Miriam Vergara es una mujer de unos 50 años aproximadamente miembro del Comité de administración en el edificio donde vivo. Ella es de cabello castaño, tetas de buen tamaño, piernas torneadas, caderas anchas y un culo bastante bueno. Mide caso 1.70. casada, sin hijos. Su marido, no hay mucho que decir de él , es un completo imbécil y fuma, siempre se le puede ver con un cigarro en la mano.
Una mañana fui a su departamento a pedirle un favor y salió con una bata de esas transparentes que dejaban muy poco a la imaginación, una tanga diminuta y un brasier que apenas podía contener sus tetas apretadas en esa tela. Estuvimos hablando un buen rato en la puerta hasta que me invita a pasar a compartir un café yo no perdía detalle de su cuerpo podía ver perfectamente sus curvas y su hilo dental metido en medio de esas grandes nalgas, ella estaba sola, su marido se había ido a trabajar, por lo que pasaría gran parte del día sola.
La conversación era agradable, nos reíamos mientras bebíamos el café, aunque yo trataba de que mis ojos no se perdieran en su delicioso cuerpo, pero era una tarea difícil, en varias ocasiones se dio cuenta que estaba con mis ojos vagabundos perdidos en sus tetas. Ella no decía nada, solo me dejaba observar tranquilamente. “Eres una mujer simpática, además envidio a tu marido por tenerte como mujer, ya que eres preciosa” –le dije empezando mi ataque. Miriam sonrió y me dijo: “Así es la genética de las mujeres en mi familia” –respondió. “Bueno, entonces felicita a tus padres por tener hijas tan guapas como tú” –le dije. “¡No seas loco!” –dijo ella con la sonrisa dibujada en su boca. “Tal vez si estoy loco, pero bendita locura al tenerte cerca” –le respondí acariciándole su precioso rostro. “Eres muy sensual Miriam” –le dije. Se sonrojó y se levantó de la silla, también me levanté y besé su mejilla derecha. “¡Ten cuidado con lo que haces!” –me dijo. Sacó las tazas de la mesa y las llevó a la cocina, me fui detrás de ella sin perder detalle de sus exquisitas nalgas. Al llegar a la cocina seguimos la charla, yo no podía resistir más mirar su exquisito cuerpo, la giré y le di un beso en los labios, ella abrió los ojos como platos e intentó empujarme pero ya la tenía apoyada a entre el fregadero, se resistió un poco hasta que cedió y abrió su boca y mi lengua se enredó con la de ella en un beso apasionado.
Para ese entonces mis manos ya estaban posicionadas en sus nalgas grandes y perfectas me decía: “Si eres loco y caliente”. La besaba y le mordía sus labios y le decía: “Hace tiempo que quería besarte, eres muy sensual y te veo algo desatendida Miriam”. “A veces nada es como parece” –me dijo abrazándome por el cuello y nos fundimos en otro candente beso.
Nos fuimos a la sala, me puse en el sofá y ella se sentó en horcajadas sobre mí, quedando sus tetas a la altura de mi cara, yo le besaba el cuello y su cara, le saqué las tetas por encima del brasier y empecé a degustar sus erguidos pezones. Al cabo de un rato ambos estábamos con la respiración agitada, Miriam se movía de forma circular, espacio, podía sentir la calentura que emanaba de su entrepierna. La manoseaba por todo su cuerpo, fue cuando noté la humedad en su vagina, me volvia loco la forma en que gemía suavemente y susurraba a mi oído: “¡Eres todo un pervertido!”. En un movimiento saqué mi verga entre el cierre de mi pantalón y le hice la tanga a un lado, entre sus candentes movimientos mi verga se metió lentamente esa deliciosa y caliente vagina. Miriam gimió fuerte, sus ojos estaban llenos de lujuria y sin quitarme la mirada me dijo: “!Me gusta! Aunque yo pensé que solo jugábamos a calentarnos”. “¿Tú crees que estamos para juegos?” –le pregunté. Miriam sonrió y me respondió: “¡Claro que no!”. Ambos bufabamos de calentura, la tenía tomada de las nalgas mientras ella se movía con perversión. De pronto, se bajó y me dijo: “¡Sígueme!”.
Nos fuimos a su cuarto, ella tenía las tetas al aire aún, mientras caminaba se quitó la bata y el brasier dejándolos caer al piso. Al estar ahí terminó por sacarse la tanga y me desnudó. Ahí estaba esa sensual mujer madura arrodillada pajeándome, se metió mi verga en la boca y me chupó de manera deliciosa, la tomé de cabello para marcarle el ritmo en el que quería que me comiera la verga. Cada vez que su lengua envolvía mi glande me provocaba a eyacular pero no quería hacerlo aún hasta disfrutar de cada uno de sus agujeros. Hice que se pusiera de pie y la lancé sobre la cama y me metí de cabeza en medio de sus piernas y empecé a lamer su rica vagina, se retorcía de placer. “¡Ah, sí, sigue así! ¡Me matas de placer!” –me decía. Se tomaba de mi cabeza y la hundía mientras no dejaba de gemir. Hasta que arqueó su cuerpo y alcanzó un orgasmo que la hizo temblar, mi lengua estaba pegada a su clítoris mientras ella estaba con los ojos en blanco y jadeando. Me puse de rodillas en la cama y coloqué las piernas de Miriam en mis hombros, mi verga entró deliciosamente y se la metí despacio. Al sentirlo toda adentro Miriam me dice: “¡Que rico! ¡Dámela suave!”. Empecé metérsela lento, ella gemía y me miraba con perversión. “¡Ahora rómpeme la concha! ¡Dámela fuerte!” –me decía mientras se apretaba los pezones. Ya no gemía, gritaba de placer, me pedía que se la metiera con fuerza, me calentaba sentir el sonido de nuestros cuerpos chocando, sumado a esa cara de caliente que tenía, era sublime. Luego hice que se subiera a horcajadas encima de mí y se empezó a mover salvajemente, yo estaba aferrado a sus nalgas y se las apretaba. No se cuantos orgasmo ya había tenido Miriam pero su vagina escurría sus tibios fluidos por mi verga. Estábamos sudados y calientes todavía, la recosté la cama y me la cogí como un salvaje, cada vez gritaba con más fuerza hasta que otra vez fue alcanzada por un orgasmo que la sacudió.
La puse en cuatro y le dije: “¡Te voy a coger ese delicioso culo!”. “¡Ay corazón no, me va a doler!” –me dice entre gemidos. “¡Abre tus nalgas!” –le dije. Obediente las separó con sus dos manos. Pude ver ese agujero que pedía a gritos ser cogido. Le pasé la lengua por su culo y jadeando me dijo: “¡Cochino!”. Me puse al lado de ella y la besé para que sintiera el sabor de su culo. Abrió otra vez sus nalgas y escupí en su agujero. Puse mi glande en su culo y empecé a presionar hasta que se abrió y se engulló mi verga. “¡Ay, me duele! ¡Siento que me parte! ¡Sácala!” –decía. Tomado de las caderas me empecé a mover con fuerza, gemía y gritaba, mordía la almohada y se aferraba de las sábanas. Ya con su ano amoldado a mi verga, la embestía. “¡Sacala por favor! ¡Me rompes el culo!” –decía. Entre más fuerte se la metía, más eran mi ganas de eyacular en su culo, ya que palpitaba y presionaba mi verga de manera deliciosa. Ya no pude aguantar más hasta que acabé en lo más profundo de su culo, dejándolo lleno de semen. Miriam me decía: “¡Casi me matas! ¡Qué rico que buena cogida me acabas de dar!”. Estaba sudada y jadeante, aún tenía mi verga en el culo de Miriam, cuando se la saqué lo tenía abierto y escapó un hilo de sangre mezclado con mi semen.
Después de tomar aire, me dijo: “¡Me duele todo! ¡Qué malo eres!” –me decía mientras se agarraba las nalgas y se colocó de lado en la cama, se veía preciosa, sus ojos brillaban, respiraba profundo. Me miró y me dijo: “Esto que hicimos es una locura. Soy una mujer casada y fíjate, hice contigo lo que jamás he hecho con mi marido”. “¿Qué no haces con él qué hiciste conmigo?” –le pregunté. “Te entregué mi culo. Nadie había entrado por ahí y vienes tú, y a la primera desvirgas mi culito” –me responde agarrándome la verga y empieza a masturbarme despacio. La abracé y le dije: “Esto es solo el principio”. Miriam sonrió y me dijo: “Ahora resulta que somos amantes”. “¿Tú que crees Miriam?” –le dije. “La verdad no suena mal, pero hay que ser discretos hay muchos chismosos en el edificio” –me dijo. “¿Qué importan los chismosos? Importa lo rico que la pasemos cogiendo” –le dije.
Ella sonrió y se puso a chupármela otra vez, cada vez lo hacía con más lujuria, mi verga estaba tiesa, con el glande amoratado, pasaba la lengua por toda mi verga haciéndome estremecer de placer. Poco a poco sentía que no verga palpitaba y sin decir nada acabé deliciosamente en su boca, ella lejos de protestar, se tragó mi semen sin dejar rastros. Estuvimos toda la mañana en su cama hablando y besándonos, volvimos a coger hasta las dos de la tarde, pasamos el día juntos cogiendo como locos, ya era la hora en que su esposo volvería del trabajo y debía volver a la normalidad.
Salí del departamento sabiendo que lo mejor estaba por venir y que seríamos cómplices todo el tiempo que estuviéramos juntos. Así empezó mi historia con Miriam, hasta el día de hoy seguimos cogiendo y hemos pasado noches juntos en mi departamento o en el de ella y su marido ni se ha enterado que la presidenta del comité de administración es toda una puta cuando él no está.
Pasiones Prohibidas ®
Ufff muy rico 🤤 y perverso como todos los escritos,.haces volar mi imaginación
ResponderBorrarDelicioso hace volar demasiado la imaginación y hace mojar a cualquiera como siempre exquisito relato Caballero
ResponderBorrarEsquisito relato... Como siempre solo hay que dejar volar nuestra imaginación... La ley en el trabajo y estaba tan mojado qué no sabía como levantarme del sofá... Waoo waoo.
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