Me
encontraba sin nada productivo que hacer ya que mi marido no quiere que
trabaje, aparte de que según yo misma veo no hace falta realmente, ya que él es
excelente proveedor, como que es casi dueño de la empresa, donde es gerente. Hace
unos meses atrás debido a que no tenía nada más que hacer, me dedicaba a leer
dichos relatos, en ocasiones de manera totalmente incrédula, ya que algunos me
daban la impresión de ser sencillamente falsos, pero hay otros que desde mi
punto de vista son reales.
No
me había dado cuenta, pero desde que comencé a leer alguno de esos relatos, mi
manera de actuar fue cambiando un poco, por ejemplo, en casa luego de
levantarme, y que la mujer de servicio terminaba con la limpieza, y se
marchaba, yo andaba prácticamente desnuda, por toda la casa. Cuando salía por
algún motivo, ya fuera llevar a mi hija al pediatra o de compras, comencé a
andar sin nada de ropa íntima. Para colmo me la pasaba imaginándome, como sería
eso de serle infiel a mi marido con cualquier otro hombre o mujer, ya que de
paso él es un adicto al trabajo, y había temporadas que poco se fijaba en mí, pero
al mismo tiempo tenía terror de lo que pudiera suceder, y todo eso lo anotaba
en mi diario.
Volviendo
a los relatos, poco a poco me comenzaron a llamar la atención los de zoofilia,
como ya les dije, algunos me parecen falsos, pero otros me dan la impresión de
que son ciertos, pero la mayoría sino todos tienen algo en común, y es que ni
los perros, ni los caballos, ni los cabros, o cualquier otro animal de los que
hablan en dichos relatos, hablan. Lo que, en parte, pensaba yo, hacía que me
inclinase con mayor facilidad, a ese tipo de relación, que a una ya fuera con
un hombre o una mujer, por el temor que eventualmente se lo fueran a contar a
cualquier persona.
Hace
más de un año, antes de ser una lectora de los relatos, un buen día de compras
en el Centro Comercial, con mi pequeña, entré a la tienda que vende mascotas, y
por un buen rato observé como mi nena respondía a los animales, en ese momento
no me pasaba por la mente, nada de lo que ya les dije. Tras consultarlo con mi
esposo por teléfono, él en medio de una de sus famosas juntas, me dijo que estaba
de acuerdo con que adquiriéramos, un cachorro para nuestra hija. Debido a mi
falta de experiencia, la misma dependienta me vendió un hermoso Pastor Alemán,
al que por su ascendencia alemana le llamamos Káiser.
Ya
no tan solo llevaba a mi hija al pediatra, sino que, a nuestro perro al
veterinario, por lo que en cierta ocasión escuche una conversación mientras
esperaba que vacunaran a nuestro perro, casualmente para esa época me habían
comenzado a gustar alguno de los relatos de zoofilia, que había leído hacía
poco tiempo. Se trataba de un par de mujeres mayores, la que hablaba era
extremadamente gorda, y aunque no lo decía claramente, me pareció entender que
le contaba a la otra, sobre la última travesura de su mascota. Cómo mientras
ella se encontraba su habitación, luego de haber terminado de quitarse toda la
ropa para irse a bañar, se le cayó al piso un arete. El cual rodó bajo su mesa
de noche, por lo que se arrodilló en el piso y se había puesto a buscarlo,
cuando primero sintió la fría nariz de su perro, contra su vulva. Casi de
inmediato su áspera lengua en el mismo lugar, lo que según alcancé a escuchar,
le produjo de inmediato una rara pero agradable sensación, al parecer el can
luego había tratado de montarla. Lo que más me llamó la atención, era la manera
en que la gruesa señora lo contaba, parecía que lo había disfrutado
infinitamente. En ese momento salió la ayudante del veterinario con el perro de
la susodicha señora, se trataba de un pequeño chihuahua, lo que en medio de
todo me produjo mucha gracia, al imaginarme la escena.
Esa
tarde al regresar a casa, me quedé viendo a Káiser, como jugueteaba y aunque
era un cachorro de cómo año y medio, por el tamaño de sus patas según me había
dicho el veterinario, se veía que sería un animal de gran tamaño y fortaleza,
lo que en parte ya lo representaba. Por unos instantes traté de imaginar cómo
sería eso, pero a los pocos segundos mi hija me llamó la atención. Por lo que
realmente pasó un tiempo, antes de que yo volviera a pensar en eso seriamente,
luego de dedicarme a leer los relatos a los que ya hice referencia. Estando
sentada frente a la computadora casi a diario, me dedicaba a leer los relatos
sobre zoofilia, y de manera casi natural, me llevaba los dedos a mi clítoris. Mientras
iba leyendo, suavemente me lo apretaba, al punto que, entre la lectura y el
imaginarme lo que sucedía, terminaba por alcanzar uno que otro orgasmo distinto
a los que en contadas ocasiones alcanzaba con mi marido. Como ya les he dicho
en casa me la paso casi sin nada de ropa puesta, porque me acostumbre a andar
así cuando estoy sola.
Como
había decidido a terminar mis estudios, había llevado a mi hija a una guardería,
por lo que ese día particular, aunque no tenía clases, me encontraba sola en
casa, digo se encontraba Káiser, pero hasta esos momentos no lo tomaba en
cuenta para nada. Luego de estar frente a la computadora ese día y de haberme
estado autosatisfaciendo, decidí meterme en la piscina, y como ha pedido mío,
mi esposo mandó a construir una barda bastante alta, por lo que no me preocupo
por ponerme traje de baño, ya que sé que los vecinos no me pueden ver. Justo
antes de pensar meterme en la piscina, me senté a tomar un poco de sol, cuando
se me acercó nuestro perro, me llamó la atención que de manera casi constante se
dedicase a lamerme los dedos de mi mano derecha. Lo observé algo nervioso, y
fue cuando caí en cuenta, de que tras terminar de leer el ultimo relato, no me
había lavado las manos, por lo que el olor de mi vulva en mis dedos era lo que
lo tenía a Káiser actuando de manera esa extraña. Rápidamente acudieron a mi
memoria la infinidad de relatos sobre relaciones sexuales con perros y por unos
minutos me debatí entre la gran curiosidad de saber que se podía sentir
realmente y el temor a que específicamente no sé. Quizás a ser encontrada, o a
que el perro me lastimase, o que me pegase cualquier infección y hasta me
acordé de eso que dicen que se abotonan o que se quedan pegados por largo rato
sino se le agarra debidamente. Creo que pudo más mi curiosidad y el deseo de
satisfacerla, que todos los temores juntos que a mi mente acudían.
Por
lo que algo temerosa me llevé mi mano izquierda a mi vulva me introduje
ligeramente los dedos, hasta que sentí mi propia humedad, luego manteniendo mis
piernas cerradas, pasé mis dedos por frente al hocico de Káiser y de inmediato
paró las orejas, se ha puesto a lamerlos mientras movía su gran rabo con gran
rapidez. A los pocos segundos retiré mi mano y Káiser se quedó haciendo ese
ruido, como cuando lo dejo encerrado en el patio, como si llorase. Luego me vio
a mi rostro y dio dos cortos ladridos, como preguntando si no había más, eso
como que colmó la copa de mi curiosidad, y suavemente me volví a introducir los
dedos de la mano derecha dentro de mi vagina, él me observaba con gran
curiosidad. Káiser seguía sin perder ni un momento de su vista mi mano hasta
que nuevamente se la coloqué frente a su hocico y su gran lengua húmeda, y
rugosa comenzó a pasarla sobre mis dedos nuevamente. Ya en ese momento había
tomado la decisión y comencé a abrir mis piernas lentamente, casi de inmediato
Káiser, orientó su nariz hacía mi vagina y a los pocos segundos comencé a
sentir su lengua pasando divinamente sobre mi vulva.
Al
principio lo tenía agarrado por el collar, por el temor de que me fuera a
lastimar, pero mientras más y más pasaba su gruesa lengua por sobre mi clítoris
y mis labios vaginales, yo mantenía mis piernas más y más abiertas. Era una
extraña pero divina sensación, algo así como algo prohibido pero sabroso,
alcancé un sabroso orgasmo gracias a la lengua de mi perro, pero a partir de
ese momento se puso algo impertinente, quería pasársela con su nariz, y lengua
dentro de mi vagina o de mis nalgas. Pensé que si viviera sola eso no me
molestaría tanto, pero si mi esposo viera eso que pensaría, hasta llegué a
pensar que lo más práctico era deshacerme de Káiser regalándoselo a unos
sobrinos de mi esposo. Pero luego de meditarlo, llamé a la tienda de mascotas y
les pedí que me dijesen que podía hacer, claro sin decirles que yo había
provocado eso, la dependienta sencillamente me recomendó una escuela de
entrenamiento y obediencia para perros. Realmente no sé cómo no se me ocurrió
pensar eso a mí, tras tomar el número de una que la tienda recomendaba, los
llamé y llegué al acuerdo de que le dieran clases de obediencia a Káiser. Ya a
las tres semanas Káiser respondía perfectamente bien a las órdenes verbales,
por lo que tuve que tomar el curso completo, junto con él.
Mi
día normal se dividía en llevar a mi hija a la guardería, asistir a clases, y
en las tardes buscarla, ocasionalmente había día en que no tenía clases, pero
decidía quedarme a solas con Káiser. Durante casi unas cuantas semanas, nada
más le permitía el que me lamiera divinamente la vagina, tras lo cual me aseaba
profusamente para evitar cualquier tipo de infección vaginal. Como parte de mi
rutina también estaba el leer los relatos sobre relaciones sexuales con perros,
ya que a pesar de permitirle a Káiser lamerme la concha, no me había atrevido a
dejar que me montase y desde luego que ganas no le faltaban, la cosa es que yo
no se lo permitía, por miedo. Cierto día leí un relato, que me dejó bastante
caliente, y deseosa de experimentar con mi can, por lo que luego de quedarme
sola en casa, como de costumbre me despojé de toda mi ropa. Káiser como que si
supiese lo que le esperaba se veía ese día mucho más contento que de costumbre,
al punto que le tuve que ordenar que se quedase quieto con bastante carácter. Luego
me senté en la silla playera donde regularmente lo hacía cuando deseaba que mi
perro me lamiera, mi única preocupación en esos momentos era como lo haría, si
me ponía en cuatro patas como dicen o sentada en la silla. Por aquello de tener
algo de mayor control opté por quedarme sentada en la silla, como de costumbre
dejé que Káiser comenzara a lamerme la vagina, que ese día en particular lo
hizo de manera más intensa.
Ocasionalmente
le había manoseado su verga, observaba como sobre salía de su piel y hasta en
ocasiones lo llegué a masturbar, y darme cuenta de cómo antes de acabar, se
formaba ese grueso bulto entre mis dedos. Como si lo mantenía apretado con la
fuerza suficiente terminaba por acabar, de lo contrario veía asombrada, más de
una vez como su pene se iba hinchando entre mis dedos hasta alcanzar un tamaño
bastante grande o mejor dicho grueso. Como les dije, ya había tomado la
decisión de que Káiser me montase, pero casi hasta última hora no sabía cómo,
tras esa buena lamida de mi vagina, él creo que de manera instintiva buscaba
penetrarme. Lo que hasta ese día no se lo había permitido, cuando sacó su
hocico de mi conchita, se levantó apoyándose en sus patas traseras. Por lo
general, en esos momentos yo me levantaba y le ordenaba que se quedase quieto,
pero ese día no lo hice. Mantuve mis piernas bien abiertas observando como la
punta de su verga se acercaba a mi sexo, el que desde hacía tiempo ya me depilo
con bastante regularidad. Sus patas delanteras casi por decirlo de alguna
manera trataron de abrazarme, me coloqué en todo el borde de la silla para
facilitarle el contacto conmigo.
Pude
ver como su miembro, aunque delgado en apariencia comenzaba a penetrar mí
depilada vagina, yo trataba de mantener agarrada la base de su verga por
aquello de evitar que su gran bulto me fuera a penetrar, pero apenas comencé a
sentir su verga dentro de mí, me olvidé de todo lo que había a mi alrededor. Káiser
comenzaba a introducir y sacar su verga de mi cuerpo de tal forma y manera que
realmente dejé de pensar y me tiré totalmente sobre la silla, empujando mi vagina
contra su verga. En cierta manera esperaba que esa bola de carne se comenzara a
hinchar divinamente dentro de mí. Cuando comencé a sentirlo, fue el mayor
placer que creo haber sentido, lo más raro de todo era que en esos momentos, yo
le hablaba a Káiser como si fuera una persona y a mí me parecía que él me
entendía del todo. Me acuerdo de que esa primera vez que me la metió, en medio
de la locura que me embargaba, le dije que se la chuparía y que si hasta quería
me dejaba dar por el culo, y como les dije me parece que me entendía a
cabalidad.
Me
encontraba acostada boca arriba, mientras que él sabrosamente me cogía, podía
ver su lengua colgando por un lado de su gran hocico gotas de baba caían sobre
mi cuerpo y algunas hasta en mi cara. Al tiempo que disfrutaba de su verga me
acordaba de las muy buenas lamidas que ya me había dado en innumerables
ocasiones, realmente la posición era algo incomoda, pero aun y así fue una
sabrosa primera experiencia. Desde luego que tuve que esperar un buen rato
luego que Káiser llenó de su semen toda mi concha, cuando finalmente nos
separamos, lo vi cómo se lamía su propia verga, lo llamé a mi lado. Como si
supiera lo que deseaba de inmediato me dio unas cuantas sabrosas y profundas
lengüeteadas, haciendo que disfrutase de otro extraordinario orgasmo.
Mi
vagina se encontraba sensible, el menor roce lo sentía en todo mi ser, ya desde
ese día, creo que me convertí en adicta a la verga de Káiser, en ocasiones
dejaba de asistir a mis clases, por el solo placer de sentirlo dentro de mí. Apenas
la chica de la limpieza se iba, no hacía más que quitarme la ropa y acudir
dónde mi amante que me esperaba para juntos hacer travesuras. Incluso me
imaginaba lo rico que sería encontrarme a Káiser lamiéndole la concha a la mujer
del servicio. Cuando me lamía la vagina imaginaba que los espiaba y veía su
cara llena de lujuria disfrutando de esos placeres que mi animal me provocaba.
Les
dije que en ciertos momentos le hablaba a mi perro y que me parecía que él
entendía plenamente lo que le decía, pensarán que es idea mía o parte de mi
locura, pero un día luego de las deliciosas lamidas, en lugar de montarme, se
quedó echado en el suelo a mis pies, luego se ha colocado boca arriba y cuando
le pasé mi mano por sobre su barriga, hizo ese ruido como de llorar. Preocupada
me tiré a su lado desnuda como de costumbre, pero al tomar su verga entre mis
dedos comenzó a mover la cola con rapidez. Al igual que una de sus patas
traseras, viéndolo a su cara le pregunté si deseaba que se la chupase y me dio
la impresión de que un corto ladrido era señal de aceptación.
Por
lo que, sin perder más tiempo, acerqué mi boca a su verga y con la punta de mis
labios comencé a tocar la piel hasta que comenzó a salir su rosado miembro, el
cual sin perdida alguna de mi parte comencé a chupárselo diligentemente, al
tiempo que con mis dedos le acariciaba las bolas. Chupé y chupé hasta que de
momento sentí entre mis dedos y parte de mi boca el gran bulto que se formaba
en la base de su verga, realmente me dio la impresión de que Káiser lo
disfrutaba tanto como yo disfrutaba sus sabrosas lamidas. A los pocos segundos
sentí como ese líquido blanquecino y caliente, de sabor ligeramente saladito
inundaba mi boca, pero aun y así continué mamándole su verga hasta que entendí
que ya era más que suficiente. Creo que parte de su semen me lo he tragado,
pero no me causó desagrado alguno, al terminar recostada a su lado mientras él
mismo se pasaba la lengua por su miembro, le dije: “Lo único que me falta es que
me la metas en el culo”. En ese momento Káiser dio un corto ladrido, que yo
interpreté como sencillamente, “sí”.
En
ocasiones copiando alguna de las lecturas, me embadurnaba de miel no tan solo
mi vagina sino que también mis pezones y hasta mi culo, y dejaba que Káiser me
lamiera. Quien nos viera llegaría a la conclusión de que yo estaba
completamente loca, por mi manera de comportarme cuando estaba a solas con
Káiser, ya que completamente desnuda me ponía a jugar con él. Dejando que me
lamiera a gusto, y gana, en uno de esos juegos luego de lamerme yo me
encontraba en cuatro patas y él se me ha trepado por détras, realmente no le
fue muy difícil el introducir su verga dentro de mi húmeda vagina. Sus patas me
tenían tomada por las costillas, y sentía que su abrazo me sujetaba firmemente
contra su peludo cuerpo. A diferencia de cuando lo hacíamos en la silla, el
placer que sentí fue algo infinito, creo que hasta ladré de gusto. En esa ocasión
Káiser se lució del todo, para los efectos yo era sencillamente su perra y como
tal me desempeñaba al máximo, cuando luego de sentir sus chorros de semen invadir
mi vagina. Káiser se dio la vuelta a la espera de que su miembro recobrase su
tamaño habitual, me puse a pensar soñar despierta como sería hacerlo con otro
tipo de animales.
Al
recobrar su tamaño normal, y separarse de mi cuerpo, yo me quedé en la posición
en que estaba por un rato, ya que esperaba que me lamiera nuevamente mi vagina lo
que hizo profusamente, pero también pasó su áspera lengua por entre mis nalgas,
ese día me había untado bastante miel y algo de esa miel debió quedar sobre mi
esfínter, por lo que sentí sabrosamente como con su lengua pretendía
penetrarme. “¿Estás tratando de convencerme de que te deje que me la metas en
el culo, verdad?” –le dije demasiado caliente. A lo que rápidamente soltó un
corto ladrido, contrario a mi marido y los novios que tuve estando de soltera,
Káiser tiene la virilidad de un toro. No sé si me expreso bien al respecto, lo
que quiero decir con eso, es que una vez que llegábamos a tener sexo, a
diferencia de los que ya nombré, Káiser bastaba que nuevamente le me pusiera en
cuatro patas mostrándole mi vagina para que a los pocos momentos se encontrase
lamiéndomelo nuevamente y luego sobre mí.
Lo
que en cierta manera me convirtió en una adicta a su verga, se la mamaba,
chupaba, besaba y hasta le lamía los testículos, como juego previo a que me la
metiera y me hiciera jadear como su perra. Un día, como dicen tanto va el
cántaro a la fuete hasta que se rompe, que no pude aguantar la curiosidad por
saber que se podía sentir que mi perro me diera por el culo. Luego de haber
estado haciéndolo de manera “normal” es decir yo en cuatro y él encima de mí
dándome sabrosamente por mi vagina, mientras que Káiser se lamía su verga, yo
de ociosa me comencé a acariciar mi esfínter. A los pocos segundos me levanté
del suelo del patio, donde generalmente manteníamos nuestro romance y salí
corriendo para el baño de mi habitación, tomé el tarro de vaselina y me he
embadurnado todo mi ano, luego me fui a la cocina y tomé un pepino. El cual en
el mismo piso de la cocina me lo comencé a introducir por mi culo, aunque
bastante frio gracias a la vaselina, me lo pude introducir lo suficiente como
para que me fuera dilatando los músculos de mi esfínter (Eso también lo leí, en
otras página de relatos eróticos). Cuando entendí que ya luego de un buen rato
de estar tirada en el piso de la cocina, metiendo y sacando el pepino de mi
culo, me fui nuevamente al patio, sujetándolo con una mano. Al llegar a la
puerta del patio, escuché a Káiser llorando, ya que no tengo la costumbre de
que entre en casa. Cuando me puse en cuatro patas nuevamente, me saqué el
pepino y mi perro ya estaba listo para montarme nuevamente, lo que hizo de
inmediato, pero a diferencia de las veces anteriores me las arreglé para
dirigir su puntiaguda verga directo a mi ano. En cosa de pocos segundos ya me
había penetrado, por mi casi virginal culo, ya que ni mi a mi marido mi a mis
novios, nunca se los he llegado a aflojar, realmente por miedo al dolor, pero
en esos momentos como que me encontraba loca por sentir la verga de Káiser
dentro de mi culo, realmente la primera penetración no me dolió tanto, quizás
por el estado en que me encontraba. No me importaba si se caían todas las
paredes del patio y la gente de la calle me viera siendo cogida como una perra
por mi mascota.
Sentir
su peluda piel sobre mi cuerpo desnudo, era parte de esa locura o adicción que
tenía por la verga de Káiser. En ocasiones Káiser, me rasguñaba con sus patas
delanteras y las traseras mi espalda o mis muslos, y yo le decía a mi marido
que había sido con las matas de rosas, o con el limonero que teníamos en el
patio, y a él eso como que le bastaba, pero regresando al primer día que Káiser
me dio por el culo, fue algo que no sé cómo describir, ya acostumbrada a su bola,
no me preocupé mucho por ella, pero cuando comenzó a hincharse su verga sentí
que mi culo iba a estallar. Me dolió bastante, pero al mismo tiempo lo disfruté
más todavía, y creo que él también lo hizo.
A
diferencia de cuando me la metía por la vagina, cuando terminó de darme por el
culo, aparte del dolor tuve que esperar mucho más tiempo a que su verga
recobrase su tamaño original, pero mientras tanto yo permanecí en cuatro patas
al igual que él. Cuando finalmente su verga abandonó mi culo sentí una gran
satisfacción, prometiéndome a mí misma que nunca más volvería hacerlo, pero
como ya se habrán dado cuenta, esa fue la primera, pero no la única vez que le entregué
el culo a Káiser. Durante unos cuantos meses, hasta casi pierdo el semestre de
la universidad, por estar acostada con mi perro, es que eso para mí era único,
los dos jugábamos en el patio, yo sin nada de ropa y él metiendo su hocico, lengua
entre mis nalgas y coño. Cuando me tiraba a la piscina él se lanzaba tras de
mí, y en más de una ocasión lo llegamos hacer en la parte baja de la alberca,
en ocasiones me imaginaba como sería el hacerlo con otro perro, o cualquier
otro animal, ya tenía mucho hacía haciéndolo con mi perro.
Cada
maldito día era un placer tremendo, descubrir nuevas sensaciones y dejarme
llevar por todo ese morbo que consumía. El tiempo siempre estuvo de nuestro
lado, solo me dediqué a satisfacerlo y a satisfacerme, aunque solo me quedaba algo
por hacer: “Hacer que la chica del servicio se atreviera a coger con Káiser”.
Idearé un plan para lograrlo y así podamos disfrutar las dos de este macho que
sabe satisfacer muy bien.
Leer exitarce sentir placer masturbarse al ritmo de la historia le pasará a tod@s!?
ResponderBorrarQue exquisito relato Caballero como siempre
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