miércoles, 26 de marzo de 2025

100. Las perversiones sexuales de mi jefe 2

 

Faltaban 15 minutos para las nueve de la noche e iba en un lujoso auto negro rumbo a mi casa o al menos eso creía. Me había comunicado con anterioridad con mi madre vía telefónica por lo iba algo tranquila.

A un lado de mí, el señor Hernández conducía el auto y era la salvación para la enfermedad de mi madre debido a su alto poder económico, pero eso tenía un precio y era algo que hace una hora lo había aceptado; Cumplir todas las cosas pervertidas que él quisiera hacerme como la de hace rato; dejar que me cogiera y manoseara a placer por atrás y adelante, y contestar todas sus morbosas preguntas. Suspiré mientras veía la ciudad nocturna por la ventana del auto, trataba de asimilar el hecho de que entregarle mi cuerpo era la única solución para salvar a mi madre, pagarle el préstamo a mi arrendador y tener una estabilidad económica para tener una vida tranquila con mi madre. Bueno tranquila en el aspecto de salud y económico porque el infierno que me esperaba con este pervertido y degenerado apenas comenzaba. Seguí mirando la vista nocturna de la ciudad y meditando sobre mi futuro cuando de repente, sentí sus gruesos dedos masajeando mi vagina y sacándome de mis pensamientos, hice una mueca de molestia, giré lentamente mi cabeza para ver al sujeto que durante no sé cuánto tiempo tendría que estar satisfaciendo sexualmente en la cama y de soportar todas sus perversiones en mi cuerpo.

Me miraba con una cínica y sátira sonrisa, me dijo sin dejar de manosear mi intimidad: “Supongo que has de estar un poco incómoda con mi semen en tu vagina ¿Verdad preciosa?”. Ganas de lanzarme sobre de él y ahorcarlo no me faltaron y dándole una tímida sonrisa le dije con el mismo tono: “Este, Si señor, un poco. Comprenda que jamás me había pasado esto”. “Preciosa perdóname, pero no pude evitarlo, me hiciste una maravillosa paja con tus suaves manos que por eso eyacule tanto” –me dijo dándome una mirada de súplica. Sonrojada por lo que dijo busque tranquilizarme y le dije: “No se preocupe señor”. Escondiendo la verdad de lo molesta que estaba le di una falsa sonrisa. “Gracias preciosa, pero ¿Sabes? Me siento culpable por el molesto momento que debes estar pasando, quiero conocer a tu madre y platicar un rato con ella y me sentiría molesto al saber el momento incomodo por el que estás pasando. Mira, vamos a un negocio de lencería que conozco y te compro unas pantaletas nuevas, ¿sí?” –me dijo. Me dio otra mirada suplicante, por mi parte pensé que este infeliz quería hacerme otras de sus perversiones degeneradas. ¿Pero que podía hacer? ¿Negarme? Era más que imposible debido a mi situación, suspire profundamente resignada y acepté.

Rato después estábamos en un lujoso centro comercial de la zona oriente de la capital, salimos y comenzamos a caminar dentro del lujoso centro comercial. No es necesario decir lo incomoda que iba usando unos pantalones de mezclilla ceñidos y sin usar pantaleta, el cierre metálico del pantalón se rozaba con mi vagina y si a eso le agregamos que esa parte de mi cuerpo estaba empapada de su viscoso y repugnante semen, sentía que me moría de la vergüenza al pasar junto a la gente. ¿Cuál sería la reacción de algún hombre que supiera que no llevaba pantaletas y que mi vagina estaba empapada de semen? La respuesta no me tardo en llegar al sentir como el culpable de mi incómoda situación me abrazó por mi cintura y se me quedaba viendo con lujuria en mi entrepierna, cerré mis ojos buscando tranquilizarme para no matarlo ahí mismo. Finalmente llegamos a un lujoso local de lencería que tenía simplemente el nombre “LE FRANCE” en la entrada y simplemente se me ocurrió pensar el costo que podría tener una pantaleta en ese lugar.

Al entrar un sujeto flacucho, calvo, orejón, de lentes y unos dientes salidos que hacían que su cara pareciera la de un ratón nos recibió y dijo: “¡Buenas noches ¡¿En qué puedo…? ¡Oh! ¡Sr. Hernández buenas noches!” –dijo emocionado el cara de ratón cuando vio a mi dolor de cabeza. “Buenas, Luis, mira te presento a la señorita Silvia Sánchez” –le dijo orgulloso. El cara de ratón tenía al igual que mi jefe una mirada de lujuria en los ojos y se me quedó viendo fijamente, me miró de pies a cabeza, fijándose en mi entrepierna y en mis senos, desnudándome con la mirada, incomoda por la forma en como me miró no me fue difícil pensar que era otro bastardo degenerado como el señor Hernández. “Mucho gusto señorita, soy Luis López, dueño de este lugar y un gran amigo del Sr. Hernández” –me dijo tomando mi mano derecha y dándole un beso como si fuera un caballero, solo pude sentir asco al sentir sus labios en mi mano pero tuve que darle mi falsa sonrisa y correspondí al saludo. De la manera más tranquila y natural el maldito de mi jefe dijo: “Luis, por circunstancias que no prefiero comentar la señorita no está usando pantaletas, entrégale un par de las mejores”. Yo me puse más roja que un tomate, abrí mis ojos y boca como platos al escuchar lo que dijo ¡Pero que malnacido! –pensé. Como era de esperarse, el cara de ratón también hizo el mismo gesto que yo en su rostro pero como era de esperarse, eso lo calentó, lo noté al ver como su verga se marcaba en la tela de su pantalón. ¡Hombres, como los odio! “¿Eh? ¡Ah! Oh si, claro, claro Señor, pasen por aquí por favor” –dijo el cara de ratón recuperándose de la calentura. El infeliz de mi jefe me tomo por la cintura y entramos al negocio, pero le dijo en un tono de mandato: “¡Cierra tu negocio, no quiero interrupciones!”.

El jefe tenía sus enormes manos en mis brazos, sujetándome suavemente para mantenerme quieta y evitar una tímida resistencia que estaba teniendo cuando el cara de ratón me estaba quitando los pantalones, el jefe comenzó a besarme en mi mejilla, al tiempo que me susurraba al oído. “Tranquila preciosa, no tengas miedo. Además, ¿no te excita que dos hombres te ayuden a ponerte tu ropa interior?”. Yo quería morirme, gritar, salir huyendo, pero, sabía que no podía, estaba enganchada a ese despreciable sujeto debido a que de él dependía la vida de mi madre. Finalmente deje de oponer resistencia y desvié mi mirada al suelo buscando que mi cabellera negra cubriera mi avergonzado rostro. Sin embargo, el jefe me soltó un brazo y descubrió mi rostro quitándome el pelo caído, hizo que me parara recta y comenzó a lamer y besarme mis tetas, el otro al tener cerca de su rostro mi vagina, abrió como plato su boca y su enorme erección se acrecentó, con sus manos temblorosas por la excitación terminó por quitarme los pantalones, sentía que me moriría, pero ya no opuse resistencia alguna. Entonces ese cara de ratón colocó sus temblorosos dedos en mi vagina y los acaricio y me dijo: “¿Semen? Dios, sí, esto es…” –alcanzó a decir cuando fue interrumpido por el señor Hernández: “Mi semen idiota ¿Algún problema?” –dijo el jefe con un tono nada amigable. “¿Eh? Ah, no señor para nada” –contestó muy nervioso el dueño de la tienda. Mientras, yo deseaba  la muerte por estar siendo humillada de esta manera. En ese momento el jefe le entregó una pequeña cubeta de plástico con un trapo y le dijo: “Toma, límpiale bien a la señorita su vagina”. “No, ¡no por favor!” -supliqué mentalmente, mientras una infinita tristeza inundaba su ser. “Tiene razón señor. Vaya si la señorita tiene manchada su vagina” -dijo completamente excitado el dueño de la tienda. Sentí morirme al sentir la mano de ese hombre poner la toalla en mi vagina y comenzar a moverla para quitarme el semen del jefe. “¡Dios, qué hermosa vagina tiene señorita” –dijo el hombre mientras que con su otra mano se estaba frotando la verga encima del pantalón.

Yo solo quería morirme, y más cuando sentí como la mano derecha del jefe comenzaba a acariciarle suavemente las nalgas con movimientos circulares y me dijo: “Preciosa, que piel tan tersa y suave tienes” “Es hermosa ¿Verdad?” le dijo el cara de ratón, él estaba muy caliente al ver la reacción del jefe sobre algo que consideraba su propiedad e importándole muy poco mi sufrimiento. “Termina de limpiarle la vagina a la señorita” –le dijo el jefe sacándolo de sus fantasías eróticas. “¡Este…! ¡Sí señor!” –le dijo. Siguió limpiando mi intimidad hasta que terminó, cuando lo hizo por pudor inmediatamente me la cubrí. “Bueno preciosa, vamos a ponerte esta linda lencería” -dijo el señor Hernández mientras el excitado cara de ratón tomaba la prenda, la cual era una tanga color verde, comenzó a ponérmela y cuando llegó a la altura de mi vagina, tomó con su mano mi muñeca y me dijo: “Disculpa preciosa, pero tengo que quitar tu mano de ahí para poder ponerte la tanga. Lo hizo con alguna resistencia mía y dejó al descubierto nuevamente mi vagina, el hombre tragó saliva al ver mi vagina y me dijo: “¡Caray preciosa! Honestamente, tienes una deliciosa vagina”. Mordí mi labio, solo quería morirme de la vergüenza. Finalmente me coloco la prenda la cual se ajustó perfectamente a mi cuerpo, dejando al descubierto una buena parte de mis glúteos. “¿Cómo le quedo Luis?” –le preguntó mi jefe. “Perfecta señor, la tanga se ajusta perfectamente al contorno de la señorita” –le respondió. “Perfecto, quítasela y ponle otra” –le dijo. Yo quise morirme al escuchar eso, el hombre obedeció y suavemente volvió a dejar al descubierto mis partes íntimas, resignada solo cerré mis ojos al ver como volvía a darle una mirada a mi vagina. El proceso se repitió con tres pantaletas, al terminar de probarme la última me la volvió a quitar, dejándome completamente desnuda esa arte de mi cuerpo. “Me llevo todas Luis, hazme la cuenta, ¿sí?” –le dijo el señor Hernández. “Sí, claro, como usted diga señor Hernández” –dijo el hombre temblando de excitación y al levantarse fue evidente la enorme erección que tenía y salió del pequeño cuarto. Al quedar a solas con el jefe, él me dijo: “Preciosa todo esto me excito ¿A ti no?”. “Yo, no señor, para nada” respondí sin atreverme a mirarlo. “Pues a mí sí y mucho” –me dijo y con horror vi como comenzaba a desabrocharse el pantalón y dejarlos caer al suelo junto con su calzoncillo, para dejar al descubierto su verga completamente erecta.

En ese momento la vergüenza ya no podía más conmigo, me sentía horrible, sabía lo que vendría y que tendría que afrontarlo. “Señor, ¿qué intenta hacer?” –le pregunté aunque sabía cuál sería su respuesta. Sonrió, me tomó por la cintura y me dio un ardiente beso en los labios. Después se agachó y puso su rostro a la altura de mi vagina, la empezó a lamer con furiosos lengüetazos y metía su lengua que se movía como un torbellino. “¡No señor!¡No por favor! Don Luis puede venir en cualquier momento y…” -¡Ah! Ya no puede seguir hablando ya que de una furiosa embestida el maldito metió su lengua en mi vagina y comenzó a saborear mi clítoris, al mismo tiempo que mi conchita comenzaba a humedecerse, los placeres del sexo oral comenzaba a recibirlos por primera vez en mi vida y mi cuerpo reaccionó involuntariamente a ellos. “¡Ah, Dios! “¡No!” –fue el gemido que di y me hizo arquear hacia atrás mi cuerpo al sentir esa poderosa ola de placer involuntario que nació dentro de mí al sentir la lengua del maldito saborear y lamer la zona más sensible de mi cuerpo. “Señor, aquí traigo la factura de su... ¡Oh Dios!” –fue lo único que alcanzó a decir el cara de ratón al ver como mi jefe estaba poseyéndome con su lengua, giré mi cabeza para verlo y con lágrimas en los ojos le dije: “¡Por favor, salgase! ¡No nos vea!”. Pero ese maldito roedor no me hizo caso, nos siguió viendo fijamente mientras que con su mano izquierda masajeaba su verga erecta. “Déjalo que vea preciosa, eso me calienta más” –dijo el malvado de mi jefe y comprendiendo que a él no le importaba para nada la humillación que estaba sufriendo, cerré los ojos y comencé a llorar en silencio. Así por espacio de 5 minutos el cara de ratón observó en silencio como era poseída salvajemente por el corpulento hombre por medio del sexo oral hasta que sin poder contenerse, el dueño de la tienda dijo: “¡Señor, por favor! ¿Podría?”. Mi jefe respondió entre jadeos: “¡Hazlo, pero ya sabes que es lo único que te permito!”. “Gracias” –respondió temblando de excitación y comenzó a desabrocharse los pantalones y sacando su verga. “¿Qué va a hacer el?” –pregunté temiendo lo peor, mientras un rictus de dolor se formaba en mi rostro por al estar siendo penetrada por la repugnante lengua del jefe. El cara de ratón se arrodillo dejando a la altura de su cara mis nalgas, colocó sus manos en mi cintura y comenzó a lamerlas y a besarlas, ante mi desconcierto total, finalmente loco por la lujuria el hombre me abrazó por la cintura e introdujo su rostro en la división de mis nalgas y comenzó a meter furiosamente su lengua en mi ano mientras que con su mano izquierda comenzaba a masturbarse. “¡Ah, mierda!” –fue el gemido que lancé al sentir la viscosa lengua del cara de ratón introducirse furiosamente en mi ano. Además, de recibir por primera vez en mi vida el llamado “Beso negro”. “¡Me duele!” –dije suplicando y cerrando mis ojos muy fuerte, pero mi suplica fue ignorada por ambos y resignada apreté muy fuerte mis dientes y rogando a Dios que mi martirio terminara.

Parecían poseídos jugando con mis agujeros, aunque no puedo negar que en cierta forma también estaba disfrutando de lo que hacían, pero no quería que se dieran cuenta. Después de quince minutos de los cuales fueron una eternidad para mí, el señor cerdo de mi jefe llegó al clímax.  Se puso de pie y me dio un ardiente beso en los labios, después comenzó a frotar su verga furiosamente y descargando todo su contenido en mi vagina, empapándola nuevamente con su asqueroso semen. “¡Ah, qué rica puta!” –exclamó el maldito bastardo en su calentura, muy triste con mis ojos cerrados dejé salir un par de lágrimas de dolor y tristeza al sentir como otra vez el pervertido empapaba mi conchita con su asquerosidad viscosa. Mientras el maldito cara de ratón ajeno a mi dolor y sufrimiento siguió metiendo y sacando su lengua dentro de mi orifico anal, sin embargo al ver lo que el jefe me hizo el maldito también se levantó y se masturbo furiosamente y dejándome empapadas las nalgas con su viscoso y tibio semen. Ambos hombres jadeando por el esfuerzo que habían hecho me abrazaron, el jefe comenzó a besarme en el cuello y diciéndome mientras seguía frotando su verga en mi abdomen: “¡Gracias preciosa, fue maravilloso!”.

El cara de ratón me sujetaba por mi cintura, sentí morirme cuando colocó su aun erecto pene entre mis nalgas y comenzó a frotarlo de arriba hacia abajo, me besó el cuello y me dijo jadeando de excitación: “¡Gracias jovencita, fue una experiencia maravillosa la que me diste!”. Seguí llorando en silencio y si no fuera porque su madre la necesitaba no hubiera dudado en quitarme la vida después de la humillación que había sufrido. Todas mis ilusiones y sueños que tenía ya se habían ido al drenaje y más cuando sabía que mi destino seria convertirme en el juguete sexual de ese infeliz, pero del cual dependía la vida de mi progenitora. Finalmente después de un par de minutos los cuales fueron un infierno para mí, el jefe separó su glande de mi abdomen y me dijo mientras acariciaba mi rostro: “¡Gracias preciosa, esto estuvo maravilloso! ¡No sabes cómo lo disfruté!”. No le contesté, simplemente bajé mi mirada, ya nada le importara, el jefe me vio pero se quedó callado, se subió sus pantalones y le dijo al cara de ratón que seguía disfrutando el estar masajeando su verga entre mis nalgas: “Voy al baño, Luis, ayuda a vestir a la señorita”. Despegando su verga de mi culo, el sujeto le respondió: de mi trasero el sujeto le dijo: “¡Sí señor! ¡No se preocupe!”. El cerdo infeliz Salió tranquilamente después de acomodarse su pantalón.

Al quedarnos solos, me abrazó por la cintura y volvió a frotar su repugnante verga contra mis nalgas y haciendo un extraño chasquido al frotarlo contra su propio semen, yo por mi parte, estaba respirando profundamente buscando recuperarme de la vejación sufrida por lo que no opuse resistencia alguna. Finalmente el infeliz se cansó y me comenzó a besar en el cuello y me dijo: “¡Gracias jovencita! No sabes lo feliz que me has hecho, considera tus pantaletas un regalo de mi parte por el maravilloso momento que me hiciste pasar”. No le contesté, me sentí más humillada cuando escuché lo que me dijo el tipejo. “¿Eso era lo que valía mi dignidad? ¿Un par de pantaletas?” –pensé. Con lágrimas le dije: “¡Ya! ¡Por favor! ¡Deje que me vista!”. El hombre sonrió y me dijo: “Sí, claro jovencita”. Entonces el jefe entró y al ver la escena lejos de molestarse le dijo a Luis con una cínica sonrisa: “No creo prudente que la señorita se ponga las pantaletas, mira como la dejaste, más bien como la dejamos”. “Sí señor, tiene razón” –dijo el cara de ratón mientras se subía los calzoncillos y se abrochaba su pantalón. Se acercó a mí Luis y me dijo poniendo cerca su rostro del mío: “Preciosa ponte tus pantalones, comprende que no puedes usar pantaletas, las ensuciarías y comprende que como son nuevas…”. “De acuerdo, entiendo Señor” –le dije interrumpiéndolo. Me separé de él y comencé a ponerme mis pantalones ante la mirada lujuriosa de ambos sujetos. Salimos del vestidor, ellos felices y contentos, yo vejada y humillada mirando hacia abajo. “Okey Luis, ¿cuánto te debo?” –dijo mi jefe sacando su billetera, el cara de ratón lo miró extrañado y le dijo: “¿Qué? ¡Nada señor! Después del maravilloso placer que me permitió tener con la señorita las pantaletas van por mi cuenta”. El jefe sonrió cínicamente, sacó cinco billetes de veinte mil pesos y se los metió al cara de ratón en su boca y le dijo: “Entonces te dijo propina por la atención”. Luis solo asintió con la cabeza sin sacar los billetes de su boca, el jefe me tomó por la cintura y abandonamos el lugar, sin atreverme a mirarlo bajé mi cabeza mientras al caminar sentía en mis glúteos y vagina el repugnante semen de los malditos bastardos.

En silencio y sin decir nada subimos al auto y enfilamos a mi casa y lo que más me dolía era que tendría que presentarle a este desgraciado a mi madre y sin poder decirle la vejación a la que fui sometida. Cuando entramos, mamá estaba en su cuarto recostada, ya era tarde y se sentía cansada. “Pase señor Hernández” –le dije. Tiernamente desperté a mi madre y al abrir los ojos me dio una sonrisa, con su voz casi inaudible me dijo: “Estaba preocupada, pensé que te había pasado algo”. Qué ganas de decirle lo que había pasado pero guardé silencio. Le dije que estuvimos resolviendo unos problemas en el trabajo y que mi jefe amablemente se ofreció a traerme. Apenas terminé de hablar, se acercó a mi madre y le dijo: “Es un gusto conocerla señora, quiero que sepa que tiene una hija excepcional y me contó lo que le estaba pasando y nuestra empresa está dispuesta a correr en todo con los gastos de su enfermedad”. “Es usted muy amable señor y le agradezco que tenga esa deferencia conmigo” –le dice mi madre sin sospechar el precio que estaba pagando para su bienestar.

Él se fue y al momento de despedirse me dice: “Bueno, ya sabes lo que debes hacer” . “Lo tengo claro señor, usted no se preocupe. Seré su puta cuando usted lo requiera” –le respondí. Cuando vi que el auto se alejaba me fui al baño para darme una ducha y así intentar olvidar lo sucedido. El agua caía por mi cuerpo, me sentía sucia, pero de pronto la sensación cambió y me empecé a calentar al pasar la esponja con jabón por mis tetas, mi conchita se empezó a mojar y terminé masturbándome en la ducha, no sé si era por recordar como esas lenguas se movían por mis agujeros o por el hecho de estar en la seguridad de mi casa y disfrutar un momento del placer que me había negado en el día.

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

2 comentarios: