lunes, 30 de septiembre de 2024

21. Mi familia se fue de fiesta y yo me quedé sola en casa

 

Mi nombre es Jenny, actualmente tengo 24 años, yo me considero una mujer seria, la verdad no soy de salir a fiestas o cosas así, más bien soy callada y suelo quedarme en casa a estudiar, hacer tareas de la universidad, en cuanto al cuerpo que tengo soy delgada  y aproximadamente  mido 1,57 de estatura. Sí, lo sé. ¡Soy chiquitita!  Pelo largo, color castaño. Tetas  tengo pocas, aunque debo decir que lo que me faltó de tetas lo tengo de culo, incluso no tengo nada que envidiarle a mis compañeras del salón, Actualmente vivo con mi madre, padre y 1 hermano que es más chico que yo (10 años) y un perro labrador que tenemos de mascota el cual se llama Alay.

Desde los 12 años empecé a masturbarme y a partir de ahí casi todo los días lo hacía, buscaba un tiempo para hacerlo a escondidas dentro de mi casa. Obvio, en ese entonces estaba chica pero  mi vagina  me pedía a gritos una  verga  que pudiera cogerme y me dejara llena de semen. Pasó un tiempo y tuve un novio en la secundaria pero mi padre  lo espantó a los pocos días, ya que el es muy celoso y fue la razón por la que terminamos. Así que al no dejarme tener novio no había más que masturbarme en mi cuarto o en el baño viendo porno. Veía a  esas mujeres afortunadas montando esas vergas tan grandes y gruesas, deseaba con todas mis ganas de ser yo y que me destrozaran. Debo decir que siempre aprovechaba que la casa estaba sola para tocarme en mi cuarto, parecía poseída de tanto meterme los dedos, incluso el sonido de mi vagina mojada penetrada por mis dedos era exquisito.

Pasaron los años, ya mayor de edad me han cogido varias veces, incluso hasta más pervertida me he puesto porque he hecho varios gangbang en los que he quedado con la concha y el culo rebosando de semen. Mis padres todavía piensan que soy una blanca paloma pero ni si quiera saben que he manchado mi plumaje con semen en varias ocasiones. Incluso en mi calentura varias veces me he parado en la puerta del cuarto de mis padres para escucharlos coger y masturbarme hasta el cansancio oyéndolos, es un placer culpable hacerlo, aún más que culpa es el placer que produce el morbo de ser descubierta. 

Mi papá es un hombre gruñón, criado a la antigua, mi madre le sigue los pasos, por lo que es difícil a veces conseguir la oportunidad de salir. Aunque mi papá casi no está en casa, ya que él es empleado de una tienda de abarrotes y está todo el día allá, en el caso de mi mamá pues ella es ama de casa y es muy sobre protectora, más con mi hermano que esta chico por lo que ella lo acompaña a la escuela en la tarde.

Mi afición por la paja y el porno es total, ya que es la única forma que tengo para desahogarme cuando me caliento. Entre tantas masturbadas, recuerdo que una vez me llamó la atención una imagen (publicidad) de las que aparecen en las páginas porno, pero esta era diferente. Aparecía una señora en 4 y un perro le estaba dando duro, la verdad al principio se me hacia asqueroso, pero luego no se que me paso que me empecé a calentar y en ese momento se me vino a mi mente: “¿Qué diablos te esta pasando Jenny? No debo de excitarme con estas cosas”.  Pero debo de admitir que no pude contenerme y, es que el ver como la verga de ese perro entraba y salía de ese culo, tan grande me calentaba mucho. Obvio,  era algo nuevo para mí. Además, ya sabía que si una mujer tenía relaciones sexuales con un animal este no la podía embarazar por el ADN que no es compatible, pero sin embargo corría el riesgo de enfermarse. Todo esto lo supe porque siempre me ha llamado mucho la atención el tema de la reproducción humana. Después de unos segundo quedándome pasmada con ese anuncio publicitario, decidí dejar el celular y centrarme en cosas productivas, pero, sin embargo, en mi mente se me venía una y otra vez esa imagen, incluso el solo pensarlo hacia que se me subiera mi calentura al full. Sabía que estaba mal pero mi mente decía: “¿Si buscamos un video de esos? Igual no pasa nada”.

Estuve varios días luchando con el morbo de volver a ver un video de esos, de solo pensarlo me ponía caliente, entendía que era parte del experimentar y como no podía hacerlo por no estar sola en casa lo hacía más intenso y lujurioso. Al fin caí en la tentación y busqué un video de mujeres teniendo sexo con perros, sabía que al estar sola en casa ya no habría vuelta atrás y es que tenía que ser rápida ya que mi madre solamente duraba unos minutos en ir y venir de dejar a mi   hermano a la escuela. Vi un video  el cual me excitó mucho. Se trataba de una zorra que se llevaba a un perro de día de campo y el perro se la follaba en cuatro al aire libre. Se me hacía agua la boca al ver al perro darle duro y sin parar a esa mujer culona y más porque después de unos minutos ellos habían quedado pegados culo con culo. ¡Qué delicia, sin duda una obra de arte!

Así estuve varios meses hasta que un día se me vino un pensamiento muy loco: “¿Si intento que el perro de mi hermano me monte? Total lo haré con mis bragas puesta nada puede pasar”. ¡Sé que fue algo loco! Pero créanme que una parte de mi tenia esas ganas de experimentar algo diferente algo distinto a la masturbación, sabía que si quería hacerlo tenía que buscar la manera de que mi mamá no estuviera en casa por unos minutos y nada que mejor que aprovechar cuando ella se iba a dejar a mi hermano a la escuela, obviamente, no quería quedar pegada con Alay porque mi madre se daría cuenta, así que lo más conveniente era que el perro me montara por unos minutos con las bragas puestas mientras ella dejaba a mi hermano. Llegó el día en el que estaba decidida hacerlo, estaba en la universidad, la verdad no podía concentrarme, el simple hecho de sentir la verga de Alay rozando en mis bragas me ponía demasiado caliente. Sabía que al salir de clases tenía que apurarme a llegar a casa, ya que debía aprovechar todos los minutos a solas con Alay. Al llegar mi madre ya se estaba lista para salir con mi hermano e incluso ya había hecho comida, ella me dijo: “Jenny, en unos minutos vuelvo, voy a dejar a tu hermano a la escuela”. Yo sabía que en ese momento que ella saliera tendría que meter Alay a mi cuarto lo más rápido posible, con eso no iba a tener ningún problema ya que Alay es muy obediente y dócil. Después de unos momento mi madre se fue y a partir de ahí comenzó mis ganas, mis locuras por ser puesta en cuatro por la mascota de mi hermano. Rápidamente me fijé por la ventana para ver cómo se iba mi madre y cerré las cortinas para que nadie viera lo que estaba por suceder.  “¡Alay,  ven muchachito!” –le dije con la calentura derritiéndome la sangre. Alay al ser un perro dócil y bien cuidado se le permitía estar dentro de casa, así que no batallé para meterlo en mi cuarto, después rápidamente me quité la falda que tenía puesta quedándome solo en bragas y  de ahí me dirigí a Alay. Empecé a acariciarlo y hacer que el oliera mis intenciones, incluso le daba masajes por todo el cuerpo, así estuvimos por unos minutos, de ahí me puse en cuatro, en ese momento veía que Alay empezaba a mover la cola y se ponía más alegre de lo normal, parecía que ya había adivinado lo que yo quería. “¡Ven muchachito, móntame quiero sentir tu verga! ¡Aquí está tu perrita!” –le dije. Alay parecía dispuesto a montarme, después de unos minutos por fin se animó y me abrazo poniendo sus patas sobre mis caderas. ¡No lo podía creer, me tenía en cuatro! Empecé a sentir una adrenalina tan grande cuando Alay me daba piquetes queriendo meter su verga en mi concha, obvio no podía porque tenía puestas las bragas, pero el simple hecho de sentir su verga  rozando por mi vagina me ponía más caliente. Incluso me daban ganas de quitarme la ropa interior y dejar que Alay me diera duro, sin importar que mi madre llegara y me viera pegada con ese macho. Después de un rato de sentir como Alay me daba sin parar, me fijé en mi celular y vi que ya habían pasado 20 minutos.  Rápidamente hice que Alay se me bajara aunque él no quería y ni yo tampoco, pero sabía que si duraba más mi madre llegaría y me vería.

Pasaron los días y solamente pensaba en lo que hice con Alay, no era arrepentimiento si no que eran unas ganas inmensas de quedarme pegada a él, pero sabía  que no se podría porque mi madre casi todo el tiempo estaba en casa, solamente me conformaba viéndoles el bulto a los chicos de mi escuela, llegaba a casa y me masturba pensado en como me vería con Alay dándome por el culo. Aunque me gustaban los orgasmos que tenía cuando me pajeaba, ya no me sentía tan satisfecha, quería algo más y era la verga de mi perrito. Deseaba que me cogiera y me calentaba demasiado imaginarlo. Si quería hacer eso con Alay debía que tener la casa sola por horas pero no había forma, hasta que me acordé que hace unos meses atrás nos habían invitado a mí y a mi familia a una fiesta de cumpleaños de una prima, ese momento era perfecto para quedar a solas con Alay. Estuve contando los días una y otra vez, incluso con la afán de controlar mis hormonas aprovechaba cada que mi mamá salía para meter Alay a mi cuarto y más que sea intentar montarme con pantalón o con lo que traía puesto, obvio no se sentía igual, mi deseo era estar desnuda y pegada con mi hombre, con mi macho, sentir su semen en mi vagina.

Después de casi dos meses y medio llegó el día anhelado, dicho día caería el domingo y mis padres me llevarían a esa fiesta, pero yo me las ingeniaría para quedarme en casa con algún pretexto y estar a solas con Alay y hacer lo que tanto quería. Cuando estaba cercano en día pensaba en que mi familia se fuera y por fin darle rinda suelta a mis morbosos pensamientos con Alay. Pasaron las horas y todos se andaban alistado para ir a la fiesta de cumpleaños. “Hija, ¿por qué no te has arreglado? La fiesta será en unas horas” –dice mi madre.  “No creo que vaya mamá, la verdad tengo mucho trabajo y mañana tengo examen” –le respondí. “Hija vamos un rato, nos regresamos antes de las doce” –insiste mi madre. Yo sabía que ellos no eran de un rato de fiesta y si yo les decía que si ya no habría otra oportunidad, así que insistí y les dije que no iría. “Mujer que se quede mejor a estudiar, es lo mejor. Sabes que le va bien en la universidad debido al empeño que le pone estudiando” –le dice mi papá. “Bueno está bien, pero con la condición de que si estudie y no se ponga a ver el celular, porque pasa metida en ese aparato viendo quien sabe qué cosa” –dice mi madre. La verdad no me lo podía creer que al fin esto iba a pasar, así que después de unas horas, alrededor de las cuatro de la tarde pasaron unos amigos por mis padres y mi hermano. Podía ver cómo se iba alejando cada vez más el auto, mientras más lejos lo veía, más me empezaban a temblar las piernas, era una exquisita mezcla de excitación y nervios, para asegurarme de que no regresarían quise esperarme unos 30 minutos. Se me hicieron tan largos, pero esto con el fin de que no me descubrieran con el perro de mi hermano Alay.

El perro siempre se encontraba en la sala, fui a buscarlo mojada, caliente y nerviosa por lo que iba a hacer y le dije: “¡”Por fin solos! ¿Dónde está mi macho? ¡Aquí está tu perrita para que la cojas y la dejes llena de semen!”. Él ya sabía a lo que me refería porque rápido empezó a mover la cola y a oler entre mis piernas, así que decidí llevármelo a mí cuarto, cerré la puerta y me quite todo lo que traía, blusa, bragas, Estaba desnuda ante él, mi respiración era jadeante, con ansiedad y excitación, sabía que tenía mucho para pasarla delicioso con Alay porque mis padre no volverían  hasta que la fiesta acabara, porque son de quedarse hasta que se vienen todos. Alay parecía vuelto loco, todavía ni me ponía en cuatro y ya quería darme duro, es que todavía no estaba lista, buscaba una colcha para ponerla en el piso de mi cuarto y así no lastimarme mis rodillas, después de eso empecé acariciar a mi macho, incluso le masturbarlo, en cada movimiento de mi mano parecía que su verga crecía mucho más. No me pude contener y empecé a chupárselo, debo de decir que al principio me dio algo de asquito pero después me dejé llevar y lo disfrutaba como lo loca, la forma en que esa verga roja y brillante entraba y salía de mi boca era alucinante. Estuve como diez minutos chupándole la verga, los chorros de semen no se hicieron esperar, sentir como llenaban mi boca me poni caliente, saborearlos era un deleite y saber que pronto ya me tendría ensartada me tenía ansiosamente caliente. ¡Necesitaba que me la metiera ya! Me puse en 4 rápidamente sentía mi corazón latir con mucha adrenalina y calentura por todo mi cuerpo. “¡Aquí está tu puta Alay! ¡Ven cógeme duro! ¡Monta a esta perra! –le decía. Sin pensarlo dos veces Alay me empezó a montar, la verdad quería que me la metiera, sabía que si lo hacía no había vuelta atrás, estaba desnuda, húmeda, caliente, deseosa. Intentaba montarme pero después de un rato se bajaba y me daba lengüetazos en mi vagina, eso me excitaba más y más, hasta que otra vez me empezó a montar y me clavaba su verga fallando el objetivo, no entraban en mi vagina hambrienta por su verga.

Hasta que de repente, ¡oh, bendito placer! La verga de mi macho se metió en mi vagina, me embestía de manera salvaje, entrando y saliendo una y otra vez. “¡Alay ten cuidado con tu perrita!” –le decía, aunque eso era lo que menos le importaba, se seguía moviéndose manera violenta y perversa. “¡Así papito! ¡Dame duro!” –gritaba, mientras me la metía completa. Sentí un dolor muy grande pero a la vez me gustaba y es que era mi primera relación sexual con un macho de esa calidad. Así estuvimos por unos segundos, el sonido que hacían los testículos de mi perro pegando con mi culo se escuchaban tan rico, parecía que estábamos aplaudiendo. Después de unos segundo sentí una velocidad mucho más rápida por parte de Alay, sabía que era ese momento en el que me iba a quedar pegada con él, podía sentir como esa verga se hinchaba deliciosamente en mi interior, en mi calentura gemí tan fuerte que incluso mordí la colcha para apagar la fuerza de mis gemidos. ¡Era tan excitante! En un abrir y cerrar de ojos Alay se detuvo y vi cómo me había quedado pegada con mi macho, la verdad sentía mucho dolor, pero él simple hecho de pensar que estaba cogiendo con ese macho tranquilamente en casa me ponía caliente, incluso tuve un violento orgasmo. Estuvimos culo con culo por un poco más de media hora. Ahora esa verga deliciosa palpitaba en mi conchita y cada vez que lo hacía sentía como un chorro de semen salía despedido. La verdad no me importaba si mi familia en ese entonces llegaba y me viera cogiendo con Alay, quería que todos se dieran cuenta de que un perro me estaba haciendo suya. No imaginaban lo rico que lo estaba pasando con la mascota de su hermano mientras todos están  en esa puta fiesta. Mientras yo estaba cogiendo con ese macho de cuatro patas que me tenía enganchada a su verga. Después de estar pegados, sentí como lentamente esa verga salía y me dejaba llena la vagina de ese delicioso semen que ya había probado con mi boca. Él por supuesto empezó a lamerse, pero yo no estaba satisfecha, quería más y más de esa verga y es que con la familia fuera de casa debía aprovechar, ya que no se volvería a repetir quien sabe en cuanto tiempo, así que me levanté con las piernas temblorosas y me fui hasta donde estaba mi perrito y ofrecerme como una puta para que coja otra vez. Al cabo  de unos minutos la verga de Alay se fue haciendo más chica y por fin pudo salir de mi vagina con todo y esa bola. Terminé muy adolorida y sin fuerza, tanto así que  estuve un ratos tirada en el piso con tremenda cogida que me había dado, su semen escurría por mis piernas y él contento se lamia su verga tirado en un rincón. Al cabo de un rato y con un poco más de fuerza me levanté y me di un baño para encontrar algo de alivio.

Mis padres llegaron bien tarde esa noche, por lo que nunca se dieron cuenta de lo que su hijita hizo y espero que nunca se den cuenta ¿Se imaginan qué pasaría? Me echarían de la casa o me matarían si se enteraran que zorra es su hija.

 

Una de esas tardes de soledad en casa estaba en la sala, tenía puesto solo un corto vestido y Alay ya sabía bien lo que debía hacer. Metió su hocico entre mis piernas y a lamerme perversamente como lo suele hacer. Enseguida me calenté y subí mi vestido para que la lengua de mi perro me lamiera con libertad y disfrutarlo hasta el orgasmo. Estaba tan caliente que gemía como loca, cerraba mis ojos y me agarraba las tetas disfrutando el frenesí de la lengua de Alay. Ya no aguantaba las ganas de que me montara pero la sensación del orgasmo estaba tan cerca que interrumpirlo hubiese sido un crimen.

No sé en qué momento pasó pero no me había dado cuenta que mi madre había vuelto de dejar a mi hermano en la escuela, cuando abrí los ojos la vi ahí parada frente a mi como si le gustara lo que estaba viendo. “Mira cómo te encuentro” –me dice. En ese momento mi corazón se paralizó por unos segundos, sentí miedo y vergüenza al verla ahí. “Veo que Alay tiene juguete nuevo” –dice. “Mamá, yo…” –intento decir. “No digas nada, solo sigue con lo que estás haciendo. Quiero ver cómo el perro se entretiene contigo” –dice callando mis explicaciones. Me puse en cuatro en el piso de la sala con los brazos apoyados en el sofá y mi sorpresa fue que Alay se acercó para empezar a cogerme a vista y paciencia de mi madre. Si bien lo estaba disfrutando me sentía algo contrariada al saber que mamá era testigo de esa delirante escena. Si bien es cierto me encantaba como me estaba cogiendo el perrito, también me sentía incomoda sabiendo que ella estaba ahí, pero como soy una perrita caliente, me dejé llevar y empecé a disfrutar plenamente la cogida que Alay me estaba dando.

Poco a poco su verga se hinchaba y quedó aprisionada en mi vagina, yo estaba gimiendo como loca y mi madre me decía: “¡Qué puta saliste!”. Escucharla decir eso me calentó demasiado y empecé a gritar: “¡Sí, soy una puta! ¡La puta de Alay!”. Mi madre se acercó hasta donde estaba, me toma del cabello y me dice: “¡No solo tú lo eres!”. Entendí que mamá también había tenido sus aventuras con la mascota, pero ¿en qué momento? La verdad es que ahora no importaba, ambas compartíamos el mismo macho para saciarnos y era muy excitante. Mamá se empezó a quitar la ropa y quedó desnuda ante mis ojos, la muy perra tenia buen cuerpo, sus tetas eran grandes y su culo generoso, el cabello largo hasta un poco más arriba de la cintura, por primera vez la estaba viendo como una mujer cogible y no como mi madre.

En medio de la calentura estaba pegada a Alay y a mi madre pegada a mi boca, besándome con lujuria, como les había contado antes, algunas veces me paraba en la puerta de la habitación de mis padres para escucharlos coger y si había algo excitante, eran los gemidos de ella. Ahora que lo pienso, son igual de intensos a los míos, haciendo que me calentara y le metiera la lengua hasta la garganta. Al fin nuestro amante se descargó en mi conchita y mi mamita hambrienta se fue a chuparle la verga. Alay se quedó quieto, ella se la chupaba de forma endiablada y el perrito le regaló de su delicioso semen, el que ella saboreó como buena putita. Mi concha destilaba semen y mi lujuria estaba a full, me tiré en el piso con las piernas y le dije a mi madre: “Aquí también hay semen”. Entendió perfectamente el mensaje y sin decir más hundió su cabeza en mi concha, lamiendo cada centímetro. Me tenía la lengua, jugaba con mi clítoris, lo mordía y yo me agarraba las tetas gimiendo. “¡Eres una buena perrita!” –le decía. Ella jadeaba como una perra en celo, ya que Alay no perdió el tiempo y se la metió hasta que también quedo pegado ella. Era la escena más caliente que he vivido, nunca pensé que con mi madre compartíamos el mismo secreto y que ambas a la vez nos estábamos disfrutando.

Al cabo de unos minutos quedamos las dos unidas por un intenso orgasmo y cogidas por el mismo macho, ya no me tendría que esconder para disfrutar la verga de Alay, ya que mi madre también la disfrutaba, era muy perverso y me gustaba. Ahora entiendo que lo que se hereda no se hurta y yo era tan puta como lo es mi madre cuando está con el perrito. Puedo decir sin lugar a dudas que no hay nada más placentero y más morboso que compartir ese delicioso secreto con ella.

 

Pasiones Prohibidas ®

miércoles, 25 de septiembre de 2024

20. Con el papá de un alumno


Trabajo en la misma escuela primaria hace 5 años, actualmente tengo 30 años y soy maestra de tercer grado. Soy una apasionada por mi trabajo y me preocupo mucho por los asuntos de los niños, por eso mismo mis colegas y yo decidimos llamar a los padres de un alumno de 8 años que tiene problemas muy serios de conducta.

Cuando el padre de mi alumno Valentín ingresó levanté la vista de mis papeles y lo miré hasta que él estuvo al frente mío, me di cuenta rápidamente que este hombre es más atractivo de lo que yo imaginaba. “Soy Julián Suárez, el padre de Valentín” –dijo él en tono serio. “Un placer conocerlo señor Julián, yo soy la señorita Valentina, la maestra que está a cargo de su hijo, tome asiento por favor” –le dije de manera cortés. Él se sentó y apenas lo hizo me dijo que su esposa no pudo venir porque estaba trabajando en estos momentos. “¿Cuál es el problema de Valentín?” –me preguntó dirigiendo una mirada nada discreta hacia mis senos que estaban a punto de salirse de mi camisa blanca. “El problema del alumno son problemas de conducta, tiene una energía bastante alta lo que lo hace bueno con los deportes y problemas de aprendizaje no tiene ninguno, pero me distrae a toda la clase cuando estamos en hora de lenguaje, termina de escribir antes que todos lo que le produce un alto grado de aburrimiento y no respeta las reglas de conducta de esta institución, es por todo esto que lo citamos a usted” –le explico. “Voy a hablar con él, pero quiero que usted sepa que no se puede tener a los niños como un ejército” –respondió con ese tono serio, fue la inesperada respuesta del hombre. “Yo no pretendo tenerlos en un ejército, pero su hijo debe respetar las reglas de conducta de esta institución” –le dije. “Es un niño de ocho años, señorita, ningún niño de esa edad entiende de reglas” –contestó. “Los otros niños las respetan, lo que usted dice es una incoherencia” –le dije levantado un poco la voz.  

Me miró con unos ojos que no sabría describir pero me sentí un tanto excitada. “Le voy a enseñar mi nivel de incoherencia maestra” –me respondió riéndose a carcajadas. Don Julián se acerca a mí lentamente como si acechara a una presa y no perdió ni por un segundo, tenía una sonrisa dibujada en el rostro. “¿Qué hace?” –logro murmurar. No estaba preparada para lo que este hombre hizo a continuación, puso su cara a centímetros de la mía, pensé que iba a besarme apasionadamente, pero en vez de eso lo que hizo fue deslizar sus manos hacia la zona de mis tetas y desprender todos los botones de mi camisa, lo hizo con tanta brutalidad que estuvo a punto de romper la tela de mi prenda, me quedé mirando boquiabierta y él solo me dijo: “Soy muy incoherente”.

A causa de mi sorpresa ni tuve tiempo a taparme los pechos que ahora estaban desnudos a la vista de este hombre, avanzó detrás de mi escritorio y fue ahí cuando me puse de pie, pero aun así no le he podido decir nada, no me ha dado tiempo porque me quitó la falda de un tirón y empezó a darme nalgadas que cada vez sonaban más fuertes. Me cuesta admitirlo, pero él me estaba dando un inesperado placer con su actitud, dejó de darme nalgadas y se puso finalmente delante de mí y sin pensarlo fui directo hacia su boca, nos entregamos a la pasión de un húmedo y sucio beso. Cuando nos separamos él se desabrocha el pantalón y deja su verga al aire libre. En ese momento sentí como mi vagina se mojó por completo, tanto que mis fluidos escurrían por mis muslos. “¿Te gusta maestra?” –me dice usando un tono de voz grave pero calmado. “Me encanta “ –le respondo en un susurro. “¡Chúpala!” –fue su respuesta final. Me tomó fuerte del pelo, me hizo ponerme de rodillas y sin soltarme en ningún momento me clavo su verga en mi boca con un solo movimiento y haciéndolo entrar todo entero. Al principio me dio una arcada cuando esa verga toco el fondo de mi garganta y por unos segundos no pude respirar. Sin embargo, no entre en pánico y pude movilizar mi lengua lentamente hasta que hizo contacto con su glande, siguió bajando cada vez más profundo y rápido una vez que ya me había habituado.

Él era un hombre dominante, lo supe apenas empezamos a habla. Estaba disfrutando de la situación de tenerme sometida con su verga en la boca. Me sentía tan caliente y puta, no me importaba que si alguien entraba a la sala me viera, solo quería demorarme por completo esa verga llena de venas. Le dejé la verga completamente mojada con mi saliva, él me la sacó de la boca sin dejar de tenerme tomada de mis cabellos, yo solté un suspiro de excitación y Julián hizo una leve sonrisa. Después agarró mi falda y me la quitó con la misma brusquedad, me estaba encantando la rudeza que este hombre aplicaba en mi cuerpo. Del cabello me puso de pie y pasó su mano por su vagina, no podía resistirme más, me tenía tan caliente que seguía mojada con tanta intensidad , él me miró y dijo: “Eres toda una putita señorita Valentina”. No sabía que responder pero era demasiado evidente que si lo estaba siendo en ese momento, aunque admito que habían oleadas de cordura en mi mente que eran ahora opacadas por las perversión y lujuria que sentía en ese momento.

Hizo que me acostara en el suelo completamente desnuda, me tomó de las muñecas llevando mis manos hacia atrás y puso su verga en el medio de mis tetas desnudas, mis pezones estaban duros y mi respiración agitada, estaba dispuesta a dejar que hiciera lo que quisiera conmigo pero al menos pondría una mínima resistencia. Me moví un poco tratando de resistirme y le dije: “¿Usted sabe que lo puedo denunciar por esto?”. “No lo vas a hacer” –respondió él. “¿Por qué está tan seguro?” –pregunté, aunque sabía su respuesta. “Por qué estás disfrutando de todo esto al igual que yo, se le nota en la expresión de su rostro maestra” –fue su respuesta. Quedé inmovilizada en esa posición y él empezó a embestir el hueco de mis tetas, en el medio de las embestidas don Julián se inclinaba y lanzaba un poco de su saliva en mis pezones. Mis tetas se llenaron de su tibia saliva y fue ahí cuando decidió tomarme levantarme del suelo por los muslos, yo enredé mis piernas en su cintura y luego él me lanzó arriba de mi escritorio donde solía corregir los trabajos de mis alumnos. Se colocó ambas de mis piernas en sus fuertes hombros, me puso una mano en mi cuello y me embistió de una sola vez. Abrí los ojos sorprendida de la rudeza de su embestida, él empezó a moverse y lo hizo sin ninguna compasión, su penetración era totalmente salvaje y hacia cada vez más presión en mi cuello. Aunque de momentos me faltaba el aire, deseaba que siguiera cogiéndome de esa forma salvaje y que me tuviera al borde el placer. Estaba entregada y sometida ante su rudeza, solo quería que se saciara por completo con mi cuerpo. Era la primera vez que alguien me cogía con esa brutalidad, sentía que mi concha se desgarraba en cada embestida y me encantaba. “Hermosa puta, quiero que me digas ahora que soy muy incoherente” –dice él. Con la voz agitada mientras apaga mis gemidos ejerciendo presión en mi cuello. “Es usted muy incoherente don Julián” -le digo obedeciéndolo. “Así me gusta, que seas una puta obediente” –me dice. Se inclina hacia mí y fundimos nuestras lenguas a la vez que sigo sintiendo su verga dentro.

Se separa de mi boca y me dice; ‘Aún no he terminado” -me dice mientras me acaricia el cabello y hace que me de la vuelta de modo que quedo en cuatro con mi culo bien parado sobre mi escritorio. Doy un gemido bien alto cuando su verga se abre espacio en mi culo, me agarra fuertemente de mis pechos y los masajea con rudeza mientras siento sus testículos chocando contra mi culo que está siendo ferozmente penetrado. Deja pasar unos minutos y finalmente hace una última fuerza como si quisiera meterme hasta los testículos. Me abre mucho más con estas nuevas embestidas. Me la saca un poco y luego me la vuelve a meter hasta el fondo, haciéndome casi gritar de placer. “¡Vaya puta que resultó ser señorita Valentina” –me dice jalando mi pelo y haciendo que mi cabeza se vaya hacia atrás. “Sí, lo soy, soy una puta que se están cogiendo en un salón de clases” –le respondí. Él siguió afanado clavándome la verga y yo gimiendo como loca, mi culo estaba demasiado abierto, fácilmente podría haberme metido sus testículos y mi culo no se hubiese opuesto. Mi cuerpo temblaba y mi corazón saltaba despavorido en mi pecho, era una carga de emociones llena de perversión y erotismo, me atrevería a decir que hasta pornográfico, ya que podríamos ser descubiertos y eso le daba ese toque especial de morbo. Ahora, lo que deseaba era sentir su semen vaciándose en mi agujero, quería sentir ese torrente tibio inundando mis entrañas y que me hiciera sentir más puta de lo que ya estaba siendo. Sí, por favor no pare!” –le decía intentando contener mis ganas por acabar en ese instante.

En medio de sus delirantes embestidas cedí al placer y gemí con perversión, me entregué por completo a un lujurioso orgasmo que hacía temblar cada fibra de mi ser, me movía intentando seguir sus movimientos, quería terminar llena de semen y él seguía torturando mi culo como si no tuviera pensado hacerlo. Sentía como sus manos golpeaban mis nalgas con tanta fuerza que ardían deliciosamente. “¡Por favor don Julián! ¡Llene mi culo con su semen!” –le decía pero sus movimientos y las nalgadas que me daba me estremecían. Por fin se tomó con firmeza de mis caderas y me embestía con más fuerza, haciendo que mis tetas se deslicen por el escritorio. Su verga se hinchaba y palpitaba, era la indudable señal de que pronto eyacularía. Seguí intentando copiar esos movimientos para que acabara pronto pero me era imposible seguirlo. Pasaron un par de minutos y me dice: “¡Qué linda putita, me has complacido!”. Su verga se descargó por completo, sentí los borbotones de su semen saliendo de su verga y llenando mi culo, era como si un volcán hubiera hecho erupción en mi culo y quemaba mis entrañas. Cayó desplomado sobre mi espalda y me susurró: “Eres una buena puta”. Sonreí y agradecí como la puta que soy.

Quedé con el culo abierto y escurriendo semen, jadeaba y resoplaba. Me tomó del cabello y me puso de rodillas, hizo que limpiara su verga con la boca dándole el broche perfecto a ese momento de sexo desenfrenado. Cuando quedó completamente satisfecho guardó su verga y me dijo: “Valeria, si Valentín vuelve a dar problemas me llamas, no tardaré en venir y aprovechar de jugar contigo”. Salió del salón y me quedé con cara de satisfacción. Aunque Valentín ya no está a mi cargo porque ya han pasado varios años, seguimos viéndonos cada semana, ya que soy yo la que se porta mal y necesita ser castigada.



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sábado, 21 de septiembre de 2024

19. Aires cordilleranos


Esto pasó en el verano del 2021. Había trascurrido casi un año de pandemia y con mi grupo de amigos nos arrancamos a la cordillera. Era principios de año así que fue un viaje que salió en una noche de carrete, nada de planificaciones y cosas por el estilo. Mochilas con todo lo necesario, carpas, abrigo y cocinillas. Días de abundante de sol y naturaleza, acampando en medio de la nada junto al río, con cerveza, tabaco, música al gusto y amistad de toda la vida. Todo era un encanto.

Para beneficio mío, no estábamos solos, a unos metros de nuestras carpas había tres chicas acampando a las que saludamos amablemente. En esos momentos ni siquiera me percaté de ellas puesto que sólo estaba disfrutando de la escapada. Fue un entretenido día y llegó la noche. Mis amigas y amigos cantaban ya borrachos por el consumo de cervezas y vino tinto. Yo, por mi parte, igual de borracho en un momento me cansé de compartir y decidí apartarme al río a fumar un tabaco que procedí a enrolar. Mientras fumo, me percato de una linda silueta de mujer en la oscuridad de inmensas montañas, aquella cintura y el agua como un anillo me invadió por dentro como una expresión de arte natural. Diminutos movimientos, como sacudiéndose, se levanta, ya que estaba en cuclillas y como una linterna que ilumina enciende el fuego. Así la imaginaba y ella se limpiaba sus encantos. No pude ver nada, todo quedó como un secreto escondido en mi mente. Esa misma silueta después caminaba a su lugar de descanso sin linterna. En medio de la oscuridad, admiraba la osadía de caminar desnuda en medio de la noche de la imponente cordillera.

Al otro día tomaba un café por la mañana, me gusta despertar temprano por costumbre, además que no había bebido mucho. Compartía anécdotas con mi amiga que me acompañaba, cuando en un momento se acerca una de las chicas de la carpa contigua. “Hola muchachos, quiero pedirles un favor” –dijo ella. “Diga vecina, ¿qué necesita?” –dijo amablemente mi amiga. “Disculpa que los moleste, ¿podrían prestarme un cuchillo por favor? Trajimos de todo pero ya ven que no echamos uno en las mochilas” –dice la vecina con una sonría. “Si poh amiga, ahí mi amiguito justo lo tiene al lado” –dice mi amiga.Le pasé el cuchillo y me dio las gracias. Todo muy cotidiano, con suerte la miré y a los minutos después me sentí como una persona muy tosca frente a su presencia. Estamos en verano y con poca ropa. Afortunadamente, como decimos en mi país: “Me puse vivo”.

Por la tarde, ya todos disfrutaban de otro hermoso día de sol y río. El agua estaba riquísima y hacía mucho calor. Me dieron ganar de fumar y partir una piña que había llevado para hacer un ponche. Recordé que el cuchillo que llevé se lo había prestado a aquella mujer hasta ahora misteriosa para mí y lo fui a buscar. Me acerqué al lugar de su carpa y justamente estaba ella, la saludé. “Hola vecina” –le dije cortésmente. “Hola” –me dijo y sonrió. Fue ahí que la miré, era una chica sensual de no más de 25 años, llamaba poderosamente mi atención. Ojos negros, pelo largo pero tomado. Un bomboncito rico pensé. Tenía el presentimiento que algo bueno iba a pasar. “¿Y tus amigas?” –pregunté sutil. “Andan de caminata, por el monte del indio o algo así” –respondió. Prácticamente hacíamos lo mismo. Dos grupos de amigos y su escape a la cordillera en un día de verano. Lo que hace todo el mundo, lo que hacemos todos cuando nos escapamos de la jaula del zoológico social que llamamos ciudad. “¿Te puedo preguntar cómo te llamas?” –pregunté. “¡Qué caballero! Dayanna, ¿y el tuyo?” –me respondió con una sonrisa. “Me llamo Juan Pablo” –le respondí. Comenzamos a charlar mientras ella ordenaba su espacio; tazas, mochilas, platos sucios, tenedores, todo lo que metes a una bolsa y después desechas. Yo me estaba preparando un cigarro de esos que dan risa, ella observaba con detenimiento. “¿Me convidas un poco de eso? –me preguntó. Me fijé muy atento a sus ojos y estaban rojos, así que es muy probable que estuviera bajo el efecto de la marihuana. “Claro, siempre es grato compartir” –le dije mientras se lo pasaba para que fumara. “¡Que rico! ¿De qué es?” –me dijo. “Bueno, es secreto, pero tiene un toque de uva que la hace diferente”. Ella aspiró y por un momento hubo un pequeño silencio. Aproveché para mirarla con su diminuta vestimenta veraniega. Ella hizo lo mismo, porque yo tenía puesto un short corto y camisa abierta. Totalmente entregado. Justo y preciso en ese momento supe que la linda silueta de la noche cordillerana era aquella mujer que tenía ante mis ojos. “¿Eras tú cierto?” –preguntó ella. No me anduve con tonterías, no quería perder tiempo en que repita lo dicho, simplemente dije que sí. “Pero si todavía no te preguntó qué” –me dijo sorprendida y a la vez que reía. “Era yo, pero no te pude ver nada así que quédate tranquila” –dije seguro. “No, si eso no me preocupa, solo que no quería quedar como una ordinaria que se va a mear entre las ramas” –dijo con una sonrisa. “Todo lo hemos alguna vez en la vida. Aparte era de noche, hay mucho río y solo es agua que llega al mar. También vegetación hay por montones” –le dije. 

Reímos y me pasó el cigarrillo. Ella volvió a ordenar no sé qué cosa y fue cuando mis ojos saltaron de sus cuencas. Dayanna se agachó a recoger una taza y su culo quedó a mi vista. En ese momento que Dayanna me regala una de las mejores sorpresas que me han dado en la vida, todo el encanto de mujer que me gusta, pude ver que no traía bragas puestas, ya que el diminuto y veraniego vestido se subió dejándome pasmado con la escena. Su vagina se veía demasiado excitante, sin nada de vello, ya estaba húmeda, hasta el aroma que desprendía me enloquecía, sentí como la lujuria me tomaba prisionero y mi verga se estaba poniendo dura. No lo pensé y me acerqué por detrás. Ella gimió, me tome de sus caderas y restregué mi verga entre sus nalgas. Ya preso de la calentura me bajé el short hasta la mitad de los muslos. Salió mi verga tiesa y se la metí como un loco. No lo podía creer, apenas la conocía y ya me la estaba cogiendo. Una puta pensaba, de hecho estábamos drogados, por lo que eso actuó para desinhibirnos un poco.

La forma en que gemía ella me volvía loco, era tan exquisita esa manera de pedir que se la metiera con más fuerza. Además, el paisaje. La gente de la cuidad ni siquiera imaginaba lo que sucedia en las alturas. Me sentía imponente mirando por encima de la ciudad y se la metía con lujuria. Ella con el culo empinado, piernas estiradas y manos en el piso me dice: “¡Qué rico me la metes!”. Entre gemidos y jadeos nos entregábamos al placer. “¡Quiero que dejes mi concha llena de semen!” –dijo jadeando. La nalguee y le dije que repitiera lo que dijo, sin dudarlo repitió y nos metimos en la carpa. Hice que me quitara el short y ella se quiera el vestido. En la carpa Dayanna se acomodó y me la empezó a chupar. Lo hacía perversamente pero yo quería meterla. Me empecé a mover y la tomaba de la cabeza marcando el ritmo en que quería que se la tragara. En medio de la perversión levanté la cabeza y nuestros ojos se encontraron, apretaba su rostro, en una actitud tierna puedo ver su sonrisa que con sus manos ocultaba. Una media vuelta y me dio la espalda. Brazos al cielo y como un ángel de una pintura renacentista, tenía a esta putita como un lienzo en blanco. Así mismo acomodó mi verga con su mano entre medio de sus nalgas y se la metió. Entró todo y sentía todo su calor. De una manera muy suave me comenzó a montar. “¡Ah, que putita eres Dayanna!” –le decía mientras ella se movía de manera sensual, tenía una de mis manos pegada en una teta y apretaba su pezón. “No pares de moverte” –le decía. Ella hacia caso como una buena esclava.

Dayanna era obediente y gemía demasiado rico, era el sueño de todo pervertido, el video amateur perfecto. Me acerqué a besarla u a pasarle la lengua por el cuello, acariciaba sus tetas y mordía sus pozones. “¿Dónde la quieres putita?” –pregunté agitado. Ella no me respondía, solo se dedicó a gemir y a disfrutar mi verga que se perdía en su culo, ya al borde del orgasmo Dayanna gritaba y se retorcía con perversión. Su culo pulsaba causando una exquisita presión en mi verga, Dayanna ya estaba en medio de ese lujurioso orgasmo y yo conteniendo mi semen para no llenar su culo. “¿Dónde vas a querer mi semen, zorrita?” –le dije. “En la boca” –sentenció. Le di unas nalgadas más y le dije: “Salgamos de la carpa”. En medio de la naturaleza se arrodilló y como una leona hambrienta se tragó mi verga otra vez, y me la chupó con esa maldita lujuria que me encantaba. Enredé mis dedos en su pelo y hacia que se atragantara con mi verga. Ella mordía mi glande y se tragaba mi verga hasta el fondo de su garganta, era toda una deliciosa puta chupándomela con perversión. “¡Ah, voy a acabar! ¡No pares!” –le decía bufando. No me pude contener y mi verga explotó en la boca de mi lujuriosa amante, dejándole llena la boca de semen, ella no desperdició ni una sola gota, tragándoselo completo.

Dayanna se levantó y de un bolso sacó una toalla de papel secante y se limpió la boca. En esos momentos la observaba y acariciaba su cabello. “¿Qué?” –preguntó intrigada. “Nada, solo te miro” –le respondí. Otra vez reímos. Entre ella y yo se había formado un vínculo que no solo nació de compartir un cigarro de marihuana o solo por apagar las ganas de coger. “¿Cuándo te vas?” –pregunté entusiasta. “Mañana, ¿y tú?” –respondió ella. “Mañana también, en la tarde” –le dije. Nos metimos en la carpa, desnudos, en un fulgor de calor y sexo sucio, entendí que era solo cosa de un día y una noche de lujuria la que tendríamos pero que íbamos a aprovechar en todo su esplendor. Solo para terminar les diré que esa noche nos perdimos en medio de la montaña y cogimos mirando las luces de la cuidad bajo nosotros, refugiados en la oscuridad y en la inmensidad de la cordillera nos entregamos otra vez al placer. Cuando la mañana llegó intercambiamos números y ella se despidió como una niña buena, pero con la promesa de volver a vernos y ser más pervertidos que cuando disfrutamos de esos lujuriosos aires cordilleranos.

 

 

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sábado, 14 de septiembre de 2024

18. Mi tía y su delicioso culo

 

Hola les contaré algo que me pasó hace poco con mi tía y su hermoso trasero. Ella se llama Tania es una mujer de 1.70, con cabello negro, un par de tetas grandes y respondas, caderas hermosas que se unían a un par de hermosas piernas y su duro, trabajado y hermoso culo. Ella vivía en otro lugar no muy lejano de casa, por eso la relación con mi madre era estrecha. Aunque al menos yo casi siempre la veía en las fechas de cumpleaños, fiestas patrias y las fiestas de fin de año, lo que me hacía esperar con ansias esas fechas para verla y calentarme viéndola siempre sensual y candente. Por una extraña razón, ella se convirtió en la musa de mis pajas, tenía unas ganas locas de cogérmela y disfrutar de ese exquisito cuerpo que me hacía envidiar al baboso de mi tío.

Ella, su esposo y mis dos primos se quedarían un tiempo con nosotros, pues su casa la estaban remodelando y mis padres les dijeron que se quedaran con nosotros y así se ahorraban los gastos de un hotel o irse a la casa de mis abuelos que vivían en otra región. Fue así que llegaron a mi casa y fue para mí el inicio de lo que defino como los meses más intensos de mi vida. Bueno, con 22 años cualquier cosa es intensa pero esta vez había un plus especial, mi deliciosa tía Angélica.

Casi siempre estábamos en casa mi madre, mi tía y yo, mis primos pasaban saliendo, casi llegaban solo a dormir, mi papá y mi tío salían a sus oficinas y no los veíamos hasta cerca de las seis de la tarde. Mis primos siempre me invitaban a salir con ellos, a conocer su mundo, por cierto un mundo interesante. Se la pasaban en burdeles cogiendo como condenados con las putas que trabajaban ahí, pero prefería quedarme en casa viendo a mi sensual tía que siempre andaba ligera de ropa, pues le gustaba hacer ejercicio y como en casa tenemos un cuarto que acondicionamos como gimnasio, hay varias máquinas para usar tranquilamente. Para mí era un deleite verla en shorts ajustados, que marcaban perversamente sus nalgas y resaltaban sus piernas, un top ajustado que mostraban esas delirantes tetas que se querían escapar. Me era difícil contener mi erección cuando se ejercitaba en la bicicleta fija y se contoneaba de forma peligrosa e hipnótica. Varias veces me quedaba mirando su gran culo cuando se paseaba por la casa, ella lo notaba y levantaba su culo, lo movía sabiendo lo que me provocaba. La dama sabía cómo motivar mi lujuria solo con verla.

Era viernes por la tarde, mamá dijo que iría al supermercado a comprar algunas cosas, porque organizaríamos una fiesta, por otro lado mis primos estaban en un burdel del barrio alto y llegarían tarde. Yo tenía suficiente al quedarme con mi tía y acelerar mis pulsaciones viéndola. En cuanto salió mamá, ella me dijo: “Bien sobrinito, me voy a cambiar para hacer mi ejercicios. ¿No vienes?”. “Claro que sí, tía” –respondí de inmediato. Sonriendo me dijo: “Bien, entonces ponte algo para hacer ejercicio, no solo vas a estar de mirón”. Se fue a cambiar y yo rápidamente igual, me puse unos bóxer grises y un short hasta la rodilla para hacer ejercicio, bien pegado para que mi verga se marcara y una polera con tirantes que igual me la sacaría para que viera que también me mantenía en forma.

Salimos de nuestros cuartos y al verla encontré a toda una hembra. Traía un top negro y se notaba que no traía sostén porque sus pezones estaban marcados, listos para ser mordidos. También, uno de esos pantaloncitos cortos que dejaban muy poco a la imaginación. Le dije en forma de halago: “¡Te ves hermosa tía! ¡Muy sexi y bellísima!”. “Más respeto muchachito, soy tu tía y además soy una mujer casada, pero gracias. Tú también te ves bien” –me dice con una sonrisa traviesa. Pasamos al cuarto de ejercicios. Entré y me quité la polera como si fuera a hacer ejercicio. Ella me volteo a ver, ya tenía su atención y me dijo: “Sobrino, ya no eres un niño. Estás buenísimo”. Me puse algo nervioso y balbuceando le respondí: “Gracias tía”. “¿Dónde te pondrás?” –me preguntó. “Entre tus piernas, pensé responder, pero le dije: “En la levantadora de pesas. ¿Usted?”. Me sonrió y dijo: “Yo me pondré en la bicicleta fija de enfrente que quedas a espaldas de mi”. Enfatizo a espaldas de ella porque la parte de atrás de la bicicleta quedaba justo para que me diera un morboso espectáculo de su culo sobre la silla. Ella se volteó y como si no me diera cuenta aunque ella sabía que la miraba, levantó su short lo más que pudo para que yo viera más de sus contorneadas piernas.

Me acosté sobre la máquina y ella se sentó en la bicicleta, dejando arqueada su espalda y levantado su culo con sensualidad. Empezó a pedalear y yo solo miraba como se movían esas durísimas nalgas. Tan embobado estaba que apenas intentaba levantar las pesas, solo me concentraba en mirar ese culo que me llamaba con lujuria. Ese no era el problema, lo más difícil sería intentar disimular la erección que estaba teniendo. Mi verga se ponía dura, pero seguí mirando esas hermosas nalgas, ya no podía esconder mi erección, mi verga se marcaba demasiado, ella volteó y le saltaron los ojos pero su respuesta no fue la misma: “Benjamín, ¿cómo te atreves? Eres mi sobrino, si tu mamá lo supiera estarías en problemas” –me dijo. En ese momento me puse muy nervioso y aunque sabía que ella me había provocado por cómo se puso y todo lo demás, así que atiné a responder: “Lo siento tía, es que no me pude aguantar. Tiene un culo muy hermoso y pues en parte también fue su culpa”. Cambió su cara de enojo por esa sonrisa seductora y coqueta que estaba usando antes. “Bueno supongo que un muchacho tan guapo como tú le resulta imposible no mirar a una mujer, aunque sea su tía. Además, yo también te miré a ti” –dijo ella. Con eso me tranquilicé pero mi verga seguía tan tiesa como al principio. Esa mujer me tenía tan caliente que era insoportable sentir el roce del bóxer. De repente, miró hacia uno de los muros, había un espejo de esos en los que puedes mirarte de cuerpo entero y me preguntó: “¿Puedo mover ese espejo?”. “Claro que sí, yo te ayudo a hacerlo” –le respondo. Lo pusimos enfrente de la bicicleta fija, lo que le permitía quedar con la vista a la levantadora de pesas. “Hay que volver a nuestros ejercicios” –me dijo. Volvió a la bicicleta y adoptó la misma posición de hace rato, yo volví a la levantadora de pesas me acosté y comprendí para que quería el espejo, ella fijó la vista al espejo y yo le seguí mirándole su culo. A veces nuestras miradas chocaban en el espejo y ella me sonreía y meneaba más sus nalgas.

Este juego me encantó, pasó un rato y por el ejercicio empezamos a sudar y se le empezó a meter el short entre las nalgas marcando a la perfección todo su culo pero no solo yo me deleité, ya que ella me miraba y se mordía el labio. Después de un rato ella se bajó de la bicicleta y me dijo: “Este será nuestro secretito”. Se fue a su cuarto y me quedé sentado pajeándome perversamente para desahogar mi calentura. Aunque yo quería que eso de verle el culo y ella mi verga pasara a ser otra clase de jueguito. Me fui a dar una ducha y traté de descansar un poco, pues esa misma noche seria la fiesta de mi mamá en la casa de uno de sus compañeros de trabajo. Me puse elegante para la ocasión pero más para mi tía que también iría a la fiesta. Mi tío y mis primos tenían otros planes por lo que estaría sola. Bajé a la sala esperando a ver que tendría puesto mi tía. Como buena mujer ella sabía jugar muy bien con las expectativas y con el morbo. Bajó y lo que vi me dejó con las hormonas más alborotadas, traía un vestido blanco ajustado a todo su cuerpo, marcaba y apretaba sus preciosas tetas, terminaba a menos de la mitad de sus muslos y mostraba esas sensuales piernas, sin dejar de mencionar que marcaba su enorme y hermoso culote que apenas cubría la tela.

Salimos rumbo a la fiesta, llegamos y en cuanto entramos mi tía se robó las miradas de todos los compañeros de mi mamá, lo que hacía que el ambiente se pusiera un tanto morboso. Pasó un rato y mi tía se veía algo molesta, fue a decirle algo a mi madre, luego ella me habló y me dijo que me fuera a casa con mi tía porque se sentía mal. Nos fuimos al auto, le dije a mi tía que yo manejaría. Cuando íbamos a medio camino le pregunté: “¿Qué le pasó? Porque no creo que se sienta mal”. “No sé, la verdad no sé. ¿Viste cómo me miraban todos esos hombres?” –dijo ella.  “Sí, claro, eran demasiado evidentes” –respondí. “Todos esos hombres me deseaban y tu tío nunca me coge porque dice ser conservador, pero si anda bien baboso con su puta amante. Además, para colmo descubrí que mi hijos se han a un burdel a cogerse a todas las putas que ahí están y por eso casi ni los veo” –dijo ella.

Seguimos el camino y después me llegó un mensaje de mi mamá que decía: “Estoy con tu papá, no nos esperen esta noche”. Era obvio, se irían a un motel para continuar la noche y mamá iba a “recibir un regalo”. Seguí conduciendo y no me di cuenta que en el camino habían baches que dificultaban la marcha. Miré a mi derecha para deleitarme con las piernas de mi tía, yo no me había dado cuenta que el vestido se le había subido. Pensé todos cogerán esta noche, mis padres, mi tío con su amante y mis primos con las putas, pero yo podría tener a la puta que me inspiraba las mejores pajas, ya que nadie estaría hasta mañana. Llegamos a casa y la ayude a salir del auto ella se agachó, arqueó su espalda y levantó su culo, yo deseaba estar dentro del auto para ver que había debajo de ese vestido y ver que ropa interior que no llenaría esas apetitosas nalgas. Su rostro quedó frente de mi verga erecta, nos quedamos así un momento yo desando bajar mi cierre y ella mirándome fijamente, luego le tomé la mano y la ayudé a salir, ella me sonrió y mirando mi verga me dijo: “¡Qué gran caballero!”. Al referirse a caballeroso, me acordé de que me dijo lo mismo cuando la ayudé en el auto, así que se refería a la “caballerosidad” de mi entrepierna. Después se alejó de mi oído y me dijo: Todos se divertirán hoy, pero nosotros ya nos divertimos en el cuarto de ejercicios, ¿te acuerdas? Ese es nuestro secretito”. “Claro que me acuerdo tía” –le respondí. Se quedó pensando un momento mientras jugaba con su cabello y meneaba sus piernas, luego me dijo: “Iré a ver qué hay de cenar. Quiero comer una salchicha”. Se fue y me calentó demasiado esa forma que jugaba conmigo, ella sabía o al menos intuía que quería cogérmela como un loco y aprovechaba esa sensualidad natural para hacerme delirar.

Miré el reloj y eran las 22:15 de la noche y si me la quería coger tenía que actuar rápido. Fui a la cocina en silencio, entré sin que ella se diera cuenta y estaba a sus espaldas, me deleitaba con ese abundante culo, ella buscaba en las despensas de arriba, yo rogaba por que no encontrara lo que buscaba y se pusiera a buscar en las despensas de abajo y se agachara. Para mi suerte no encontró nada, con las piernas bien rectas y sin flexionar, pues era ágil y flexible bajó todo su cuerpo quedando con su culo expuesto y todo ese vestido blanco se subió dejando sus nalgas expuestas. Esa vista fue espectacular, sus tacones negros de puta hacían mejor mi vista de esas nalgas y de esas bragas que se perdían en su entrepierna. No sé si tenía ganas de nalguearla con fuerza o meterle la verga de una, pero solo sé que mi calentura era demasiada. Se volvió a incorporar y empezó a picar algo en una tabla, me acerqué lentamente a ella, la agarré de las caderas y pegué toda mi verga en su culo, ella dio un pequeño salto, me acerqué a su oído y le dije: “¡Hola tía! ¿Sigues buscando una salchicha? ¡Qué bonita combinación del blanco y negro!” –le dije refiriéndome a sus bragas. Sonrió y con tono sensual dijo: “¡Creo que ya la encontré!”. Ella movía sus nalgas sabiendo que eso me ponía más caliente de lo que ya estaba. “¿Te puedo decir algo tía?” –le pregunté. Su respiración se aceleró y entrecortada me dijo: “¡Ah, ah! ¡Sí, dime lo que quieras sobrino!”. “¡Estás muy rica! Llevo tiempo queriendo cogerte” –le dije con todo el morbo que brotaba de mis venas. “Yo también te tengo ganas de hace tiempo Benjamín” –dijo ella. “¿Ya no quieres mi salchicha’” –le pregunté. “Ah, sí, la quiero toda. ¡Quiero que me la metas!” –me respondió. La volteé hacia mí y nos besamos apasionadamente, la agarré de sus piernas y la levanté hasta sentarla en la encimera, mientras la besaba y tocaba sus piernas, ella me empezó a desabotonar la camisa me dejo de besar y me dijo: “¡Benjamín, cógeme! ¡Quiero que me des el placer que me merezco. ¿Puedes cogerme por donde quieras!”. “¡Cálmate nena! Tendrás lo que quieres” –le dije, aunque en el fondo quería que me siguiera mostrando lo caliente que estaba. Me quité la camisa y ella me acarició el abdomen con sus manos. Luego, se bajó de la mesa y se apoyó en ella. Recorrí su culo, sus piernas, su cintura. No sabía si estaba soñando o en verdad estaba pasando, le subí el vestido hasta la cintura y el espectáculo morboso de su culo, mas esas bragas con el diminuto hilo tapando su apretado agujero era un deleite morboso. Toqué su entrepierna y estaba húmeda, deliciosamente mojada. “¡Qué sexis bragas tía!” –le dije. Entre gemidos susurró: “¿No te gustaría ver que hay debajo de ellas?”. “Obvio que si” –le respondí. Lentamente las bajé hasta llegar a sus tobillos, ella levantó sus pies, quedando sus bragas en el piso. Luego separé sus piernas, quedando abierta y a mi morbosa disposición.

Frente a mi quedaron sus nalgas, miré su mojada vagina que estaba depilada y su hermoso ano que se veía que no se lo habían cogido hace tiempo. “No puede ser posible que mi tío no se coja este hermoso culo, tía” –le dije. “Tu tío prefiere cogerse a la puta de su amante, hace tiempo que no me toca ni una teta. Tú puedes cogerte mi culo, mi concha, házmelo por el culo sobrino. Ah, quiero que me la metas y que me hagas gritar. Me calienta que me cojan el culo” –dijo ella. Sí que tenía pensado cogerle el culo, su concha la dejaría para después, pero lo que más quería era darle por su pequeño ano. Me calentaba que mi tía me pidiera a gritos que se la metiera por el culo. Quería que me dejara de decir sobrino o Benjamín y me dijera papi. Me bajé el pantalón y el bóxer y me dijo: “¡Ay papi, qué rica verga!”. La hice que pusiera de rodillas y me la empezó a chupar con lujuria, era toda una puta, sabia chupar verga de una manera deliciosa que me hacía estremecer. Después de estar pegada a mi verga, hice que se pusiera de pie y le quité el puto vestido, me llevé al cuarto de ejercicio y le dije: “Es hora de ejercitar esas nalgas”. Hice que se subiera en la bicicleta dejando su culo a mi vista. Tomé mi verga y poco a poco se la empecé a meter, ella soltó un pequeño grito, se notaba que le dolia, pero lo disfrutaba. Empecé a empujar lentamente, pero estaba muy apretado, sentía como su ano se abría, ella cerró los ojos y se agarró del manillar de la bicicleta y dijo: ¡Ah, que rico! ¡Ay papi que rico me la metes!”. Se la metía con fuerza, ella gritaba como loca, me pedía que no me detuviera, que fuera más brusco. Sentía como su cuerpo temblaba y se estremecía, entre sus gemidos se escuchaba: “¡Ah, dámela toda!”. Me tomé con fuerza de sus caderas y se la clavaba con fuerza. Entre mi lujuria le apretaba las tetas y sus pezones. Su ano se abría más, por cada embestida era un grito de placer que soltaba. “¡Ay, sí, papito sigue!” –decía. Con la lujuria haciendo hervir mi sangre, se la metía con fuerza y le decía al oído: “¡Qué rico culo! ¡Eres toda una putita tía!”. “¡Sí papi, soy tu puta! ¡Métemela más fuerte! ¡Ah, así que rico!”.

Me calentaban tanto sus gemidos, me volvían loco esos gritos de excitación. La tomé más fuerte de las caderas y se la empecé a meter hasta el fondo y se la sacaba casi toda, dejándole solo el glande adentro. Ya su culo cedió por completo y me la pude coger más perversamente. La verga me palpitaba, veía el glande casi amoratado de tanto cogérmela. Su culo me tenía aprisionado y sus nalgas se golpeaban con fuerza contra mí. Empezó a gritar y a gemir, su cuerpo se contraía al ritmo de su ano, supe que ya estaba por acabar y empecé a metérsela más fuerte para que alcanzara el máximo placer. “¡Voy a acabar putita!” –le dije. “¡Acaba en mi culo!” –dice ella. Eyaculé en su ano abierto, quedamos exhaustos. Luego nos incorporamos y me dijo: “Este será nuestro secretito y lo repetiremos siempre que tengamos oportunidad. Nos fuimos cada quien a su cuarto, me desperté casi al mediodía y ella estaba con una sonrisa de oreja a oreja, nos dimos una mirada cómplice sabiendo que siempre habría oportunidad de repetirlo.



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jueves, 12 de septiembre de 2024

17. Algo qué pensé jamás ocurriría 1

 


Soy casada, madre de una niña, y un buen marido, que son las dos cosas que más me atormenta de todo esto. No era una fanática de esto de la internet, pero desde hace unos meses atrás, de cuando en cuando me daba gran curiosidad, por lo que, como dicen navegando, lo que desde un principio me llamó la atención fueron los relatos eróticos.

Me encontraba sin nada productivo que hacer ya que mi marido no quiere que trabaje, aparte de que según yo misma veo no hace falta realmente, ya que él es excelente proveedor, como que es casi dueño de la empresa, donde es gerente. Hace unos meses atrás debido a que no tenía nada más que hacer, me dedicaba a leer dichos relatos, en ocasiones de manera totalmente incrédula, ya que algunos me daban la impresión de ser sencillamente falsos, pero hay otros que desde mi punto de vista son reales.

No me había dado cuenta, pero desde que comencé a leer alguno de esos relatos, mi manera de actuar fue cambiando un poco, por ejemplo, en casa luego de levantarme, y que la mujer de servicio terminaba con la limpieza, y se marchaba, yo andaba prácticamente desnuda, por toda la casa. Cuando salía por algún motivo, ya fuera llevar a mi hija al pediatra o de compras, comencé a andar sin nada de ropa íntima. Para colmo me la pasaba imaginándome, como sería eso de serle infiel a mi marido con cualquier otro hombre o mujer, ya que de paso él es un adicto al trabajo, y había temporadas que poco se fijaba en mí, pero al mismo tiempo tenía terror de lo que pudiera suceder, y todo eso lo anotaba en mi diario.

Volviendo a los relatos, poco a poco me comenzaron a llamar la atención los de zoofilia, como ya les dije, algunos me parecen falsos, pero otros me dan la impresión de que son ciertos, pero la mayoría sino todos tienen algo en común, y es que ni los perros, ni los caballos, ni los cabros, o cualquier otro animal de los que hablan en dichos relatos, hablan. Lo que, en parte, pensaba yo, hacía que me inclinase con mayor facilidad, a ese tipo de relación, que a una ya fuera con un hombre o una mujer, por el temor que eventualmente se lo fueran a contar a cualquier persona.

Hace más de un año, antes de ser una lectora de los relatos, un buen día de compras en el Centro Comercial, con mi pequeña, entré a la tienda que vende mascotas, y por un buen rato observé como mi nena respondía a los animales, en ese momento no me pasaba por la mente, nada de lo que ya les dije. Tras consultarlo con mi esposo por teléfono, él en medio de una de sus famosas juntas, me dijo que estaba de acuerdo con que adquiriéramos, un cachorro para nuestra hija. Debido a mi falta de experiencia, la misma dependienta me vendió un hermoso Pastor Alemán, al que por su ascendencia alemana le llamamos Káiser.

Ya no tan solo llevaba a mi hija al pediatra, sino que, a nuestro perro al veterinario, por lo que en cierta ocasión escuche una conversación mientras esperaba que vacunaran a nuestro perro, casualmente para esa época me habían comenzado a gustar alguno de los relatos de zoofilia, que había leído hacía poco tiempo. Se trataba de un par de mujeres mayores, la que hablaba era extremadamente gorda, y aunque no lo decía claramente, me pareció entender que le contaba a la otra, sobre la última travesura de su mascota. Cómo mientras ella se encontraba su habitación, luego de haber terminado de quitarse toda la ropa para irse a bañar, se le cayó al piso un arete. El cual rodó bajo su mesa de noche, por lo que se arrodilló en el piso y se había puesto a buscarlo, cuando primero sintió la fría nariz de su perro, contra su vulva. Casi de inmediato su áspera lengua en el mismo lugar, lo que según alcancé a escuchar, le produjo de inmediato una rara pero agradable sensación, al parecer el can luego había tratado de montarla. Lo que más me llamó la atención, era la manera en que la gruesa señora lo contaba, parecía que lo había disfrutado infinitamente. En ese momento salió la ayudante del veterinario con el perro de la susodicha señora, se trataba de un pequeño chihuahua, lo que en medio de todo me produjo mucha gracia, al imaginarme la escena.

Esa tarde al regresar a casa, me quedé viendo a Káiser, como jugueteaba y aunque era un cachorro de cómo año y medio, por el tamaño de sus patas según me había dicho el veterinario, se veía que sería un animal de gran tamaño y fortaleza, lo que en parte ya lo representaba. Por unos instantes traté de imaginar cómo sería eso, pero a los pocos segundos mi hija me llamó la atención. Por lo que realmente pasó un tiempo, antes de que yo volviera a pensar en eso seriamente, luego de dedicarme a leer los relatos a los que ya hice referencia. Estando sentada frente a la computadora casi a diario, me dedicaba a leer los relatos sobre zoofilia, y de manera casi natural, me llevaba los dedos a mi clítoris. Mientras iba leyendo, suavemente me lo apretaba, al punto que, entre la lectura y el imaginarme lo que sucedía, terminaba por alcanzar uno que otro orgasmo distinto a los que en contadas ocasiones alcanzaba con mi marido. Como ya les he dicho en casa me la paso casi sin nada de ropa puesta, porque me acostumbre a andar así cuando estoy sola.

Como había decidido a terminar mis estudios, había llevado a mi hija a una guardería, por lo que ese día particular, aunque no tenía clases, me encontraba sola en casa, digo se encontraba Káiser, pero hasta esos momentos no lo tomaba en cuenta para nada. Luego de estar frente a la computadora ese día y de haberme estado autosatisfaciendo, decidí meterme en la piscina, y como ha pedido mío, mi esposo mandó a construir una barda bastante alta, por lo que no me preocupo por ponerme traje de baño, ya que sé que los vecinos no me pueden ver. Justo antes de pensar meterme en la piscina, me senté a tomar un poco de sol, cuando se me acercó nuestro perro, me llamó la atención que de manera casi constante se dedicase a lamerme los dedos de mi mano derecha. Lo observé algo nervioso, y fue cuando caí en cuenta, de que tras terminar de leer el ultimo relato, no me había lavado las manos, por lo que el olor de mi vulva en mis dedos era lo que lo tenía a Káiser actuando de manera esa extraña. Rápidamente acudieron a mi memoria la infinidad de relatos sobre relaciones sexuales con perros y por unos minutos me debatí entre la gran curiosidad de saber que se podía sentir realmente y el temor a que específicamente no sé. Quizás a ser encontrada, o a que el perro me lastimase, o que me pegase cualquier infección y hasta me acordé de eso que dicen que se abotonan o que se quedan pegados por largo rato sino se le agarra debidamente. Creo que pudo más mi curiosidad y el deseo de satisfacerla, que todos los temores juntos que a mi mente acudían.

Por lo que algo temerosa me llevé mi mano izquierda a mi vulva me introduje ligeramente los dedos, hasta que sentí mi propia humedad, luego manteniendo mis piernas cerradas, pasé mis dedos por frente al hocico de Káiser y de inmediato paró las orejas, se ha puesto a lamerlos mientras movía su gran rabo con gran rapidez. A los pocos segundos retiré mi mano y Káiser se quedó haciendo ese ruido, como cuando lo dejo encerrado en el patio, como si llorase. Luego me vio a mi rostro y dio dos cortos ladridos, como preguntando si no había más, eso como que colmó la copa de mi curiosidad, y suavemente me volví a introducir los dedos de la mano derecha dentro de mi vagina, él me observaba con gran curiosidad. Káiser seguía sin perder ni un momento de su vista mi mano hasta que nuevamente se la coloqué frente a su hocico y su gran lengua húmeda, y rugosa comenzó a pasarla sobre mis dedos nuevamente. Ya en ese momento había tomado la decisión y comencé a abrir mis piernas lentamente, casi de inmediato Káiser, orientó su nariz hacía mi vagina y a los pocos segundos comencé a sentir su lengua pasando divinamente sobre mi vulva.

Al principio lo tenía agarrado por el collar, por el temor de que me fuera a lastimar, pero mientras más y más pasaba su gruesa lengua por sobre mi clítoris y mis labios vaginales, yo mantenía mis piernas más y más abiertas. Era una extraña pero divina sensación, algo así como algo prohibido pero sabroso, alcancé un sabroso orgasmo gracias a la lengua de mi perro, pero a partir de ese momento se puso algo impertinente, quería pasársela con su nariz, y lengua dentro de mi vagina o de mis nalgas. Pensé que si viviera sola eso no me molestaría tanto, pero si mi esposo viera eso que pensaría, hasta llegué a pensar que lo más práctico era deshacerme de Káiser regalándoselo a unos sobrinos de mi esposo. Pero luego de meditarlo, llamé a la tienda de mascotas y les pedí que me dijesen que podía hacer, claro sin decirles que yo había provocado eso, la dependienta sencillamente me recomendó una escuela de entrenamiento y obediencia para perros. Realmente no sé cómo no se me ocurrió pensar eso a mí, tras tomar el número de una que la tienda recomendaba, los llamé y llegué al acuerdo de que le dieran clases de obediencia a Káiser. Ya a las tres semanas Káiser respondía perfectamente bien a las órdenes verbales, por lo que tuve que tomar el curso completo, junto con él.

Mi día normal se dividía en llevar a mi hija a la guardería, asistir a clases, y en las tardes buscarla, ocasionalmente había día en que no tenía clases, pero decidía quedarme a solas con Káiser. Durante casi unas cuantas semanas, nada más le permitía el que me lamiera divinamente la vagina, tras lo cual me aseaba profusamente para evitar cualquier tipo de infección vaginal. Como parte de mi rutina también estaba el leer los relatos sobre relaciones sexuales con perros, ya que a pesar de permitirle a Káiser lamerme la concha, no me había atrevido a dejar que me montase y desde luego que ganas no le faltaban, la cosa es que yo no se lo permitía, por miedo. Cierto día leí un relato, que me dejó bastante caliente, y deseosa de experimentar con mi can, por lo que luego de quedarme sola en casa, como de costumbre me despojé de toda mi ropa. Káiser como que si supiese lo que le esperaba se veía ese día mucho más contento que de costumbre, al punto que le tuve que ordenar que se quedase quieto con bastante carácter. Luego me senté en la silla playera donde regularmente lo hacía cuando deseaba que mi perro me lamiera, mi única preocupación en esos momentos era como lo haría, si me ponía en cuatro patas como dicen o sentada en la silla. Por aquello de tener algo de mayor control opté por quedarme sentada en la silla, como de costumbre dejé que Káiser comenzara a lamerme la vagina, que ese día en particular lo hizo de manera más intensa.

Ocasionalmente le había manoseado su verga, observaba como sobre salía de su piel y hasta en ocasiones lo llegué a masturbar, y darme cuenta de cómo antes de acabar, se formaba ese grueso bulto entre mis dedos. Como si lo mantenía apretado con la fuerza suficiente terminaba por acabar, de lo contrario veía asombrada, más de una vez como su pene se iba hinchando entre mis dedos hasta alcanzar un tamaño bastante grande o mejor dicho grueso. Como les dije, ya había tomado la decisión de que Káiser me montase, pero casi hasta última hora no sabía cómo, tras esa buena lamida de mi vagina, él creo que de manera instintiva buscaba penetrarme. Lo que hasta ese día no se lo había permitido, cuando sacó su hocico de mi conchita, se levantó apoyándose en sus patas traseras. Por lo general, en esos momentos yo me levantaba y le ordenaba que se quedase quieto, pero ese día no lo hice. Mantuve mis piernas bien abiertas observando como la punta de su verga se acercaba a mi sexo, el que desde hacía tiempo ya me depilo con bastante regularidad. Sus patas delanteras casi por decirlo de alguna manera trataron de abrazarme, me coloqué en todo el borde de la silla para facilitarle el contacto conmigo.

Pude ver como su miembro, aunque delgado en apariencia comenzaba a penetrar mí depilada vagina, yo trataba de mantener agarrada la base de su verga por aquello de evitar que su gran bulto me fuera a penetrar, pero apenas comencé a sentir su verga dentro de mí, me olvidé de todo lo que había a mi alrededor. Káiser comenzaba a introducir y sacar su verga de mi cuerpo de tal forma y manera que realmente dejé de pensar y me tiré totalmente sobre la silla, empujando mi vagina contra su verga. En cierta manera esperaba que esa bola de carne se comenzara a hinchar divinamente dentro de mí. Cuando comencé a sentirlo, fue el mayor placer que creo haber sentido, lo más raro de todo era que en esos momentos, yo le hablaba a Káiser como si fuera una persona y a mí me parecía que él me entendía del todo. Me acuerdo de que esa primera vez que me la metió, en medio de la locura que me embargaba, le dije que se la chuparía y que si hasta quería me dejaba dar por el culo, y como les dije me parece que me entendía a cabalidad.

Me encontraba acostada boca arriba, mientras que él sabrosamente me cogía, podía ver su lengua colgando por un lado de su gran hocico gotas de baba caían sobre mi cuerpo y algunas hasta en mi cara. Al tiempo que disfrutaba de su verga me acordaba de las muy buenas lamidas que ya me había dado en innumerables ocasiones, realmente la posición era algo incomoda, pero aun y así fue una sabrosa primera experiencia. Desde luego que tuve que esperar un buen rato luego que Káiser llenó de su semen toda mi concha, cuando finalmente nos separamos, lo vi cómo se lamía su propia verga, lo llamé a mi lado. Como si supiera lo que deseaba de inmediato me dio unas cuantas sabrosas y profundas lengüeteadas, haciendo que disfrutase de otro extraordinario orgasmo.

Mi vagina se encontraba sensible, el menor roce lo sentía en todo mi ser, ya desde ese día, creo que me convertí en adicta a la verga de Káiser, en ocasiones dejaba de asistir a mis clases, por el solo placer de sentirlo dentro de mí. Apenas la chica de la limpieza se iba, no hacía más que quitarme la ropa y acudir dónde mi amante que me esperaba para juntos hacer travesuras. Incluso me imaginaba lo rico que sería encontrarme a Káiser lamiéndole la concha a la mujer del servicio. Cuando me lamía la vagina imaginaba que los espiaba y veía su cara llena de lujuria disfrutando de esos placeres que mi animal me provocaba.

Les dije que en ciertos momentos le hablaba a mi perro y que me parecía que él entendía plenamente lo que le decía, pensarán que es idea mía o parte de mi locura, pero un día luego de las deliciosas lamidas, en lugar de montarme, se quedó echado en el suelo a mis pies, luego se ha colocado boca arriba y cuando le pasé mi mano por sobre su barriga, hizo ese ruido como de llorar. Preocupada me tiré a su lado desnuda como de costumbre, pero al tomar su verga entre mis dedos comenzó a mover la cola con rapidez. Al igual que una de sus patas traseras, viéndolo a su cara le pregunté si deseaba que se la chupase y me dio la impresión de que un corto ladrido era señal de aceptación.

Por lo que, sin perder más tiempo, acerqué mi boca a su verga y con la punta de mis labios comencé a tocar la piel hasta que comenzó a salir su rosado miembro, el cual sin perdida alguna de mi parte comencé a chupárselo diligentemente, al tiempo que con mis dedos le acariciaba las bolas. Chupé y chupé hasta que de momento sentí entre mis dedos y parte de mi boca el gran bulto que se formaba en la base de su verga, realmente me dio la impresión de que Káiser lo disfrutaba tanto como yo disfrutaba sus sabrosas lamidas. A los pocos segundos sentí como ese líquido blanquecino y caliente, de sabor ligeramente saladito inundaba mi boca, pero aun y así continué mamándole su verga hasta que entendí que ya era más que suficiente. Creo que parte de su semen me lo he tragado, pero no me causó desagrado alguno, al terminar recostada a su lado mientras él mismo se pasaba la lengua por su miembro, le dije: “Lo único que me falta es que me la metas en el culo”. En ese momento Káiser dio un corto ladrido, que yo interpreté como sencillamente, “sí”.

En ocasiones copiando alguna de las lecturas, me embadurnaba de miel no tan solo mi vagina sino que también mis pezones y hasta mi culo, y dejaba que Káiser me lamiera. Quien nos viera llegaría a la conclusión de que yo estaba completamente loca, por mi manera de comportarme cuando estaba a solas con Káiser, ya que completamente desnuda me ponía a jugar con él. Dejando que me lamiera a gusto, y gana, en uno de esos juegos luego de lamerme yo me encontraba en cuatro patas y él se me ha trepado por détras, realmente no le fue muy difícil el introducir su verga dentro de mi húmeda vagina. Sus patas me tenían tomada por las costillas, y sentía que su abrazo me sujetaba firmemente contra su peludo cuerpo. A diferencia de cuando lo hacíamos en la silla, el placer que sentí fue algo infinito, creo que hasta ladré de gusto. En esa ocasión Káiser se lució del todo, para los efectos yo era sencillamente su perra y como tal me desempeñaba al máximo, cuando luego de sentir sus chorros de semen invadir mi vagina. Káiser se dio la vuelta a la espera de que su miembro recobrase su tamaño habitual, me puse a pensar soñar despierta como sería hacerlo con otro tipo de animales.

Al recobrar su tamaño normal, y separarse de mi cuerpo, yo me quedé en la posición en que estaba por un rato, ya que esperaba que me lamiera nuevamente mi vagina lo que hizo profusamente, pero también pasó su áspera lengua por entre mis nalgas, ese día me había untado bastante miel y algo de esa miel debió quedar sobre mi esfínter, por lo que sentí sabrosamente como con su lengua pretendía penetrarme. “¿Estás tratando de convencerme de que te deje que me la metas en el culo, verdad?” –le dije demasiado caliente. A lo que rápidamente soltó un corto ladrido, contrario a mi marido y los novios que tuve estando de soltera, Káiser tiene la virilidad de un toro. No sé si me expreso bien al respecto, lo que quiero decir con eso, es que una vez que llegábamos a tener sexo, a diferencia de los que ya nombré, Káiser bastaba que nuevamente le me pusiera en cuatro patas mostrándole mi vagina para que a los pocos momentos se encontrase lamiéndomelo nuevamente y luego sobre mí.

Lo que en cierta manera me convirtió en una adicta a su verga, se la mamaba, chupaba, besaba y hasta le lamía los testículos, como juego previo a que me la metiera y me hiciera jadear como su perra. Un día, como dicen tanto va el cántaro a la fuete hasta que se rompe, que no pude aguantar la curiosidad por saber que se podía sentir que mi perro me diera por el culo. Luego de haber estado haciéndolo de manera “normal” es decir yo en cuatro y él encima de mí dándome sabrosamente por mi vagina, mientras que Káiser se lamía su verga, yo de ociosa me comencé a acariciar mi esfínter. A los pocos segundos me levanté del suelo del patio, donde generalmente manteníamos nuestro romance y salí corriendo para el baño de mi habitación, tomé el tarro de vaselina y me he embadurnado todo mi ano, luego me fui a la cocina y tomé un pepino. El cual en el mismo piso de la cocina me lo comencé a introducir por mi culo, aunque bastante frio gracias a la vaselina, me lo pude introducir lo suficiente como para que me fuera dilatando los músculos de mi esfínter (Eso también lo leí, en otras página de relatos eróticos). Cuando entendí que ya luego de un buen rato de estar tirada en el piso de la cocina, metiendo y sacando el pepino de mi culo, me fui nuevamente al patio, sujetándolo con una mano. Al llegar a la puerta del patio, escuché a Káiser llorando, ya que no tengo la costumbre de que entre en casa. Cuando me puse en cuatro patas nuevamente, me saqué el pepino y mi perro ya estaba listo para montarme nuevamente, lo que hizo de inmediato, pero a diferencia de las veces anteriores me las arreglé para dirigir su puntiaguda verga directo a mi ano. En cosa de pocos segundos ya me había penetrado, por mi casi virginal culo, ya que ni mi a mi marido mi a mis novios, nunca se los he llegado a aflojar, realmente por miedo al dolor, pero en esos momentos como que me encontraba loca por sentir la verga de Káiser dentro de mi culo, realmente la primera penetración no me dolió tanto, quizás por el estado en que me encontraba. No me importaba si se caían todas las paredes del patio y la gente de la calle me viera siendo cogida como una perra por mi mascota.

Sentir su peluda piel sobre mi cuerpo desnudo, era parte de esa locura o adicción que tenía por la verga de Káiser. En ocasiones Káiser, me rasguñaba con sus patas delanteras y las traseras mi espalda o mis muslos, y yo le decía a mi marido que había sido con las matas de rosas, o con el limonero que teníamos en el patio, y a él eso como que le bastaba, pero regresando al primer día que Káiser me dio por el culo, fue algo que no sé cómo describir, ya acostumbrada a su bola, no me preocupé mucho por ella, pero cuando comenzó a hincharse su verga sentí que mi culo iba a estallar. Me dolió bastante, pero al mismo tiempo lo disfruté más todavía, y creo que él también lo hizo.

A diferencia de cuando me la metía por la vagina, cuando terminó de darme por el culo, aparte del dolor tuve que esperar mucho más tiempo a que su verga recobrase su tamaño original, pero mientras tanto yo permanecí en cuatro patas al igual que él. Cuando finalmente su verga abandonó mi culo sentí una gran satisfacción, prometiéndome a mí misma que nunca más volvería hacerlo, pero como ya se habrán dado cuenta, esa fue la primera, pero no la única vez que le entregué el culo a Káiser. Durante unos cuantos meses, hasta casi pierdo el semestre de la universidad, por estar acostada con mi perro, es que eso para mí era único, los dos jugábamos en el patio, yo sin nada de ropa y él metiendo su hocico, lengua entre mis nalgas y coño. Cuando me tiraba a la piscina él se lanzaba tras de mí, y en más de una ocasión lo llegamos hacer en la parte baja de la alberca, en ocasiones me imaginaba como sería el hacerlo con otro perro, o cualquier otro animal, ya tenía mucho hacía haciéndolo con mi perro.

Cada maldito día era un placer tremendo, descubrir nuevas sensaciones y dejarme llevar por todo ese morbo que consumía. El tiempo siempre estuvo de nuestro lado, solo me dediqué a satisfacerlo y a satisfacerme, aunque solo me quedaba algo por hacer: “Hacer que la chica del servicio se atreviera a coger con Káiser”. Idearé un plan para lograrlo y así podamos disfrutar las dos de este macho que sabe satisfacer muy bien.

 

 

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