domingo, 19 de enero de 2025

69. En casa de la amiga de mamá para ayudarla

 

Ya eran varios los meses que mi mamá me insistía para que yo le pinté la casa, siempre me decía que mi papá trabajaba fuera de Santiago y no era justo que cuando regrese para descansar tenga más trabajo, pero yo a los  18 años no estaba para eso y le ponía excusas para no hacerlo.  Cuando estaba en el parque con los amigos viendo a las vecinas pasar muchas de ellas tenían un buen culo. En eso sé detuvo un taxi frente de nosotros y bajó el vidrio de la ventanilla, era mi mamá. “Vamos sube al taxi, Cristian que hoy vamos a pintar las paredes de la casa. ¡No me digas que no puedes hoy, porque estoy viendo que estás de vago!” –me dijo. Todos mis amigos se rieron y se fueron a seguir disfrutando su sábado. Me demoré dos días en terminar de pintar mí casa, para ser mí primera vez de pintor me quedó todo bien.

Estábamos ya poniendo las cosas en su sitio y llegó una de sus  amigas de visita, la señora Mireya. Ella sé ofreció en ayudarnos. Yo me fui a darme una ducha, estaba sudado y bien manchado de pintura. Al salir del baño tenía mucha hambre, fui a la cocina y estaban las dos conversando, su amiga le decía que le habían quedado bonitas las paredes pintadas. “Sí, ahora está bonita mi casa, pero no puedes imaginar lo que me costó que pintara mí hijo” –le dice mamá. “¡Quién cómo tú qué lo tienes a tu hijo para que te ayude con las cosas de la casa! A mí también me gustaría pintar mi casa pero debo de juntar dinero para que pueda contratar a un pintor” –le dice la señora Mireya. “Pero ahí está Cristian, él puede ayudarte a Pintar, sólo te queda comprar la pintura” –le dice mamá. La señora Mireya se quedó mirándome, esperando a ver qué decía yo, pero como vi lejano el día en que le pintaría la casa, les dije: “Claro, yo puedo ir cuando usted guste señora Mireya y le ayudo”.

Al otro día, me fui a buscar a mis amigos para ir al cine, cuando llegué de ver la película, ella llegó a buscarme, ahora ya no sabía que decir, me habia metido en un problema yo solo. Quería decirle que no, pero mi madre me dijo que debía cumplir mi palabra. Cuando llegamos a su casa me puse primero pintar su cocina y luego su dormitorio a pedido de ella. Cuando terminé me dijo que me fuera a dar una ducha, que íbamos a ir al cumpleaños de su hermana. “No se preocupe por mí, yo me quedó viendo la televisión,  ¡vaya usted no más!” –le dije. “No sería justo mientras esté en la casa de mi hermana bailando y comiendo, y que tú estés sólo y sin comer. Vamos, también irán unas sobrinas para que bailes y no te aburras” –me dijo moviendo las cejas. Tenía razón la fiesta estuvo muy divertida, bailé y tomé  unas cervezas  con sus sobrinos.

Cuando tocó la hora de regresar, a eso de las tres de la madrugada, tomamos un Uber, la señora Mireya se iba quedando dormida ya que había tomado un poco más de la cuenta, me dio dinero para que yo pagará al llegar a su casa. Me tenía confianza, ya que me conoce desde que tenía 5 años, me dijo: “Como recién pintaste mi dormitorio aún se puede oler la pintura fresca. Vamos a dormir en el dormitorio de visitas, ahí tengo una cama de una plaza, pero llevamos el colchón de la mía para que nos acomodemos”. “No es necesario señora Mireya, yo puedo dormir en la sala perfectamente” –le dije. Ella respondió que no. “Estamos por entrar en invierno y hacía frío” –dijo ella. Se tiró en el colchón y me dijo: “Acuéstate a mi lado, yo no muerdo”. No hizo más que apoyar la cabeza en almohada y se quedó dormida de inmediato, había tomado y bailado mucho, así que era de esperarse que eso pasara.

Ahí estaba acostado a su lado, sin sueño todavía. Me daba vueltas para un lado y otro, pero no había caso. Me di vuelta para el lado de la señora Mireya, por alguna razón mi verga se empezó a poner dura, verla dormir acostada boca abajo con el vestido casi en el borde de sus nalgas despertó la calentura en mí. Me puse de espaldas y desabroché mi pantalón, tenía la verga a punto de estallar, me empecé a masturbar despacio para que ella no se diera cuenta. Me imaginaba situaciones calientes, la última vez que la hermana de un amigo me chupó y se tragó mi semen, me era imposible no mirar a la señora Mireya y fantasear con esas nalgas. Nunca hubiera pensado ponerle un dedo encima, pero al estar un poco bebido me tenía caliente, me olvidé por completo de todo e imagino que a mucha gente le pasó lo mismo, que todo el ambiente se hizo propicio para jugar un poco. Me acerco y con muchos nervios le tocaba sus nalgas, cómo ella no sentía nada eso me motivó a ser más atrevido. Así que le subí su vestido y empecé a tomarle las primeras fotos a sus glúteos, seguía durmiendo son enterarse lo que hacía, eso me calentaba mucho más. Moví a un lado su tanga y mí dedo sé lo pasaba por el medio del culo.

Ya me era difícil detenerme, pase mi verga por sus nalgas, sentía como intentaba entrar en ese delicioso agujero, en algunas oportunidades empujaba mi verga y su ano se expandía intentando meterse. La señora Mireya movió sus nalgas hacia atrás y empujó suavemente, me asusté pensando que lo hizo en modo de protesta, pero no fue el caso, seguía moviéndose más y gimiendo suavemente como si esperara a que se la cogieran. Entre sus balbuceos la escuchaba decir: “¡Ay mi amor! ¿No sabes cuánto mi culito te esperó?”. Obviamente no se refería a mí, sino a su esposo que también trabajaba fuera de la cuidad como mi padre. Ya mi glande se abría paso y se metía poco a poco, ella gemía suave, respiraba agitado y decía: “¡Dame bien rico! ¡Mi culito está hambriento mi amor!”. Estaba empujándole la verga suavemente contra las nalgas de la amiga de la señora Mireya, ahí ella movió su culo y lo tiraba para atrás, eso hizo que  me quede inmóvil del susto y en ése preciso momento me vino a  la mente todo el escándalo que me haría cuando al despertarse y mirara para atrás me descubra que le estaba sobando las nalgas con mí verga y los problemas que tendría después con mis padres cuando les contará lo que hacía  en su cama, que me aproveché de la confianza que me brindó y  que al estar con unas copas de más prácticamente la violaba en su casa, pero cuando ella no volteó para saber de quién era la verga que tenía en medio del culo y siguió moviendo más sus nalgas, eso me quitó todo el susto que tenía e hizo que regresará mí alma al cuerpo . Ahí comprendí que su esposo al igual que mí papá por trabajar en una minera estaban  lejos de sus respectivas casas y sus ausencias duraban muchos  meses y sabía  que los dos eran choferes de enormes camiones mineros.

Así que el estar la señora Mireya tanto tiempo durmiendo sola estaba muy susceptible a las caricias y al sentir algo duro entre las nalgas la calentó rápido, olvidándose de todo solo quería disfrutar del momento. Así que me mantuve quieto dejando a la señora que sé moviera sola y así estuvimos unos 20 minuto, pero cuando ella sé volteo y me miró por un momento. Nuestras miradas se cruzaron, ella estaba muy caliente sé fue directo a mi verga y se la metió en la boca. Se notaba como lo chupaba con tanta ganas, lo necesitada que estaba de una verga, era como una ternera y me chupaba con ansias, al verla como me devoraba la verga me dio la confianza de agarrarle de sus cabellos y con mí mano le marcaba el ritmo de como quería que lo hiciera y luego colocó mí verga entre sus tetas, masturbándome deliciosamente con ellas y seguía chupándome toda la verga. Me gustaba como pasaba la lengua por mi glande y me miraba con los ojos encendidos en lujuria, se veía hermosa con la tenue luz del cuarto, aunque era perversa ya que no dejaba centímetro sin meter en su boca. La forma en que lamia mis testículos y los chupaba mientras no dejaba de pajearme era morbosa pero sublime, pensaba en lo afortunado que era su esposo, ya que la señora era una puta que sabía comer verga.

Yo me encontraba feliz de cómo me chupaba toda la verga. Ahora la señora Mireya pasaba otra vez la lengua por el glande y luego lo mordía perversamente para seguir chupando como loca, mí verga ahora entrando y saliendo de su boca, le encantaba, lo disfrutaba y volvía a comérsela con las mismas ganas. “¡Qué rica verga tienes papito! ¡Me gusta lo dura que está!” –decía y volvía a comérsela. Sentía que en cualquier momento me vaciaría y cerró los labios alrededor del glande y no demoré en descargar ya todo mi semen en su boca, me llevaba al cielo del placer, mis manos le sujetaron de su cabeza y ella se tragó todo mí esperma. Cuando sintió que ya no salía más, pasó su pulgar por debajo de mí verga para sacar hasta la última gota y me dijo: “No hay que desperdiciar nada de tu semen. ¡Qué rico y tibio está! Me calmó un poquito el calor que tenía adentro. Ahora hay que seguir durmiendo”. Sé despegó de mí verga y pasó su lengua por sus sensuales labios por si quedaba algún rastro, luego sé volteo a seguir durmiendo. Le hice caso a la amiga de mamá y me dormí contento, también me sentía más tranquilo ya con los testículos vacíos, sabía que luego seguirá pintando el resto de su casa. Ya al otro día las cosas habían cambiado, ella se paseaba desnuda mientras yo seguía pintando, aunque me era imposible contener la erección, era como si mi verga reaccionara a cualquier estimulo visual que ella me daba.

Cuando nos sentamos a comer algo, ella seguía desnuda, yo no podía quitar la vista de sus tetas, me parecía idílico que se haya desinhibido tanto y que no le importara exhibirse ante mí. Cuando terminamos de comer me ofrecía sacar los platos de la mesa y llevarlos a la cocina, ella sonrió y aceptó. Todo con la finalidad de mirar ese culo que me tenía loco. Me quedé parado atrás de ella, saqué mi verga del pantalón y me empecé a pajear viendo esas ricas nalgas. Ella al parecer se dio cuenta porque ponía su culo hacía atrás y sus nalgas se separaban entre las aberturas de la silla, entonces mi perversión se encendió más con ese rico estímulo. Me acerqué sigiloso y puse mi verga en ese agujero que me incitaba con lujuria, al sentir que mi glande estaba en la entrada de su culo, me dijo: “¿Me la quieres meter, papito?”. Ella empujó hacia atrás y yo hacía adelante, mi glande se abrió paso y se metió despacio en ese culo caliente y hambriento de verga. “¡Ah, qué rico! ¡Ahora empuja con fuerza y cógeme!” –dijo. Empujé y mi verga se metió de golpe. “¡Ay que rico! ¡Dame duro mi cielo!” –me decía mientras se movía suavemente. Caliente como estaba, me empecé a mover y a cogerme ese culo como si no existiera un mañana. Me aferré con fuerza de sus caderas y se a metía como un loco, ella gemía de placer y me decía: “Hace tiempo que no me la metían por el culo, papito”. Sus gemidos eran perversos, llenos de lujuria, me pedía que no dejara de metérsela, que siguiera hasta que su culo quedara abierto.

“¡Vamos a la sala mi amor!” –me dijo. Se puso de pie y me llevó tomado de la verga, al llegar a la sala se tiró en la alfombra y se puso en cuatro. “¡Ahora sigue dándole a mi culo!” –me dijo. Sin pensarlo dos veces se la ensarté otra vez en ese exquisito culo, ella al momento dio un exquisito grito de placer que la hizo estremecer. “¡Dame, así! ¡Rómpeme el culo! ¡Dame duro, mi amor!” –decía. Escucharla me calentaba demasiado. Se la metía hasta el fondo y ella solo pedía que fuera brutal, la tomé del pelo y se la ensartaba chocando nuestros cuerpos en un ritmo armónico que nos daba placer a ambos. La señora Mireya se retorcía y resoplaba, sentía que el culo le palpitaba y sus gemidos se hacían más intensos. “¡Ya no me aguanto más! ¡Me vas a hacer acabar, mi cielo!” –decía mientras se movía siguiendo el ritmo de mis embestidas. Con más intensidad gritaba, mis embestidas se hacían más brutales mientras su culo seguía palpitando desenfrenado. Un grito desesperado salió de sus labios y se retorció de placer, al grito se le unieron gemidos que eran ensordecedores y palabras sucias salían de sus labios, se había transformado en toda una puta y a mí me encantaba.

Casi al momento de recuperarse me tumbó en el sofá y se metió entre mis piernas para chupar mi verga como demente. Así como la noche anterior se la tragaba completa, quería semen la muy puta y no se detendría hasta conseguirlo. Se la comía como loca y me masturbaba con lujuria. “¡Quiero tu semen en mi boca!” –decía y volvía a tragársela completa. Mordía suavemente mi glande mientras me miraba a los ojos y sonreía de manera perversa. “¡Tienes una deliciosa verga papito!” –decía. “Si te gusta tanto, trágatela puta!” –le dije con la misma lujuria que ella me hablaba. “¡Sí, mi cielo, me encanta! ¡Me gusta sentir tu semen llenándome la boca como la puta sucia que soy!” –me respondió. En medio del placer que me regalaba su boca, puso mi verga entre sus tetas y me empezó a masturbar con ellas. Su mirada llena de morbo me invitaba a llenar esas ricas de semen. No sabía cuánto tiempo podía resistir cogiéndome sus tetas, solo sabía que  no tendría que esperar mucho. Mi verga se hinchaba entre sus tetas, tenía el glande casi amoratado, hasta que espasmos de placer recorrieron mi cuerpo y exploté entre sus tetas, algunos de los chorros de semen se fueron a sus labios, pasó su lengua y lo llevó a sus labios saboreándolo con perversión, mientras el resto de mi semen recorría sus tetas y ella con una sonrisa morbosa lo recogía con sus dedos y lo lamía. “¡Qué rica cogida me diste corazón!” –dijo sonriendo.

Me vestí para terminar con la pintura, la señora Mireya se veía sonriente, seguía desnuda haciendo los quehaceres de la casa, cuando se agachaba podía ver su culo aun abierto después de habérselo cogido despiadadamente. Me di una ducha al terminar y me arreglé para volver a casa, ella solo se puso un vestido corto sin nada debajo y nos fuimos en Uber a casa. En el asiento trasero, le metía mano y tocaba su conchita, el conductor miraba por el retrovisor disimuladamente pero la señora Mireya y yo sabíamos que nos miraba y seguíamos siendo perverso, el sin decir nada seguía su marcha aunque sus ojos se clavaban en el retrovisor en cada momento. La perversión era tal en el asiento trasero que la señora Mireya se movía al sentir como mis dedos entraban en su conchita ya mojada, no me detuve hasta que tuvo un orgasmo antes de llegar a casa. Cuando llegamos, ella pagó el viaje y le dijo al conductor: “Espero que hayas disfrutado del espectáculo”. Entramos a mi casa y mi madre no estaba, había salido, entonces su sensual amiga aprovechó para chupármela en la sala, ya que había quedado caliente en el auto. No sabía si sería la última vez que disfrutaría de esa caliente boca, pero estaba disfrutando al máximo como se tragaba mi verga. No sé si la calentura, la intensidad de la mamada o el miedo a que mi madre nos descubriera, me hizo acabar pronto, lo que deleitó a la señora Mireya bebió hasta el último chorro de semen en su boca.

Cuando volvió nosotros estábamos como si nada en la sala, conversando y riéndonos. “Ve que ya terminó con la pintura” –le dijo mamá a su amiga. “Sí, ha hecho un trabajo divino, estoy muy feliz”. “Se te nota, lo bueno, es que te dejó contenta con su trabajo” –le dice mamá. “No tienes la mínima idea amiga” –dice la señora Mireya. Le dije a mamá que iba al baño y que regresaba en breve. Cuando volví seguían hablando del trabajo que había hecho, a señora Mireya e dice a mamá: “Este muchachito sabe ocupar la brocha a la perfección”. “Ya lo creo, a mí me gusta como dejó pintada la casa” –le dice mamá. La conversación de la señora Mireya iba cargada de insinuaciones, pero no sé si mamá no se daba cuenta o se había la desentendida. “A ver cuéntame, Mireya” –le dijo mamá. Ella sonrió de manera picara y le dijo: “Si supieras, no me lo creerías”. “A ver, hijo, dime” –me dijo mirándome. “Bueno, lo usual, pasar la brocha de arriba a abajo o de lado a lado cubriendo la pared por completo” –le respondí titubeante. “¿Tú crees que lo hizo bien Mireya?” –le pregunta. “De maravilla amiga, no dejó espacio sin cubrir” –respondió. Luego de la conversación, mamá sugirió que tomáramos unas cervezas, a lo que no nos opusimos. Trajo tres botellas y nos pusimos a conversar, mamá volvió a preguntar con curiosidad: “¿Te gustó el trabajo?”. “Me encantó amiga, tu hijo sí que sabe bien lo que hace” –le responde la señora Mireya. “Me causa curiosidad tanta maravilla, aquí tiene que pedirle permiso a un pie para mover el otro” –le dice mamá, su amiga sonrió, yo estaba un tanto incómodo con las preguntas de mamá, era como si ya se empezara a dar cuenta de lo que había pasado. “Solo puedo decirte que en casa se comportó como un experto. Mamá me miró a los ojos y luego a su amiga, le preguntó: “La pintura como era”. “Blanca y muy espesa” –le responde la señora Mireya. “Interesante dato, no sabía que existía un tipo de pintura así” –le dice mamá.

La conversación seguía, yo estaba en silencio oyéndolas, bebiendo lentamente mi cerveza, cuando la señora Mireya le dijo a mamá: “Amiga, no te des tantas vueltas, pregúntale lo que quieres saber, se directa”. En ese momento sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, sentí que la vida me pasaba por delante de los ojos en unos segundos. “Bien, siendo así. ¿Cogieron?” –le dijo mamá. “Sí, y salvajemente” –le contesta su amiga. “Por lo que veo, tú estás feliz” –le dijo mamá. “Sí, ya tenía ganas, no sabes las ganas que me dan cuando mi esposo se va, tenía una verga joven en casa y no la iba a desperdiciar” –le dijo la señora Mireya. Me sorprendió lo directa de su respuesta. “Es más, la veces que me la metió lo hizo por mi culo y se la chupe hasta beberme cada chorro de su semen. ¿Estás contenta con la respuesta o piensas que soy muy puta?” –añadió. “Puta has sido desde que te conozco, pero nunca pensé que te cogerías a mi hijo y que digas que te lo hizo de maravilla” –le dice sorprendida mamá. “Es más en el Uber me pajeo bien rico, hasta hacerme acabar y se la chupé mientras no estabas, pero ¿cómo supiste que cogimos? –le dice la señora Mireya. “Fácil amiga puta, solo tienes el vestido puesto y nada más y tus pezones están que estallan” –le dice mamá. “¡Ay, sí, es verdad!” –le dice su amiga. En ese momento mi verga estaba que explotaba, la tenía tan dura que me molestaba el pantalón. Algo inesperado pasó, la señora Mireya se quitó el vestido y le dice a mamá: “¡Todavía me duele el culo por lo brutal que me la metió”. “Me gustaría ver esa brocha con las que te pintó las nalgas” –le dice mamá, agarrando las nalgas de su amiga. “No seas malo hijo, muéstrame” –me dice mamá. No podía creer lo que me estaba pidiendo, pero decidí obedecer, me bajé el pantalón y se la mostré como estaba dura se veía imponente ante la mirada de las dos mujeres maduras.

El deleite y la inhibición de mi madre era total, me pidió que me acercara y lo hice. Mamá tomó mi verga y dijo: “Tiene una verga deliciosa”. Me empezó a masturbar y la señora Mireya se puso de rodillas al lado de mamá, le dice: “¡Sí, es exquisita!”. Mamá acercó los labios y me la chupó tan rico como su amiga. Ni en mis más pervertidos sueños hubiera imaginado que mamá era igual de experta en chupar verga como su amiga. Ahora ya caliente, mamá empezó a quitarse la ropa ayudada por su amiga, el cuerpo de ella era tan delicioso como el de la señora Mireya, aunque debo admitir que nunca la había mirado de la forma en que hoy la veo: Una mujer apetecible y caliente. Estando ambas desnudas, la señora Mireya le empezó a comer las tetas a mamá, el me apuntó a su vagina y yo me metí entre sus piernas, empecé a lamer su vagina, empezó a gemir como loca al sentir como la lengua de su amiga se movía con pasión en sus pezones y mi lengua estimulaba su clítoris. Tenía ganas de metérsela ya, por lo que me acomodé y le ensarté la verga, la cara de placer era perfecta, su amiga no dejaba de comerle las tetas. A medida que la embestía, sus gemidos se hacían más intensos, era como si su vida se le fuera en cada gemido. “Cógeme como te cogías a la puta de Mireya!” –decía mamá envuelta en una lujuria que me calentaba. “¡Si, cariño dale tan duro a la zorra de tu madre como me dabas a mí” –decía la señora Mireya, mientras se tumbó en el sofá y se masturbaba viendo como se la metía a mamá. “¡Oh, que rico me la metes, hijo!” –me decía mamá. La señora a su lado con los dedos metidos en la concha le decía: ¡Ves que si sabe hacerlo bien rico!”. “¡Sí, lo sabe hacer muy rico! ¡Me tiene caliente!” –le decía gimiendo. La vagina de mamá se sentía tan mojada, caliente y se amoldaba perfecto a mi verga. “¡Ay, hijo, no pares, dame duro!” –decía gimiendo desesperada. A su lado, la señora Mireya seguía metiéndose los dedos, enloquecida de placer.

La lujuria nos tenía presos pero tan perversamente delicioso que lo disfrutábamos. Entre más brutales eran mis embestidas, más intensos eran sus gemidos, me abrazó con sus piernas y rodeó mi cuello con sus brazos, enloquecida me gritaba: “¡Ay, dame así hijo! ¡Voy a acabar! ¡No pares mi vida!”.  Ya obediente a su pedido, se la metí de manera brutal, tanto que sus tetas bailaban frenéticas cuando se la metía hasta el fondo, jadeando y poniendo los ojos en blanco mamá tuvo un exquisito orgasmo que la dejó agotada, sus piernas temblaban al soltarme, su respiración estaba más que agitada, era todo un deleite para mis perversos ojos. “Es tu turno amiga” –le dice a la señora Mireya, ella sin dudarlo se puso en cuatro y me dijo: “Ya sabes cómo y por donde me gusta”. Sin decir nada, se la metí por el culo. “¡Ay, qué rico! ¡Eres un hijo de puta! ¡Rómpeme el culo!” –me dijo. Mamá miraba como le destrozaba el culo a su amiga, no podía creer que a ella le gustara que se la metieran por el culo, el placer de su amiga al ser cogida calentaba a mamá que se acariciaba las tetas a su lado, la señora Mireya al verla, se bajó del sillón y empezó a comerle la concha tan deliciosamente que mamá comenzó a gemir, yo seguía pegado al culo de la amiga de mamá dándole verga, la escena era tan caliente, las dos amigas sometidas a  lujuria y a la perversión. Seguí jugando con el culo de la señora Mireya y dándole tan fuerte que sentía como se abría. “¡Eso mi vida! ¡Dame fuerte, no pares!” –me decía. La tenía tomada del pelo y se la clavaba hasta el fondo, mamá seguía gimiendo sintiendo la lengua de su amiga que se le metía en la concha. A los pocos minutos la señora Mireya estaba gimiendo y moviendo su culo, estaba siendo acorralada por el orgasmo, lo mismo mamá, ya ninguna podía resistirse, las dos armoniosamente estaban acabando, estaban en un delicioso éxtasis de placer que se complementó con deliciosos alaridos casi agónicos. Después de cogerle otra vez el culo a la amiga de mamá, les dije que se pusieran de rodillas y que me la chuparan, entre las dos compartían mi verga, era tan placentero ver cómo me lamian la verga y los testículos, cambiando entre ellas, chupaban mi verga y mis testículos a la vez, estaba tan caliente que bufaba como animal en celo. “¡oh, par de putas! ¡Qué rico lo hacen!” –les decía. ¿Cuál de las dos era más puta? ¿Cuál de las dos me la chupaba mejor? Era difícil evaluarlo, pero las dos se la comían rico. Siguieron hasta que mi verga les escupió el semen cayendo en sus bocas, lo compartieron como buenas putas en un beso apasionado tragándolo todo. Después me la volvió a chupar mamá limpiando hasta el último rastro de semen que pudiera haber quedado.

Nos quedamos en la sala, ahora tendidos en el piso, una a cada lado. “¡Ahora ya sabemos a quién recurrir cuando nuestros maridos se vayan a trabajar!” –le dice la señora Mireya a mamá. “Sí amiga, puedes pedirle a mi hijo que vaya a ayudarte cuando quieras o puedes venir aquí y así nos ayudamos entre todos” –le responde mamá. “Así como tu puedes ir a mi casa y seguir ayudándonos mutuamente los tres” –le dice la señora Mireya. Lo mejor de todo es que tendría a dos putas a mi disposición, la amiga de mamá y a ella, ya fuera por separado o a las dos juntas. Comprendí que ayudar siempre trae beneficios que no esperamos.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

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