sábado, 30 de noviembre de 2024

52. Fui el postre de una perversa noche

 

Me llamo Fabiana, tengo 21 años, soy de Ecuador. Esto que le voy a contar sucedió hace 2 años y desde ahí soy una puta desenfrenada. ¡Sí! Como lo leen, una puta que se descontrola cuando quiere verga, no la típica santurrona que dice no romper un plato y se le han quebrado varios.

Todo empezó una noche de Halloween, mis amigas tenían planes de salir a la discoteque. Se me había olvidado contarles , soy una mujer casada, me case Joven y nada que hacer. No tenía pensado salir porque tenía planes con mi marido y además, es un “poquito” celoso. No me molesta que lo sea pero a veces se va a los extremos. La cosa es que al parecer al baboso se le olvidaron los planes y se fue a tomar con los compañeros de trabajo después de su jornada. Llegó ahogado en alcohol. Obvio me enojé mucho, pero él ponía cara de: “¡Perdón, perdón, yo sé que la cagué!”, pero por la borrachera no podía ni hablar. Para colmo se fue al cuarto y se tiró en la cama. No hay nada más frustrante, al menos para mí que me arruinen los planes. El desgraciado se quedó dormido y no despertaba por más que le gritaba. “¡Hijo de puta! Se duerme y a mí me deja con las ganas de salir. Bonito panorama, quedarme en casa aburrida” –pensé. Estaba en la sala de lo más aburrida buscando algo que ver y dije: “¡Mejor llamo a las muchachas para salir, en vez de quedarme aquí aburriéndome!”. Tomé el móvil y llamé a Jessica: “¿Todavía siguen los planes para ir a la disco?” –le pregunté. “¡Claro, ya pronto saldremos! ¿Quieres que te pasemos a buscar?” –respondió. “¡Claro que si! ¿Por qué crees que te estoy llamando? Quiero salir y olvidarme de esta maldita noche” –le respondí. ‘Bueno, prepárate, en media hora estaremos por tu casa” –dijo Jessica. Empecé a buscar un disfraz para colocarme pero me recordé que no había comprado nada.

Ya me estaba empezando a amargar, pero me acordé que tengo un trajecito de colegiala que a mi marido le encantaba que usara. Sabía que me vería bien puta, pero siempre me ha dado morbo salir con ese atuendo y esta es la noche. Me hice colitas y me maquillé, me puse el “uniforme” y esperé. Me miré al espejo, me gustó cómo me veía, me venía como una hermosa putita. Cuando llegaron mis amigas, quedaron con la boca abierta al verme, Lucía me dice: “¡Por Dios Fabiana! Te ves muy, pero muy puta”. Sonreí y le dije: “Gracias amiga, no solo me veo”. Salí con la blusa amarrada a la altura del borde de mis tetas, sin brasier y la minifalda que apenas tapaba mis nalgas con el delgado hijo blanco de una tanga y medias blancas hasta los muslos. Estaba vestida como toda una puta, pero a quien le importaba, era la noche de Halloween, esa noche en que todos salen de la inhibición y viven el momento.

Nos fuimos a una discoteca que era nombrada en la ciudad, más que nada por que siempre frecuentaban gente que andaban en pandillas ya que ellos son los que más gastan. Entramos y las miradas no faltaban sentía como todos los hombres morbosos me comían con la mirada, incluso unos hasta se lamian los labios delante de mi, viéndome de arriba a abajo. Jamás me había sentido tan acechada, era como una jauría de lobos hambrientos y yo era el pedazo de carne que iban a devorar. Estaba tan nerviosa pero a la vez me calentó ser observada de esa forma por tantos hombres.

Estábamos bebiendo y bailando con mis amigas, hasta que se nos acerca un pandillero de los que frecuentan la disco y me dijo agarrándome el culo: “¡Hola putita rica! Mis amigos y yo queríamos saber si querían tomar un trago con nosotros y quien sabe si nos divertimos”. Jessica no tardó en aceptar la invitación para beber alcohol gratis. Nos fuimos a su mesa, el tipo no paraba de agarrarme las nalgas, me tenía caliente por esa forma en que me tocaba. Había 7 hombres, se notaba que no andaban en buenos pasos, tatuados, con pinta de ser un tanto peligrosos, pero tenían plata, ya que nos ponían en la mesa tragos de los más caros. En cierta forma se sentían con el derecho de tocarnos y manosearnos como quisieran, ya que estaban “pagando” por hacerlo. Parecíamos las putas de esos hombres pero no importaba con tal de que gastaran más plata.

Uno de los hombres le habló algo a Lucía al oído, ella sonrió y después de un par de minutos se fueron caminando hacia los baños, la zorra se fue con el tipo a otro lado, el de la barra les abrió una puerta y los dos entraron. Era evidente lo que iban a hacer, sentía algo de envidia ya que estaba caliente y la puta iba a coger. En eso salen dos tipos más y entran donde ellos estaban. Pasaron varios minutos para que regresaran pero la cara de haber disfrutado de Lucía no se borraba con nada. Me imaginaba lo duro que le deben haber dado y se me mojaba la concha. Luego fue el turno de Jessica y los otros cuatro que faltaban se fueron con ella, ya no podía más de la calentura, tanto que les agarraba las vergas a los otros por encima del pantalón amparada por la poca luz de la disco. Lo único que quería era que me cogieran, al ver la cara de Jessica cuando volvió, la satisfacción se le notaba. Se veía toda una puta y me daba envidia.

La noche siguió entre manoseos furtivos y tragos, éramos el centro de atención pero yo me preguntaba en qué momento me iban a coger. Estaba ansiosa, con ganas de coger pero para ellos era que no existiera. Nos pusimos a bailar y nos manoseaban como endemoniados, en eso llegaron los novios de mis amigas y las vieron en plena acción siendo toqueteadas y ellas dejándose tocar. Se armó una pelea en que los novios de mis amigas salieron perdiendo, se fueron golpeados hasta por debajo de la lengua. Jessica y Lucía se fueron con sus novios, yo me quedé con los hombres, como estaba borracha y para que decir caliente, a ver si se apiadaban de mí y me daban verga. Les dije que las llamaría cuando llegara a casa para que se quedaran tranquilas.

Estaba en la mesa con los hombres, pero lejos de intentar cogerme se dedicaban solo a manosearme. El alcohol, incluso líneas de coca corrían por montones, hasta yo me envalentoné y me di algunos “toques”. Me quedé con ellos unos minutos más, no querían que me fuera, quería que me quedara bailando con ellos y meterme mano, uno de ellos fue más allá, metió su mano por delante y sintió mi tanga mojada, otro me tomó del delgado hilo y empezó a jugar con mi culo, me calentaban pero no daban indicio de querer cogerme. Les dije que me iba, se ofrecieron para llevarme a mi casa, les dije que no se preocupaban que pediría un Uber pero ellos insistieron.

Salimos por la puerta de atrás a su “auto”. No hicimos más que salir de la disco y ellos se abalanzaron sobre mí. Me empezaron a tocar y a manosear fuerte y agresivamente, por un momento les pedía que se detuvieran pero era como hablarles a una pared, pero en sus intenciones se notaba que me habían dejado para el final, el delicioso postre que se iban a comer entre todos. Uno de ellos me tomó de mis colitas y me tiró al piso, me puso de rodillas, estaba expectante a lo que iba a pasar. Los siete sacaron sus vergas, eran enormes, venosas; al verlas se me hizo agua la boca. Uno sacó un arma y me dijo: “Mira corazón, te portas bien y sales viva de esta”. No hacían falta las amenazas, claro que haría que lo que pudieran, porque me estaba empezando a calentar otra vez. Fue como si un fuego subiera por mi cuerpo e hiciera que mi conchita se mojara.

Me puse a chupar una por una esas vergas, me las comía con lujuria y perversión. Me agarraban de mis colitas y cogían por la boca como endemoniados, me ahogaban, casi no podía respirar, la saliva me escurría y mojaba mi cuello, mis tetas. Sus vergas estaban duras como piedras. Me abordaban, me escupían, para ellos era solo una puta y ellos eran lobos hambrientos. Estaba tan caliente que no me di cuenta cuando empezaron a orinarme encima, como si marcaran territorio. Uno de esos pervertidos dijo al resto: “Hicimos bien en dejar a esta puta para el final, se nota que es más zorra que las otras dos”. Estaba mojada completamente, entre mi saliva, la orina y mis fluidos me sentía una putita sucia. Otro me tomó de más colitas y dijo dándome una bofetada: “¡Ahora vamos a ver cuánto aguanta ese culo!”. Me puse de pie y me apoyé en una baranda que había. Los miré y les dije como toda una puta: “¡Vengan y coman muchachos, el postre está servido!”. Desabroché mi blusita y dejé mis tetas al aire. Uno de ellos sin advertencia me metió esa deliciosa verga en mi conchita. Otro hizo que me diera vuelta y me inclinara para que se la chupara y otros dos me hicieron pajearlos. Otro me metía sus dedos en el culo, me sentía tan usada, tan cosificada y tan caliente, que no daba más de placer. Cuando me sacó la verga de la boca me preguntaba: “¿Qué eres?”. Sin dudarlo respondí: “¡Una puta! ¡Un juguete para machos como ustedes!”. Después uno de ellos se acostó encima de un cartón que había entre la basura y me hizo montarlo a horcajadas, su verga se ensartó en mi vagina y me empecé a mover disfrutando.

Estaba rodeada de seis vergas las que chupaba y masturba. Uno de los hombres se puso detrás y sin compasión me dio verga por el culo, haciéndome gritar de dolor ya que era mi primera vez por ahí. Después dos me metieron la verga a la boca y se las chupaba a los dos y tenía tres para pajear mientras esperaban su turno para que se las chupe. Mi culo y mi concha eran cogidos salvajemente a tal punto que a ratos sentía perder el conocimiento. Se turnaban para cogerme, era como si hicieran la fila para subirse a un juego de algún parque de diversiones. Cuando ya estaban listos para acabar, me pusieron de rodillas y me tiraban el semen en la cara y prácticamente en todo mi cuerpo uno por uno. Cada uno descargaba enormes cantidades, era como si me bañaran en el espesor de sus fluidos. Quedé empapada, me sentí tan puta, me di cuenta la clase de puta sumisa que soy.

Pensé que habían terminado pero siguió algo más que me hizo ser la más puta de todas. Me subieron al auto y uno de ellos me ordenó que chupara la palanca de velocidades como si fuera una verga. Quedé impresionada con lo que me estaba pidiendo pero igual me causó cierto morbo hacerlo. Empecé a chupar esa dura palanca imaginando que era una apetitosa verga, por lo gruesa de la empuñadura apenas cabía en mi boca, pero disfrutaba ver a esos hombres que se masturbaban a mi alrededor. Luego uno me habló y dijo: “Ahora móntate en la palanca y cógetela”. Por un momento dudé pero otro me recordó que me había comido siete vergas a la vez por mis agujeros. Me subí y me deslicé lentamente. La sentir como me entraba en la concha era alucinante, la forma que se expandía para recibirla me había gemir con locura, la razón había desaparecido y ahora mandaba en mi cuerpo el deseo, la perversión y todos esos sentimientos pecaminosos que nos envuelven a la hora de coger. Ya cuando estuvo toda dentro me empecé mover lentamente, quería que mi vagina se amoldara. Poco a poco aumentaba mis movimientos y, gemía de la forma más enferma y caliente que lo he hecho. “¡Mírenme chicos! ¿Les gusta esta putita?” –les decía y preguntaba mientras se pajeaban. Aunque no me decían nada, sabía que lo disfrutaban. Me apretaba las tetas y jalaba los pezones, me sentía en eso y esos machos que me miraban despertaban más mi calentura. No me di cuenta de cuántos orgasmos había tenido, solo sabía que ya no podía más. Me bajaron del auto y me pusieron de rodillas para dejarme otra vez bañada de semen.

Había perdido la noción del tiempo y les pedí que me llevaran a mi casa, dos se encargaron de hacerlo pero antes de dejar que me bajara se las tuve que chupar y tragarme ese espeso semen que escupía sus verga. Al fin me dejaron tirada en la puerta de mi casa. Estaba empapada en semen, mi maquillaje era un desastre, mi pelo ya sin coletas y despeinado, mi tanga enrollada en mi tobillo izquierdo. Busqué las llaves en mi bolso, entré sin hacer ruido y me fui al baño, tenía la concha y el culo abiertos, era una delicia sentir como palpitaban. Me quité la ropa y entró mi esposo al baño, vio mi ropita llena de semen y a mi con claras señales de haber cogido. “¿Qué es esto?” –me preguntó. “¿Como no te vas a recordar amor? Cogimos cuatro veces y te comportaste como un animal. Me la metiste como nunca antes” –le respondí. Se metió a duchar a ver si lo hacíamos una “quinta vez”, pero le dije que estaba exhausta, aunque mi instinto de puta me hizo regalarle una mamada perversa pensando en esas siete vergas que habían abusado de mis agujeros.

Nos fuimos a dormir como “un lindo matrimonio”. Él nunca sospechó que pasó esa noche de Halloween: Que su dulce y puta esposa fue abusada en un callejón por siete desconocidos y que hicieron con ella cuanto se les antojó. Ahora, trato de salir más seguido a la disco e ir vestida como una puta para ver si alguno se atreve a tomarme a la fuerza, aunque no requieren mucho esfuerzo.



Pasiones Prohibidas ®

lunes, 25 de noviembre de 2024

51. Una afición muy particular.


Mi nombre es Miguel, soy Chileno y resido en la ciudad de Santiago. Tengo 42 años. No sabría cómo darle una definición a lo que me pasa, tal vez para muchos pueda ser simplemente un fetiche. Hay un gusto un tanto particular que tengo. Intentaré relatarles en parte esta afición y las cosas que he hecho para llevarla a cabo un hobbie muy particular.

Yo soy particularmente excéntrico, raro. Hace unos meses construí un cuarto similar a los de interrogatorios policiales, tiene hasta un espejo falso, cámaras por todos lados y micrófonos. Económicamente estoy bien, tengo mucho dinero y esto es en parte lo que me permite realizar mi hobbie. Nací con dinero, ya que mi viejo era un empresario ganadero en el sur de Chile y obviamente, no tenía necesidad de nada.

Me gusta tomar la posición de poder y ser quien toma el control. Cuando estaba más joven en la hacienda de mi viejo ya lo hacía con las empleadas, me gustaba someterlas y que hicieran todo lo que les dijera. Necesitaba un lugar donde trabajar, nunca lo había hecho en mi vida, Si estudié y fui a la universidad, pero nunca había hecho si quiera el intento de ganar mi propio dinero. El campo de mi viejo luego de su muerte continuaba dando muchas ganancias, pero necesitaba una fachada para llevar a alguna mujer a esa sala particular que estaba alejada de la casa, sumida en medio de un frondoso bosque. Empecé a trabajar en una empresa de publicidad por el contacto que tenemos con muchas modelos; al mes de trabajar allí, decidí que era tiempo de iniciar mi pasatiempo. Contraté a un par de “profesionales” para que secuestren a compañeras de trabajo y también a alguna modelo. Luego mis horizontes se expandieron, ya no eran las empleadas, también compañeras de escuela y algunas maestras; lo hacía solo con la finalidad de que supieran el poder que he tenido y que puedo tomar a quien quiero cuando así lo quiero. Incluso, dejaba que los hombres anónimos que contrataba hicieran lo suyo con esas mujeres y me sentaba a mirarlos con detenida paciencia a que terminaran lo que yo había empezado. Obviamente con la cautela necesaria para no ser descubierto.

Una tarde de viernes, recuerdo que fue en el mes de mayo, el otoño ya estaba diciendo adiós. Hacía frio y soplaba un viento que calaba hasta los huesos. Poco a poco se fueron yendo mis compañeros de trabajo, yo había elaborado un plan para conseguir a mi siguiente víctima. La escogida fue Camila, la Gerente de marketing. Luego de la vigilancia de rigor, era el tiempo de llevar a cabo ese macabro plan. Contraté unos tipos para que la llevaran al lugar donde estaría esperándola. Ellos estaban conectados conmigo por una cámara que uno tenía adosada a un pequeño botón de su chaqueta, podía ver y escuchar todo lo que sucedía. Como siempre, ella salió ultima. Yo iba en camino a la hacienda donde estaba todo preparado para su recibimiento. Uno de los hombres habló y dijo: “Ya va saliendo la zorra del estacionamiento”.  Tomé mi celular y les dije: “Muy bien, dejen que avance un poco y ustedes ya saben el resto”. “¡Entendido jefe!” –respondieron al unísono. “Cuando ya a tengan, la traen a la hacienda atada y con los ojos vendados” –les dije. “Se hará como usted dice patrón, no se preocupe” –responde uno de ellos. Corté la llamada y seguí el camino. Todo estaba saliendo a pedir de boca, pronto estaría Camila encerrada en el “cuarto oscuro”.

Estaba entusiasmado, conduje por la ruta 5 hasta el Km. 195, a la cuidad Curicó, el viaje duró aproximadamente dos horas o un poco más. Me adentré en el campo por unos 10 kilómetros más para llegar a mi propiedad. Bajé del auto y me dirijo al “cuarto oscuro”, como llevaba unas cuantas horas de ventaja de los secuestradores, me conecté a la IP de la cámara para monitorear lo que estaba pasando. Acomodado frente al portátil con una botella de whisky y un vaso preparado para disfrutar cada detalle. A través del espejo falso, se veía la habitación, solo con una mesa y una silla, ella no necesitaba más comodidades. Iban  por una calle poco transitada por la comuna de Providencia, en eso ellos aceleran para interceptar el auto. Antes de llegar a un semáforo se le cruzan impidiendo su marcha. Se bajan los dos con pasamontañas y portando pistolas. La apuntan y dicen: “No te muevas puta, si lo haces no verás un nuevo día”. Camila asustada les suplica: “¡Por favor no me hagan daño! Llévense el auto, pero no me hagan daño”. “No queremos tu puto auto, te queremos a ti” –le dice uno. “A mí, pero, pero…” –alcanzó a decir cuando uno de los secuestradores la cayó de una bofetada. Entre el llanto y las suplicas, uno de los hombres la toma del cabello y abre la puerta trasera, la empuja al auto y se sienta a su lado. Mientras venían de camino, él aprovechó de jugar con ella en el asiento. Le pasaba el cañón del arma por el rostro y le decía: “Lo que vas a vivir este fin de semana no se compara con esto”. La cara de desesperación de Camila era por demás excitante.

El hombre no dejó de apuntar su arma y también aprovechó de meter su mano bajo la falda de Camila. “¡Mira sí que eres toda una puta! ¡Tienes la concha mojada!” –le dijo. Ella no sabía que responder, se notaba el desconcierto en sus ojos. Al punto de morder su labio, quizá por un instinto lascivo o por el miedo. Cuando estaban por llegar a Curicó el hombre de atrás untó un paño con cloroformo, lo puso en la nariz y boca de Camila, quien luego de resistirse por unos minutos perdió la conciencia. Detuvieron la marcha y la ataviaron como lo había pedido. Cuando llegaron la bajaron como pudieron del auto y la llevaron al lugar designado. Del otro lado del espejo observaba y vi que ataron sus piernas a la silla y sus manos a la espada, sin quitarle la venda de los ojos. En un acto de compasión salí del anonimato y le quité la venda, para que cuando se despertara viera en el lugar en que se encontraba.

Ya era pasada la medianoche cuando Camila, la Gerente de marketing despertó. Había desconcierto en su mirada, quizá pensó que soñó lo que pasó pero al sentir la presión de las cuerdas reaccionó. Encendí un foco cenital que apuntaba directo a rostro. La intensidad e la luz le hizo entrecerrar los ojos para intentar acostumbrarse al brillo enceguecedor. Gritó con desesperación, nadie podía oírla, nadie sabía dónde se encontraba, nadie podía ayudarla. Temblaba como un animal indefenso ante el cazador. En estos tiempos tecnológicos, cada vez más hay jefes mucho más jóvenes que antes, ella no tenía más de 23 años. Prendí el micrófono y mi voz distorsionada le preguntó: “¿Sabes por qué estás aquí?”. Con voz temblorosa respondió: “No señor, no lo sé. ¡Por favor déjeme ir!”. Reí con descaro y le dije: “¿Irte? No muchacha, nadie dijo que te podías ir. Estás aquí porque así lo he querido y tu estancia aquí dependerá como te portes”. “Con tal que no me haga daño haré lo que usted desea” –respondió ella. Apagué la luz, quedando totalmente a oscuras, fui hasta donde estaba ella sentada, la liberé de las amarras, le puse la venda en los ojos y salí. Ya podía moverse pero lo hacía torpemente por el miedo y la oscuridad reinante. “Quiero que duermas. Mañana empezaremos temprano”. “¿Dónde quiere que duerma?” –me preguntó. “En el piso como la perra que eres” –le respondí.

Yo contaba con un sillón muy cómodo en el cual me quedé dormido esperando el próximo día. Eran las 9.15 de la mañana cuando desperté, ella todavía dormía, con su cuerpo, vestía la ropa habitual con la que iba a trabajar, una falda por encima de la rodilla de color negro, una blusa que se amoldaba bastante bien a su figura, se había quitado los tacos. Estaba acurrucada en un rincón. Cuando escuchó mi voz distorsionada el desconcierto la invadió, aun albergaba la esperanza de que era un mal sueño pero la triste realidad para ella era darse cuenta que todo lo que había vivido sí pasó. Por lo poco y nada que sabía de ella, creo que tuvo un solo novio en toda su vida y que no era virgen, pero que no disfrutaba mucho del sexo ya que el tipo no sabía complacerla, le pasé una bandeja con un pedazo de pan por debajo de la puerta y me fui a la otra sala y le ordené: “¡Quítate la venda! Come, para que después no digas que no se tratar a las invitadas”. Después que comió el pedazo de pan, le ordené que se quitara la blusa y la falda y que se pusiera los zapatos, ya que el largo del taco la hacía ver como una puta fina. “¡No, por favor!” –gritó. “Hazlo o, ¿prefieres que lo hagan los dos tipos de anoche?” –le pregunté. Se empezó a quitar la ropa mirando al espejo, se veía que no había dormido bien, con el llanto se le había corrido el maquillaje de los ojos, sumado a que el piso era de tierra, estaba sucia. “Tienes un cuerpo de zorra” –le dije. Agachó la cabeza y quedó mirando al piso sin decir una palabra. “Quiero que te sientes en la mesa, mirando al espejo y con las piernas abiertas” –le ordené. “¡Por favor, señor no me pida eso!” –respondió. “¡No te atrevas a negarte, puta!” –le grité. Se puso a llorar por el miedo que sentía. “Haz lo que te digo, de lo contrario lo pasarás más mal de lo que ya lo estás pasando” –le dije. Temblando obedeció mi orden, verla dispuesta a hacer lo que sea para no resultar lastimada me ponía demasiado caliente. “Mueve tu tanga a un lado, muéstrame esa concha que tienes” –le dije. “¡Tengo miedo!” –me dijo. “¡Me importa una mierda lo que sientas! ¡Haz lo que te estoy ordenando de una puta vez!” –le dije alzando la voz. “¡Señor, lo haré! Solo le pido que me dé un poco de tiempo” –dijo Camila. “¿Tiempo para qué? ¿Tiempo para obedecer? Lo haces o lo haces, porque yo te lo estoy ordenando” –le respondí. Hizo la tanga a un lado, se podía observar que su vagina estaba mojada. “¿Por qué te mojas puta?” –le pregunté. “¡No lo sé, señor!” –respondió ella. “Yo sí lo sé. Eres una puta que le gusta ser tratada como basura” –le dije. Ya mi verga no aguantaba estar encerrada en el pantalón, le ordené que se empezara a tocar y así masturbarme detrás del espejo. No sé si por ser presa del miedo o porque realmente quiso hacerlo, se empezó a masturbar mirándose al espejo.

No conforme con estimularse el clítoris se empezó a meter los dedos de una manera vehemente. Eso exacerbaba mi calentura y me masturbaba casi al ritmo que lo hacía Camila. Podía escucharla gemir y decir: “No sé porque lo hago, pero quiero aprender a ser obediente”. Tal vez olvidó que podía oírla pero estaba obedeciendo sin contrariar por primera vez desde que llegó. “Sigue puta” –le decía mientras me masturbaba como viéndola haciendo lo mismo. “Quiero que te quites el brasier y la tanga, que te acerques al espejo y pongas tus tetas en él” –le dije. Obediente se desnudó por completo y empezó a caminar de forma sensual hacía el espejo. “¡Eso, putita ven!” –le dije. Cuando llegó al espejó pegó sus tetas a él. Sus pezones se veían duros por la excitación. “¿Así está bien, señor?” –preguntó. “¡Así se ven perfectas! Ahora sigue tocándote” –le ordené. Se masturbaba y movía sus tetas en el espejo. Yo estaba tan caliente que lo único en que pensaba era ir y cogérmela como la puta que estaba siendo pero preferí seguir jugando con ella. “¿Sabes por qué estás aquí?” –le pregunté. “Todavía no lo sé, pero usted tiene razón, soy una puta que le gusta ser tratada como basura” –respondió ella. Su respuesta me sorprendió pero a la vez encendió más mi calentura, sacaba su lengua y la pasaba por el espejo incitándome más.

Le ordené que se recostara en la mesa y se pusiera la venda. Obediente caminó a la mesa y se recostó, se puso la venda. “¡Listo señor!” –dijo. Ella no paró de tocarse, fui hasta donde estaba con la calentura a flor de piel. Abrí la puerta, entré y sin decir nada le clavé la verga en su chorreante vagina. El alarido de placer que dio Camila fue alucinante. Me movía como animal en celo mientras le daba verga a esa concha que rebosaba de fluidos. “¡Oh, señor! ¡Ay que rico” –decía entre gemidos. Yo no podía decir nada, corría el riesgo de que reconociera mi voz, pero se la seguía metiendo con más fuerza. Ella se apretaba los pezones y tiraba de ellos de manera perversa. La miraba y seguía ensartándole la verga completa. Camila dio grito que estremeció por completo la sala: “¡Ah, mierda, qué rico!” –dijo. Por primera vez en su corta vida sexual estaba siendo bien cogida, como la puta merecía. Le respiraba cerca de la nariz y la boca, ella sacaba la lengua como esperando a que la besara, pero aun no se había ganado ese privilegio. La seguí cogiendo cambiando el ritmo, lento, rápido, otra vez lento, la calentura en ella se sentía de forma deliciosa.

Ella sabía qué no podía escapar, sabia con perfección que cualquier acción que no contribuyera a mi placer, lo pagaría muy caro. “¡Señor, me coge tan rico! ¡Ya no aguanto, voy a acabar!”. Sentía como su concha palpitaba y succionaba mi verga. Sin poder contenerse su cuerpo comenzó a sacudirse al mismo tiempo que sus gemidos se hicieron intensos. Su cuerpo era poseído por un delirante orgasmo que la hacía gemir e incluso babear de placer. Yo seguí embelesado cogiéndomela y ella solo gemía con locura, me pedía que no me detuviera, que siguiera. No sabía a que se debía ese cambio de actitud, pero me gustaba que así fuera. Supongo que el cambió se debió a que sabía que si quería irse pronto debía ser obediente o simplemente era una puta mojigata. “¡Siga por favor señor!” –decía entre gemidos. Puse sus piernas en mis hombros y seguí dándole duro, sus tetas se movían armoniosas al ritmo de mis embestidas, sus intensos gemidos eran ensordecedores, más bien parecían gritos desesperados mezclados con placer que me enloquecían. Tuvo varios orgasmos más que parecían fuertes oleadas que golpeaban su cuerpo. No me detuve hasta que acabé en su vagina de forma profusa. Camila seguía con las piernas en el aire y abiertas, podía ver como mi semen se escapaba de su rica y abierta concha, le metí los dedos e hice que los chupara, obediente lo hizo sin poner objeción. Su cuerpo no reaccionaba, le ayudé a cerrarlas y la senté en la silla, le di un tierno beso en la frente y salí.

En la seguridad del otro lado del espejo, le dije: “Quiero que descanses, porque en la tarde tendrás que hacer otras cosas más. Puedes quitarte la venda”. Con movimientos torpes sacó la venda de sus ojos y apoyó la cabeza en sus brazos para descansar. Iban a ser las cuatro de tarde y le hablé hasta que se despertó, miró para todos lados buscándome, pero recordó que le hablaba desde el espejo. “¡Quiero que juegues con tu culo!” –le ordené. “¡Mi culo es virgen, señor!” –respondió ella. “¿No entendiste lo que te ordené?” –le pregunté alzando la voz. “Sí, entendí perfectamente lo que me ordenó, solo quería decírselo” –respondió. “¿Piensas que al decírmelo tendré compasión?” –le instituí. “No sé, usted tiene el control” –respondió. “¡Entonces hazlo!”. “No sé cómo hacerlo” –me respondió. Entonces, golpee el escritorio y me puse de pie, me puse cerca del micrófono y le grité: “¡Eres una puta mentirosa!”. Me puse una máscara que solo dejaba ver mis ojos y me fui hasta donde ella estaba. Al verme entrar sus ojos se abrieron por completo, el temor se reflejaba en ellos, no sabía que iba a suceder y eso le hizo tener mucho miedo. “¡Por favor, señor! Le dije la verdad” –dice ella. Pongo mi dedo a la altura del índice para que supiera que quería silencio. La tomé del cabello y la apoyé encima de la mesa. Abrí sus piernas para tener una vista privilegiada de ese agujero que sería abierto por primera vez. Acomodé mi verga en la entrada de su ano y se la metí con fuerza. Grito que dio Camila fue impresionante, se notaba que le dolía demasiado. Me empecé a mover despacio porque lo apretado de su culo no me permitía hacerlo más rápido. “¡Me voy a cagar! ¡Por favor deténgase!” –suplicaba. Lejos de oír sus suplicas seguí moviéndome despacio. Nada me detuvo, ya le había conseguido meter la mitad de la verga.

Si antes Camila había llorado, ahora lo hace con más desesperación, no se puede comparar lo que le estaba pasando, estaba siendo violada de forma sádica y sin compasión. El culo ya se había adaptado a mi verga, así que ahora la podía penetrar frenéticamente a pesar de su llanto y suplicas recurrente. No la dejaría escapar, ella pedía que me detuviera, que había aprendido la lección pero era inevitable para ella, ya me había empecinado a destrozarle el culo. Otra vez le descargué todo mi semen bien adentro de su culo, lo que hizo que por un momento Camila sintiera alivio.  De su culo escurría una mezcla de sangre, semen y mierda, lo que era deliciosamente perverso. Lejos del supuesto alivio que había sentido, la tomé del pelo y le metí en la verga en la boca, no tenía más opción que chupármela hasta dejarme satisfecho. Al sentir esa mezcla de sabores se podía ver en su rostro el asco y la repulsión, pero aun así me la chupó de una manera en que me hizo estremecer. Tomada del pelo, yo me movía y le cogía la boca como el maldito pervertido y sicópata que soy. No pasó mucho para que le llenara su sucia boca de semen, el que tragó por completo. Salí de la sala y me fui al otro lado del espejo. “Espero que te haya quedado clara la lección. Tienes que hacer lo que te ordenó o cada vez será peor” –le dije. Llamé por teléfono a los hombres que había contratado y les dije: “Quiero que traigan algunos fardos de paja para que la puta pueda estar más cómoda y las otras cosas que voy a ocupar. Antes vamos a sacar a la puta para darle un baño”. “Sí, jefe, no hay problema” –respondió quien contestó la llamada. Con pistola en mano les abrí la puerta que sacaran a Camila. “¡Ven maldita puta! –le grita uno tomándola del pelo y sacándola casi arrastrando. Ella gritó con desesperación al verlos y se puso a suplicar por su vida, ellos no le harían daño a menos que yo quisiera que lo hicieran. La llevamos a una distancia de unos cien metros, donde había una manguera. La ataron de las muñecas en una vieja viga y procedí a abrir la llave. El agua estaba fría, recuerden que estábamos casi entrando al invierno, ella temblaba a causa del frio y del miedo. Además de estar colgada casi apoyada con la punta de los dedos como apoyo. Cuando ya estuvo limpia y al verla con su cuerpo mojado, le dije a uno de los hombres que me diera su cuchillo, iba a improvisar algo. Medí al menos un metro de manguera, el que corté e improvisé un látigo con ella, azotaba sus piernas y parte de su espalda. Ella gritaba y lloraba. “¿Qué le hice para ser castigada de esta manera?” –me decía envuelta en un llanto desesperado, seguí por varios minutos azotándola hasta que su cuerpo evidenció las bellas marcas rojizas que buscaba. Una vez satisfecho, les hice una seña para que la descolgaran, cayó al piso otra vez, por lo que tuve que dar el agua nuevamente y limpiarla. Uno de los hombres la llevó cargando y la dejó en la silla. Pasaron cinco minutos cuando llegaron con los fardos de paja para improvisar una cama. Camila como pudo se tiró encima, quedó acostada con el culo abierto, magullado y con marcas de los azotes en su cuerpo.

Pasaron otros cinco minutos cuando volvieron los hombres con las otras cosas que había pedido. Un banquillo de casi ochenta centímetros de alto con separación para que cupieran sus tetas, cadenas y algunos aparejos para mantenerle la boca abierta y unas bombas que se ocupan para ordeñar a las vacas de la hacienda. Armaron lo que sería la culminación de mi perversión y se fueron. Al caer la noche me fui a la casa patronal, comí y bebí, pedí que me juntaran las sobras de lo que había quedado y se los llevé a Camila, le pasé la bandeja por debajo de la puerta y en mi sala privada: “¡Come sucia cerda! ¡Mañana será la culminación de todo lo que has vivido!”. Me fui a la casa a descansar y dormir, cosa que me fue casi imposible al visualizar lo que haría con Camila el resto del día. Estaba tan caliente que tuve que masturbarme pero me era insuficiente para calmar mi calentura. Casi al amanecer pude conciliar el sueño. Dormí hasta casi las dos de la tarde, al despertar me di una ducha y me vestí de traje. Vestón y pantalón negro, camisa blanca y corbata negra, zapatos impecablemente lustrados. De mi closet saqué una máscara del Doctor de la peste y un sombrero de cuero, pedí a uno de los peones que ensillara un caballo, no quería ocupar el auto. Cuando el jamelgo estuvo listo, me dirigí hacía el cuarto oscuro. Al llegar observo a Camila sentada con las rodillas en alto, sus brazos apoyados en ella y la cabeza agacha. “Bien putita, la hora ha llegado” –le dije. Abrí la puerta y al verme con la máscara y el sombrero, el terror se apoderó de ella. Hice la seña para que guardara silencio y le extendí la mano para colocarla de pie. Se tomó de mi mano y la acomodé en banquillo que tenía grilletes para sus tobillos, sus tetas colgaban por el espacio que estaba diseñado para ellas, pasé las cadenas por sobre sus hombros y con las manos en la espalda cerré un candado para que no pudiera moverse, apoyé su barbilla en un soporte para sostener la cabeza y luego puse unos aparejos en su boca quedando ésta abierta. Conecté las ventosas para ordeñar y las puse en sus tetas, ella gimió e intentó decir algo pero su mandíbula no podía moverse.

Se veía tan sensual con todos sus agujeros expuestos a mi disposición, me fui a la sala y traje un bolso con algunos “juguetes” que usaría para mi satisfacción. Era tiempo de disfrutar a Camila y sus deliciosos agujeros. Lo primero que hice fue ponerle un Hitachi magic wand, también conocido como “varita mágica”. Al sentir la intensa vibración en la entrepierna, Camila empezó a gemir con descontrol, observaba su reacción y disfrutaba de esos gemidos endemoniados, casi al instante la puta tuvo un orgasmo que la hacía sacudirse, pero no todo terminaría ahí. Solo por unos segundos la dejé en paz y volví con un consolador, el que ensarté en su culo y volví a encender en su máxima intensidad la “varita mágica”. Sus tetas, concha y culo estaban siendo estimulados a la misma vez, no entendía lo que me intentaba decir pero sí podía intuir que lo estaba disfrutando, les puedo asegurar que era excitante escucharla gemir y resoplar, además de balbuceo incompresible de palabras que no se podían articular, le daba ese toque perverso a la escena, Su concha chorreaba y sus fluidos se escurrían por sus muslos y piernas. Su cuerpo se sacudía y mi verga ansiaba ser liberaba de la presión. Un orgasmo tras otro la invadían dejándola casi sin respiración, lo que estaba experimentando ella no sé hasta qué punto podía disfrutarlo pero sus gemidos mostraban que estaba tan caliente como yo. Dejé el consolador y el vibrador de lado, un suspiro de satisfacción se le escapó. Me paré frente a ella y pude ver cómo le escurría saliva, la muy puta tuvo orgasmos hasta babear, lo que retribuí con aplausos por tan candente escena. Puse un banquillo un poco más pequeño y me saqué la verga para metérsela en la boca, calzó perfecto y le empecé a coger la boca con vehemencia. Incluso se la dejaba adentro completa y le tapaba la nariz para que no pudiera respirar, eso la hacía ahogarse y toser, lo que provocaba que más saliva escurriera de su boca. Seguí por varios minutos cogiéndome su deliciosa boca que eyaculé dentro de ella. Esa mezcla de semen y baba era alucinante. “¿Ahora qué sigue?” –me pregunté pensando en cogérmela por el culo o la concha, me sentía como un niño dentro de una juguetería que no sabe que escoger para comprar, solo sabia que la opción que escogiera sería igual de placentera.

Me paseaba a su alrededor con las manos atrás observándola con detalle, ver esas nalgas tan ricas y duras me puso tan caliente que decidí nalguearla hasta decir basta. Cien en una y cien otra era la cifra perfecta. Mi mano se veía tan claramente marcada en su piel que me ponía más ansioso por querer cogérmela, Camila solo se limitaba a gemir y resoplar, y como buena puta, seguir babeando por la calentura. El agujero escogido ahora sería su culo, ya estaba abierto después de la incursión del consolador, sería más fácil cogérmelo que el día anterior. Solo bastó una embestida para que se metiera completa mi verga, me tomé de sus caderas y se la empecé a meter con furia, la tiraba del pelo ya embestía con brutalidad. Los gemidos no se hicieron esperar, empezó a gemir con delirio, parece que ahora sí le gustaba pero a mí me enloquecía.

Era tan caliente ver como mi verga se perdía en el interior de sucio orto. Con la misma intensidad que se la metía Camila gemía, con la misma perversión que le daba verga, ella balbuceaba. Su culo ya no experimentaba dolor, estaba tan abierto que era perversamente delicioso sentir con la facilidad que se deslizaba mi verga hasta que era engullida por ese agujero hambriento. Fueron varios minutos de intenso placer, era imposible contener mis ganas de eyacular, así que dejé que mi verga explotara dejándolo lleno de semen. Sin perder tiempo, se la metí en su vagina que chorreaba, la suavidad con la que lo verga se metía era un deleite. Cada gemido que salía de su boca me calentaba y me hacia embestirla con más fuerza. Estaba aferrado a sus caderas, dándole verga de la forma más perversa. Disfrutaba de sus balbuceos y de esa concha exquisita que se mojaba mucho más. 

Por la voracidad de mis movimientos, mi verga palpitaba y empezó a disparar chorros de semen, quedando exhausto y casi sin fuerzas. Dejé por algunos minutos a Camila con los aparejos puestos y le tomé fotos, viéndose sensual así, cogida por todos sus agujeros. Pasado los minutos les mandé un mensaje a los hombres que la habían traído, ellos la sacaron del utensilio usado para mí lujuria. Era tan placentero ver que casi no se podía poner en pie. 

La dejaron acostada sobre la cama de paja y se fueron hasta que los pudiera necesitar. Al otro lado del espejo, sentado y con el micrófono encendido, le pregunté: “¿Ahora sabes por qué estás aquí?”. La respuesta tardó en llegar, aunque entendía que había cansancio y que apenas su mandíbula se podía mover, quería saber su respuesta. Volví a preguntarle por segunda vez y ella respondió: “La verdad, no sabría responderle pero si podría afirmar que usted ha sacado un lado que estaba dormido en mí”. “¿A qué te refieres?” –le pregunté. “No lo sé, pero algo cambió en mí” –respondió. “Quiero que te vistas, pero que dejes tu ropa interior sobre la mesa” –le dije. Camila de forma obediente se vistió y dejó su tanga y brasier sobre la mesa. “Ahora vas a ser llevada a otro lugar y serás dejada ahí para que puedas volver a tu casa. Demás está decir que no debes decirle a nadie lo que pasó aquí, ya que tengo videos y fotos de cómo disfrutaste tu estadía aquí” –le dije. “No tengo pensado decirle a nadie, ya que no es algo que se pueda contar” –respondió Camila.

Llamé a los hombres la sacaron los ojos vendados, les dije que esperaran un minuto, me paré frente a ella y le di un beso en la frente. La llevaron al auto y se marcharon. Después de dos horas, me mandaron un mensaje, me escribieron que la habían dejado en un sector de la comuna de San Bernardo denominado La Vara. Esa noche pude dormir ya más tranquilo sabiendo que mi afición particular fue satisfactoria. Me levanté de madrugada y emprendí mi viaje a Santiago e ir a trabajar. Como era de esperarse Camila no fue a trabajar. En medio del día aburrido, me pregunté qué estaría haciendo. La llamé a su celular para ver si cumpliría su promesa de contarle a nadie lo que había pasado. “¿Cómo estás Claudia? Se te extraña en la oficina” –le dije. “Mañana estaré por allá Miguel. Mi fin de semana estuvo algo intenso, salí con unas amigas y nos perdimos de fiesta en fiesta y hoy no valía ni un peso, por eso me quedé en casa” –respondió ella. “Bueno, a veces pasa. Lo bueno es que estás bien, espero verte mañana. ¡Te cuidas!” –le dije despidiéndome. Había cumplido su promesa, no tenía de que preocuparme. Ahora, planeaba como hacerla volver al “cuarto oscuro" para seguir usando sus agujeros como la primera vez.


Pasiones Prohibidas ®

sábado, 23 de noviembre de 2024

50. Mi cuñada favorita 4

Íbamos camino a la costa, yo manejaba y Elba con Fabiola, mi esposa iban en el asiento trasero haciendo travesuras, ambas se masturbaban. Sus gemidos me tenían más que caliente que me era casi imposible concentrarme en la ruta, pero que podía hacer, se habían vuelto cómplices para despertar mi lujuria. Lo primero que hicimos cuando llegamos fue buscar un lugar donde apagar el fuego que la lujuria había encendido en mí.

Cuando llegamos a Viña del Mar, busqué el lugar perfecto para alojarnos por el día y la noche. Encontré un departamento que cumplía con las condiciones necesarias para divertirnos y quizá ir un rato por la tarde a la playa, pero nuestro principal objetivo no era estar de turistas sino coger tranquilamente. Se lo que piensan: ¿Por qué no ir a nuestra casa? Pues tienen razón, pero cuando uno está caliente piensa más con la verga que con el cerebro. Transferí la cantidad acordada al dueño del departamento y nos fuimos. Las llaves estaban en conserjería, tomamos el ascensor hasta el octavo piso, entramos la vista era maravillosa, estábamos a casi quinientos metros de la playa. Sin dudas, el lugar preciso para dejarnos llevar por nuestra perversión.

Estuvimos por unos minutos mirando el paisaje en el balcón, pero yo me deleitaba con mis ojos en el cuerpo de esas hermosas mujeres que me acompañaban, Elba y Fabiola. Volvimos a entrar y les dije que iría a comprar algunas cosas para hacer nuestra estadía fuera aun mejor. Me fui a un supermercado y compré dos botellas de Brandy de Jerez Carlos I, las copas para beberlo y algunas cosas más en otra tienda más. Cuando regresé al departamento, me encontré con una candente escena, Fabiola y Elba estaban en la cama desnudas disfrutando de un perverso sesenta y nueve. Me quedé observándolas por varios minutos sin que ellas notaran mi presencia. Se venían sensuales disfrutando el sabor de sus fluidos y compartiendo sus gemidos de placer aunque yo no estuviera presente. Estar de espectador silencioso me ponía caliente, tanto que era casi imposible contener mis ganas de unirme a ellas pero preferí que lo hicieran solas, las seguí observando y escuchando esos deliciosos gemidos.

Ya no aguantaba la calentura, verlas me hacía hervir la sangre. Me quité la ropa en silencio y con la verga en mi mano me empecé a masturbar, pronto las dos estaban siendo invadidas por un delicioso orgasmo. Cuando salieron del trance del placer, mi esposa se da cuenta que estoy parado masturbándome y me dice: “Perdón mi amor, estábamos tan calientes que no pudimos aguantar las ganas”. “Sí cuñado, fue nuestra culpa” –dice Elba. No dije nada, me subí a la cama y las dos se lanzaron encima de mí, como hembras hambrientas me la empezaron a chupar. La perversión y la lujuria se veía en sus ojos, por la forma en que se comían mi verga. Las hice que se detuvieran y les dije: “Les tengo una sorpresa”. Me levanté y fui hasta la sala donde había dejado las otras cosas que había comprado. Al verla se sorprendieron y sonrieron con perversión. Compré un arnés con un consolador adosado, mirándolas les pregunté: “¿Quién lo usara?”. “¡Yo lo usaré! Tengo ganas de cogerme a esta zorrita” –responde Fabiola. Le ayudé a colocárselo y le dice a Elba: “Ponte en cuatro encima de la cama”: Elba lo hace sin protestar, se veía tan sensual en esa pose, con ese culo en pompa y su vagina secretando fluidos. No sé qué me calentaba más, ver a Elba en cuatro o que mi esposa se la cogería con el arnés. Luego de chupar el dildo Elba hace que mi esposa se recueste en la cama y ella se sube a horcajadas sobre Fabiola. Se deslizó suavemente sobre esa verga de plástico y empezó a moverse despacio, mi cuñada solo gemía de placer y decía: “No puedo creer todo lo que he descubierto con ustedes”. Fabiola la acalló con un delirante beso que ella respondió con total lujuria. Yo solo las observaba en silencio y disfrutada de aquella vista privilegiada que tenía. Era tan caliente ver a Elba subiendo y bajando con más intensidad, ver como esas deliciosas nalgas aplaudían al ritmo sensual que imponía alteraba más lujuria como nunca antes.

Entre los gemidos ensordecedores de Elba y los jadeos de Fabiola mi calentura crecía exponencialmente, no pude más con la tentación de meterme en ese delicioso culo que me llamaba a la perversión. Me subí a la cama y me acomodé detrás de Elba, ella dejó sus movimientos sabiendo lo que traía entre manos. Acomodé mi glande en la entrada de su ano y empujé, hasta meter mi verga a la mitad. El grito de placer de Elba se debió escuchar por todas partes. “¡Ah, qué rico¡ “¡Primera vez que hago algo así! ¡Es simplemente delicioso!” –dijo ella. Me tomé de sus turgentes caderas y empecé a moverme, lo mismo hizo Fabiola y entre los dos nos estábamos cogiendo a Elba con la mayor perversión posible. No sé si era la calentura pero los tres nos complementábamos a la perfección en la cama. Elba gritaba y gemía, mientras que con Fabiola seguíamos taladrando sus agujeros. “¡Ay Dios mío, qué placer!” –gritaba Elba mientras su cuerpo era sacudido por un delicioso orgasmo.

Después me tumbé en la cama y le dije a Elba que me la chupara. Fabiola se puso detrás de ella y se la metió por el culo, su cara de placer era excitante, sentir como su cuñada le daba el culo y estar comiéndome la verga la hacía ver más sensual de lo que es. Dentro del morbo que podía existir, también había placer desbordado por los tres y que supusimos aprovechar al máximo. Fabiola gemía y se sacudía, ya que el roce del dildo en el arnés hacía inevitable que su clítoris fuera estimulado, lo que la acercaba a cada segundo al orgasmo. Yo también no podía resistir los juegos perversos de los labios de Elba en mi verga, estaba más cerca a eyacular de lo que pensaba. Fue cosa de minutos y estaba acabando en su boca, ella lamia y tragaba cada chorro de mi semen, me miraba con ojos de niña traviesa mientras lamia mi verga de la punta a la base, no se veía ni un rastro de semen en sus labios. Una vez saciada nuestra perversión, nos quedamos tendidos en la cama, parecía algo normal, una a cada lado apoyadas en mi pecho y charlando de lo más normal. Después nos fuimos a dar una ducha y nos vestimos para degustar el brandy que había comprado, bebimos un par de copas y salimos a dar una vuelta por la playa. Comimos algo en restaurant y volvimos al departamento, allí terminamos de beber la botella de brandy y nos acostamos a descansar, el sexo nos tenía exhaustos y nos dormimos. Al despertar la mañana del lunes ya nos quedaba poco tiempo para desocupar el lugar, tuvimos que volver a la realidad de la cuidad. Mi esposa llamó por teléfono y le dijo que Elba se quedaría con nosotros el lunes y que volvería a casa el martes por la tarde.

Acabamos el fin de semana en la playa, y a la vuelta Fabiola, Elba y yo, decidimos quedarnos en casa y descansar un rato. No había que improvisar pijamas ni nada, nos quedamos desnudos, total nadie vendría a visitarnos. Las dos emanaban erotismo por todo el cuerpo. Verlas pasearse por la casa desnudas, sensuales y sin querer provocaban mi calentura. Tal como se lo había pedido a Elba antes, llevaba su vagina completamente depilada, lo que me calentaba mucho más al ver esa obediencia sin cuestionar nada. Se veía que andar desnuda le calentaba porque podía ver su deliciosa vagina emanando esos tibios fluidos que mi lengua había saboreado. Me sentía parte de un sueño erótico, pero era tan real como ver que al sol asomar por la mañana y cubrir con su luz la penumbra que la noche había tejido. Nos relajamos un poco, pusimos algo de música suave y bebimos unos vasos de whisky, podía ver a las dos diosas del erotismo sentadas juntas riendo, mientras yo las miraba con insipiente lujuria. Fabiola conocía mi mirada, Elba recién la estaba conociendo y me miraba con la misma lujuria que yo lo hacía. Luego la música se tornó más sensual, entonces Fabiola se puso de pie y empezó a bailar al ritmo de la música, ya tenía la verga tiesa al ver a mi deliciosa mujer contonearse al ritmo de la música. Tomó de la mano a Elba e hizo que la acompañara en su sensual danza. Después de esos movimientos que me enloquecían siguieron manoseos descarados entre ambas, las miraba con detenimiento disfrutando de esas indecorosas caricias que se daban. Les dije: “Este tiempo será de ustedes, disfrútenlo de la manera más perversa que puedan”. Ambas sonrieron y se comenzaron a besar. Mis ojos estaban estáticos mirando como esas lenguas luchaban con frenesí en la boca de la otra, era una guerra sin cuartel en las que ambas dejarían todo para deleitarse en el placer de un apasionado beso.

No cabía duda, ambas disfrutaban la una de la otra, era cosa de ver como se besaban, como se tocaban y la forma en que me miraban buscando aprobación. Estaba en silencio con un vaso en la mano izquierda y con la mano derecha en la verga masturbándome lentamente y sin perder detalle. Fabiola tendió en el sofá a Elba y le separó las piernas, automáticamente su boca se dirigió a la vagina de su cuñada y la empezó a lamer con deseo, Elba gemía y se apretaba las tetas disfrutando el recorrido de esa lengua pecaminosa. “¡Qué rico Fabiola!” –le decía Elba entre gemidos. Sus cuerpos dejaban escapar sensualidad y estaba tentado a cogerme a mi esposa, dejé que siguieran jugueteando con esa lujuria que me volvía loco. Intentaba controlar mis impulsos, pero mis demonios necesitaban ser saciados. Me abalancé como un animal en celo y metí mi verga en el delicioso culo de Fabiola, quien soltó un alarido de placer. “Te habías tardado” –me dijo mientras seguía devorándole la vagina a Elba. Unidos en medio de la lujuria disfrutábamos los tres de manera descontrolada. Pasamos por largos minutos cogiendo, hasta que le dejé el culo lleno de semen a mi mujer. Ahora en completa calma me senté en sofá y dejé que siguieran en su perversión.

 Las dos seducidas por la lujuria se tiraron al piso con las piernas abiertas, las entrelazan y sus vaginas quedan frente comenzando un delicioso y armonioso movimiento que les permitía rozarse de manera forma perfecta. Los gemidos de ambas resonaban por toda la casa y hacia estallar más mi morbo y perversión. Después de varios minutos en esa candente danza en que sus vaginas se rozaban con sensualidad, las dos cayeron presas de un orgasmo que las sacudió por completo y las dejó temblando debido a la sobrecarga de placer a las que fueron sometidas.

Esa noche hacía calor, no solo porque era verano, también por la excitación reinante. Me quedé sentado mirándolas con sus caras llenas de placer y sonrientes. Estaba tan perdido en mi lujuria que recordé que hace un tiempo le había comprado a Fabiola unas bolas chinas me fui a la habitación a buscarlas, no tardé mucho en encontrarlas, cuando volví las dos seguían besándose de manera caliente. “Les tengo algo para que se entretengan” –les dije. Fabiola sonrió de forma morbosa y dijo: “Interesante regalo”. Bastaron solo esas palabras para que se pusiera en acción. Hizo que Elba se pusiera entre mis piernas para chupármela y una a una le metió las tres bolas en ese culo apretado, ella le estimulaba el clítoris con vehemencia, haciendo que Elba solo pudiera resoplar de placer, ya que sus gemidos eran ahogados por mi verga. Luego Elba se subió a horcajadas sobre mí y empezó con un sensual movimiento, sus tetas bailaban frente a mis ojos y Fabiola tiraba del hilo para sacar las bolas chinas de manera lenta, y se las volvía a meter, mi cuñada estaba loca de placer, en sus ojos se podía vislumbrar lo mucho que lo estaba disfrutando.

Luego Fabiola sacó de un solo tirón las bolas, lo que hizo enloquecer a Elba, quien aumento sus movimientos. Las puso cerca de la boca de Elba para que las lamiera y ella se las metió en su más que mojada concha. Hice que Elba se volteara y se metiera mi verga en su culo. Así obediente se puso como le indiqué y mi verga se hundió en lo profundo de sus entrañas. Fabiola con las bolas chinas en su vagina se acercó y lamió la concha de su cuñada con frenesí. Entre los gemidos de Elba y Fabiola estaba como en la gloria, si existe un dios de la perversión, él estaba presente ahí dando su aprobación a la forma depravada en que nos estábamos cogiendo. No sé cuánto tiempo había pasado, solo sé que estuvimos hasta que ya no pudimos más. Tras varios orgasmos de ambas y las veces que eyaculé, ya no tenía fuerzas para nada. Como pudimos nos fuimos a la cama y nos quedamos dormidos exhaustos pero satisfechos. La mañana llegó y nosotros apenas podíamos abrir los ojos, fuimos a dejar a Elba al terminal de buses para que retornara a la monotonía de su infeliz matrimonio. Obviamente ella sabía que podría venir a quedarse cuando quisiera para sacarla de esa aburrida rutina y dejarse llevar para ser la puta en la que se había convertido por todo el fin de semana.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

viernes, 22 de noviembre de 2024

49. Mi cuñada favorita 3

 

Algunos podrían ver maldad en mis acciones, pero yo lo hice como un acto solidario. Hay personas que necesitan ayuda y no se atreven a pedirla, en esos casos, siempre es bueno tener cerca a alguien que sepa interpretar las señales de socorro. No importa si por el camino sale alguien perjudicado, ni siquiera si es tu cuñado

Me parecía increíble lo  que estaba viviendo con mi cuñada, los mensajes cargados de sexualidad, esas videollamadas perversas en donde ella mostraba todos sus dotes de puta consumada y la perversión que provocaba en mí a pesar de ser una mujer “prohibida”. Realmente eso es lo que hace interesante la relación, saber que es prohibida y que mi cuñado ni siquiera se entera de las cosas que hacemos a pesar distancia. No tenía problema en reconocer que era culpa mía, ya que podría haber puesto un límite, pero también siempre he caracterizado en ser un hombre que sabe lo que quiere y que cuando lo quiere hace lo que esté a su alcance para conseguirlo.

En medio de todo ese tumulto de sensaciones y emociones, decidimos con mi cuñada ya consumar nuestros morbosos deseos y así calmar las ansias de tenernos ambos en la misma cama. Ella le había dicho a su marido que iba a pasar unos días en casa, a él pareció no importarle mucho, asi que la dejó venir. En una conversación con mi esposa le dije que invitaría a mi cuñada a comer para que conociera la ciudad y de paso también así conocernos un poco más, sin sospechar lo que pasaba entre nosotros le pareció una idea genial, por lo que decidí poner en marcha ese plan perverso en el que íbamos a terminar cogiendo. Fue una noche de viernes, era verano. Eran las ocho de la noche estabamos y en un sector conocido como Plaza Ñuñoa en Santiago, tomábamos algo no para entrar en calor, no era necesario ya que el calor que había en nuestros cuerpos por estar cerca era más que suficiente para preparar el ambiente. La miraba a sus hermosos ojos que estaban llenos de emoción por la “primera cita” a solas. Le tomaba la mano y ella sonreía, entonces le pregunté: “¿Te parece si nos vamos de aquí?”. Ella asintió. Fuimos donde estaba mi auto y enfilamos por la Avenida Irarrázaval al poniente, tomamos General Bustamante y llegamos al lugar escogido para darle rienda a la lujuria. El Motel “La pasión” sería el refugio para estos ansiosos amantes.

No hicimos más que entrar en la habitación y nos comenzamos a desnudar, como dos adolescentes nos empezamos a besar y a quitarnos la ropa, el deseo se podía sentir en cada caricia que nos dábamos, eran tan intensas que sentía que sus temblorosas manos quemaban mi piel cuando las recorría. Ver su cuerpo desnudo ante mis ojos perversos era una obra de arte que admiraba con devoción. “Eres tan hermosa” –le dije. “No lo soy tanto” –me respondió. “No digas eso, ¡Lo eres!” –le dije mientras acariciaba su rostro. La apoyé en la puerta y nos besamos con ternura, poco a poco la ternura pasaba a la lujuria. Mis manos se deslizaron por su cuerpo, se posaron en sus exquisitas tetas y las empecé a tocar, sus pezones reaccionaron al roce de mis manos y se pusieron duros. Mis manos siguieron bajando hasta llegar a su vagina, mi cuñada separó las piernas y la empecé a recorrer, podía sentir esa deliciosa humedad que la invadía. Presurosa comenzó a gemir cuando mis dedos estimulaban su clítoris. Escuchar esos gemidos ya frente a mí me calentaba tanto o más que oírlos a través de las videollamadas. “¡Quiero que me hagas tuya!” –me dijo entre gemidos. “Ya lo eres preciosa” –le respondí. “¡Quiero entregarme a ti y que hagas todo lo que quieras conmigo” –dijo ella. La llevé a la cama sin separar mi boca de la de ella y al tenerla en la cama mi lengua empezó a bajar por su cuello y por su abdomen, mi hermosa cuñada gemía sabiendo lo que pasaría, mi lengua se posó en su vagina y la empezó a recorrer. “¡Oh, qué exquisito!” –exclamó en un delicioso gemido. Cada gemido que salía de boca era un delicioso estímulo a mi perversión, podía ver como se tocaba las tetas y se retorcía de placer. “¡Me tienes tan caliente!” –me decía. Yo lo sabía y quería aprovecharme de su calentura para desatar mi lujuria con ella, fueron varios días en que nos calentábamos por videollamada o por fotos y me tomaría mi tiempo para disfrutar de su cuerpo.

Mi cuñada gemía con locura al sentir el recorrido de mi lengua y, mis dedos que entraban y salían de su vagina, ya estaba pronta al orgasmo y mi perversión más que desatada, no me detendría hasta sentir que acabó. “¡Ya no puedo más! ¡Voy a acabar!” –gritaba. En medio de mi calentura y sin darle descanso seguí con mi lengua hasta que se deshizo en un intenso orgasmo que la sacudió por completo. Luego la tomé de sus piernas y las puse sobre mis hombros, acomodé mi verga en la entrada de su vagina que pedía a gritos ser cogida y la embestí. Mi verga se abrió paso sin dificultad por la humedad que tenía y me la empecé con fuerza. Su cara de placer era alucinante, en ese momento entendí que ella necesitaba un hombre de verdad y no uno que ni siquiera la tocara. Le seguía metiendo la verga con fuerza y ella pedía más, no quería que me detuviera, quería sentirse mujer una vez más. Mi cuñada sabía que se había convertido en el objeto de mis deseos oscuros y no podía negarlo, esa cara de caliente que ponía al sentir mi verga llegándole a lo más profundo la delataba. “¡Qué rico coges tesoro! ¡Envidio a mi cuñada!” –me decía gimiendo y resoplando. Le dije que se subiera a horcajas encima de mí y ella obediente lo hizo, sentir como mi verga entraba en su vagina era un deleite, se empezó a mover despacio, yo estaba aferrado a sus muslos hasta que ella empezó a subir y bajar cada vez más rápido. “¿Te gusta que su cuñada sea una putita?” –me preguntaba con voz de niña traviesa. “¡Me enloquece!” –le respondí. Verla caliente como estaba encendía mi perversión aún más y me hacía desearla más. La demencial forma en la que se movía me tenía envuelto en la locura, me gustaba lo que descubría de ella en cada segundo y saber que estaba ahí para saciar su hambre de verga y de paso coger con una mujer hermosa. Cayó encima de mi pecho, pero seguía moviéndose con lujuria, subía y bajaba como endemoniada, su vagina se contraía, sus gemidos eran más intensos, el placer la estaba invadiendo una vez, sin poder controlarse acabó en un orgasmo estrepitoso que la hizo delirar, me besaba con perversión, nuestras lenguas estaban frenéticas enredadas en un intenso beso lleno de pasión. Mientras ella recobraba fuerzas, me dice: “Quisiera que esta noche durara para siempre”. “Yo también quisiera lo mismo” –le respondí. Bajó lentamente con su lengua recorriendo mi pecho y su abdomen. Cuando llegó a mi verga la tomó con su mano y la lamió probando sus fluidos que estaban impregnados y la engulló, se tragó entera y la empezó a chupar de forma perversa, me hacía gemir cuando llegaba a la base y pasaba su lengua cuando la sacaba, mordía mi glande con suavidad, yo le acariciaba el pelo y le decía: “¡Qué rico lo haces!”. Siguió chupándomela con esa perversión que transmitía, incluso podía verla en sus ojos, no se detendría hasta obtener lo que quería y era hacerme acabar con su boca. La dejé que siguiera, no la detuve, si ella lo quería lo obtendría, mientras tanto yo solo disfrutaba como un niño con un juguete nuevo.

Por un instante sentí como mi verga se hinchaba en su boca y palpitaba, ahora era yo quien se retorcía de placer, sintiendo como la zorrita de mi cuñada se comía mi verga. “¡Ah, sigue, no pares!” –le decía. Para ella cumplir mis deseos era una orden que debía obedecer a cabalidad. Siguió hasta que mi verga explotó en su boca dejándosela llena de semen, el que ella degustó y no desperdició ni una sola gota. Se recostó en mi pecho limpiando sus labios con la lengua y me dice: “¡Ha sido maravilloso!”. Nos dimos una ducha, nos vestimos y salimos rumbo a casa. Era cerca de la medianoche y mi esposa nos esperaba con una botella de vino. “¡Hola cuñada! ¿Espero que mi esposo haya sido un buen anfitrión?” –dijo ella. “Sí, lo pasamos de maravilla. Conocí la Plaza Ñuñoa, caminamos por las cercanías y se nos pasó un poco la hora” –le responde. A mi me saludó de un beso en los labios y dijo: “Abre el vino para que charlemos un rato, la noche aun es joven”. “Tienes razón, amerita que brindemos” –le dije. Serví las copas y empezamos a beber mientras conversábamos, mi mujer parecía algo inquieta, cosa rara en ella porque siempre es de lo más calmada, pero con el correr de los minutos me di cuenta de esa inquietud. No sé si era el alcohol o algo intuía, pero se había puesto caliente, yo que la conozco lo sabía. Les pregunté: “¿Descorcho otra botella?”. Ambas respondieron al unísono que sí. Fui hasta el pequeño bar que estaba en la cocina, al volver las dos estaban sentadas en el sofá juntas. Serví el vino y las observaba, sus gestos eran de dos mujeres deseosas. No quería aventurarme a nada, pero sí iba a dejar que ellas tomaran la iniciativa. “Veo que están tramando algo” –les dije. “¡Ay cuñado como crees!” –responde mi cuñada. “Mi amor, solo nos sentamos juntas para conversar mientras estabas en la cocina” –respondió mi esposa. “Bueno, si ustedes lo dicen, confiaré en su palabra” –les dije. Ambas rieron, lo que me indicó que algo se traían entre manos. Mi esposa se sentó a mi lado, yo la miraba y ella me sonreía como si nada pasara, mi verga estaba reaccionando, ya que el morbo se sentía en el aire. “Tú sabes lo que me pasa con el vino” –me dijo. “Claro que lo sé y también sabes lo que pasará” –le respondí. “¿Qué pasará?” –preguntó mi cuñada. “Tú solo observa” –le respondió mi esposa. Me dio un candente beso y su mano se fue a mi entrepierna. “¡Ya la tienes dura mi amor!” –me dice. “Es inevitable” –le dije. Bajó el cierre de mi pantalón y metió su mano buscando mi verga, no le importaba que estuviera nuestra cuñada observando. La sacó y empezó a masturbarme lentamente. “¡Me vuelves loca!” –me dice y se acomoda para empezar a chupármela. Mi cuñada la miraba viendo cómo se comía mi verga delante de ella. “Ahora entiendo lo que iba a pasar” –dice mi cuñada viendo como mi esposa me la chupaba. Se acomodó en el sofá y disfrutó del espectáculo, se desabrochó el jeans y metió su mano, se empezó a tocar mirándonos, poco a poco empezó a gemir y a dejarse llevar. Mi esposa al verla, le dijo que se quitara la ropa, mi cuñada era una puta obediente. Quedó desnuda ahora sentada en el piso con las piernas abiertas jugando con sus dedos en el clítoris. Fue el turno de mi mujer de desnudarse, verlas a las dos tan dispuestas a coger me calentaba en demasía.

Mi cuñada seguía en el piso masturbándose como loca, yo le dije a mi esposa: “¿La vas a dejar sola? Quiero que juegues con ella”. Mi esposa sonrió y fue donde ella gateando, se veía sensual, caliente y dispuesta a hacer con su cuñada “travesuras”. Cuando llegó donde ella le separó completamente las piernas y pasó su lengua por esa húmeda vagina, probó la tibieza de esos fluidos y siguió con un recorrido lujurioso haciéndola gemir. Era excitante verlas que era inevitable masturbándome mirándolas. La concha de mi esposa brillaba por sus fluidos, lo que hacía más morbosa mi vista y la paja que me estaba haciendo sentado en el sillón. Elba, mi cuñada gemía y le decía: “Es la primera vez que estoy con una mujer”. Me pareció excitante su confesión y obvio que le sacaría partido a la situación. Con la perversión a flor de piel me puse de pie y fui hasta donde ellas estaban, le puse la verga en la boca a mi cuñada y ella sin un ápice de dudas la empezó a chupar como ya lo había hecho antes. La forma en que me la chupaba me estremecía por completo, lo hacía tan rico como mi esposa, ella no paraba de comerle la concha a Elba que ahogaba sus gemidos con mi verga. Mi calentura era tal que en ese momento quise cogerme a mi esposa, me quité la ropa y me acomodé detrás de ella, sabiendo lo que quería abrió sus nalgas y me ofreció su culo, obviamente no rechacé ese caliente regalo, no hay nada más rico que darle por el culo y hacerla gritar como puta. Sin ninguna contemplación se la metí y ella dejó salir un delirante grito. “¡Oh, que rico mi amor!” –dijo. Empecé a moverme con fuerza, el sonido de nuestros cuerpos contrastaba con los gemidos de Elba que seguía disfrutando de la lengua de mujer. “Dame duro” –decía mi esposa y volvía a pegar su boca en la concha de Elba que solo gemía como puta.

Tomado de las caderas de mi mujer la seguía embistiendo como endemoniado, ya Elba estaba presa del orgasmo pero mi esposa no la liberó de la dulce tortura que le daba su lengua, el cuerpo de mi cuñada temblaba y sus gemidos eran intensos, parecía que otro orgasmo la estaba visitando de manera intensa. “¡Ah, Dios mío, qué placer!” –decía entre sus gemidos. Al fin la lengua de mi esposa la liberó y Elba seguía caliente igual que nosotros. “¡Métesela por el culo!” –dice mi mujer. Elba se pone en cuatro y mi esposa delante de ella con las piernas abiertas, era su turno de recibir los estímulos perversos de la inexperta lengua de Elba. Al parecer había aprendido la forma de hacerlo, porque al primer contacto con la vagina de mujer la hizo estremecer por completo. “¿No que era tu primera vez?” –le pregunta mi esposa. “Tuve una sensual maestra hace poco” –le responde en alusión a lo que había pasado solo minutos antes. Como era la primera vez que me cogería ese delicioso culo, lo preparé para que no fuera tan traumática la experiencia. Lamí su ano, lo que la hizo resoplar de placer, entre más pasaba mi lengua, se lo llenaba más de saliva, empecé a jugar con uno de mis dedos para sentir que tanto podría resistir. Costó que entrara pero poco a poco se abrió. "¡Oh, mi culo!" –dijo Elba. Mi esposa se agarraba las tetas y tiraba de sus pezones al sentir ese delicioso recorrido que hacía la lengua de Elba. “¡Métemela de una vez!” –me dijo mi cuñada. Acomodé mi glande y empujé despacio, cuando se iba abriendo el paso empujé con fuerza y se la clavé de una. “¡Me vas a partir en dos!” –dijo Elba. Me quedé quieto y esperé unos segundos mientras su ano se amoldaba a mi hambrienta verga. Cuando sentí que mi verga se amoldó me empecé a mover lento, con calma, aunque solo quería romperle el culo y dejárselo lleno de semen. Poco a poco mis movimientos se hicieron más violentos, haciéndola resoplar mientras seguía lamiéndole la vagina a mi esposa. Mi mujer disfrutaba de esa lengua tanto como yo del culo de Elba. Me aferré de sus caderas con fuerza y la embestía solo para disfrutar de esos gemidos que no podía contener, mi mujer ya no podía aguantarse más y cayó en los brazos de un delicioso orgasmo que la dejó rendida.

Ahora con su culo a mi completa disposición no me detuve hasta que Elba tuvo un delicioso orgasmo, sentir como su culo palpitaba y apresaba mi verga era uno de los más exquisitos placeres. “¡Quiero tu semen en mi culo!” –me decía. Mis movimientos se hicieron más rápidos y llenos de perversión. Mi cuñada seguía gimiendo como loca y mi esposa sonreía al ver cómo me cogía a la esposa de su hermano. “¡Te dije que era imparable a la hora de coger!” –le dijo a Elba. Mi cuñada no podía hablar solo gemir, sus tetas se arrastraban por la alfombra y su pelo caía sobre su rostro. “¡Por Dios, qué rico se siente!” –decía mi cuñada mientras le taladraba el culo. No tardó en tener otro orgasmo que la hizo desplomarse, quedando con sus piernas abiertas y con mi verga en su culo entrando y saliendo. Ya no me podía contener, sentía mi verga hinchada y a punto de eyacular. Seguí por unos minutos más hasta que me vacíe en su interior. Los chorros de semen inundaron su ano de forma potente, saliendo a raudales. Después de acabar, mi esposa se lanzó sobre el culo de Elba para lamerlo, la manera demencial en que pasaba su lengua en ese agujero abierto era excitante. Luego las dos estaban de rodillas chupando mi verga, entre las dos pasaban sus candentes lenguas dándome un exquisito placer.

La noche había avanzado, estábamos cansados, sudados y satisfechos. Decimos que dormiríamos en la misma cama, para darle más morbo a la noche. La mañana llegó y nos levantamos para ir a la casa de mis suegros. Me sentía tan caliente después de la intensa noche que tuvimos los tres, pero la casa de los suegros no era el lugar indicado para retomar lo que iniciamos en la noche anterior. Llegamos, ahí estaban mis suegros esperándonos, el cansancio se notaba en nuestros rostros, mi suegra dijo: “Parece que se fueron de fiesta anoche, por la cara que traen parece que durmieron poco”. “¡Ay mamá! Estuvimos en casa, pero si bebimos un poco mucho, había que atender a Elba y las copas se nos pasaron” –le dice mi esposa. En mis adentros pensaba: “Si tan solo supiera de la manera que la estuvimos atendiendo”. “¡Déjalos mujer! Lo importante es que vinieron tal como lo prometieron” –le dijo mi suegro. “Yerno, anda a prender el carbón para que pongamos carne a la parrilla” –me dijo mi suegro. Como el hábil parrillero que soy, no me demoré nada en tener el carbón preparado. En mi mente pensaba la forma de escabullirme con Elba e intentar “portarnos mal” pero era difícil encontrar el momento adecuado. Mi esposa y mi cuñada se pusieron a ayudar a mi suegra en la cocina.

Cuando la carne estuvo lista con mi suegro colocamos la mesa en el patio para almorzar. Como una buena familia nos sentamos a compartir y a beber algo de vino. Cuando terminamos, Elba y mi esposa recogieron los platos y los llevaron a la cocina, mi suegra les dijo: “Si quieren niñas métanse a la piscina para que aprovechen el día”. Las dos se fueron al cuarto a colocarse los bikinis que empacaron. Cuando volvieron venían tapadas por una toalla, cuando se las quitaron casi morí de un infarto, porque esas prendas apenas tapaban lo que debían tapar dejando muy poco a la imaginación. Como la fortuna estaba de mi lado, me pidieron que les pusiera bloqueador solar, obviamente no me negué a tal petición. Mis manos se empezaron a deslizar por el cuerpo de mi esposa y mi verga despertó, intentaba no ser evidente pero la calentura era demasiada, sobre todo cuando pasaba mis manos por sus piernas y por sus nalgas. Luego fue el turno de mi cuñada, en ese momento mis pensamientos se tornaron morbosos, quería mover su tanga a un lado y cogérmela sin importar que estuvieran mis suegros en el patio. Mis manos se pusieron a temblar, ella lo notó pero disfrutaba como mis manos se apoderaban de sus piernas y subían hasta sus nalgas, incluso lanzó pequeños gemidos que noté y mi esposa también. “¡Ay Elba, yo también estoy caliente!” –le dice ella casi susurrando. Después de esos minutos sublimes, ellas quedaron en las reposeras tomando el sol y yo me fui al baño a pajearme bien rico pensando en esas dos exuberantes mujeres.

Cuando volví estaban en la piscina, yo me quedé con mi suegro bebiendo un vaso con whisky pero no perdía oportunidad de mirar a Elba y cogérmela con la mirada. Hasta todo iba “normal”, sin mayores complicaciones, pero habíanmiradas cómplices que nos hacía ponernos perversos. La noche llegó y mi nos fuimos a nuestros cuartos, por razones obvias, Elba no podía dormir con nosotros en la misma cama, pero si esperamos a que mis suegros se durmieran. Mi esposa le mandó un mensaje: “En diez minutos nos vemos en el patio”. La respuesta llegó casi de inmediato: “¡Ay, sí! ¡Ahí estaré!”. Salimos al patio con mi mujer y a los pocos minutos llegó Elba solo con una bata puesta. No perdimos el tiempo en conversaciones, saqué mi verga y ellas al instante me la empezaron a chupar, mi esposa se quitó la toalla que la cubría y Elba la bata, estaban desnudas para mí en el patio. Elba se comía mi verga y mi esposa se tragaba mis testículos, yo no había más que gemir despacio lleno de sensaciones un tanto perversas, haciendo que mi verga se pusiera más dura. Cobijados por la oscuridad sacamos ese lado perverso que todos intentamos esconder y que aflora cuando menos lo esperas. En medio de tan morbosa escena, me recosté en una reposera, la primera en montarme fue Elba, se puso de espaldas a mí quedando frente a mi esposa que la veía moverse como loca y mordiendo su labio para contener sus gemidos. “¡Qué rico coge tu marido cuñada” –le decía despacio. Mi mujer la miraba y se masajeaba el clítoris y con la otra mano se apretaba un pezón. “Sí que es verdad! ¡Disfruta cuñada!” –le dijo ella. La calentura era total, los gemidos contenidos de Elba poco a poco empezaban a sonar un poco más intensos, mi esposa los acalló con apasionado beso, luego bajó por su pecho y le empezó a comer las tetas, se las chupaba, le mordía los pezones y tiraba de ellos con sus dientes. A medida que me cogía a mi cuñada su vagina se contraía aprisionando mi verga. “Ay Dios, ya no doy más!” –decía mientras se movía como loca, hasta que acabó y tuvo un delirante orgasmo, tanto que tuve que taparle la boca para que no despertara a mis suegros.

Era el turno de mi esposa, ella se subió a horcajas encima de mí, y empezó a moverse, podía saborear sus tetas mientras sus movimientos intensos las hacían rebotar en mi cara. Elba ya recuperada del orgasmo, se fue hasta donde estaba mi esposa y le abrió las nalgas, empezó a jugar con su lengua en el culo de mi mujer, lo que la volvía loca de placer. Me besaba y chupaba mi lengua, la mordía y mordía mis labios, estábamos como animales en celo los tres. Nunca pensé que mi esposa dejaría que pasara algo con mi cuñada y menos que se uniera en ese juego perverso pero en verdad era algo que me calentaba, porque la complicidad con mi esposa era fundamental para no tener que esconder mis oscuros deseos por Elba. “¡Ay amor, me tienes loca!” –me decía al oído mientras mordía el lóbulo de mi oreja. En ese alucinante momento, Elba le estaba metiendo los dedos en el culo a mi esposa, lo que aumentaba el placer en ella. Lo perverso del momento se vio reflejado en el orgasmo que se apoderó de mi esposa, que disfrutaba como loca saltando en mi verga mientras su culo era invadido por los dedos de nuestra cuñada. Así como empezamos terminamos, las dos arrodilladas con sus bocas abiertas esperando a recibir mi semen, me miraban con ojos de niñas traviesas esperando recibir su premio y obviamente se lo habían ganado. Cuando eyaculé, las dos recibieron los chorros de mi semen en sus bocas y en sus rostros. Verlas cubiertas de semen era una escena más que alucinante y placentera a mis ojos. Se besaron y compartieron lo que tenían en la boca, mi mujer le dice: “¡Sí que saliste puta!”. Elba sonrió con lujuria y le dijo: “Ni yo sabía que podía serlo”. Sin hacer ruido nos fuimos a nuestros cuartos y nos dormimos. 

A la mañana siguiente nos despertó mi suegra diciendo que el desayuno estaba listo. Nos dimos una ducha con mi mujer, Elba estaba en el comedor. Les mandé un mensaje por WhatsApp a ambas, diciéndoles que si queríamos seguir con nuestro juego perverso deberíamos buscar otro lugar, porque quedarnos en casa de mis suegros era demasiado riesgoso. Elba sugirió pasar el domingo en la playa, lo que aceptamos gustosos. Desayunamos y le dijimos a mis suegros que nos iríamos a pasar el día a la playa. Así que nos enfilamos a la costa para seguir con el fin de semana lleno de lujuria, mi esposa, mi cuñada favorita y yo.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

miércoles, 20 de noviembre de 2024

48. Vacaciones nudistas

Verano, decido con mi familia vacacionar en un hotel y playa nudista por unos 5 días. Es increíble lo espectacular que es el lugar, mucha vegetación, mar color turquesa con su arena blanca, hotel 5 estrellas todo incluido. Lo mejor de todo, el espectáculo visual de personas desnudas por todas partes. Familias completas disfrutando su libertad sin complejos, sin represiones, sin miedos, sin penas, simplemente siendo ellos a sus anchas.

Es necesario aclarar que, siempre es bueno escoger el lugar el cual se va a visitar puesto que, aunque estos sean nudistas, no todos los lugares son liberales y se puede hacer lo que se quiera, hay sus reglas. Este lugar para vacacionar es nudista liberal para familias, siempre y cuando todos sean mayores de edad. En lo particular, a mi familia y a mí, cuando vacacionamos, siempre solemos frecuentar este lugar por lo liberal que es y el cual NADIE te va a juzgar por tus acciones; claro está, siempre y cuando NO se atente contra la integridad tuya, ni de tu familia, ni de cualquier otro.

En este lugar, es común pasearse por la playa y ver personas teniendo sexo en la arena o dentro del mar, en las duchas, en lugares cercanos al hotel y playa más discretos. En este lugar llegan familias, pero como no las conoces, no se sabe si en verdad tienen consanguinidad o solo son amigos, pero lo que sí se está seguro es que se tiene sexo entre ellos y quedarás con la duda sin son familia o no.

Al segundo día de estar en este lugar, recuerdo que al ser tipo dos de la tarde y después de habernos dado un atracón en el almuerzo, nos dio mucho sueño, mi mujer y mi hijo fueron a la habitación a dormir una pequeña siesta para estar más cómodos y con la frescura del aire acondicionado. Yo decidí ir a acostarme un rato a una de las reposeras de las que se encuentran a los alrededores de las piscinas y mi hija escogió ir a caminar un rato por la playa.

Pasaron como 45 minutos y desperté, me había quedado dormido, por lo que fui a buscar a mi esposa y a mi hijo para luego buscar a mi hija, y ver si hacíamos alguna actividad del hotel. Al llegar a la habitación, pude escuchar muchos gemidos, al abrir la puerta un poco y en silencio, vi a mi esposa y mi hijo cogiendo, ella de espaldas en la cama y mi encima dándole verga de la manera más perversa y retorcida, sus cuerpos estaban sudados y mi esposa se aferró a la cintura de mi hijo con sus piernas. Estaban sudados de tanto coger. Se la estaba metiendo tan duro que se escuchaba el ruido de la cama, mi esposa gritaba de placer y decía: “¡Más fuerte, dame más fuerte!”.  No puedo negar que verlos hizo que  la verga se me activara, ya que mi mujer es una adicta al sexo y me encanta ver como coge con mi hijo, me estaba masturbando viendo cómo se la metía y la hacía gritar de forma exquisita.  Sin embargo, no me quedé y unirme, sino que cerré la puerta y les di la privacidad necesaria para que terminaran su juego perverso.

Bajé con la intensión de buscar a mi hija a lo largo de la plata, así le daría el tiempo necesario a mi esposa y a mi hijo para que terminaran de coger. Llevaba ya varios minutos y no aparecía en la playa, regresé al hotel y no estaba en la piscina, no estaba en el bar, no estaba en el restaurante; en fin, solo me quedaba revisar las duchas, las cuales son mixtas, es decir, se comparten, no se dividen entre hombres y mujeres. Era de esperarse que, dentro del lugar, pues hubiese personas cogiendo dentro. El lugar era muy grande, ya que, al ser mixto, tenía que dar abasto, por suerte la fecha que visitamos este lugar no estaba tan concurrido. Continúo recorriendo las duchas y por fin logro divisar a mi hija, estaba duchándose sola.

Al entrar, ella no me vio y preferí ducharme también, pero en otro sector de las duchas, de igual forma tenía visibilidad a donde ella estaba. A unas tres duchas de donde yo estaba, había un tipo como entre unos 45 y 50 años cogiéndose a una jovencita, a ella no le pude ver bien la cara, pero por el cuerpo, si se notaba que era muy joven, en ese momento no supe si eran familia o simplemente era un encuentro ocasional de dos personas extrañas. (Lo supe al hacer el registro de salida del hotel al terminar nuestra estadía).

Estaba muy entretenido viendo “porno en vivo” cuando recuerdo en ese instante que mi hija estaba duchándose, al voltear a ver, noto que al lado de mi hija había llegado a ducharse un tipo un poco quemado por el sol, entre unos 45 años de edad, tenía panza, un poco peludo, podía medir 1.75, barba algo canosa; el tipo si manejaba su  verga. Me llamó la atención que no dejaba de ver a mi hija. Sin embargo, me excitó al ver que mi hija le correspondía con la mirada. En ese instante oigo dos gemidos fuertes, y era la pareja que estaba en las duchas cerca de mi, uno de la jovencita que había llegado a un gran orgasmo y el otro del tipo que se la estaba cogiendo y en el que estaba soltando todo su semen dentro de ella.

Vuelvo a ver a donde estaba mi hija y ya ella estaba de rodillas mamando la verga del tipo que acababa de llegar, es tan puta como su madre,  me acerco  un poco más, no había terminado de llegar cuando el rostro del tipo cambió emitiendo un sonido de placer indescriptible, estaba regándose en la boca de mi hija y ella con todo el placer tragándose todo el semen de desconocido como que si no hubiera un mañana. Me dio un poco de celos, pero la verdad ella ya tiene 20 años y nunca la he reprimido de hacer lo que quiera con su cuerpo.

Al terminar, ella se puso de pie, se abrazaron  juntando sus cuerpos mojados por el agua tibia de la ducha que caía constantemente, él le dio unas nalgaditas al hermoso culo de mi hija y se marchó. Pensé que se la iba a coger pero se conformó solo con que se la chupara. Mi hija continuó bañándose y me le acerco, la saludo; ella me miró con cara de extrañeza y como con la duda si yo había visto lo que acababa de hacer. Me duché y al lado de ella y le pregunté: “¿Vamos a buscar a tu madre y a tu hermano para hacer algo o quieres continuar lo que comenzaste con ese tipo?”. Mi hija me miró y me dijo: “Terminar lo que comencé, pero aquí no, vamos a otro lugar”. La tomé de la mano y salimos de las duchas; en ese momento ya eran aproximadamente entre las cinco de la tarde.

En ese momento, mientras salíamos de las duchas, me puse a pensar que la habitación estaba siendo ocupada por mi mujer y mi hijo, pero por la hora supuse que hace rato tuvieron que haber terminado, por lo que decidí regresar a la habitación con mi hija. Al llegar, vuelvo a escuchar gemidos y me dije en mis adentros asombrado: “No puede ser que estos sigan cogiendo como animales”. Mi hija me quedó viendo para ver mi reacción y comentó con una gran sonrisa: “¡Creo que mi madre y mi hermano están ocupados!”. Claro, lo que no sabía mi hija es que ya tenían horas de estar encerrados cogiendo en la habitación, quien sabe cuántas veces ya han acabado pero la calentura los hace seguir. Le dije a mi hija: “¡Vamos a otro lugar entonces!”.  Ella me respondió diciéndome: Veamos un poco, ¡por favor! ¡Quiero ver! Me calienta! La verdad, yo también quería ver. Al abrir la puerta de manera silenciosa, tal y como lo hice la primera vez, efectivamente, mi mujer y mi hijo seguían cogiendo, ahora la posición era otra, estaban tirados en el suelo sobre un gran charco del sudor de ambos. Ella estaba en cuatro y él le estaba dando por el culo.

Lo que me impresionó ver fue la energía que tenían ambos, en especial la de mi mujer, que obviamente ya no es la misma jovencita con la que me casé, pero ella se cuida, hace sus ejercicios y se alimenta bien, con esto creo que ha valido la pena tanto esfuerzo y empeño en su cuerpo para aguantar tanto las embestidas que yo le doy como las de mi hijo. Yo estaba detrás de mi hija y ella al sentir como mi verga estaba de tiesa, tiró una mano hacia atrás y me agarró para masturbarme mientras estábamos de espectadores, yo le agarraba las tetas y pellizcaba sus pezones, trataba ella de no gemir para no ser descubiertos y seguir disfrutando de esa escena tan caliente que teníamos ante nuestros ojos.

Ya la calentura pudo más y mi hija se puso de rodillas a chupármela, fue inevitable que nos vieran, total no era la primera vez que estábamos los cuatro jugando de manera perversa. Todos estábamos tan calientes que no importaba mas que dejar que la perversión gobierne nuestros deseos. Como mi esposa y mi hijo cogían en el piso, con mi hija nos fuimos a la cama, yo me tumbé y ella se subió encima de mí para cabalgar mi verga. La imagen de sus tetas moviéndose al ritmo de sus movimientos era idílica, me agarra de ellas y las apretaba, la cara de placer de mi hija era tan perverso como ver a su madre y a su hermano cogiendo al lado nuestro. “¡Ay, papá, me gusta cuando me coges!” –decía ella gimiendo y resoplando, mientras al lado nuestro resonaban los gemidos de mi mujer, podía escucharla diciéndole a mi hijo que le rompiera el culo, era sin duda el infierno se había desatado en nuestra habitación.

Después de un largo rato cogiendo, mi hijo eyaculó en el culo de mi esposa, dejándole el ano abierto y lleno de semen. Mi mujer al ver a nuestra hija montando mi verga se acercó, se metió un par de dedos en el culo y le dio a probar el semen de su hermano. Lo volvió a hacer y esparció parte en sus tetas, y el resto lo lamió de forma perversa. Le puso las tetas en la cara a nuestra hija y ella lamió los restos de semen que mi esposa le había dejado. Estuvimos por largas horas cogiendo, no importaba el cansancio, solo estaba en nuestra mente disfrutar cada segundo en la habitación y desatar esas pasiones incestuosas que nos hacían dejar la racionalidad de lado. Le dije a mi hija que montara a su hermano, yo me puse detrás de ella y entre los dos la cogimos como animales, haciendo que gritara de placer, mi esposa se masturbaba tirada en la cama al lado nuestro viendo como la pequeña de su hija se comia nuestras vergas a la vez. Por demás está decir que los cuatro éramos un mar de excitación y lujuria, cada segundo que pasaba nos acercaba más a las puertas del infierno de placer. Mi mujer ya era azotada por un intenso orgasmo, mientras nosotros seguíamos cogiendo con mi hija, luego ella sucumbió a un delicioso orgasmo que apretaba nuestras vergas y nos hacía delirar. En ese vendaval del placer dejamos de cogernos a mi hija, entre mi hijo y yo las hicimos acomodarse en la cama a ambas para que recibieran nuestro semen que estaba a punto de salir. Ver a madre e hija esperando recibir el semen del padre y del hijo era una imagen más que caliente. La primera en comerse el semen fue mi hija, que recibió mi semen y después lo hizo mi esposa con el de mi hijo. Quedaron con sus rostros empapados, jadeantes y lamiéndose la cara una a la otra.

Nos bañamos y salimos a dar una vuelta por la orilla de la playa, nos quedamos de pie viendo el ocaso que nos ofrecía un hermoso espectáculo como broche de oro a esa tarde llena de perversión. Cuando regresamos al hotel seguimos disfrutando la noche con ese morbo especial de coger hasta que el alba nos sorprendió. Al mediodía hicimos el check out y con el deseo de volver lo más pronto posible para vivir otras vacaciones inolvidables.

  

Pasiones Prohibidas ®