sábado, 15 de marzo de 2025

95. Buscando una nueva secretaría


Todos tenemos una mujer en nuestra vida que rompió nuestro corazón. En mi caso fue mi primera novia oficial, a pesar de mi corta edad tenía varias experiencias sexuales a cuestas. Técnicamente fui abusado por mujeres de mi familia, no lo vivo de esa forma, pero es un tema aparte. De esta chica en cuestión me enamoré perdidamente. Lloré por ella cuando me dejó, casi abandono la Facultad por rogar su amor. ¡Qué estúpida forma de perder el tiempo!

Les doy el contexto de la actualidad para que entiendan. Soy el menor de 3 hermanos, entre otras cosas, ejerzo la abogacía, estoy próximo a los 40 y hace varios años, vivo en una ciudad en el Norte de Chile, si bien es grande “nos conocemos todos”, manejo la administración de los negocios familiares, nos fue muy bien los últimos años y para tener notoriedad, ya que quiero ser político más adelante, hacemos constantes donaciones, todas televisadas, así que podría decirse que en la zona “todos saben quien soy”, incluso esta ex, que las pocas veces que nos cruzamos siempre me esquiva, hasta baja la mirada, supongo que lamentando ser una hija de puta con quien la quiso. Respecto a mi ex fue mi primer amor, si bien ya tenia un historial sexual, con ella fue la primera vez que hice el amor. Dos años dediqué a esa relación, fui buen novio, regalos salidas, todo para ella. Un buen día me dejó y a los días de eso andaba con otro. Sufrí como perro por ella. En fin, el tiempo hizo lo suyo y seguí con mi vida. Yo un empresario exitoso, soltero y disfrutando, ella una vida muy limitada en lo económico y un marido con poca clase.

Mi secretario personal se mudó y necesitaba cubrir la vacante. Trabajo con hombres porque me conozco, tener una secretaria seria una tentación constante y soy muy objetivo con lo laboral, pero para no ser tildados de machista recibimos los CV de mujeres también. Al llegar a la oficina tenia una pila en mi escritorio, empecé a descartar los que menos me parecían para solo centrarme en pocos y ahí vi su foto. ¿Era ella? Fue lo primero que pensé, miré los datos personales y el apellido no era el de mi ex, pero el parecido era casi idéntico. La busqué por redes sociales y confirme mi sospecha, era hija de mi ex, Sabrina, de 19 años. Sin pensar descarté todos los CV dejando solo el de ella. Pedí que la llamaran para una entrevista, a los 40 minutos estaban anunciando su llegada. Hice que pasara a mi oficina. Vestía formal, típico de secretaria ejecutiva, sus zapatos de tacón dejaban ver las uñas perfectas y brillantes de sus delicados pies, unas piernas perfectas, en su juvenil pecho destacaban esos dos ricas tetas bien paradas que se dejaban ver por un disimulado pero provocativo escote. Traía el pelo suelto y mojado, eso me fascina y siempre se lo pedía a su madre en la intimidad, me pregunté si ella le dio ese consejo antes de venir. Su parecido era asombroso.

“Buenos días señor Ferrada, gracias por recibirme” –me dijo. “Buenos días, Paz, por favor toma asiento” –le dije. Salí de mi trance para volver a ser ese abogado y empresario implacable. Tomó asiento y cruzó sus piernas, sentí su perfume, era el mismo que le regalaba a su madre. “¡Carajo! ¿Qué es esto?” –me dije a mi mismo, me esforcé en no dejar que se notarán mis deseos. Acomodó su cabello detrás de su oreja y me miró a los ojos con su boca entre abierta. Verla así traía miles de recuerdos de la que fue la mujer de mi vida. “¿Quieres tomar algo?” –le pregunté. “¿Usted va a tomar? Si no, no, gracias” –me respondió. Levanté el teléfono y le dije a quién contestó: “Traigan dos café”. “Bien, voy a ir al grano, no tengo tiempo que perder. Lo único que me preocupa o no me termina de cerrar respecto a ti es tu edad, para que ocupes el puesto necesito una persona dispuesta, mi sectario anterior tenia disponibilidad para viajar y ayudarme en mis actividades. ¿Qué opinas? ¿Podrías hacerlo?” –le dije. “Para mi es una gran oportunidad, si usted me permite no lo voy a defraudar. Por mi edad no se preocupe, puedo hacer lo que cualquier mujer haría y tal vez mucho mejor” –me respondió. Dejó ver una sonrisa y una mirada picara, no sabía si era realmente lo que pensaba o mi calentura nubló mi juicio. ¿Se me esta insinuando? Quería cogérmela ahí mismo, por suerte interrumpen mi locura trayendo los café. “Bien, haremos una prueba y si resulta formalizamos la contratación. Estoy saliendo al campo en unas horas y me gustaría que me acompañaras para que vayas tomando el ritmo y conociendo las instalaciones. Si te parece salimos al mediodía después de almorzar.

Si todo va bien mañana estaremos aquí de nuevo. En recepción te explican toda la parte económica” –le dije. “¡Qué alegría! No le voy a fallar señor Ferrada, ¡muchas gracias!” –me dijo con emoción. Aún no es definitivo, pasaremos mucho tiempo juntos, ambos debemos tener esa “química”, veamos que resulta. Te podes retirar. ¡Gracias!” –le dije tratando de mantener un tono calmado.

Me costaba ser indiferente a mi calentura, parecía clonada ¿Acaso a mi ex se la cogió el padre” –pensaba. Sonrió y se retiró, al darme la espalda fije mis ojos en ese culo, era igual al de mi joven novia, ella miró sobre su hombro y me descubrió, sin darme tiempo a apenarme giñó un ojo y salió. Ordené que le adelantaran una buena cantidad de dinero y se fue. Mis testículos pedían que por favor los vaciara, fui al baño y me hice una violenta paja pensando en esa joven putita, me imaginaba haciendo con ella lo que hice con su madre, vengando cada gota de lagrima por gotas de semen en su hija. Al llegar el mediodía se presentó con ropa más cómoda pero igual de provocativa. Subimos a mi camioneta y le dije si podía ponerse el cinturón de seguridad. “Yo puedo hacer todo lo que usted me pida” –me dijo en tono sensual. “Es muy peligroso ofrecerme eso” –le dije con una sonrisa. “¿A quién no le gusta algo de peligro?” –me dijo mientras cruzaba el cinturón, sus tetas quedaron aprisionadas, sonrió al cumplir mi pedido. Ya estaba confirmado, me estaba coqueteando y yo correspondía. Nunca me permití tener una secretaria mujer por esto pero en esta ocasión, no me importaba.

Pasamos el día trabajando, fue muy profesional y cada que quedamos solo hablamos de temas personales pero sin nombrar a su madre. No tenía novio, había salido con un patán y no quería más inútiles en su vida, que este trabajo le servía y que la paga cambiaba su vida. Después de contarme me preguntó por mí vida. “¿Y su corazón señor Ferrada tiene dueña?”. Le conté de mis decepciones, que actualmente no buscaba nada formal pero que disfruto de los placeres íntimos como cualquiera. Creo que todos deberíamos admitir abiertamente que el sexo nos encanta y disfrutaremos más, pero no. Nadie quiere hablar de eso. Los jóvenes se creen buenos amantes y dejan a sus novias con deseo por no saber hacerlo” –le respondí.  “Ni lo diga, no recuerdo mi último orgasmo” –me dijo. “Deberías arreglar eso” –le sugerí. “¡Quien sabe! En una de esas la suerte me vuelva a sorprender” –me respondió con una sonrisa. No supe que decir y ya mi erección no era disimulable, era hora de dormir estacioné en un hotel de lujo del que era cliente y me atendían muy bien.

Bajamos de la camioneta y en recepción. “Señor Ferrada, que bueno tenerlo otra vez” –me dijo la chica de la recepción. “Siempre es un gusto estar acá. Me podrías dar la suite N° 4 por favor” –le dije. “Ya llevaremos su equipaje” –me respondió ella con una cordial sonrisa. Serian habitaciones separadas por favor” –le dije. “¡Ah, perdón! Pensé… No, lo siento no tengo otra disponible, es la última” –me dijo la recepcionista del hotel. “Bueno, no te preocupes, gracias. Hasta lue…” –alcancé a decir cuando Sabrina me interrumpe con una voz casi de niña: “Si quiere nos quedamos, ya es tarde usted esta cansado y yo también, si no le molesta a usted claro”. Suspiré como aceptando las tentaciones del destino, ambos sabíamos que desde el primer paso dentro de mi oficina íbamos terminar cogiendo, sabía que esto podía traer problemas pero como dije no me importaba nada. Estaba arriesgando mi reputación por una calentura, nadie que me conociera podría imaginar esto, pero, como siempre digo: “Todos somos unos morbosos y perversos”. “Ok, nos quedamos” –le dije a la recepcionista. Tomé la llave, fuimos a la suite. Sabrina volvió a la recepción y pronto me alcanzó. “¿Qué pasó?” –le pregunté. “Nada, le pedí algo a la chica” –me respondió. Entramos, la suite era muy cómoda. Sabrina se sorprendió dio un grito de alegría, se tiró a la cama, parecía una niña. “¡Wow que lindo! ¡Es el hotel más lindo en el que estado!” –dijo. Dio un salto y fue al baño.

Sonreía al verla, parecía una niña jugando. Abrió la ducha, me sorprendí ¿se estará por bañar? La puerta no estaba del todo cerrada y no traían el equipaje, pasaron unos minutos y no pasaba nada con el equipaje. “Señor Ferrada, ¿me pasa una toalla por favor?” –me dijo. “Sí, ya voy” –le dije. Entré mirando para afuera, ella agarró la ducha de mano y me mojó. “Deje de hacerse el que no ve” –me dijo sonriendo. “¿Qué haces? Me voy a tener que bañar contigo si me mojas” –le dije con una carcajada. “Bueno, venga” –me dijo en tono desafiante. “Si entro ahí, de mí no respondo” –le dije.  “¿Me tiene miedo?” –preguntó. Giré y la vi a los ojos, cuerpo perfecto, desnuda, su piel tersa y ese asombroso parecido a su madre, sumado a sus provocaciones de todo el día me hicieron ir sobre ella, tomarla en mis brazos y así mojada como estaba llevarla en mis brazos. La tiré a la cama, su cara de felina me desafiaba a coger, admiré su figura y fui directamente a su entrepierna. Empecé a recorrer su clítoris con mi lengua, ella empujaba mi cabeza contra su conchita gemía de placer. Pude ver como se retorcía al tener su primer orgasmo después de mucho tiempo, sus gemidos intensos eran música a mis oídos, la manera en que me hablaba y me pedía que no me detuviera, eran olas de orgasmos que sacudían su cuerpo y hacían temblar sus piernas. Me separé y me saqué la ropa, ella miraba mi cuerpo, era la clara la diferencia de edad, pero yo no descuido mi figura. Al quedar desnudo miró fijamente mi verga que estaba como piedra, deseosa de meterse en esa juvenil concha. “¡Qué rico me vas a coger!” –me dijo con un deseo de ser cogida. Me acerqué a ella quien abrió sus piernas para entregarse a mi perversión. La besé apasionadamente, nos miramos fijamente agitados. “¿De verdad harás todo lo que te pida?” –le pregunté. Me miró con cara de niña traviesa y me dijo: “¡Pruébame si no me crees?”. La tomé de los hombros y la giré, quedó boca abajo, ella sonrió y me miro por encima de su hombro. “¡Despacito por favor! ¡Hace mucho no estoy con nadie! ¿Sí?” –me dijo. Solo pude asentir con mi cabeza, al estar sobre su vientre era igual a su madre, era volver a tenerla. La puse en cuatro, acomodé mi verga y lentamente se la metí por el culo, fue muy placentero. Disfrutaba clavar mi verga en ese culo, gemía igual que su madre, yo estaba que volaba de placer. “¡Señor Ferrada!” –me dijo. “¿Sí hermosa?” –pregunté. “¿Le puedo preguntar algo?” –me dijo entre gemidos. Asentí, sin dejar de disfrutar su culo exquisito aumentando el ritmo de mis embestidas. “¿Así se cogía a mi mamá?” –me preguntó. Paré mis movimientos y la miré sorprendido, unos segundos de silencio y ambos reímos. “¿Te contó? ¡Wow, esto es una locura! Pero deliciosa locura” –le dije. Saqué la verga de su culo y me acosté a su lado mirando el techo, “Me dijo que no sea como ella y no te pierda; también me dijo cómo hacer para conquistarte y lo rico que cogías” –dijo ella.

Se subió a horcajadas sobre mí y metió mi verga en su culito, era evidente que sabía lo que me gustaba, su madre la había entrenado bien. Yo disfrutaba viendo su cara de placer y como sus tetas bailaban al compás de sus sensuales movimientos. Ella me miraba como disfrutaba de su rico culo y ponía cara de caliente. “¡Lléname de semen! ¡Hazme lo que quieras! ¡Me encanta tu verga!” –decía con delirantes gemidos. “¿Qué más te dijo tu mamá?” –le preguntaba mientras ella seguía rebotando en mi verga. “Estás caliente con ella todavía? No es tan puta como yo” –me respondió. La agarré fuerte del pelo y la traje junto a mí y de una embestida le metí toda la verga en su culo, nuestros rostros quedaron enfrentados, casi tocándose. “Dime, ¿la imaginas a ella mientras me coges?” –me preguntó. En su cara se dibujaba el perverso placer y las ganas de que le respondiera. Pasó su lengua por mi boca, yo no decía nada, su cuerpo juvenil y todo el morbo de la situación me tenían caliente. “Seguro mi mamá no te hacia esto” –me dijo. Se bajó de encima de mí y manteniendo su mirada en mi ojos, me la empezó a chupar mucho mejor de lo que lo hacía su madre. “¡Ay Sabrina, qué lengua que tienes! ¡Qué puta resultaste! ¡Se nota que tu madre te enseñó bien como placerme!” –le decía mientras ella se tragaba mi verga completa. “Esto te va a encantar” –me dijo. Se alejó y puso sus delicados pies en mi verga que estaba empapada de su saliva, se lo pedí una vez a su madre y me dijo que estaba loco. Verla era doblemente satisfactorio. Con una mano apretaba uno de sus pechos y con la otra su clítoris tuvo otro delicioso orgasmo.    Al verla acomodé mi verga sobre su cara y ella sacaba su lengua esperando mi descarga. “¡Dame ese semen, dale, tírame todo tu semen en mi cara” –me decía deseosa. Me masturbaba de forma salvaje para rociarle la cara con mi tibio semen, estaba deseosa por sentirlo escurrir por su cara, yo estaba tan caliente verla cubierta por él que no pasaron ni tres minutos y estaba eyaculando. Chorros de semen salían de mi verga, ella con su lengua lo metía a la boca y lo saboreaba, fue tremenda la eyaculación, ya que mis testículos quedaron vaciados de la calentura que tuve todo el día. Se notaba que lo estaba disfrutando porque su sonrisa maliciosa la delataba.

Verla recoger el semen que corría por su cara y llevarlo a su boca y a sus tetas me volvía loco. “¡Trágatelo todo putita hermosa!” –le dije. Sabrina obediente y caliente no dejó ni un rastro de semen. Sonreía como celebrando un triunfo, nos miramos como asumiendo que esto recién acaba de empezar. Fue a darse una ducha y vino a acostarse sobre mí. Su cabeza sobre mi pecho, yo le acariciaba el cabello, ella miraba en dirección que no dejaba ver su cara, era igual a su madre. “¿Por qué mierda no traen las maletas?” –pregunté. Ella sonrió y respondió: “Les pedí que no las trajeran hasta que avisemos, no quería interrupciones. Nos besamos y me dijo que nunca la hicieron gozar tanto. Cometí mi segundo error, elegí creer en sus palabras. El primer error fue haber tenido esa entrevista.

No me puedo arrepentir de lo que hice, ya que siempre era un perverso placer cogérmela recordando todo lo que hacía con su madre. Se destacaba por ser eficiente en su trabajo y por sobre todo se destacaba por coger como una puta, supongo que mi ex le había dado todos los tips necesarios para tenerme contento.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

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