Antonella era una chica de 18 años, cabello negro azabache, siempre con una preciosa sonrisa dibujada en los labios. Una cara angelical que cuando de excitaba, era aún más preciosa. Con unos labios carnosos que invitaban a pecar
Su cuerpo marcaba una esbelta figura, y aún no siendo excesivamente alta, tenía unas proporciones maravillosas. Unos pechos, ni grandes, ni pequeños, pero con unas areolas oscuras que albergaban unos pezones finos y puntiagudos. Qué decir de sus piernas torneadas y de su culo. Tenía un culito redondo y duro, tan duro y terso, como el culo de una estatua de mármol. Estaba cursando el cuarto medio de enseñanza media, el primer día que la vi, vestía el Uniforme de la escuela. Una faldita de cuadros, una camisa blanca bien ajustada y medias altas. No dude en girar mi cabeza al cruzarme con ella. Me impregnó su belleza y me propuse, volver a cruzarnos y conocerla.
Averigüe donde vivía, donde estudiaba, como se llamaba, todo. ¿Pervertido? Tal vez, pero siempre hay alguien que conoce a alguien y puede dar información. Por esas casualidades de la vida, éramos vecinos. Yo vivia casi al frente de su casa, en un edificio de departamentos en La Florida, Santiago de Chile. Esa sensual colegiala de me había metido en la cabeza.
Una noche me situé en el balcón, buscando cual era su habitación y espiarla si es que podía.Estaba impaciente, e incluso estar espiando, me excitaba. Se encendió una luz, concretamente la del cuarto de baño.Entró y empezó a desnudarse. Al quitarse la falda, se quedó en tanga. Resaltando sus redondas nalgas. Hizo lo mismo con su camisa, desabotonándola despacito, sin prisas. Se miró al espejo mientras bajaba su tanga y se quitaba el sujetador. Un conjunto de lencería negro, precioso. Hecho para una princesa. Así se presentó ante mi su cuerpazo desnudo. Se ducho se secó y se puso un tanga juvenil, de colores y una camiseta para dormir. Esa noche me masturbé recordando su striptease involuntario.
Unos días después de aquel espectáculo, la encontré. Me hice el confundido y le pregunté cómo podía llegar a mi dirección, ya que estaba “perdido”. “Yo voy a esa dirección, vivo al frente, podernos ir juntos” –me dijo amablemente. “Eres muy amable, me llamo Patricio y me cambié hace poco, por eso todavía no ubico bien las calles” –le dije mintiendo. “Suele pasar don Patricio, no tenga cuidado. Me llamo Antonella” –dijo ella con una sonrisa. Yo era el lobo feroz que la acechaba y ella caperucita roja.
Una vez en la puerta del edificio, le invite a subir a casa a que tomase una Coca-Cola. En principio no quería subir, pero al decirle que quería mostrarle mi exposición de cuadros, aceptó. “Caperucita ya había caído en las manos del lobo”. Subió y empezó a mirar los retratos, y me preguntó si eran míos, a lo que respondí que sí. Entre ellos había un par de desnudos de mujer y me propuso ser mi modelo. Le dije que la dibujaría encantado. Charlamos por un rato y me dijo que tenía que ir a su casa. “Por mi no hay problemas. Este es mi teléfono para que nos pongamos de acuerdo de cuando te dibujo” –le dije. “Sí, me gustaría mucho” –me dijo y anotó su número en mi teléfono. Esa noche me situé en el mismo lugar, escondido entre las sombras para expiar a mi nueva musa. Apareció cómo siempre, verla desnudarse me hacía imaginar en todas las cosas perversas que le haría y sin resistir ni calentura me empecé a masturbar en el balcón, era todo un espectáculo para mis perversos ojos. Su juvenil cuerpo encendía mis oscuras pasiones. Cuando salió de la ducha y verla vistiéndose me hizo acabar deliciosamente.
Esperé un tiempo prudente para enviarle un mensaje. ¿Le parece que lo hagamos mañana después que llegué a casa?” –me dice con un audio. “No hay problema, te espero entonces” –le respondí por audio. Al día siguiente, estaba ansioso y al fin el tiempo llegó y entró a mi departamento. La llevé a la habitación que ocupo como estudio, lo que me sorprendió fue que sin decirle nada se quitó la ropa. “¡Quiero que me dibuje desnuda!” –dijo. Ahora la tenía al frente de mí, su exquisito cuerpo estaba frente a mí y las sensaciones en mi verga eran evidentes.
Fueron varias las sesiones que necesité para acabar el cuadro, una vez terminado dejé que lo viera. Al mostrárselo, me acerqué a ella por detrás, quizás más de lo permitido, jugándome el que me mandase a la mierda y no la viese más, pero debía intentarlo. Contra todo pronóstico, pasó lo contrario, ella tomó mi mano y llevándola a sus pechos me dijo : “¿No cree que me ha puesto un poco más de tetas en el cuadro? ¿ Le gustaría que las tuviera más grandes?”. Le contesté que las tenía preciosas y que el tema de ponerle un poco más era solo para cultivar a quien pudiera ver el cuadro. sin pensarlo, se las tomé y se las acaricié. Sus pezones se pusieron duros, empezó a respirar agitado, al ver su reacción metí mi mano en su entrepierna y empecé a hurgar en su vagina, estaba húmeda, jadeaba cuando mis dedos se apoderaron de su clítoris. Ella buscó mi boca, nuestras lenguas se enredaron en un erótico y delicioso beso. “¡Ay, qué delicia!” –decía ella entre gemidos.
No había tiempo que perder, me quité la ropa y entre lienzos, pintura, pinceles y lápices nos entregamos a la lujuria. La tenía en el piso, con las piernas abiertas, estaba ansiosa esperando mis acciones pero masturbándose, eso me calentó al punto de hacer hervir mi sangre. Me acerqué y empecé a lamer su vagina, el delicioso sabor de su vagina se impregnó en mi boca. Mi lengua recorría cada espacio de su sexo, ella gemía de placer, me miraba con la boca abierta y gimiendo. “¡Siga, por favor!” –suplicaba, no quería que me detuviera. Mi lengua la invadió por completo, bebiendo sus deliciosos fluidos. Se entregó por completo al orgasmo y a mis deseos más oscuros. Me tiré al piso y le dije: “¡Ahora quiero que me la chupes!”. No bastaron más que esas palabras para que empezara a chupármela perversamente, se notaba que a pesar de su edad sabía perfectamente como ocupar esa sensual boca. “Eres una niña traviesa” –le dije, mientras ella seguía devorándose mi verga completa. Pasaba la lengua desde la punta a la base y después se la volvía a tragar, la escupía y me masturbaba como loca. “¡Qué rica verga tiene!” –me decía con sus voz encendida en lujuria. Era todo un demonio sexual que dominaba mi verga a la perfección. En sus ojos se veía que quería mi semen, ya que la velocidad en que me la chupaba era alucinante, no le importaba incluso atragantarse y que el maquillaje de sus ojos de corriera, su deseo en ese momento era sentir mi tibio semen en su boca. No pasó mucho tiempo para que lo consiguiera, mi verga explotó en su boca, llenándola completa de semen, que incluso le escurrió por la comisura de sus labios.
Sin dar tregua, se subió encima de mi verga, la qué entró de una en su deliciosa vagina. Empezó a cabalgarme despacio, su cara de placer era un deleite, poco a poco a poco sus movimientos se hicieron más intensos, perversos y deliciosos. Me miraba a los ojos y sonreía con perversión, gimiendo y jadeando mientras pasaba sus uñas por mi pecho. Era imposible soportar esos movimientos, su experiencia no era solo en chupar vergas, también en montarlas para exprimirlas. Sus salvajes movimientos me cautivaban, también la belleza de su rostro que parecía de ángel, pero estaba envuelta en la lujuria. Los dos presos de nuestra perversión acabamos a la vez con furiosos gemidos y alaridos.
Estábamos exhaustos, mi perversión fue saciada pero no en su totalidad, me era imposible no querer cogerla otra vez. Su culo maquinaba mis pensamientos más perversos. Se lo toqué y la nalgueé con fuerza, ella se estremeció y dijo: “¡Oh, qué rico! ¡Hágalo más fuerte!”. Ya estaba en cuatro recibiendo fuertes nalgadas qué la hacían gritar en una mezcla intensa de dolor y placer. Le separé las nalgas y hambriento me sumergí en su apretado agujero, su cuerpo se estremeció al sentir la punta de mi lengua invadiéndolo, gimió y suspiró de manera caliente. Después que le dejé el culo lleno de saliva acomodé mi verga en ese pequeño orificio, al empujarla, me dice: “Nadie me ha dado por el culo antes. Usted será el primero don Patricio”. Lentamente entró la punta de mi glande y ese culo engullía mi verga abriéndose. Antonella gritaba al sentir como su culo era desvirgado, más temprano que tarde sus gritos se transformaron en gemidos. Al tenerla toda dentro me quedé quieto para que ese desvirgado orificio se amoldara a mi verga. La vista de su culo en cuatro me encantaba, se veía gigante y apetitoso. Empecé con suaves embestidas, lo hacía despacio, sin ninguna prisa. Después de algunos minutos aumenté mis movimientos haciéndolos endemoniados, mis testículos chocaban con su vulva y fuertemente tomado de sus caderas se la metía hasta hacerla delirar. Ahora estaba sometida a mi verga y pedía que se la diera con más fuerza. Los minutos pasaban y sentía como el ano le palpitaba y apretaba mi verga, era una sensación que me tenía al borde del descontrol, me sentía como un animal en celo, hasta que acabamos exquisitamente. Ahora si podía decir que mi perversión estaba satisfecha, ya que me la cogí por todos sus agujeros. Ya habían pasado varias horas y ella se vistió rápido para que sus padres no le dijeran por la hora en que estaba llegando.
Todas tardes la tenía en mi departamento para ser un lienzo y ser pintada con mi semen en cada espacio de su cuerpo.
Como todas las tardes, Antonella volvía a mi departamento para coger o ser dibujada otra vez en alguna postura sugerente. Era una chica perversamente deliciosa a la hora de coger y siempre era una morboso placer cogérmela hasta el cansancio. De solo verla desnuda mi verga reaccionaba ya que estaba embobado por esa candente figura juvenil y por lo dispuesta que estaba a coger sin importar nada.
Una tarde en la que llegó temprano al estudio, le dije si quería que le hiciese unas fotografías para después plasmarlas sobre lienzo, pero sin hablar, se acercó con esa mirada felina y me dijo que de momento, no. Se desnudó, haciendo un sensual striptease bailando al son de la música que salía de su móvil. Se desabotonó la camisa poco a poco, recorriendo con sus manos sus tetas y pellizcando sus pezones por encima de su ropa interior. Se inclinaba de espaldas a mí, estaba recostado en el sofá y con la verga en la mano, me mostraba todo el esplendor de sus nalgas. Una de las veces que lo hizo, pude observar como en su culo brillaba un diamante.
Poco a poco se quitó la falda de su uniforme y el aspecto de verla con sus medias con liguero y su conjunto de lencería de color negro , me ponían caliente, aunque lo que más me ponía y me intrigaba era saber lo que brillaba en su ano. Se quitó su sujetador y sus tetas quedaron descubiertas, seguía tocándolas y pellizcando sus pezones. y siguió manoseándolos. Después bajo las manos por su cintura y tomando con sus dedos en las tiras de la tanga, la bajó hasta los tobillos. Después me lo lanzó como si de un trofeo se tratase. Cuando terminó su sensual baile, la atraje hacia mí y le metí la tanga en la boca. Después mis manos se fueron a culo, la volteé de las caderas y azoté sus nalgas, Antonella exclamó: “¡Delicioso!”. Abrí sus nalgas y vi que se trataba de un plug anal de acero, coronado por una joya que resaltaba la belleza de su culo. “¿Le gusta?” –me preguntó. “Sí, me gusta demasiado, pero, ¿por qué lo usas?” –le respondí. Su respuesta me calentó aún más: “Lo uso para pensar que es su verga, pero también me gusta que me la meta por mi conchita y sentir mis agujeros llenos” –dijo con sensualidad.
No lo dudé y como un poseso, le agarré del pelo, la puse de rodillas e hice que me la chupara. Literalmente le cogí la boca y se la metía entera, me detenía con la verga metida hasta la base haciendo que se ahogara y babeara. A Antonella le gustaba, incluso juntaba saliva y la escupía en mi verga para tragársela hasta el fondo y ahogarse con ella. Cuando estaba extasiada, la tomé en brazos y le metí la verga en el aire, aferrada con sus piernas y sus brazos me movía con fuerza, haciéndola que gimiera como loca, me gustaba en la forma que gemía me pidiera que me la cogiera con fuerza. Jadeaba y rasguñaba mi espalda, entre más me clavaba las uñas, más duro le daba verga.
Al parecer le gustaba que se la cogieran duro, porque llegó al orgasmo de manera intensa ya que sus fluidos se desbordaron mojando todo el suelo del estudio, parecía que se había meado, era excitante verla gemir con la boca abierta y sus ojos cerrados. No dejé que recuperara el aliento. La puse en cuatro en el piso y le quité el plug, la dilatación del culo era brutal, el palpitaba, era la morbosa invitación a que se la metiera. No pude resistirme y volví a metérsela por el culo, aunque lo hacía a diario, esta vez entró con facilidad. Empecé a darle embestidas brutales, Antonella gritaba de placer. “¡Ay que rico! ¡Más fuerte! ¡Déjeme con el culo abierto!” –decía. Agarré sus tetas desde atrás y pellizqué, lo que aumentaba la intensidad de sus gemidos.
Sudados y calientes seguí cogiéndola con brutalidad, ella con una mano empezó a masturbarse, estaba próxima a otro orgasmo. Escucharla como gemía me enloquecía y hacía los embestidas más brutales. Antonella acabó en un orgasmo brutal que la sacudió por completo y otra vez sus fluidos se derramaron. Ya no podía aguantarme más y eyaculé en su delicioso culo. Volví a meterle la verga en la boca, la que chupó con perversión. Me miraba con esos de lujuria que me encantaban, enredé mis manos en su negro cabello y le dije: “Sigue chupándola, quiero que te comas mi semen”. No se negó sino que con más lujuria me la chupó como ella sabe hacerlo, hasta hacerme acabar en su cara de niña mala y caliente.
Se vistió y me susurró al oído: “¿Mañana será más rico?”. “Siempre, mientras sigas siendo así de traviesa. Me besó y se despidió, me quedé con las ganas de saber que me demoraría el día siguiente.
Pasiones Prohibidas ®
La trama me gustó mucho y me hizo exitar, disfruté llegar al ritmo de la lectura
ResponderBorrarMe encanto cada línea es placer puro capas de hacer volar la.imaginacion como siempre exquisito Caballero
ResponderBorrarexquisitas letras.. tienen mucho erotismo.. imposible leerlas sin tocarse rico
ResponderBorrar