sábado, 8 de febrero de 2025

79. Mi Duke

 

Hola les cuento mi historia todo empezó. Me llamo Daniela, tengo 18 años.  Soy bajita 1.50,  con buenas tetas caderona, bonitas piernas y me considero bonita. Soy Testigo de Jehová, siempre fui instruida que el sexo es solo para reproducirse. Mis padres me cuidaban mucho para no que no terminará con alguien que no fuera de nuestra religión.

Mi vida giraba en torno a la religión y la universidad, los hombres no me llamaban la atención. Una noche al regresar de hacer proselitismo fui interceptada por un grupo de jóvenes en una calle oscura y solitaria. Me siguieron y me decían cosas que jamás pensé escuchar, hasta puta me gritaban. Traté de correr pero me agarraron y me dijeron:  “A ver chiquita que escondes debajo de esa larga falda”.  Usaba la falda hasta los tobillos, una chaqueta  encima de mi suéter. Sentí como uno de ellos me metió la mano debajo de la falda y la levantaba mientras otro me quitaba la chamarra y desabotonaba mi suéter y blusa. “¡Vaya, qué rica estás putita!” –decía a los otros. “Miren que hermosas piernas y que delicias tetas tienes zorrita” –me decía recorriendo mi cuerpo.

Quise gritar pero estaba en shock. De pronto,  un tercero me baja la pataleta y me saca las tetas por encima del brasier, me empieza a manosear, yo empecé a gemir pues me estaba gustando eso, me gustaba la manera en que me tocaba, sentía que quemaba cada vez que sus manos se acercaban a mi vagina que se mojaba. Ellos al darse cuenta, me empezaron a besar mientras el que me sujetaba sentí que me arrimo la verga me abrió un poco las piernas y sentí como quería metérmela. De pronto, otro grita ahí viene su papá y todos salieron corriendo de allí. Me dejaron semidesnuda en la calle tirada me vestí y llegó papá por mí, yo lloraba. Le conté lo sucedido a mis padres y ellos le pidieron de favor a un amigo de la familia que pasara por mi a la universidad para que no me volviera a pasar.

Esa noche me toqué por primera vez imaginando lo que había pasado en esa calle. Por primera vez conocí lo que es el placer y las sensaciones que mi cuerpo tenía al sentirlo. Ponía mi mano en la boca para aguantar mis gemidos y me retorcía en la cama. Imaginaba que esos chicos me cogían entre todos y que yo disfrutaba de sus vergas, ya fuera por mí boca, por mi culo y por mi vagina. El placer se hacía más intenso, hasta que escuché a mamá gemir, papá se la estaba cogiendo. ¿Dónde había quedado el sexo solo para reproducción? Ya que por la forma en que gemía estaba disfrutando. Movida por la curiosidad y la calentura que sentía me escabullí hasta su cuarto, tenían la puerta entre abierta y vi a mi mamá rebotando encima de la verga de papá, gimiendo y diciéndole: “¡¿En serio si no llegas se la cogen?”. “Sí min amor, tuve que salir de donde estaba, pero me ponía caliente ver cómo ya se había entregado para que le hicieran lo que quisieran” –le responde. No sé si me calentaba más ver a mamá encima de papá o las cosas que él le decía y que ella parecía disfrutar al escucharlas. Me fui a mi cuarto y me seguí tocando hasta que tuve aquello que llaman un orgasmo por primera vez. Fue tan perverso porque al gemir decía: “¡Ay, bendito Jehová que rico!”. El amigo empezó a pasar por mí y como me llevaba bien con él, a los pocos días le confesé lo que en verdad había pasado y como me había prendido qué esos tipos me tocaran, también le dije lo que había visto y lo que mi cuerpo había experimentado después. No tenía con quién hablar, en la Iglesia me tildarían de pecadora y  mis padres me matarían si les contará y yo necesitaba desahogarme. Él me dijo que yo ya estaba en edad de tener sexo y que no entendía como eran tan cerrados en mi religión. Pasaban los días y yo siempre le sacaba a tema el sexo, pues quería ya experimentar y jugábamos,  de un día para otro ya estábamos manoseándonos en su coche, nos deteníamos justo en ese callejón oscuro a hacerlo,  me calentaba porque  me recordaba aquella noche. De camino a casa me quitaba la chaqueta, el suéter, la blusa y también la falda, quedaba en un diminuto short de lycra y una blusa de tirantes, él me tocaba todita a su antojo y me masturbaba hasta llevarme al orgasmo. Me encantaba ver como disfrutaba mi cuerpo mientras yo lo masturbaba hasta sacarle todo el semen, dejando su verga chorreada y después me ponía a chupársela.

Un día no nos aguantamos y me la metió, fue lo más delicioso y doloroso que me había pasado hasta ese momento. Estábamos en el asiento trasero del auto, yo encima de él moviéndome de la misma forma en que había visto a mamá hacerlo encima de la verga de papá. Me acordaba de esa escena y me ponía más caliente. Sentía como entraba y salía de mi recién abierta conchita. Empecé a gemir y a resoplar, me gustaba esa nueva sensación de placer, era tan endemoniadamente rica. “¡Ay, Jehová, qué rico!” –decía mientras me apretaba las tetas. “¡Me gusta como te mueves!” –me decía el amigo de mis padres y se tomaba de mis muslos, los apretaba, lo que exacerbaba mi placer. “¡Eres toda una putita!” –me decía. Me encantaba escucharlo decirme que era una puta encima de su verga. Luego de un rato sentí más agitada mi respiración, mi vagina empezó a masturbar, conocía esa sensación pero no era igual como cuando él me tocaba, era más intensa y agresiva. Era el primer orgasmo que experimentaba cogiendo, sentía que el corazón me saldría del pecho y mis gemidos se hicieron más fuertes, sentía que iba a morir en ese momento, pero el placer que se apoderaba de cada uno de mis sentidos. Luego él acabó llenado mi conchita con su semen, sentir como su verga se descargaba me hizo delirar. Imagínense la escena, un cuarentón cogiéndose a una chica que tenía sexo por primera vez en un auto. ¡Fue riquísimo!

Al llegar a casa, papá nos preguntó por qué nos habíamos demorado, su amigo le dijo que había mucho tráfico y estuvimos en un largo embotellamiento. Cenamos con él y lo mirada coquetamente sin que mis padres se dieran cuenta, pero tenerlo cerca me calentaba demasiado. Empezamos a coger cada vez que podíamos, incluso si mis padres estaban cerca y se ponían a hacer cosas de la casa, aprovechamos cada espacio, la sala, la cocina o debajo de la escalera. Me encantaba sentir su verga perdiéndose en mi conchita.

Cambié mi forma de vestir, me ponía faldas más cortas, jeans apretados y me maquillaba. Creo que papá no le molestaba, porque cada vez que me veía se quedaba petrificado mirándome. Me gustaba saber que no le era indiferente, incluso hasta me mojaba imaginando lo que pensaba al verme. Incluso un día le pregunté: “¿Por qué me miras tanto?”. “Bueno, si te miro es porque estamos los dos en el mismo lugar y es imposible no mirarte” –me respondió. “¿Por qué lo dices papi?” –insistí. “A ver, ¿qué quieres que te diga?” –me preguntó. En ese momento, me bajé los tirantes de la camiseta que tenía puesta y apoyé mis manos en sofá donde estaba sentado, poniendo mis tetas a la altura de sus ojos, le pregunté con voz sexi: “¿Por qué me miras tanto papito?”.  Sus ojos parecieron salir de sus cuencas, se le notaba nervioso. “Dime papi, no se seas malito” –le dije. Él seguía sin decir nada, solo me miraba las tetas como si estuviera hipnotizado. Entonces, decidí ir más allá y tomar la morbosa iniciativa. “Ya sé que hacer para que me hables papi” –le dije. Bajé lentamente y me puse de rodillas, solté su cinturón y metí mi mano para sacar su verga. “¡Tranquilo papito! ¡Vas a disfrutarlo tanto como yo!” –le dije. Su verga estaba tiesa, dura. Lo empecé a masturbar lentamente, él se escurrió en sillón y separó las piernas, lentamente empecé a pasar mi lengua por ella desde la punta a la base, él soltó un gemido que me hizo mojar casi al instante. Me la metí en la boca y la empecé a chupar despacio, papá gemía suave disfrutando de la calidez de mi boca. “Dime papi, ¿por qué me miras tanto? ¿No te gusta cómo me veo?” –me decía y me la metía completa a la boca. Al fin sacó el habla y me dijo: “Te miro, porque no sé en qué momento te volviste tan puta”. Sonreí y le contesté: “No sé si sea tan puta, pero lo soy y me gusta serlo”. Seguí chupándosela y le dije. “Quítate la ropa y te haces una idea de que tan puta soy”. Se quitó la ropa y me dijo: “¡Vamos a tu habitación y me muestras lo putita que te volviste”.

Nos fuimos a mi cuarto y al entrar, me empieza a besar como loco, yo respondía a esos besos y me llenaba de lujuria, me tocaba sin ninguna delicadeza, me estremecía el trato que me daba, me encantaba esa sensación de sentirme vulnerable a los deseos de mi padre y que lo enloquecía saber que tan puta me había vuelto. Me giró contra la pared y me hizo poner el culo en pompa. Me empezó a nalguear y me decía: “¡Qué rico culo tienes!”. “¡Papito, pégame más fuerte! ¡He sido una chica mala que se da placer en el nombre de Jehová por las noches!” –le decía. Lo hacía más fuerte, sentía que sus manos quemaban mis nalgas, me gustaba. Luego me desvistió y del pelo me hizo arrodillar para que se la chupara otra vez. “¡Cómetela toda putita!” –me dijo. Obediente se la empecé a chupar con perversión, disfrutaba de la verga de mi papi como una loca. Me tiró en la cama, hizo que me girara, quedando boca abajo, me tomó de la cintura y me dejó al borde de la cama, estaba tan caliente que le decía: “¡Métemela papito! ¡Dale verga a tu putita Testigo de Jehová!”.  Sin decir nada me la ensartó en la vagina, un delirante grito de placer salió de mis labios mientras él se movía de forma violenta, me tomó del pelo sin dejar de moverse y me nalgueaba diciéndome lo puta que era. Me encantaba que me hablara sucio y que no tuviera misericordia con mi conchita. “¡Oh, papi, por Jehová que rico me coges!” –le decía. Él me la metía más duro haciéndome delirar. Me tenía a su merced y yo lo estaba disfrutando. Se tiró en mi cama y me dijo: “¡Móntame!”. Obediente en subí sobre él y su verga se resbaló a mi concha. Me empecé a mover con perversión, entraba tan deliciosamente su verga así como salía que sentía que estaba en la gloria. Me empecé a apretar las tetas y lo miraba, le pregunté “¿Te gusta que tu hijita sea tan puta como mamá encima tuyo? ¿Te gusta cómo me muevo papi?”. “Sí, eres tan putita como ella. Me gusta que te muevas así” –me respondió. Le di una sonrisa traviesa y seguí, hasta que una corriente eléctrica se apoderó de mi cuerpo, me empecé a sacudir, sabía que pronto estaría el orgasmo dominando mi cuerpo. Me retorcía de placer, gemía y resoplaba, estaba enloquecida, hasta que al fin uno tras otro fui cayendo en el éxtasis del orgasmo. A los pocos minutos papi me dijo que iba a acabar, yo me bajé y se la empecé a chupar, quería sentir el sabor de su semen en mi boca, se la chupé hasta que se descargó por completo, lo que me hizo saborear cada chorro de su espeso semen. Luego de unos minutos en la cama, se fue a la sala a ponerse la ropa, yo hice lo mismo. Estaba feliz por la cogida que mi papi me había dado, no cabía en mi por tan puta, que le agradecí a Jehová por hacerme descubrir el sexo. Esos encuentros con papá siguieron, él me hacía sentir tan puta igual que su amigo y cada vez que podíamos coger cuando mamá no estaba en casa lo hacíamos, disfrutando él como loco lo puta que era.

Una tarde estaba mi perrito y vi como Duke  montaba a la perrita de la vecina. Llamé al amigo de mis padres por vídeo y le dije: “¡Mira lo que está haciendo este perro caliente!”. Yo iba a quitárselo pero mi amante no me dejó, me dijo:  “Déjalos que disfruten así como tú lo haces”. Intrigada por la curiosidad nos quedamos viendo. La perrita de la vecina era una chihuahua, Duke no era tan grande pero era más grande y corpulento que la perrita. Él y yo platicábamos de que así nos veíamos nosotros cogiendo, él enorme y yo pequeñita, nos reíamos como niños por el comentario. Bueno, se quedaron pegados y después de un rato Duke se despegó y vi tremenda verga  que tenia. Le dije: “¡No lo puedo creer! Mira tremenda verga que tiene”. Él riendo dijo: “¡Pobre perrita! Por eso lloraba tanto”. “Tienes razón, este maldito le destrozó la concha a la perrita” –le dije. Bueno, al cabo de unos minutos nos despedimos. Después ya no vi a Duke igual,  me salía por las tardes a la calle y buscaba perritas para que se les montara,  así poder ver su verga.

Una tarde mis papás se estaban arreglando para ir a la Iglesia, les dije que no me sentía bien y que me quedaría en casa, aunque a ellos no les gustó la idea, pero accedieron. Claro, yo estaba de maravilla, era una excusa para estar con mi amante y coger bien rico. Jehová lo entendería, ya que el sexo era lo más placentero que Él había creado para nosotros. Antes de irse papá entró a mi cuarto, se bajó el cierre de su pantalón y me dijo te tienes que despedir como la buena putita que eres. Me puse en cuclillas y se la chupé deliciosamente, se sentía tan rica en mi boca, le mordía el glande y me la tragaba. “¡Por Jehová que puta te has vuelto!” –me dijo. Le sonreí con malicia. Seguí desquiciadamente comiéndosela hasta que su semen se quedó en mi boca y para mostrarle lo que puta que era, dejé que su semen cayera de mi boca y escurriera mezclado con mi saliva por mi cuello y mis tetas. Salió contento a la Iglesia y yo tenía varias horas para disfrutar con su amigo.

Cuando llegó estaba desnuda esperándolo, no quería perder el tiempo en preámbulos, la chupada que le había dado a papá me había dejado caliente. Apenas entró le desabroché el pantalón y me puse a chupársela, me miró hacia abajo y dijo: “¡Vaya que rico recibimiento!”. Cuando su verga estaba dura, nos quedamos en la sala, le dije que se quitara la ropa y me la metiera. No me aguantaba las ganas por ser cogida. Sin decir nada me agarró del pelo y me puso en cuatro sobre la alfombra, con lo caliente que estaba solo le dije: “¡Sí, mi amor, dame tu verga bien rica!”. Fue tan exquisita la sensación de sentir como se clavó hasta el fondo que solté un alarido de placer. Se movía bruscamente que sentía como sus testículos golpeaban con fuerza, me calentaba sabiendo que sería mío por varias horas y que disfrutaría su verga como una puta enloquecida de placer. Mi vagina palpitaba con perversión, su verga se ensartaba hasta el fondo y salía casi completa, llena de gemidos le decía que me la metiera sin preocuparse de que alguien nos escuchara, solo que me diera su verga. En cosas de minutos ya estaba teniendo un delirante orgasmo que me hizo caer al piso, pero él siguió con su verga entrando y saliendo. Luego se sentó en el sillón y yo caliente me subí encima de su verga, me empecé a mover tan rápido como él lo hacía, subiendo y bajando, sin dejar de gemir. “¡Así, qué rico me montas!” –me decía mientras me apretaba las nalgas. Me sentía como una perra en celo rebotando sobre su verga. De pronto, miré a un lado y estaba Dile echado cerca nuestro, él se lamia la verga, estaba en todo su esplendor, parece que le gustaba lo que estaba viendo. Le dije a mi amante: “¡Mira al perro pervertido como se llame la verga mientras te monto!”. Una sensación extraña me poseyó, no podía dejar de ver a Duke mientras se lamía, pero tampoco podía dejar de disfrutar la verga de mi amante, me calentaba demasiado la escena, la encontraba morbosa, estar exhibiéndome a mi perro mientras era cogida. “¡Quiero tu semen mi amor! ¡Lléname la conchita!” –le decía gimiendo y bufando. Mis ojos no se despegaban de la verga roja y brillante de Duke, sentía como si le hablara a él. Mis movimientos se hicieron más rápidos y acabé otra vez disfrutando de un delicioso orgasmo, mi amante por su parte también inundó mi vagina con su caliente semen. Lo besé con desesperación y seguí moviéndome, no quería parar de coger. Fue un orgasmo tras otro y siempre terminaba con la concha llena de semen.

Ya ambos estábamos sin fuerzas, el amigo de papá fue al baño, yo me quedé en la sala tirada en el piso con las piernas abiertas y jugando con el semen que desbordaba de mi vagina. Dime se acercó y empezó a lamerme la vagina, yo al principio lo quise quitar, pero la verdad me gustó y me lamia el semen qué salía de ella y tuve un gran orgasmo que terminó en squirt,  las piernas me temblaban de placer.  Luego Duke se puso entre mis piernas y empezó a bombearme, eso me asustó y él salió del baño y le pedí que me lo quitara y me dijo: “Déjalo a ver si logra metértela”. Yo por morbosa y caliente lo dejé. Sentía como su pequeño cuerpo vibraba y eso me ponía muy caliente. De pronto, siento como entraba y salía la punta de su verga buscando la entrada de mi vagina, para cuando lo logró, siento como crecía más y más dentro de mí. Yo gemía sintiendo como me cogía Duke tal como lo había hecho con la perrita de la vecina.  “¡Sí mi vida, cógeme como a la perra de al lado! ¡Dámela bien rico!” –decía extasiada. “¡Mírame, soy la perra de mi perrito!” –le decía al amigo de mis padres. Él nos miraba y me dijo: “¡Ya te la ensartó, ahora disfruta de esa verga como la perra que eres!”. Yo gemía como loca de placer, me encantaba tenerla dentro. Él se puso a mi lado y con lo caliente que estaba me puse a chupársela como una endemoniada. No podía creer que estaba siendo cogida por mi mascota y que lo estaba disfrutando como si fuera una verga humana.

De pronto, sentí como crecía más dentro de mí y me empezó a doler mucho, pero también me gustaba, sentí chorros tibios de semen que se colaban en mi vagina y siento chorros tibios dentro de mí, Duke se detuvo y se dio la vuelta, quedé pegada a él. ¡Qué rica sensación! Estaba enganchada como una perra a la verga de mi mascota. Empecé a gemir sin dejar de chuparle la verga a mi amante y delirando por la que tenía atorada en mi vagina. Las oleadas de placer me golpeaban, que deliraba, eran tantos los orgasmos que me apresaban que solo gemía y gemía. Mi amante acabó en mi boca y gustosa me tragué hasta el último chorro de semen. Luego, la verga de Duke liberó mi conchita que escurría su semen de manera perversa. Al ver su verga palpitante no resistí las ganas de chupársela, lo recosté en el piso y la engullí con placer, la metía y sacaba de mi boca, se la lamía como poseída. Por primera vez tenía el sabor de una verga animal en la boca y me encantaba, lo que me hizo sentir más puta fue que disfruté de su semen que la inundó por completo.

Lo disfruté muchísimo, cuando me di cuenta de la hora, le dije a mi amante que se vistiera porque pronto llegarían mis padres de la Iglesia, rápidamente se puso su ropa y salió de la casa, no sin antes decirme que se había divertido como nunca al ver lo perra y puta que me había vuelto. En las noches cuando ya sabía que mis papás estaban dormidos, yo metía a Dije para disfrutar de su verga como loca. Me sentía bendecida por Jehová, después de ser una ingenua y mosca muerta, me había vuelto en una puta. Jehová me había entregado tres vergas para satisfacer, aunque no era fácil, ya que habían días que debía darle placer a tres machos en diferentes momentos, pero lo disfrutaba y lo hacía con la misma devoción que le dedicaba a Jehová cuando iba a la Iglesia.

 

 

 Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios:

  1. Que relato tan morbosidad y lujurioso lleno de placer y pecaminoso sexo haciéndole disfrutar como una perra en celo como siempre exquisito relato Caballero

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