lunes, 16 de diciembre de 2024

59. El culo de Karina

Karina era la gordita del grupo de amigas. Esas que uno se solía encontrar en la disco o algún otro sitio los sábados por la noche. Siempre terminaba bebiendo sola y viendo como las otras bailaban con ocasionales festejantes o novios de turno. A mí me había llamado la atención. No era para nada fea. Solo un poco rellenita. Mucha teta y mucho culo, más algo de barriga.

Una de esas noches decidí acercarme. Cerveza en mano fui hasta el lugar donde estaba sentada y la saludé. “Hola. ¿Puedo hacerte compañía?” –pregunté educadamente. “Hola. Sí, claro” –respondió ella sonriendo. “Por lo que veo te han dejado sola” –le dije. “Si, las chicas se divierten” –dijo ella. “¿Hace mucho que son amigas?” –pregunté. “Desde que comenzamos la escuela secundaria y lo seguimos siendo hasta ahora” –respondió.

Así la charla continuó con temas diversos. Tenía una conversación interesante y variada. Me contó que trabajaba, vivía sola en un departamento pequeño que estaba arreglando y decorando a su gusto. Estaba consiguiendo reproducciones de pinturas y con ellas iba vistiendo las paredes. “¡Que bien! Yo en el mío solo tengo un perchero” –le dije sonriendo. “Deberías empezar con algún cuadrito. Deben ser una tristeza tus paredes” –dijo con una sonrisa. “Si, la verdad es que la decoración de interiores no va, con que tenga una cama limpia y bien tendida para acostarme y que los artefactos de la cocina funcionen, para mí es más que suficiente” –le dije. ¡”Qué eres loco!” –me dijo riendo. “Debería pasar por tu departamento para darme aunque sea una idea. A lo mejor me inspiro” –le dije con tono sugerente. “¿Me estás diciendo que te invite?” –preguntó Karina con algo de picardía. No, solo era una broma. Pero si se presenta la ocasión, podría pasar en alguna oportunidad” –le respondí. “¿Quieres ir ahora?” –preguntó. “No podría. Además, estamos conversando y compartiendo un trago tranquilos” –le respondí. “¿Tienes miedo de ir al departamento de una chica que vive sola? Podemos seguir conversando igual. No sé tú, pero ya puedo darme por satisfecha. Salí, escuché música, bebí lo que normalmente bebo y si no te hubieses acercado estaría bostezando de aburrimiento. Si quieres caminamos y en unos minutos llegamos a mi hogar dulce hogar. No está lejos de aquí” –dijo ella en tono sensual. “¡Como quieras, yo te sigo!” –dije. Se acercó a una de sus amigas, que estaba bailando y le avisó que se iba.

Salimos a la calle. La noche estaba muy agradable. Caminamos algunas calles y enseguida llegamos. La verdad es que su departamento era pequeño pero cómodo y decorado con buen gusto y dedicación. “¿Quieres tomar algo?” –me preguntó. “Claro, lo que tú tengas está bien” –respondí”. “Bueno, voy por unas cervezas al refrigerador. No tardó” –dijo. Me contó que solo había tenido un novio y que la cosa no había funcionado. Que solía envidiar a sus amigas por sus éxitos sentimentales y que a veces se sentía sola. Le dije que los éxitos no pasaban solo por ahí y que tal vez sus amigas no tenían toda la felicidad que aparentaban. “Gracias por haberte acercado. Hacía ya mucho tiempo que no estaba acompañada por un chico… y que fuese él quien se acercara” –dijo con una sonrisa. “No tienes que darlas. Lo he pasado bien conversando contigo, eres una chica muy agradable” –le dije mientras la miraba a los ojos. “¿Tienes novia?” –me preguntó. “No. Actualmente estoy solo” –le respondí. “¡Somos dos almas solitarias!” –dijo soltando una sensual carcajada. “Se podría decir que sí, de lo contrario seria casi imposible que estuviera aquí” –le dije.

Sinceramente ya las perspectivas habían cambiado. Me había invitado a su casa, estábamos bebiendo cerveza y estábamos solos. No me parecía tan descabellado terminar cogiendo. Hasta ahí no aparecía posibilidad de llevar la charla al terreno de lo sexual, así que opté por una alternativa que tal vez podía aparecer chocante para con ella. “Te digo una cosa y por favor no te sientas agredida. Siempre que te veía quedar sola mientras tus amigas bailaban, se me ocurría que tal vez fueras lesbiana, perdón por lo que acabo de decir” –le dije tanteando el terreno. Dio una carcajada y me dijo: “¡No, no te notifiques ! Las cosas se han venido dando así, pero no por lo que supones. Prefiero los hombres, de verdad que los prefiero. Aunque…” –se detuvo. “¿Aunque?” –le pregunté. “Bueno, en tren de confesiones, una vez y solo una vez nos involucramos con Gracia, esa amiga a la que le dije que me estaba yendo” –respondió. “¿ De verdad?” –pregunté. “Fue solo una vez que estábamos algo borrachitas, excitadas y solas. Simplemente se dio que nos tocamos para aliviar nuestras necesidades, nada más. Cuando estuvimos otra vez sobrias y conscientes nos morimos de vergüenza, pero al final lo tomamos con humor” –respondió con algo de vergüenza. “¡Interesante!” –le dije. “¿Te parece interesante?” –preguntó con asombro. “Claro. Es excitante y no puedo dejar de imaginarlo” –le respondí. “No te da asco pensar en dos mujeres masturbándose?” –pregunta curiosa. “Para nada, ¡me parece excitante!” –le respondí. “¿Qué otras cosas te resultan excitantes?” –preguntó para satisfacer su curiosidad. Ya las cosas tomaban un curso más atrevido y un tanto lujurioso. “Aún a riesgo de ser considerado un degenerado y pervertido, y ya que preguntas. “Tus pechos me resultan excitantes” –le respondí con franqueza. “¡Uy, me halagas!” –exclamó sorprendida. “Me encantan y voy más allá, me encantaría ver tus tetas, tocarlas y besarlas” –le dije con perversión en la voz. “¿Todo eso?” –preguntó Karina con su voz entrecortada. “Todo eso y más, salvo que tú pongas límites” –le dije insinuante. No me contestó. Solo tomó los tirantes del vestido y dejó sus tetas al aire. Un delicioso par de tetas exuberantes. “¿Te gustan?” –me preguntó. “De vista me encantan. No sé si pueda hacer alguna otra comprobación” “Hazlo, haz lo que desees” –dijo ella casi suspirando.

Me acerqué para tocarlas y por supuesto no pude abarcarlas con una mano. Tetas grandes con pezones pequeños, como me gustaban. Pezones que se pusieron duros apenas les di las primeras lamidas. Se las chupé mientras las acariciaba y masajeaba. “Vamos a la habitación” –me dijo. Yo iba como niño en una juguetería, estaba ansioso por probar cada detalle del cuerpo de Karina. Una vez allí, Carina se quitó el vestido y quedó en bragas. Su culo se reflejó en un espejo y me regaló una imagen tentadora. Era grande y gordo pero se lo veía firme. El pubis era más bien pequeño bajo su pancita y rodeado de gruesos muslos. Se sentó en la cama y yo a su lado. Seguí comiéndome sus tetas como un bebé hambriento, ella gemía y decía: “¡Qué rico!”. Hice que se recostara para estar más cómodos, le chupé los pezones en tanto mi mano avanzó a recorrer parte de su cuerpo. Toqué su concha por arriba de su braga. Se lo empecé a correr hasta mitad de los muslos, luego mi mano hurgó y encontró los labios depilados de su diminuta concha. Era todo suavidad. Bajé besando su vientre sin escalas hasta quedar lamiendo los labios vaginales, Gorditos y apetitosos. Lamí justo en el centro para separarlos. Se estremeció entre suspiros y jadeos. Sentí que se había humedecido y decidí que era hora de cogerla. Subí por entre sus muslos abiertos hasta quedar justo con mi verga tocando su entrada. Ella supo lo que venía. “Cógeme despacio, ¡por favor! Hace mucho que no me cogen y además tengo poca experiencia, tengo poco uso” –me dijo. Le quité las bragas y llevé mi mano abajo, me agarré fuerte la verga para jugar con ella entre sus labios. Empujé y se le escapó un gemido al sentirse penetrada. Seguí empujando despacio por entre las paredes aún cerradas. Sus uñas se clavaron en mis espalda y me detuve. Retrocedí hasta dejar solo la punta dentro. Insistí empujando y ya no me detuve hasta tenerla toda adentro. “¡Ay, la siento como la primera vez! ¡Me duele un poquito pero me encanta tu verga!”.

Me empecé a mover lento para que su concha se amoldara a mi verga. Le besaba las tetas y también los labios. Su conchita se sentía apretada y prácticamente me exprimía la verga. Poco a poco aumenté el ritmo, sus tetas rebotaban de forma excitante, Karina se las agarra y se lamia pezones, gimiendo y jadeando. “¡Dame más fuerte!” –me decía. Se la metía tan fuerte que sus deliciosas tetas golpeaban su barbilla, ella no paraba de gemir, se veía que lo estaba disfrutando tanto como yo. Le dije: “¡Quiero que te pongas en cuatro!”. “¿Vas a hacerme tu perrita?” –me preguntó. “Sí, vas a ser mi perrita, bien perrita y te voy a coger como a una” –le dije. Se acomodó y al segundo la volví a metérsela hasta el fondo. “¡Ay, parece que se siente más profundo! ¡Siento que me abres la conchita!” –me decía. “¡Tu conchita es divina! Me encanta cogerte” –le dije. La agarré fuerte por la cintura y se la empecé a meter rápido y con fuerza, sus tetas se mecían sobre la cama. “¡Así, dame con fuerza! ¡Cógete a esta perrita en celo! ¡Ay, así, qué rico!” –decía. Me ponía más caliente escucharla y se la metía con rudeza, haciendo que mis testículos la golpearan con igual fuerza. Su culito parecía palpitar. Con uno de mis dedos se lo acariciaba y trataba de metérselo, me lo mojé intentando facilitar mi perversión. “¡No, por favor! ¡Nunca me han cogido el culo!” –me dijo. “Solo el dedo, para dilatarlo” –dije yo. “¡Tengo miedo!” –exclamó Karina.

No insistí más, fui con el mismo dedo a buscar su clítoris. Entre el ritmo de mis embestidas y la velocidad del masaje, pronto llegó al orgasmo. La liberé para que se tirara en la cama y caí a su lado. “¡Eso estuvo genial! No es lo mismo una buena cogida que las caricias del bidet” –dijo jadeante. “¿Eso te aliviaba?” –le pregunté. “Algunas veces, tampoco soy ni he sido adicta” –respondió. “¿Mucho miedo de que te duela el culo?” –pregunté. “¡Demasiado! Te cuento algo. Mi amiga, la que viste esta noche cuando le dije nos íbamos, Celeste se llama. Bueno, ella lo pasó mal. Un amante ocasional, un bruto, entró en su ano y le produjo un desgarro. Sufrió mucho y yo la acompañé en esos días. La ayudé con unas cremas y pudo ir sanando. Igualmente, lo noté muy sensible a las caricias, pero me asustó cuando me la quisiste meter” –me contestó. “Entiendo. Seguramente a tu amiga le tocó justo una bestia, un bruto que ni idea debe haber tenido. Debió ser muy brusco y bruto para lastimarla así sin más” –le dije. “Puede ser, pero yo me quedé con ese miedo y no quiero si intentarlo” –dijo Karina. “Está bien, por mi no temas. Si yo te hago algo será para darte placer y no lo contrario. Se lo he hecho a algunas mujeres y sé que en principio duele y molesta. Hay que ser muy delicado, nada más” –le dije intentando ganarme su confianza. “Gracias por entenderme. Voy al baño, ya vuelvo” –dijo. Me quedé mirando mientras se iba y sus nalgas se movían al compás. Le había jurado no lastimarla, pero ese culo se veía tentador. Debía contenerme o medir muy bien los pasos a seguir.

Volvió y se notaba que se había lavado. Yo estaba boca arriba y con la verga tiesa, sin haber acabado aún y esperando el momento. “¡Que torpe soy! Acabé, gocé y mira como te dejé” –dijo. “No importa. Todavía hay tiempo” –le dije. Tomé su mano y la puse en mi verga, ella la agarró y me empezó a masturbar. Se acostó a mi lado y jugó un rato con su mano y casi tímidamente se atrevió a pasarle la lengua. Lo lamió, abrió su boca y la tragó. Poco a poco la chupó y me la hizo disfrutar. La forma en que me la chupaba era alucinante, perversa, exquisita, me hacía gemir cuando pasaba su lengua por el glande y se la volvía a tragar. “¡Qué rico la chupas!” –le decía mientras ella seguía enceguecida chupándomela de forma frenética. “Si no estás acostumbrada a sentir el gusto del semen, no dejes que te acabe en la boca” –le dije. “Tranquilo cariño, lo he probado”. Siguió chupando cada vez con más intensidad, sentía que lo verga se hinchaba en su boca, no daba más del placer, el sudor me corría por la frente, hasta que logró su cometido y recibió el premio que quería. Acabé en su boca y solté varios chorros de semen. Recibió todo lo que pudo y le salió por la comisura de los labios, el resto lo juntó para seguir degustándolo. Se portó como una verdadera heroína y se tragó todo mi semen.

Se acostó a mi lado y me abrazo. “¡Gracias por esta noche!” –me dijo. “¿Gracias? Para nada. Gracias a ti, somos dos que lo estamos pasando bien” –le dije mientras le acariciaba el rostro. Luego de descansar un rato, le pedí que se acostara boca abajo. Empecé a besarla en el cuello y bajé por la espalda acariciando sus abundantes nalgas. “Quiero jugar con mi lengua en tu culo” –le dije. Amasé sus nalgas y empecé a abrirlas y cerrarlas. Las dejé separadas para llegar con mi lengua hasta aquel huequito rosado y virgen. Lo lamía y acariciaba con mi lengua. Empezó a arquearse y retorcerse en señal de aprobación. El placer estaba, lo notaba por sus gemidos y porque empezó a hurgar con sus dedos en la vagina estimulando su clitoris, aumentando más la dosis de lujuria. Yo seguía con mi boca pegada a su culo y sus nalgas en mi cara, su apretado ano se dilataba y mi lengua intentaba abrirse paso en ese rico culito.

Se puso en cuatro y quedó con el ano más expuesto. Mi saliva le corría por entre las nalgas. Se encontraba en un espiral ascendente de excitación y gemía perversamente. Mi dedo intentó otra vez en su culo y ya no había tanta resistencia. Lo movía en círculos, frotando y resbalando en la humedad. Cada aumentaba la presión del dedo, Karina parecía haber perdido el temor. Aflojaba y apretaba el ano como en espasmos. El ritmo de sus dedos en la concha era febril, se masturbaba como endemoniada y gemía con incipientes ganas. Fue cosa de minutos en que pude notar que tuvo dos o tres orgasmos seguidos, ahogada en sus gemidos pedía que me la cogiera y que no tuviera consideración con su culo, que ya estaba abierto y podía disfrutarlo.

Pude apreciar que en esos minutos, tuvo dos o tres orgasmos. Estaba dilatando y aproveché. Presioné algo más y pude meter la primera falange del dedo en su ano. Sin darle tiempo a reaccionar, le masturbé el agujero con movimientos cortos y lentos. Dilataba y apretaba. Movía las caderas intentando seguir el ritmo. Era buena señal. Hundí más el dedo para seguir jugando en su culo. No hubo reproches, solo jadeos y suspiros. Tras jugar por un rato el dedo y en vista que no lo rechazaba, la calentura iba en aumento, me atreví a intentar la penetración con dos dedos. Otra vez junté saliva y la unté en mis dedos. El dedo medio y el índice fueron los encargados de la perversa faena. Con la entrada de su ano expuesto, empujé suavemente para que no se alterara. El ano se abrió ahora más fácilmente y volví a meterlos, todo con mucho cuidado y delicadeza, no quería echar a perder todo por estar de ansioso. Con apenas las primeras falanges adentro la penetraba lentamente e iba aumentando y disminuyendo el ritmo. Karina, gemía como si la vida se le fuera entre los dedos, decía: “¡Me fascina lo que haces con mi culo! ¡Sigue, no te detengas!”. Ella sin duda disfrutaba de la, hasta hace poco impensada invasión de mis dedos. Intuía que había perdido el miedo y gozaba de la penetración de mis dedos. Me acomodé y quedé de rodillas frente a su culo, saqué mis dedos y empecé a jugar con mi glande entre la concha y el culo. “¡Ay, me tienes tan caliente!” –me decía. Acomode Mi verga en la entrada de ese perverso culo y empujé, el ano la apoyé y empujé. El ano dilatado me permitió entrar casi sin forzar nada. La penetraba lento, mi verga llegaba hasta la mitad y se la sacaba, ella seguía hurgando su concha y gimiendo, tampoco se detuvo, al contrario, siguió e intentaba acompasar mis movimientos, meneándose sensual. Ya la tenía, ya estaba dentro de ese culazo y dispuesto a disfrutarlo. Siempre con un lento empuje, no paré hasta metérsela toda.

“Cuando le cuente a mi amiga lo rico que la pasé contigo y la deliciosa manera en que me cogiste el culo no va a creerlo. Me va a envidiar porque para ella fue algo doloroso pero para mí fue placentero y delicioso” –dijo. Después, el cansancio nos venció y nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente Karina me la estaba chupando, bendita manera de despertar. Siguió hasta que mi verga explotó en su boca y saboreó mi mañanero semen morbosamente. No había sábado por la noche en que no estuviera en su departamento cogiéndole el culo, sin duda se había transformado en una adicta al sexo anal.

Celeste, la amiga lo supo, obviamente sintió envidia por la cogida que Karina tuvo, pero esa es otra historia que tal vez no estén preparados para leer.


Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios:

  1. Cómo siempre que te leo, me dejas envidiando a las protagonistas de tus relatos. EXCITANTE LEERTE ❤️‍🔥

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