lunes, 2 de junio de 2025

120. El que busca encuentra

 

Mi nombre es Mónica, soy chilena, 21 años. Dicen que soy una chica sensual, aunque yo me considero lo más normal que puede haber. Había terminado la relación con mi novio, por lo que hacía días que mi culito reclamaba verga, así que después de mucho pensarlo decidí salir al parque que estaba atrás de mi casa. Según tenía entendido,  allá se podía conseguir todo lo que estuvieras buscando  y más. Eran las nueve de la noche. Me puse una falda blanca, transparente que dejaba ver la minúscula tanguita que traía debajo y una polera celeste sin brasier, en la que se pegaban mis pezones duros por la ansiedad. Caminaba al parque, sentía que mi vagina se mojaba pensando lo que podría descubrir. Sentía la adrenalina correr por mi cuerpo, las ganas de tener una verga en mi culo eran el detonante.

Cuando llegué a mi destino pude apreciar a varias personas que de seguro buscaban lo mismo que yo. Me adentré en el lugar lentamente y moviendo las caderas dando a entender cuál era mí objetivo. Sentía las miradas posándose en mí y eso me puso más caliente, eran miradas descaradas, libidinosas, lujuriosas, llenas de perversión. Me sentía como una presa en medio de una jauría de lobos. De pronto una idea me surgió, me acerqué hasta un árbol; el más apartado de todos y me quedé ahí, quieta, dándole la espalda a todos y a todo. Estaba realmente caliente, no sabía lo que me pasaba pero tampoco me importaba, por lo menos no en ese momento.

Mi cuerpo dio un pequeño cuando la mano de un desconocido se posa en mis nalgas e hice ademán de darme vuelta, pero no me lo permitía y me lo dejó muy claro cuando me apoyo completamente en el árbol. Sentía como esa mano se colaba por debajo de la falda y me estrujaba las nalgas. “¡Me gusta tu culo!” –me dijo sin dejar de apretarme “¡Hazme lo q que quieras papi, que para eso estoy!” – le contesté. Al parecer se lo tomo muy enserio, porque al minuto siguiente me vendó los ojos con algo y me pidió que no me asustara. Yo ya estaba completamente entregada y por supuesto que accedí a seguir con ese jueguito. Me hizo poner en cuatro con el culo bien en pompa y las piernas bien separadas, por lo que me tuve que recostar mi pecho en el pasto. Ahí estaba yo, ofreciéndole mi culo a un completo desconocido; con el culo tan solo protegido por la diminuta tanguita que pronto fue echa a un lado. Respiraba agitada, jadeaba, solo quería que me la metiera y que me hiciera su puta en ese momento. Yo estaba en silencio, expectante, con  mis sentidos exacerbados y dispuesta a dejarme coger.

El tipo apoyó la punta de su verga en el orificio de mi culo  que se estremecía de solo pensar en lo que vendría, no me dio mucho tiempo de pensar ya que al haber entrado el glande me toma de las caderas para enterrármela de una. Sentía el dolor mezclado con el placer de aquella embestida brutal. No pasó mucho para que comenzara a moverse como una bestia, entrando y saliendo con una fuerza descomunal.

Mi orto estaba siendo abierto de una forma atroz y yo quería que me la metiera más fuerte y más adentro, y así se lo hice saber. “¡Putita que rico culito que tienes! ¡Te voy a llenar ese lindo culito con semen!” –me dice. Yo ya no podía más, ese tipo me estaba dando muy fuerte y mis piernas comenzaban a flaquear por lo que terminé tirada en el piso ensartada por esa verga que sin importarle mi estado físico seguía moviéndose con frenesí; hasta que con una última arremetida como queriéndomela encajar bien al fondo, acababa dentro de mi culo. “¡Toma puta!” –me decía mientras me daba pequeñas embestidas. Yo sentía todo ese líquido espeso invadiéndome las entrañas y sin ser consiente comencé a apretar la verga que aún se encontraba dentro. Me la dejó un rato más adentro antes de sacarla completamente, cosa q me provocó un vacío inmenso. Me incorporé poniéndome en cuatro de nuevo, sabía que todavía se encontraba ahí y quería ofrecerle el espectáculo de observar mi orto bien abierto y desbordante del semen que no pudo quedar dentro. Sentí como las manos volvían a agarrarme de las caderas y como sus piernas me obligaban a abrir las mías. Ni lenta ni perezosa me agaché bien y le volví a ofrecer mi culo que todavía estaba abierto.

Cuando apoyó la cabeza de su verga pude notar algo q me hizo estremecer. Aquel que se encontraba atrás mío no era el mismo de antes, este tenía una verga muchísimo más grande o por lo menos el glande era monstruosamente enorme. “No te preocupes putita, querías verga, ¿no? Pues hay una fila esperando por este lindo culito” –me dijo el otro desconocido y me la clavó de una. Esta vez sí que necesité agarrarme de algo, me sentía partida al medio, ese tipo la tenía enorme. Por si fuera poco enseguida comenzó a moverse como un animal, me agarraba de las tetas y me la metía hasta el fondo; me la metía de tal manera que podía sentir sus testículos chocar contra mis nalgas. “¡Pero que puta! ¡Tremendo culo tienes!” –me decía mientras me la encajaba más y más; en un momento se levantó y me cabalgaba como si fuera un jinete. Unos minutos después acabó,  desplomándose sobre mí y dejándome su verga ensartada. Quise sacarlo de encima pero era muy pesado para mí, y en un momento pude sentir un ligero ¡plop! Dándole un poco de alivio a mi culo, pero me la volvió a meter. “¡Mira como tu orto se traga mi verga puta!” –me dijo y después me la saca sin ningún tipo de cuidado.

Ahí estaba yo, con mi culo destrozado y ya sabía lo que seguía, por lo que decidí poner mi culo en pompa y abrirme las nalgas incitando a que pasara el siguiente, cuanto más rápido mejor. Estaba caliente con ganas de más, quería que todos usaran mi culo, no importaba si me lo rompían, solo quería saciar mi calentura. Me sentía como una puta y me gustaba escuchar cuando me lo decían. El que seguía era un viejo, su manera de hablar fue lo q me hizo darme cuenta. Debo reconocer que me dio asco, pero no me quedaba más resignarme así que lo dejé seguir. Se bajó el cierre, sacó su verga y me la puso en el culo,  metiéndomela como los otros, de una sola embestida y comenzando a moverse al instante. “¡Qué rico! ¡Qué puta eres! ¿Puedes creer que un viejo te la está metiendo?” –me decía. Por suerte acabó rápido, pero al igual que los otros, me la dejó adentro un rato mientras me agarraba las tetas y se seguía moviendo. Al ratito salió y yo en la misma posición esperaba paciente y adolorida lo que seguía. Así pasaron las horas, por mi culo pasaron toda clase de vergas y muchas. Podría decirse que esa noche me cogieron más de treinta personas. Cuando ya no quedaba nadie me saqué la venda de los ojos  y cuando me levanté me dolía terriblemente el culo y como no iba a dolerme si lo tenía destrozado. Agarré la tanguita que estaba en el pasto y me la puse para salir de ahí lo más rápido posible, aunque tuve que ir lento porque el hilito de la tanguita me rozaba el orto y me provocaba un poco malestar.

Llegué a casa y me paré frente al espejo, me saqué la tanguita para dejar al descubierto mis nalgas que estaban un poco coloradas. Me agaché, la imagen de mi orto destrozado se reflejara en el espejo, y así fue, el espejo me mostró la imagen de mi ano completamente abierto, colorado y con los restos de espermas mezclados que comenzaban a deslizarse hacia afuera. Al ver eso mi mente comenzó a procesar la información de los momentos antes vividos, me había comportado como toda una puta; lo que al principio empezó con uno y terminaron siendo más de treinta hombre los que me la metieron, pero una cosa era segura, me habían dejado bien abierta, y todavía tenía ganas de más. Sin duda tenía que repetirlo.

Todas las noches iba al parque en el mismo horario y esperaba en el mismo lugar, no pasaba mucho tiempo y ya estaba recibiendo verga, era tan morboso lo que sucedía en la oscuridad que lo disfrutaba al máximo. Pronto estaba rodeaba de varios hombres que me cogían uno a uno o dos a la vez y chupándoselas. Me regresaba llena de semen por todos lados de mi cuerpo, incluso en mi ropa. También aprovechaban que me tenían a su disposición y me orinaban encima, era demasiado excitante y yo muy puta, pero no importaba mientras pudiera encontrar lo que buscaba.

Una noche caminaba por el parque con una amiga, ya se había hecho un poco tarde y debíamos cruzarlo para llegar a mi casa, no sé si fue por morbo o qué pero le dije que nos quedáramos un poco para descansar. En eso, empecé a sentir las miradas de esa “jauría de lobos hambrientos de lujuria”. Sentía como esas miradas con perversión nos recorrían, mi amiga no se daba cuenta de lo que yo percibía lo que hacía más morboso el hecho de sentir que nos observaban, Le dije a mi amiga que se apoyara en el árbol por unos minutos y continuábamos caminando. Cuando se quedó apoyada en el árbol, no pasaron ni cinco minutos y unas manos indecorosas la empezaron a recorrer, su primera impresión fue de miedo, pero le dije que no sintiera miedo, porque lo que vendría seria placentero. Me miró como si estuviera loca, pero en vez de salir de ahí se quedó y sin darse cuenta, ya tenía desabrochado el jeans y una mano dentro de sus bragas. Su cara era un estímulo morboso a mis ojos. De pronto, de entre las sombras se asomaron seis hombres. Mi amiga tenía las piernas abiertas dejando que esos dedos recorrieran su vagina con libertad. Yo estaba de rodillas con tres vergas a mí alrededor y las estaba chupando viendo como mi amiga se entregaba al placer.

A los pocos minutos estábamos siendo cogidas, las dos teníamos una verga en el culo y en la concha, y otra en la boca. Esa noche nos cogieron entre los seis y fue algo delicioso, jamás pensé que mi amiga se prestaría para ser la puta de esos desconocidos. Al final regresamos a casa cogidas chorreando semen y tan calientes que decidimos terminar esa noche cogiendo las dos.

Ahora si lo había comprobado, “quien busca encuentra”, en mi caso fue el placer de tener siempre algunas vergas para calmar mi calentura.

 

Pasiones Prohibidas ®

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