Al sábado siguiente de la noche con Karina, nos volvimos a encontrar en la disco. Era habitual como todos los sábados. Estaba solo acompañada por Celeste. La tercera amiga había decidido otros planes. Otra vez Karina estaba sola mientras su amiga bailaba. Rato después se acercó y me saludó. “Él es Renato, el chico que te hablé” –dijo Karina presentándome a su amiga. “¡Ah, si! ¡Un gusto Renato! He oído mucho de ti estas últimas semanas. Soy Celeste” –dijo la amiga sonriendo. “¡Un placer Celeste! ¿Espero que hayas escuchado solo cosas buenas?” –le dije con la misma sonrisa. Intuí que algo sabía, que Karina le había contado de nuestra noche de sexo.
Hablamos de tonteras, nos reíamos y bebíamos, hasta que en en un rato Karina se disculpó diciendo que iba al baño. “¿Te acompaño?” –le preguntó Celeste. “No, está bien. Quédate con Renato” –le dijo y desapareció entre la concurrencia. Imagino que estaba planeado. Apenas quedamos solos, Celeste habló de aquello. “Gracias por acompañarla ese sábado. A veces nos vamos a bailar y nos separamos” –dijo la amiga. “Todo bien, no hay nada que agradecer” –dije esbozando una sonrisa. “Bien, bien, sé que contigo la pasó bien” –dice ella con un tono pícaro. “¡Qué rápido corren los rumores!” –exclamé. “¿Rumores? ¡Noticias diría yo! Pero ha sido tema privado entre tú y ella. Solo me alegra que hayan coincidido” –dijo Celeste. “Realmente y en lo personal lo pasé bien, si ella también mejor para ambos” –le contesté. “Así fue, Karina quedó encantada, porque dijo que supiste como prepararla para ese momento” –me contó Celeste.
Karina regresó y cambiamos de tema, pero quedó ahí como flotando. “¿Charlaban?” –preguntó Karina. “Sí, ¡cosas de la vida!” –le respondió la amiga. Después de un rato hablando en voz alta para escucharnos bajo el sonido de la música, Karina comentó: “No sé ustedes, pero, ¡ya quedo casi afónica de hablar como hablo a los gritos!”. “¡Es verdad! Mejor busquemos un sitio más silencioso” –dijo Celeste riendo. “Salgamos a caminar. No sé, a una plaza” –les digo. “¡O nos invitas a tu casa!” –respondió Celeste. “Por mí no hay problema” –añadió Karina. Yo ni opiné. Era mejor seguirlas. Volví a repetir con ambas el camino que semana tras semana he antes había hecho con Karina. Celeste tenía aspecto de una mujer sensual a pesar de sus veinte y más. Era de mirada penetrante, su físico, bien cuidado, de piernas y nalgas firmes, tetas de buen tamaño. Según ella misma me había contado, amante del Rock y el Bourbon. Recordé lo que me contó Karina y no pude evitar imaginarme a un tipo rompiéndole el culo, me calenté de solo dibujar la imagen en mi mente que sentí un cosquilleo en la verga.
Llegamos, nos acomodamos y la charla continuó durante un buen rato. Temas variados hasta que, entre bromas y tonteras en cuanto al tema de sexo. Karina trajo una botella de whisky para agasajarnos y seguir con la amena charla. “Me alegra por mi amiga Karina, que haya cortado la sequía” –dijo Celeste riendo. “Lo que es yo, hace un tiempo no he pasado más de los manoseos y unas cuantas chupadas” –añadió sin rodeos. “No será por falta de pretendientes” –le dije. Se ruborizó un poco, pero respondió: “Bueno, siempre hay alguno… tal vez me he vuelto cautelosa”. “Con la cautela no vas a conseguir nada, amiguita” –le dijo Karina sonriendo. La charla seguía de manera distendida y bebíamos lentamente el whisky. “No, de verdad y lo sabes. ¿Sabes Renato que tuve alguna mala y dolorosa experiencia?” –me preguntó. “¡Lo sé! Estoy al tanto de eso” –le respondí. Ya dejemos el tema. Cuando Carina me contó me dio mucha envidia, no por ella. Envidia en el sentido de que tuviera la experiencia que tuvo contigo y que fuera placentera” –dijo Celeste. “Tuviste mala suerte, solo eso” –le dije. “Bueno, sí, y tonta de no saber adivinar la calaña del que elegí como acompañante” –dijo Celeste. “Amiguita, eso no podías tan siquiera adivinarlo ni saberlo” –dijo Karina. “Tiene razón. La mujer se entrega y el hombre tiene que medir sus impulsos” –le dije. “Vaya si tú los mediste y ocultaste, maldito. Si cuando me di cuenta ya estabas dentro” –dijo Karina. Los tres nos reímos a carcajadas. “Karina, querida amiga, pregunto: Si se me ocurriese reincidir, ¿me asesorarías?” –dijo Celeste. “Yo por mi parte sí te asesoraría. Solo que otra cosa no puedo hacer, ¡no tengo con qué!” –respondió Karina con una sonrisa. “Tonta, será cuestión de hurgar por los rincones, que algo aparecerá” –dice Celeste. ¿Acaso parezco estar pintado?” –pregunté entre risas. “Ah, ¿estabas aquí? ¡No te había visto!” –comentó Celeste riendo. “Ahora me ves y me oyes, pero si sigues tan lejos sentada, no habrá manera de que me sigas viendo” –le dije mirándola a los ojos. Entonces se acercó para sentarse sobre mis piernas. Comprobé así que pesaba lo que una pluma. Se acurrucó en mi pecho, colgada a mi cuello. “Por mí no se preocupen, ya me voy” –dijo Karina esbozando una sonrisa. “¡Tú te quedas ahí, amiga! ¡Te nombré mi asesora y es lo que harás!” –le dice Celeste de manera sugerente.
Celeste levantó el rostro y me besó. Nos besamos como locos, nos acariciamos como dos seres endemoniados, le tocaba las tetas por encima de la camiseta de Iron Maiden que tenía puesta. Se la levanté para besar esas deliciosas tetas con pezones duros, exquisitas tetas que pervierten la cordura de cualquiera. Ya se sentía la calentura en el ambiente. Miré a Karina que estaba en el sofá del frente recostado con las piernas abiertas masturbándose viéndonos, para ella era un espectáculo caliente que quería disfrutar como espectadora. La inquieta mano de Celeste bajó hasta el cierre de mi pantalón y lo bajó, hurgó y encontró lo que buscaba, dejando mi verga afuera. Me miró con lujuria y empezó a masturbarme lentamente. “¿Me vas a coger tan rico como lo hiciste con mi amiga?” –me preguntaba. “Sí, lo vas a disfrutar tanto como ella” –le respondí. Sin decir más me la empezó a chupar tan rico que me estremecía, Karina por su parte disfrutaba viéndola y se tocaba con perversión. “¡Cómetela amiga! ¡Así, métetela toda en la boca! –le decía a Celeste. Era tan caliente ver a Celeste como a Karina, disfrutando de lo que la perversión del sábado nos estaba ofreciendo. “¿Por qué mejor no van a mi cama, así Renato te coge como tú quieres que lo haga?” –dijo Karina entre gemidos. “¿Y tú, no vienes?” –le preguntó Celeste. “Yo los dejo para que se diviertan. Después, si sobra algo. ¡lo tomo!” –dijo Karina. “¡Acompáñame, amiguita! Además, no es justo, tú empezaste con Renato y me estoy metiendo en medio. Yo estoy aquí porque trato de superar una cuestión traumática, trato de probarme a mí misma que no todos los hombres son unos malditos sin consideración. Gracias a que me contaste de tu experiencia con Renato, decidí que no por culpa de una bestia que me lastimó, deba renunciar a algunos placeres. Si tú, amiga, has podido gozar, ¿por qué no yo? Además, ya está medio trabajo hecho, ¡ya me rompieron el culo!” –le dice Celeste. “¡Que alocada eres, amiga! Tienes razón, es la mejor manera de sacarte la duda y re armarte, re componerte. Soy culpable de lo que pueda pasar pero asumo las consecuencias” –dijo Karina sin sacar la mano de su vagina y estimular su clítoris. “¿Tú qué crees, Renato?” –me preguntó Karina. “Pues, ya lo dije. Lo último que haría sería lastimar. Si puedo ayudar, bienvenido sea. ¡Será un placer!” –respondí. “De eso no te quepa duda” –dijo Celeste y siguió chupándome la verga, la manera en que se la tragaba y pasaba su lengua me hacía gemir suavemente en señal de aprobación y placer por lo que estaba haciendo.
Fuimos a la habitación y a la cama que me eran
familiares. Me acerqué a Celeste para abrazarla, acariciarla y empezar a
quitarle la ropa, ya conocía sus tetas y ahora quería conocer el resto de ese
precioso cuerpo. Ya fuera de los jeans, su físico decía mucho, estaba como si
la hubieran hecho a mano, la perfección estaba frente a mis ojos, aunque era más
baja que yo y que Karina, era toda una hermosa mujer. No esperé que ella lo
hiciera y me quité la ropa, no había tiempo que perder. Se acostó con las
piernas colgando de la cama, lucia su pubis depilado, sus labios vaginales me
resultaban apetecibles, moría de ganas pro probarlos y degustar la tibieza de
sus fluidos, pero también quería apreciar los detalles de ese cuerpo que estaba
llamándome a la lujuria. Ahora sí, estaba listo y sin pensar me perdí entre sus
piernas, empecé a lamer lentamente su vagina, de arriba abajo y a los lados. Lo
primero que dijo Celeste fue: “¡Qué rico!”. Pronto los fluidos empezaron a hacer
su trabajo de lubricación, los de mi boca y los que brotaron de su vagina. Escuchar
a las dos mujeres gemir en la habitación era absolutamente perverso. Celeste se
apretaba las tetas y gemía deliciosamente. “¡Por favor no te detengas, Renato!”
–decía con exacerbada lujuria. Sus tibios fluidos me embriagaban con ese delicioso
sabor de placer.
Apoyé la mano en una nalga y con el pulgar húmedo, comencé a acariciarlo. “¿Ya?” –preguntó Celeste con ansias. “No, tranquila. Estamos en la previa. Tu culo se debe preparar antes, no seas ansiosa” –le respondí. La cogida y manoseos de clítoris desembocaron en un orgasmo anunciado por chillidos y jadeos. Saqué mi verga para ir derechamente a lamerle el culo y reforzar esas sensaciones de placer que la invadían, para mi sorpresa Karina no dejó pasar la oportunidad y se puso debajo de mía para chuparme la verga como ella sabe hacerlo, de esa forma tan exquisita como lo hace Celeste. Al sentir el contacto de mi lengua con su ano, Celeste metió su mano para tocarse su mojada concha, yo disfrutaba de la mamada que Karina me estaba dando, así como yo jugaba en ese ano que pronto sería mío. Ahora si Celeste estaba perdida en el placer, entre sus jadeos y gemidos tuvo otro orgasmo que la dejó temblando. Karina dejó de chupármela y se acercó, dejó cerca de la cama un gel lubricante. No sé por qué, pero imaginaba que había cierto de acuerdo, como tanto resguardo, pero me pareció prudente. “Gracias, amiga. Siempre en los detalles” –le dijo Celeste. Tomé un poco en mis dedos y lo unté en la entrada. Masajeaba hasta que presioné, le metí la punta del dedo en el ano. “Tú relájate, amiga. Tranquila y relajada. No solo te asesoraré, también voy a prepararte, ya conozco tu culo y esto es para que disfrutes, no para curar heridas” –dijo Karina.
Untó también sus dedos con lubricante y vino a ayudarme, o mejor dicho tomó mi lugar y la dejé hacer. Casi enseguida logró meter dos en el delicado agujero, ayudada por la excitación de Celeste. “Si te molesta me avisas. Vamos despacio, ¿sí?” –le dijo Karina. “Va de puta madre, amiga mía. ¡Se siente genial!” –le respondió Celeste. Yo simplemente miraba y me masturbaba para no perder la erección, aunque eso sería difícil, ya que me tenían ambas demasiado caliente. Cuando Karina sintió que su amiga estaba distendida y bien lubricada, me miró. Sacó los dedos, tomó mi verga para apuntarla a la entrada del culo. Dio dos palmaditas en las nalgas de Celeste y le dijo: “¡Ahí vamos, amiga!” –le dijo a Celeste. Simplemente empujé mi verga y se metió casi sin esfuerzo, Celeste suspiró hondo y contuvo la respiración, pata luego dejar que sus gemidos se escaparan mostrando el dolor y el placer que se mezclaban. Estaba casi inerte, solo gemía pero luego de unos minutos estaba moviéndose, siguiendo mis embestidas. “¡Dame duro! ¡Quiero que me la metas toda!” –me decía. Me tomó de sus candentes caderas e inicié el juego perverso. Mi verga se escurrió entera por su diminuto agujero desatando en ella un vendaval de sensaciones nuevas y placenteras. “¡Oh, se siente rico!” –decía Celeste con lujuria en su voz. Karina no se perdía detalle de cómo le cogía el culo a su amiga. A ratos sacaba mi verga y Karina me daba unas perversas mamadas para volver a entrar en el culo de Celeste. “¿Estás bien, amiga?” –le preguntó Karina. “¡Genial! ¡Me siento genial! ¡Cómo ni me imaginaba!” –le respondió entre jadeos. “¡Te ayudo un poco más!” –le dijo y metió la mano en la vagina de Celeste para masturbarla. “¡Si, así, me encanta! ¡Méteme los dedos, Karinita! ¡Quiero tener mis agujeros ocupados! ¡Cójanme!” –decía Celeste.
No solo la cogimos, sino que además tuvo varios orgasmos.
Sin duda con Karina nos habíamos congeniado bastante bien con la perversión y no
me dábamos descanso a Celeste Yo tampoco pude contenerme por esas divinas
contracciones de su ano que apresaban mi verga y acabé profusamente, le llené
el culo de semen. Caí sobre la espalda de Celeste sudando y exhausto, Celeste
se dejó caer en la cama al sentir mi peso en la espalda y Karina disfrutaba lamiéndose
los labios, probando los fluidos de su amiga. Aunque estaba exhausto de tanto
coger, aun me quedaba algo para Karina, hice que se pusiera de espaldas en la
cama con las piernas abiertas. Celeste me miró con perversión y le dije: “Puedes
comerle la concha a tu amiga si quieres”. Sin pensarlo, dio una sonrisa con
malicia y se perdió entre las piernas de su amiga, mientras le ponía la verga en
la boca a Karina para que me la chupara, la sensación se d lengua jugando con
mi verga en su boca hacía que se me pusiera dura, los gemidos de Karina eran
contenidos por mi verga, pero se notaba que Celeste la tenía al borde la locura.
Después de unos largos minutos de placer, Karina y yo acabamos casi al mismo tiempo,
se tragó hasta la última gota de mi semen, coronando esa noche de placer de la
mejor manera posible.
Descansamos por un momento, yo estaba de espaldas en la cama y Karina con Celeste pegada cada una a mis muslos, como buenas perritas obedientes mientras les acariciaba el cabello, los sonreíamos satisfechos. Más tarde volvimos a hacer algunas travesuras, pero ya el paso principal estaba dado, Celeste pudo disfrutar por fin del sexo anal.
Pasiones Prohibidas ®
Que rico relato me encantó exquisito como siempre Caballero
ResponderBorrarWuoow candente relato, como siempre un deleite leerte...
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