Hola les
contaré algo que me pasó hace poco con mi tía y su hermoso trasero. Ella se
llama Tania es una mujer de 1.70, con cabello negro, un par de tetas grandes y
respondas, caderas hermosas que se unían a un par de hermosas piernas y su duro,
trabajado y hermoso culo. Ella vivía en otro lugar no muy lejano de casa, por
eso la relación con mi madre era estrecha. Aunque al menos yo casi siempre la
veía en las fechas de cumpleaños, fiestas patrias y las fiestas de fin de año,
lo que me hacía esperar con ansias esas fechas para verla y calentarme viéndola
siempre sensual y candente. Por una extraña razón, ella se convirtió en la musa
de mis pajas, tenía unas ganas locas de cogérmela y disfrutar de ese exquisito
cuerpo que me hacía envidiar al baboso de mi tío.
Ella, su esposo y mis dos primos se quedarían un tiempo con nosotros, pues su casa la estaban remodelando y mis padres les dijeron que se quedaran con nosotros y así se ahorraban los gastos de un hotel o irse a la casa de mis abuelos que vivían en otra región. Fue así que llegaron a mi casa y fue para mí el inicio de lo que defino como los meses más intensos de mi vida. Bueno, con 22 años cualquier cosa es intensa pero esta vez había un plus especial, mi deliciosa tía Angélica.
Casi siempre estábamos en casa mi madre, mi tía y yo, mis primos pasaban saliendo, casi llegaban solo a dormir, mi papá y mi tío salían a sus oficinas y no los veíamos hasta cerca de las seis de la tarde. Mis primos siempre me invitaban a salir con ellos, a conocer su mundo, por cierto un mundo interesante. Se la pasaban en burdeles cogiendo como condenados con las putas que trabajaban ahí, pero prefería quedarme en casa viendo a mi sensual tía que siempre andaba ligera de ropa, pues le gustaba hacer ejercicio y como en casa tenemos un cuarto que acondicionamos como gimnasio, hay varias máquinas para usar tranquilamente. Para mí era un deleite verla en shorts ajustados, que marcaban perversamente sus nalgas y resaltaban sus piernas, un top ajustado que mostraban esas delirantes tetas que se querían escapar. Me era difícil contener mi erección cuando se ejercitaba en la bicicleta fija y se contoneaba de forma peligrosa e hipnótica. Varias veces me quedaba mirando su gran culo cuando se paseaba por la casa, ella lo notaba y levantaba su culo, lo movía sabiendo lo que me provocaba. La dama sabía cómo motivar mi lujuria solo con verla.
Era viernes por la tarde, mamá dijo que iría al supermercado a comprar algunas cosas, porque organizaríamos una fiesta, por otro lado mis primos estaban en un burdel del barrio alto y llegarían tarde. Yo tenía suficiente al quedarme con mi tía y acelerar mis pulsaciones viéndola. En cuanto salió mamá, ella me dijo: “Bien sobrinito, me voy a cambiar para hacer mi ejercicios. ¿No vienes?”. “Claro que sí, tía” –respondí de inmediato. Sonriendo me dijo: “Bien, entonces ponte algo para hacer ejercicio, no solo vas a estar de mirón”. Se fue a cambiar y yo rápidamente igual, me puse unos bóxer grises y un short hasta la rodilla para hacer ejercicio, bien pegado para que mi verga se marcara y una polera con tirantes que igual me la sacaría para que viera que también me mantenía en forma.
Salimos de nuestros cuartos y al verla encontré a toda una hembra. Traía un top negro y se notaba que no traía sostén porque sus pezones estaban marcados, listos para ser mordidos. También, uno de esos pantaloncitos cortos que dejaban muy poco a la imaginación. Le dije en forma de halago: “¡Te ves hermosa tía! ¡Muy sexi y bellísima!”. “Más respeto muchachito, soy tu tía y además soy una mujer casada, pero gracias. Tú también te ves bien” –me dice con una sonrisa traviesa. Pasamos al cuarto de ejercicios. Entré y me quité la polera como si fuera a hacer ejercicio. Ella me volteo a ver, ya tenía su atención y me dijo: “Sobrino, ya no eres un niño. Estás buenísimo”. Me puse algo nervioso y balbuceando le respondí: “Gracias tía”. “¿Dónde te pondrás?” –me preguntó. “Entre tus piernas, pensé responder, pero le dije: “En la levantadora de pesas. ¿Usted?”. Me sonrió y dijo: “Yo me pondré en la bicicleta fija de enfrente que quedas a espaldas de mi”. Enfatizo a espaldas de ella porque la parte de atrás de la bicicleta quedaba justo para que me diera un morboso espectáculo de su culo sobre la silla. Ella se volteó y como si no me diera cuenta aunque ella sabía que la miraba, levantó su short lo más que pudo para que yo viera más de sus contorneadas piernas.
Me acosté sobre la máquina y ella se sentó en la bicicleta, dejando arqueada su espalda y levantado su culo con sensualidad. Empezó a pedalear y yo solo miraba como se movían esas durísimas nalgas. Tan embobado estaba que apenas intentaba levantar las pesas, solo me concentraba en mirar ese culo que me llamaba con lujuria. Ese no era el problema, lo más difícil sería intentar disimular la erección que estaba teniendo. Mi verga se ponía dura, pero seguí mirando esas hermosas nalgas, ya no podía esconder mi erección, mi verga se marcaba demasiado, ella volteó y le saltaron los ojos pero su respuesta no fue la misma: “Benjamín, ¿cómo te atreves? Eres mi sobrino, si tu mamá lo supiera estarías en problemas” –me dijo. En ese momento me puse muy nervioso y aunque sabía que ella me había provocado por cómo se puso y todo lo demás, así que atiné a responder: “Lo siento tía, es que no me pude aguantar. Tiene un culo muy hermoso y pues en parte también fue su culpa”. Cambió su cara de enojo por esa sonrisa seductora y coqueta que estaba usando antes. “Bueno supongo que un muchacho tan guapo como tú le resulta imposible no mirar a una mujer, aunque sea su tía. Además, yo también te miré a ti” –dijo ella. Con eso me tranquilicé pero mi verga seguía tan tiesa como al principio. Esa mujer me tenía tan caliente que era insoportable sentir el roce del bóxer. De repente, miró hacia uno de los muros, había un espejo de esos en los que puedes mirarte de cuerpo entero y me preguntó: “¿Puedo mover ese espejo?”. “Claro que sí, yo te ayudo a hacerlo” –le respondo. Lo pusimos enfrente de la bicicleta fija, lo que le permitía quedar con la vista a la levantadora de pesas. “Hay que volver a nuestros ejercicios” –me dijo. Volvió a la bicicleta y adoptó la misma posición de hace rato, yo volví a la levantadora de pesas me acosté y comprendí para que quería el espejo, ella fijó la vista al espejo y yo le seguí mirándole su culo. A veces nuestras miradas chocaban en el espejo y ella me sonreía y meneaba más sus nalgas.
Este juego me encantó, pasó un rato y por el ejercicio empezamos a sudar y se le empezó a meter el short entre las nalgas marcando a la perfección todo su culo pero no solo yo me deleité, ya que ella me miraba y se mordía el labio. Después de un rato ella se bajó de la bicicleta y me dijo: “Este será nuestro secretito”. Se fue a su cuarto y me quedé sentado pajeándome perversamente para desahogar mi calentura. Aunque yo quería que eso de verle el culo y ella mi verga pasara a ser otra clase de jueguito. Me fui a dar una ducha y traté de descansar un poco, pues esa misma noche seria la fiesta de mi mamá en la casa de uno de sus compañeros de trabajo. Me puse elegante para la ocasión pero más para mi tía que también iría a la fiesta. Mi tío y mis primos tenían otros planes por lo que estaría sola. Bajé a la sala esperando a ver que tendría puesto mi tía. Como buena mujer ella sabía jugar muy bien con las expectativas y con el morbo. Bajó y lo que vi me dejó con las hormonas más alborotadas, traía un vestido blanco ajustado a todo su cuerpo, marcaba y apretaba sus preciosas tetas, terminaba a menos de la mitad de sus muslos y mostraba esas sensuales piernas, sin dejar de mencionar que marcaba su enorme y hermoso culote que apenas cubría la tela.
Salimos rumbo a la fiesta, llegamos y en cuanto entramos mi tía se robó las miradas de todos los compañeros de mi mamá, lo que hacía que el ambiente se pusiera un tanto morboso. Pasó un rato y mi tía se veía algo molesta, fue a decirle algo a mi madre, luego ella me habló y me dijo que me fuera a casa con mi tía porque se sentía mal. Nos fuimos al auto, le dije a mi tía que yo manejaría. Cuando íbamos a medio camino le pregunté: “¿Qué le pasó? Porque no creo que se sienta mal”. “No sé, la verdad no sé. ¿Viste cómo me miraban todos esos hombres?” –dijo ella. “Sí, claro, eran demasiado evidentes” –respondí. “Todos esos hombres me deseaban y tu tío nunca me coge porque dice ser conservador, pero si anda bien baboso con su puta amante. Además, para colmo descubrí que mi hijos se han a un burdel a cogerse a todas las putas que ahí están y por eso casi ni los veo” –dijo ella.
Seguimos el camino y después me llegó un mensaje de mi
mamá que decía: “Estoy con tu papá, no nos esperen esta noche”. Era obvio, se irían
a un motel para continuar la noche y mamá iba a “recibir un regalo”. Seguí
conduciendo y no me di cuenta que en el camino habían baches que dificultaban
la marcha. Miré a mi derecha para deleitarme con las piernas de mi tía, yo no
me había dado cuenta que el vestido se le había subido. Pensé todos cogerán
esta noche, mis padres, mi tío con su amante y mis primos con las putas, pero
yo podría tener a la puta que me inspiraba las mejores pajas, ya que nadie estaría
hasta mañana.
Miré el reloj y eran las 22:15 de la noche y si me la quería coger tenía que actuar rápido. Fui a la cocina en silencio, entré sin que ella se diera cuenta y estaba a sus espaldas, me deleitaba con ese abundante culo, ella buscaba en las despensas de arriba, yo rogaba por que no encontrara lo que buscaba y se pusiera a buscar en las despensas de abajo y se agachara. Para mi suerte no encontró nada, con las piernas bien rectas y sin flexionar, pues era ágil y flexible bajó todo su cuerpo quedando con su culo expuesto y todo ese vestido blanco se subió dejando sus nalgas expuestas. Esa vista fue espectacular, sus tacones negros de puta hacían mejor mi vista de esas nalgas y de esas bragas que se perdían en su entrepierna. No sé si tenía ganas de nalguearla con fuerza o meterle la verga de una, pero solo sé que mi calentura era demasiada. Se volvió a incorporar y empezó a picar algo en una tabla, me acerqué lentamente a ella, la agarré de las caderas y pegué toda mi verga en su culo, ella dio un pequeño salto, me acerqué a su oído y le dije: “¡Hola tía! ¿Sigues buscando una salchicha? ¡Qué bonita combinación del blanco y negro!” –le dije refiriéndome a sus bragas. Sonrió y con tono sensual dijo: “¡Creo que ya la encontré!”. Ella movía sus nalgas sabiendo que eso me ponía más caliente de lo que ya estaba. “¿Te puedo decir algo tía?” –le pregunté. Su respiración se aceleró y entrecortada me dijo: “¡Ah, ah! ¡Sí, dime lo que quieras sobrino!”. “¡Estás muy rica! Llevo tiempo queriendo cogerte” –le dije con todo el morbo que brotaba de mis venas. “Yo también te tengo ganas de hace tiempo Benjamín” –dijo ella. “¿Ya no quieres mi salchicha’” –le pregunté. “Ah, sí, la quiero toda. ¡Quiero que me la metas!” –me respondió. La volteé hacia mí y nos besamos apasionadamente, la agarré de sus piernas y la levanté hasta sentarla en la encimera, mientras la besaba y tocaba sus piernas, ella me empezó a desabotonar la camisa me dejo de besar y me dijo: “¡Benjamín, cógeme! ¡Quiero que me des el placer que me merezco. ¿Puedes cogerme por donde quieras!”. “¡Cálmate nena! Tendrás lo que quieres” –le dije, aunque en el fondo quería que me siguiera mostrando lo caliente que estaba. Me quité la camisa y ella me acarició el abdomen con sus manos. Luego, se bajó de la mesa y se apoyó en ella. Recorrí su culo, sus piernas, su cintura. No sabía si estaba soñando o en verdad estaba pasando, le subí el vestido hasta la cintura y el espectáculo morboso de su culo, mas esas bragas con el diminuto hilo tapando su apretado agujero era un deleite morboso. Toqué su entrepierna y estaba húmeda, deliciosamente mojada. “¡Qué sexis bragas tía!” –le dije. Entre gemidos susurró: “¿No te gustaría ver que hay debajo de ellas?”. “Obvio que si” –le respondí. Lentamente las bajé hasta llegar a sus tobillos, ella levantó sus pies, quedando sus bragas en el piso. Luego separé sus piernas, quedando abierta y a mi morbosa disposición.
Frente a mi quedaron sus nalgas, miré su mojada vagina
que estaba depilada y su hermoso ano que se veía que no se lo habían cogido
hace tiempo. “No puede ser posible que mi tío no se coja este hermoso culo, tía”
–le dije. “Tu tío prefiere cogerse a la puta de su amante, hace tiempo que no
me toca ni una teta. Tú puedes cogerte mi culo, mi concha, házmelo por el culo sobrino.
Ah, quiero que me la metas y que me hagas gritar. Me calienta que me cojan el culo”
–dijo ella. Sí que tenía pensado cogerle el culo, su concha la dejaría para después,
pero lo que más quería era darle por su pequeño ano. Me calentaba que mi tía me
pidiera a gritos que se la metiera por el culo. Quería que me dejara de decir
sobrino o Benjamín y me dijera papi. Me bajé el pantalón y el bóxer y me dijo: “¡Ay
papi, qué rica verga!”.
Me calentaban tanto sus gemidos, me volvían loco esos
gritos de excitación. La tomé más fuerte de las caderas y se la empecé a meter
hasta el fondo y se la sacaba casi toda, dejándole solo el glande adentro. Ya
su culo cedió por completo y me la pude coger más perversamente. La verga me
palpitaba, veía el glande casi amoratado de tanto cogérmela. Su culo me tenía
aprisionado y sus nalgas se golpeaban con fuerza contra mí. Empezó a gritar y a
gemir, su cuerpo se contraía al ritmo de su ano, supe que ya estaba por acabar
y empecé a metérsela más fuerte para que alcanzara el máximo placer.
Pasiones Prohibidas ®
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