jueves, 10 de octubre de 2024

27. Hijos calientes

 


Todo empezó una noche de borrachera que llegué a mi casa tarde en la madrugada. Entré en la casa sin encender la luces para no despertar a mis hijos, Iván (20 años) y Roberto (18 años). Al caminar, mis pasos eran torpes y caí debido a mis tacones y al alcohol que había tomado, recuerdo también que tenia aliento a semen ya que en la fiesta que fue en casa de una amiga conocí un hombre que estaba buenísimo y se la chupé en el baño tragándome todo su semen. ¡Fue de lo más delicioso que he hecho!

Iván se despertó y camino en el pasillo tropezando conmigo, al intentar sostenerse sus manos se fueron directo a mis tetas por accidente. “¡Disculpa mamá! –dijo avergonzado quitando las manos de mis tetas. Las tomé y las volví a colocar sobre mis tetas apretándolas, Iván se asustó un poco. El alcohol estaba haciendo en mis inhibiciones y me estaba dejando llevar más allá de los límites que una madre puede sobrepasar. Aunque no niego que me parecía demasiado excitante y a la vez morboso que mi hijo me manoseara las tetas en el pasillo que da a nuestras habitaciones. Sentía que mi vagina se humedecía y mis pezones debajo de la ropa se ponían duros. Él notó lo caliente que estaba y se dejó llevar por esas sensaciones que me delataban.

Con mis manos busqué entre su bóxer su verga, la empecé a acariciar sintiendo como se ponía dura en mi mano. Se sentía hinchada y palpitante, él solo guardaba silencio viendo como su madre se transformaba en una puta ante sus ojos. Me arrodillé y se la chupé con toda la perversión que corría por mi sangre. Aunque estaba sorprendido emitió un gemido de placer al sentir como mis labios se pegaron a su exquisita verga. Ambos jadeábamos por el placer y por el morbo, nunca pensé que me encontraría en una situación así con mi hijo y puedo decir que los dos lo estábamos disfrutando.

Al parecer nuestros jadeos despertaron a Roberto, ya al ver por la puerta entreabierta encendió la luz de su mesa de noche, la luz salía al pasillo y chocaba con la pared creando una iluminación tenue que me pareció sensual, ya que se podía distinguir de manera perfecta la forma en que le devoraba la verga a Iván. Roberto salió de la habitación y vio el espectáculo que estaba dando en medio del pasillo, medio dormido se quedó mirando atónito. Cuando ya la somnolencia se fue abrió sus ojos como grandes platos y no se perdía detalles de cómo se la chupaba a su hermano. Me sentía tan caliente que lejos de inhibirme seguía en la mamada frenética que le daba a Iván. Al parecer se calentó viendo que su madre era una puta y sacó su verga para masturbarse. Era demasiado excitante ver a esos dos machos deseosos por mí, aunque sabía que eran mis hijos, también sabía que eran dos hombres con todo el ímpetu de la juventud. Se colocó a mi lado para que se la chupara, no perdí la oportunidad y la metí en mi boca mientras que con mi otra mano no dejaba de atender a Iván. 

Mi vagina se mojaba mucho más, la calentura en mi era tan evidente que tomé ambas vergas y las puse cerca de mi boca para lamerlas, era un deleite casi celestial aunque era como el infierno que ardía por completo en mi sangre. No quería perder el tiempo y las metí las dos en mi boca, aunque me era imposible tragar las dos a la vez pero al tener la boca llena con las vergas de mis hijos era sublime. Mi saliva se derramaba de mis labios y caía en mis tetas que apenas cubrían el generoso escote que traía puesto. Iván me puso de pie, levantó mi pequeño vestido y sacó mi húmeda tanga. Luego se tiró al piso y puse mi vagina en su boca, él la lamió tan deliciosamente que gemía con tanto placer que mi cuerpo se estremecía. Seguí comiéndole la verga a Roberto. Sentía que mis fluidos corrían por mis piernas y caían tibios en la boca de Iván. La cara de Roberto al verme chupársela me prendía más, quería que me la metieran y me hicieran gritar, estaba dispuesta a todo.

Estaba por ser abrazada por el orgasmo cuando Iván dejó de lamer mi concha. Seguía con la boca pegada a la verga de Roberto cuando, sentí que Iván se acomodó detrás de mí, sabía sus intenciones, por lo que puse mi culo en pompa, de una sola embestida ensartó su verga en mi vagina y me la empezó a meter. Me sentía como una perra al sentir como esa deliciosa verga entraba y salía sin compasión. Sus embestidas eran brutales, me lastimaba un poco pero era un dolor rico. Roberto gemía mientras se la seguía chupando. Las manos de Iván apretaban mis caderas para moverse con más fuerza mientras la verga de Roberto me llegaba a la garganta.

Iván, siguió aferrado a mis caderas metiéndomela hasta el fondo. “¡Voy a acabar!” –gritó y dejó mi concha inundada por su tibio semen. Luego Roberto me la metió, todavía no me había recuperado de la cogida que mi hijo mayor me había dado cuando mi hijo menor me estaba dando verga. La calentura de ambos era total y la mía peor. Sentí como Roberto también acabó en mi concha, estaba toda llena del semen de mis hijos y satisfecha. Me puse de rodillas y se las chupé para no dejar ni una gota de su semen, lo que les provocó que sus vergas se pusieran duras otra vez.

Me fui a mi cuarto, me quité el vestido y el brasier, mi tanga había quedado tirada en el pasillo. Cuando me acosté me di cuenta que me habían seguro, los mire y le pregunté: “¿Ahora que pretenden? ¿Abusar de su madre borracha?”. Aunque quería que me siguieran cogiendo y me partieran entre los dos. Ambos se miraron y me empezaron a manosear, me sentí sucia, me sentí como una perra, sí, una perra pero en celo. Entre esos juegos sentía como las manos de mis hijos me hacían estremecer, uno de encargaba de mis tetas y el otro de mi concha, la calentura me tenía en las nubes. “¡Cójanme de una vez!” –les dije. Roberto se tendió sobre la cama y yo me le monté, su verga entró sin mayor presión. Me empecé a mover de manera salvaje, él estaba agarrando mis tetas y tiraba de mis pezones. Gemía como una puta al subir y bajar de esa rica verga. Iván se encargó de meterla en mi culo. Di un agónico grito de placer y les dije: “¡Disfruten de esta perra!”.

Creo que mis gemidos se debieron escuchar alrededor, porque cada vez se transformaban en gritos descontrolados de placer y perversión. “¡Ah, qué rico!” –les decía y ellos solo se dedicaron a darme duro, tal como lo había deseado. No sabía que podía encontrar tanto placer en casa y menos con mis hijos. Entre más me la metían más mi cuerpo temblaba, deseaba que no pararan que siguieran dándome ese rico placer que me tenía con la sangre hirviendo. Fui golpeada por la una de orgasmos intensos, perdí la cuenta luego del segundo pero cada uno era más intenso y perverso que el otro. Luego entre los dos decidieron que me dejarían su semen regado en el cuerpo. Me tiré en la cama temblando de placer y con calentura los miraba masturbarse. Su semen cayó en mis tetas, en mi cara y en mi abdomen. Lo froté por todos lados quedando pegajosa de placer al sentir como su semen se impregnaba en mi cuerpo. Mi cabeza daba vueltas por la borrachera y el placer. Me percaté que habían pasado varias horas, porque los rayos de sol se metían por la ventana. Ahí estábamos los tres tirados en mi cama pensando en lo rico que lo habíamos hecho y ninguno estaba arrepentido.

Los días siguientes a esa noche han sido una depravación eran sublimes. Andaba siempre desnuda para que usaran cuando quisieran, era solo un objeto para sus lujuriosos placeres, siempre dispuesta a complacerlos y ellos me complacían a mí. Siempre sus vergas estaban tiesas y mi vagina mojada, lista para recibirlos. Me siento plena y satisfecha por esos dos jóvenes machos, que cada vez que me cogen me hacen probar ese prohibido placer del incesto. Soy una puta insaciable.


Pasiones Prohibidas ®

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