Somos
de un pueblo rural de Chile, en
casa solo vivimos mi mamá Inés que en ese tiempo tenía 40 años, mi padre
Alberto de 50 años y yo Alberto (adorable originalidad de mis padres) de 20
años menor que mi mamá. Ella es hermosa, tez blanca, delgada, con pechos
grandes y nalgas exquisitas. Como les dije, somos campesinos. Mi padre se iba a
trabajar de 07:00 PM a 08:00 AM. Aunque yo me moría de ganas por cogérmela,
sabía que jamás existiría la más mínima esperanza, nunca me daría una
oportunidad de coger con ella ni siquiera hablamos de sexo siempre fue muy
decente y Católica.
Una tarde mi papá a la hora de cenar, antes de irse a trabajar le dijo que se pusiera la falda que le había comprado. “Está bien mi amor” –le respondió mamá. Después de la cena mi padre se fue y mi mamá termino de hacer sus labores y se metió a bañar, cuando salió tenía la falda, era roja a media pierna abotonada de enfrente, noté que no tenía calzón ni enagua, pues por las aperturas entre botones vi sus piernas y su vagina. No sé por qué mi mamá esa noche no se puso ropa interior, nunca lo había hecho o al menos no me había dado cuenta. Después de cenar nos fuimos a ver un rato la televisión la noté rara, un poco más cariñosa de lo habitual, me di cuenta que de reojo veía mi verga la que ya estaba dura de imaginar cómo tenía la vagina mi madre, suponía que estaba cubierta de suaves y frondosos vellos oscuros como el color de su pelo, también pensaba en lo rico que sería meterle la verga y sentir como acababa en cada cogida. Estaba tan perdido en mis pensamientos que no prestaba atención a la TV, lo importante era fantasear.
En un momento se le cayó algo y se agachó a buscarlo, por atrás vi como no tenía ni un vello que se asomara, ella muy dama se depilaba esa rica concha. La falda se le había subido, lo que me mostraba ese delicioso espectáculo de su vagina, no le dije nada. Después de incorporarse, me di cuenta que tenía la blusa abierta, de modo que no me perdiera detalles de sus tetas. Se volvió agachar, quedando frente a mí y tampoco tenía brasier puesto. Esta vez me levanté me puse detrás de ella y saqué mi verga sin darle oportunidad de reacción la penetré con fuerza, mi mamá gritó diciendo: “¿Qué estás haciendo?”. “¡Es lo que quieres! ¡No lo niegues!” –le respondí. La sujeté con fuerza y le dije: “Es mi primera vez, eres la primera mujer a la que le siento la vagina asó como a ti. Además, se siente tan rica, caliente y húmeda” –le dije totalmente en éxtasis. Poco a poco dejó de oponer resistencia, pregunté: “¿Antes te habías vestido así para coger?”. Sintiendo el ritmo de mis embestidas me respondió: “Es mi primera vez, la primera vez que me coge otro hombre que no sea tu padre”. Por unos minutos guardamos silencio y seguí dándole verga con todas mis fuerzas, ya se notaba que lo estaba disfrutando, la humedad la delataba y sus gemidos eran tan candentes que me volvían loco. Me senté en el sillón y ella se subió encima de mí a horcajadas. Mamá gemía enloquecida y se movía cada vez más salvaje, apoyó sus manos en mi pecho y me decía: “No está bien lo que estamos haciendo, pero me gusta lo que estoy sintiendo”. Estaba embobado disfrutando de ese caliente cuerpo de mujer madura que se movía como un torbellino encima de mí.
Estaba tan caliente siendo como mi verga entraba y salía de su rica concha que le dije: “Desde hoy quiero que te pongas vestidos y faldas solo para mí y solo aquí en la casa”. Me respondió: “Sí, las voy a comprar todo para complacer a mi niño hermoso”. Seguía con sus movimientos calientes. La acosté en el sillón, puse una de sus piernas en mi hombre y se la metí completa. “¡Oh, papacito, tienes una rica verga!” –me decía mientras me empezaba a mover para clavársela hasta el fondo. “Nunca mi concha había sido así de rico cogida” –me decía. Estaba muy mojada y caliente. Le desabroché la blusa, tenía los pezones tan duros que no pude aguantar las ganas de morderlos. Ella dio un grito y dijo: “¡Oh, es exquisito!”. Ya ninguno podía contenerse, su vagina apretaba mi verga y yo sentía que pronto acabaría, era cosa de minutos. De pronto, mamá empezó a gemir y a retorcerse, sus ojos se ponían blancos; estaba como endemoniada. “¡No pares bebé, sigue! ¡Dame más fuerte!” –me decía entre sus escandalizados gemidos. Yo no pude aguantar más y mi verga explotó en su interior, lanzando calientes chorros de semen que se derramaron en su vagina. La cara de perversión de mi madre y una sonrisa caliente era el reflejo de lo mucho que ella había disfrutado.
Se quedó boca arriba respirando agitada, cuando ya pudo recuperarse un poco se sentó en el sofá y me dijo que me acercara. Mi verga aún seguía tiesa, ella la tomó con su mano y me dijo: “Es hora de limpiarla”. Le pasó la lengua desde el glande a la base, recorriendo cada centímetro, yo estaba enloquecido mirándola, era la primera vez que me lamian la verga y puedo decir que es algo delicioso, luego se la metió a la boca para chuparla. Lo hacía con la misma lujuria como cuando se meneaba encima de mi verga. “¡Oh, mami, qué rico lo haces!” –le dije. Ella me miraba a los ojos y la perversión se reflejaba en ellos; fue sublime cuando lamió mis testículos y después uno a uno los chupó, se notaba que sabía hacerlo bastante bien. Otra vez los dos calientes, me dice mi madre que se la meta una vez más. Obediente a sus deseos empecé a metérsela con un ritmo furioso, haciéndola gritar de placer y poner los ojos en blanco; le pregunté: “¿Te gusta cómo te coge tu hijo?”. Entre gemidos me responde: “Sí, me gusta mucho. Nunca imaginé que coger contigo fuera tan delicioso. Desde hoy serás mi amante cuando tu padre no esté”. Puse sus piernas en mis hombros y seguí metiéndosela con fuerza, mamá caliente como estaba se agarraba las tetas y se apretaba los pezones. “¡Eso papacito! ¡Dame con fuerza, me tienes tan caliente que quiero sentir como sale tu semen!” –decía entre gemidos. Seguí y ella se retorció con fuerza. “¡Mierda, qué rico!” –gritó y comenzó a gemir de manera intensa, yo estaba a punto de acabar, cosa que ocurrió en pocos minutos y otra vez le llené su concha con mi semen.
Le quité la blusa y ella se quitó la falda. Estaba desnuda ante mis ojos; verla así era n deleite para mis ojos pecadores. “¡Vamos a mi cuarto!” –me dijo. Al estar frente a la cama se puso en cuatro, me dijo que nunca había cogido en tantas posiciones, que mi padre era solo de los que se subían arriba y ella abría las piernas, muchas veces la había dejado con ganas de más pero él acababa y se daba vuelta para dormir. “¡Me gusta cómo me la metes, lo que me haces sentir!” –me decía. Separó sus nalgas y podía ver mi semen en el interior de esa rica concha que me invitaba a ser perverso. Se la metí con fuerzas, su vagina ya no oponía resistencia, ya que entre tanto semen y sus luidos hacían el camino de mi verga más fácil de recorrer. Ella movía sus caderas despacio mientras me decía: “¡Qué rica verga tienes hijo! ¿Por qué no cogí contigo antes? ¡Yo sufriendo por verga!”. La tomé del pelo y se la ensarté con más fuerza y le daba nalgadas, me dijo: “Nunca tu padre me ha cogido así de rico”. Como sabía que lo estaba disfrutando, seguí dándole así hasta que sus gemidos se hicieron más intensos, me dijo: “¡Voy a acabar!”. No pudo más y dio un grito. Acabó varias veces seguidas, haciendo que me calentara más y se la metiera con más fuerza.
Después de varios minutos cogiéndola no pude más y acabé dentro de su concha por tercera vez. Se volteó y la chupó para dejarla limpia, sin ni un rastro de semen. Para mí era sin duda un momento perverso que estaba dispuesto a aprovechar, sentir como sus labios envolvían mi verga era tan excitante y perverso, verla como se la tragaba me ponía en verdad demasiado caliente. Me dijo que me acostara, obedecí y ella cabalgó mi verga por unos minutos, como ya estaba sensible solo bastaron unos movimientos para que le llenara por última vez esa noche su concha con mi semen. Nos besamos como dos amantes apasionados y me limpió la verga con su boca, se fue al baño a lavarse y se acostó a mi lado. “Mañana hablamos tú y yo” –me dijo. Dormimos desnudos esa noche. No lo podía creer que me había cogido a mi mamá.
Desperté a las 4 AM estaba desnuda, chupé sus tetas, acaricie su peluda vagina. Se despertó y dijo: “Espera voy al baño a orinar”. Se levantó, al cabo de unos minutos regresó y le dije: “Ponte la falda, quiero volver a cogerte así”. No lo dudó, se la puso, se acostó bocarriba; no perdí el tiempo, le metí la verga, empecé a moverme, mientras se agarraba los tetas, mi verga entraba más fácil, estaba muy lubricada tras veinte diez minutos sentí que no podía más y acabé dentro de su vagina.se la saque y se puso en cuatro, no lo dudé y volví a metérsela esta vez a un ritmo animal mientras mi verga entraba y salía, mamá gemía diciendo: “¡Tienes una deliciosa verga, me vuelves loca!”. Su vagina estaba inundada de fluidos, tanto los de ella y los míos. Sus fluidos escurrían por sus mulos, le di nalgadas y abrí sus nalgas, tenía el agujero con pelos, se veía tan rico que me provocaba a más. Seguí dándole verga en su concha, le agarré las tetas mientras seguía metiéndosela como un animal salvaje. Me decía: “¡Así papacito, que rico me estás cogiendo! ¡Ay, papi voy a acabar! ¡Me tienes toda mojada!”. Dio un grito y tuvo un orgasmo, quedó sin fuerzas. Seguí cogiéndola hasta que Acabé. Rápido se la saqué, me acosté. Tras un breve descanso mi verga estaba dura, se montó y comenzó a cabalgarme despacito mientras le agarraba las nalgas y las tetas. Me preguntó si me gustaba como cogía, le respondí que sí, que cogía muy rico. Le dije: “¡Qué rica concha tienes mami, me gusta que la tengas peluda como una hembra y apretada, me gusta que se moje tan rico”. Le agarraba sus nalgas, se detuvo, me dijo: “¡Quítame la falda, estoy muy caliente quiero que me veas totalmente desnuda!”. Así lo hice, ahí estaba mi mamá totalmente desnuda cogiendo conmigo. Verla y sentir esos candentes movimientos. Nos besamos apasionadamente, se bajó, limpió mi verga con esos exquisitos labios, se limpió y se fue al baño a darse una ducha. Cuando regresó se puso la misma falda y la misma blusa, se dejó la mitad de la falda desabotonada. “Anda a tu cuarto y duerme un rato que tu padre llega en una hora más y debo prepararle el desayuno”. No había peligro de que se diera cuenta, así que por ese lado no había problemas. Para mí todo era como un sueño, una mujer muy decente y católica era amante de su propio hijo.
Cuando llegó papá, mi mamá tenía los botones abrochados de la falda, lógico, no sospechó nada; desayunó, se bañó y se durmió. Por otra parte mamá se puso a limpiar la cocina, a lavar los platos. Se veía tan sensual, siempre la había visto así pero después de anoche ya no podía contener mis ganas de querer cogérmela. Me acerqué por detrás y la abracé, le metí la mano bajo su delantal y le desabroché los botones de la falda para agarrar los vellos de su concha. Me dijo: “Si me vas acoger, hazlo rápido antes de que tú papá despierte”. No lo dudé. Se volteó y quedamos de frente, levanté su pierna y la metí por unos veinticino minutos hasta que acabé. Se la saqué y ella se arrodilló a chupármela, me miraba con esos ojos llenos de perversión. Después se puso de pie y abrochó los botones de su falda. No quería que estuviera así, pero me dijo que papá podía darse cuenta y preguntarle por qué andaba así.
Me fui a trabajar, cuando regresé mi papá ya no estaba, se había ido al trabajo. No regresaría en una semana. Sin decirle nada, la tomé de la mano, le quité el delantal y le desabroché la blusa. “Ya basta de ser la mujer abnegada de la casa, quiero que seas esa mujer perversa que me cogí anoche y hoy en la mañana” –le dije. Me dio una sonrisa perversa, le chupé las tetas y le dije que me chupara la verga. Al instante se puso de rodillas y se la metió en la boca, era tan exquisita la manera en que lo hacía que comencé a gemir sintiendo como entraba y salía de su lujuriosa boca. Chupó y lamió mis testículos, ¡oh, bendito placer! Ya no importaba nada, nos fuimos a la sala y se acostó en el piso, abrí sus piernas y lamí su húmeda concha. “No cogí con tu padre, te estaba esperando a ti” –me dijo. Le lamí esa concha caliente y ella se retórica de placer. “Nunca nadie me había chupado la concha, solo tú mi amor y lo haces tan rico, me encanta como lo haces. ¡Cógeme ya, estoy muy caliente y quiero tu verga dentro!” –me decía. En ese momento mi perversión creció como nunca antes, ahora era yo quien quería más de mi madre. La giré y la puse en cuatro, abrí sus nalgas y empecé a lamer su agujero, al ver como gemía sabía que ella esperaba lo mismo. Acomodé mi verga en la entrada de ese delicioso ano y comencé a metérsela lentamente. Cuando mi glande ya estuvo dentro de su culo, se la clavé con fuerza. Mamá gritaba diciendo: “¡Ay hijo, me matas de placer! ¡Cógeme soy toda tuya, está verga es solo mía y de nadie más! ¡Sigue, sigue no pierdas el ritmo lo estás haciendo muy rico!”.
Seguí cogiéndome su culo, sus tetas se arrastraban por el piso al compás de mis embestidas, le di con tanta fuerza que parecía que su ano se rompería. “Ya no quiero cogerte en la casa” –le dije. La hice que se pusiera de pie y la tomé del pelo, la saqué al patio y puse ropa que tenía tendida en el suelo. Me acosté en el piso y ella se subió encima de mí dándome la espalda, mi verga se deslizó a su concha y se empezó a mover lujuriosamente. “¡Ay Dios mío! ¡Si esto es pecado, estoy ardiendo en el infierno!” –decía mamá mientas intentaba persignarse. Siguió moviéndose como endemoniada, mi verga se salió y se la ensartó en el culo: “¡Oh, mi culo!” –gritó. Aunque eso no fue impedimento para que siguiera moviéndose con la misma perversión. Ambos en éxtasis cogíamos como animales en el patio de la casa que por suerte es amplio y sin vecinos cerca que nos pudieran ver, pero no sé si podían escuchar los gemidos de mi madre. Después de varios gritos despavoridos de placer mi madre tuvo un rico orgasmo que la dejó exhausta, luego yo acabé deliciosamente en su culo abierto. Cayó a un lado mío y nos besamos, me dijo: “Te amo hijo, eres el amor de mi vida. Mi macho caliente”.
Tras un breve descanso se colocó en cuatro, ya nada nos estorbaba. Teníamos todo el tiempo del mundo para nuestra perversión. Se la metí hasta el fondo de su culo, la tomé de sus caderas y la embestí con fuerza, ella se movía agitada y sensual. Sacó toda la intensidad que tenía guardada, gritaba de placer, le daba nalgadas fuertes, mis manos quedaban marcadas por la fuerza en que la golpeaba. Se calentó más y se movía más rápido y gimiendo. “¡No pares, sigue dándome fuerte! ¡Rómpeme el culo!” –me decía. No se cómo lo hizo, pero apretó mi verga con su culo y me hizo acabar deliciosamente.
Fue una semana intensa la que vivimos cogiendo todos los días, le dije a mi madre que no que no quería que se duchara, quería que me recibiera desnuda y con olor a hembra; a ella le pareció una idea excitante y lo hizo mientras duró nuestro tiempo sin papá en casa, solo existía el morboso momento de estar juntos y coger como locos, sin importar el tiempo ni el lugar de la casa, solo era placer, morbo, lujuria y perversión sin control.
Pasiones Prohibidas
Waoo que rico relato... Me llevo a los pensamientos más lujuriosos que e tenido...
ResponderBorrar