sábado, 19 de octubre de 2024

32. Mi vecina y su hija

 

En aquella época vivía en unos departamentos que arrendaba en el centro de Santiago. Mi departamento era el 906, había una salida en el primer piso que conectaba a un espacio común con áreas verdes y juegos infantiles. No era raro ver a los hijos de los demás residentes jugando, también los adultos aprovechaban los días de sol para conversar, fumar o simplemente pasar el rato y las típicas vecinas que se juntaban con otras para chismosear, era una vida en comunidad normal .

Yo era conocido por hacer diversos arreglos con los que obtenía algún dinero extra. Soy joven, casi 30 años. También me caracterizaba por ser caliente, había tenido aventuras con algunas vecinas, por lo que algunas me pedían que les “hiciera algún trabajito”. Obviamente no me negaba, ya que había muchas de ellas que estaban mal cogidas por sus esposos y como dicen: “En tiempo de guerra cualquier hoyo es trinchera”, aprovechaba de esconder mi “soldado” en alguna de esas trincheras calientes y húmedas.

Una vecina, que no sabía de mis aficiones me pidió si podía arreglar un desperfecto que tenía en el lavaplatos. Era mi vecina de al lado, vivía ella, una mujer que bordeaba los 40 y su hija de 18 años que estaba buenísima y era toda una puya. No sé si su hija había cogido o no, pero dudaba que sus agujeros fueran vírgenes, ya que siempre la veía meter hombre mayores en su casa cuando su madre no estaba. Fui a ver el desperfecto y a hacer el arreglo correspondiente.

Habían pasado los días y la chica se me acerca para preguntarme si sabía de reparación de computadores, le dije que sí. En ese momento mi mente perversa me hizo responderle: “Yo cobro $50 mil por revisarlo y repararlo”. “Eso es muy caro” –me dice. La miré y fijándome que no hubiera nadie en el pasillo, le dije: “Si no tienes el dinero me puedes pagar de otra manera”. Dio un pequeño suspiro y dijo en voz baja: “todos los hombres son iguales”. Después un breve tiempo de silencio me dijo que sí y se fue a la puerta de su departamento invitándome a pasar. Cuando entré, me llevó a su habitación, me mostró la computadora y comprobé que era un archivo mal instalado, no requeriría mucho trabajo, pero claro ella no tenía que saberlo. Primero arranqué en modo seguro y le mostré que arrancaba la máquina, pero me puse a murmurar y hablar de qué complicado era esto.

Se me acercó por atrás y se apoyó en mi espalda sus manos jugaron con mi pecho y fueron bajando hasta mi verga, le dije que necesitaría algo de motivación para arreglar su computador, moviendo la silla hacía atrás e indicándole que se pusiera de rodillas entre mis piernas. Ella dudó un poco, pero tenía clara las ideas. Se puso de rodillas y empezó a juguetear con mi verga, mientras yo aprovechaba para explorar su equipo y ver si había algo interesante. La muchacha jugaba con sus manos dejándomela dura. Obvio, ella sabía lo caliente que estaba me tiró hacia adelante, indicándome que me quería quitar los pantalones. Levanté un poco el trasero, mis pantalones y calzoncillos se bajaron sin dificultad hasta mis tobillos. Ella con mi verga a su disposición, empezó a agarrármela con sus manos, lo hacía lentamente de la punta a la base, besaba mi glande y poco a poco sin dejar de jugar con sus manos, la empezó a tragar. No le cabía más que la mitad porque se empezó a atragantar . De su boquita escurría saliva que ella misma limpiaba al chuparla y pasarme la lengua. Con su lengua, fue dándole vueltas a mi glande, como si fuera a desenroscarlo mientras apretaba desde la base hasta la punta.

Se notaba que la zorrita sabía lo que hacía y tenía práctica en chupar vergas, se le notaba la experiencia, ya que en apenas unos minutos me tenía apunto de acabar. Yo seguía explorando, como podía, mientras esta adolescente mujer me exprimía la verga. Mis líquidos preseminales, ya se los había tragado y después de encontrar algunas fotos provocadoras que subí a una cuenta anónima, acabé deliciosamente en su boca, me había costado pero logré mantenerme hasta que tenía todo hecho. Cuando lo tenía terminado y el equipo arreglado, me dejé caer en la silla, le agarré la cabeza por su melena y sujetándole la cabeza, para que no escupiera, disparé, varios chorros de semen en su boquita que se tragó sin protestar , creo que por gusto, porque no dejó de presionar mi verga y chupar, para no dejar una gota dentro de mis testículos. Además, de lamerme bien la punta, para que no se quedara nada dentro.
Me quedé con los pantalones abajo, ella se puso de pie pasando la lengua por sus labios por su le había quedado algún resto de semen y se sentó sobre mis piernas para probar el equipo y diciendo que estaba contenta porque le funcionaba. Mientras ella probaba el equipo yo estaba sobándole sus tetas, era un pedazo de mujer. Otra vez mi verga estaba tiesa y ella se movía haciéndose la inocente, cuando le había subido la falda y le estaba por correr la tanga para metérsela oímos la puerta. Ella siguió igual, pero al escuchar: “¡Francisca ya llegué! ¿Estás en casa?”. Recién ahí nos dimos cuenta que su madre había llegado. Le dije: “Es mejor que me vaya”. Ella dijo que esperara unos minutos para que su madre no lo tomara a mal. “¡Sí mamá. Espera un poco, ya voy” –respondió al segundo llamado. La muy putita no quería dejar la oportunidad de probar mi verga, movió su tanga y se deslizó lento. Se movió de manera sensual por unos diez segundos y me dijo: “Para que me recuerdes, corazón. Ahora sí te puedes ir”. Me levanto, ella sigue a lo suyo, chateando y mirando cuentas de redes sociales. Yo me dirijo a la puerta de la salida y salgo del departamento. No sé dónde estaba la madre, pero me gusta mi nueva vecinita.

Cuando llegué al mío, descargué las fotos subidas y empecé a clasificarlas. Pude ver fotos de la hija y también de la madre. Me da que a las dos les gustaban también las mujeres y no solo la verga, por las fotos que veía. Había de todo: Tríos, parejas, sado. Si bien es cierto la chica era toda una puta, al parecer más lo era la madre. Ya que en todas las fotos que veía era ella la que recibía el trato masoquista. En mi mente pensé en lo delicioso que sería cogerme a la madre, que por demás está decir que estaba tan buena como la hija. Ese pelo negro hasta debajo de los hombros. La piel blanca, daban un contraste perverso. Tenía el pelo negro, la piel blanca, un cuerpo delgado buenas tetas y buen culo con caderas marcadas. Me agarró la calentura y me empecé a pajear viendo las fotos. Además, había quedado caliente con la chica antes que la puta mayor llegara, de haber sabido lo que ahora sé hubiésemos cogido como enfermos. Estaba embobado mirando aquello que estaba ante mis ojos. Mi semen salió disparado en varios chorros, acabando perversamente. Por la hora de las fotos, deduje que su actividad era por la noche y empecé a estar fuera el tiempo suficiente para observar que algunos días entraba algún hombre o mujer a sus sesiones o en otros no había nadie, por lo que deduje que incluso entre ellas tenían algún secreto.

En una de esas noches de espía su hija se me acercó poniéndose a mi lado, yo estaba mirando o hacia que miraba hacia afuera, al rato de estar pegada a mí susurrando cosas sucias a mi oído, me pregunta: “¿Qué piensas de mí madre?”. “No sé, no podría darte una opinión. La vi una vez que le arreglé el fregadero y cuando casi nos descubre ni la ví” –le respondí. “No, como mujer. ¿La encuentras atractiva?” –me repite. “Tiene buen cuerpo, pero no sabría decirte mucho más, no la conozco, cono te conozco a ti” –le respondo. Ella sonríe y me pregunta: “¿La quieres conocer como a mí?”. “¡Claro! Me pasaría de tonto si dijera que no” –respondo. Ven al depa. Me toma de la mano y me llevó hasta la puerta de su departamento. Cuando entro me lleva a una habitación que no es la suya y me encuentro a su madre, creo que es su madre por la figura, atada y amordazada y con los ojos vendados. Francisca me hace un gesto de silencio con el índice en los labios. Se desnuda y me señala a su madre. La venda le cubre la mitad del rostro, quedando solo la boca y las fosas nasales descubiertas.

La madre de Francisca tiene un traje de látex puesto con apertura solo para sus tetas, su vagina y el culo. La hija la arrastra hacia los pies de la cama, quedando la mujer con los pies en el piso, las piernas separada y mostrando su intimidad. La hace que se voltee, quedando con las tetas encima de la cama. Puedo ver su vagina brillar por los fluidos que expele de manera profusa. Francisca me hace señas para que nos quitemos la ropa. Estamos los dos desnudos, con su madre delante nuestro. La chiquilla me toma la verga y la acerca a los labios vaginales de su madre, sin llegar a meterla, solo la frota. Oigo un gemido de su madre, noto las ansias, ya que se mueve intentar meterse mi verga. Francisca, de repente, le da una palmada fuerte en el culo. Oigo otro gemido, pero sigue siendo de placer. La chica me hace con gestos que repitiera lo mismo, acerqué la punta de mi verga a sus labios y los restregué por ellos, sin llegar a meter nada, solo rozarlo. La madre actuó igual al sentir el roce de mi glande en su clítoris  y en la entrada de su vagina. A lo que, alentado por la hija, reaccioné igual, pero sin medir mis fuerzas, le di un  par de nalgadas que la estremecieron. Al azotarle cada nalga hacía gemir a su madre y decir: “¡Ah, qué rico!”. Su hija se puso debajo y lamia los jugos tibios que salían de su madre y  lamiendo mi verga y los testículos. Francisca tomó mi verga y lo metió poco a poco en la vagina de su madre. Yo solo quería disfrutar del momento, iba despacio y azotaba sus nalgas a medida que mi verga entraba poco a poco. Los gemidos y las contracciones de la mujer eran alucinantes. Entre las lamidas de Francisca y la manera que su madre apretaba mi verga con su concha luchaba para no acabar tan pronto. Esa mujer era toda una puta, sabía perfectamente cómo usar su vagina, estaba al rojo de caliente y palpitaba mientras me movía, apretaba como si quisiera exprimir hasta la última gota de mi semen.

La agarré de las caderas y se la metí de golpe toda la verga, haciendo que gimiera, mientras le di varios azotes en su culo, me movía en embestidas frenéticas, intentando contener mi eyaculación, ya que entre las dos putas me tenían al borde de acabar muy pronto. Tomé a la madre del pelo y levantaba su cabeza, ella gemía. Casi ya no podía resistir, pero saqué fuerzas de flaqueza, me detuve por un momento para tomar un respiro y seguir dándole verga. Esta vez cambié de agujero y se la ensarté en el culo, la madre dio un grito y después empezó a gemir al sentir como mi verga le abría su delicioso culo. Francisca arremetía con su lengua en la vagina de su madre, entre los dos disfrutábamos a esa mujer caliente que solo en gemidos se notaba que no quería que nos detuviéramos. Se notaba que estaba a punto de acabar, y volví a arremeter con nalgadas, mientras tenía mi verga dentro y volvieron los gemidos, Francisca no había parado de lamerle la concha a la zorra de su madre, sacó mi verga del culo de su mamá. Se la metió en la boca y empezó a chupármela, la manera que apretaba mi verga con sus labios era exquisita, sabía muy bien comerse mi verga, me encantaba la perversión con que lo hacía y la cara de caliente que ponía al hacerlo. “¡Mabel, tiene una rica verga el vecino!” –le dice a su madre. Ya estaba a punto de acabar, pero la pequeña puta no le daría descanso a mi verga, la aprisionó con su mano y sus labios hasta sentir que explotaba en su boca, lamiendo y tragándose todo mi semen como ya lo había días antes. Era toda una experta, seguía pasando mi lengua por el orificio de mi glande para sorber hasta la última gota de semen. Su madre gemía y lloraba, se veía que la habían privado de un placer que ansiaba. “Si fueras una buena puta, te hubieras comido tú el semen del vecino” –le dice Francisca.

Con semejante platillos de puta delante de mi no tardé en calentarme otra vez. Le quité la mordaza a Mabel, la venda y la desaté. Hice que se pusiera de espaldas, quería que me viera, quería que supiera quien era el hombre que se la estaba cogiendo. Se la metí de golpe en su concha y dijo: “¡Eso, así! ¡Qué rico me la metres!”. Ahora, no le azotaba las nalgas, estaba entretenido azotando sus tetas y retorciéndole los pezones. La muy zorra gemía perversamente al sentir como me la cogía. “¡Ah, Francisca, el vecino me coge deliciosamente!” –le decía a su hija. “¡Disfrútalo puta!” –le respondía ella. Poco a poco Mabel se desvanecía en gemidos y empezó a retorcerse, otro orgasmo la azotaba y sus fluidos se desbordaban. Francisca aprovechó de beberlos y yo aproveché de meter mi verga en la boca de la mujer para que me la chupara con locura. La manera en que se comía mi verga era más intensa que como lo hacía Francisca, era más puta que su hija a la hora de chuparla, la manera en que su lengua se paseaba por toda mi verga me hacía gemir deliciosamente.

Los gemidos de Mabel al sentir la lengua de Francisca se hacían intensos, la hija bebía cada chorro de los fluidos que salían de la vagina de Mabel, era increíble ver cómo le pasaba la lengua por con los gemidos y el chorreo de flujo que le salía. El chapoteo era increíble. Francisca parecía poseída al momento de lamer la vagina de su madre. Mabel se retorcía y gemía aunque sus gemidos eran apagados por mi verga. Ver como Francisca atendía la vagina Mabel, era un paisaje excitante. Después de estar varios minutos chupándomela y aguantar la lengua de Francisca, junto con Mabel estábamos al borde del orgasmo. Ver los constantes orgasmos que Mabel estaba teniendo con la lengua de Francisca no hizo más que aumentar mi calentura y acabar en su boca, al fin la zorrita de Mabel pudo sentir el sabor de mi semen en la boca, lamia mi verga y succionaba con lujuria. Mi verga salió flácida de la boca de Mabel, pero Francisca estaba lista para ponérmela dura otra vez.

Sin duda las dos eran un deleite morboso en la cama, sin complejos ni tabúes, capaces de complacerme y complacerse a la vez. Aproveché las circunstancias y empecé a jugar con el clítoris de Francisca, presionándolo levemente con mi dedo medio, ella empezó a gemir, por lo que en un momento estaban las dos tumbadas de espaldas y tocándola a ambas, la cara de ellas era un deleite para mis ojos, escucharlas gemir me volvía loco. Lo que más me calentó es que dejé que ambas jugaran entre ellas, viendo una de las escenas más calientes que hasta ese día había presenciado. Ahora sería el turno de Francisca de ser cogida, cuando estaban unidas en un perverso 69, me acomodé detrás de ella y se la metí en el culo, era tiempo de dejar marcadas sus nalgas a punta de azotes y terminar lo que había quedado inconcluso el otro día. Le azotaba las nalgas con fuerza, ella solo gemía y gritaba diciendo lo mucho que le gustaba, Mabel tampoco paraba de invadirle la concha con la lengua. Con lujuria la penetraba, ninguna se contenía en los gemidos, era como si les diera lo mismo que los vecinos las oyeran. A medida que mi verga le penetraba el culo, la nalgueaba hasta que se estremecía por completo. La manera perversa en que mi verga le daba a ese juvenil culo era de ensueño, le daba un poco de descanso a su culo para que Mabel me la chupara. Estuvimos así por largo rato, hasta que acabé en el culo de Francisca, dejándolo abierto y lleno de semen. La lengua de Mabel se encargó de dejarlo limpio. Después de la cogida que tuvimos las dos me estaban chupando la verga hasta que al fin tomamos tiempo para descansar.

Esas noches de placer se repitieron y yo estaba feliz por sumar dos medallas más en mi pecho y por sumar dos conchitas calientes para cuando quisiera usarlas. Ahora me llevo bien con esas perversas vecinas y no solo en el trato diario, también en la perversión y en el sexo.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

3 comentarios:

  1. Delicioso relato Caballero que exquisito cada línea canda expresión cada sentir rico como siempre exquisito relato Caballero

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  2. Definitivo me perdí en la lectura cada momento a espera de lo que sucederá me excita y humedecen.. felicidades excelente trabajo..

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