagarme la indemnización. Todo estaba en regla y me dice: “Es una lástima dejarte ir Aurora, pero la vida es así”. “Pierda usted cuidado, hay cosas que son inevitables” –le digo mirándolo a los ojos. “Tienes razón. Gracias por todo lo que has hecho, pero no puedo dejar que te vayas sin darte un extra” –me dice. Se pone de pie y se pone delante del escritorio. Lo miro expectante, él me mira y sonríe. “Esto tendríamos que haberlo hecho antes” –me dice. Sé muy bien a lo que se refiere, me puse de rodillas ante él y bajé el cierre de su pantalón, meto mi mano y saco su verga, estaba dura. Sin pensarlo dos veces me la meto en la boca y se la empiezo a chupar, él apoya sus manos en el escritorio disfrutando de la mamada que le estaba dando. “¡Aurora, eres toda una puta!” –me dice. “Así es señor, lo soy” –le respondo. Seguí comiéndome su verga con lujuria. Por varios minutos. Me hace que me ponga de pie y me apoya en el escritorio, bajó mi pantalón y mis bragas, de una sola embestida la metió por culo. “¡Oh, qué rico!” –le digo. “¡Tienes el culito apretado!” –me dice. Se toma de mis caderas y empieza a moverse tan perversamente como lo hace su perro, mi culo era invadido con fuerza, yo no ponía ningún tipo de resistencia, al contrario quería se vaciara en mi culo. Seguía sus movimientos haciendo más intenso el momento. “¡Déjeme el culo abierto doctor!” –le decía gimiendo y bufando. Sentí cuando eyaculó y mi culo se llenó de su semen. “¡Ha sido exquisito Aurora!” –me dice. Nos arreglamos y salimos del estudio.

Va donde su esposa y le dice que debe salir y que lo espere, ya que algo sucedió en el hospital. Terminé de empacar mis cosas y voy a avisarle a la señora que me retiro, ella jugaba con el perro que estaba amarrado. “Suéltelo, es un buen chico, no hace desorden” –le digo. Antes de salir me percato que había olvidado unos documentos, me devolví en silencio cuando escucho gritos y risas. Voy a la puerta del patio, ella estaba en el pasto sentada y el perro insistía en meter su hocico debajo de su falda, hasta que lo logró y pudo meter su lengua en la conchita de la señora, ella se quedó quieta y abrió sus piernas, hizo a un lado su tanga y la lengua de ese peludo amante la recorrió por completo. Sentía un placer enorme, se podía ver en su rostro. Miró por la ventana pero no pudo verme cortina, entonces ella se quitó las bragas y su falda, quedó desnuda de la cintura para abajo. Yo estaba caliente mirando la escena, metí mi mano entre mi ropa interior, estaba húmeda, me empecé a masturbar suavemente viéndolos. El perro estaba quieto como esperando que se acomodara y así fue, ella buscó un almohadón para centrarse y abrir las piernas, pero el animal quería otra cosa y con sus patas delanteras la quería dar vuelta hasta que lo logró, cuando ella cae y trata de levantarse, la toma de la cintura y trata de clavarla; ella piensa que es esa verguita colorada y finita que muestra al principio. Seguí en mi escondite viéndolos, esta vez me masturbaba frenéticamente y ponía una mano en mi boca para no ser descubierta, aun sentía el culo abierto por la follada que me había dado su esposo de despedida, y la escena que tenia ante mis ojos me calentaba mucho más. Entonces ella levanta su culo, se acomoda y se queda quietita, hasta que el animal logra acertar su conchita y de un empujón le mete casi todo; ella suelta un grito, trata de escaparse pero es imposible. Él la tiene ensartada con su enorme verga que cada vez crece y crece dentro suyo, sus embestidas hacen que sienta dolor pero también mucho placer porque su vagina se va acomodando a su grosor y eso hace que ella abra más sus nalgas y sus piernas gozando de una caliente, mojada y  enorme  verga canina.

Cierra sus ojos, se entrega un poco y saca dentro suyo esa hembra en celo que toda mujer tenemos y se dedica a gozar del morbo que le provoca esa situación y la excitación que en ese momento tiene. Yo estaba casi a punto de acabar, así que seguí con mi tarea de darme placer siendo una zorra voyerista. Él sigue moviéndose hasta que de repente le mete su bola, ella grita pero está vez creo que fue de placer, en ese momento el animal la aprieta muy fuerte y derrama dentro suyo un manantial de semen, ella con su cabeza mirando el piso y su cadera levantada y abiertas con sus ojos llenos de lágrimas y su cuerpo de sudor y pelos de su macho se da por vencida y se deja hacer todo lo que él quiera. Se quedan pegados unos minutos luego él animal logra sacar su verga dentro de ella y siente que cae un chorro de semen y otras cosas por sus piernas. Trata de levantarse, pero es en vano, su cuerpo no responde, el perro al verla así sigue lamiéndole la concha. En ese momento yo me retiro de la casa sin hacer ruido.

 

 

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domingo, 25 de agosto de 2024

11. El Rey

 

Ricardo contaba con 20 años de edad y desde hace un mes, tras la muerte de su padre el rey, contaba con poder absoluto. No se había casado, ni de momento, había encontrado mujer de la que enamorarse. Era bien sabida la fama de casanova que tenía el joven rey, ya que a pesar de su corta edad ya había tenido barias mujeres. Todas hermosas, sumisas, dispuestas a obedecer. Al principio, aquello había sido excitante, como toda primera vez, pero pronto tanta facilidad comenzó a cansarle. Las muchachas venían a su encuentro, lo buscaban e incluso se le ofrecían de manera descarada. Después de todo él tenía dinero y poder, y esas mujerzuelas estaban usándolo.

La aprobación como monarca a los pocos meses de haber asumido el reino ya no era la misma, la gente se daba cuenta de sus gastos excesivos y del alza indiscriminada de impuestos para compensar su vida llena de lujos, excesos y mujeres. Incluso los más allegados a él le hacían ver que pronto se podría formar una revuelta en el pueblo, por la manera en que estaba reinando. “Soy el rey. Mi palabra es ley y no tengo a nadie en este mundo a quien rendir cuentas. Si este puñado de campesinos no están conformes con lo que tienen, pues, que se les quite lo que tiene y que sea ejecutado” –dijo con soberbia. “Se hará como usted diga Su Majestad” –respondieron los consejeros reales ante las palabras del rey. Una mañana caminando por los jardines del palacio sonrió con satisfacción y mandó a buscar al escribano real para que redactara un edicto: “Yo, Ricardo, vuestro rey, anuncio que a partir de ahora toda mujer que se acerque a mí, llevada por un interés diferente al amor, será castigada. Ningún hombre o mujer osarán atraer mi atención con ánimo de engañarme o aprovecharse de la situación” –rezaba el edicto. Los consejeros y su madre le hablaron del desatino de semejante escrito. Necesitaba una esposa que le diera herederos, pero él les ignoró con amenazas. “¿A caso olvidáis que soy yo el rey? No me hagáis enojar, ya que pagareis las consecuencias de vuestra falta de respeto” –les dijo amenazantes.

A pesar del temor de las doncellas, algunos nobles no dudaron en seguir ofreciendo a sus hijas, lo que en cierta forma complacía al rey, pero al ver que solo era por el interés de conseguir algún favor de parte de la corona, las doncellas eran encerradas en las mazmorras del palacio después de ser usadas por él y sometida a las crueles torturas por parte del verdugo real. Ricardo observaba con detenimiento como eran azotadas e incluso ultrajadas salvajemente por los carceleros. Ser testigo privilegiado de aquellas dantescas escenas para él resultaba en un placer delirante que lo hacía perder el control de sus emociones y lo llevaba a unirse a tales flagelos con el fin de obtener placer. Una noche, en el comedor real, una de las doncellas que estaba sirviendo en la mesa, involuntariamente lo miró. El rey al darse cuenta de esto, golpea la mesa y se levanta de la silla gritando: “¿Me habéis mirado?” –preguntó dirigiéndose a una chica de cabello largo. “Señor, yo…” –musitó con nerviosismo la joven. “¿Cómo os llamáis?” –le preguntó con odio en sus palabras. “Claudia, Su Majestad” –respondió la asustada joven. “¿Por qué me miráis? ¿Me deseáis acaso?” –pregunta Ricardo ofuscado. “Yo, mi Señor, no era mi intención…” –dijo la muchacha, para después guardar silencio. “Además, sois una cobarde. ¡Guardias prendedla y dadle doce azotes!” –ordenó con odio el rey. “Su Majestad, ¿la llevamos a las mazmorras?” –preguntó uno de los guardias. “No, atadla a la viga del techo y castigadla aquí mismo en mi presencia” –le ordenó.

Uno de los guardias corrió en busca de una cuerda y un látigo, la orden del rey debía ser cumplida tal como él lo demandaba. “Señor, por favor, perdonadme si os he ofendido” –suplicaba la criada. El rey se acercó y la abofeteó, obligándola a guardar silencio. “No os he dicho que habléis. Callad o haré que os corten la lengua” –sentenció el rey. El silencio entre los comensales era sepulcral, no daban crédito a lo que veían y oían. Jamás llegaron a pensar en lo despiadado que sería el rey con tal de que su palabra se cumpliera. El guardia regresó con la cuerda y el látigo, y con ayuda de su compañero ató las muñecas de la mujer, pasando la cuerda por la viga, levantó los brazos de la víctima hasta que su cuerpo quedó casi suspendido. Luego, tirando del vestido, lo rasgó desnudando a la muchacha de cintura para arriba. Las tetas colgaban de manera sensual, haciendo que la escena se llenara de morbo. El rey se acercó y mientras le miraba a los ojos tomó uno de los pezones de la desventurada criada, y apretó. “Su Majestad, me duele” –dijo la chica después de dar un grito de dolor y  con lágrimas en los ojos por la súbita agresión. Ricardo sonrió de manera perversa y ordenó: “¡Empezad!”. Uno de los guardias colocó el cabello de la joven sobre su hombro dejando el camino libre. El guardia que sostenía el látigo se tomó unos segundos para calibrar la distancia y descargó el primer azote en la espalda de la mujer. “¡Ay!” –gritó la mujer mientras se retorcía de dolor. “Dos” –dijo golpeando de nuevo. Cada diez segundos el cuero mordía a espalda de la víctima indefensa, haciendo que se retorciera de dolor.

Cada diez segundos el cuero mordía la espalda de la víctima indefensa haciéndola retorcerse de dolor. Uno a uno los latigazos dejaban marcas en su piel. De pronto, el guardia dijo: “Nueve”. La tortura ya estaba llegando al final. Claudia jadeaba y sollozaba por el dolor, su cuerpo era cubierto por el sudor, haciendo que sus heridas ardieran mucho más. “¡Por favor, parad!” –rogó la chica sollozando. El rey levantó la mano y el guardia se detuvo. “¿Crees que voy a parar? Soy el que manda y mi palabra es ley” –dijo Ricardo con desprecio. La muchacha, con la cara llena de lágrimas, se disculpó. Entendió en ese momento que la libertad de su cuerpo había sido quitada y estaba sometida a la voluntad de un hombre que haría cualquier cosa por ser respetado por aquellos detractores que deseaban verlo caer. “¡Desnudadla por completo!” –ordenó el rey. El guardia obedeció a su rey y le quitó el vestido dejándola desnuda ante los presentes. Ricardo contempló el culo de la joven, que había sido bien disimulado por la ropa ancha que vestía. Aquello lo excitaba y despertaba la perversión. “Claudia, tenéis un culo demasiado bonito. Seguro que habéis atraído a más de un indefenso varón con él” –decía el lascivo monarca mientras acariciaba las nalgas de la chica. “Mi Señor, ¡por favor! ¡Tenga piedad!” –gimoteó la humillada joven. Lejos de mostrar piedad, el excitado rey siguió con el perverso recorrido de sus manos en las nalgas de Claudia, incluso su dedo medio jugaba en el agujero de la muchacha, haciéndola llorar y suplicar con más fuerza. “¡Seguid! ¡Azotad su culo!” –ordenó Ricardo. La mujer intentó contraer sus nalgas para mitigar el escozor, mientras recibía el impacto del látigo. Por más que lo intentaba cada golpe era más intenso. “¡Diez!” –gritó el guardia. Sin tiempo de recuperarse llegó el nuevo azote. “¡Once!” –se escuchó.

Claudia, ante el dolor de los azotes tembló y perdió el control del esfínter, orinándose encima. “¡Sois una sucia mujerzuela!” –le dice el rey viendo como la orina corre por los muslos de la chica haciendo un charco en el piso. A las lágrimas de dolor se unió la vergüenza, la muchacha no podía articular palabra. “¡Doce!” –se escuchó por el comedor, lo que significó en los presentes en final de aquel dantesco espectáculo. El látigo dejó una última marca roja en los glúteos, incluso con hilos de sangre. Claudia no sabía que el sadismo del rey iba mucho más allá de unos simples azotes. Mandó que la desataran, ella cayó al piso sin fuerzas. El rey se acercó a la mujer y le dijo: “¡Miradme!”. La muchacha, casi sin fuerzas lo miró. “Siento haberos ofendido Señor, no era mi intención” –le dice Claudia, buscando un poco de bondad en el corazón del rey, sin encontrarla. Mandó que quienes estaban con él en el comedor fueran sacados y que llevaran a Claudia a sus aposentos, aún no había terminado con ella. La gente fue retirada por los guardias reales y sacadas del palacio, Claudia era atada y conducida a los aposentos del rey. Por más que lloraba y suplicaba no era escuchada por esos hombres, ellos obedecían solo la voz del monarca y de nadie más. El rey no perdió el tiempo, se iba deleitando en las magulladas nalgas de la chica, cuando llegaron a su habitación, les dice a los guardias que la desaten y que cierren la puerta. La puerta se cerró y dos de los guardias se quedaron como centinelas, uno a cada lado para proteger la integridad del rey. Doncella y monarca, a solas, guardaron silencio. Ricardo le señaló la cama, la mujer le observó con algo de temor, pero no tenía más remedio que obedecer. “Acostaos boca abajo” –ordenó el rey. La recién azotada obedeció y su cuerpo desnudo, con marcas quedó expuesto sobre la cama real. “¡Sois una mujerzuela!” –le dice Ricardo. “Mi Señor, no soy de ese tipo de mujeres, no fue mi intención que usted pensara eso, solo fue un reflejo el mirarlo, pero no lo hice de ninguna otra forma” –se excusó la chica. “Eso lo dices ahora, pero en tus ojos se notaba la lujuria” –le dice el rey. “Mi Señor, usted es el rey, su palabra es ley, por lo que acepto lo que usted dice, aunque en el fondo de mi ser yo sé la verdad” –le dice Claudia. “¡Callad mujerzuela!” –dijo el rey y empezó a acariciar las nalgas de la criada, una mezcla de dolor y repulsión recorrió el cuerpo de Claudia. “Sois una atrevida, ¿te atrevéis a cuestionar mis palabras?” –dice el rey. La mujer solo guardó silencio y dejó que el morboso rey siguiera tocándola con libertad.

Ahora el rey ebrio de lujuria la metió sus manos por debajo de su abdomen y levantó las caderas de Claudia. Ahora su culo y su vagina están expuestos a los morbosos deseos de ese monarca sediento de lujuria. Sin pensarlo dos veces, Ricardo metió uno de sus dedos en la vagina de la muchacha, la que se retorció por un intenso dolor. “Por favor Su Majestad, no me haga este mal. Azóteme hasta que ya no me pueda mover, pero no me haga sentir como la más sucias de las mujerzuelas del reino” –le dice entre sollozos Claudia. El rey se rio de la consternación de la criada y siguió con esa intrusión no deseada, incluyendo otro de sus dedos, lo que hizo más intenso el dolor de la muchacha. Ricardo se quitó la ropa y se colocó detrás de Claudia, se tomó de las turgentes caderas de la chica y sin decir nada la embistió con fuerza. Un grito agónico de la chica salió de sus labios y el rey solo se rio del dolor que sentía la muchacha en ese momento. “Las mujerzuelas del reino gritan y gimen cuando son cogidas, y tú estás demostrando que eres una más de ellas” –le dice con desprecio el rey. Entre más luchaba Claudia, más salvaje eran las embestidas del rey, el cuerpo de la chica se deslizaba encima de la cama en un vaivén delirante, sus tetas se arrastraban sobre la ropa de cama y ya pronto ese dolor del principio se transformaba en placer, los alaridos que salían de su boca ya no eran de dolor, sino que transformaron en jadeos de lujuria y deseo.

Claudia no sabía si era resignación o de verdad estaba disfrutando de como el morboso rey se la cogía, cerraba sus ojos y sentía como el miembro del monarca invadía su vagina. Era tanto el placer que se mezclaba con el dolor de sus nalgas maltratadas, lo que hacía más intensa la forma en que Ricardo se la metía. Sin darse cuenta Claudia seguía el ritmo de las frenéticas embestidas de Ricardo, quien con más fuerza se aferraba a sus caderas y empujaba con fuerza. La saliva escurria por la boca de la chica y sus jadeos se escuchaban hasta el pasillo donde estaba la guardia real custodiando la privacidad del rey, era como si la muchacha inocente y timorata haya quedado atrás, para darle paso a la más sucia de las mujerzuelas del reino. “¡Por favor mi Señor! Ah, me gusta como lo hace” –le decía ella ahora ya entregada por completo a los perversos demonios del monarca. El rey la nalgueaba, lo que provocaba un escozor delicioso en sus nalgas. “¡Sigue moviéndote sucia mujerzuela!” –dice el rey, mientras la chica seguía el ritmo despiadado y lujurioso de ese joven hombre que la poseía por completo. Ambos estaban entregados a los brazos del deseo y la perversión, no fue problema para Ricardo acomodar su verga en el ano de Claudia y meterla despacio. Al sentir esa ruin invasión, la muchacha dio un alarido que no detuvo al rey, sino que lo hizo seguir esa pervertida faena. Cuando el rey tuvo entera la verga dentro del culo de la muchacha, empezó a moverse suavemente, para luego ir aumentando la intensidad. “¡Me duele mi Señor!” –decía Claudia, pero aguantó ese dolor hasta que lo disfrutó por completo. La respiración del rey se hacía más agitada y se unía a los jadeos incesantes de Claudia. “¡Ah, mi Señor! ¡Me tiene vuelta loca de placer!” –decía entre jadeos la muchacha. Ricardo incrementaba el vigor de sus embestidas al punto de bufar como un semental en celo. Claudia se retorcía del placer, su culo se dilataba en cada embestida, ya la verga del rey no tenía obstáculos para entrar y salir con facilidad, eso enloquecía al monarca, ver como la simple criada le estaba dando tanto placer con su agujero más estrecho.

Ambos estaban al borde del colapso placentero, la primera en ceder fue Claudia, quien entre gemidos y gritos se entregó al más prohibido de los placeres. A los siguientes minutos, el rey estaba eyaculando en el culo de Claudia, en ese momento fue como si sus fuerzas lo abandonaron y acabó con fuerza, quedando exhausto y rendido en la espalda de aquella criada. Los jadeos del monarca eran agónicos, tal como los de Claudia. Una vez terminado el pecaminoso acto, el rey llamó a sus guardias apostados en la puerta, ordenaron que llevaran a Claudia a las mazmorras y la pusieran en el cepo. Los guardias hicieron tal como se les había mandado, exhibiendo el abusado y magullado cuerpo de la doncella. Al llegar, el verdugo la puso en el cepo, quedando atrapada de manos y cuello, de igual forma puso un par de grilletes en sus tobillos, quedando inmovilizada por completo. El cansancio hacia que sus piernas temblaran y sus ojos se cerraran, pero el carcelero no le daría el placer de dormir, cada vez que pasaba por el lado de la chica él azotaba sus nalgas con una delgada vara que la quemaba como un trozo de hierro al rojo vivo. A la mañana siguiente el rey bajo hasta las mazmorras del palacio para ver si su orden se había cumplido. Al observar el estado de Claudia en el cepo y las nuevas marcas que sus nalgas tenían sonrió satisfecho. “¿Veo que has estado cómoda?” –preguntó el rey con sarcasmo. La muchacha guardó silencio, su cabeza estaba mirando al piso. Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de lujurioso y pervertido rey, sin siquiera dudarlo poseyó su culo con la fuerza de un animal en brama. En medio de los gritos de dolor de Claudia se escuchan las risas burlonas de los guardias que observaban el espectáculo. El morboso monarca se aferraba con fuerzas de las caderas de la chica y la embestía con fuerza, no importaban las suplicas de la muchacha ni la lujuriosa mirada de los guardias, solo le importaba saciar su voraz apetito sexual con la desventurada muchacha.

Las piernas de Claudia temblaban pero ella se intentaba mantener firme, no quería demostrar debilidad, aunque sus gritos demostraban lo vulnerable que era ante aquel hombre que había decidido tomarla por la fuerza. Al fin el rey sintió que su semen se descargó en el ano de su presa y soltó un suspiro de alivio. Dio instrucciones al verdugo de dejarla en cepo por unas horas más, después que la llevaran a sus aposentos. La orden se cumplió al pie de la letra, fue llevada a los aposentos del rey, donde era esperada por una de las doncellas, encima de la cama había un pomposo vestido con el que fue vestida y presentada ante el rey. Al verla Ricardo sonrió con lujuria y dijo: “Desde hoy serás mi consorte real. Te usaré cuando yo quiera y de la manera que quiera”. Claudia bajó su mirada y asintió, sabía que no podía negarse ante tal proclamación, así que con resignación aceptó. Ricardo entregó una lista de condiciones, en las que se incluían ser castigada en caso de que él estimara que lo había desobedecido, atarla con cuerdas y cadenas, también ser azotada con varas y látigos. También, Claudia no podía negarse a ser cogida de todas las formas que el rey deseara, siempre debía estar dispuesta a complacerlo. Despues de entregar sus condiciones, hizo que la muchacha se arrodillara ante él, lo que Claudia hizo. “¿Estás de acuerdo?” –preguntó, aunque era una pregunta que tenía una sola respuesta. La muchacha dijo: “Sí, Su majestad”.

Los testigos de esa forzosa entrega aplaudieron y gritaron de júbilo en el palacio. Hubieron días de fiesta en el reino, muchos se los nobles se aprovecharon de muchas de las doncellas, más que fiesta fue una orgia desencadenada en pos de ese morbo que corría por las venas del monarca. Ya han pasado un par de años desde ese día y Ricardo sigue reinando, a su lado sigue Claudia como su esclava sexual y reina consorte, la que ya se había acostumbrado a esa vida y a los lujos que tenía acceso por ser una mujerzuela complaciente.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

viernes, 23 de agosto de 2024

10. La visita de Ana y su hijo


Hola me llamo María y escribo este relato por orden de mi Amo Cesar. Hace años que he entrado en los sesenta soy madre de 5 hijos, 3 chicos y dos chicas, que ya no viven conmigo, solo estamos mi marido y yo, vivimos en un pequeño pueblo cercano a la ciudad de Talca, Chile. Mi vida transcurría con normalidad, hasta que este noviembre algo la cambió para siempre.

Era un sábado por la mañana del mes de noviembre, mi marido estaba en el campo, es agricultor, y yo realizando las labores de la casa, cuando vi que un auto se paraba en la puerta de la casa de enfrente propiedad de Ana. Ella es una amiga mía de infancia, la mediada de tres hermanas, que vivieron en el pueblo, luego a su padre que era ferroviario le trasladaron a otro lugar, pero conservaron la casa donde venían de vez en cuando y en vacaciones, cuando sus padres murieron Ana conservó la casa, pero sus visitas eran muy ocasionales de hecho llevaba varios años sin venir. Así que movida por la curiosidad salí a ver y comprobé que efectivamente era Ana, con uno de sus hijos que era quien conducía, se bajaron y salí a su encuentro, la saludé muy efusivamente y comenzamos a charlar, primero me presentó a su hijo Claudio, bueno conozco a los tres hijos de Ana desde que eran unos niños, pero poco a poco dejaron de venir y nos les había vuelto a ver,

Ana, aunque como yo ha entrado en los sesenta me pareció atractiva, me encantó su sonrisa parecía feliz, cosa que me extrañó dado que su marido no me parecía el hombre apropiado para hacer feliz a una mujer, bueno el mío tampoco. Después del saludo efusivo y la charla, tuve la impresión de que, aunque le había gustado verme, mi presencia le molestaba. Me comentó que su idea era limpiar la casa y a partir del mes de diciembre venirse a pasar el verano para estar más fresquita que en Santiago; su marido había decidido no venir, casi me alegre. Casi no les volví a ver el fin de semana supuse que habían estado muy ocupados, la casa después de varios años sin ocupar debería de tener mucho polvo.

A la semana siguiente, casi a la misma hora otro coche paro enfrente de la casa de Ana, si era otra vez mi amiga, pero en esta ocasión iba con otro jovencito supuse que era otro de sus hijos, me lo presentó como Cesar, su hijo mediano, como su hermano su cambio había sido espectacular, debo decir que se mostró conmigo mucho más efusivo que su hermano, me abrazó y me beso cerca de las mejillas incluso llegue a sentir la rozadura de su polla. Me iba a marchar para dejarles trabajar cuando Cesar sin consultar a su madre, me ofreció ir esa tarde a tomar un café para celebrar nuestro reencuentro y hablar de los viejos tiempos, me dio la impresión de que a Ana lo le hacía, pero él insistió, Finalmente acepté, aunque le avise que no sabía si mi marido podría estar, puesto que estaba muy liado con las cosas del campo. Cesar rio y de una forma sarcástica dijo: “Si él no puede venir que le vamos a hacer, pero tú ven”.

Pasé el resto de la mañana haciendo las cosas de la casa, cuando a la hora de la comida le conté a mi marido la invitación, como yo esperaba, dijo que estaba muy ocupado con el trabajo del campo. Cuando llegó la hora me arreglé un poco, aunque nada espectacular y fui a la casa de enfrente, llamé y Cesar salió a abrirme, llevaba puesto un pantalón corto y llevaba su pecho descubierto, se me excusó diciendo: “Con este calor es lo más cómodo, además para limpiar se suda”. Me pareció un hombre muy atractivo, mucho más joven y con mejor cuerpo que mi marido, muy lejos del niño y adolescente que había conocido. Me besó otra vez en la mejilla, pero muy cerca de los labios y me invitó a pasar. Cuando cerró la puerta me abrazó con ganas poniendo sus manos cerca de mi culo, tuve la impresión de que quería algo conmigo, aunque de otro lado me pareció una locura, yo era una sesentona que podía ser su madre, me dijo: “¡Que sexy estás María, incluso más que cuando eras joven!”. Me sentí halagada por el piropo que acababa de recibir, sobre todo viniendo de un joven tan atractivo. Solo atiné a darle las gracias, ya que mi voz apenas salió.

Me llevó al salón, a Ana no se la veía por ninguna parte, cosa que me extrañó, le pregunté y me dijo que había salido y que pronto volvería, me resultó raro porque no a había visto, eso que mi casa y la de ellos están enfrente, pero ¿Por qué iba a mentirme? Había cosas para picar, me ofreció sentarme y fue a buscarme una cerveza, trajo otra para él, se colocó a mi lado brindamos y me volvió a abrazarme y comenzó a decirme: “No sabes la alegría que me da verte”. Luego para mi sorpresa, mientras me tenía abrazada añadió: “Veo que conservas ese culito tan precioso, no sabes la cantidad de pajas que me he hecho estos años pensando en ti”.

No lo podía creer, por un lado sus palabras me horrorizaron, pero a la vez me excitaron como hacía años que no me excitaba. Acercó su boca a mi boca y me dio un beso salvaje y apasionado, que yo respondí pese a mi voluntad, me tumbó en el sofá salvajemente subió mi falda hasta la cintura y agarrando mis bragas, simplemente las arrancó, se bajó los pantalones se colocó encima de mí y con una fuerza increíble introdujo su verga en mi interior, no recuerdo el tiempo en que no sentía nada igual, los polvos con mi parido se habían ido espaciando y convirtiéndose en algo monótono. Quizá eso, quizá la sensación de ser penetrada por un chico mucho menor que yo me provocó una serie de orgasmos increíbles, finalmente acabó y lo hizo dentro de mí, llenándome la vagina de semen. Cuando le pregunte donde podía limpiarme me dijo: “No Zorra, sigue así esto solo está empezando, ya te bañaras cuando yo te lo ordene y no te preocupes por tus bragas baratas, a partir de hoy solo te pondrás alguna vez cuando yo te lo ordene, de la lencería cara, no estas bragas de mercado barato”. Se subió el bóxer y los pantalones, después de dijo con una sonrisa endemoniada: “Levántate, vamos al dormitorio, allí lo haremos mejor”.

Tomándome de la mano subimos escaleras arriba hacia el dormitorio, Cesar abrió la puerta a la que entré me llevé una enorme sorpresa, tumbada en la cama completamente desnuda y con las piernas abiertas, dejando ver su vagina en profundidad se encontraba mi amiga Ana. Cesar notó mi cara de sorpresa y una fuerte carcajada salió de su boca y dijo: “¿Pensabas que tu amiga Ana era una mujer tranquila, buena ama de casa y esposa fiel? Pues, es aún más zorra que tú y se folla sus tres hijos y a alguno de sus sobrinos, pero su macho alfa soy yo y a ti te va a pasar lo mismo: Yo seré tu macho alfa. Ahora desnúdate puta”. Yo obedecí y poco a poco me quité la blusa la falda, el sujetador hasta quedarme desnuda, mientras mi macho se había sentado en la cama, me ordenó acercarme y cuando estuve a su lado nos dijo a Ana y a mí: “Zorras desnúdenme”.

Ana y yo fuimos muy obedientes entre las dos le bajamos sus pantalones y su bóxer quedando al aire su divina verga, que tras el polvo que me había echado estaba otra vez dura, se tumbó en la cama al lado de su madre y me ordenó ponerme a su otro lado, las dos estábamos abrazadas a nuestro macho alfa, estuvo un rato así y luego dirigiéndose a Ana la dijo: “Tu amiga está llena del semen de tu hijo, eso no está bien, límpiaselo con tu lengua”. Ana trató de replicar: “Pero cariño yo no soy lesbiana”. Él le respondió con su tono de voz alto: “Tú eres una puta, hija de la puta de tu madre y hermana de las putas de tus hermanas, follarás con quien yo te lo ordene y sin rechistar”. Yo había oído historias en el pueblo sobre la madre y las hermanas de Ana, así que no me sorprendió. Ana se cambió de lado de la cama acercó su boca a mi vagina, sacó su lengua y comenzó a limpiarme con ella el semen y tragándoselo todo, me dejó la vagina bien limpia, nunca había hecho cosas con una mujer, pero debo reconocer que me sentí terriblemente excitada, Ana siguió lamiendo mi vagina hasta que oímos a nuestro macho decir: “Para puta, mis zorras solo acaban cuando y como yo digo, cuando yo estoy presente y mi nueva zorrita aún no se lo ha ganado. Pónganse las dos a la altura de mi verga”. Añadió: “Van a hacer vuestro primer trabajo conjunto, besarme y lamerme la verga a la vez, pero primero se darán un buen beso”.

Era la primera vez que iba a besar a una mujer y pienso que Ana también no obstante nos dispusimos a cumplir la orden de nuestro macho y nos dimos un beso intenso, después como coordinadas nos bajamos hasta su verga y comenzamos a darle besitos en sus testículos, y a lamerla; el hijo de Ana se encontraba en la gloria, pero se paró y dijo: “Hasta ahora María no ha visto lo zorra que eres, es hora de que disfrute del espectáculo, te voy a follar delante de ella como la perra que eres, ponte a cuatro patas”. Ana se giró y se puso en cuatro, se notaba que no era la primera vez que lo hacían. Cesar se colocó detrás de ella, apunto su verga hacia la vagina de mi amiga y se la metió con fuerza, los dos gimieron con mucha intensidad, se notaba que no era una cogida normal, así estuvieron un poco y entonces mi macho dijo: “Oye zorrita deja de mirar ya es hora de que comiences a participar quiero que me chupes los testículos y chupes la concha de esta zorra mientras follamos, después ella te la comerá a ti.

Me sentía extremadamente caliente, así que sin pensarlo hice lo que me había ordenado mi macho y comencé a chupar sus bolas y la vagina de mi amiga mientras la su verga entraba y salida, nunca había experimentado nada igual. Me ordenó que me subiera encima de Ana dejando mi vagina a la altura de su boca y que también mi boca buscara la suya para lamernos como perras. La lengua de Ana comenzó a deslizarse por mi vagina, me sentía en el paraíso. Él alternaba entre mi boca y la vagina de su madre, era un maldito despiadado que disfrutaba a destajo de las putas que tenía a su disposición. Al cabo de un rato él acabó, llenando la vagina de Ana de semen y una parte fue a mi boca. Entonces Cesar me ordenó: “El semen de tu macho no puede desperdiciarse así, lame con tu lengua y comete todo el semen de mi verga y el que está en la vagina de esta zorrita”.

Se tumbaron en la cama y yo primero llevé mi lengua a la verga de mi macho sabiendo que en esos momentos yo era su puta y él mi Dueño y Señor, y que siempre haría lo que él quisiera, le deje su verga limpia de cualquier rastro de semen. Luego me fui a esa vagina sucia y llena de semen y me dispuse a limpiarla bien, mientras mi macho me decía: “Límpiale bien y adora esa concha, recuerda que de ahí salió tu Amo. Cuando hube cumplido mi cometido mi Amo me ordenó ponerme a su lado y descansando un poco, estábamos Ana a un lado y yo al otro, mi Señor puso una de sus manos en mi culo y poco a poco comenzó a desplazar un dedo hacia el agujero y me lo metió poco a poco y me dijo: “¿Este culo es muy estrecho, el cabrón de tu marido no te la mete por ahí? A partir de ahora te referirás así a él o le llamaras mi cornudo”. Me vi obligada a decirle que mi culo era virgen, él se rio y dijo: “¿El culo de una zorra como tu virgen? Eso no se puede consentir, ponte inmediatamente en cuatro patas como ha hecho antes la zorra de mi madre”. Por supuesto obedecí y me puse en cuatro frente a él, Ana se dispuso a ir a por una crema, pero él dijo: “Ni hablar que esta zorra se estrene al natural, guía tu mi verga”. Por supuesto Ana hizo lo que su hijo, tomó su verga y la situó en la entrada de mi culo, luego puso su cabeza debajo de nosotros, Cesar no se lo pensó y me la metió por el culo de un solo golpe. En un principio sentí un fuerte dolor, mi grito le hizo reír, poco a poco ese dolor se fue transformando en un gran placer, mientras él me decía: “¿Te gusta puta? Claro que si una zorra como tu esta Para que se la metan por todos sus agujeros”. Dirigiéndose a su madre dijo haz lo mismo que hizo la puta de tu amiga antes.

Ana hizo lo que le ordenó su hijo y comenzó a lamer la verga de su hijo mientras entraba y salía de mi culo, entre los dos me llevaron otra vez a la gloria. Él siguió con su mete y saca de manera infernal. Yo gemía como loca sintiendo como su verga se metía hasta el fondo de mi culo y la lengua de Ana masajeando mi clítoris. “¡Oh, que rico me la metes!” –le decía entre gemidos; poseído por la lujuria comenzó a nalguearme, me sentía como una yegua que era azotada para aumentar el galope. Entonces, sin dudarlo empecé a seguir sus endemoniados movimientos. Cesar no pudo contenerse, sus embestidas eran tan brutales que acabó dentro de mi culo. La sensación fue tan exquisita que cai rendida en la cama. Como yo lo había hecho antes, ordenó a Ana limpiarle la verga y cuando esta estuvo bien limpia, tuvo lamerme el culo, Ana una vez más fue muy obediente, sentir como su lengua escarbaba mi culo me volvió loca, pero como vi que el orgasmo estaba a las puertas, avisé: “Amo, voy a acabar”. Él se rio y dijo; “Bueno mi putita, no te acostumbres, pero por ser tu primera vez te dejo que acabes con la lengua de mi adorada mamá”. Con el permiso de mi dueño me corrí y tuve un orgasmo increíble.

Volvimos a hacer un descanso él estaba en el centro y nosotras cada una a un lado, Cesar me besó y comenzó a preguntarme por la familia, alguno de mis hijos era de su edad, me preguntó si tenía fotos, inocentemente fui a por mí móvil y volviendo a su lado le enseñé las fotos, aquí vi las intenciones de mi señor, viendo las fotos me dijo: “Tus hijas están muy buenas quien iba a decir que la mocosa de Tamara, iba a estar tan buena. Cariño tus hijas y tus nietas, poco a poco van a catar esta verga y tú me vas a ayudar. Mira a esta zorra que llamas amiga, se folla a todos sus hijos tú vas a hacer lo mismo con los tuyos”. Me quedé horrorizada, pero también excitada por semejante cosa que me decía, sabía que iba a obedecer, ya que lo último que quería en la vida era dejar sentir el placer y el morbo que estaba sintiendo esa tarde. Después el Amo ordenó: “Ahora par de putas van a tener el tiempo de jugar ustedes solas, después de todo serán hermanas desde ahora y como buenas hermanas sucias se van a coger”. Nos dispusimos a obedecer, después de todo era él quien tenía el control de nuestros cuerpos que eran solo un objeto para saciar su morbo. Nos besamos con Ana con una desenfrenada pasión ante la atenta mirada de Cesar que se masturbaba. Bajé por el pecho de Ana hasta llegar a sus deliciosas tetas y mi lengua estimulaba sus pezones que al instante se pusieron duros, ella bajó con sus manos a mi sexo, automáticamente mis piernas se separaron para darle cabida a sus dedos lujuriosos para recorrerme, me retorcía de placer. En eso el Amo me habló y me dijo que imaginara que era mi hija Tamara quien acariciaba mi clítoris. No sé que pasó en ese momento en mi pero me calentó tanto que sin darme cuenta le decía a Ana: “¡Eso hija, mete los dedos en mi vagina! ¡Así hija, más rápido!”. Cesar reía de manera morbosa sin detenerse. Seguía perdida en mis incestuosos pensamientos y decía: “Eso Tamara, mira como tienes a tu mami, tan caliente. Cómeme la concha y hazme gozar como puta”.  “Están hechas todas unas putas, me tienen loco de placer. Putas, son buenísimas follándose. No se detengan”. Presas de la lujuria y del morbo Ana se subió encima mio e hicimos un delicioso sesenta y nueve. Con el placer reinando en nuestros cuerpos, al sentir el contacto de nuestras lenguas deslizándose estábamos al punto del orgasmo, pero esta vez por más que suplicamos no nos era permitido, luchando con nuestros demonios internos para cumplir a cabalidad los deseos lujuriosos del Amo. Le indicó a Ana que se acercara y acabó en su boca, le ordenó: “Puta comprarte la leche de tu amo con tu amiga”.  Ana me dio un beso muy intenso en la boca por lo que parte de su semen fue a parar a mi boca, me pareció néctar de dioses.

A continuación hizo una señal a Ana y esta acerco su oído a su boca, vi como la decía algo que no oí, pero Ana salió del dormitorio. ¿Nos iba a dejar solos? Mi macho me ordenó ponerme en cuatro, pensaba que me la iba a volver a meter, el me tapó los ojos con un pañuelo asegurándose de que no viera nada y luego me comenzó a meter un dedo en el culo y otro en la vagina y así estuvo un rato, yo estaba en éxtasis, y volví a oír otra vez la puerta del dormitorio ¿Había vuelto Ana? Noté como se acerba a la cama, mi Amo me sacó los dedos, y de repente noté como algo me entraba en el culo, era finito, pero algo más grueso que el dedo de mi macho, poco después sentí que algo entraba en mi vagina y caí en cuenta. “¡Me estás metiendo un pepino en la vagina Amo” –grité. Él se rio y me dijo: “Puta acostúmbrate, tu vagina será un lugar muy visitado”. La verdad pese a lo rugoso del pepino yo estaba disfrutando como una posesa, nunca me había entrado algo tan grande, la verdad hasta ese día la polla de algunos chicos, cuando era jovencita y después la de mi marido, que no es que fuera enana, pero era más pequeña que la de mi nuevo Amo y mucho menos gruesa que el pepino.

Estaba que no podía más y tras pedir permiso a mi Amo acabé y caí rendida sobre la cama. Mi macho alfa ordenó a Ana, lamerme el culo a ver si se recuperaba y Ana muy obediente como toda la tarde metió su lengua en mi trasero, fue increíblemente delicioso, pero no era solo yo la que gozaba, la verga de nuestro Amo estaba otra vez parada, se tumbó en la cama y nos ordenó: “Puta María móntate sobre mí y cabálgame, y tú puta ponte encima de mi boca, quiero comerte la vagina”. Ana se puso encima de su boca y yo encima de su verga, poco a poco me la metí en la concha, era la primera vez que tenía sexo con un hombre estando yo encima y me encantó. Entraba y salía, Empujada por una extraña fuerza, me sentí poderosa, le tuve que pedir a mi señor permiso varias veces para acabar, Ana por su parte se veía que disfrutaba con la lengua de su hijo, cuando finalmente acabó y me llenó la vagina de semen dijo: “Zorras me han dejado seco vámonos a la ducha”. Nos llevaba a cada una de una mano, llegó y se metió a la ducha, y dándole al mando del agua nos ordenó: “Mis zorritas quiero que me enjabonen y luego me limpies muy bien”. Una vez más obedecimos, y le dejamos bien limpio cuando terminamos nuestro macho salió de la ducha, y nos ordenó limpiarnos entre nosotras. Después nos mandó volver a la cama con él allí bien abrazados los tres, el hijo de Ana nos dijo: “Son unas verdaderas putas esto va a ser el principio de una relación, la semana que viene las dos van a seducir a mi hermano Julio y quiero que se lo cojan hasta que ya no le salga semen, así no sospechara que mientras está aquí con ustedes yo me estoy tirando a la zorra de su mujer me que va a llevar a la Gloria (después me enteré de que la mujer del hermano mayor de mi Amo se llama Gloria), No sé si sabes Anita que tus nueras son también muy zorras y las dos son mis putitas también, Y tú María quiero que para la próxima semana le entregues a Ana una tanga usada de tu hija, quiero sentir su olor y tranquila te las devolveré yo o por medio de Ana, después de haberme pajeado con ellas toda la semana, las volverás a colocar entre la ropa de tu hija, quiero que lleve mi semen pegado en su concha y recuerda, no llevarás bragas ni nada que se le parezca, alguna vez te dejaré usar tangas, pero te los tendrás que ganar usando tu colección de puta. Un día vendrás a Santiago y te dedicarás a ser una puta callejera y si un hombre del pueblo te pide coger, accederás sin dudarlo, con el único que te negarás será con tu marido, a él se le acabó el tiempo usar tu concha, si acaso le haces pajas para desfogarle. Tras escuchar las instrucciones de mi amo me vestí y volvía mi casa, mi vida había cambiado para siempre ya mi marido, mis hijos y mis nietos no me importaban, complacer a mi amo y gozar de su divina verga era el objetivo prioritario de mi vida. Mi marido no se daba por enterado lo que pasaba y a mí tampoco me preocupaba que sospechara algo, total le diría que solo eran invenciones de su mente podrida.

Una noche me buscó para tener sexo, le dije que me dolía la cabeza y estaba cansada, pero que podía aliviar sus ganas con una paja, él no se negó y sacó su verga flácida casi inerte, la tomé en mi mano pensando en que era la de mi Amo y lo empecé a masturbar con vehemencia, poco a poco se estaba poniendo dura y mi mente me llevaba a las cogidas que mi Amo me había dado y en lo rico que lo pasábamos con Ana cuando lo estábamos complaciendo. “¡Oh, María, qué rico me pajeas!” –me decía gimiendo. “¿Te gusta?” –le pregunté. “¡Me tienes tan caliente! ¿Desde cuándo aprendiste a hacerlo tan rico?” –me preguntó. Me dieron ganas de contarle que había aprendido de Cesar y del ímpetu que tiene para coger, pero no podía delatarme de esa manera. “No digas estupideces o si no paro” –lo amenazo. “¡Por favor, no te detengas!” –suplica. Me reí al verlo suplicando, lo tenia bajo mi control con una simple paja. El idiota no sabía que su esposa era la zorra de otro y que sus suplicas eran el pago de una vida casi sin orgasmos a la que me había condenado. No tardó mucho en acabar, soltando gran cantidad de semen, se notaba que el cornudo ni siquiera era capaz de complacerse así mismo. Con el morbo encendido, recolecté todo el semen que se había desparramado y le dije: “¡Lame como el perrito que eres!”. Me miró algo extrañado pero obedeció. Verlo lamer su propio semen me calentó demasiado. “Creo que se me quitó el dolor de cabeza y el cansancio” –le dije. Me empecé a tocar delante de él. Quiso acercarse pero se lo impedí, le dije que solo podía mirar y nada más, que si quería podía pajearse pero nada más. Él me miraba con la verga en la mano, se pajeaba como poseído viendo como me tocaba recordando a mi Amo y lo mucho que lo estaba disfrutando. “¿Te gusta lo que ves?” –le pregunté jugando con sus emociones. “¡Claro, me encanta” –me responde. “¿Te gusta escuchar a la caliente de tu esposa gemir? ¿Me la quieres meter?” –le pregunté otra vez. “Hace tiempo que no estabas así de caliente y si quiero metértela” –me responde. “Siempre he estado igual de caliente pero tú no te dabas cuenta. Ahora solo te tendrás que conformar con verme masturbarme y tú solo te podrás pajear viendo” –le dije con una sonrisa. “¡Ay María voy a acabar!” –me dice. “Hazlo cerdo, acaba en tu mano y te la lames para que te comas tu propio semen, total te gustó hacerlo la primera vez” –le dije. Obediente a mi requerimiento el cornudo acabó en su mano y devoró su semen sin poner objeción. A los pocos minutos acabé deliciosamente imaginando que lo hacía sobre la verga de Cesar. Esa noche nos dormimos casi al instante.

Al llegar la mañana, recibo un mensaje de Ana indicando que el Amo estaba esperando la tanga de mi hija para jugar con ella. Fui hasta la habitación busqué en la ropa sucia, ya que había venido hace algunas semanas y había dejado la ropa acá, saqué la más sensual que encontré y se la entregué a Ana, quien se la hizo llegar al Amo. Lamentablemente los planes que había tramado con Julio y su esposa no se pudieron concretar, ya que uno de los hijos de ellos estaba enfermo, pero tenía la tanga de Tamara para jugar a ser perverso. Cuando pasó el tiempo me la devolvió impregnada con su semen tal como lo había dicho. Lavé la ropa de mi hija y dejé la tanga de las primeras para que cuando se cambiara la usara y asi tuviera la esencia de mi Amo en su concha.

El verano nunca fue tan intenso como ese, cogíamos todos los días, eran horas las que pasábamos encerrados en su casa o en la mía, todo por complacer a ese pervertido de Cesar que se había vuelto el dueño de mis orgasmos. Podría contarles lo que sucedió después pero esa es otra historia que no sé si están preparados para leerla.

 

 

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