sábado, 5 de abril de 2025

104. El día que descubrí que mi familia es demasiado perversa

 

Me llamo María Luisa. Soy una chica normal, con un cuerpo que no es de envidiar pero con todo bien puesto, me gusta vestir bien y con prendas que resaltan mi figura, tengo 25 años, una carrera profesional prometedora por delante y una larga cola de chicos deseando convertirse en mi pareja. Sí, si utilizo para describirme los comentarios de los chicos, pues debo ser un bombón, pero lo que quiero contar aquí y lo hago para desahogarme, es la sorpresa que me he llevado al comprobar la hipocresía de una supuesta familia ejemplar. Si, la mía.

Vivo en una de las principales ciudades de Chile, nací en el seno de una familia muy adinerada. Todos ellos afamados abogados dedicados al mundo de las finanzas. Una familia extremadamente conservadora que manda a sus hijas a los mejores colegios de monjas y como es mi caso, a una de las mejores universidades privadas. Por supuesto que, yo siempre he creído a pies juntillas todo lo que se me decía en casa. Al punto de que en el momento que ocurría lo que narro, aún no había perdido la virginidad en el sentido que todos entendemos. Si tenemos en cuenta el uso de juguetes sexuales, entonces sí que la había perdido, pero he de confesar que no con pocos remordimientos de conciencia. Yo acababa de terminar mi carrera y me fui a una prestigiosa de Suiza a realizar un Postgrado, el cual conseguí con honores.

Regresé a mi ciudad para asistir a la boda de mi hermana mayor. Boda con un economista de buena familia también. Se celebraría con todas las de la ley. Conviene aclarar que, aunque toda mi familia se dedique al mundo de las finanzas, cada uno lo hace con su propia empresa. Mi padre tiene su empresa y mi madre la suya, ambas se dedican a casi a lo mismo y se hacen la competencia entre ellas. Cada cual tiene sus clientes y en más de una ocasión los problemas acaban en casa. Mi hermana mayor (yo soy la pequeña de cuatro hermanas) también tiene su empresa, en este caso una asesoría fiscal que trabaja para varios bancos. Las empresas de mis padres trabajan casi siempre para entidades extranjeras, casi todas estadounidenses. En casa siempre han abundado las fiestas con determinados empresarios, viajes al extranjero, etc.

 Cuando llegué a casa desde el aeropuerto me encontré con una de esas recepciones y algunos cambios. Como por ejemplo que la sirvienta de toda la vida se había jubilado y en su lugar habían contratado a nuevo personal, todos muy jóvenes, dos chicos y una chica. Fue la chica la que me recibió y me informó de que mi padre estaba fuera y mi madre se encontraba en la biblioteca en ese momento con unos invitados tratando temas de negocios, también estaba en esa reunión mi hermana mayor. A decir verdad, aquella chica me pareció muy explosiva. Quiero decir que era muy guapa, buena estatura, unos ojos preciosos y el típico vestido de toda la vida de las criadas, pero este era muy corto. Me dirigí a la cocina a beber agua y pude conocer también al otro empleado, digo al otro porque de los dos chicos nuevos, uno fue el que me trajo desde el aeropuerto, que era también muy joven y atractivo.

Después fui a la biblioteca, la puerta estaba un poco entreabierta y me dio el pálpito de que allí pasaba algo. Entonces decidí no entrar y escuchar que estaban hablando por si iba a interrumpir algo. Pude ver a unos diez hombres y dos mujeres además de mi madre y mi hermana. A dos de ellos los conocía desde hacía tiempo y no me caían nada bien, pero en el tiempo que estuve escuchando oí algo de un club al que pertenecía mi hermana y se iba a convertir en socia con plenos derechos y al que iba a ingresar mi madre también. La ceremonia de ingreso se iba a celebrar el sábado siguiente a eso de la una del mediodía. Esto me extrañó muchísimo porque ese día era el de la boda de mi hermana y a las dos empezaba el almuerzo para los invitados en un famoso hotel de la capital.

“Bueno Pilar, ¿estás dispuesta entonces a ingresar en nuestro selecto club y cumplir todas sus normas? –le preguntaban a mi madre al tiempo que ser reían. “¡Claro que sí! ¿Acaso no pertenece mi hija?” –dijo mamá. “Allí te vas a dar cuenta del poder de los de nuestra clase, te iniciarás en nuestros rituales” –le dijo uno de los hombres. “Mi hija no me ha nunca de ningún ritual” –contestó mamá. “Los miembros de nuestro club no hablan de lo que pasa dentro con nadie, nunca. Pilar cuando estés allí verás que todos los hombres llevamos un hábito negro con capucha de modo que no se nos ve. Hay mujeres que tienen derecho a llevar ese hábito también cuando adquieren la condición de miembro de pleno derecho, el resto de mujeres deben de ir vestidas como se les indique para cada ocasión y tienen un tutor. Las de pleno derecho tienen sirvientes y nosotros sirvientas. Tú el sábado entrarás como sirvienta de alguien. Todas las personas de nuestro club deben ser personas casadas, ya te irás enterando a partir del sábado de las normas” –dijo otro hombre mientras tomaba un vaso con whisky.  “No entiendo muy bien todo esto, ¿serían tan amables de aclararme este asunto un poco?” –preguntó mamá. “Sergio, por favor, explícale algún detalle a Pilar. Yo de pensar en lo que tengo que hacer el sábado en la ceremonia me pongo nervioso” –dijo un hombre entre las sombras. “Claro que le pongo algún ejemplo Javier” –contestó el hombre. “Mira Pilar, lo que debes saber de momento es que de lo que allí pase no se cuenta nada a nadie…acabas de decir que tu propia hija no te ha explicado nada, ¿verdad? Te lo vas a pasar muy bien y mi mujer también pertenece al club, pero sin saber que yo estoy allí con mi hábito y mi capucha, ¿te parece suficiente?” –le dijo Sergio. “Veremos el sábado” –respondió mi madre. No entendía muy bien que estaba pasando, así que decidí marcharme y ya vería a mi familia cuando terminara aquello. Me llevé buena parte de la tarde dándole vueltas a la cabeza a todo aquello de los hábitos y las capuchas. Como no llegaba nadie decidí irme a dormir, uno de los chicos llevó mis cosas a mi habitación y la verdad, estaba para comérselo, pero me quité aquello de la cabeza. Esas cosas no eran propias de mí.

Llegó el día de la boda, que estuvo genial, una ceremonia preciosa en la catedral y mientras estaba allí se me ocurrió husmear un poco en el hotel donde se iba a celebrar la boda, sobre todo por el tema que había oído unos días antes sobre esa ceremonia que se iba a celebrar. Aunque estaba convencida de que era un error, ¿cómo iban a celebrar nada el día de la boda? Como conocía al señor que decía que estaba muy nervioso por lo que tenía que hacer en la ceremonia de ese club, decidí dirigirme con mi hermana Teresa a la recepción del hotel para preguntar si don Javier Echeñique tenía reservado alguna dependencia del hotel. Me dijeron que no, pero que si la había reservado hacía un mes mi hermana.

“Señorita le ruego discreción, su hermana nos hizo hincapié en que nadie podía saber lo de la reserva del salón marino, supongo que es una sorpresa” –me dijo la chica de la recepción. “Claro, no se preocupe usted. Indíqueme por favor donde queda ese salón” –le dije. “Es la piscina cubierta de la azotea del hotel señorita, un lugar con unas vistas impresionantes del centro de la ciudad” –respondió ella. Le di las gracias y me fui para ese salón con mi hermana Teresa. “Malú, ¿qué pasa?” –me preguntó Teresa. “Nada Tere, quiero averiguar una cosa nada más” –le respondí. “¿Te importa si te espero en el almuerzo Malú?” –preguntó ella con algo de nerviosismo. “No Tere, no hay problema, después nos vemos” –le dije.

Cuando llegué al salón no había nadie. Era cierto que estaba en la azotea del edificio y que las vistas eran maravillosas, yque había en ese salón una piscina. Me puse a deambular por allí y pude ver que había en los vestuarios tanto de hombres como de mujeres unos pequeños closets dispuestos con unas especies de togas como las de los abogados, pero con capuchas. Cada closet era independiente unos de otros, me acordé de lo que oí. Justo en ese momento entraban personas, me puse nerviosa y lo único que se me ocurrió fue esconderme y ponerme una de esas togas con capucha. No se me veía nada, aquella extraña prenda arrastraba por el suelo. Cuando salí me había dado cuenta que la finalidad de estos es que cada persona tomara su hábito sin que nadie la viera y supiera quien era, salí de allí siguiendo a los demás. Se dirigían todos a la piscina y cuando llegamos allí la luz era muy tenue, se escuchaba música relajante y se podía ver a través de las grandes vidrieras la ciudad. Un señor se dirigió a los demás presentes, sé que era un señor por la voz, por lo demás allí todo el mundo iba con hábito y no se distinguía uno de otro. “¡Escúchenme todos, hoy nos hemos reunido para otorgar la condición de hermana con plenos derechos a nuestra querida Isabel y como aprendiz a su madre Pilar. Y como quiera que hoy por ser el día de la boda de Isabel y es obligatorio estar casado o casada para entrar en nuestro club, no hemos querido perder más tiempo. Nos parecía el mejor día y momento para hacerlo, nosotros somos las grandes familias de esta ciudad!” –dijo. Yo no entendía nada, y lo peor es que no podía irme de allí sin más.

Se apagaron las luces y se encendieron velas muy grandes, todo quedó en penumbra y la música cesó de repente. “¡Qué entren los sirvientes!” –gritó una voz. En ese momento entraron uno diez chicos de unos veinte y cinco años desnudos de cintura para arriba, con el torso embadurnado de algún aceite. ¡Quería morirme! ¿Qué tenía aquello que ver con mi familia? ¿Qué hacía allí mi hermana y mi madre y los invitados de la boda que los habían dejado abajo? “¡Qué entren las sirvientas!” –gritó una voz distinta a la de antes. Entraron unas diez o más chicas. De repente, el mundo se me vino abajo, ¿cómo podía yo estar presenciando semejante barbaridad? Los chicos estaban alienados como en formación en un lado del salón y las chicas se formaron justo enfrente de ellos, a las chicas A ninguno ni ninguna se les veía las caras, llevaban unas especies de caretas como las de los carnavales venecianos, pero, una de las chicas por muy tapada que llevara la cara la conocía de sobra, esa era mi madre. Iba como las demás, desnuda por completo y con zapatos de tacón, del trasero se veía caer como una cola, después supe que era un juguete sexual, un dildo anal con una cola como la de un caballo. Sí, mi madre estaba completamente desnuda y un dildo en el culo delante de muchas personas más. “¡Sirvan!” –gritó una voz de hombre. Todas las personas que habían sido presentadas como sirvientes empezaron a servir copas de champagne, mientras las servían observaba como miraban a los chicos y chicas y no precisamente a la cara, pude comprobar como alguna mano rozaba las tetas de mi madre o su culo, pude oír comentarios sobre su entrepierna totalmente depilada y vi con dolor como mi madre sonreía y se dejaba manosear.

Podía intuir quienes eran hombres o mujeres de entre los encapuchados por sus estaturas y porque me fijé en las manos cuando se extendían para acariciar a algún sirviente. Iba a volverme loca, no sabía qué hacer cuando una persona encapuchada se me acercó y me dijo si no eran de mi agrado ninguno de aquellos sirvientes. “¿Quizás prefieras una sirvienta?” –me dijo. Tomó mi mano derecha para ponerla en el pecho musculoso de un chico para luego llevarla a una de esas colas de caballo, me hizo agarrar aquella cola mientras me daba indicaciones de cómo moverla hacia delante y hacia detrás. De repente, como si volviera al mundo real comprobé que estaba metiendo y sacando un dildo. ¡Ese dildo estaba en el culo de mi propia madre! Yo estaba temblando. Alguien dio unas palmadas y gritó: “¡Silencio!”. “¡Vamos a proceder a la ceremonia de nuestra hermana Isabel! ¡Nunca más se volverá a pronunciar su nombre en una de nuestras asambleas! Prepararlo todo para que se disponga nuestro hermano mayor” –dijo aquel hombre.

En ese momento vi con lágrimas en los ojos como mi madre traía a mi hermana Isabel tomada de la mano y una venda en los ojos al centro de un círculo que hicimos todos. Ella traía su vestido de boda y mi madre la ayudó a ponerse de espaldas al supuesto hermano mayor, después pusieron un sofá de dos cuerpos delante de mi hermana y ordenaron a mi madre que se alejara hacia un lugar hasta que su presencia fuese reclamada. De entre el círculo de personas con hábito y capucha se adelantaron dos personas que entreabrieron sus ropajes ante el hermano mayor, mostrando su desnudez. Entonces caí en la cuenta que todas aquellas personas no llevaban nada debajo de aquellos hábitos, solo yo iba vestida. Por su desnudez comprobé que eran mujeres y embarazadas, se agacharon y metieron sus cabezas en la entrepierna del hermano mayor que empezó a gemir. Avisaron a mi madre que se acercó a mi hermana, la hizo inclinarse hasta apoyar sus manos en el respaldo de sofá y después le levantó su vestido de boda hasta la cintura, no había ropa interior, solo unas medias blancas, después volvió a retirarse. Las dos mujeres se levantaron y quedó al aire una verga masculino enorme o eso me parecía a mí, yo no estaba en aquel entonces muy acostumbrada a ver vergas. Aquel hombre en un tono elevado dijo: “¡Hermana Isabel, ¿prometes solemnemente no mantener relaciones con quien ya es tu marido hasta quedar embarazada?”. “Prometo solemnemente obedecer fielmente las normas de esta institución” –respondió ella. En ese momento vi como aquel hombre puso sus manos sobre las caderas de mi hermana y metió entre sus piernas aquella verga que movía dentro de ella con lentitud, como disfrutando del momento, sin prisas. Tanto aquel hombre como mi hermana gemían como locos.

Mientras, vi salir más vergas de aquellos hábitos y vi manos femeninas tocándolas y al mismo tiempo esas manos femeninas tocaban a los sirvientes y a las sirvientas. Aquellas vergas entraban y salían en hábitos ajenos y también tocaban a los de su mismo sexo, vi como llamaban a mi madre y a otras chicas, les ordenaban que untaran sus vergas con miel para luego darlos a saborear y en esa locura de pronto sonó un gemido tremendo. Todos miraron y reían, el llamado hermano mayor había eyaculado dentro de la vagina hermana, la mantenía dentro y pudimos ver todos como resbalaban de entre las piernas de mi hermana chorros de semen de aquel hombre, semen en gran cantidad.

Una voz dijo: “¡Ya eres miembro de pleno derecho de nuestra hermandad! Escoge de entre estos chicos a un sirviente particular para ti y disfrútalo. Los ojos de mi hermana se clavaron en el joven que había tocado yo y en medio de aquel círculo, se puso en cuatro y le ofreció a ese joven su culo. “¡Ábrelo con tu verga!” –le dijo. Primera vez que oía decir algo así a mi hermana, siempre fue una mujer recatada, que cuidaba su lenguaje, al menos era lo que pensaba yo, pero al estar ahí y ver me di cuenta que no era así. El sirviente, se la metió de una, mi hermana dio un grito de placer y él joven empezó a moverse como loco, mientras Isabel pedía que se la metiera con más fuerza. De pronto, miro a un lado y me di cuenta que muchos de los encapuchados estaban cogiéndose a las sirvientas y las mujeres estaban con los sirvientes. No sabía qué hacer, salir huyendo o quedarme mirando, debo reconocer que entre más miraba más morbo tenía, sobre todo al ver como mi hermana recibía la verga de ese joven que se la cogía como si no hubiera un mañana. Ya la lujuria reinaba en el ambiente, miré buscando a mi madre, ella estaba feliz siendo por cogida por dos de los encapuchados y con una tercera verga en la boca, eso me hizo mojarme, no sabía que mamá tenía guardada esa parte detrás de ese traje de abogada y ejecutiva que la hacían verse imponente ante la vista de la gente, pero que sin duda estaba siendo devorada por aquellos hombres que parecían lobos hambrientos.

En ese juego candente mi vagina se empezó a mojar, mi respiración se agitó y tuve que salir, pero corriendo e intentar olvidar todo, sino a quitarme la ropa y a quedarme cubierta solo con la túnica, no había nada más debajo, solo mi calentura y el morbo de lo que estaba presenciando. Era tal mi calentura que tuve que levantar la túnica y empezar a masturbarme, en eso una de las sirvientas me vio y se acercó a atenderme, se puso debajo y empezó a recorrer mi entrepierna con su lengua, en ese momento mi corazón se aceleró y gemí, la manera caliente en que la chica pasaba la lengua por mi clítoris era alucinante, me estremecía, me volvía loca, ella sabía que yo lo disfrutaba y no se detenía a pesar de que mi vagina dejaba escapar tibios fluidos que su boca no podía contener y le corrían de la boca a su exuberante pecho. Miraba a mi hermana que estaba montaba sobre el sirviente aún con su verga metida en el culo, mientras mi madre recibía el semen en la boca de los tres hombres que la usaron a la vez, sin duda era algo sumamente perverso. En eso mi hermana dio un fuerte gemido, miré y el joven le había sacado la verga del culo y se estaba vaciando fuera de la vagina de mi hermana, dejando que el semen escurriera por completo, se veía adorable, tenía los ojos en blanco, la boca abierta respirando agitado y una cara de caliente que no podía negarla si la hubiera encarado. Isabel, le hizo una seña a mi madre, que como buena sirvienta acudió a atenderla. “¡Quiero que la limpies con la boca!” –le dijo. Mamá, al instante obedeció y se puso de rodillas frente a ella. Su lengua recorrió cada espacio de la vagina de Isabel que gemía con todas sus fuerzas y se retorcía, era una escena que ni en mis más sucios sueños eróticos había visto, eso me calentaba y le decía a la chica que me siguiera lamiendo como una perra caliente, ella sabía hacer deliciosamente su trabajo y me regalaba placer, ese que había reprimido por ser una estúpida mojigata inocente. Ya casi sin poder contenerme, me entregué a lo que fue mi primer orgasmo, que me hizo temblar con lujuria y derramar los fluidos en la boca de aquella joven sirvienta que los bebió hasta cuando más pudo.

Luego de un rato mi hermana cayó en el orgasmo incestuoso que le provocó la lengua de nuestra madre. Al terminar ambas se besaron con pasión. Ya era hora de volver al almuerzo preparado para los recién casados. Esperé a que todos salieran para ir a arreglarme yo y volver a esa farsa que se estaba celebrando en otro de los espaciosos salones del hotel. Cuando volví me senté al lado de Teresa, al verme me pregunta: “¿Pudiste averiguar lo que quería María Luisa?”. “Sí Teresa, y mucho más también” –le respondí. Todo era algarabía en la celebración, yo miraba a mí alrededor y la cara de Isabel junto con mi madre era de risa y felicidad.

Terminada la celebración, Teresa, mis padres y yo nos fuimos a casa. No podía quitarme de la cabeza aquella escena lésbica e incestuosa, mi vagina se volvía a humedecer de solo recordar a mi madre limpiando la vagina de Isabel con su lengua, mientras se tragaba el semen de aquel joven sirviente. No hice más que tirarme en la cama y empezar a masturbarme, mordía una almohada para contener mis gemidos, no sabía que me pasaba, estaba tan caliente que deseaba sentir la candente lengua de mamá hurgando en mi vagina, al punto de tener un perverso orgasmo guiado por mis pensamientos morbosos. Ya era de noche y mi calentura seguía, era como una obsesión saber qué hacía mi madre. Con la tenue luz que entraba de la calle y medio alumbraba el pasillo, me levanté entre penumbras y caminé hasta la habitación de mis padres, la puerta estaba entreabierta y pude ver a mi madre rebotando sobre la verga de mi papá y gimiendo como pervertida, le contaba lo mucho que le había gustado como se la habían cogido en la ceremonia y lo mucho que la había calentado limpiar la vagina de Isabel. Mi mente sitió el impacto y me pregunté: “¿Papá también sabe de esto?”. Me sentía caliente viendo y oyendo lo que mi madre relataba, me subí el camisón y me empecé a tocar, disfrutaba tanto como mamá de aquella cogida pero yo lo hacía con mis dedos.

De repente, en un descuido, mi presencia se hizo presente; los dos quedaron por unos segundos petrificados al verme, nunca pensaron que su recatada hija los iba a estar observando. Mamá me hizo una seña, dudé por unos instantes, pero ante su insistencia accedí y entré a la habitación, ella me miró como sabiendo mi deseo y me quitó el camisón quedando desnuda ante los ojos de mis progenitores. “Al parecer hoy has visto demasiado María Luisa” –dijo mi papá. Yo me quedé en blanco, no sabía que responder. “Solo puedo decirte que aquello que has visto no puedes ni debes comentarlo con nadie, pero hoy será más que una iniciación para ti” –me volvió a decir. Entregada por completo a la calentura, moví mi cabeza asintiendo. Entonces, mamá me acostó en la cama y empezó a hacer aquello que fantaseaba. Su lengua me invadía con sensualidad, con lujuria y con ese delicioso morbo incestuoso que me tenía caliente.

Con la lujuria encendida, me dejé llevar por aquellas riquísimas sensaciones que mi cuerpo experimentaba, gemía y le decía que siguiera, mamá era toda una experta con su lengua y me hacía delirar. En eso mi padre se acomoda a mi lado y pone su verga cerca de mis labios, de manera instintiva mi boca se abrió y se la empecé a chupar. Había estado caliente en algunas ocasiones, pero esa noche hasta mi sangre hervía. No sé como pero le comía la verga a mi padre como poseía, ya que mi madre se encargaba de calentarme con su exquisita lengua. respiraba agitada sin sacar la verga de papi de mi boca, estaba lista para acabar, mamá me tenía en las nubes. Entonces, sucedió, el placer se apoderó de mi cuerpo con una fuerza tan increíble que me retorcía en la cama, saqué la verga de mi papi de mi boca y comencé a gemir como nunca lo había hecho. Las piernas me temblaban, sentía como mis fluidos salían a raudales de mi vagina, mamá estaba loca bebiéndolos, esa noche descubrí lo pervertida que era y todas las aprensiones que tenía con el sexo desaparecieron.

Luego de estar perdida en el placer por varios minutos, mi papá se acuesta en la cama y mamá me dice que me suba encima de él, la calentura me llevó a obedecer y me subí encima a horcajadas, su verga se metió sin problemas en mi vagina y empecé a moverme lentamente, mamá me chupaba las tetas mientras estaba con la concha en la cara de papi, disfrutando de su lengua. Con mi madre nos besábamos de manera frenética mientras yo rebotaba en la verga de papi, me sentía tan caliente, tan puta que no podía contener mis ganas de gemir, era tan excitante sentir como su verga entraba y salía de mi concha que entendía a mi madre y a Isabel de ese gusto pervertido por el sexo y sin duda yo sentía lo mismo. Mi vagina palpitaba, sentía como la verga de mi papá se hinchaba en mi interior, mientras mamá me mordía los pezones con lujuria. Me encontraba al borde del abismo del placer una vez más, esta vez ya no me sentía en las nubes, sino en tormentoso infierno lujurioso de placer. Cada vez me movia más rápido y esa exquisita sensación me hacía enloquecer, casi sin aguantarme ya estaba abrazada al orgasmo, delirando, gimiendo y sudando, extasiada por aquella verga que me volvía loca y me daba el más pervertido de los placeres. Luego sentí la verga de mi padre explotar en mi conchita, eso me encantó, tener el semen de papi dentro y quedarme exhausta recostada en su pecho, mientras seguía botando semen.

Esa noche fue la mejor noche de mi vida, ser cogida por mis padres, disfrutar de su perversión y saber que no solo sería esa noche en que los tendría para saciar mi lujuria. esa “iniciación” fue mucho mejor que la tuvieron Isabel como miembro con todos los derechos y mi madre como aprendiz.

 

Pasiones Prohibidas ®

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