Soy de un pequeño pueblo en donde vivo por motivos de trabajo. Todo comenzó
al iniciar el ciclo escolar, yo estaba haciendo mis prácticas profesionales de
maestra por ese motivo éramos dos maestras en el aula de clases. El primer día
de escuela todo tránsito normalmente sin nada que resaltar. Debo decir que no
me interesaba verme bien puesto que solo me verían mis alumnos, así que asistía
a la escuela en jeans o leggins.
Bien, el segundo día fue cuando todo empezó. Al llegar a clase pasada la ceremonia de apertura llegó un joven apenas y tenía 18 años, era alto, guapo y súper tierno. Al entrar me saludo y me quedé como tonta viendo como saludaba a sus demás compañeros. Todo siguió normal desde ese día, pero los demás días esperaba a llegar temprano todos los días para saludarlo en la entrada de beso en la mejilla y oler su aroma que de alguna forma me tenía como perrita en celo. A veces pensaba como un alumno me hacía sentir de esa manera, incluso al punto de hacerme mojar con solo verlo. A mis casi treinta años parecía una adolescente enamorada y caliente.
Un día a mediados del curso escolar en una convivencia, llegó con unos shorts que marcaban completamente todo lo que yo quería tener entre mis piernas. Fue tan buena la vista que no pude evitar tomarle una foto muy discretamente para luego poder masturbarme, Estaba tan caliente que necesitaba hacerlo ya, así que aproveche qué todos se encontraban en el patio socializando y cerré la puerta del salón bajé las cortinas, me subí el vestido que de por sí ya era corto y me dispuse a tocarme. Deseaba tanto poder besarlo y decirle que quería ser toda suya pero no sería perder mi trabajo.
Tenía demasiados pensamientos sucios en mi mente, cuando alguien tocó a la puerta. Eran dos alumnos él y su amigo, lo supe por qué la puerta tiene un cristal unidireccional. Me puse muy nerviosa, me bajé el vestido, me acomodé mi ropa interior y abrí la puerta. Su amigo solo pasó por dinero y salió rápidamente. Él se quedó sentado, al parecer estaba un poco cansado de lo aburrida de la actividad. Aún seguía tan caliente, me temía que él pudiera notarlo, así que empecé hablándole para tranquilizarme. “¿Qué haces? ¿Por qué no sales a divertirte? Se esforzaron todos en el examen para poder tener esta convivencia” –le dije. “Lo sé maestra, pero acaba de llegar la chica que me gusta y al parecer tiene novio” –me contestó. Cuando dijo eso logré sentir varios sentimientos, al mismo tiempo. Estaba triste, pues jamás se daría cuenta que lo deseaba con locura y prefería a alguien de su edad. Enojada, por qué yo me moría de ganas de ser su novia y una chiquilla lo despreciaba. “Pero quizá le gustes a alguien más y ni siquiera lo sabes” –le dije. “Maestra escribo poesía, soy demasiado aplicado en la escuela y uso lentes usted cree que una chica se fije en mi así” –me dijo. En ese momento me dieron unas ganas inmensas de besarlo y contarle la verdad, qué estaba enamorada de él, pero no solo quería que me hiciera suya. Quería ser su amante, su maestra, su perra, todo lo que él quisiera hacer conmigo. Me dieron ganas de llorar al no saber qué hacer, pero me contuve y le respondí: “Muchas chicas matarían por estar con alguien como tú. Lindo, carismático, aplicado, decente: si tuvieras mi edad yo estaría loca por estar contigo”. Al decir esto, soltó una risa que me deprimió un poco. “Maestra, aunque tuviera mi edad, siendo tan linda ni siquiera usted aceptaría ser mi novia” –me dijo. “Bueno, eso nunca lo sabremos” –le dije. En ese momento llegó su amigo que después de esperarlo en la tienda demasiado tiempo regresó al salón y ambos se fueron.
Desde ese día, mi meta era que se enamorara de mí. Así que al llegar a casa me arreglé de diferentes estilos, peinados, me probé ropa, lencería. Poco a poco iba a hacer que aquel chico deseara estar conmigo. Al día siguiente asistí arreglada a la escuela. Usé un vestido que lograba hacer marcar mi ropa interior que en esta ocasión era una tanga roja de encaje, al llegar muchos profesores me miraron al igual que los alumnos pero en mi mente solo estaba aquel chico que me volvía loca Al llegar al salón cuando lo saludé, me miró de pies a cabeza me saludo de beso y se sentó sin dejar de mirarme. Me sentía sexy, sentía que mi vagina se mojaba por el solo hecho de tenerlo frente a mí, sabía que mi plan estaba funcionando, notaba como me veía a cada momento y se ponía celoso cuando otro compañero lo hacía. Pasó un mes yo ya estaba perdiendo las esperanzas, porque solo conseguía solo miradas de su parte y mis dedos ya no satisfacían por las noches, lo quería a él, quería sentir su cuerpo sobre el mío, quería la vitalidad de su juventud y que me hiciera sentir que era su perra al cogerme como endemoniado. Me sentía contrariada al no poder conseguirlo, hasta que un viernes. Le tocó hacer el aseo del salón y yo tenía que esperar a que terminara para cerrar con llave el escritorio y la puerta. Noté que estaba un poco nervioso, yo ya había perdido las esperanzas pero quizá por fin hacer el último intento, pensé. Tiré mi cartera a propósito y abierta para que cayeran monedas al piso que él ya estaba trapeando. Llevaba un vestido algo corto y una tanga de color negra, al agacharme subí más el vestido y media nalga de cada lado quedó al aire.
Él se encontraba a mis espaldas y se paralizó un instante. Terminé de recoger las monedas y me senté un poco excitada pero triste al no notar reacción alguna, hasta que noté que traía un bulto en su pantalón. Sabía que lo estaba logrando y me animé a continuar con el espectáculo. Ya no quedaba nadie en la escuela así que podía hacer lo que yo quisiera, cada segundo que pasaba se marcaba más su deliciosa verga que ya quería que fuera mía. Ver como se le marcaba peligrosamente en el pantalón hacia que me mojara, que me mordiera el labio imaginándolo cogerme desesperadamente sobre el escritorio. Él seguía trapeando, así que cuando pasó el trapeador por debajo del escritorio y se agachó, aproveché y abrí mis piernas para que pudiera observar todo lo que era suyo sin saberlo. Su pantalón estaba a reventar e intentaba disimularlo. Sabía que él no daría el primer paso, así que tendría que hacerlo yo. “¿Cómo vas con el problema de la novia, ya conseguiste a alguien cierto?” –le pregunté. “No maestra, esa chica ya no me interesa; de hecho, la chica que me interesa jamás me hará caso y un amor con ella es casi imposible” –me respondió. No sabía si hablaba de mí, así que intenté sacarle más información. “¿A qué te refieres? Puedes tener a la chica que quieras a tus pies” –le dije. Noté como se puso rojo, lo miraba con cierta lujuria, me excitaba saber que pronto sería mi hombre. “Maestra, ¿incluso si esa persona fuera mayor?” –me preguntó con curiosidad. Me temblaban las piernas y comenzó un deseo enorme de besarlo. “Claro, eso no importa, lo que importa es el amor” –le respondí. “Es que me gusta usted maestra, no se enoje y no piense mal. Yo sé que sería algo imposible pero tenía que decirlo, por qué me gusta desde hace un tiempo y no puedo concentrarme en la escuela” –me dijo con esa timidez que lo caracteriza.
Me quedé callada, me daba ternura y me excitaba saber que
solo pensaba en mí. Pasaron cinco larguísimos minutos, él terminó de limpiar y
al salir, lo tomé del hombro y me paré de puntitas, ya que él es más alto y le
dije en voz baja: “Puedes tener a la chica que tú quieras mi amor, a mí una
maestra que está loca por ser tuya o a la compañera más buena de la escuela”.
En ese momento lo besé en los labios. Él no dijo nada, solo me observó, se
acomodó los lentes, se despidió de mí y caminó. Ya no importaba lo que pasará,
estaba tan caliente y enamorada, que nada podía calmarme más que estar con él. Cerré
el salón y me supuse a ir a mi coche. Él iba a tras de mí pero no quería
alcanzarme, caminaba lento. Al llegar a mi coche giré la cabeza a todos lados
buscando a mi hombre pero no pude encontrarlo. Llegué a mi casa y lloré
profundamente por qué quizá todo era una broma y él no quería una maestra mayor
como su novia. El sábado y domingo pasaron y no me sentía de ánimos. Al llegar
a lunes en la escuela llegué tarde para evitar una escena incómoda al saludarlo,
pero para mí sorpresa, pasó una semana en la que él no asistió a la escuela. Estaba
triste y empecé a vestirme casi sin arreglarme otra vez, si la vista no era
para mí hombre entonces no tenía caso. Aquella semana fue dura sin él, lo
extrañaba, estaba de mal humor; hasta que un día tocaron a mi puerta y era él. Estaba
emocionada por dentro pero temerosa de lo que pudiera decirme. “Maestra
disculpe que venga a su casa, pero no había podido ir a la escuela y la verdad
la extraño. No sé si usted sienta lo mismo que yo, pero quisiera que fuera mi
novia” –me dijo. Me quedé callada unos minutos y lo invité a pasar, se sentó en
el sillón y prosiguió: “Yo sé que es complicado por su trabajo, pero nadie lo
sabrá, solo usted y yo. De veras estoy enamorado de usted”. “¿Te das cuenta que
no puedo vivir sin ti? He estado enamorada de ti desde que te vi y todos los días
deseaba que te fijarlas en mí. ¿Sabes cuántos días me vestía provocativa para
que vieras todo lo que te pertenecía y te animaras a cogerme?” –le dije. “Lo
siento maestra, yo no sabía y supongo que ya no siente lo mismo. Será mejor que
me vaya” –me dijo. Salió muy rápido dirigiéndose a la puerta, lo alcance lo
tomé del brazo y lo besé con locura. “Te digo que no puedo vivir sin ti y aun
así piensas irte” –le dije. “No maestra, pensé que usted no me quería”. “No te
quiero. Te deseo, soy toda tuya mi amor de pies a cabeza” –le respondí. “Entonces,
¿si quiere ser mi novia?” –me preguntó. “Mi amor seré tu perra si lo deseas,
soy tuya” –le respondí. Estaba tan caliente que comencé a quitarle la ropa, hasta
dejarlo en bóxer. Él era algo tímido y casi no me tocaba, pero lo animaba diciéndole
diversas cosas. “¡Soy tu perra! ¡Cógeme por favor, te lo suplico!” –le decía
mientras me quitaba la blusa. Él solo me miraba las tetas. “¿Te gustan? Son
tuyas mi amor, tómalas” –le decía.
Dejó toda su timidez a un lado y apartó su verga de mi
boca. “¿La quieres perrita?” –me preguntó, sin pensarlo dos veces respondí:
“¡Sí, sí la quiero dámela por favor!”. Acercaba su verga y la retiraba, yo como niña solo lo chupaba por momentos.
Tomó mi blusa y la rompió, la hizo un nudo y me la ató en el cuello. “¿Dónde
está tu cuarto perra?” –preguntó. “¡Allá papito!” –le respondí. Me jaló y me
puse de pie, me dio una bofetada en las tetas, haciéndome mojar más. “Eres mi
perra, comportarte como tal” –me ordenó. Me puse a cuatro y gatee hasta llegar
a la habitación. Al llegar a mi cuarto, se sentó en la cama y me ordenó que me
sentara en sus piernas. Yo accedí de inmediato
En ese momento comenzamos a besarnos de una forma
desesperada, él con una mano jugaba con mis tetas que son de un tamaño mediano
y con la otra mano separaba mis nalgas como buscando un tesoro, hasta que de repente,
metió su dedo en mi ano lo que me hizo mojarme a chorros, tanto que mi tanga ya
no pudo contener mis fluidos vaginales y le empapé la pierna. Al ver esto el
mostró una cara de molestia, a lo que me dijo: “¿Qué acabas de hacer? ¡Límpialo!”.
Me encantaba que me tratara de una forma dominante. Tomé mi ropa interior me la
quite e intenté limpiar mis fluidos de su pierna. Estaba casi por terminar mi
labor cuando me tomó de mi cabeza y acercó mi cara a su pierna aún empapada.
“¡Límpialo con la lengua perra!” –me ordenó. De inmediato comencé a lengüetear
su pierna hasta dejarla limpia; luego subí hasta su verga y continúe chupándola
hasta que explotó en una gran descarga de semen que manchó mis tetas cara y
cabello, pero no perdió su tamaño. Estaba tan feliz de que al fin estaba
cumpliendo mi sueño, me tenía al borde de la locura, me estremecí por completo
al sentir la tibieza de su semen recorriendo mi rostro, pasé mi lengua
siguiendo ese recorrido y lo tragué como una niña perversa.
Me ordenó sentarme nuevamente en sus piernas de espaldas y se puso a jugar con mis tetas que por la gran excitación habían aumentado de tamaño. “¿Te gustan?” –le pregunté con perversión. “Me encantan, siempre había soñado con este momento y me masturbaba pensando en ti perra” –me respondió. “¿De verdad, mi amor? Yo hacía lo mismo, pero de ahora en adelante no tendrás que hacerlo más. Ahora, tienes una cachorrita bien puta que se encargará de eso” –le dije. Seguido de esto me giró y rápidamente metió su verga entre mis labios vaginales no me dio tiempo a reaccionar solo gemí muy agudamente, le di un beso y lo abrase. Estaba prendida a su cuello mientras él con violentos movimientos me cogía como un loco. Yo estaba muerta de placer recibiendo esas embestidas que me arrancaban delirantes gemidos de placer. “¡Me tienes loca!” –le decía mientras él mordía mis pezones, ya no resistía tanto placer, pero quería que no se detuviera, que me cogiera como la perra pervertida que soy. Me puso en cuatro y sin aviso previo me la ensartó en el culo, grité por el intenso dolor, hace tiempo que no cogía por el culo y fue tan doloroso como la primera vez que lo hice, pero eso no importaba, él estaba usando a su perra y taladraba mi culo con fuerza, haciéndome jadear como una loca. Me tomaba del pelo y me decía: “Eso perrita, se nota que te gusta la verga”. Sí, mi amor, me encanta, me encanta que me cojan y que me den verga por el culo” –le decía entre gemidos. No sabía cuánto tiempo más iba a resistir, pero mi calentura era demasiada como para desaprovechar el momento. sí fue durante una media hora, hasta que volvió a acabar, está vez en mi culo al mismo tiempo que me daba una nalgada.
Estaba totalmente cansada, así que lo único que hice fue tirarme en la cama, necesitaba descansar un momento. Su semen espeso me escurría por el culo, yo trataba de apretar mi ano, no quería desperdiciar nada de lo que me había dado mi hombre. Pasaron cinco minutos y vi la hora, eran las 21:50. Me alarmé, puesto que mi novio tenía que estar en casa temprano. Me ofrecí a llevarlo a casa en mi auto, pero me dijo que sus padres habían salido y regresarían en dos días. Me puse muy feliz por qué al día siguiente no había clases y esa noche podíamos dormir juntos. Bueno, si es que se puede decir que dormimos. Estuvimos cogiendo como locos hasta altas horas de la madrugada, mis piernas y mis agujeros palpitaban como nunca antes lo habían hecho, estaban abiertos, escurriendo semen por montones, fue simplemente una noche perfecta, perversa y llena de lujuria
A la mañana siguiente cuando me desperté, él estaba con su verga en mi concha dándome como loco, me encantó verlo y lo que me calentó más fue que no pidiera permiso para usarme, sino que perdió esa tonta timidez y no le importó nada más que saciar su calentura con mi vagina que estaba abierta para él. Me besó en la boca, me chupaba las tetas como un loco y yo me retorcía de placer al sentí sus candentes embestidas, no quería nada más que tener su verga entre mis piernas y disfrutar como la perra en celo que me había vuelto por mi alumno. En eso saca s verga y se acerca a mi cara, como una sucia perrita abrí mi boca y él dejó salir su semen, cayendo de lleno en mi boa, él que saboree como el mejor desayuno que me hayan llevado a la cama. Después de tan deliciosa cogida nos dimos una ducha, él dijo que debía ir a dar una vuelta por su casa para ver que todo estuviera bien. Lo llevé y lo esperé en el auto, cuando salió lo hizo con una pequeña maleta, me dijo: “Ahora que eres mi perra, me iré a quedar a tu casa cuando lo desee y obviamente llevo algo de ropa para cambiarme”. “Claro, mi amor, puedes llevar la ropa que quieras y quedarte cuando quieras” –le dije.
Los días de clases se hacían eternos, solo quería que sonara el timbre para finalizar el día y esperar a mi hombre desnuda y arrodillada detrás de la puerta como una buena perrita que se pone contenta al ver a su amo cruzar el umbral.
Pasiones Prohibidas ®
Me encantó que delicia de relato cada línea expresan esa emoción ufff que hace volar mucho la.imaginacion como siempre exquisito relato Caballero
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