domingo, 2 de febrero de 2025

76. Compartiendo en cuarentena

 

Desde que era adolescente me ha gustado ver porno de incesto, sobretodo de madres con sus hijos e hijas. Siempre he pensado que si hubiera tenido una hermana viviría cogiendo con ella todos los días, pero la vida me hizo hijo único. Vivo con mi mamá, que al momento en que ocurrió esto (2020) tenía 51 años. Yo tenía 21. Mi mamá es una señora de buena estatura, pelo negro ondulado, con una linda sonrisa, un gran culo y un buen par de tetas operadas. Realmente nunca he fantaseado con ella a menos que esté viendo una porno de incesto, ahí sí me dan ganas de experimentarlo, no tanto porque me guste mi madre sino por el morbo de ser madre e hijo. Tenemos buena relación y confianza, no tanta como para pedirle coger conmigo pero sí la suficiente como para permitirnos andar en ropa interior por toda la casa, incluso ella a veces anda únicamente en tangas con sus tetas descubiertas y no hay ningún problema, siempre ha sido así desde que yo era un niño y ya es algo normal.

Esta historia pasó en pandemia. Ya teníamos varios meses en cuarentena y nos estaba empezando a afectar anímicamente, estábamos mal genio, casi no podíamos conversar porque terminábamos a los gritos. Me la pasaba encerrado en mi cuarto, refugiado en el porno y en las pajas que me corría casi todos los días. Ambos estábamos desesperados por salir aunque fuera a dar una vuelta por una plaza, comprar con la libertad de si querías estar todo el día en la calle podías hacerlo y no restringirte por un permiso temporal de dos horas para ir y volver. A pesar de ser la capital del país, la ciudad de Santiago estaba desierta. Mi madre tenía buena relación con una vecina del edificio, siempre hablaban pro WhatsApp y muchas veces hacían planes de salir de parranda cuando la cuarentena termine.

Por lo que cuando una vecina nos invitó a tomarnos unos tragos en su casa inmediatamente dijimos que sí. Bueno, realmente invitó a mi mamá pero ella no me quiso dejar solo y como también me llevaba bien con la vecina no hubo ningún problema. La vecina se llamaba Gabriela, pero le decíamos Gaby. Estaba casada y tenía dos hijas pequeñas, una de 5 y otra de 3 años. Su esposo estaba de viaje en Estados Unidos por cuestiones de trabajo. Gaby era una mujer hermosa, de más de 30 años pero menos de 40, hacía ejercicio por lo que tenía un físico espectacular, con unas piernas sensuales y un gran culo, un abdomen plano que le gustaba exhibir usando tops, unas deliciosas tetas naturales, cabello negro y piel blanca. Al llegar a su casa nos recibió con mucha alegría y en seguida nos sirvió dos shots de ron para empezar la noche. Sus dos hijas andaban jugando por toda la casa, de vez en cuando Gaby se paraba a ver qué estaban haciendo, pero al hacerse más tarde ambas niñas se quedaron dormidas, mientras que Gaby, mi mamá y yo seguimos en la sala tomándonos la botella. Yo ya estaba un poco mareado, y se podía notar que mi mamá y Gaby también estaban ebrias ya que hablaban más alto y se reían de todo, cantaban y bailaban, verlas divertirse me alegraba también.

Se acabó la botella, pero apenas eran las 11:30 de la noche, así que Gaby buscó su celular y llamó a alguien, pidiéndole otra botella de ron, diciendo que le pagaba al día siguiente. Mientras esperábamos que llegara la botella, mi mamá y Gaby empezaron a hablar de los hijos y de cómo era increíble ser mamá. “Desde que tengo a mis dos niñas conocí el amor de verdad, soy capaz de todo por ellas” –dijo Gaby, a lo que mi mamá respondió mientras me abrazaba: “Es así Gaby, mi hijo es el amor de mi vida”. Gaby sonrió y dijo: “Es que no existe amor más puro, cuando uno tiene un hijo provoca siempre abrazarlo y besarlo y nunca soltarlo”. Yo sólo abrazaba a mi mamá y sonreía. “Exactamente, los besos de mi hijo me recargan de energía” –dijo mi mamá, para luego besar mi frente, luego mis dos mejillas, mi nariz, y finalmente besarme en los labios. Me sorprendió pero acepté con todo el amor del mundo, fueron los tres segundos más largos de mi vida, para luego volver a abrazarla. Gaby volvió a sonreír y dijo: “El beso más sincero de todos, el de madre e hijo”, para luego levantarse e ir al baño.

Mi mamá y yo seguimos abrazados unos segundos más hasta que yo la solté, luego ella me miró a los ojos y me dijo: “Te amo hijo”.  Yo le respondí: “También te amo, mami”. Acto seguido se volvió a acercar a mí y me dio otro beso en los labios, esta vez más largo pero igual de suave y dulce, no había morbo, era un beso de amor sincero entre una madre y su hijo. Nos besamos durante varios segundos y por instinto empecé a usar mi lengua, y para mi grata sorpresa mi mamá también empezó a usar la suya. Tenía el corazón acelerado y una erección que sentía que iba a romper mi pantalón en cualquier momento. Ella acariciaba mi rostro y mis brazos, mientras yo acariciaba su pierna, mientras nos seguíamos besando intensamente en el mueble de la sala. “¡Que hermosa familia!” –dijo Gaby. Ni mi mamá ni yo la escuchamos volver del baño, pero ahí estaba sentada enfrente de nosotros, viéndonos con una sonrisa de oreja a oreja. Nosotros nos reímos un poco apenados y nos separamos, tratando de seguir la noche con normalidad. Luego de unos minutos tocaron la puerta y Gaby fue a abrir, para regresar con la botella que había pedido por teléfono. Dejó la botella en la mesa de la sala justo enfrente de nosotros y fue a la cocina, para luego volver con un refresco y decir: “Vamos a tomarlo con refresco porque ya me cansé de tomarlo solo”. Mi mamá y yo apoyamos la idea. El azúcar del refresco hizo que nos embriagáramos aún más, por lo que me desinhibí por completo y propuse jugar algo para divertirnos  más. Gaby y mi mamá aceptaron, así que decidí que jugaríamos verdad o reto. Primero le pregunté a Gaby: “¿Verdad o reto?”. A lo que ella escogió verdad. “¿Le has sido infiel a tu esposo desde que se fue?” –le pregunté, ella empezó a reír mientras asentía con la cabeza para luego decir que sí. Mi mamá y yo empezamos a reír también y dije: “Es que es lógico, tiene casi un año fuera”.

Gaby le preguntó a mi mamá: “¿Verdad o reto?”. Mi mamá también escogió verdad. “¿Tu hijo besa bien?” –preguntó Gaby. Me sonrojé un poco, y luego me sonrojé aún más cuando mi mamá dijo: “¡Muy bien! Es más, ven acá” –dijo para luego tomarme del brazo y besarme otra vez, con mucha intensidad, su lengua buscaba la mía y yo sólo me dejaba llevar, disfrutando el momento, mientras mi erección volvía a aparecer bajo mi pantalón. Cuando mi mamá me soltó, Gaby dijo entre risas: “Ya veo que sí”. Mi mamá tomó un sorbo de su vaso y le preguntó a Gaby: “¿Verdad o reto?”. A lo que Gaby eligió verdad nuevamente. “¿Aún amas a tu esposo?” –preguntó mi mamá. Gaby dudó un poco y respondió: “No siento lo mismo que antes, tal vez por el tiempo que tengo sin verlo, pero sigo eligiendo estar con él”. Tomé un trago y Gaby hizo lo mismo y luego ella me preguntó: “¿Verdad o reto?”. “Ustedes han elegido pura verdad, así que voy a decir Reto para hacerlo más divertido” –respondí. Mi mamá y Gaby rieron, y esta última dijo: “Me parece bien, pues te reto a…” Guardó silencio por unos segundos. Noté que me veía de arriba a abajo y luego de unos segundos continuó: “¡Te reto a que te bajes el pantalón!”. Asombrado dije: “No, no, rétame a otra cosa, mi mamá está aquí”.  Mamá dijo: “No importa hijo, te lo bajas y luego te lo subes otra vez y listo”. Yo aún dudaba si hacerlo o no, hasta que Gaby dijo: “Me parece que se te paró cuando besabas a tu mamá, quiero ver si estoy en lo correcto”. Mi corazón latía muy fuerte, pero sin pensarlo más me levanté y desabroché el cinturón de mi pantalón y lo bajé junto con mi bóxer hasta mis rodillas, dejando ver mi verga totalmente tiesa.

Gaby abrió los ojos bien grandes mientras se le dibujaba una sonrisa en el rostro, mientras que mi mamá también sonreía sorprendida. [¡Tenía razón! Te gustaron mucho los besos que mami te dio, ¿verdad?” –dijo Gaby. Le respondí: “{Pues sí, mi mamá besa muy bien, ven acá mami” –le dije  y le extendí mi mano. Ella tomó mi mano y se levantó del sofá, se acercó a mí y empezamos a besarnos otra vez. Aunque mi intención era solamente besarla y luego seguir con la reunión, todo cambió cuando mi mamá agarró mi verga con su mano y empezó a masturbarme. Sentía un poco de temor por la reacción que fuera a tener Gaby, ya que una cosa es besar a mi madre y otra muy distinta es que mi madre me masturbe, pero por alguna razón no podía parar, se sentía muy rico los besos de mi madre mientras ella me masturbaba con mucha dulzura. Luego de unos segundos dejé de besar a mi mamá y voltee a ver a Gaby, que nos miraba con mucho interés, obviamente excitada, tal vez por todo el alcohol que había tomado. Reí nerviosamente y empecé a subirme el pantalón. Mi mamá se sentó y luego yo hice lo mismo, ambos tomamos un sorbo de nuestros tragos y luego yo dije: “Bueno, creo que me toca a mí ahora, ¿no?”. Gaby respondió mientras sonreía: “Sí, te toca”. “Gaby, ¿verdad o reto?” –le pregunté, y ella escogió verdad. Yo aún estaba un poco nervioso ya que no sabía hasta qué punto podíamos llegar, pero supuse que me sabrían detener si algo no les parecía, así que me animé a preguntar: “¿Te gustó lo que viste?”. Mi mamá reía mientras tomaba de su trago, Gaby respondió: “{Obviamente, quiero seguir viendo” –respondió. “¡Paciencia querida!” {le dijo mamá. Yo reí y también tomé de mi trago. ¿Mi mamá realmente había dicho eso? ¿Significa que planea volverlo a hacer?

Gaby me preguntó: “¿Verdad o reto?”. Yo elegí reto nuevamente. “Te reto a que te quites los pantalones completamente y esta vez quédate así, no te los pongas”. Me sorprendí, al igual que mi mamá, pero el asombro de mi mamá estaba mezclado con malicia, como si se le presentara una oportunidad única. Me levanté y obedecí, quedando totalmente desnudo de la cintura para abajo. Me volví a sentar, y le pregunté a mi mamá: “Mami, ¿verdad o reto?”. Para mi sorpresa, eligió reto. “Es un poco incómodo ser el único sin ropa aquí, así que te reto a que me acompañes sin ropa” –le dije ya sin tener miedo a su reacción. Se rió, se levantó y empezó a quitarse la ropa, empezando por arriba, mientras decía: “Bueno, siempre me ves desnuda en casa, la única diferencia es que ahora Gaby me va a ver, pero somos mujeres así que no importa”. Mi madre quedó completamente desnuda frente a mí y Gaby, que la veía de arriba a abajo y se mordía los labios. Yo ya tenía una erección que ni me molestaba en disimular, y mi mamá la veía y sonreía pícaramente. «¿Verdad o reto, Gaby?» preguntó mi mamá. “Bueno, creo que me toca decir Reto” –respondió Gaby mientras tomaba un trago. Mi mamá lo pensó unos segundos y luego dijo: “Mi hijo y yo estamos desnudos enfrente de ti, me parece que sólo faltas tú”. Mi verga reaccionó a esa frase, Gaby rió y tomó un trago, para luego decir: “¡Tienes razón, amiga! No es justo que siga vestida”. Mientras se levantaba y empezó a quitarse la ropa. Ya que era su casa estaba vestida de forma cómoda, pero a mí me parecía igualmente sexy, me encantó verla quitándose su top blanco dejando al descubierto sus hermosas tetas, y luego verla quitándose lentamente su short de colores junto con su braga, mostrando su enorme culo y su vagina completamente depilada. Yo ya estaba totalmente enloquecido.

Gaby termina de desnudarse y da una vuelta para que podamos apreciarla de mejor manera. Mi madre y yo empezamos a aplaudir y a decirle lo hermosa que se veía, mientras Gaby sólo reía y nos daba las gracias, para luego sentarse nuevamente y preguntarme: “¿Verdad o reto, mi lindo?”. Elegí reto, deseando que me mandara a hacerle algo a alguna de las dos, y efectivamente así fue. “Quiero ver otra vez cómo besas a tu mami” –fueron las palabras que salieron de su boca, yo sin dudarlo de un segundo me acerqué a mi madre y empecé a besarla, primero suavemente y poco a poco con más intensidad. Mi lengua jugaba con la suya, mis manos pasaron de acariciar sus brazos a apretar sus tetas, mientras que una de sus manos fue directo a mi verga que ya estaba chorreando líquido preseminal. Nuestra respiración era cada vez más agitada, cada vez estábamos más calientes, yo con los ojos cerrados disfrutando del beso y las caricias de mi propia madre, no me importaba si habíamos pasado la línea, ni me importaba si Gaby se asustaba por lo mucho que un hijo disfrutaba de su madre, sólo quería hacerla mi mujer ahí en ese momento. Tal vez haya sido el alcohol, o tal vez en tiempo encerrado en cuarentena, puede que haya sido una mezcla de ambas, pero en ese momento ya no la veía como mi madre, sino como una mujer a la que yo tenía que coger esa noche.

Mi madre me masturbaba cada vez más rápido, hasta que se detuvo al sentir mi mano bajando a su entrepierna, con un poco de vello que no me disgustaba en lo absoluto. Pude sentir lo mojada que estaba y eso me encendió aún más. Empecé a acariciar su clítoris y mi madre empezó a gemir mientras su cara aún estaba pegada a la mía. Ella soltó mi verga para agarrar y apretar con fuerza los cojines del sillón, síntomas del placer que estaba recibiendo. Escuché unos pasos, y cuando volteé v a Gaby arrodillándose frente a mí, tomando mi verga en sus manos y metiéndola en su boca, haciéndome una deliciosa mamada mientras disfrutaba del show de un hijo masturbando a su propia madre. Me sentía en el cielo. Dejé de acariciar su clítoris para introducir dos dedos en la vagina de mi madre, que gimió aún más fuerte. Empecé a meter y sacar mis dedos cada vez más rápido, ella gemía cada vez más, hasta que sus contracciones y sus gritos me hicieron saber que había alcanzado su orgasmo. Cuando se calmó retiré mis dedos de su vagina y los llevé a mi boca para saborear el delicioso néctar de mi propia madre. Gaby disfrutó de todo ese espectáculo en primera fila mientras seguía chupando mi verga, metiéndola completa en su boca cada cierto tiempo, hasta que se levantó y se trepó encima de mí, para luego agarrar mi verga con su mano y apuntarla directo a su vagina. Empezó a bajar lentamente, metiéndola poco a poco, hasta que por fin estuvo toda dentro de ella. Gaby empezó a moverse encima de mí, saltando sobre mi verga, gimiendo cada vez más, apoyándose del espaldar del sillón. Yo la agarraba por sus caderas mientras admiraba a esa belleza totalmente desnuda encima de mí. Mi madre estaba a mi lado, solamente disfrutando de la vista. “Avísame cuando vayas a acabar, no estoy tomando pastillas” –me dijo Gaby, a lo que asentí en señal de estar de acuerdo. Gaby era una diosa, me encantaba desde hace tiempo y tenerla brincando encima de mí era una fantasía hecha realidad. Sus gemidos eran música para mis oídos, yo también gemía y ella parecía disfrutarlo. En un punto gimió fuerte y metió toda mi verga dentro de su vagina, su espalda se encorvo y supe que estaba llegando a su orgasmo, en ese momento empecé a sentir el cosquilleo característico del orgasmo masculino. “¡Gaby, ya voy a acabar!” –le dije con la respiración súper agitada. Ella, como pudo, se quitó de encima de mí y se tumbó a mi lado sin fuerzas y en seguida que mi verga quedó libre mi madre se abalanzó sobre ella, metiéndola en su boca esperando la descarga. Ese era el empujón que me faltaba. Vi a mi madre con mi verga en su boca y enseguida empecé a soltar chorros de semen, y ella no dejó escapar ninguno, todos los recibió en su boca con todas las ganas del mundo. Dejé de expulsar semen y mi madre sacó mi verga de su boca, soltó una risa traviesa, ahí pude ver que se había tragado absolutamente todo. Ella seguía masturbándome suavemente con su mano derecha, mientras con su izquierda tomó su vaso y dio otro trago, para luego volver a meter mi verga en su boca, sabiendo que no iba a conseguir más semen pero disfrutando de la sensación de tener en su boca la verga de su único hijo.

Como no paró de chupármela, mi verga otra vez se puso dura y mamá dijo: “¡Ahora, me vas a coger a mí!”. Se puso en cuatro en la alfombra y abrió con sus manos esas ricas nalgas. “¡Usa el agujero que quieras!” –me dijo. Sin pensarlo dos veces se la metí por el culo, ella dio un grito de placer y dijo: “¡Cógeme mi amor!”. Gaby, todavía caliente se empezó a masturbar y mamá le dijo: “No, no uses tus dedos, ponte debajo de mí, voy a usar mi lengua”. Gaby se metió debajo de mamá y abrió las piernas, automáticamente la boca de mamá se posó en la concha de Gaby y empezó a pasarle la lengua de forma perversa, no sabía que mamá también podía atender a una mujer, me calentaba al punto que empecé a metérsela con fuerza, las dos disfrutaban a la vez pero el que más lo disfrutaba era yo, jamás pensé en que podía cogerme a mi sensual vecina y a mi madre a la vez. Las dos envueltas en el más absoluto de los placeres jadeaban como dos perras en celo. El culo de mamá se veía tan sexi con mi verga entrando y saliendo de él, era la imagen más morbosa que alguien podía ver, solo quienes lo han hecho saben cómo describirlo. Gaby se apretaba las tetas al sentir como dos dedos de mamá se perdían en su vagina y la penetraban en un frenesí tan intenso que pronto ya estaba teniendo otro orgasmo. El culito de mamá palpitaba y ella me pedía que siguiera metiéndosela, estaba al punto del orgasmo. “¡Sigue mi amor, dame esa verga! ¡Mi culo está abierto por tu rica verga, hijo!” –decía con perversión en su voz. A los pocos minutos mami estaba enloquecida teniendo un delicioso orgasmo y seguido a ella, le estaba llenando el culo de semen, esta vez fue el turno de Gaby de comérselo directo del culo de mi madre, ambas los disfrutaron, pero más lo disfruté yo al tenerla a las dos entre mis piernas chupándome la verga como locas.

Gaby finalmente recuperó la compostura, tenía una sonrisa de oreja a oreja. Nos confesó que aunque había tenido sus aventuras desde que se fue su esposo, ya habían pasado unos tres meses desde la última vez y que realmente necesitaba coger. Le dije: “Siempre que necesites, puedes tocar la puerta de nuestra casa y yo te ayudo junto a mamá, ella rió y aceptó la propuesta. Nos vestimos, mi madre y yo nos fuimos a nuestra casa, comentando en el camino lo bien que la habíamos pasado. Al llegar a casa cada uno fue a su cuarto a darse una ducha y a acostarse, ya era de madrugada. Me quité la ropa y quedé completamente desnudo tendido en la cama, no tenía ganas de sacarme el olor a hembras de mi cuerpo.

De pronto, esos recuerdos vívidos aparecieron, pensaba en lo rico que se habían comportado, pero también tenía claro que el alcohol había sido el cómplice perfecto para esa noche perversa. Pensando en la cogida que les había dado mi verga se empezó a poner tiesa. Decidí ir al cuarto de mi madre a ver qué hacía. La encontré acostada totalmente desnuda, parece que no aguantó más y quedó profundamente dormida. Como estaba caliente y ella estaba ofrecida, porque estaba de espaldas y con las piernas abiertas me la cogí mientras dormía profundamente. Se la metía tan rico que no tardé en acabar, antes saqué mi verga y la acomodé cerca de sus labios, le di el semen en su boca y me fui a mi cuarto, para dormir plácidamente.

 A la mañana siguiente, me desperté y me di una ducha para ir a la universidad, mamá se veía feliz, al verme me tomó de la cara y me dio el más apasionado de los besos y me dijo: “Buenos días, mi amor”. “Buenos días mamá” –le respondí. “Hoy no dormirás en tu cuarto, no es justo que el macho duerma separado de la hembra” –me dijo sonriendo. No tuve problemas en aceptar su propuesta. No hubo noche que no recibiéramos la invitación de Gaby para ir a su casa y nosotros la invitábamos a la nuestra, esos encuentros en pandemia se hicieron frecuentes y placenteros. Tanto que ellas me consideraban en macho alfa de dos hembras maduras dispuestas a todo.

 

Pasiones Prohibidas ®

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