jueves, 31 de octubre de 2024

38. Mi cuñada favorita 2


Después de varios días de nuestras charlas intensas me envía una captura de pantalla, había conversado con mi esposa y le había contado todo.

Una noche me llega un mensaje con varías capturas de pantalla con lo siguiente: “Ahora entiendo porque a pesar de ser un huevón caliente tu esposa está loca por ti”. “Hola bebé, veo que conversaste con mi esposa, magino que fuiste precavida” –respondí. “¡Obvio! ¿Quieres leer toda nuestra conversación?” –me preguntó. “¡claro! Sería interesante” –respondí. “¡Ok! ¡Luego seguimos con lo nuestro!” –escribió. “¡Bueno preciosa!” –le respondí.

Voy a intentar reescribir los pantallazos que me envió mi cuñada, bueno solo la parte más interesante, para que puedan entender. Por eso identificaré la conversación con C de cuñada y E de esposa, asi para no alargar tanto el escrito.

C: “Cuñadita se que quizá te parezca tonto, atrevido o tal vez sin importancia pero no sé qué hacer y menos a quien recurrir, por eso es que me atrevo a contarte todo a ti para que me ayudes y me digas que debo de hacer”.

E: “¡Me asustas! Pero dime, ¿en qué te puedo ayudar?”.

C: “Tú sabes que hace 3 años me detectaron la alergia, ¿verdad?”.

E: “Claro que si recuerdo, también recuerdo que lloramos juntas”.

C: “Bien, me da vergüenza” –escribe mi cuñada.

E: “Ya empezaste no me dejes con la intriga” –dice mi esposa.

C: “Ok, desde esa fecha que el médico me dijo que tenga cuidado con los ejercicios que si no tomaba mis pastillas, el mismo hecho de generar energía en mi cuerpo iba a enrroncharme, lo que nos ha llevado a tener problemas en la vida marital, tu hermano no me toca”.

E: “¡¿Qué?!”.

C: “No sé qué hacer, me le he insinuado de muchas maneras, le he pedido, le he rogado que me toque, que me acaricie, que me haga el amor. Me siento fea y hasta he pensado que los años, mi alergia, la rutina han provocado esto”.

E: “¿Años, rutina? Eso es imposible, no te puedo hablar por otras parejas, pero mi experiencia me dice otra cosa, tu cuñado busca cualquier pretexto para hacerme el amor, que le toqué; que le rocé; que soñó conmigo; que vimos una película y pasaron una escena caliente; que se le antojó, que para que cambie de ropa delante de él; en fin cualquier pretexto es bueno para que me haga suya.

C: “Siempre fue así?”.

E: Antes de casarnos hacíamos el amor en todas partes, llegué a perder la vergüenza de hacerlo en la calle, en los parques, en el cine, en la playa; cuando salía con él por más que sea invierno tenía que salir en falda, mini falda o vestido, nunca en buzo o pantalón; regresaba a casa sin calzones. Después de casarnos créeme hacíamos el amor todas los días, antes que nacieran los chicos cuando estábamos en casa prácticamente andábamos desnudos porque lo hacíamos en la sala, en la cocina, en el baño, hubo un tiempo en que dejamos de hacerlo por toda la casa, pero no dejamos de hacerlo todos los días; los años pasaron y para serte sincera pensé que se iba a calmar pero no fue así. Lo que hacemos ahora es que él me va a recoger a mi trabajo, nos vamos a almorzar y luego a un hotel, eso es en el día y por las noches los fines de semana salimos a bailar o tomar algo y terminamos en el hotel.

C: “¡me dejaste muda! Y, ¿tienen límites en el sexo?”.

E: “Si te refieres a que si hemos tenido sexo oral o sexo anal. ¡Sí! Para él no hay límites, tú sabes cuñada de que familia provengo, conservadora y sobre todo muy religiosa, tu cuñado fue el primer y único hombre en mi vida, yo no sabía nada de nada con decirte que yo pensaba que el sexo oral era hablar de sexo, él fue muy paciente pero sobre todo astuto, al inicio veíamos videos porno amateur para que me explique qué hacían la parejas, poco a poco fui aprendiendo y disfrutando del sexo oral. También me enseñó como masturbarme, de las poses, de los disfraces, hasta que llegó el momento que él tanto esperaba, hacerlo por el culo. Esa noche fuimos a bailar, tomamos unos tragos yo estaba algo ebria. Luego nos fuimos al hotel, seguimos tomando porque llevamos una botella de vino; esa noche tenía que ser especial, hicimos el amor como locos y cuando mi cuerpo ya no daba de no sé cuantos orgasmos tuve, me dijo que me colocara de costado, respirara profundo, me relajara; colocó gel en uno de sus dedos y en lo untó en mi trasero, metió su dedo luego lo sacó me pidió que no ajustara y que respirara, y poco a poco fue metiendo su verga

C: “¿Eso te habrá destrozado el culo?”.

E: “Me partió en dos, pero cuando dejó de dolerme y arderme empecé a disfrutarlo, hoy el sexo anal es parte de nuestros encuentros, me da tristeza que mi hermano te tenga descuidada, no te ofrezco hablar con él porque lo más probable es que se moleste conmigo y luego contigo por haberme contado lo que te está pasando, si gustas le comento algo a mi esposo y cuando los visitemos tu cuñado discretamente hable con él”.

C: “¡Qué vergüenza! ¿Qué dirá tu esposo?”.

E: No lo sé, pero conociéndolo creo que charlaran bastante.

Esa es parte de la conversación que tuvo mi esposa con mi cuñada. La verdad estaba sorprendido de que mi esposa contara cosas de nuestra intimidad, pero también me calentaba que se lo contara, ya que el morbo se apoderaba de mí al leer. Después de leer, seguí conversando con mi sensual cuñada. “Bueno, ¿ahora me crees lo que te digo?” –le pregunté. “¿Me crees si te digo que mientras tu esposa me contaba todo yo estaba desnuda en mi casa masturbándome como loca?” –respondió ella. “Si te creo porque después de leer todo lo que me has enviado has provocado en mí una erección” –le escribí. “¡Qué rico! ¿Es cierto que le rompiste el culo a tu esposa?” –me preguntó. “¡Sí!” –le respondí. “¡Qué ganas de tenerla dentro! Desde que tu esposa me dijo no paro de imaginar que me partes el culo” –escribió. “Cuando tengamos la oportunidad lo haré, lo malo es que tendrás que disimular en tu casa, pero de que te voy a coger como loco ese culo que tienes, tenlo por seguro que lo haré. “¿Te la afeitas?” –me preguntó. “Sí, al igual que mi esposa, me gusta que tenga su concha depilada” –le respondí. Ella escribió: “A tu cuñado no le gusta eso, yo la tengo peluda”. “Para eso hay solución, si gustas te enseño como afeitarte” –le escribí. “Pero, ¿cómo? Estamos lejos” –me escribió. Con el morbo en la sangre, les respondí: “Hacemos una videollamada y de paso te muestro mi verga para que fantasees”. “¡Ok, me convenciste! Voy a meterme a la ducha, déjame buscar los audífonos para que mi hija no escuche” –escribió ella. “Bueno, te espero” –escribí. Mi cabeza empezó a fantasear, quería verla desnuda y pajearme viéndola, se había metido en mi cabeza, al punto de cuando cojo con mi esposa, la imagino a ella. Los minutos pasaron y la espera me mataba. “¡Listo, llámame!” –escribió.

La llamé, estaba completamente desnuda. ¡Qué delicia de mujer! ¡Qué tetas más apetitosas! Le pedí que se sentara en el wáter y que tenga a la mano tijeras, agua, jabón y una máquina de afeitar femenina. Luego le dije que primero con las tijeras con mucho cuidado cortara los pelos hasta casi la raíz pero sin hacerse daño, pero que colocara el celular frente a ella en algo para que yo pueda ver lo que hace y obediente lo hizo. “Listo, yo tendré las manos ocupadas así que el teléfono voy a colocarlo encima de la cesta de ropa recostado contra la pared, dime, ¿cómo lo hago?” –dijo. “Lo estás haciendo bien. Me gusta cómo está quedando, se ve apetitosa. Ahora vas a tomar el jabón y vas a ponerlo en tu vagina, luego pasarás la máquina de afeitar con sumo cuidado para que no te vayas a cortar” –le dije. “Ok, tu disfruta del panorama” –me respondió con una sonrisa maliciosa. Verla afeitarse la vagina me ponía caliente, me empecé a masturbar viéndola, ella miraba la cámara cuando terminaba y se mordía el labio. Luego de unos minutos, me dice: “¡Listo!”. “Acerca el teléfono a tu conchita y muéstrame como quedó. “Eres un pervertido” –me dijo. “Seguro no te gusta que sea así” –le respondí. “Me encanta, me seduce, me calienta. Quiero que metas tu verga y me hagas sentir puta” –dijo ella. Acercó el teléfono a su vagina y me preguntó: “¿Te gusta?”. “¡Qué maravilla! ¡Se ve deliciosa! Ahora quiero que te eches agua y te enjuagues” –le ordené. Obediente lo hizo. “¡Ya aprendiste! Conmigo vas a hacer lo que yo te diga. ¿Está claro?” –le dije. “Ok, señor, ¡no se moleste!” –dijo sonriendo. “Me gusta como se te ve la concha sin ningún vello, no sabes cómo me la comería. A partir de ahora esa conchita es mía. Solo yo puedo verla peladita, rosada y jugosa como está ahora, ni siquiera te voy a compartir con el imbécil de tu marido, cuando quiera estar contigo vas a ponerle miles de pretextos” –le dije. “¡Qué excitante se oye! ¡Sí quiero ser tuya, quiero que me cojas como un animal y que me hagas gritar de placer” –me decía. “¿Estás caliente?” –le pregunté. “Sí, mucho” –respondió ella. “Quiero que te abras de piernas y empieces a tocarte, quiero escucharte gemir como puta y que digas cuanto quieres que te coja” –le ordené. “Nunca me han hablado así, suenas a macho. ¡Me encanta!” –dijo con lujuria. Empezó a tocarse como se lo había pedido, lo lento, su boca se abría al sentir en roce de sus en el clítoris, para ir poco a poco aumentar el movimiento de sus dedos, intensificando sus gemidos. ¡Ay, que rico!” –decía. “Sigue tocándote putita” –le dije. “Sí, quiero imaginar que es tu lengua la que me recorre y me hace gemir. ¡Oh, se siente tan rico!” –decía entre sus gemidos. Yo me pajeaba frenético viéndola, pero no quería acabar aun hasta saber que ella había llegado al orgasmo. Bajé mi celular y le mostré mi verga tiesa por ella y el movimiento de mi mano al estimularla, le dije que deseaba que fuera su boca. “¡Qué rica se ve! ¡Me la comería entera!” –dijo metiéndose dos dedos en la concha. “¡Ah, ay, delicioso!” –decía mientras se cogía metiendo y sacando sus dedos con intensidad. Con una mano se apretaba una teta y con la otra se pajeaba como loca, me pedía que me la cogiera, que destrozara su concha y su culo. Le dije que buscara algo para que se metiera en la concha, presurosa buscó en un mueble y encontró un frasco de perfume con forma fálica. “Ahora ponlo sobre la tapa del inodoro y súbete encima de él como si estuvieras encima de mi verga.

Sin dudarlo, hizo lo que le ordené y se deslizó lentamente, su vagina estaba hambrienta, deseosa de ser usada. Poco a poco el frasco entraba y se perdía casi por completo. Se empezó a mover más rápido subiendo y bajando mientras se apretaba las tetas y decía: “¿Te gusta verme así de caliente? ¡Dime que soy puta!” –decia con jadeos y gemidos. “¡Eres toda una puta! ¡Me gusta que seas una zorra caliente!” –le decía mientras me seguía pajeando. “¡Ya no aguanto más!” –me decía, se notaba que estaba al borde del orgasmo, su cara de caliente era un deleite a mis ojos, la mirada en sus ojos y la manera en que pellizcaba sus pezones daban cuenta del placer que la estaba invadiendo. Yo también estaba a punto de acabar, como dos máquinas perfectamente sincronizadas nos entregamos al placer y ambos acabamos deliciosamente. “¡Oh qué rico! ¡Quiero sentir ese rico semen en mi culo!” –me decía temblando. Terminamos la llamada porque mi cuñado estaba por llegar de su trabajo. Esa noche me corrí la mejor paja en años, ver esa conchita peladita de mi cuñada eso hacía que me excite más. Antes de despedirnos me dijo: “Nunca disfruté tanto, ni con tu cuñado, no sabía lo que es un orgasmo”. Le recordé que ahora me pertenecía y que recordara que no la iba a compartir con nadie.

Si es que quieren en algún momento les contaré lo que pasó en nuestro primer encuentro y todas las cosas que hicimos.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

martes, 29 de octubre de 2024

37. Mi cuñada favorita 1

Permítanme presentarme, soy un hombre supuestamente normal de 43 años, casado con una bella mujer, esta historia empezó hace algunos años atrás cuando conocí a mi cuñada por primera vez.

En ese tiempo aún éramos novios con mi actual esposa, ella quería que yo conociera a su hermano mayor que en ese momento por motivos de trabajo vivía a 2 horas de nuestra, era la primera vez que iba a conocerlo y a su familia, así que habían nervios y ansiedad de por medio. Llegó el día del viaje que por cierto era todo un fin de semana así que íbamos a quedarnos en casa de mi cuñado; cuando llegamos nos recibieron con amabilidad así que me sentí como en familia.

Él está casado con una hermosa mujer, de cuerpo tonificado, piernas y culo de infarto, cabello hasta la cintura. Mi cuñado era un tipo común, sin mucho que resaltar. Todo ese día la pasamos charlando, conociendo la ciudad, pasamos un buen día, eran buenas personas y muy cariñosas, los nervios de la primera impresión se esfumaron y me sentí parte de aquella familia. Llegó la noche y mi intención era dejar a mi novia en casa de su hermano, vivía en un sitio acomodado pero en un departamento de un ambiente, ya que era su departamento de soltero y como aún no tenía hijos, no estaba interesado en mudarse. Iba a ser imposible que por lo menos yo me quedara ahí, me había resignado en volver a mi casa o buscar un lugar donde quedarme, pero para mi buena suerte mi cuñado sacó un colchón y me dijo: “No te preocupes, mi hermana dormiremos en nuestra cama y ustedes en el colchón”. Sentí alivio porque no tenía muchas ganas de conducir dos horas para volver a casa. Lo colocamos a mitad de la sala pero había un inconveniente que si alguno de ellos quería ir al baño debería pasar muy cerca del colchón.

Estuvimos bebiendo y riendo un rato hasta que nos diera sueño, ya era cerca de la 01:00 de la madrugada y nos fuimos a dormir. Después de algunas horas el primero en levantarse al baño fue mi cuñado, haciendo todo lo posible por no despertarme, casi ya amaneciendo, ya no estaba oscuro se levantó mi cuñada, tenía puesto un camisón muy corto, así que se podían ver sus piernas y parte de su suculento culo, yo fingía estar durmiendo así que ella no se cuidó de que pudiera verla. Desde ese día empecé a ver a mi cuñada con otros ojos, sabía que estaba mal, pero quería cogérmela.

Pasaron los años, me casé con mi esposa y ese vinculo amistoso se consolidó con mi cuñada, para esto ellos ya vivían en la capital a unas 8 horas de mi ciudad así que siempre teníamos motivos para visitarlos. Esas visitas solían durar a veces 1 mes, la primera vez que noto algo fuera de lo normal fue en una de esas visitas que hicimos y que por casualidades de la vida ese mes era mi cumpleaños así que decidieron darme una sorpresa. La idea fue de mi cuñada. Cuando llegó la noche ella llega con una tremenda torta, bocadillos, tragos y comida para celebrar, empezó la pequeña fiestita que me habían armado, se sirvieron los tragos, se repartieron los bocadillos, se sirvió la comida y llegó la hora de cantar el feliz cumpleaños, los saludos y regalos, soplé la vela y uno a uno empezó a darme el abrazo, cuando llegó el turno de ella se acercó con una sonrisa enorme pero cuando me abrazó noté demasiado apego físico, mientras me abrazaba me dijo: “Feliz cumpleaños cuñado, espero te haya gustado esta sorpresita, lo preparé yo con todo cariño”. Bailamos y tomamos hasta altas horas de la madrugada y con el pretexto de ser el cumpleañero ella me sacaba a bailar a cada rato, sobre todo cuando era salsa (no es por nada pero bailo bien la salsa y siempre la empiezo bailado pegado) así que eso hacía que en cada baile, nuestros cuerpos se juntaban y de rato en rato había fricciones que a ella no le desagradaban, todo eso pasaba mientras los demás bailaban, así que nadie se percataba de lo que sucedía entre mi cuñada y yo.

Desde esa noche todo cambió, tengo por costumbre ducharme todas las noches antes de dormirme y el único baño disponible con ducha para nosotros era el de ellos el que estaba en su dormitorio, así que todas las noches entraba a su ducha y desde la siguiente noche de mi cumpleaños siempre encontraba un calzón de ella colgado en el colgador de toallas o sobre las cortinas del baño, la primera noche pensé que era casualidad así que no toqué el calzón de donde estaba, pero cuando salí del baño me di cuenta que ella entró a su dormitorio, así que decidí hacer algo al día siguiente.

La noche siguiente entré a ducharme y volví a ver otro calzón en el colgador, eso me excitó, lo olí, me masturbé y dejé algo de mi semen en su calzón, cuando salí del baño ella entró, y al salir y volver a la sala tenía una sonrisa pícara y así fue todas esas vacaciones.

Terminaron nuestras vacaciones tuvimos que regresarnos a nuestra ciudad, a nuestras vidas pero para sorpresa mía al llegar me llega un mensaje a mi Facebook: “Hola precioso, espero hayas llegado bien, cuando gustes tienes las puertas de la casa abiertas”. Desde ahí empezamos a conversar diariamente con ella al principio de todo, de cosas sin importancia hasta que una noche me escribe: “Hola, ¿estás? ¿Podemos hablar?”. “Dame cinco minutos y soy todo tuyo, porque en este momento estoy terminando un trabajo” –le respondí. “Bueno, te espero” –escribió ella. “¡Listo! Soy todo tuyo” –escribí. “Si así me dijera tu cuñado sería lindo” –escribió. “¡Ups! ¿Pasó algo?” –pregunté. “¡Ya no aguanto más! ¡No sé qué hacer! Soy cero a la izquierda, no me mira, no me toca, no me hace nada” –respondió. Sabiendo a quien y a qué se refería, y solo para estar seguro de lo que yo iba a decir le pregunto: “¿Me estás diciendo que Javier no te hace nada de nada? ¿Desde cuando?”. “Hace 3 años que fuimos al médico y me detectaron una pequeña alergia en mi cuerpo que hace que si no tomo mis pastillas mi cuerpo ante cualquier estímulo le salga ronchas y todo este tiempo con el pretexto de que me puede pasar algo tu cuñado no me hace nada” –respondió.

Hubo un momento de silencio, estaba pensando que responde ante tal confesión. “¿Puedo ser sincero y crudo?” –le escribí. “¡Sí, claro!” –respondió. “Me pareces una mujer muy bella, muy sensual, tienes una cuerpo espectacular unas piernas de infarto y un trasero que quitan el aliento a cualquiera” –escribí con osadía. “Pero al parecer a tu cuñado no le quito el aliento. ¿De verdad te parezco bella y sensual?” –escribió ella. “¡Claro! No solo bella y sensual, ¡Me pareces riquísima! Qué tonto tu esposo; si yo fuera el…” –escribía y ella respondió: “Si tú fueras él, ¿qué?”. “¿Debo de medirme en lo que digo o escribo?” –le pregunté. “Dime, no hay problemas” –respondió. Pensando mi respuesta dejé de teclear, luego de unos segundos, le escribí: “Si yo fuera tu esposo te comería enterita, lo haría contigo todas las noches, en todas las poses posibles y por todos los lados posibles”. “Jajajajajaja, ¡loco! Mentiroso, seguro que a tu esposa no le haces nada” –escribió. “Si gustas pregúntale y que ella te diga que le hago, por donde lo hago y cuantas veces lo hago” –le respondí. “¡Jajajajajaja! Le voy a preguntar para sacarme de las dudas” –me escribió.

Supongo que la conversación estaba interesante, porque ninguno de los dos intentaba terminarla. “Pregúntale cuando quieras, pero ten cuidado que no sospeche por que le preguntas” –le escribí. No niego que me estaba calentando escribirnos, mi verga se estaba poniendo dura. “Tranquilo no soy tonta, con tu esposa conversamos de todo pero menos de nuestros esposos así que será motivo de hacerlo. ¿De verdad mi cuerpo te parece espectacular? ¿De verdad mi pernas son de infarto? ¿Y mi trasero te quitan el aliento?” –escribió llenándome de preguntas. “¡Si preciosa! Perdón, ¿puedo llamarte así?” –le respondí. La conversación estaba tomando otro tinte, nos íbamos acercando a ese limite casi invisible, al final éramos dos adultos conversando de temas de adultos. “Nadie me dice así, se siente bonito. ¡Puedes llamarme o decirme como quieras! Nunca me han dicho que mis piernas son de infarto o que mi trasero quite el aliento, suena fuerte pero al leer lo que escribes se estremece mi cuerpo, tengo una sensación rara pero rica a la vez” –escribió. Si yo estaba caliente en medio de la conversación, supongo que ella también, por algo me lo escribía. “Tus piernas son lindas bebe. Mejor no te digo donde me encantaría tenerlas” –le escribí tocando mi verga encima del pantalón. “Eres un loco. Me gusta lo que dices pero no te creo, no creo que mis piernas sean lindas o de infarto como dices o que mi culo te quite el aliento” –me escribió.

Ya no me podía resistir, estaba tan caliente que me empecé a masturbar, estaba ansioso, quería cogérmela pero no sabía hasta donde ella estuviera dispuesta a llegar, pero como se iba dando la conversación no niego que ella también se estaría tocando. “Si estuvieras aquí a mi lado o si tuviera una imagen describiría cada rincón de esas piernas y cada centímetro de ese delicioso culo, pero lástima que no lo estés” –escribí dando un paso más allá. “Espera, te voy a enviar algo” –escribió. Esperaba con ansias. “¡Mierda! ¡Dios que rica!” –escribí mirando las fotos que se había tomado en calzón de sus piernas y de su apetitoso culo. El solo de hecho de verla así aceleró el movimiento de mi mano, estaba disfrutando de esas imágenes.

Hubo segundos se silencio que se hicieron eternos. “¡Qué grosero!” –escribió. “¿Te molesta que hable así?” –le pregunté. “La verdad no y no sé porque pero leo lo que escribes y haces que mi cuerpo se estremezca, hace tiempo que no me sentía así” –escribió ella. “¿Deseada?” –pregunté. “¿Me deseas?” –contra preguntó. “¿La verdad?” –pregunté una vez más. “Sí, ¡por favor!” –respondió.

“Sí, te deseo desde que te conocí, desde la primera vez que te vi en camisón cuando pasaste por mi lado para ir al baño cuando vivías al norte. Te deseo desde aquella vez que me abrazaste por mi cumpleaños y por primera vez sentí tu cuerpo pegado al mío y bailamos casi toda la noche. Te deseo desde la primera vez que olí tus calzones, que por cierto fue el olor más rico y exquisito que haya olido. Por cierto, ¿puedo preguntarte algo?” –le escribí. “¡Haces que me estremezca! Mi cuerpo está temblando, hace tiempo que no sentía esto. Sé lo que me vas a preguntar y mi respuesta es sí. Dejaba el calzón que utilizaba en el día para ver que hacías y desde el día que dejaste tu semen en mis calzones no había un día que no la lamiera y lo poquito que dejabas me lo tragaba imaginándote oliendo mis calzones mientras te masturbabas por mi” –respondió.

En ese momento le escribí: “No sabes lo rico que me masturbo pensando en ti y en todas las cosas que me provocas. Sacas ese lado lujurioso que me encanta”. “Tengo que confesar que yo también me he estado tocando desde que estamos hablando y más sabiendo lo delicioso que es tu semen” –escribió.

Desde ese día nuestras conversaciones cambiaron, todo era sexo, me enviaba fotos de ella en ropa interior, aún tenía vergüenza de mandarme fotos desnuda, hasta que conversó con mi esposa pero esa historia que tal vez les cuente en otra ocasión.



Pasiones Prohibidas ®

domingo, 27 de octubre de 2024

36. Ana, la madre de Antonella

Estar con Antonella era una llama constante de erotismo, lujuria y perversión. Siempre sabia como complacer a mis demonios e incitar en mi la perversión. A diario recibía mensajes de ella con fotos desnudas y videos masturbándose diciendo lo mucho que le gusta coger conmigo. Aunque ella me seguía visitando casi todas las tardes.

También yo era un espectador constante, observándola en las noches desde mi balcón. Ella no sabía que era un ritual para mí estar mirándola, viendo cómo se quitaba la ropa y esperar a que saliera de la ducha. me aproximé a la ventana dispuesto a espiarla de nuevo. Una noche, entre el calor de Santiago y la calentura que sentía por Antonella, estaba entre las sombras mirándola solo con el bóxer puesto.

La noche ya se había apoderado de la ciudad y una ampolleta al encenderse en la casa de Antonella me hizo despertar del letargo que me estaba entrando. Una luz se encendió No era la luz del cuarto de baño, era la luz de una habitación contigua, pude ver una mujer de aproximadamente 40 o 45 años. Una mujer de piel blanca, cabello tan negro como el de Antonella. Tenía puesto un vestido blanco, ligero con botones desde el cuello hasta su cintura, se notaba que tenía calor para andar así en su casa, de los seis botones que tenía el vestido, tres estaban desabotonados hasta el esternón.

Era la primera vez que la veía, pero por sus rasgos parecidos a los de Antonella, podría ser su madre. Era una mujer de 1.55 de altura, con un físico atractivo, resaltaban tanto sus tetas como su culo. Deambulaba por la habitación ordenando ropa y a los pocos minutos recibí la recompensa de mi tiempo de espera. El vestido cayó suavemente, deteniéndose en sus caderas. Aquella mujer quedó frente a mí con sus tetas desnudas. A pesar de la lejanía era una mujer exquisita a la vista de cualquier macho caliente. Tenía unas bragas de color blanco que tapaban su intimidad pero supongo que por el calor debían estar mojadas y pegadas a su vagina. Era lo que se puede definir como una sensual MILF de película porno. Esa mujer desconocida para mi hasta ese momento me estaba poniendo caliente, tan caliente que saqué mi verga por entre el bóxer y me empecé a masturbar.

Al parecer percibía que alguien la observaba camuflado por la oscuridad, ya que ella fijó su mirada hasta donde estaba, mi corazón se puso a mil al ver que había notado mi voyerista presencia, pero en vez de apagar la luz y haber desaparecido de mi vista, se apartó un poco de la ventana a una posición que podía verme y que se dejaba ver. Se inclinó hacia un velador y sacó un objeto Con forma fálica, claramente era un consolador. Se recostó en la cama y empezó a chuparlo para dejarlo empapado de saliva. Abrió las piernas y no paraba de frotarlo en su vulva, yo no podía con la calentura, verla me ponía caliente, deseoso de estar ahí y jugar perversamente con mi lengua en esa vagina que se exhibía sin pudor. Su cuerpo se arqueaba expresando su excitación. Yo estaba masturbándome imaginando qué era mi glande el que se paseaba con libertad en su cocha. Poco a poco se lo metía y marcaba un ritmo frenético, supongo que estaba gimiendo ya que ponía su otra mano en la boca, se estaba cogiendo de forma brutal.

Ella acabó primero, se retorcía de placer en la cama y yo aumenté el ritmo de mi mano para disfrutar junto con esa mujer el placer voyerista que me consumía. Después acabé yo pensando en que dejaba mi semen si vagina y pensando en lo deliciosa que era esa desconocida mujer, tanto como su hija. La mujer sabía que todavía estaba observándola, se levantó de la cama y se acercó a la ventana, me buscó con la vista y yo encendí la linterna de mi teléfono para que supiera donde estaba. Se dependió moviendo su mano y lanzando un beso, para desaparecer de mi vista por esa noche.

Después de aquella vez la conocí en persona. Esta vez no fui en busca de ella como hice con su hija sino que fue ella la que me buscó. Habían pasado tres o cuatro días de aquel fugaz encuentro nocturno en mi balcón, yo preparaba la comida cuando me sobresaltó el timbre de mi departamento. No esperaba a nadie. Además, no conocía a ninguno de los vecinos, salvo a Antonella, a quien conocía muy bien. Pensé que sería una equivocación y me acerqué a la puerta dispuesto a decir a la persona que estaba afuera que de había equivocado de departamento. Al abrir la puerta, quedé sorprendido. Aquella mujer que noches antes se había exhibido para mí en mi puerta con una preciosa sonrisa dibujada en su cara. “Hola, soy Ana, tu vecina. Solo quería decirte que si necesitas algo solo tienes que pedirlo” –me dijo. Me quedé atónito, pasando y tratando de articular palabras. Al tenerla tan cerca me pude dar cuenta de su belleza, sus labios eran carnosos, su cuerpo esculpido a mano y unas tetas que te hacían perder la cabeza. Aún sin saber que decir, ella dio el paso que yo debí dar. Me miró a los ojos y con voz firme, me dijo: “¿No vas a invitarme a entrar? Normalmente cuando un vecino es nuevo invita a tomar una taza de café para conocer a las personas que conviven en su piso, pero aunque yo vivo en las casas de enfrente, esa es la costumbre de este edificio así que prepárame un café vecino”.

Me acerqué a la cocina a preparar el café y al volver la vi mirando uno de los cuadros que le había hecho a Antonella. No sabía dónde meterme, era su hija y yo un hombre que casi le doblaba la edad con mis treinta y cinco años, la tenía en medio del salón dibujadas desnuda. “¿No te da vergüenza hacer esto? Te acostaste con una chica que recién cumplió 18 años” –me recriminó. “Solo la dibujé, no pasó nada más entre nosotros” –le dije intentando convencerla, obviamente mintiendo. Dicen que las madres que defienden a sus hijos saben cuando alguien les miente y Ana sabía que yo le mentía. Pensé que me iba a dar una bofetada, pero en ese momento sonó la cafetera avisando de que el café estaba listo. Estaba algo contrariado, la reacción que ella tuviera tendría que aceptarla, ya que habría sido por defender a su hija. Preparé las tazas de café y las puse en una bandeja para ir a la sala. Al volver, la veo tirada en el piso desnuda y tocándose, tenía las piernas abiertas, me dijo: “Si eres tan hombre para cogerte a una adolescente, demuéstrame si lo eres para cogerte a una mujer como yo”. Dejé la bandeja, la miré con ojos de perversión y le respondí: “Puedo contigo y con ella a la vez si así lo quisiera”. “¡Cógeme entonces maldito voyerista!” –dijo Ana. Dejé la bandeja en la mesa y me quité la ropa, loco de excitación al escuchar el desafío que me impuso, me lancé como un hambriento animal para devorar a esa mujer madura.

Me lancé a su vagina que estaba húmeda y con mi lengua la empecé a recorrer con mis manos apretaba sus tetas, Ana gemía al sentir como mi mano se perdía buscando sus pezones para apretarlos. Luego mi mano bajo hasta su entrepierna y empecé A jugar con su clítoris mientras mi boca ahora le devoraba las tetas. Me moría de ganas de sentir su boca chupándomela, por lo que le dije que hiciéramos un 69. Ella sin siquiera protestar se sube encima de mí y entre los dos nos empezamos a devora, era tan perversa como Antonella a la hora de chuparla, me encantaba esa manera perversa en que engullía mi verga. Mientras yo seguía con mi lengua en su concha, poco a poco le empecé a meter los dedos en el culo, primero, luego otro y después un tercero. Tenía a mi merced su culo y su vagina. Éramos unos degenerados que se entregaron a la lujuria, no sé si gatillada por lo que pasó noches atrás o porque sabía que así como me la estaba cogiendo a ella me cogía a su hija.

No pasó mucho tiempo y se entregó por completo a un explosivo orgasmo que la hacía temblar y retorcerse pero no soltaba mi verga, se la seguía tragando completa, hasta la base, no se detuvo hasta que sintió mi verga palpitar y descargar el semen en su boca, que degustó de manera sucia y perversa.

Después de darle algunos minutos de tregua, la hice que se pusiera en cuatro, acomodé la punta de mi glande en su culo y de una estocada, soltó un delicioso grito de placer. Su ano se sentía tan apretado como el de Antonella cuando se la metí por primera vez. “¡Ah, sí, dame con fuerza!” –decía siguiendo mis movimientos. Era una experta, pero se notaba al principio que no había ocupado su orificio. Agarrado de su pelo se la seguía metiendo, solo quería que se diera cuenta que era lo suficientemente hombre para dejarla con el culo abierto. “¡Eres un maldito! ¡Me gusta como me coges! ¡Me tienes loca!” –decía. Ya la tenia al borde del orgasmo, lo notaba por la forma en que su culo aprisionaba mi verga, como si quisiera exprimirla. Tenerla en cuatro fue mi sueño desde que la vi tocándose en su cama y ahora la tenía a toda mi disposición. Al fin soltó un agónico alarido, señal de que vendrían los gemidos más intensos que el orgasmo entrega. Escucharla gemir de esa forma tan intensa hizo que mis embestidas se volvieran más brutales, hasta que al fin eyaculé en su culo, perdiéndose mi semen en sus entrañas, hasta que con las palpitaciones de ese hermoso culo salió deslizándose por su concha.

Nos quedamos tirados por unos minutos en el suelo, ella se puso de pie y comenzó a vestirse para volver a su casa. Al despedirse lo hizo con un beso apasionado y salió. No pasó ni un minuto y sonó el timbre, era ella, me miró a los ojos y dijo: “No es necesario que sigas cogiendo a Antonella, ahora tienes una puta para usarla cuando quieras”. “Lo pensaré, pero no te aseguro nada” –le respondí. Sonrió y siguió su marcha.

Al día siguiente de haber estado Ana en mi casa, su hija no apareció y la verdad es que me extrañó, pero no quise pensar nada raro. Pasaron un par de días y se repitió la misma situación. Me paré en la puerta del edificio dispuesto a esperarla cuando regresase de estudiar, pero no apareció. La que sí apareció fue Ana, le pregunté por Antonella y ella me respondió: “ha estado enferma y se la ha pasado con fiebre”. “¿Por eso tú tampoco has venido?” –le pregunté. “Claro, pero tengo unas locas de coger” –respondió. Ahora, quien sentía fiebre era yo al ver a Ana y que solo se calmaría con mi verga llenándola de semen. “Si quieres puedes pasar a mi casa” –dijo. Verla avanzar con esas deliciosas piernas que daban pasos sensuales con esos tacones que usaba, su cuerpo adornado por un vestido ceñido que resaltaba su figura y la manera perversa en que sus caderas se contoneaban en cada paso aumentaban en mí la calentura. Subió unos pequeños escalones después de abrir la reja de la calle, yo estaba embobado viéndole el culo. Mi verga estaba tiesa y ni siquiera la había tocado, no me resistí y le agarré una nalga, cuando terminé de tocársela la azoté con fuerza. “¡Vaya hembra!” –pensé. Cuando me di cuenta ella se había girado, me observaba babeando con la imagen.

Abrió la puerta y me invitó a pasar. Apenas cerró me abalancé sobre ella. La tomé de la cintura y la di vuelta, me miró con ojos de lascivia. Dijo: “Aquí no, alguien podría vernos”. “Estamos en tu casa, ¿qué importa si nos ven?” –le pregunté. “Recuerda que Antonella está en casa” –respondió. “¡Aquí no, por favor!” –dijo. No me importó lo que me decía y le agarré el culo por encima de la falda. Ella se resistía, pero poco a poco empezó a ceder. Levanté su falda y empecé a acariciarle el culo. No sé si sería el sitio o el momento pero aquella mujer estaba gimiendo al sentir mis manos apretando sus nalgas. Al poco tiempo estaba agachada chupándome la verga, lo hacía de forma perversa, haciéndome gemir. Esa maldita posición de estar en cuclillas con el vestido en la cintura, los tirantes en los brazos y las tetas fuera del brasier me ponía muy caliente. 

 La puse de pie e hice que se apoyara sobre la baranda de la escalera, le moví la tanga a un lado y sin pensarlo se la metí con fuerza, sus tetas colgaban por encima de la baranda, estaba expuesta a ser vista por su hija, pero al parecer no le importaba mucho, ya que empezó a gemir como endemoniada. Le excitaba la idea de ser vista o escuchada y me decía: “¡Sigue, quiero que me cojas como la puta que soy!”. La tomé y la llevé al sofá sin sacarle la verga e hice que se pusiera en cuatro. Agarrado de sus turgentes caderas seguí embistiéndola hasta que su cuerpo se entregó a un intensos orgasmo, yo seguía dándole verga como loco, estaba a punto de acabar y le pregunté: “¿Dónde quieres mi semen?”. “¡Dónde tú quieras tesoro! ¡Recuerda que soy tu puta!” –dijo con la respiración entrecortada. No me lo pensé dos veces y eyaculé dentro de ella.  “¡Oh, mierda! ¡Esto es exquisito!” –dijo.

Después de cogerla y que mi verga salió de su riquísima concha, le di una fuerte nalgada y le dije: “¡Ana, eres toda una puta! Ya veo de dónde Antonella aprendió a serlo”. Ella sonrió y me dio un delicioso beso. Nos empezamos a arreglar la ropa y vi como si alguien nos estuviese observando. Era Antonella que al escuchar a su madre gemir salió de su cuarto y se encontró con el caliente espectáculo, sonrió, me lanzó un beso y volvió a su habitación. El hecho de saber que Antonella me hubiese visto cogiendo con su madre me ponía súper caliente y esperaba que no afectase a mi relación con ella.

Al día siguiente como si nada hubiese pasado Antonella llegó a mi departamento justo después de salir de clases. En ningún momento me habló ni me insinuó nada de lo que me vio hacer con su madre, al contrario, estaba muy amorosa. Me preguntó: ¿Le gustaría hacer un trío don Patricio?”. Mi respuesta automática fue sí. Pusimos una película porno con escenas de tríos. En una de las escenas, mientras le comía su vagina, entre gemidos me propuso hacer uno el día siguiente. “¡Está bien!” –le dije. En ese momento mi sangre hirvió y se la metí, me la estaba cogiendo como un animal pensando en todas las cosas que podría hacer mañana con ella y con quién trajera. Visualizar la imagen en mi mente era algo perversamente exquisito, al punto que acabé en su conchita, que desbordaba mi semen.

Se quedó por unos minutos más y me dijo que se iría para poner todo en marcha. Aquella noche dormí soñando con la imagen del trio que tendría lugar en horas.

La hora en que llegaría Antonella se acercaba, estaba impaciente, me sentía como niño queriendo abrir los regalos en la noche de Navidad. Sonó el timbre y al abrir la puerta, mis ojos se abrieron a más no poder, frente a la entrada de mi departamento estaba Ana y Antonella. Las hice pasar, obviamente la tensión sexual se sentía en el aire. “Me alegra ver que te sorprendiste, le dije a Antonella que no te dijera que quería hacer un trío con ella y contigo” –dijo Ana. “A mi me encantó la idea, después de lo que vi en la sala de mi casa, también lo pensé” –dijo Antonella. Yo estaba pasmado, obnubilado, mis pensamientos se fueron y quedé en blanco.

En medio de mis pensamientos quien tomó la iniciativa fue Antonella, quien dándome un lujurioso espectáculo besó a su madre en los labios, yo me quedé observando al ver a mis dos amantes ponerse perversas, Ana respondió el beso metiendo su lengua en la boca de su hija, la que Antonella chupó deliciosamente. Luego las manos de Ana se fueron a las tetas de su hija y empezó a acariciarlas por encima de la ropa. “¿Le gusta don Patricio?” –me preguntó Antonella. Seguí observando en silencio. Luego las dos se empezaron a quitar la ropa, quedando en ropa interior. Verlas a las dos era la visión más caliente que he tenido en años, quizá por el vínculo que comparten, pero mi verga estaba disfrutando. No pude resistirme y la saqué de mi pantalón, las dos se fueron gateando hasta donde yo estaba y empezaron a chupármela tan deliciosamente que ahora quién se retorcía de placer era yo. Esas perversas lenguas recorrían el tronco de mi verga de manera candente, Ana se la metió en la boca mientras Antonella se encargaba de mis testículos, lamiéndolos y chupándolos. Les dije que se quitaran la ropa interior y obedientes quedaron desnudas ante mis ojos, eran exquisitas, preciosas y lo mejor, es que eran calientes y estaban dispuesta a hacer lo que mi mente sucia les dispondría.

En medio de mis pensamientos quien tomó la iniciativa fue Antonella, quien dándome un lujurioso espectáculo besó a su madre en los labios, yo me quedé observando al ver a mis dos amantes ponerse perversas, Ana respondió el beso metiendo su lengua en la boca de su hija, la que Antonella chupó deliciosamente. Luego las manos de Ana se fueron a las tetas de su hija y empezó a acariciarlas por encima de la ropa. “¿Le gusta don Patricio?” –me preguntó Antonella. Seguí observando en silencio. Luego las dos se empezaron a quitar la ropa, quedando en ropa interior. Verlas a las dos era la visión más caliente que he tenido en años, quizá por el vínculo que comparten, pero mi verga estaba disfrutando. No pude resistirme y la saqué de mi pantalón, las dos se fueron gateando hasta donde yo estaba y empezaron a chupármela tan deliciosamente que ahora quién se retorcía de placer era yo. Esas perversas lenguas recorrían el tronco de mi verga de manera candente, Ana se la metió en la boca mientras Antonella se encargaba de mis testículos, lamiéndolos y chupándolos. Les dije que se quitaran la ropa interior y obedientes quedaron desnudas ante mis ojos, eran exquisitas, preciosas y lo mejor, es que eran calientes y estaban dispuesta a hacer lo que mi mente sucia les dispondría.

Las llevé a mi habitación y les dije que se pusieran en cuatro sobre la cama, al instante lo hicieron, ahora estaba tratando de decidir a cual de las dos se la metería, ya que las dos estaban moviéndose invitándome a cogerlas. La primera fue Antonella, se una sola estocada de la clave en su rica concha, ella gimió y empezó a seguir el ritmo de mis embestidas, Ana recibió la visita de mis dedos, mientras me cogía a su hija, la penetraba con mis dedos, escucharlas gemir era un perverso deleite para mis oídos, sentía como la humedad de la vagina de Ana de impregnaba en mis dedos y los ponía cerca de la boca de Antonella para que los lamiera, ella lo hacía sin poner resistencia. Luego fue el turno de Ana y me la empecé a coger y a Antonella a meterle los dedos, estaban tan calientes que se besaban como poseídas.

Antonella, se acercó a su madre y se acomodó entre ellos con las piernas abiertas. Ana sin dudarlo un segundo le empezó a lamer la vagina, no existía el pudor, solo había perversión en el ambiente, al sentir la lengua de su madre Antonella gemía y se agarraba las tetas, mis ojos disfrutaban de esa deliciosa escena. Mientras me seguía cogiendo Ana, ella metió sus dedos en la juvenil concha de su hija. “¡Oh, qué rico mami?” –decía Antonella gimiendo y apretando sus pezones. La chica ya estaba siendo azotada por un delicioso orgasmo sintiendo los dedos y la lengua de su pervertida madre. Yo no me detuve hasta que Ana también cayó presa del orgasmo. Las dos estaba tenidas en la cama, una de espaldas y la otra boca abajo intentando controlar sus respiraciones agitadas. Conscientes de que no habíamos terminado, yo me puse en medio de las dos, Antonella se subió a mi verga con las pocas fuerzas que le quedaban y Ana me puso su vagina en la cama, las dos estaban de frente, se besaban, acariciaban sus tetas y disfrutaban como dos putitas de tan morboso momento. Ya casi sin poder contenerme les dije que pronto iba a acabar, las dos se pusieron de rodillas y yo de pie frente a ellas. Me empecé a masturbar y cuando mi semen salió lo recibieron perversamente en sus caras y tetas. Verlas con el rostro cubierto de semen fue una deliciosa escena de complicidad entre ambas que me llenó de satisfacción.


Nos acostamos, una a cada lado mío y le dije a Ana. “Ya tengo la decisión”. Ella sonrió maliciosamente como sabiendo mi respuesta. Le dije: “Las quiero a las dos”. Las dos sonrieron felices, como si se hubieran puesto de acuerdo para convencerme y aunque no lo hubieran hecho esa era la decisión que ya había tomado con antelación. Seguimos cogiendo como locos por esa tarde y por toda la noche, Antonella no fue al colegio y Ana tampoco a su trabajo. Ya que disfrutamos gran parte de la mañana en una caliente orgía los tres.

Llegó fin de mes y hablé con mi arrendador, le dije que me mudaría a otro sitio. Obviamente, me cambié a la casa de mis amantes y no hay momento del día en que no estemos disfrutando del sexo pervertido e incestuoso. Ana y Antonella se volvieron mis putitas y yo en el hombre que las satisface ya sea de a una la vez o a ambas al mismo tiempo.



Pasiones Prohibidas ®

viernes, 25 de octubre de 2024

35. Antonella, mi nueva musa


Antonella era una chica de 18 años, cabello negro azabache, siempre con una preciosa sonrisa dibujada en los labios. Una cara angelical que cuando de excitaba, era aún más preciosa. Con unos labios carnosos que invitaban a pecar

Su cuerpo marcaba una esbelta figura, y aún no siendo excesivamente alta, tenía unas proporciones maravillosas. Unos pechos, ni grandes, ni pequeños, pero con unas areolas oscuras que albergaban unos pezones finos y puntiagudos. Qué decir de sus piernas torneadas y de su culo. Tenía un culito redondo y duro, tan duro y terso, como el culo de una estatua de mármol. Estaba cursando el cuarto medio de enseñanza media, el primer día que la vi, vestía el Uniforme de la escuela. Una faldita de cuadros, una camisa blanca bien ajustada y medias altas. No dude en girar mi cabeza al cruzarme con ella. Me impregnó su belleza y me propuse, volver a cruzarnos y conocerla.

Averigüe donde vivía, donde estudiaba, como se llamaba, todo. ¿Pervertido? Tal vez, pero siempre hay alguien que conoce a alguien y puede dar información. Por esas casualidades de la vida, éramos vecinos. Yo vivia casi al frente de su casa, en un edificio de departamentos en La Florida, Santiago de Chile. Esa sensual colegiala de me había metido en la cabeza.

Una noche me situé en el balcón, buscando cual era su habitación y espiarla si es que podía.Estaba impaciente, e incluso estar espiando, me excitaba. Se encendió una luz, concretamente la del cuarto de baño.Entró y empezó a desnudarse. Al quitarse la falda, se quedó en tanga. Resaltando sus redondas nalgas. Hizo lo mismo con su camisa, desabotonándola despacito, sin prisas. Se miró al espejo mientras bajaba su tanga y se quitaba el sujetador. Un conjunto de lencería negro, precioso. Hecho para una princesa. Así se presentó ante mi su cuerpazo desnudo. Se ducho se secó y se puso un tanga juvenil, de colores y una camiseta para dormir. Esa noche me masturbé recordando su striptease involuntario.

Unos días después de aquel espectáculo, la encontré. Me hice el confundido y le pregunté cómo podía llegar a mi dirección, ya que estaba “perdido”. “Yo voy a esa dirección, vivo al frente, podernos ir juntos” –me dijo amablemente. “Eres muy amable, me llamo Patricio y me cambié hace poco, por eso todavía no ubico bien las calles” –le dije mintiendo. “Suele pasar don Patricio, no tenga cuidado. Me llamo Antonella” –dijo ella con una sonrisa. Yo era el lobo feroz que la acechaba y ella caperucita roja.

Una vez en la puerta del edificio, le invite a subir a casa a que tomase una Coca-Cola. En principio no quería subir, pero al decirle que quería mostrarle mi exposición de cuadros, aceptó. “Caperucita ya había caído en las manos del lobo”. Subió y empezó a mirar los retratos, y me preguntó si eran míos, a lo que respondí que sí. Entre ellos había un par de desnudos de mujer y me propuso ser mi modelo. Le dije que la dibujaría encantado. Charlamos por un rato y me dijo que tenía que ir a su casa. “Por mi no hay problemas. Este es mi teléfono para que nos pongamos de acuerdo de cuando te dibujo” –le dije. “Sí, me gustaría mucho” –me dijo y anotó su número en mi teléfono. Esa noche me situé en el mismo lugar, escondido entre las sombras para expiar a mi nueva musa. Apareció cómo siempre, verla desnudarse me hacía imaginar en todas las cosas perversas que le haría y sin resistir ni calentura me empecé a masturbar en el balcón, era todo un espectáculo para mis perversos ojos. Su juvenil cuerpo encendía mis oscuras pasiones. Cuando salió de la ducha y verla vistiéndose me hizo acabar deliciosamente.

Esperé un tiempo prudente para enviarle un mensaje. ¿Le parece que lo hagamos mañana después que llegué a casa?” –me dice con un audio. “No hay problema, te espero entonces” –le respondí por audio. Al día siguiente, estaba ansioso y al fin el tiempo llegó y entró a mi departamento. La llevé a la habitación que ocupo como estudio, lo que me sorprendió fue que sin decirle nada se quitó la ropa. “¡Quiero que me dibuje desnuda!” –dijo. Ahora la tenía al frente de mí, su exquisito cuerpo estaba frente a mí y las sensaciones en mi verga eran evidentes.

Fueron varias las sesiones que necesité para acabar el cuadro, una vez terminado dejé que lo viera. Al mostrárselo, me acerqué a ella por detrás, quizás más de lo permitido, jugándome el que me mandase a la mierda y no la viese más, pero debía intentarlo. Contra todo pronóstico, pasó lo contrario, ella tomó mi mano y llevándola a sus pechos me dijo : “¿No cree que me ha puesto un poco más de tetas en el cuadro? ¿ Le gustaría que las tuviera más grandes?”. Le contesté que las tenía preciosas y que el tema de ponerle un poco más era solo para cultivar a quien pudiera ver el cuadro. sin pensarlo, se las tomé y se las acaricié. Sus pezones se pusieron duros, empezó a respirar agitado, al ver su reacción metí mi mano en su entrepierna y empecé a hurgar en su vagina, estaba húmeda, jadeaba cuando mis dedos se apoderaron de su clítoris. Ella buscó mi boca, nuestras lenguas se enredaron en un erótico y delicioso beso. “¡Ay, qué delicia!” –decía ella entre gemidos.

No había tiempo que perder, me quité la ropa y entre lienzos, pintura, pinceles y lápices nos entregamos a la lujuria. La tenía en el piso, con las piernas abiertas, estaba ansiosa esperando mis acciones pero masturbándose, eso me calentó al punto de hacer hervir mi sangre. Me acerqué y empecé a lamer su vagina, el delicioso sabor de su vagina se impregnó en mi boca. Mi lengua recorría cada espacio de su sexo, ella gemía de placer, me miraba con la boca abierta y gimiendo. “¡Siga, por favor!” –suplicaba, no quería que me detuviera. Mi lengua la invadió por completo, bebiendo sus deliciosos fluidos. Se entregó por completo al orgasmo y a mis deseos más oscuros. Me tiré al piso y le dije: “¡Ahora quiero que me la chupes!”. No bastaron más que esas palabras para que empezara a chupármela perversamente, se notaba que a pesar de su edad sabía perfectamente como ocupar esa sensual boca. “Eres una niña traviesa” –le dije, mientras ella seguía devorándose mi verga completa. Pasaba la lengua desde la punta a la base y después se la volvía a tragar, la escupía y me masturbaba como loca. “¡Qué rica verga tiene!” –me decía con sus voz encendida en lujuria. Era todo un demonio sexual que dominaba mi verga a la perfección. En sus ojos se veía que quería mi semen, ya que la velocidad en que me la chupaba era alucinante, no le importaba incluso atragantarse y que el maquillaje de sus ojos de corriera, su deseo en ese momento era sentir mi tibio semen en su boca. No pasó mucho tiempo para que lo consiguiera, mi verga explotó en su boca, llenándola completa de semen, que incluso le escurrió por la comisura de sus labios.

Sin dar tregua, se subió encima de mi verga, la qué entró de una en su deliciosa vagina. Empezó a cabalgarme despacio, su cara de placer era un deleite, poco a poco a poco sus movimientos se hicieron más intensos, perversos y deliciosos. Me miraba a los ojos y sonreía con perversión, gimiendo y jadeando mientras pasaba sus uñas por mi pecho. Era imposible soportar esos movimientos, su experiencia no era solo en chupar vergas, también en montarlas para exprimirlas. Sus salvajes movimientos me cautivaban, también la belleza de su rostro que parecía de ángel, pero estaba envuelta en la lujuria. Los dos presos de nuestra perversión acabamos a la vez con furiosos gemidos y alaridos.

Estábamos exhaustos, mi perversión fue saciada pero no en su totalidad, me era imposible no querer cogerla otra vez. Su culo maquinaba mis pensamientos más perversos. Se lo toqué y la nalgueé con fuerza, ella se estremeció y dijo: “¡Oh, qué rico! ¡Hágalo más fuerte!”. Ya estaba en cuatro recibiendo fuertes nalgadas qué la hacían gritar en una mezcla intensa de dolor y placer. Le separé las nalgas y hambriento me sumergí en su apretado agujero, su cuerpo se estremeció al sentir la punta de mi lengua invadiéndolo, gimió y suspiró de manera caliente. Después que le dejé el culo lleno de saliva acomodé mi verga en ese pequeño orificio, al empujarla, me dice: “Nadie me ha dado por el culo antes. Usted será el primero don Patricio”. Lentamente entró la punta de mi glande y ese culo engullía mi verga abriéndose. Antonella gritaba al sentir como su culo era desvirgado, más temprano que tarde sus gritos se transformaron en gemidos. Al tenerla toda dentro me quedé quieto para que ese desvirgado orificio se amoldara a mi verga. La vista de su culo en cuatro me encantaba, se veía gigante y apetitoso. Empecé con suaves embestidas, lo hacía despacio, sin ninguna prisa. Después de algunos minutos aumenté mis movimientos haciéndolos endemoniados, mis testículos chocaban con su vulva y fuertemente tomado de sus caderas se la metía hasta hacerla delirar. Ahora estaba sometida a mi verga y pedía que se la diera con más fuerza. Los minutos pasaban y sentía como el ano le palpitaba y apretaba mi verga, era una sensación que me tenía al borde del descontrol, me sentía como un animal en celo, hasta que acabamos exquisitamente. Ahora si podía decir que mi perversión estaba satisfecha, ya que me la cogí por todos sus agujeros. Ya habían pasado varias horas y ella se vistió rápido para que sus padres no le dijeran por la hora en que estaba llegando.

Todas tardes la tenía en mi departamento para ser un lienzo y ser pintada con mi semen en cada espacio de su cuerpo.

Como todas las tardes, Antonella volvía a mi departamento para coger o ser dibujada otra vez en alguna postura sugerente. Era una chica perversamente deliciosa a la hora de coger y siempre era una morboso placer cogérmela hasta el cansancio. De solo verla desnuda mi verga reaccionaba ya que estaba embobado por esa candente figura juvenil y por lo dispuesta que estaba a coger sin importar nada.

Una tarde en la que llegó temprano al estudio, le dije si quería que le hiciese unas fotografías para después plasmarlas sobre lienzo, pero sin hablar, se acercó con esa mirada felina y me dijo que de momento, no. Se desnudó, haciendo un sensual striptease bailando al son de la música que salía de su móvil. Se desabotonó la camisa poco a poco, recorriendo con sus manos sus tetas y pellizcando sus pezones por encima de su ropa interior. Se inclinaba de espaldas a mí, estaba recostado en el sofá y con la verga en la mano, me mostraba todo el esplendor de sus nalgas. Una de las veces que lo hizo, pude observar como en su culo brillaba un diamante.

Poco a poco se quitó la falda de su uniforme y el aspecto de verla con sus medias con liguero y su conjunto de lencería de color negro , me ponían caliente, aunque lo que más me ponía y me intrigaba era saber lo que brillaba en su ano. Se quitó su sujetador y sus tetas quedaron descubiertas, seguía tocándolas y pellizcando sus pezones. y siguió manoseándolos. Después bajo las manos por su cintura y tomando con sus dedos en las tiras de la tanga, la bajó hasta los tobillos. Después me lo lanzó como si de un trofeo se tratase. Cuando terminó su sensual baile, la atraje hacia mí y le metí la tanga en la boca. Después mis manos se fueron a culo, la volteé de las caderas y azoté sus nalgas, Antonella exclamó: “¡Delicioso!”. Abrí sus nalgas y vi que se trataba de un plug anal de acero, coronado por una joya que resaltaba la belleza de su culo. “¿Le gusta?” –me preguntó. “Sí, me gusta demasiado, pero, ¿por qué lo usas?” –le respondí. Su respuesta me calentó aún más: “Lo uso para pensar que es su verga, pero también me gusta que me la meta por mi conchita y sentir mis agujeros llenos” –dijo con sensualidad.

No lo dudé y como un poseso, le agarré del pelo, la puse de rodillas e hice que me la chupara. Literalmente le cogí la boca y se la metía entera, me detenía con la verga metida hasta la base haciendo que se ahogara y babeara. A Antonella le gustaba, incluso juntaba saliva y la escupía en mi verga para tragársela hasta el fondo y ahogarse con ella. Cuando estaba extasiada, la tomé en brazos y le metí la verga en el aire, aferrada con sus piernas y sus brazos me movía con fuerza, haciéndola que gimiera como loca, me gustaba en la forma que gemía me pidiera que me la cogiera con fuerza. Jadeaba y rasguñaba mi espalda, entre más me clavaba las uñas, más duro le daba verga.

Al parecer le gustaba que se la cogieran duro, porque llegó al orgasmo de manera intensa ya que sus fluidos se desbordaron mojando todo el suelo del estudio, parecía que se había meado, era excitante verla gemir con la boca abierta y sus ojos cerrados. No dejé que recuperara el aliento. La puse en cuatro en el piso y le quité el plug, la dilatación del culo era brutal, el palpitaba, era la morbosa invitación a que se la metiera. No pude resistirme y volví a metérsela por el culo, aunque lo hacía a diario, esta vez entró con facilidad. Empecé a darle embestidas brutales, Antonella gritaba de placer. “¡Ay que rico! ¡Más fuerte! ¡Déjeme con el culo abierto!” –decía. Agarré sus tetas desde atrás y pellizqué, lo que aumentaba la intensidad de sus gemidos.

Sudados y calientes seguí cogiéndola con brutalidad, ella con una mano empezó a masturbarse, estaba próxima a otro orgasmo. Escucharla como gemía me enloquecía y hacía los embestidas más brutales. Antonella acabó en un orgasmo brutal que la sacudió por completo y otra vez sus fluidos se derramaron. Ya no podía aguantarme más y eyaculé en su delicioso culo. Volví a meterle la verga en la boca, la que chupó con perversión. Me miraba con esos de lujuria que me encantaban, enredé mis manos en su negro cabello y le dije: “Sigue chupándola, quiero que te comas mi semen”. No se negó sino que con más lujuria me la chupó como ella sabe hacerlo, hasta hacerme acabar en su cara de niña mala y caliente.

Se vistió y me susurró al oído: “¿Mañana será más rico?”. “Siempre, mientras sigas siendo así de traviesa. Me besó y se despidió, me quedé con las ganas de saber que me demoraría el día siguiente.



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miércoles, 23 de octubre de 2024

34. El secreto de la vecina

 

Mis inicio en este mundo de la zoofilia fue hace añitos, aun recuerdo eso como si fuera ayer, esto paso en marzo del 2023. En mi casa teníamos un siberiano, al cual le habíamos puesto pulgas (le pusimos así ya que cuando me lo trajeron tenía muchas pulgas). Mi perrito era apuesto y aunque era ya adulto no había montado en su vida a una perrita.

En esos días llegó una vecina y me dijo si le podría prestar a pulgas para que montara a su perrita y tener unas crías, de las cual me regalaría a los machos. Acepté dejando en claro que no podía aceptar a los cachorros ya que mi casa a pesar de tener patio, no es lo suficiente como para tener mas animales. Me imaginaba en lo bien que lo estaba pasando Mike con la perrita de la vecina, a estas alturas ya había perdido la virginidad. Pasaron los días y la vecina me dijo que la perrita había quedado preñada y que la proposición de los cachorros aun estaba en pie, ya fuera para tenerlos o venderlos.

Pasó un tiempo y la vecina llegó con los cachorrito, eran 3, de los cuales yo me enamoré a primera vista, pero recordé que no podía tenerlos, me puse muy triste por eso y por eso mismo fue que al otro día fui a la casa de mi vecina preguntándole que como era que mi perrito pulgas había dejado preñada a su perrita, a lo cual mi vecina se sonrojó y me dijo que pulgas le había dejado una semillita de amor a su perrita, solo me dijo eso y me dijo que si me interesaría saber como le dejaba la semilla, a lo cual yo le respondí que sí. Sí bien es cierto, sé cómo pasó pero el morbo me ganó y quise presenciar el acto de apareamiento en vivo.

Después de eso no me volví a ver con la vecina si no hasta 4 días más tarde. Fue otra vez a mi casa para pedir prestado a pulgas otra vez, ya que le habían regalado una hermosa perrita, ella solo quería cruzarla con pulgas porque los cachorritos que había engendrado la vez pasada eran tan lindos.

Fue ahí donde la vecina me recordó la propuesta de la vez pasada, si quería ver como dejaba mi perrito la semilla en su nueva perrita, aprovechando que yo era amiga de su hija Karla, aproveché de decirle si podría quedarme en su casa el fin de semana en su casa, ella accedió sin ningún problema, ya que podríamos aprovechar la noche para ver películas o beber algo.

Ese mismo día, a eso de las 4 de la tarde estábamos en el patio de la casa de mi vecina, su hija y yo, yo conversaba con mi amiga Karla y le comentaba de la proposición de su mama de ver como mi perrito dejaba su semilla en la perrita. “¿Así te dijo? Todavía piensa que somos niñas pero hace tiempo que dejamos de serlo” –me dice ella. “Sí, pero para ella siempre serás su niña y está bien, pero si se enterara de las cosas que hemos hecho ya no serías su niña buena” –le dije riendo. “¡Ay, no seas así! A mi también me da curiosidad como se coge a la perra” –dijo Karla con morbo en su voz. Eran ya las 5 de la tarde cuando la vecina llevó a pulgas, la perrita, Karla y yo al patio de la casa y dijo: “Pongan atención como pulgas deja su semilla”. En eso, la perrita se notaba rara, se la pasaba ahí quieta como esperando algo. Entonces pulgas empezó a meter su cabeza entre las patas de la perra y lamia su vagina. Con total “inocencia” le pregunté a mi vecina si pulgas ya había dejado su semilla en la perra. “Esperen y verán” –respondió ella. No sé si ella en verdad pensaba que no teníamos idea de cómo los perros cogían o nos seguía el juego.

Pulgas no perdió el tiempo y montó a la perrita, empezando esos movimientos para metérsela, en eso sonó el teléfono de la casa y la vecina fue a contestar, casi al momento regresó y nos dijo que iba a demorar un poco, que estuviéramos pendientes de cómo pulgas dejaba su semilla en la perrita. A penas ella salió, yo me acerqué a mi perrito y él me ladró, sentí un poco de miedo pero la curiosidad era mayor. Karla y yo estábamos casi al lado de los animales viendo cómo copulaban, sentía cosquillas en mi vagina y como se humedecía al estar pendiente de ese momento que no sé si definirlo como erótico pero era excitante. Miré a Karla y ella no podía disimular su excitación, veía como tocaba sus tetas por encima de la ropa. Estábamos viendo cómo pulgas se movía intentando atinarle a la vagina de la perrita, la punta roja y brillante se paseaba buscando la entrada. Con Karla estábamos calientes viendo ese espectáculo hasta que la verga se metió en la vagina de la perrita perdiéndose por completo. Pulgas se bajó de la perrita y dándose vuelta para quedar cola con cola. Al cabo de unos minutos mi perrito se separó de la perrita y dejo ver esa verga llena de venas que goteaba y palpitaba. La vagina de la perrita había quedado abierta al tener esa apetitosa verga. Estábamos tan calientes que no nos dimos cuenta cuando llegó la vecina y nos preguntó curiosa: “¿Están felices de ver como pulgas ponía su semilla en la perrita?”. A lo cuál le dijimos que sí. “Qué bueno, eso es lo que los machos hacen con las hembras” –dijo.

Al llegar la noche estábamos con Karla y su madre tomando unas cervezas, el hecho de recordar la cogida que le habían dado a la perrita me ponía la sangre a hervir, otra vez sentía mi vagina mojada, miraba a mi amiga, ella también estaba experimentando lo mismo que yo, era un momento lleno de morbo que se podía sentir en el aire. Mi vecina nos miraba con cierta lujuria, al parecer nos había leído perfectamente bien en la forma en que nos movíamos y respirábamos. Pasada la medianoche nos fuimos a acostar, no podía dormir ni Karla tampoco, nuestra mente estaba conectada y hablamos de lo rica que se veía la verga de pulgas, y que la perra era afortunada al ser cogida por él. Ya con la calentura haciendo mella en nosotras nos empezamos a tocar de la manera más perversa, estábamos a un lado y escuchar gemir a mi amiga me calentaba más. “Sácate la blusa” –le dije. Sin pensarlo Karla, se quitó la blusa y dejó sus tetas al aire, se veían tan deliciosos sus pezones duros, yo también me quité la mía y ahí estábamos las dos viendo nuestras tetas y disfrutando del placer de una rica paja.

Ya demasiado calientes, nos quitamos la tanga y nos dejamos llevar por la lujuria, puse mis manos en las tetas de Karla y las comencé a tocar con delicadeza, ella gimió e hizo lo propio con las mías. Nos dimos vuelta quedando de frente y nos empezamos a besar con pasión, mis manos bajaron por los muslos de mi amiga y se fueron mis dedos a su vagina, estaba tan mojada como yo, estaba caliente sintiendo la tibieza de los fluidos de Karla. Los probaba lamiendo mis dedos. “Ponte de espaldas y abre las piernas” –le dije, como si fuera una perrita obediente hizo caso y empezó a jadear con la lengua afuera. Bajé por su abdomen con la punta de mi lengua y al llegar a su vagina, Karla dio un hilarante gemido. Recorría su vagina con lujuria y perversión, escucharla jadear era un deleite, parecía una perrita en celo. Se agarraba de las sábanas y decía: “¡Oh, qué rico! ¡Sigue!”. Estaba al borde del orgasmo, las niñas inocentes estaban pensando en la verga de pulgas y en esa lengua que lamía la vagina de la perrita preparándola para cogérsela.

Cruzamos nuestras piernas y quedamos con nuestras vaginas unidas, nos empezamos a mover cada una a su ritmo, lo que causaba en nosotras un pervertido placer. Nuestras caras llenas de morbo y perversión reflejaba lo caliente quedamos viendo a pulgas cogiéndose a la perrita. Ya sin poder contenernos acabamos en un delicioso orgasmo que nos hizo caer rendidas. Ahora exhaustas pudimos conciliar el sueño. Al despertar en la mañana la vecina nos preguntó: “¿Cómo durmieron las niñas?”. “Como dos ángeles mamá” –le respondió Karla. Estuvimos todo el fin de semana viendo cómo la perrita se comía la verga de pulgas y nosotras dándonos placer en el silencio de la noche.

Pasaron los días y solo me la pasaba pensando en ese fin de semana, no podía concentrarme en el trabajo, por lo que intentaba olvidarme de lo vivido, pero al cabo de unos días Karla fue a quedarse en mi casa. “Te tengo una sorpresa” –me dice. Claro que me sorprendí al ver lo que tenía preparado para mí. Había estado limpiando en su casa y encontró un vídeo en el que aparecía su mamá cogiendo con pulgas. Conectamos el celular a la TV y nos pusimos a ver ese video detenidamente. Pasamos toda la noche viendo el video. La vecina solo tenía puesta sus bragas y pulgas pasaba su lengua por la vagina de mi vecina. Ella gemía al sentir como su lengua se deslizaba por encima de su braga, la hizo a un lado y la nariz de mi perro hurgaba en su concha. Luego la empezó a lamer haciendo el recorrido desde su vagina hasta su culo. Luego ella se puso entre las patas de mi perrito y le agarró la verga, lo empezó a masturbar para que saliera de la funda que la escondía. Pulgas se movía al sentir el movimiento de la mano de mi vecina y poco a poco empezó a asomar su verga. “¡Tienes una rica verga!” –le decía. Cuando ya la tuvo toda afuera le dijo: “Es un desperdicio que esa perra la disfrute sola”. Se la empezó a chupar como endemoniada, se escuchaban los gemidos de pulgas al sentir como se la tragaba entera y después la sacaba de su boca que babeaba como una perra. La dejó dentro de su boca y de pronto la sacó dejando salir el semen de mi perrito, pero ella como buena perra lamió hasta la última gota de semen que cayó al piso. Después ella se quitó la braga y se puso en cuatro. Pulgas se le subió encima y empezó a buscar con velocidad la entrada de su concha. No está más decir que con Karla estábamos desnudas en el sofá masturbándonos viendo como pulgas se iba a coger a su madre. Cuando ya le entró la punta y empezó con sus embestidas brutales la mamá de mi amiga empezó a gritar: “¡Ay dámela toda pulgas! ¡Déjala adentro y dame tu semen caliente!”.

Apagué el video y le dije Karla: “¡Quiero que pulgas me coja”. Me miró con lujuria en los ojos y dijo: “Te ayudo con la condición, que dejes que me coja a mi también”. A lo que accedí. Decididas salimos las dos al patio y soltamos a pulgas y lo metimos a la casa. Le dije: “¿Quien será la primera?”. y decidimos que pulgas seria el que eligiera a que perra se cogería primero. No podía creerlo, estábamos a punto de ser cabalgadas por un lindo perrito. Las dos fuimos a buscar entre las patas de pulgas al igual que en el video habíamos visto a su madre, pero no encontrábamos esa verga gruesa y venosa, sino la funda que la cubría. Fue Karla quien decidida empezó a meterse la funda en la boca y la chupó como su madre en el video y en menos de nada, la verga de mi perro ya había salido de su escondite, fue ahí mismo cuando yo me apresure a luchar por esa verga y sentirla en mi boca. Parecíamos dos locas luchando, la chupábamos entre las dos o alternábamos de manera perversa. No nos dimos cuenta cuando la verga de pulgas empezó a soltar esos tibios chorros de semen en nuestras bocas y tal como lo hizo su madre lo empezamos a beber. Si sabor era salado pero no era desagradable, luego ambas nos pusimos en cuatro, respetando el acuerdo de que fuera el perro que escogiera con quién empezaría. Para mi sorpresa pulgas escogió a Karla primero, le lamía las piernas y luego siguió hasta su vagina, ella empezó a gemir de placer. “Me decía que yo y mi perrito sabíamos cómo comerle la concha. Luego de unos minutos pulgas pasó sus patas delanteras por las caderas de mi amiga y empezó a hacer su movimiento, hasta que de pronto dio un pequeño grito y decía: “¡Pulgas me haces daño”. Eso no duró nada, cuando lo único que decía mi amiga era: “¡Ah, sí, métemela!” . Yo estaba tan caliente que me masturbaba viendo como mi perro le daba verga a mi amiga.

Después de unos minutos pulgas pasó sus patas por encima de Karla y quedaron pegados cola con cola, habían pasado tan solo 20 minutos cuando sonó la puerta, era la mamá de mi amiga, la cual había decidido pasar a ver como estábamos, yo solo atiné a ponerme una bata y salir a abrirle sin pensar en lo que podría pasar. Karla no se veía desde la puerta, entonces su mamá escuchó un fuerte gemido de parte de Karla, de inmediato fue a ver, a lo cual no tuve tiempo de reaccionar, ella la vio en cuatro pegada a pulgas, quedó atónita y como en éxtasis al ver a su hijita culo con culo con mi perro. Lo más extraño fue que no se enojó, sino que dijo que nos enseñaría. Nos tocó esperar que pasaran treinta minutos más, pero mientras tanto yo estaba besándola y ella masajeaba mis tetas, en esa media hora la vecina me hizo estremecer al pasar su lengua por mi mojada vagina y me penetraba con los dedos, era tan morbosa la escena que no tardé mucho en tener un orgasmo y ella se bebió mis fluidos deliciosamente. Al fin la verga de pulgas liberó la vagina de Karla y su madre sin importarle nada, se puso detrás de su hija y la empezó a lamer para tragarse el semen de mi perrito que le escurría por la concha. La cara de placer de Karla era total, al punto de caer rendida por el orgasmo.

Dejamos que pulgas descansara un rato, la mamá de mi amiga se quitó la ropa y se tiró al piso, nosotros estábamos cada una a un lado chupándole las tetas, parecíamos dos perras amamantando. Ella gemía al sentir como nuestros labios succionaban sus pezones y nos decía: “Son unas perritas muy putas”. Le mordíamos los pezones a la vez lo que la hacía gemir y estremecerse. “Las escuché el fin de semana en la habitación. ¿Ustedes creen que no sabía lo que querían? Por eso hoy se van a graduar de perras” –nos decía entre gemidos. “Ángela es tu turno” –me dijo. Me puse en cuatro y ella se encargó de calentar a pulgas, lo puso a mi espalda y cuando me montó dirigió su verga a mi vagina que rebosaba de fluidos, sentir como me la metía me hacía gritar. “¡Así mi amor! ¡Dame verga!” –le decía. Mi perrito me estaba haciendo su perra y yo lo estaba gozando como loca. Si bien ya había cogido antes, no se comparaba a la fuerza con la que mi perrito destrozaba mi concha. Pude sentir como su verga se metió completa y también lo hizo esa bola gigante haciendo que cruzara sus patas encima de mi y quedamos perversamente pegados. “¡Qué rica verga tienes muchacho!” –decía, la sentía palpitar en mi interior, sentía que llenaba toda mi concha, estaba perdida en placer y en medio de esos tirones quedaba yo caía presa de deliciosos orgasmos que me hacían estremecer. “¡Al fin soy tuya! ¡Al fin soy tu perra!” –le decía. Estaba gritando como una putita. Sentía un exquisito escozor en mi vagina, me gustaba ser la perra de pulgas y lo que más me gustaba que mi amiga y su madre también lo eran. De repente miré hacia donde estaban madre e hija y estaban cogiéndose entre ellas, no se cuánto tiempo estuve pegada a mi perro ni cuántos orgasmos tuve, pero si sabía perfectamente bien que era una perra. El tiempo era eterno y fatigante, hasta que sentí como mi perrito se vació en mi dejándome tirada con la concha llena de semen y abierta.

Ahora era el turno de nuestra perversa maestra. Ella hizo que pulgas recostarse y lo empezó a masturbar, era impresionante ver el aguante que tenia mi mascota. Su verga se asomó completa y ella se subió a horcajadas encima de él. Con la verga agarrada la apuntó a su vagina y lentamente se empezó a deslizar sobre ella, nosotras con Karla estábamos extasiadas viendo la forma en que se lo estaba cogiendo. Era como si estuviera montando la verga de un hombre, se masajeaba las tetas y tiraba de sus pezones. La calentura era total en las tres, nosotras viendo como la vecina se cogía a pulgas y ella disfrutando de su verga. No tardamos mucho con Karla en unirnos a la escena en un candente sesenta y nueve. Poco a poco ya nuestros cuerpos reaccionaban acercándonos al orgasmo, lo que nos hacía gemir descontroladas y la vecina también gemía como la perrita que estaba siendo. Ya los espasmos en mi concha eran incontrastables, me perdí en el placer que me provocaba la lengua de mi amiga, ella también no tardó mucho en acabar mientras no perdíamos detalle de su madre encima de pulgas. “¡Ah, así pulgas! ¿Te gusta como me muevo?” –le decía, lo que aumentaba el morbo en nosotras. “¡Ya casi chiquito! ¡Ya casi papito!” –gritaba. Luego, en un agónico gemido cayó en el orgasmo, quedó tirada en el piso y buscó la verga de mi mascota para tragarse su semen y disfrutarlo.

Esa noche dormimos en la sala tiradas en la alfombra. Habíamos descubierto su secreto y obviamente lo mantendríamos así, ya que también éramos las perras de pulgas, pero lo más placentero fue que siempre podíamos ir a su casa o en la mía para seguir disfrutando de esa deliciosa verga a la que nos hicimos adictas.



Pasiones Prohibidas ®

lunes, 21 de octubre de 2024

33. Mi hijo y sus amigos

 

Me llamo Rocío, me ha convertido en una zorra con ganas de sexo. Ni en mis sueños más locos había imaginado que algo así sucedería.

Yo era una mujer conservadora de clase media, para quien hablar de sexo era un tabú, pero ahora me cojo a mi hijo y a sus amigos, y también participo en sexo en grupo con sus madres. Tengo poco más de cuarenta años y soy una mujer de aspecto promedio. Mido alrededor de 160 cm, soy algo morena y un poco curvilínea. En los últimos 20 años de mi vida no he usado pantalón o jeans, simplemente era una ama de casa, mi esposo trabaja en una empresa privada.

Todo comenzó después de que mi hijo terminara sus estudios y comenzara a trabajar. Bernardo es un chico guapo, de poco más de veinte años y tenía un cuerpo bien formado ya que va al gimnasio con regularidad.

Después de comenzar a trabajar en una empresa de retail transnacional, arrendó un apartamento cerca de su oficina junto con sus amigos Samuel y Andrés, que también tienen poco más de veinte años. Son sus amigos cercanos de la universidad y todos trabajan en la misma empresa. Aparte que como eran amigos de mi hijo, también los miraba como mis hijos. Solo después supe que ellos, junto con mi hijo, me miraban con otras intenciones. Comencé a observar pequeños cambios en Bernardo hacia el final de sus días en a la universidad.

Viniendo de una familia rural, no nos gustaban mucho las interacciones físicas, pero poco a poco empezó a rozar mis tetas y mi culo con sus manos. No le di mucha importancia pensando que solo eran accidentes, pero de repente empezó a darme abrazos largos y con fuerza. Al principio me sorprendió, ya que no era común para nosotros, pero me dijo que era cosa de la ciudad y me convenció de que era normal. Al principio me sentí rara, pero me fui acostumbrando poco a poco. Solo pensé que era una forma de mostrar amor, pero nunca me di cuenta de que era una forma de que él sintiera mis tetas. Había algo extraño, incluso en la forma en que solía mirarme de vez en cuando. Podía ver un poco de lujuria en sus ojos, pero pensé que era solo mi imaginación.

Unos meses después de empezar a trabajar, un día me llamó y me pidió que fuera a visitarlo para su cumpleaños. Decidí ir, ya que no lo había visto en mucho tiempo y lo extrañaba. Como de costumbre, mi esposo estaba ocupado con el trabajo y no pudo acompañarme. Me bajé en la parada del autobús y Bernardo vino en su bicicleta a recogerme. De vez en cuando aplicaba frenos bruscos y mis tetas chocaban con su espalda. Tuve la sensación de que tal vez lo estaba haciendo intencionalmente, pero no lo pensé mucho porque estaba feliz de verlo después de mucho tiempo. Llegamos a su apartamento y me sorprendió ver a otras dos mujeres de mediana edad en el piso. Una de esas mujeres mostraba gran parte de su escote. Me quedé impactada al verlas y sus vestidos. Entonces Bernardo me las presentó: “Mamá, ya conoces bien a Samuel y a Daniel. Esta es Juana, la mamá de Samuel y esta es procedió a presentármelas. “Mamá, ya conoces bien a Samuel y Andrés. Esta es Juana, la mamá de Samuel y esta es Camila, la mamá de Andrés” –dijo señalando a la mujer mostrando su escote. Me sorprendió, ya que nunca esperé que una mujer como ella se vistiera de esa manera. Camila, probablemente tendría unos cuarenta años, era muy rubia como su hijo y probablemente de la misma estatura que yo. Estaba muy en forma y tenía una figura perfecta de 95, 61, 98. Estoy segura de que los hombres se volverían locos al mirarla. Juana era un poco morena y más alta y tenía tetas enormes. Su ajustado vestido negro la hacía lucir aún más sexy. No podía creer que estuvieran vestidas de esa manera frente a sus jóvenes y probablemente muy cachondos hijos.

Una vez que salí del shock, intercambiamos nuestras bromas. Entonces Bernardo me llevó a mi habitación y me pidió que me refrescara para que pudiéramos ir de compras. Accedí y me preparé en unos minutos. Los dos fuimos a un centro comercial cercano. Al principio le compramos ropa. Luego, quería comprarme ropa. Me negué, pero él fue inflexible. Finalmente acepté, pero dijo que solo me iba a comprar ropa moderna como las madres de sus amigos. Tan pronto como dije que estaba bien, había un brillo de felicidad en su rostro. Me sorprendió ver los vestidos que consiguió al principio. Eran demasiado cortos. Me negué incluso a probarlos. Volvió a rogarme que al menos probara uno. Después de insistir un poco, me rendí y decidí probar un vestido rojo, me sorprendió. Mostraba mucho escote y apenas cubría mis muslos. Nunca me imaginé con un vestido así. Dudé en ir delante de mi hijo con ese vestido, pero él insistió, tan pronto como abrí la puerta pude ver que estaba atónito. Me miró como si viera un fantasma, sentí vergüenza e inmediatamente cerré la puerta. Me puse mi viejo vestido y salí. Él dijo: ‘Mamá, te veías impresionante con ese vestido rojo. Deberías comprarlo”. “De ninguna manera. No puedo usar un vestido así. Soy tu madre” –le respondí. “Pero te veías increíble con eso mamá. Te lo compraré. ¡Por favor!” –dijo insistiendo. Me negué y me mantuve firme en que no iba a usar ese vestido. Él cedió y finalmente terminamos comprando un vestido que me llegaba hasta las rodillas y no mostraba nada de mi escote.

Me sentía incómoda incluso para probar esto, pero después de recordar a Camila y Juana, decidí intentarlo. Después de comprar ropa, me llevó a un salón de belleza, le contó algo a la chica y se fue. He ido a un salón de belleza para hacerme las cejas, pero nunca me depilé las piernas. La chica se acercó a mí y me hizo un tratamiento facial y luego procedió a depilarme las piernas. Al principio me resistí, pero cedí después de que ella dijo que mi hijo le había pedido que lo hiciera. La dejé hacer lo que mi hijo le pidiera que hiciera. Me dolía un poco, pero estaba bien y mis piernas resultaron ser suaves como. Luego nos fuimos a casa por la noche. No vi a nadie en el pasillo. Bernardo me pidió que me preparara en la habitación. Me refresqué y me puse el vestido que acabábamos de comprar. Me sentí muy feliz cuando me miré en el espejo. Me sentí guapa, después de ver a actrices con esos vestidos durante toda mi vida y finalmente poder probarlo yo misma por primera vez, me sentí emocionada. Cuando abrí la puerta y salí, los tres chicos soltaron con voz unánime un tono precioso, pero me sorprendió más ver a sus madres. Ambas llevaban vestidos muy sexys, igual que el rojo que probé, apenas cubrían sus muslos y mostraban bastante escote. No es de extrañar que Bernardo quisiera que me pusiera algo así. No sabía cómo reaccionar y el único pensamiento que estaba en mi cabeza era cómo podían usar vestidos tan sexys frente a sus hijos y sus amigos. ¿Qué pensarán los chicos? Se sentía incómodo. Quería decir algo, pero no quería arruinar el cumpleaños de mi hijo. Así que me quedé callada. Entonces el chico se preparó y salimos todos. Cuando llegamos al lugar, me quedé en shock de nuevo. Muchas otras chicas estaban vestidas con ropa aún más sexy y corta. Era una especie de club de baile y las chicas y los chicos estaban bebiendo y bailando. Siempre pensé que esto sucedía solo en las películas, pero me sentí extraña al verlo por primera vez en la vida real.

Bernardo también pidió algunas bebidas para nosotros, no soy de las que beben tan seguido, pero me rendí porque secretamente incluso quería probarlo una vez. Todos nos saludamos y bebimos de un tirón. Tan pronto como lo bebí, tuve una sensación de ardor en el cuello. Lo odiaba. Maldije a todos ellos por hacerme beberlo, pero no les importó y empezaron a bailar lentamente. El trago me golpeó después de un tiempo y también me gustó la sensación. Cuando ordenaron la segunda ronda, yo también me ofrecí como voluntaria. Volví a tener una sensación de ardor, pero esta vez lo disfruté. Después de un tiempo, me relajé un poco y comencé a bailar, pero me sorprendí cuando vi a otros. Andrés estaba bailando con Camila en una posición comprometedora. Se comportaban más como una pareja que como madre e hijo. Todos bebimos y bailamos un rato. Después de un par de horas volvimos a casa. Cuando el reloj dio la medianoche, Bernardo cortó el pastel y todos le deseamos su cumpleaños. Luego, Camila y Juana lo abrazaron en un fuerte abrazo grupal. Me di cuenta de dónde aprendió a abrazar. Lo abrazaron durante demasiado tiempo y le susurraron algo al oído, no pude escuchar lo que dijeron, pero eso hizo que Bernardo se sonrojara mucho. Me picó la curiosidad. Entonces, mi hijo se acercó y me dio un fuerte y largo abrazo. Podía sentir algo que me pinchaba el estómago, pero no estaba segura de qué era. Luego, Samuel y Andrés también me abrazaron. Me quedé en shock. Se sintió raro ya que nunca me tocó nadie más que mi esposo y mi hijo. Cuando miré a Bernardo en estado de shock, recibí otra sacudida. Fue su verga en sus pantalones la que sobresalió y me empujó antes. Me quedé sin palabras para decir nada.

Cuando todavía me estaba recuperando del shock anterior, tuve el mayor shock de mi vida. Andrés se acercó a su madre y le dijo: “No puedo esperar más, mamá. Mi verga se muere por una vagina”. La levantó en sus brazos, la besó en los labios y comenzó a chuparlos. Mi mente dejó de funcionar y estaba tratando de procesar lo que estaba pasando. Después de un minuto, Camila soltó sus labios de la boca de Andrés y dijo: “¡Soy toda tuya bebé! ¡Entremos en la habitación!”. Con eso, Andrés llevó a su madre a la habitación y ni siquiera se molestó en cerrar la puerta correctamente. Empezaron a besarse. Todavía podíamos oír ruidos en el pasillo. Mientras los miraba en estado de shock, Juana dijo: “Entremos también en la habitación y démosle a la nueva pareja algo de privacidad”. Tan pronto como escuché eso, mi cerebro se congeló. ¿A qué mierda se refería con nueva pareja y qué demonios está pasando aquí? Justo cuando entraron en la habitación, me volví hacia Bernardo con ira y grité: “¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Son realmente madre e hijo? ¿Cómo pueden besarse y besarse así? ¿Y qué mierda quería decir con nueva pareja?”.

El efecto del alcohol prácticamente se ha evaporado. Bernardo respondió: “¡Cálmate, mamá, te lo explicaré todo! Primero entremos en la habitación”. Dicho eso me tomó del brazo y me llevó hacia la habitación. Al pasar por la habitación de Andrés, pude oír a Camila gemir a voz en cuello. Adiviné lo que estaba pasando, pero no quería creerlo ya que son madre e hijo. Tan pronto como entramos en la habitación, cerré la puerta y miré a Bernardo con incredulidad. Grité a voz en cuello: ‘¿Qué demonios está pasando en esta casa?”. No podía creer lo que estaba en las habitaciones contiguas, dos hijos cogiendo con sus respectivas madres. Era el guión de una película porno de los 80’s. Él respondió con calma: “Lo mismo que sucede en todas las casas. Una pareja amorosa teniendo sexo”. Me sorprendió su respuesta. Le respondí: ‘¿A qué te refieres con una pareja amorosa? ¿No dices que son madre e hijo?”. Él respondió: “Lo son, pero antes de eso son hombre y mujer, se aman. Así que no hay nada de malo en satisfacer sus necesidades y deseos”. Me sorprendió escuchar esto, le dije: “Pero, ¿cómo puede una madre tener relaciones sexuales con su hijo? Es una aberración, no es natural”. Él respondió: “¿Y quién dijo eso? Un hijo de puta que quería controlar a la gente. El sexo es lo más natural en este mundo, mamá. Puede suceder entre dos individuos cualesquiera. Todo lo demás viene después. Relaciones, género, raza, etc. Todo lo que importa es el amor y la lujuria entre ellos. Cuanto más intentas controlarlo, más reprimido te pones. El sexo debe ser disfrutado y adorado, ya que es un placer que te muestra el cielo en la tierra”.

Me sorprendió escuchar esto. No tuve palabras para responder. Mi argumento se había caído solo con par de palabras de mi hijo. Todavía estaba procesando todo y continuó diciendo: “Te he estado amando y codiciando durante años. Cada vez que te tocaba sentía electricidad corriendo por mis venas. He estado esperando esta noche durante muchos años. Quiero besarte, sentirte y cogerte. He estado fantaseando contigo desde hace años. Por una vez, olvidemos que somos madre e hijo y seamos amantes. Te mostraré el placer del cielo y del infierno en esta tierra”. Tan pronto como escuché eso, sentí como si un trueno me golpeara. No tuve palabras para responder, las lágrimas comenzaron a correr de mis ojos. “¿Cómo puedes hacerme esto? Yo soy tu madre. Esto es un error. ¿Cómo puedes pedirme que engañe a tu padre? Lo mismo contigo, mi único hijo” –le respondí. Se quedó en silencio por unos momentos antes de responder, mirándome a los ojos, dijo: “Todo el concepto del matrimonio y el engaño, permanecer leal a una sola persona de por vida es horrible. Es creado por algunos hombres poderosos y celosos. El sexo es lo más hermoso de este mundo y está destinado a ser explorado y disfrutado con varias personas, al igual que los diferentes tipos de comida que disfrutamos todos los días. Incluso después de explicarte todo esto, si sientes que esto está mal, lo dejaremos así, pero ya no puedo ser tu hijo. Me duele el corazón cada día que paso contigo y te miro y no puedo hacer nada. Esta será la última vez que me veas”. Claramente estaba usando su argumento para chantajearme, apelando a mi lado de madre y también de mujer, me sorprendió escucharlo, pero me armé de valor y le respondí: “¿Cómo puede ser eso? Te amo más que a cualquier otra cosa en este mundo. Eres mi único hijo”. “Entonces tienes que decidir si vas a convertirte en mi amante hoy o si nunca me volverás a ver” –dijo él con tono serio.

No sé si fue el alcohol o los gemidos de la habitación de al lado o la falta de buen sexo en mi vida, pero empecé a convencerme. Le respondí: “No sé qué hacer. Por un lado, siento que esto está mal, pero por otro lado, quiero hacer cualquier cosa que te haga feliz”. Eso fue suficiente para que se abalanzara sobre mí. “Me aseguraré de que esta sea la mejor decisión que tomes en tu vida y no te arrepentirás” –me dijo. Me atrajo hacia él y me besó en los labios. Luego empezó a chuparlos y a morderlos. Sentí una sacudida en mi cuerpo, ya que no me habían besado tan apasionadamente en mucho tiempo. Con mi esposo rara vez tenemos relaciones sexuales en estos días y el romance se ha ido hace mucho tiempo. Realmente disfruté de mis labios siendo mordidos por él. Luego, me besó en toda la cara, los ojos, la nariz y las mejillas. Luego me besó en el cuello. Eso me hizo sentir cosquillas y me dio escalofríos. Empezó a desabrocharme el vestido. En cuestión de segundos, mi vestido estaba en el suelo y solo estaba en brasier y bragas frente a mi propio hijo. Se sintió muy raro, pero me gustó la sensación. Lo detuvo todo y me miró con asombro. “¿Qué te pasó?” –le pregunté. “Tienes un cuerpo muy hermoso. Me muero de ganas de verlo desde hace mucho tiempo, pero nunca me diste una oportunidad. ¿Sabes cuántas veces me asomé a tu habitación desde la ventana con la esperanza de verte así? Estoy muy feliz de que esto finalmente esté sucediendo” –respondió. “¡Maldito pervertido! Ahora no me dejes caliente” –le dije. Lamió mis tetas expuestas y las besó, mordió mis pezones y me los chupó por encima del brasier. Luego lo desabrochó salieron mis tetas. Me sentí tímida, esa fue la primera vez que un hombre me vio así, aparte de mi esposo. “¡Estas son unas tetas increíbles! ¡Me encantan!” –dijo al verme. Luego, tomó mis dos tetas con sus dos manos y las acarició lentamente, mientras de vez en cuando pellizcaba mis pezones. Me encantó la sensación. Luego, se llevó una teta a la boca y la chupó como solía chupar cuando era un bebé. Lo estaba disfrutando mucho y esto me estaba mojando en el coño. Después de jugar un rato con mis tetas, me lamió todo el estómago hasta la ropa interior. Luego, me empujó sobre la cama y me bajó las bragas. Por primera vez, mi hijo se encontró cara a cara con la vagina que lo trajo a este mundo. Bernardo me dijo: “Parece que nunca te has afeitado ahí abajo, mamá”. “Puedes hacer lo que quieras. Este es tu regalo de cumpleaños” –le respondí. Con una sonrisa dijo: “Te amo mamá. Eres la mejor”. Luego fue al baño y regresó con un kit de afeitado. Luego afeitó cuidadosamente los vellos cerca de mi vagina, después que terminó, dijo: “Es la concha más hermosa que he visto”. La empezó a lamer, una deliciosa sensación recorrió mi cuerpo y a  la vez me preguntaba cuántas conchas se había comido y pensé en preguntarle más tarde,  aunque en verdad eso no importaba, empecé a gemir como loca al sentir como esa lengua exquisita se apoderaba de mi clítoris y me hacia estremecer por completo, era sublime, divino y pecaminoso tal como él lo había descrito. Después de lamer mi clítoris, metió la lengua. “¿Qué estás haciendo?” –le pregunté ardiendo en placer. Aunque sentía algo de pudor con la poca cordura que me quedaba .Él respondió: “¡No me digas que papá nunca te hizo esto!”. “Nunca. Ni siquiera bajó la cara allí” –le contesté. Él dijo: ¡Oh, mami! Esta es una de las mejores cosas que se pueden hacer. Te has perdido mucho”. Siguió metiendo su lengua dentro de mi vagina, yo estaba perdida en ese riquísimo placer que no había experimentado nunca y me cogió con la lengua durante varios minutos, mientras yo me acariciaba las tetas y pellizcaba los pezones con ambas manos.

Después de que se quedó sin aliento de tanto cogerme con la lengua, metió su dedo en mi vagina y me penetró con el dedo, mis delirantes gemidos creo que se escuchan más que los de Juana y Camila, era la primera vez que me sentía así de libre en el sexo y haciendo cosas que solo he imaginado y encontraba sucias, pero gracias a mi hijo las estaba viviendo y disfrutando con total descaro. Siguió metiendo su dedo, mi respiración estaba más que sobresaltada, sentía que mi cuerpo perdía el control y me retorcía de manera perversa al sentir como su dedo entraba y salía de mi concha con rapidez, no se detuvo hasta que acabé. Fue mi primer orgasmo en mucho, mucho tiempo y todo mi cuerpo tembló y me sentí realmente bien. Era muy bueno en eso y de hecho, tenía razón en que el cielo está aquí en la tierra. Cuando estaba recuperando el aliento, se desnudó y puso su verga frente a mi cara. Me sorprendió verla. Me miró con un signo de interrogación en su rostro. Le pregunté: “¿Qué?”. Él respondió con otra pregunta: “¿No me vas a chupar la verga?”. Yo dije: “Emmmm, no. ¿Cómo puedo hacer eso?”. Se sorprendió y preguntó: “¿Nunca se la chupaste a papá? Es triste, pero estoy feliz de que mi verga sea la primera que chupes”. Me resistí, pero después de mucho insistir, cedí y puse su verga en mi boca. Después de chuparlo durante unos segundos, me atraganté con él y lo retiré de inmediato. Me dijo: “No te preocupes, mamá. Pronto te acostumbrarás”. Luego empezó a frotar su verga en los labios de mi verga. Le rogué que fuera suave, pero de un solo golpe la metió toda. Grité de dolor mientras mi concha estaba apretada ya que no tenía una verga en mucho tiempo. Él entendió y comenzó a acariciar suavemente, mientras acariciaba y chupaba mis tetas, también nos besábamos. Era tan divino e infernal tenerlo encima de mí, yo con las piernas abiertas disfrutando de su verga como el hombre que es, me cogía rico aunque lo hacía despacio, mi vagina se contraía y mi respiración se agitaba con fuerza. Poco a poco aumentó sus movimientos y la suavidad dio paso a un toro embravecido que se cogía a su hembra con fuera, nuestros cuerpos se golpeaban con candente pasión y mi corazón se quería escapar del pecho al sentir el ímpetu de mi joven hijo saciando su calentura. “¡Ah, dame con fuerza!” –le decía sintiendo el ritmo de sus frenéticas embestidas. “¡Mírame a los ojos y cógeme! ¡No pares!” –le gritaba ya sin un ápice de cordura.

Siguió dándome verga durante 10 minutos. Esto fue lo más largo que me han cogido, ya que mi esposo nunca duró tanto. Lo estaba disfrutando mucho y después sentir como mi vagina palpitaba furiosa al sentir entrar y salir la verga de Bernardo, tuve otro orgasmo. “¡Oh, por Dios o por Lucifer! ¡Esto es pecaminosamente divino!” –decía intentando recobrar las fuerzas, pero eso a él no lo detuvo, siguió hasta que gritó que ya estaba pronto a acabar. Antes de que pudiera decir nada, acabó en la misma concha que lo había parido, era riquísimo sentir el semen de mi hijo llenando mi interior y que mi vagina lo haya recibido tibio y espeso. “¿Lo disfrutaste, mamá?” –me preguntó. Aunque la respuesta era evidente, le respondí: “Sí, demasiado. Gracias por mostrarme cómo se siente el sexo real y mucho más dos orgasmos consecutivos, rara vez solía tener orgasmos con tu papá. Ahora puedo entender lo que quieres decir con el cielo en la tierra. Tengo ganas de hacer cualquier cosa con para que me cojas tan rico como lo hiciste ahora. Ojalá lo hubiéramos hecho antes”. Tomé su cara y besé apasionadamente sus labios, ya no me importaba que fuera mi hijo, éramos dos personas adultas entregándose placer. “No te preocupes, mamá. Esto es solo el comienzo. Tendremos muchas más noches increíbles como estas” –dijo él. Después de tener el mejor sexo de mi vida, quería descansar un poco y hablar con mi hijo. Cuando estaba a punto de preguntarle por sus amigos, continuó besando todo mi cuerpo de nuevo. “¿No has terminado todavía?” –le pregunté. “Todavía no. Todavía no he llegado ni a mi parte favorita” –respondió. Le pregunté: “¿Qué cosa?” –le pregunté. Él respondió: “Tu hermoso culo que amo tanto y espero pronto destrozar”. Luego de decirlo, me dio vuelta en la cama y empezó a lamer y besar mi espalda mientras masajeaba mis nalgas. La sensación era un tanto morbosa, me gustaba sentir las manos de mi hijo masajeándome las nalgas, sentí algo de cosquillas pero encantó. Luego, siguió agarrando mis nalgas durante un rato, las besó y las mordió. Me puso en cuatro, le pregunté: “¿Qué estás haciendo?”. “Voy a cogerte por el culo” –respondió. Le rogué: “¡No, por favor, duele! Tu papá lo intentó un par de veces y me dolió y nunca más lo intentamos. Bernardo dijo: “Bien por mí entonces. Voy a quitarte la virginidad del culo”. Entonces me di cuenta de que él no es como su padre y no iba a renunciar a ello. Así que cedí y le rogué que fuera delicado. Él obedeció y lentamente empujó su verga en mi culo. Me dolió mucho y grité a todo pulmón, pero siguió adelante y me cogió el culo durante unos minutos, estaba aferrada a las sabanas y las mordía, el dolor era insoportable, era como si mi culo se rompiera, él lo disfrutaba y yo también a esas alturas ya lo estaba disfrutando. Ahora estaba gritando que no se detuviera y que me cogiera con más fuerza, fue como si estuviera esperando esas palabras, ya que se aferró con fuerza a mis caderas y empezó a embestirme con fuerza, antes de volver a meter su verga en mi vagina. Me siguió cogiendo hasta que tuve otro orgasmo. Unos minutos más tarde, acabó en mis nalgas, fue una sensación tan placentera que caí casi muerta sobre la cama. Estaba cansada de tanto coher y me quedé dormida en su pecho abrazándolo fuerte.

Cuando me desperté por la mañana, él no estaba a mi lado. Me refresqué y entré en el pasillo para ver a Camila y Juana sentadas charlando en la mesa del comedor. Cuando me vieron, se rieron y me recibieron con una sonrisa. Juana dijo: “Bienvenida al club de incesto Rocío. ¿Qué tal anoche? Escuché algunos gritos realmente fuertes”. Me daba vergüenza responder y me quedé en silencio. Camila dijo: “Está bien, Rocío. Puedes compartirlo con nosotros. De hecho, ya lo sabemos, pero queremos escucharlo directo de tu boca”. Le respondí: “¡Fue increíble! ¡Nunca pensé que el sexo pudiera ser tan bueno! No sabía que Bernardo podía ser tan increíble”. “Lo sé. Al fin y al cabo nosotras lo entrenamos” –dijo y me guiñó un ojo. Me sorprendí y le pregunté: “¿Qué quieres decir? ¿Lo entrenaste?”. Ella sonrió y respondió: “No solo a él, a los tres” .Me quedé atónita. “Me gustaría saber más. ¿Cómo empezó todo? ¿Me lo dirás?” –le pregunté. Ella respondió: “Por supuesto. Al igual que tu esposo, mi esposo también es malo en el sexo y nunca satisfizo realmente todas mis necesidades, pero, yo, por otro lado, soy una mujer muy caliente. Tenía ganas de sexo y terminé teniendo una aventura con un vecino. Solíamos ser muy cuidadosos, pero para mí mala suerte o tal vez para buena suerte, Andrés me atrapó en el acto. Me asusté mucho y le rogué a Andrés que no se lo dijera a su padre. Aceptó con una condición. Quería cogerme. Yo también me sorprendí al escuchar eso. Me negué diciendo que no podía hacerlo con mi propio hijo, pero él siguió diciéndome cuánto me amaba y me deseaba durante mucho tiempo. Cómo ha estado fantaseando conmigo y cogiéndome en sus sueños. Después de muchas súplicas y chantajes, finalmente cedí vacilante y accedí a tener relaciones sexuales con él. Abrió un nuevo horizonte en mis pensamientos pervertidos en mi cerebro. La idea de hacer las cosas prohibidas me emocionaba mucho. Siempre pensé en el incesto como un tabú, pero cuando realmente lo experimenté, sentí que era lo mejor del mundo”. No daba crédito a lo que escuchaba, pero a la vez me calentaba oírlo.

La narrativa de Camila continuó: “Ningún hombre puede amar a una mujer en el mundo como la ama su propio hijo. Después de tener relaciones sexuales con él, pensé, ¿por qué ir a buscar a un extraño para tener relaciones sexuales y tener miedo de que me atrapen, cuando puedo entrenar a mi propio hijo para que haga todas las cosas que quiero, para cumplir todos mis deseos. Empecé a tener sexo con él regularmente y a hacer que hiciera todas las locuras que siempre quise que hiciera mi marido. Como lamer mi vagina. Dándome orgasmos múltiples. Tener sexo en el baño y en la mesa del comedor. Recibo masajes sexys de él. Tengo un gran fetiche por los juegos de rol. Solíamos tener sexo regularmente, imaginándonos a nosotros mismos como diferentes personajes. Como Superman y la Mujer Maravilla o el Amo y la esclava, incluso probamos el bondage. Un día, me contó cómo sus amigos también me deseaban y sus propias mamás también. Eso me dio una idea. Siempre quise probar el sexo en grupo. Le pregunté si le parecería bien tener sexo con sus amigos, a lo que aceptó gustoso. Así que un día los invité a los tres a mi casa. Me vestí con un traje negro muy obsceno y apretado. Todo era transparente y la blusa de cuello bajo, lo que dejaba ver gran parte de mi escote y espalda descubierta. Sonreí por dentro cuando los sorprendí mirándome las tetas. Podía ver claramente como sus vergas se marcaban en sus pantalones. Podía ver la desesperación y la lujuria en sus ojos. Estábamos charlando en la sala de estar y no costó mucho seducirlos, ya que una cosa llevó a la otra y en poco tiempo, estaba cogiendo con los tres en la misma cama. La cama en la que mi marido debería haberme estado follando. Lo disfruté mucho, pero como todavía eran vírgenes, necesitaron mucho entrenamiento para llegar a la etapa en la que están ahora. Una vez que estuvieron listos, llegó el momento de dejar que cumplieran sus propios deseos y aquí estamos por eso”. Me sorprendió escuchar eso. “Eres toda una perra. Así que todo fue obra tuya, pero me alegro de que lo hayas hecho” –le dije. “Estoy muy agradecida con ustedes. ¿Y tú, Juana? ¿Cómo te involucraste?” –pregunté. Juana respondió: “Como soy viuda, no había tenido relaciones sexuales en mucho tiempo y estaba reprimiendo mis ansias y deseos. Mi hijo no tardó mucho en convencerme. Cuando llegó a casa para las vacaciones de Navidad, me mostro su verga descaradamente e hizo que pareciera un accidente. Luego lo atrapé mientras se masturbaba. Esto despertó los deseos sexuales dormidos en mí. Luego, en la víspera de Navidad, me sedujo lentamente mientras tomábamos unas copas y me contaba sus aventuras sexuales con Camila y sus amigos, lo que me excitó mucho. No pude controlarme más y él aprovechó la oportunidad y me cogió como si no hubiera un mañana. Por primera vez en muchos años, tuve un orgasmo. De hecho, orgasmos múltiples en el mismo día. Me encantó. Desde entonces he pasado el mejor momento de mi vida”. “Eso suena muy bien. Espero poder experimentar lo mismo” –le dije. Camila me miraba y me dijo: “No te preocupes. Lo harás, Rocío”. Charlamos un rato sobre varias cosas.

Luego los muchachos regresaron y todos nos sentamos en la sala abrazándonos. Me sentí como una adolescente otra vez abrazada a mi propio hijo. Camila y Juana estaban abrazando a sus propios hijos. Desde que Camila mencionó sobre ese grupo para coger, se me quedó grabado en la mente. Sonaba interesante y tal vez algo que me gustaría probar. Mientras nos abrazábamos y conversábamos sobre varias cosas, Camila preguntó: “Entonces, Rocío. ¿Qué te gustaría hacer ahora?”. Me sorprendí por la pregunta y respondí: “¿Qué quieres decir?”. Me dijo: “Ya que te has follado a tu hijo, ¿Qué es lo que te gustaría probar a continuación?”. Tenía muchas ganas de decir sexo en grupo, pero me sentí tímida y respondí: “No lo sé. Lo que sea que ustedes digan, supongo”. Señalando a Andrés y Samuel, Camila dijo: “Estos dos idiotas se mueren por follarte. ¿Qué dices?”. Miré a Bernardo con un signo de interrogación en mi rostro. Él dijo: “Adelante, mamá. Me ayudaron a coger con sus mamás. Ahora me toca a mí”. Tan pronto como señalé que estaba bien, tanto Andrés como Samuel se abalanzaron sobre mí. Empujaron a Bernardo a un lado y ambos se sentaron a ambos lados de mí. Se turnaban para besarme mientras me acariciaban las tetas por encima del vestido. Mientras yo estaba ocupada siendo manoseada por Andrés y Samuel, Bernardo comenzó a besar a Camila mientras acariciaba las tetas de Juana. Era una sensación extraña ver a tu propio hijo besarse con otras mujeres, mientras sus amigos te disfrutaban. En poco tiempo, ambos se turnaron para quitarme toda la ropa. Me hicieron sentar en el sofá. Mientras Andrés estaba ocupado chupando mi concha, Samuel estaba ocupado chupando mis tetas. En el otro extremo del sofá, Bernardo dejaba que Camila le chupara la verga, mientras chupaba las tetas de Juana y la tocaba con los dedos. Después de un rato, todos en la habitación se desnudaron. Nunca había visto a tanta gente desnuda y realmente fue algo muy morboso. Tanto Andrés como Samuel también tenían unas deliciosas vergas. Se turnaron para cogerme con la lengua y finalmente me dieron un orgasmo. Ahora, Bernardo le estaba devorando la concha a Camila, mientras que ella hacia lo mismo con la vagina de Juana. Me sorprendió ver a las dos mujeres hacer eso, pero estaba demasiado ocupada disfrutando de mis propios placeres.

Andrés metió su verga en mi vagina,  mientras Samuel me la metía en la boca, se la chupé como Camila lo hacía a Bernardo. Al cabo de un rato cambiaron de posición, me puse a horcajadas encima de Samuel mientras se la chupaba a Andrés. Nunca, ni en mis sueños más locos, había pensado que haría algo así. Al cabo de un rato, mientras seguía montada encima de Samuel, Andrés me puso en una posición tal que podía metérmela por el culo. Poco a poco Andrés metió su verga en mi culo. Al ver esto, Bernardo decidió unirse a nosotros también y metió su verga en mi boca. Tres vergas en tres de mis agujeros a la vez, fue una gran sensación. Tanto Camila como Juana se llevaron cada teta a la boca y se las chuparon. Después de unos buenos minutos, Bernardo acabó en mi boca. Samuel y Andrés acabaron llenando mi culo y concha con su semen. Me sentía tan puta por lo que estaba viviendo, que al sentir como se descargaban tuve un estrepitoso orgasmo. Caí desplomada en la cama con mis agujeros abiertos y escurriendo semen, Camila me besó en los labios, los chupó y lamió el exceso de semen que fluía de mi boca, mientras Juana lamía mi vagina para limpiarla del semen de su hijo.

Mientras los chicos estaban sentados y disfrutaban del espectáculo, Camila continuó besándome mientras Juana me comía la concha. Luego, Camila colocó su vagina en mi boca y exigió que se la lamiera, a lo que accedí sin oponer resistencia. Era una sensación extraña lamerle la vagina a otra mujer, pero ahora estaba lista para hacer cualquier cosa. Luego, Camila y Juana intercambiaron lugares y yo también lamí la vagina de Juana. Esto hizo que los chicos se calentaran de nuevo y se abalanzaron sobre nosotras. Estaba demasiado cansada y me acosté en el piso. Samuel se estaba cogiendo a su madre, mientras que Andrés y Manuel se estaban follando los dos agujeros de Camila. Después de un rato, todos estaban envueltos en ese momento de placer perverso y me hicieron lamer las vaginas de las otras dos mujeres para limpiarles el rastro de semen. Fue demasiado sexo para mí en dos días. El número de orgasmos que tuve en los dos días, fueron mucho más de los que tuve con mi marido en toda mi vida de casados.

Todos nos cansamos mucho y nos quedamos dormidos. Nos despertamos ya al anochecer, seguimos con la rutina incansable de sexo, los dos días en casa de Bernardo me parecieron mucho tiempo, ya no tenía ganas de volver con mi marido, pero no tenía otra opción, había que mantener las apariencias. Ahora visito a mi hijo y a sus amigos una vez a la semana, para dejarme coger por ellos, también tengo que reconocer que con Camila y Juana tenemos nuestros juegos aparte y ellos lo saben y cuando estamos los seis juntos es como si el tiempo se hiciera lento de tanto disfrutar los mejores momentos de mi vida. No sé si se corrió la voz pero con el tiempo habíamos más madres disfrutando del placer prohibido de coger con sus hijos.

 

 

 

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