Me parecía increíble lo que estaba viviendo con mi cuñada, los mensajes cargados de sexualidad, esas videollamadas perversas en donde ella mostraba todos sus dotes de puta consumada y la perversión que provocaba en mí a pesar de ser una mujer “prohibida”. Realmente eso es lo que hace interesante la relación, saber que es prohibida y que mi cuñado ni siquiera se entera de las cosas que hacemos a pesar distancia. No tenía problema en reconocer que era culpa mía, ya que podría haber puesto un límite, pero también siempre he caracterizado en ser un hombre que sabe lo que quiere y que cuando lo quiere hace lo que esté a su alcance para conseguirlo.
En medio de todo ese tumulto de sensaciones y emociones, decidimos con mi cuñada ya consumar nuestros morbosos deseos y así calmar las ansias de tenernos ambos en la misma cama. Ella le había dicho a su marido que iba a pasar unos días en casa, a él pareció no importarle mucho, asi que la dejó venir. En una conversación con mi esposa le dije que invitaría a mi cuñada a comer para que conociera la ciudad y de paso también así conocernos un poco más, sin sospechar lo que pasaba entre nosotros le pareció una idea genial, por lo que decidí poner en marcha ese plan perverso en el que íbamos a terminar cogiendo. Fue una noche de viernes, era verano. Eran las ocho de la noche estabamos y en un sector conocido como Plaza Ñuñoa en Santiago, tomábamos algo no para entrar en calor, no era necesario ya que el calor que había en nuestros cuerpos por estar cerca era más que suficiente para preparar el ambiente. La miraba a sus hermosos ojos que estaban llenos de emoción por la “primera cita” a solas. Le tomaba la mano y ella sonreía, entonces le pregunté: “¿Te parece si nos vamos de aquí?”. Ella asintió. Fuimos donde estaba mi auto y enfilamos por la Avenida Irarrázaval al poniente, tomamos General Bustamante y llegamos al lugar escogido para darle rienda a la lujuria. El Motel “La pasión” sería el refugio para estos ansiosos amantes.
No hicimos más que entrar en la habitación y nos comenzamos a desnudar, como dos adolescentes nos empezamos a besar y a quitarnos la ropa, el deseo se podía sentir en cada caricia que nos dábamos, eran tan intensas que sentía que sus temblorosas manos quemaban mi piel cuando las recorría. Ver su cuerpo desnudo ante mis ojos perversos era una obra de arte que admiraba con devoción. “Eres tan hermosa” –le dije. “No lo soy tanto” –me respondió. “No digas eso, ¡Lo eres!” –le dije mientras acariciaba su rostro. La apoyé en la puerta y nos besamos con ternura, poco a poco la ternura pasaba a la lujuria. Mis manos se deslizaron por su cuerpo, se posaron en sus exquisitas tetas y las empecé a tocar, sus pezones reaccionaron al roce de mis manos y se pusieron duros. Mis manos siguieron bajando hasta llegar a su vagina, mi cuñada separó las piernas y la empecé a recorrer, podía sentir esa deliciosa humedad que la invadía. Presurosa comenzó a gemir cuando mis dedos estimulaban su clítoris. Escuchar esos gemidos ya frente a mí me calentaba tanto o más que oírlos a través de las videollamadas. “¡Quiero que me hagas tuya!” –me dijo entre gemidos. “Ya lo eres preciosa” –le respondí. “¡Quiero entregarme a ti y que hagas todo lo que quieras conmigo” –dijo ella. La llevé a la cama sin separar mi boca de la de ella y al tenerla en la cama mi lengua empezó a bajar por su cuello y por su abdomen, mi hermosa cuñada gemía sabiendo lo que pasaría, mi lengua se posó en su vagina y la empezó a recorrer. “¡Oh, qué exquisito!” –exclamó en un delicioso gemido. Cada gemido que salía de boca era un delicioso estímulo a mi perversión, podía ver como se tocaba las tetas y se retorcía de placer. “¡Me tienes tan caliente!” –me decía. Yo lo sabía y quería aprovecharme de su calentura para desatar mi lujuria con ella, fueron varios días en que nos calentábamos por videollamada o por fotos y me tomaría mi tiempo para disfrutar de su cuerpo.
Mi cuñada gemía con locura al sentir el recorrido de mi lengua y, mis dedos que entraban y salían de su vagina, ya estaba pronta al orgasmo y mi perversión más que desatada, no me detendría hasta sentir que acabó. “¡Ya no puedo más! ¡Voy a acabar!” –gritaba. En medio de mi calentura y sin darle descanso seguí con mi lengua hasta que se deshizo en un intenso orgasmo que la sacudió por completo. Luego la tomé de sus piernas y las puse sobre mis hombros, acomodé mi verga en la entrada de su vagina que pedía a gritos ser cogida y la embestí. Mi verga se abrió paso sin dificultad por la humedad que tenía y me la empecé con fuerza. Su cara de placer era alucinante, en ese momento entendí que ella necesitaba un hombre de verdad y no uno que ni siquiera la tocara. Le seguía metiendo la verga con fuerza y ella pedía más, no quería que me detuviera, quería sentirse mujer una vez más. Mi cuñada sabía que se había convertido en el objeto de mis deseos oscuros y no podía negarlo, esa cara de caliente que ponía al sentir mi verga llegándole a lo más profundo la delataba. “¡Qué rico coges tesoro! ¡Envidio a mi cuñada!” –me decía gimiendo y resoplando. Le dije que se subiera a horcajas encima de mí y ella obediente lo hizo, sentir como mi verga entraba en su vagina era un deleite, se empezó a mover despacio, yo estaba aferrado a sus muslos hasta que ella empezó a subir y bajar cada vez más rápido. “¿Te gusta que su cuñada sea una putita?” –me preguntaba con voz de niña traviesa. “¡Me enloquece!” –le respondí. Verla caliente como estaba encendía mi perversión aún más y me hacía desearla más. La demencial forma en la que se movía me tenía envuelto en la locura, me gustaba lo que descubría de ella en cada segundo y saber que estaba ahí para saciar su hambre de verga y de paso coger con una mujer hermosa. Cayó encima de mi pecho, pero seguía moviéndose con lujuria, subía y bajaba como endemoniada, su vagina se contraía, sus gemidos eran más intensos, el placer la estaba invadiendo una vez, sin poder controlarse acabó en un orgasmo estrepitoso que la hizo delirar, me besaba con perversión, nuestras lenguas estaban frenéticas enredadas en un intenso beso lleno de pasión. Mientras ella recobraba fuerzas, me dice: “Quisiera que esta noche durara para siempre”. “Yo también quisiera lo mismo” –le respondí. Bajó lentamente con su lengua recorriendo mi pecho y su abdomen. Cuando llegó a mi verga la tomó con su mano y la lamió probando sus fluidos que estaban impregnados y la engulló, se tragó entera y la empezó a chupar de forma perversa, me hacía gemir cuando llegaba a la base y pasaba su lengua cuando la sacaba, mordía mi glande con suavidad, yo le acariciaba el pelo y le decía: “¡Qué rico lo haces!”. Siguió chupándomela con esa perversión que transmitía, incluso podía verla en sus ojos, no se detendría hasta obtener lo que quería y era hacerme acabar con su boca. La dejé que siguiera, no la detuve, si ella lo quería lo obtendría, mientras tanto yo solo disfrutaba como un niño con un juguete nuevo.
Por un instante sentí como mi verga se hinchaba en su
boca y palpitaba, ahora era yo quien se retorcía de placer, sintiendo como la
zorrita de mi cuñada se comía mi verga. “¡Ah, sigue, no pares!” –le decía. Para
ella cumplir mis deseos era una orden que debía obedecer a cabalidad. Siguió
hasta que mi verga explotó en su boca dejándosela llena de semen, el que ella
degustó y no desperdició ni una sola gota. Se recostó en mi pecho limpiando sus
labios con la lengua y me dice: “¡Ha sido maravilloso!”. Nos dimos una ducha,
nos vestimos y salimos rumbo a casa. Era cerca de la medianoche y mi esposa nos
esperaba con una botella de vino. “¡Hola cuñada! ¿Espero que mi esposo haya
sido un buen anfitrión?” –dijo ella. “Sí, lo pasamos de maravilla. Conocí la
Plaza Ñuñoa, caminamos por las cercanías y se nos pasó un poco la hora” –le responde.
A mi me saludó de un beso en los labios y dijo: “Abre el vino para que
charlemos un rato, la noche aun es joven”. “Tienes razón, amerita que brindemos”
–le dije. Serví las copas y empezamos a beber mientras conversábamos, mi mujer
parecía algo inquieta, cosa rara en ella porque siempre es de lo más calmada,
pero con el correr de los minutos me di cuenta de esa inquietud. No sé si era
el alcohol o algo intuía, pero se había puesto caliente, yo que la conozco lo sabía.
Les pregunté: “¿Descorcho otra botella?”. Ambas respondieron al unísono que sí.
Fui hasta el pequeño bar que estaba en la cocina, al volver las dos estaban
sentadas en el sofá juntas. Serví el vino y las observaba, sus gestos eran de
dos mujeres deseosas. No quería aventurarme a nada, pero sí iba a dejar que
ellas tomaran la iniciativa. “Veo que están tramando algo” –les dije. “¡Ay
cuñado como crees!” –responde mi cuñada. “Mi amor, solo nos sentamos juntas para
conversar mientras estabas en la cocina” –respondió mi esposa. “Bueno, si
ustedes lo dicen, confiaré en su palabra” –les dije. Ambas rieron, lo que me
indicó que algo se traían entre manos. Mi esposa se sentó a mi lado, yo la
miraba y ella me sonreía como si nada pasara, mi verga estaba reaccionando, ya
que el morbo se sentía en el aire. “Tú sabes lo que me pasa con el vino” –me dijo.
“Claro que lo sé y también sabes lo que pasará” –le respondí. “¿Qué pasará?” –preguntó
mi cuñada. “Tú solo observa” –le respondió mi esposa. Me dio un candente beso y
su mano se fue a mi entrepierna. “¡Ya la tienes dura mi amor!” –me dice. “Es
inevitable” –le dije. Bajó el cierre de mi pantalón y metió su mano buscando mi
verga, no le importaba que estuviera nuestra cuñada observando. La sacó y
empezó a masturbarme lentamente. “¡Me vuelves loca!” –me dice y se acomoda para
empezar a chupármela. Mi cuñada la miraba viendo cómo se comía mi verga delante
de ella. “Ahora entiendo lo que iba a pasar” –dice mi cuñada viendo como mi
esposa me la chupaba. Se acomodó en el sofá y disfrutó del espectáculo, se desabrochó
el jeans y metió su mano, se empezó a tocar mirándonos, poco a poco empezó a
gemir y a dejarse llevar. Mi esposa al verla, le dijo que se quitara la ropa,
mi cuñada era una puta obediente. Quedó desnuda ahora sentada en el piso con
las piernas abiertas jugando con sus dedos en el clítoris. Fue el turno de mi
mujer de desnudarse, verlas a las dos tan dispuestas a coger me calentaba en demasía.
Mi cuñada seguía en el piso masturbándose como loca, yo
le dije a mi esposa: “¿La vas a dejar sola? Quiero que juegues con ella”. Mi
esposa sonrió y fue donde ella gateando, se veía sensual, caliente y dispuesta
a hacer con su cuñada “travesuras”. Cuando llegó donde ella le separó
completamente las piernas y pasó su lengua por esa húmeda vagina, probó la
tibieza de esos fluidos y siguió con un recorrido lujurioso haciéndola gemir. Era
excitante verlas que era inevitable masturbándome mirándolas. La concha de mi esposa
brillaba por sus fluidos, lo que hacía más morbosa mi vista y la paja que me
estaba haciendo sentado en el sillón. Elba, mi cuñada gemía y le decía: “Es la
primera vez que estoy con una mujer”. Me pareció excitante su confesión y obvio
que le sacaría partido a la situación. Con la perversión a flor de piel me puse
de pie y fui hasta donde ellas estaban, le puse la verga en la boca a mi cuñada
y ella sin un ápice de dudas la empezó a chupar como ya lo había hecho antes. La
forma en que me la chupaba me estremecía por completo, lo hacía tan rico como
mi esposa, ella no paraba de comerle la concha a Elba que ahogaba sus gemidos
con mi verga. Mi calentura era tal que en ese momento quise cogerme a mi esposa,
me quité la ropa y me acomodé detrás de ella, sabiendo lo que quería abrió sus
nalgas y me ofreció su culo, obviamente no rechacé ese caliente regalo, no hay
nada más rico que darle por el culo y hacerla gritar como puta. Sin ninguna contemplación
se la metí y ella dejó salir un delirante grito. “¡Oh, que rico mi amor!” –dijo.
Empecé a moverme con fuerza, el sonido de nuestros cuerpos contrastaba con los
gemidos de Elba que seguía disfrutando de la lengua de mujer. “Dame duro” –decía
mi esposa y volvía a pegar su boca en la concha de Elba que solo gemía como
puta.
Tomado de las caderas de mi mujer la seguía embistiendo
como endemoniado, ya Elba estaba presa del orgasmo pero mi esposa no la liberó
de la dulce tortura que le daba su lengua, el cuerpo de mi cuñada temblaba y
sus gemidos eran intensos, parecía que otro orgasmo la estaba visitando de manera
intensa. “¡Ah, Dios mío, qué placer!” –decía entre sus gemidos. Al fin la
lengua de mi esposa la liberó y Elba seguía caliente igual que nosotros. “¡Métesela
por el culo!” –dice mi mujer. Elba se pone en cuatro y mi esposa delante de
ella con las piernas abiertas, era su turno de recibir los estímulos perversos
de la inexperta lengua de Elba. Al parecer había aprendido la forma de hacerlo,
porque al primer contacto con la vagina de mujer la hizo estremecer por
completo. “¿No que era tu primera vez?” –le pregunta mi esposa. “Tuve una
sensual maestra hace poco” –le responde en alusión a lo que había pasado solo
minutos antes. Como era la primera vez que me cogería ese delicioso culo, lo preparé
para que no fuera tan traumática la experiencia. Lamí su ano, lo que la hizo
resoplar de placer, entre más pasaba mi lengua, se lo llenaba más de saliva,
empecé a jugar con uno de mis dedos para sentir que tanto podría resistir. Costó
que entrara pero poco a poco se abrió. "¡Oh, mi culo!" –dijo Elba. Mi
esposa se agarraba las tetas y tiraba de sus pezones al sentir ese delicioso
recorrido que hacía la lengua de Elba. “¡Métemela de una vez!” –me dijo mi cuñada.
Acomodé mi glande y empujé despacio, cuando se iba abriendo el paso empujé con
fuerza y se la clavé de una. “¡Me vas a partir en dos!” –dijo Elba. Me quedé
quieto y esperé unos segundos mientras su ano se amoldaba a mi hambrienta
verga. Cuando sentí que mi verga se amoldó me empecé a mover lento, con calma,
aunque solo quería romperle el culo y dejárselo lleno de semen.
Ahora con su culo a mi completa disposición no me detuve
hasta que Elba tuvo un delicioso orgasmo, sentir como su culo palpitaba y
apresaba mi verga era uno de los más exquisitos placeres. “¡Quiero tu semen en
mi culo!” –me decía. Mis movimientos se hicieron más rápidos y llenos de perversión.
Mi cuñada seguía gimiendo como loca y mi esposa sonreía al ver cómo me cogía a
la esposa de su hermano. “¡Te dije que era imparable a la hora de coger!” –le dijo
a Elba. Mi cuñada no podía hablar solo gemir, sus tetas se arrastraban por la alfombra
y su pelo caía sobre su rostro. “¡Por Dios, qué rico se siente!” –decía mi
cuñada mientras le taladraba el culo. No tardó en tener otro orgasmo que la
hizo desplomarse, quedando con sus piernas abiertas y con mi verga en su culo
entrando y saliendo. Ya no me podía contener, sentía mi verga hinchada y a
punto de eyacular. Seguí por unos minutos más hasta que me vacíe en su
interior. Los chorros de semen inundaron su ano de forma potente, saliendo a
raudales. Después de acabar, mi esposa se lanzó sobre el culo de Elba para
lamerlo, la manera demencial en que pasaba su lengua en ese agujero abierto era
excitante. Luego las dos estaban de rodillas chupando mi verga, entre las dos
pasaban sus candentes lenguas dándome un exquisito placer.
La noche había avanzado, estábamos cansados, sudados y
satisfechos. Decimos que dormiríamos en la misma cama, para darle más morbo a
la noche. La mañana llegó y nos levantamos para ir a la casa de mis suegros. Me
sentía tan caliente después de la intensa noche que tuvimos los tres, pero la
casa de los suegros no era el lugar indicado para retomar lo que iniciamos en
la noche anterior. Llegamos, ahí estaban mis suegros esperándonos, el cansancio
se notaba en nuestros rostros, mi suegra dijo: “Parece que se fueron de fiesta
anoche, por la cara que traen parece que durmieron poco”. “¡Ay mamá! Estuvimos
en casa, pero si bebimos un poco mucho, había que atender a Elba y las copas se
nos pasaron” –le dice mi esposa. En mis adentros pensaba: “Si tan solo supiera
de la manera que la estuvimos atendiendo”. “¡Déjalos mujer! Lo importante es
que vinieron tal como lo prometieron” –le dijo mi suegro. “Yerno, anda a
prender el carbón para que pongamos carne a la parrilla” –me dijo mi suegro. Como
el hábil parrillero que soy, no me demoré nada en tener el carbón preparado. En
mi mente pensaba la forma de escabullirme con Elba e intentar “portarnos mal”
pero era difícil encontrar el momento adecuado. Mi esposa y mi cuñada se pusieron
a ayudar a mi suegra en la cocina.
Cuando la carne estuvo lista con mi suegro colocamos la mesa en el patio para almorzar. Como una buena familia nos sentamos a compartir y a beber algo de vino. Cuando terminamos, Elba y mi esposa recogieron los platos y los llevaron a la cocina, mi suegra les dijo: “Si quieren niñas métanse a la piscina para que aprovechen el día”. Las dos se fueron al cuarto a colocarse los bikinis que empacaron. Cuando volvieron venían tapadas por una toalla, cuando se las quitaron casi morí de un infarto, porque esas prendas apenas tapaban lo que debían tapar dejando muy poco a la imaginación. Como la fortuna estaba de mi lado, me pidieron que les pusiera bloqueador solar, obviamente no me negué a tal petición. Mis manos se empezaron a deslizar por el cuerpo de mi esposa y mi verga despertó, intentaba no ser evidente pero la calentura era demasiada, sobre todo cuando pasaba mis manos por sus piernas y por sus nalgas. Luego fue el turno de mi cuñada, en ese momento mis pensamientos se tornaron morbosos, quería mover su tanga a un lado y cogérmela sin importar que estuvieran mis suegros en el patio. Mis manos se pusieron a temblar, ella lo notó pero disfrutaba como mis manos se apoderaban de sus piernas y subían hasta sus nalgas, incluso lanzó pequeños gemidos que noté y mi esposa también. “¡Ay Elba, yo también estoy caliente!” –le dice ella casi susurrando. Después de esos minutos sublimes, ellas quedaron en las reposeras tomando el sol y yo me fui al baño a pajearme bien rico pensando en esas dos exuberantes mujeres.
Cuando volví estaban en la piscina, yo me quedé con mi suegro bebiendo un vaso con whisky pero no perdía oportunidad de mirar a Elba y cogérmela con la mirada. Hasta todo iba “normal”, sin mayores complicaciones, pero habíanmiradas cómplices que nos hacía ponernos perversos. La noche llegó y mi nos fuimos a nuestros cuartos, por razones obvias, Elba no podía dormir con nosotros en la misma cama, pero si esperamos a que mis suegros se durmieran. Mi esposa le mandó un mensaje: “En diez minutos nos vemos en el patio”. La respuesta llegó casi de inmediato: “¡Ay, sí! ¡Ahí estaré!”. Salimos al patio con mi mujer y a los pocos minutos llegó Elba solo con una bata puesta. No perdimos el tiempo en conversaciones, saqué mi verga y ellas al instante me la empezaron a chupar, mi esposa se quitó la toalla que la cubría y Elba la bata, estaban desnudas para mí en el patio. Elba se comía mi verga y mi esposa se tragaba mis testículos, yo no había más que gemir despacio lleno de sensaciones un tanto perversas, haciendo que mi verga se pusiera más dura. Cobijados por la oscuridad sacamos ese lado perverso que todos intentamos esconder y que aflora cuando menos lo esperas. En medio de tan morbosa escena, me recosté en una reposera, la primera en montarme fue Elba, se puso de espaldas a mí quedando frente a mi esposa que la veía moverse como loca y mordiendo su labio para contener sus gemidos. “¡Qué rico coge tu marido cuñada” –le decía despacio. Mi mujer la miraba y se masajeaba el clítoris y con la otra mano se apretaba un pezón. “Sí que es verdad! ¡Disfruta cuñada!” –le dijo ella. La calentura era total, los gemidos contenidos de Elba poco a poco empezaban a sonar un poco más intensos, mi esposa los acalló con apasionado beso, luego bajó por su pecho y le empezó a comer las tetas, se las chupaba, le mordía los pezones y tiraba de ellos con sus dientes. A medida que me cogía a mi cuñada su vagina se contraía aprisionando mi verga. “Ay Dios, ya no doy más!” –decía mientras se movía como loca, hasta que acabó y tuvo un delirante orgasmo, tanto que tuve que taparle la boca para que no despertara a mis suegros.
Era el turno de mi esposa, ella se subió a horcajas encima
de mí, y empezó a moverse, podía saborear sus tetas mientras sus movimientos
intensos las hacían rebotar en mi cara. Elba ya recuperada del orgasmo, se fue
hasta donde estaba mi esposa y le abrió las nalgas, empezó a jugar con su
lengua en el culo de mi mujer, lo que la volvía loca de placer. Me besaba y
chupaba mi lengua, la mordía y mordía mis labios, estábamos como animales en
celo los tres. Nunca pensé que mi esposa dejaría que pasara algo con mi cuñada
y menos que se uniera en ese juego perverso pero en verdad era algo que me
calentaba, porque la complicidad con mi esposa era fundamental para no tener
que esconder mis oscuros deseos por Elba. “¡Ay amor, me tienes loca!” –me decía
al oído mientras mordía el lóbulo de mi oreja. En ese alucinante momento, Elba le
estaba metiendo los dedos en el culo a mi esposa, lo que aumentaba el placer en
ella. Lo perverso del momento se vio reflejado en el orgasmo que se apoderó de
mi esposa, que disfrutaba como loca saltando en mi verga mientras su culo era
invadido por los dedos de nuestra cuñada. Así como empezamos terminamos, las
dos arrodilladas con sus bocas abiertas esperando a recibir mi semen, me miraban
con ojos de niñas traviesas esperando recibir su premio y obviamente se lo habían
ganado. Cuando eyaculé, las dos recibieron los chorros de mi semen en sus bocas
y en sus rostros. Verlas cubiertas de semen era una escena más que alucinante y
placentera a mis ojos. Se besaron y compartieron lo que tenían en la boca, mi
mujer le dice: “¡Sí que saliste puta!”. Elba sonrió con lujuria y le dijo: “Ni
yo sabía que podía serlo”. Sin hacer ruido nos fuimos a nuestros cuartos y nos
dormimos.
A la mañana siguiente nos despertó mi suegra diciendo que
el desayuno estaba listo. Nos dimos una ducha con mi mujer, Elba estaba en el
comedor. Les mandé un mensaje por WhatsApp a ambas, diciéndoles que si
queríamos seguir con nuestro juego perverso deberíamos buscar otro lugar,
porque quedarnos en casa de mis suegros era demasiado riesgoso. Elba sugirió
pasar el domingo en la playa, lo que aceptamos gustosos. Desayunamos y le
dijimos a mis suegros que nos iríamos a pasar el día a la playa. Así que nos
enfilamos a la costa para seguir con el fin de semana lleno de lujuria, mi
esposa, mi cuñada favorita y yo.
Pasiones Prohibidas ®
Q rico relato me encantó esa manera de coger como putas en celo como siempre Caballero exquisito relato.
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