Hay momentos en la vida en que las decisiones que tomas marcan tu vida y debes realizar cambios para encontrar la armonía necesaria para seguir avanzando. Estaba en esos pensamientos filosóficos cuando decidí asistir a una Iglesia Evangélica cerca de mi casa, quizá buscando esa armonía o que sé yo, quizá también el aburrimiento de la rutina y buscar socializar con nuevas personas. Conocí a una mujer, que lejos de ser una fiel feligrés se notaba que andaba en malos pasos. Me miraba con lascivia, era algo así como un demonio en cuerpo de mujer. Siempre que nuestras miradas se cruzaban podía percibir el deseo en sus ojos.
Días después de asistir a la Iglesia, la mujer que me acosaba con su mirada me escribió al Facebook. Era una conversación normal hasta que cambió la temática. “¿Tiene novia?” –me preguntó. “Si tengo pero no es de la Iglesia. ¿Usted tiene familia? Imagino que el hombre que la acompañaba era su esposo?” –le escribí. “No sé cómo escribirle esto, pero usted me gusta y no sé porque me avergüenza que lo haya conocido en la Iglesia, pero me muero de ganas de besarlo” –escribió. “¿En serio? ¡Wow, no me lo imaginé! Aunque agradezco que se haya fijado en mi, pero yo tengo novia y usted esposo” –le respondí.
Me dio su WhatsApp y seguimos conversando cosas normales, pero no negaré que gustarle a una mujer mayor me calentó y esa noche me masturbé pensando en lo candente que debía ser, ya que lejos de ser la típica ama de casa, se vestía con jeans apretados y un escote algo sugerente. Siempre sensual vestida y perfumada, era inevitable que alguien tuviera malos pensamientos con solo verla.
Estaba tan caliente que le mandé una foto a esa mujer de mi verga tiesa y cubierta de semen. No lo pensé y cuando me di cuenta de lo que había hecho me arrepentí al grado de querer borrar el mensaje, pero mi sorpresa fue que al instante de enviar lo vio. Mi vergüenza era grande y no me escribiera sólo miro la foto y ya. Pensé que se había molestado, claro si lo hacía era con justa razón.
Luego me llega una foto y al verla estaba desnuda y me dijo por audio: “Tu foto me calentó amor sería rico que me tratarás como la puta que soy”. Me tragué la vergüenza e intenté disculparme pero ella me mandó otro audio diciendo: “Mi esposo no estará por algunos meses y soy tan caliente que necesito una verga entre mis piernas. Él supone que soy una mujer de casa y fiel pero si supiera lo puta que soy se volvería loco”. “Aunque quisiera no podemos, ambos tenemos pareja. Lo de la foto fue un ataque de calentura” –le dije por audio. “Si no se enteran podemos divertirnos” –dijo con tono sensual y agitado. Me mandó fotos más explícitas, haciendo diferentes poses y metiéndose los dedos en la vagina, que por cierto la tenía depilada. “Esto podrías comerte si te animas” –dijo. Ya las “buenas intenciones” me dejaron y apareció el lado caliente y perverso que trataba de reprimir. Me calenté demasiado y le dije: “Mira puta, si te llegó a coger lo haré como deseé”. “Sí papito, voy a dejar que me cojas como tú quieras y que me uses como una perra en celo” –dijo. “Veámonos mañana para cogerte” –le dije. “Sí, papito, mañana seré toda tuya” –me respondió.
Me propuso que para calentar motores hiciéramos una videollamada para ver lo caliente que estábamos. En seguida dije que sí y la llamé no tardó en contestar. Estaba desnuda en la cama gimiendo, la muy señora puta se estaba masturbando al igual que yo. “Mira como me tienes” –me decía. “Sí que te gusta ser puta” –le dije. “No sé que me pasó contigo pero desde que te vi en la Iglesia no dejo de pensar en que me coges bien duro” –decía entre gemidos. Giré la cámara y le dije: “Así de caliente me tienes”. “¡Oh, mierda! ¡Esa rica verga me la vas a meter!” –dijo. “Te la voy a meter hasta por el culo” –le respondí sin dejar de pajearme. “¡Ay qué rico mi cielo! Quiero que me dejes con el culo abierto” –dijo con los dedos metidos en su concha. Se acomodó y se puso en cuatro en la cama, mi morbo se encendió y me pajeaba más rápido viéndola. Me dijo: “Este culito quieto que lo partas mañana”. Tomó un pepino que tenía preparado y se lo empezó a meter, la puta no tenía siquiera dilatado el culo, quería metérselo a la fuerza. Gemía y gritaba, hasta que poco a poco se le empezó a hundir. Sus gritos eran ensordecedores, pero la forma en que se lo metía y sacaba era alucinante. Yo no podía más con mi calentura. “¡Oh, qué rico culo tienes putita!” –le decía. Tenía la verga hinchada de tanto pajearme era cosa de segundos que acabara, pero quería que ella viera mi chorro de semen salir.
Después de varios minutos de taladrarse el culo con el pepino cayó en la cama gimiendo, le dije que se volteara, obediente lo hizo. Cuando tomó el teléfono aún jadeaba por el orgasmo y le dije: “Mira, te lo vas a comer todo mañana”. Entonces lo verga empezó a disparar chorros de semen que cayeron en mi pecho y en mi abdomen. ¡Oh, papito, mañana no quedará ni una sola gota!” –dijo. Ya más relajados le indiqué donde podríamos juntarnos, pero debíamos ser discretos por si alguien nos veía. “No pierdas cuidado papito, nadie se enterará” –dijo.
Al otro día en la mañana no podía concentrarme en el trabajo, esa mujer madura que ni siquiera sabía su nombre se había metido en mi cabeza, por eso les dije que era un demonio con cuerpo de mujer. Lo único que pensaba era en meterle la verga y que fuera tan puta como lo había sido en la llamada. Al fin el maldito horario de salida llegó y fui al lugar de encuentro. Ahí estaba ella, se veía como toda una puta, con un jeans que le resaltaba el culo y una blusa con tirantes que apenas le tapaban las tetas. Nos saludamos de forma cordial, por si alguien conocido nos veía. Caminamos por las calles de Santiago y nos fuimos al Cerro Santa Lucía a escondernos. En ese lugar, a pesar de ser turístico sabíamos que nadie de quien nos conociera iría. Nos empezamos a besar con lujuria, el olor de su perfume me embriagaba. Mirando alrededor por si venía alguien le metí la mano por encima de la ropa. “¡Oh, papi, me tienes caliente!” –me susurró al oído. Siendo más osado le desabroché el botón y metí mi mano para tocarle la concha. “¡Estás mojada putita!” –le dije. “Desde que salí de casa estoy así” –me respondió. “Vamos a coger, no perdamos tiempo” –le dije. “Si, vamos mi cielo” –respondió.
Caminamos por la calle Miraflores y al llegar a Monjitas entramos a un motel que lleva años en ese lugar. Cuando estábamos registrándonos me susurró: “Papito, yo pagaré todo. No sabes lo que me gusta ponerle los cuernos al baboso de mi marido”. Nos escoltaron a la habitación que nos asignaron, no hicimos más que cerrar la puerta y nos lanzamos como fieras hambrientas para besarnos. La lujuria había envuelto el ambiente y nosotros estábamos embriagados por ella. Le empecé a desvestir, cuando la tenía solo en ropa interior la apoyé en la pared dándome la espalda. “¿Así que te gusta ser una putita que le gusta ser infiel?” –le pregunté mientras le jalaba el pelo. “Si, me encanta. Me gusta que cojan” –respondió. “Eres una puta traviesa” –le dije mientras le daba de nalgadas. “¡Oh, qué rico! ¡Dame de nalgadas que me calienta!” –decía gimiendo. Entre más fuerte la nalgueaba, más gemía y jadeaba. “¡Ay, qué caliente estoy!” –decía. No niego que me gustaba azotarle el culo, era duro, firme y apetecible. “Te tengo una sorpresa” –me dijo. “Suena interesante, sorpréndeme” –le respondí.
Tomó un pequeño bolso y se fue al baño. Cuando salió traía puestas una falda de colegiala que apenas le cubría el culo, una blusa blanca transparente y una corbata que combinaba con la falda. Al verla me puse más caliente de lo que ya estaba. Se acercó y me tocó por encima del pantalón, y me dijo: “¡Oh, papito, veo que se te puso dura solo con verme”. Era tan evidente, no podía mentir, le dije: “Ven puta y chúpame la verga”. “Acuéstate y me la comeré toda” –dijo. Me quité la ropa y me tire en la cama, enseguida ella empezó a chupármela de manera perversa y deliciosa. “Eso perra, si que sabes como hacerlo” –le decía mientras ella me devoraba la verga hasta la base. “Te chuparé hasta los testículos” –me dijo. La forma en que los chupaba y lamía era llena de depravación. “Maldita puta aparentas ser una santa en la Iglesia y eres una zorra. ¿Qué pasaría si el pastor lo supiera?” –dije. Ella sonrió y me respondió: “¡Ya lo sabe! Aunque solo pasó una vez”. “¿Te das cuenta lo puta que eres? Pero lo bueno que no soy el cornudo” –le dije. “¡Quiero que me cojas!” –me dijo. “Todavía no. Quiero que te desnudes pero bailando como puta de cabaret” –le dije. Tomé mi teléfono y puse música. Me miró con esos ojos de puta y empezó a moverse sensual al ritmo de la música, sonaba “Still loving you” de Scorpions. Lentamente se empezó a quitar las escasas prendas que tenía puestas, le dije que se dejara puesta solo la corbata.
Ya desnuda le dije que se pusiera en cuatro, como una perrita obediente adoptó la posición indicada. Verla así encendió mi perversión y le di un par de nalgadas que sonaban de forma exquisita. Jadeaba y gemía, me pedía que le pegara más fuerte, mis manos ya estaban lo suficientemente marcadas en ese par de nalgas. “¿Donde quieras que te la meta?” –le pregunté pasando mi verga por la entrada de su concha y su culo”. “¡Por donde quieras papito!” –respondió. “¡Toma por puta!” –le dije ensartándosela en el culo. ¡Me duele! ¡Para!” –gritaba ella. “Esto te ganas por puta. ¡Te voy a reventar el culo!” –le decía tirándole la corbata. “¡Me gusta que me traten así! ¡Rómpeme el culo aunque grite como perra llorona!” –decía mientras seguía abriéndole el culo de forma violenta. “¡Que culo más apretado! ¿Te gusta perra? ¿Te gusta que te maltrate como perra?” –le decía y tiraba más fuerte de la corbata. “¡Si patito, maltrata a esta perra!” –decía entre gemidos y gritos. Seguía como loco dándole verga, no me detenía y ella seguía mis embestidas. “Ruega por piedad hija de puta” –le decia. “¡Por favor papito, no me rompas el culo! Me va a quedar adolorido” –decía jadeando. Yo seguía metiéndosela hasta el fondo y ella seguía rogando. “¿Así está bien papi?” –me preguntaba. Yo no le respondía nada, solo quería usar y abusar de su agujero. “¡Quiero que me la chupes!” –le dije. “¡Está sucio! Tiene olor a mierda” –me dijo, aunque se le hacía agua la boca. La empecé a nalguear con fuerza y le decía: “¡Pues te comes la mierda! ¡Eres mi perra y harás lo que te digo!” –le ordené.
Fuimos interrumpidos por el personal del hotel, malditos llamaron a la habitación porque los gritos de la puta los habían alarmado. Les dije que todo estaba bien, que nos gustaba coger duro y que ya no llamaran porque nos estaban interrumpiendo. Seguimos cogiendo con la misma intensidad. “Quiero que te subas en mi para chuparte esos ricos testículos” –me dijo. Se recostó en la cama y le puse mis testículos en la boca, ella se los comía y me pajeaba. “¡Así que rico, papi, me gusta sentir tus testículos en mi boca!” –me decía. Yo estaba vuelto loco de placer. La calentura nos tenía a ambos con la perversión que nos quemaba. No sé en qué momento su lengua se fue a mi culo, fue una sensación extraña pero placentera. “¡Oh, mierda, qué rico!” –dije gimiendo. Ella siguió con el perverso juego de su lengua en mi culo. Me gustaba que fuera tan puta y aunque para mi era la primera vez, lo estaba disfrutando mucho. “No solo sabes chupar verga” –le dije.
Luego de ese nuevo placer, le dije que se me subiera encima. Muy obediente la zorrita se subió y su concha se tragó mi verga sin problemas . “Vamos puta, salta para mi. Rebota en mi verga” –le dije agarrándole los pezones y retorciéndolos. “¡Oh, papito! ¡Me gusta ser tu putita!” –decía mientras se movía deliciosamente. Tenía mis manos pegadas a sus pezones y se los apretaba. Ella decía: “¡Así, qué rico! ¡Dame más! ¡Quiero que dejes mi concha llena con tu semen papito!”. Al oír esas palabras no lo pude evitar y acabé perversamente en su concha. Seguido ella tuvo un delicioso orgasmo, con su vagina estrangulaba mi verga mi dentro de ella. Era una puta en todas sus formas, no hay otra forma de describirla.
Después que mi verga se descargó completa, cayó a mi costado. Fue un momento delicioso y perverso, en verdad la “hermanita” me había entregado demasiado placer. Aún con la lujuria encendida me dijo: “¡Ay papito, me cogiste tan rico! Quiero ser tu puta, quiero que cojas siempre”. Nos hicimos amantes desde ese día. Ella siempre me complacía con lo que quería, incluso me daba regalos y dinero, la condición era que me la cogiera salvajemente. Nunca nos hemos dicho nuestros nombres, ella es la puta y yo su papito, es un ingrediente extra cuando la escucho decirlo.
Nadie se enteró de lo nuestro, hasta el día de hoy que ya han pasado algunos años todavía sigue siendo una puta recurrente en mi cama, ya que con ella hago lo que mi novia se niega a hacer.
Pasiones Prohibidas ®
Que rico relato me encantó cada línea y cada párrafo como siempre exquisito relato Caballero
ResponderBorrar