Para nuestra mala suerte esta vez no sería así. Sucedía con normalidad la marcha, el andar por la Plaza Dignidad, gritar, cantar, cuidarnos, tratando de no acercarnos a las vallas papales y seguir nuestro camino, alegando la igual de género y basta de abusos a las compañeras. Iba vestida con una blusa delgada negra y unos leggins del mismo color, igual que se me metía por mi gran culo, con pasamontañas y mi pañuelo morado, era fácil mezclarme, mis padres no me dejaban ir y esa vez me escapé, vaya error. Todo había estado tranquilo, hasta que algunas de las compañeras empezaron con la revuelta, haciendo destrozos. La policía procedió a repeler a quien nos manifestábamos, lo que le dio a la marcha de connotación violenta, los medios de comunicación reportaban los incidentes y los cortes de tránsito que se llevaban a cabo.
En fin, ya para ponerse el sol empezamos a ver movimientos de la policía en algunas partes de la plaza, así como gritos y algunos enfrentamientos con alguna turba que intentaba impedir el avance de los uniformados. La violencia ejercida era tal que golpeaban a algunas compañeras y las arrastraban del pelo, rápido nos movíamos para defenderlas y quitarles de encima a los efectivos policiales, pero no teníamos mucha fuerza, habían sido horas que estábamos al sol y casi no teníamos fuerza. Los policías no estaban agotados, más que de estar parados solo mirándonos. Al estar tratando de rescatar a otras chicas, un par de policías me jalonearon de mi cabello y me sometieron, intentaba zafarme, pero me dieron un macanazo en el estómago y me pusieron de rodillas, yo estaba atontada por el golpe y sofocada por el sol, así que solo me vi siendo arrastrada a la camioneta cerrada de la policía junto con otras 4 chicas. Es ahí donde se dio la situación. Al recobrar el aliento la escena que vi fue turbia, pero debo admitir que me causaba morbo, veía a las otras chicas con cintas en la boca siendo manoseadas por los policías mientras lloraban o trataban de gritar pero la cinta se los impedía, pero al poco rato sentí un par de manos acariciar mi entrepierna sobre mis leggins, era uno de los policías que me subieron, trataba de cruzar las piernas pero él tenía más fuerza que yo, cuando notó lo que intentaba hacer, me golpeó en la cara diciéndome: “Si te portas mal te pondré un tiro en la frente después de violarme”. Así que decidí abrirle las piernas para que me tocara descaradamente.
Después de estar masajeando mi vagina sobre mis leggins por unos cinco minutos, empezó a meter su mano en ellos y en mi ropa interior para ahora meterme sus gordos dedos, trataba de no sentirme caliente pero su movimiento hacia que me mojara, poco a poco al escuchar a mis compañeras gemir y ceder, también hice lo mismo, sin darme cuenta me movía, pero no para evitar que me masturbara, sino que me movía para que sus dedos frotaran mejor dentro de mi vagina y tocaran mi punto g mientras soltaba más de mis fluidos. Después de un rato de tenernos gimiendo, sentimos como la camioneta se detuvo, pensando que nos dejarían en paz para meternos a la fiscalía, pero estaba en un error, ya que al abrir la puerta y bajar estábamos en la cochera de lo que parecía una “casa negra”. Al bajarnos nos dirigimos a uno de los cuartos en esa casa, sin ventanas y con olor a todo tipo. Nos tumbaron en el suelo mientras se quitaban parte de su equipo y uniforme, solo dejándose las máscaras que llevaban para que no pudiéramos verlos, mientras hacían eso nos decían que tenían la orden de darnos una buena lección para que se nos quitaran las ganas de volver a estar de revoltosas.
Al estar desnudos me quedé sorprendida y excitada al ver el tamaño de sus vergas, ya había tenido parejas, pero de mi edad en promedio, no pensé que señores de su edad que ya se veían entre 40 y 50 años tuvieran tremendos animalotes entre las piernas. Tragué saliva al saber lo que vendría, las chicas estaban en shock y en el momento en el que uno dio la orden de que nos dieran, empezaron a moverse hacia nosotras agarrándonos de a dos policías por cada chica. Se acercaron dos conmigo y rompieron mi blusa y mi brasier lo desprendieron, me levantaron y me quitaron mis leggins, y mi cachetero, yo estaba cooperando como si ya no tuviera otra opción, después de eso me pusieron de rodillas para mamarles sus vergas, me detuve porque estaba tratando de asimilar lo que pasaba, pero en ese momento sentí una cachetada fuerte mientras me decían: “Abre el hocico puta. No te gusta abrirlo cuando nos insultas, ahora lo abrirás para chuparnos la verga. no tuve otra que hacerlo y empezar a chupárselas a los dos. Mientras lo hacía nos decían a todas que si hablábamos en su contra meterían evidencia y quedaríamos como putas drogadictas y nadie dudará de sus palabras. Uno de los policías empezó a mover mi cabeza sobre su vega, cogiéndome la boca sin piedad, metiéndola hasta la garganta y provocándome arcadas. Siguió metiéndomela con furia en la boca hasta que casi me dejó sin respiración. Yo respiraba agitada y el otro se puso impaciente, me golpeó nuevamente la cara con fuerza haciéndome salir lágrimas. Lentamente me agaché y me metí la punta de su verga en la boca chupando con ganas haciendo que el pervertido gimiera, la verdad me sentía contrariada, nunca fui una mujer sumisa pero en ese momento lo hacía, se la chupaba con miedo a que me golpeara de nuevo pero también de caliente y golosa.
Cansados de que se las chupara, uno se tiró boca arriba, me ordenó montarme en su verga, lo hice de una, entro fácil porque yo estaba chorreando. El otro poli se puso detrás de mí, agarró bien mis caderas y sin piedad me metió toda su verga en el culo mientras, yo seguía gimiendo más, mi mente estaba en blanco gozando esas vergas venosas que palpitaban con cada metida de verga y escuchaba los gemidos y peticiones de mis compañeras de que querían más. Estaba caliente, me las metían con fuerza, me movía y les decía: “¡Nunca pensé que estaría cogiendo con unos cerdos como ustedes!”. Me estaban dando la cogida de mi vida y quien iba a pensar que lo disfrutaría tanto, la forma en que me daban verga era perversa, lo único que quería era que siguieran torturando mis agujeros, el placer que sentía nunca lo había sentido. Gemía como puta y en cierta forma me estaba comportando como una, aunque estaba siendo forzada descubrí lo rico que es que te cojan de esa manera, aunque nunca había fantaseado con algo así y menos con esos seres despreciables que odiaba tanto.
Siguieron dándome verga como dementes, uno me perforaba el culo y el otro mi conchita, incluso de intercambiaban, para hacerme sentir más placer. Mi cuerpo temblaba y yo enloquecida seguía pidiéndoles que fueran despiadados. Ya ni sabía la cantidad de veces que me cogieron, ni la cantidad de semen que recibí en la boca, la sentía pastosa, mi cuerpo estaba lleno de semen de los otros policías que estaban ahí, así como el de las chicas que corrieron la misma suerte que yo. Mi cuerpo ya no aguantaba más, ni sabía de cuantos orgasmos había sido víctima, ni cuanto placer ellos me habían dado. No conforme con el salvajismo que nos cogieron, nos pusieron unas esposas y nos dejaron colgadas de unas cadenas que venían del techo. “Ahora veremos como estas putas feministas disfrutan de algo más” –dijo el que parecía estar a cargo del procedimiento. Fuimos rociadas con baldes de agua fría, mientras uno de los policías traía lo que parecía ser una batería de auto, colocó una en los pezón derecho de una chica, al colocar la otra pinza en el otro pezón, la chica comenzó a estremecerse y a gritar, la presión de esas fuertes pinzas la hacían gritar y la corriente eléctrica que salía de la batería la hacía convulsionarse. Por alguna razón me calentaba lo que estaba viendo; luego una por una fuimos sometidas a ese castigo, al momento de tener las pinzas en los pezones y recibir la descarga eléctrica empecé a gemir alocadamente disfrutando esa nueva sensación. Nuestros captores reían y decían: “¡Parece que a esta puta le gusta, ya veremos cuando se las pongamos en la concha. “¡Sí, por favor! ¡Quiero sentirlo!” –les dije en tono suplicante, entonces el que estaba a cargo le ordenó colocarme las pinzas en mis labios vaginales, no niego que si grité de dolor, pero después ese dolor se convirtió en placer al sentir como la descarga eléctrica se apoderaba de mi conchita y recorría mi cuerpo, me convulsionaba pero gemía deliciosamente, los segundos que fui torturada tuve varios orgasmos que me dejaban al borde del colapso. Cuando mi concha fue liberada de las pinzas di un suspiro de alivio y sonreía de manera lujuriosa. Después nos descolgaron y caímos desplomadas al piso. Me arrastraron junto con las otras y nos empezaron a bañar en sus orines mientras nosotras sonreíamos de placer. Después de eso perdí el conocimiento, tal vez de cansancio, pero amanecí en los calabozos con otra ropa y me dijeron que me podía ir. Desde ese día supe que era mejor y más rico ser una mujer simple, recuerdo ese día y me sigo masturbando hasta la fecha, no entiendo ahora el por qué iba a las marchas si es más rico coger como loca. Seguí yendo a las marchas pero con la intención de que me detuvieran y me llevaran a ese lugar para que pudieran abusar y usar mi cuerpo a su antojo, me volví la puta de aquellos policías pervertidos que siempre tenían algo distinto para hacernos.
En una de esas marchas los ánimos estaban caldeados desde el inicio, ya había varias detenidas y que eran sacadas rápidamente para llevarlas a la “comisaría”. Esa vez iba con otra chica en la camioneta y los policiales nos llevaban chupándoles la verga, caliente estaba así que no di resistencia, obedecí siendo una buena putita chupa verga. Nos quitaron la ropa, al llegar a otro lugar distinto. Era sin duda una de esas casas clandestinas pero no era la que fui llevada la primera vez. Cuando nos bajaron estábamos desnudas y nos hicieron quedarnos en un patio interior, totalmente cerrado. “Al parecer ustedes no aprenden la lección, ahora creo que si aprenderán a que deben quedarse en sus casa y no andar perdiendo el tiempo en tonterías” –dijo uno de ellos. Al escucharlo mi vagina empezó a palpitar y a escurrir fluidos, la otra chica temblaba de miedo, era su primera marcha y la primera vez que estaba detenida, más encima la hicieron chupar verga de camino y desnudarse. Mirada asustada e intentaba decir algo, pero el mismo que habló al principio le dio una bofetada y le dijo: “¡Calla ese hocico perra! ¡Hablarás cuando se te permita hacerlo! ¿Te quedó claro?”. Ella solo asintió. Nos llevaron del pelo al interior de la casa mientras recibíamos nalgadas.
Entramos a un salón grande, alumbrado con luz tenue. Los policías salieron de sala y nos quedamos en el piso a la espera de lo que venía. “Tranquila, lo único que van a hacer es cogernos a su antojo y al otro día nos dejarán ir” –le dije a la chica que aun temblaba de miedo. La incertidumbre me mataba, quería ver cuál sería la forma en que íbamos a ser torturadas, no daba más de la calentura, pero tocarme era de seguro un placer que no me darían. De pronto, una puerta se abrió, mi corazón palpitaba a mil, después de unos segundos entraron dos pastores alemanes, se veian imponentes, me asusté, pensé que nos atacarían, claro que lo hicieron pero de una forma que jamás se me hubiera ocurrido. Se acercaron y empezaron a olfatearnos, como estábamos en el piso tenían la oportunidad de hurgar por donde quisieran, uno de ellos me lamió un pezón, fue una extraña sensación, me encantó pero a la vez me asusté. Siguió lamiendo mis tetas, miraba a la otra chica que estaba en la misma posición que yo, el perro hurgaba su entrepierna, haciendo que las separara para acceder a su vagina. Me pareció perverso y caliente, no despegaba la vista, el animal intentaba lamérsela pero ella trataba de alejarlo sin conseguirlo. El perro al no conseguir lo qué quería gruño y ella lo dejo que actuara con libertad, permitiéndole lamer su vagina. Sentí un empujón de parte del animal que estaba conmigo que me hizo caer de espaldas, como ya sabía lo que quería abrí las piernas y él se metió entre ellas y lamia mi vagina como si estuviera bebiendo agua. “¡Ah, delicioso!” –dije apretando los dientes. La intensidad en que su lengua se movía me hacía gemir y delirar, miraba a mi compañera de colectivo que se retorcía sintiendo esa rasposa en su vagina. Luego por un parlante se nos indicó que masturbáramos a los perros, cosa que ambas hicimos deseosas, al sentir como la verga del perro se hinchaba y empezaba a asomar la punta roja me ponía caliente, sobre todo al darme cuenta que pequeños chorros salían de ella y caían en mis muslos. Cuando salió completa me di cuenta de lo grande y gruesa que era, se veía deliciosa con ese color rojo brillante, no podía resistirme a tenerla en la boca, mis deseos más oscuros se estaban manifestando en pleno, al mirar a la otra chica ella estaba haciendo lo que me moría de ganas de hacer, estaba chupando como loca la verga del perro que estaba con ella, al ver esa caliente escena me puse debajo del animal y empecé a chupársela lentamente, quería impregnarme de su sabor y sentir como llenaba mi boca. Al poco rato se la estaba chupando perversamente, un delicioso placer recorría mi cuerpo y mientras se la comía me tocaba, lo que exacerbaba mi calentura.
Sin darme cuenta ya estaba en cuatro y perro intentando montarme, sentía como su verga chocaba en mis nalgas y decía: “¡Vamos hijo de puta, métemela de una vez!”. Hasta que por fin su verga se hundió en mi concha, di un grito de dolor, porque me la metió con esa fuerza animal que sentí que me partiría en dos, empezó a moverse rápido, mientras mi vagina se ensanchaba para recibir esa impetuosa verga que la penetraba. Gemía y gritaba descontrolada, me la metía con tanta fuerza que casi no podía sostenerme, era salvaje pero exquisito. De pronto, sentí como su bola entraba en mi vagina, otra vez pero de placer, la chica que estaba a mi lado estaba en la misma situación que yo, las dos disfrutábamos como perras en celo la verga de nuestros amantes caninos. Las dos estábamos pegadas culo con culo de aquellos perros, por alguna razón estábamos de frente, nos mirábamos una a otra la cara de placer que teníamos, en la calentura nos estábamos besando frenéticamente mientras nuestras vaginas estaban llenas con las vergas de esos poderosos animales. No sé cuánto tiempo estuve pegada al perro, pero cuando su verga salió sentí como su semen se escurrió de mmi conchita y bajó por mis muslos, estaba exhausta pero seguía caliente. Cuando la verga del otro perro liberó mi compañera está cayó al piso rendida, fueron olas de orgasmos perversos las que nos golpearon, en mi calentura junté a los dos machos y se las empecé a chupar como una verdadera pervertida. Era excitante tener esas dos vergas en la boca y tragarlas. Cuando la otra chica al fin se recompuso yo seguía igual de caliente, por lo que me lancé sobre ella como una loba feroz y metí mi cabeza en su entrepierna, le empecé a lamer la concha con el fin de probar el semen que escurría de su amante canino y era exquisito, ella gemía y resoplaba, de pronto uno de los perros empezó a la lamerle la boca y ella sacaba la lengua, parecía un beso caliente y apasionado, cuando me di cuenta tenía al otro perro montándome pero esta vez su verga se metió en mi culo, el grito que di se debió escuchar en todos lados. “¡Hijo de puta, me vas a partir el culo!” –dije. El perro siguió hasta que su bola se metió en mi agujero haciendo me gritar de placer. Mi boca no se despegaba de la vagina de la chica, las dos estábamos devastadas de placer; ella tuvo un delicioso orgasmo y al darme cuenta tenía la verga del perro en la boca, recibiendo ese delicioso semen, que bebió aunque se le escapaba por la comisura de los labios. Al fin el otro macho se despegó de mi culo, la sensación fue tan placentera, dejándome completamente satisfecha.
La puerta se abrió y salieron los policías, el que estaba a cargo dijo: “Se han comportado como verdaderas perras y putas, por eso las dejaremos ir”. Nos subieron al carro policial, vendaron nuestros ojos y nos fuimos chupando verga todo el camino, pensé que nos llevarían a la comisaria pero los malditos nos dejaron abandonadas en un sitio eriazo completamente desnudas. Sin saber dónde estábamos empezamos a caminar, hasta que alguien se apiadó de nosotros, nos llevó a su casa y nos dio algo de ropa para cubrirnos. Nos llevó a una estación del metro y nos pagó el pasaje para volver a nuestras casas. Con la compañera seguimos viéndonos fuera de las marchas para buscar en las noches machos peludos que satisfagan nuestros instintos de perras calientes y disfrutarlo como esa vez.
Pasiones Prohibidas ®
Uyyy rico y delicioso relato cada línea cada palabra envían una sensación única como siempre exquisito Caballero
ResponderBorrarDisculpe caballero tienes mas de este tipo
ResponderBorrarDisculpe caballero tienes más de este tipo de relatos
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