Después de lo que sucedió, me fui con mis padres a casa. No dejaba de pensar en lo que había pasado. “¿Había estado bien? ¿Por qué disfruté coger con mi madre?” –eran preguntas que me surgían e intentaba buscar una respuesta lógica. A la mañana siguiente me desperté tarde, supuse que todo había sido obra de arte mi erótica imaginación, lo que si se me hacía muy real era que me había cogido a mi tía, pero la segunda parte la sentía como algo que no sucedió.
Fui a ver a mis padres y para mi morbosa sorpresa estaba cogiendo como animales. Yo me quedé mirando en la puerta, caliente con la verga en la mano y viendo como mamá se movía tan deliciosamente de como lo recordaba la noche anterior en donde los tíos. Me pajeaba viéndolos, mamá gemía y papá la tenía en cuatro dándole verga hasta el fondo de su concha.
Ya habían pasado un par de días de lo ocurrido, pero seguía pensando en querer cogerme a mi tía y disfrutar de su delicioso cuerpo. Era un domingo por la mañana, recién me había levantado y vestido, me dirigía a la cocina a prepararme mi desayuno, cuando mi padre aparece para decirme: “Tengo que hacer unos negocios fuera del país e iré con tu madre, ¿no te molesta que no te podamos llevar?”. No importa, de seguro habrán más viajes” –le dije. En mi mente pensaba en la gran oportunidad de poder coger con mi tan amada tía. “Claro hijo, para la siguiente será, nos vamos mañana a las dos de la tarde, te dejamos dinero para que pidas comida y también hay muchas cosas para que te puedes cocinar” –dijo papá. “¡Claro papá, espero que disfruten el viaje!” –le respondí.
En eso aparece mi madre en la cocina y dice: “Hola hijo, supongo que tu padre ya te dijo lo del viaje”. “Si mamá. ¡Qué los disfruten!” –le dije. Como siempre mamá se había vestido con un jeans ajustado y una blusa que apenas cubría el borde de sus tetas. Mamá al notar qué la miraba casi con la boca abierta, sonrió y me preguntó: “¿Te gusta así o prefieres que ande solo con brasier?”. No supe que decir, su pregunta me descolocó, entonces musitando le respondí: “Cómo te sientas cómoda”. “Entonces, sin brasier” –dijo con una sensual sonrisa. Se desabotonó la blusa y me pidió ayuda para desabrochar los ganchos del brasier, se dio vuelta y me dijo: “¡Así está mejor! ¿No crees?”. Tartamudeando le respondí que sí, que sus tetas son perfectas. Intuyendo lo que quería, me dice: “¡Tócalas!”. Claro que se las toqué, apreté sus pezones y ella me miraba con cara de caliente. “¡Qué rico! ¡No sabes cómo me calienta eso!” –me dijo. Nos fuimos a la habitación, al entrar ella de inmediato se apoderó de mí cinturón, lo soltó y desabrochó mi pantalón, metió su mano y se encontró con mi verga que estaba dura. Se puso de rodillas y me la empezó a chupar de una forma perversa que me hacía estremecer. La manera en que pasaba su lengua por mi verga era demencial, deliciosamente perversa. “¡Sí que sabes hacerlo bien mamá!” –le decía apoyado en la puerta disfrutando de la mamada que me estaba dando.
Me quitó la ropa y luego ella se quitó el jeans, su candente figura estaba cubierta solo por una diminuta tanga, se puso en cuatro sobre la cama y moviendo a un lado la escasa tela, me dice: “¡Cómele la concha a esta putita!”. Obediente a sus morbosos deseos me acerqué por detrás y empecé a pasar mi lengua por sus nalgas, lentamente seguí el lujurioso viaje hasta su ano y bajé hasta su húmeda concha. Deliciosamente empezó a gemir al sentir el recorrido de mi pecaminosa lengua. “¡Me calienta hijo!” –me decía mientras gemía aferrada a la ropa de cama. Seguí hasta que tuvo un delicioso orgasmo que me hizo beber sus tibios fluidos. Estaba jadeante, caliente y llena de perversión. “¡Méteme tu rica verga!” –me dijo. Se acomodó al medio de la cama y siguió en cuatro, esta vez sin tanga, completamente desnuda, lista para el placer culpable del incesto. No hice más que empujar suavemente y mi verga se empezó a hundir en su caliente concha.
Me empecé a mover con fuerza, rápido, sus tetas bailaban deslizándose en la cama y sus gemidos eran intensos. “¡Ay, qué rico me coges bebé!” –me decía entre gemidos. De manera delirante mamá seguía y mis movimientos gimiendo como una pervertida, no quería que me detuviera y yo tampoco tenía intenciones de hacerlo. Seguí metiéndosela con fuerza hasta que su cuerpo se retorció y cayó en un intenso orgasmo que la hacía bufar y jadear. “¡Quiero que me llenes la concha de semen!” –me dijo. Me tumbó en la cama y se subió a horcajadas montando mi verga de manera salvaje. Era alucinante ver a mamá con esa cara de caliente y apretando sus tetas mientras mi verga entraba y salía descontrolada de concha. “¡Me encanta como te mueves! ¡Esa cara de puta que pones al disfrutar mi verga le calienta demasiado!” –le dije. Ella sonreía con perversión y me decía: “¡Me encanta tu verga! ¡Me pones tan caliente que pierdo la cabeza!” –me decía. Se empezó a mover más rápido mientras tiraba de sus pezones. “¡Oh, mierda! ¡Hijo voy a acabar otra vez!” –me decía. Yo estaba tomado de sus muslos disfrutando de sus movimientos, sentía que mi verga se hinchaba y palpitaba, mientras ella seguía con sus movimientos endemoniados hasta que dio un grito de placer que se desató en un potente orgasmo, mi verga ya no pudo aguantar más y terminé llenando su vagina con mi semen. La cara de placer de ambos era perversa, mamá cayó sobre mi pecho y nos empezamos a besar apasionadamente. “¡Me coges tan rico, hijo! ¡Me encanta!” –me decía. No vestimos y salimos de la habitación, papá estaba en la sala bebiendo un vaso de whisky. “Pensé que no iban a terminar nunca” –dice. Mamá sonríe perversa y le dice: “Estuvo riquísimo, ahora el niño tendrá motivos para extrañarnos”. “Supongo que sí, lo importante es que lo disfrutaron” –dijo papá.
El día siguió normal, como si nada. Empezaron a hacer sus maletas y yo pensaba en coger con mi tía, se me había metido en la cabeza, era como una obsesión perversa de tenerla en la cama de mis padres y pensaba en cuántas veces habría estado ya ahí, me calentaba mucho saber que me la cogería en donde ya habia estado cogiendo antes. Me fui a dormir como si nada, pero caliente pensando en mi deliciosa tía, tanto así que tuve que pajearme para calmar mis ansias; no quise ir al cuarto de mis papás porque igual no sabía estaban cogiendo o durmiendo, aunque la idea de meterme a la cama y lamerle la vagina a mamá mientras duerme se me hacía interesante.
Llegó el lunes, ellos tenía vuelo a las seis de la tarde pero tenían que estar cuatro horas antes, porque antes del medio día ya estaban yéndose al aeropuerto. Iban a ser las cuatro de la tarde y estaba solo en casa, los pensamientos morbosos me empezaron a invadir, cuando me llega un mensaje al WhatsApp, era mi tía que había escrito: “Hola, supe que tus padres se fueron de viaje, te gustaría si te acompaño, ya sabes…”. “ Por supuesto, aquí la espero. Además, estaba pensando en usted” –le respondí. “¡Ah, sí! ¿Qué pensabas?” –me preguntó. “Eso lo sabrá cuando llegue” –le respondí. Parece que estaba igual de ansiosa que yo, no pasaron más de 30 minutos y ya había sonado el timbre. Cuando abro la puerta, me llevé una enorme sorpresa, mi tía llevaba un escote que dejaba ver parte de sus grandes tetas, me quedé mirando fijamente su escote y me dice: “¡Ey, estoy acá!”. “Disculpe, es que quedé anonadado con tremendo escote” –le dije. “¡Ay sobrino, eres un pervertido, pero gracias!” –me dice sonriendo. “Pase, por favor” –le dije. Cuando entró la acompañe hasta el living y se paró frente a mí diciendo: “¡Ya sabes a lo que vengo sobrino!”. Una sonrisa perversa se dibujó en sus sensuales labios y se acercó para darme un apasionado beso.
Mientras me besaba me bajaba el cierre del pantalón, dispuesta a sacar mi verga, la cual ya estaba dura como piedra. Al terminar el beso se arrodilla frente a mi verga y la empieza chupar. Sin duda era una experta haciendo mamadas, pasaba su lengua por toda mi verga, desde la base hasta la punta y luego se la metía lo más profundo que podía en su garganta. Me la chupó por quince minutos, hasta que se paró y me dijo: “¡Ya quiero esa verga dentro de mi!”. Se desvistió y se puso de perrito en el sillón, dispuesta a ser cogida. Antes de metérsela, pasé mi mano por su vagina masturbándola, empezó a gemir como loca, estaba mojada, caliente, lista para que lo que quisiera hacerle, pero quería que suplicara, que me mostrara lo puta que era y cuanto deseaba mi verga. “¡Ay, corazón! ¡Me tienes loca! ¡Dame verga, me muero por sentirla dentro!” –pedía a los gritos. “Todavía no linda putita!” –le dije. Para aumentar más su desesperación, le empecé a pasar la punta de mi verga por su vagina, rozando su clítoris y pasando por la entrada de su rica concha que chorreaba. Luego de tenerla al borde de la locura se la metí de golpe, haciendo que gritara. “¡Ay, malvado! ¿No podías ir más lento?. No le respondí nada, empecé a metérsela, profundo, hasta el fondo mientras ella gemía. “¡Ay, qué rico me coges! ¡Dame fuerte! ¡Qué rica verga!” –me decía. Ya no se la metía hasta el fondo, empecé a moverme rápido pero sin hacérsela entrar toda. “¡Oh, sí, dame! ¡Me vas a destrozar la concha pero sigue!” –me decía. Ya no podía resistirse más, gemía como endemoniada y me decía: “¡Ay, mi amor, qué rico! ¡Me vas a hacer acabar! ¡Ya no me aguanto!”. “¡Sí, putita, quiero escucharte acabar!” –le decía. “¡Sí mi amor, soy tu puta! ¡Mis orgasmos son tuyos bebé! ¡Dame, no pares!” –decía enloquecida. Hasta que al fin el placer la envolvió por completo y me regaló el más intenso orgasmo que ella hubiera tenido. “¡Qué rico me coges!” –decía aún jadeando.
Le di descanso por unos segundos, le saqué la verga de su concha palpitante y le dije: “Ahora es turno, quiero que te montes encima de mi verga” –le dije. Me puse de espalda en el sillón, ella se subió al instante sobre mí y se metió mi verga en su concha. “¡Ay, Dios, qué rico!” –gritó. No era para menos, a pesar de llevar tiempo cogiendo mi verga no perdía la dureza. No paraba de gemir, se movía como demente encima de mi verga, sentir esa concha chorreando y palpitando hacía el instante perverso. “¿Te gusta cogerte a tu tía puta?” –me decía con cara de caliente y gimiendo sensual. “¡Oh, mierda! ¡Voy a acabar otra vez!” –gritó sin dejar de moverse. “¡Deberás esperar a que yo acabé!” –le dije. “Es que ya no aguanto más mi amor” –me respondió. Su vagina palpitaba, era cierto, pero en mi perversión le dije: “Vas a tener que aguantar o te lo echo en las tetas”. “¡No por favor! ¡Lo quiero en mi conchita mi amor!” –me decía suplicante. “¡Entonces aguanta putita!” –le respondí. “¡Eres un maldito! ¡Me gusta que seas así!” –dijo. Apretó sus dientes y empezó a moverse con furia. “¿Así mi amor?” –me preguntaba. Se mordía el labio, se moría por acabar pero yo me aguantaba, quería que acabara cuando yo se lo dijera. “¡Sigue puta!” –le dije. Seguía moviéndose como rabiosa, apoyando sus manos en el sofá. “¿No quieres llenarle la concha a tu putita mi amor?” –me preguntaba. ¡Ay Dios, ya no puedo más! –me decía. Yo en silencio disfrutaba de hermosa cara puta. Ya sentía que iba a acabar. “¡Voy a acabar puta! ¡Ahora hazlo tú!” –le dije. ¡Ah, maldito! ¡Qué rico mi vida!” –decía retorciéndose de placer, ver su rostro sudado me enloqueció. Le metí toda la verga de una. ¡Lléname! ¡Quiero tu semen dentro de mi concha! ¡Dámelo mi amor!” –decía. Mi verga explotó e inundé su vagina con mi semen. Al sentir como acababa, mi tía suspiró de placer, ya no le quedaban más gemidos. Se quedó un rato encima de mí, su vagina no dejaba de palpitar, me la había cogido de manera brutal, tal y como pensaba hacerlo. Me besaba con lujuria y yo me agarra de sus ricas nalgas. Era tan rica y besaba me besaba tan caliente que simplemente disfruté de ese momento. “¡Qué rico me cogiste mi amor!” –dijo.
Mi verga salió de su concha y el semen salió haciéndola estremecer, la mezcla de mis fluidos y los suyos era alucinante. Limpió los restos de semen con sus dedos y los chupó para saborearlo. “Ya me tengo que ir, el cornudo debe estar por llegar” –me dijo y se vistió. “Vendré todos los días que tus padres están fuera para seguir disfrutando de tu verga” –añadió. “Con gusto putita, ven cuando quieras” –le dije. Nos besamos otra vez frente a la puerta. “Antes de irte, quiero que te lleves un recuerdito” –le dije. Me miró sorprendida, la tomé del cabello y la llevé al piso. Me empecé a masturbar y me dijo: “¡Qué rico recuerdo me das a dar mi amor!”. Yo jadeaba, bufaba pajeándome, abrió la boca esperando recibir mi semen, yo seguía como toro en celo masturbándome. Ya estaba listo para acabar pero no haría en su boca, quería que se dieran cuenta de lo puta que era. Le eché mi semen en su vestido, manchándolo con mi semen. “¡Qué perverso eres mi amor!” –me dijo. “Así me recuerdas y también quien te vea sabrá lo puta que eres” –le dije. “¡Sí mi vida, soy una puta! ¡Tú puta!” –me respondió. Se puso de pie y salió.A
l rato que ella se fue, me fui a recostar a mi cama, pensaba en lo rico que lo había pasado y lo mucho que disfrutaría con ella mientras mis padres no estaban.
Pasiones Prohibidas ®
Que rico relato una mezcla de pasión y entrega hay delicioso como siempre exquisito relato
ResponderBorrarComo siempre... Esquisito relato.
ResponderBorrar