La historia que ahora voy a contar es de una aventura con
uno de mis alumnos del instituto donde doy clases. Mi horario de clases es de 8
de la mañana a 2 de la tarde por lo que tengo bastantes horas libres por la
tarde, por eso un día decidí que para vivir un poco más holgadamente, me dedicaría
a dar clases particulares a alumnos de diferentes cursos.
Había un alumno bastante bueno pero había alguna asignatura que se le atragantaba. Como he dicho era un chico de 18 años, moreno, ojos negros, 1,90 de altura. Era muy tímido, cuando se dirigía a alguien mayor como yo u otros profesores, pero cuando se trataba de estar con sus amigos era muy extrovertido.
Un día después de clase se acercó a mí y me dijo: “Natalia, ¿puedo hablar contigo?”. “Sí, claro dime” –le respondí. “Verás, me enterado de que das clases particulares y me gustaría que me des clases de refuerzo de Estadística que es la asignatura que más se me atraganta y se acercan los exámenes finales” –dijo con timidez. “Ok, mira después de la última clase hablamos, te explico precios, horarios, condiciones, etc.” –le respondí. “Bueno, gracias” –me dijo. Fueron pasando las horas y llegaron las dos de la tarde, hora en la que acababan las clases. Dani se dirigió a mi mesa y me preguntó: “¿Podemos hablar de mis clases particulares?”. “Sí claro, mira, las doy en mi casa, duran una hora y media, el precio por cada clase es de 15 mil pesos. Tengo libre de lunes a viernes de 15.30 a 17 horas, el resto de las horas las tengo ocupadas” –le respondí. “Estoy de acuerdo, ¿Podemos empezar hoy?” –preguntó. “Si claro, por mí no hay problemas” –le decía mientras le anotaba mi dirección en un papel.
Dicho esto, salí del salón a dejar el libro en la sala de
profesores y después en dirección a mi domicilio. Antes de ir para casa, pare
en el supermercado hacer unas compras. Llegué a casa y me puse hacer la comida.
Almorcé tranquilamente, estaba recogiendo la mesa cuando llamaron a la puerta,
fui abrir y allí me encontré a Dani. “¡Hola! Pasa, acabo de terminar de comer,
te has adelantado a la hora” –le dije. “Si perdona he salido antes por si no
encontraba bien la dirección” –dijo sonriendo tímidamente. “No te preocupes,
pasa y siéntate mientras termino de recoger y preparo todo” –le dije. No me
había dado tiempo casi ni a descansar, ni ponerme cómoda, estaba aun con la
ropa que había llevado ese día en clase camiseta blanca ceñida, pantalón de
cuero negro y botas altas café. Nos sentamos a la mesa y empezamos a repasar
las dudas que Dani tenía. En un momento de la clase, Dani me pidió parar un
segundo para ir al baño. Mientras él estaba en el baño yo fui a la cocina a prepararme
un café. Dani salió a los cinco minutos colorado como un tomate y algo
sudoroso. “¿Estás bien”? –le pregunté. “Sí, sí solo que tengo algo de calor” –respondió.
“Bien, vamos a seguir. Si no te sientes bien me dices y paramos para que puedas
descansar” –le dije. Seguimos la clase y llegó la hora de finalizar, él se
marchó a su casa y yo me dediqué a seguir dando clases a la siguiente alumna
que tenía esa tarde.
Al día siguiente Dani se volvió a presentar puntual a la cita, seguimos donde lo habíamos dejado el día anterior y se volvió a repetir lo que pasó ayer. En un momento puntual el chico me pidió parar para ir al baño, salió de él otra vez colorado y algo sudoroso. Terminamos las clases y ese día yo no tenía ningún alumno más por lo que decidí ponerme a ordenar la casa. Estaba en ello pero no paraba de pensar en la actitud de Dani, que le pasaba a ese chico cuando iba al baño y entonces caí, aprovechaba el momento de ir al baño a masturbarse.
Al día siguiente decidí trazar un plan, antes de que el chico llegara, me duché y a modo de “descuido” dejé mi tanga en el baño. El chico llegó, empezamos la clase y se volvió a repetir el ritual del baño. Al rato de reanudar las clases fui yo quien le pidió parar para ir al baño, allí me dirigí y tomé mi tanga, efectivamente estaba pringoso, Dani lo había utilizado para secarse el semen. Una mezcla de excitación y enojo me invadieron, no pensé que sería capaz de llegar a tanto, ya que se masturbara en el baño no había problemas, pero que dejara su semen en mi ropa interior era ir más allá. Por otro lado pensaba en las cosas morbosas que imaginaba haciéndome y que se puso tan caliente que necesitó mi tanga para limpiarse.
Salí como si nada, seguimos con las clases y en un
momento dado dejé caer un bolígrafo al suelo, él se agachó a recogerlo bajo la
mesa y yo aproveché para excitarlo, abrí mis piernas y pudo ver que bajo mi
falda no había nada. Después de la
ducha me había vestido para salir a la
calle, ya que tenía que hacer algunas compras. Me había puesto una camiseta de
tirantes, una minifalda de cuero negra y mis botas café. Al tratar de ponerse
de pié y producto del nerviosismo que le produjo la visión de mi vagina en todo
su esplendor, Dani se golpeó la cabeza con la mesa. “¡Vaya Dani que golpe! ¿Estás
bien? –le dije. “Sí, no te preocupes
Natalia, estoy bien” –me respondió. “¿Te ha gustado lo que has visto ahí abajo?”
–le pregunté con descaro. El chico agachó la mirada avergonzado y empezó a
ponerse colorado por el nerviosismo. Lo tomé por la barbilla, alcé su cara y lo
obligué a mirarme mientras le volvía a preguntar: “¿Te ha gustado o no?”. “Sí,
no puedo negarlo” –respondió. “¿Quieres probarla?” –le pregunté con voz
sensual. Después de pensarlo por eternos diez segundos, respondió: “¡Me
encantaría!”. Cuando me dijo esto, me puse de pie, aparté todo lo que había
sobre la mesa y me tumbé en ella, abrí las piernas y le dije: “¡Adelante es
toda tuya! ¡Cómetela toda!”.
El día siguiente, transcurrió con normalidad, me fui para casa, comí y llegó la hora de que Dani viniera, me duché y me puse un vestido veraniego de estar por casa y sin ropa interior. Dani llegó, le di un beso en los labios y pasamos al salón hacer las clases de repaso. Nos sentamos a la mesa y desde un principio quise dejarle las cosas claras: “Mira, sé que te prometí que te dejaría comerme las tetas, pero vamos a poner las cosas claras desde el principio. Lo harás a final de clase, si en algún momento se te ocurre parar para ir al baño a pajearte o tocarme, se acabó todo ni me comerás las tetas, ni mañana te la chuparé y mucho menos te dejaré que me cojas, ¿entendido?” –le dije. “Sí, no tengo problemas. Está más que entendido” –dijo con motivación. “Entonces empecemos la clase” –le dije. Llegados al acuerdo, nos pusimos a repasar las fórmulas que peor se le daban y que le serian vitales para aprobar el examen. Cuando faltaban veinte minutos para acabar la clase y mientras él hacia un ejercicio que le había puesto, yo bajé los tirantes de mi vestido y me saqué las tetas. Él estaba tan concentrado que ni se dio cuenta y una vez que terminó el ejercicio levantó la vista y al verlas se lanzó por ellas. Mientras él estaba a lo suyo, que era no dejar de chupar mis tetas yo me dedicaba a corregir el ejercicio. “¡Detente Dani!” –le dije. “¿Qué pasa? ¿Lo estoy haciendo mal?” –preguntó contrariado. “No es eso, lo haces de maravilla, pero ya es la hora de acabar, mi siguiente alumna está pronta a llegar. “¡Está bien, espero poder cogerte pronto!” –me contestó. “Por cierto, el ejercicio está bien, sigue así y aprobaras sin problema, de lo contrario coger conmigo quedará solo en una fantasía y no en una realidad.” –le dije.
Al día siguiente, se volvió a repetir la rutina de cada día, clase por la mañana y cuando salí fui al supermercado a comprar, llegué, comí y sin volver a darme tiempo a descansar Dani se presentó ante mi puerta. Entró dándome un beso en los labios y pasamos al salón, nos sentamos a la mesa a repasar, en eso estábamos cuando Dani me interrumpió diciéndome: “Natalia, ¿te puedo pedir algo?” –preguntó. “Sí, dime” –contesté. “Verás, si apruebo me dijiste que me dejarías cogerte, ¿verdad?” –dijo con un tono de angustia. “Sí, eso dije, también te dije que si no lo conseguías te olvidarás de llevarlo a la realidad. Por eso te he dado motivación extra para que lo consigas” –le dije. “Pues, me gustaría que ese día estés vestida de forma sensual” –me dijo con algo de vergüenza. “No hay problema, me vestiré como me pidas” –le dije para tranquilizarlo. Seguimos con la clase y cuando llegó la hora de terminar, no tenía más alumnos después le dije a Dani: “Bueno, lo prometido deuda. Siéntate en el sofá y bájate los pantalones”. El chico hizo caso y mientras se dirigía al sofá yo fui a mi habitación a buscar un condón. Empecé a masturbarlo y una vez tuvo la verga tiesa, se lo puse y acto seguido me la metí en la boca. Pasé la lengua por su glande, bajando por el tronco hasta la base, lentamente. Podía ver la cara de placer de Daniel, que se mordía el labio sintiendo el recorrido de mi lengua. Me la tragué completa y lentamente se la chupaba, quería que disfrutara y que a la vez se motivara para aprobar el examen, y así conseguir su anhelado premio. Aumente el ritmo de mi boca, chupándosela más rápido, él gemía y se retorcía mientras engullía su verga completa y la dejaba algunos segundos en mi boca, al sacarla completamente seguía unida a su verga por un delgado hilo de saliva, me calentaba saber que pasaba por su mente, pero en su rostro expresivo se notaba que lo disfrutaba. No tardó más de cinco minutos en acabar, dejando escapar sus tibios chorros de semen que bebí como si se tratara del mejor licor, me embriagué con la profusa eyaculación que casi caigo en la tentación de cogérmelo, pero debía mantenerme firme en el compromiso que habíamos hecho. Lo miré con cara de perversa cuando con mis dedos llevaba un poco de su semen a mi boca para seguir disfrutándolo. “Bueno Dani, eso es todo por hoy. Espero que tengas suerte en tu examen de mañana, si es así puedes ir a mi casa a cobrar tu recompensa” –le dije. Salió de casa feliz y con cara de embobado.
Al día siguiente el chico hizo el examen a primera hora y
al acabar las clases se dirigió al tablón de notas y pudo comprobar que había
aprobado. Cuando me vio por el pasillo fue hacia mi corriendo y me dijo: “¡Natalia
he aprobado!”. Su cara era un deleite para mis ojos, no sé si estaba más
contento por aprobar el examen o porque me cogería esa tarde como se lo había prometido,
sea cual sea el caso, le dije: “Dani me alegro mucho por ti. Recuerda que tu
premio estará esperándote en mi casa”. Sonrió como un niño con juguete nuevo y
añadí: “lo prometido es deuda, tú has cumplido y yo debo cumplir también. Por
cierto me pediste que vistiera de forma especial, ¿cómo quieres verme?”. “Sí, toma quiero que
vistas como la chica de esta foto” –me dijo, entregándome un papel doblado.
Salí del trabajo y por el camino fui ojeando la foto. Era una chica vestida con unas botas mosqueteras de cuero negras que le llegaban por encima las rodillas y no tenía nada más puesto. De camino a casa paré en una zapatería para comprar las botas. Llegué a casa, comí, me duche y me puse las botas. Estaba en eso, cuando llamaron a la puerta, fui abrir y era Dani que al verme se quedó alucinado. “¡Eres una mujer preciosa!” –me dijo tratando de articular palabra, ya que estuvo con la boca abierta al verme tal como me lo había pedido. Entró, al cerrarse la puerta comenzó a besarme como poseído y a recorrer mi cuerpo con su lengua y manos. Mi vagina se humedecía al sentir esas caricias impúdicas que quemaban mi piel. “Desde que me prometiste que podía cogerte si aprobaba, no he dejado ni un minuto en llevar a cabo esto” –me decía mientras sus manos apretaban mis nalgas. Aunque no quería reconocerlo, también esperaba que aprobara para coger con él, se había vuelto “mi proyecto personal” y no solo eso, me calentaba saber que era la musa de sus pajas. La manera salvaje en que tomaba mis tetas y apretaba mis pezones, me hacía alucinar y gemir con un incontenible placer. Una vez estuvo saciado, fuimos a la habitación, se desnudó y le hice tumbarse en mi cama. “Quiero que me cojas como nunca antes has cogido. Hoy tienes examen conmigo” –le dije. Me miró con una sonrisa maliciosa y dijo: “Tú eres la maestra Natalia, tu deber es enseñarme”. Me puse encima de él, le tomé la verga y la dirigí a la entrada de mi vagina, no le puse condón, estaba tan caliente y me moría de ganas por coger que no me importó que pudiera acabar dentro.
Me empecé a mover despacio, su verga se deslizaba de manera deliciosa en mi vagina, estaba tan mojada que no hubo problemas para que se metiera con libertad; quería disfrutar ese riquísimo momento, lo miraba a los ojos y él sonreía perdido tomado de mis caderas. Poco a poco aumenté mis movimientos, lo que me hacía gemir hasta que mis movimientos se desbocaron como un vendaval de lujuria y me empecé a mover rápido, revotaba encima de su verga saboreando el placer que destilaba esa rica cogida que me estaba dando. Me agarraba las tetas y las apretaba. “¡Mírame y disfruta!” –le decía sin detenerme y sin dejar de gemir. Estaba enloquecida montando esa verga, Dani también gemía y apretaba mis muslos. El orgasmo no tardó en llegar, sentía que el corazón me salía del pecho, las sensaciones que experimentaba me llevaban al cielo y me hacían descender al infierno de golpe, los gemidos se transformaron en alaridos y mi cuerpo era envuelto por esa deliciosa lujuria que me hacía perder la cabeza. Estuvimos una hora cogiendo de aquella manera hasta que Dani acabó, yo perdí la cuenta de mis orgasmos, gocé de manera salvaje. Admiraba la resistencia de mi juvenil amante, me tenía totalmente sin fuerza, mi vagina estaba llena de semen que se mezclaba con mis fluidos, fue sin duda una de las mejores cogidas que he tenido.
Después del frenesí del sexo, estábamos los dos tumbados
en la cama descansando del esfuerzo realizado cuando me preguntó: “Natalia, ¿te
puedo pedir una cosa más?”. “¡Claro, dime!” –le respondí. “¿Me dejarías cogerte
por el culo?” –preguntó. Después de pensármelo unos segundos, me incorporé poniéndome
a cuatro y le dije: “Adelante, te lo has ganado, te has esforzado mucho. ¡Dame
tu verga por el culo!” –le respondí. Tenía ganas de seguir cogiendo y mi ano
necesitaba su porción de verga. Él se puso detrás de mí y sin ninguna
delicadeza empezó a embestirme como un toro. Me dolía el culo por la violencia
de sus embestidas, pero también estaba disfrutando de su joven verga que
entraba y salía de mi ano y me hacía enloquecer. “¡Oh, mierda! ¡Me vas a partir
el culo!” –le decía pero él seguía embelesado en su faena. Sus testículos chocaban
en mi vulva enloqueciéndome más, le pedía que no se detuviera, que siguiera
devastando mi culo y que se saciara. ¡Dame, así! ¡Soy tu premio! ¡Soy la puta
que hace que te pajees pensando en ella!” –le decía. Mis palabras eran un estímulo
para su lujuria, seguía metiéndomela con la misma fuerza, hasta que sentí su
semen salir de su riquísima verga, inundando mis entrañas.
Demoró una hora en eyacular, provocando en mí varios orgasmos que me llevaron al colapso, sin dudas, Dani sabía perfectamente lo que hacía y en ese momento era hacerme disfrutar como lo haría la más puta de las mujeres. Cuando sacó su verga caí desplomada, las piernas me temblaban y mi culo palpitaba como nunca antes. Nos besamos como dos apasionados amantes y antes de irse, hice que se tumbara en la cama, metí su verga en mi boca y se la chupé como loca, quería tener el sabor de su semen una vez, embriagarme con su espesor y viscosidad, no me detuve para conseguir mi premio por ser una buena puta y una excelente profesora. Cuando su semen inundó mi boca fue el broche de oro para esa idílica velada. “Eres increíble Natalia” –me dijo. Sonreí con malicia y le dije: “Ahora sin la carga de los exámenes y que ya dejaste de ser mi alumno, puedes venir cuando quieras, te estaré esperando ansiosa” –le dije. Le di un beso apasionado, él se vistió y se marchó a casa: Me quedé tumbada en la cama, bañada de su semen en todos mis agujeros, con el culo adolorido y pensando en aplicar mi motivación de enseñanza para otros alumnos.
Pasiones Prohibidas ®
Que exquisita motivación para los alumnos y que delicioso premio que le dieron al chico estaba rico como siempre exquisito relato Caballero
ResponderBorrarWaooo
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