lunes, 24 de marzo de 2025

99. Las perversiones sexuales de mi jefe 1

 

Mi nombre es Silvia Sánchez, vivo en Santiago de Chile, tengo 25 años y la madre naturaleza me dotó con un cuerpo hermoso y escultural con medidas de 99 de busto, 65 de cintura y 99 de caderas. Labios carnosos y sensuales, acompañados de una larga cabellera negra que llega hasta mi cintura, pero para mi desgracia mi cuerpo se ha convertido en objeto de lujuria y deseo de los hombres. Más aun cuando me convertí en el objeto de deseo por parte de mi jefe el señor Hernández, un hombre de 45 años, macizo y con bigote. Tenía siempre el ceño fruncido y su voz era muy grave.

En esa ocasión estaba usando una blusa color vino que hacia resaltar mis abundantes senos y un pantalón de mezclilla ceñido que hacia resaltar mis carnosas nalgas. Al llegar a mi escritorio Laura, una mujer próxima a sus 40 años y que era la secretaria más cercana al señor Hernández por su antigüedad en el trabajo se acercó a mí y me dijo: “Preciosa, te llama el jefe, quiere que dictarte una carta”. Asentí y mientras me dirigía a su oficina Laura me dijo: “Preciosa recuerda que tu contrato temporal va a terminar y el jefe es quien da la decisión final sobre si te quedas o te vas”. Dándome una seria mirada, me puse nerviosa y la mujer me dijo: “Recuerda lo que te dije, usa tu simpatía y ese hermoso cuerpo que tienes para ganarte su aprecio ¿Sabes? Es muy probable que para dar su decisión final te invite a cenar o a ir con el a su casa privada con alberca que tiene. Finalmente es tu decisión”. Me guiñó el ojo y se marchó. Me quedé meditando en lo que me dijo la empleada de más confianza del Sr. Hernández que tarde o temprano tendría que intimar sexualmente con él para obtener el empleo. Finalmente dando un fuerte suspiro fui a la oficina del hombre.

Al llegar a la oficina toque la puerta y voz fuerte y ronca me dijo que pasara, tomé otro fuerte suspiro y entré. “Buenos días señor. ¿Me mandó llamar?” –le dije con algo de timidez. “Si preciosa, pasa por favor” –me dijo e inmediatamente pude sentir su ardiente mirada en mi cuerpo. “Este, toma asiento preciosa, voy a dictarte una carta” –dijo el sujeto con un poco de nerviosismo, era obvio que era debido a la excitación que estaba teniendo al estar viendo mi cuerpo y más con esas ajustadas prendas que estaba usando y que hacían resaltar mi voluptuoso cuerpo. Asentí y me senté en la silla que estaba enfrente del escritorio del señor Hernández. El trago saliva y con algunos problemas comenzó a dictarme una carta administrativa de proveedores y pidiendo sus fechas de entrega de su mercancía, pero sin poder dejar de mirar mi cuerpo. Después él se puso de pie y continuó dictándome y pasando junto a mí para poder admirar mejor mis tetas y mis piernas. Finalmente concluyo y me dijo: “Bueno preciosa necesito 3 copias de esas cartas para los departamentos de contabilidad, Recursos humanos y Bodegas”. “¡Sí señor, la redactaré enseguida!” –le dije y me levante. Él se quedó mirándome como desnudándome con la mirada, entonces sentí un escalofrío recorrer mi espalda y le dije: “¿Necesita algo más señor?”. “Si linda. Me gustaría que ahora platicáramos un poco sobre la terminación de tu contrato de trabajo” –dijo el hombre mientras se sentaba en su lujosa silla de cuero. Al escuchar eso sentí que las piernas me temblaban. “¡Sí señor!” –dije muerta de miedo, él sonrió al ver mi reacción y me dijo: “¿Sabes? Mientras platicamos me gustaría que arreglaras todos estos papeles que están desordenados en mi escritorio”. Por supuesto que sí señor” –le dije y me puse a un lado del hombre. “Acomódalos por departamento y fecha de recibido” –dijo reclinándose en su silla. Asentí con la cabeza y cuando comencé a ordenar los documentos el Sr. Hernández con su mano derecha me abrazo por mi cintura, provocando una sorpresa y desconcierto.

Por un momento pensé en mandarlo a la mierda, pero mi necesidad de trabajar me hizo tragarme mi puto orgullo. “Bien preciosa, como te decía, tu contrato vence la próxima semana” –me dijo con un tono serio. El escalofrío fue más intenso y con miedo pregunte: “¿Mi desempeño como ha sido señor?”. Él permaneció en silencio por unos segundos y yo acomodaba nerviosa los documentos. “Bien, muy bien, salvo por un pequeño detalle que puede perjudicarte” –me dijo serio. Temblé al pensar cual sería ese maldito detalle. “¿Me puedes explicar porque has tenido tres permisos en el mes para salir temprano del trabajo?” –me preguntó. Sentí temor cuando escuché eso y algo nerviosa respondí: “Bueno, este, como mi madre esta delicada de salud he tenido que llevarla de urgencia al Hospital en esas ocasiones señor”. “Bueno lo entiendo, pero comprende que eres una trabajadora que esta por contrato a plazo y esto puede afectarte en tu futura contratación, recuerda que varias compañeras tuyas están en tu misma situación y solo voy a contratar a una” –me dijo en un tono muy serio. “Sí señor, yo voy a procurar no faltar” –dije pero por lo nerviosa que estaba mis manos soltaron unos documentos y cayeron al piso. “Sigue acomodando los documentos preciosa, yo recojo los documentos del suelo” –me dijo. “Gracias señor” –respondí dándole una linda sonrisa cuando me entregó los documentos que había dejado caer. “De nada preciosa” –dijo colocando su gruesa mano en mi cadera pero lentamente su mano comenzó a bajar hasta que sus dedos tocaron mis duros glúteos. Tuve un sudor frio pero no dije nada.

Cuando creí que ya podía salir, el señor Hernández me dice: “Preciosa, se me estaba olvidado comentarte algo”. “¿Si señor?” –le pregunté. “Te vuelvo a repetir, solo una de ustedes se va a quedar con el trabajo” –me responde. Sentí que moría al escuchar eso. “Voy a ser honesto contigo preciosa ¿Te gustaría quedarte con el puesto?” –me dijo. “Sí señor, por favor, honestamente necesito mucho el trabajo”. Respondí y volteé a verlo con una mirada de súplica. “¿Harías cualquier cosa?” –me preguntó. “Pues sí” –respondí dudando. “Me agrada oír eso, si haces lo que te digo el puesto es tuyo y sobra decirte lo generoso que soy con mi secretaria favorita ¿Entiendes?” –dijo él con un tono algo seductor. “Este, sí señor” –dije algo nerviosa. “Ahora quiero que te apoyes tus manos en el escritorio y te inclines” –dijo él y obedecí. Añadió: “Con tu ingreso formal vas a tener derecho a un seguro médico que beneficia a los familiares de mis empleados. ¿Lo sabias?”. “¡Oh! No señor pero eso sería maravilloso para mi madre” –dije muy emocionada. “Me alegro que te agrade eso” -dijo él y entonces comenzó a bajar lentamente su mano derecha hasta que se posicionó en mi glúteo derecho. “¡Ah!” –salió de mis labios al sentir la mano del hombre tocando mi nalga. “¿Ocurre algo preciosa?” –preguntó el hombre tranquilamente. “Yo, bueno, este” –respondí titubeando mientras giraba mi cabeza para verlo y él me da una seria mirada sin despegar su mano de mi nalga. “¿Sabes acaso cual es la clínica que envió a los familiares de mis secretarias consentidas?” –me preguntó. Yo solo negué con la cabeza. La Clínica Las Condes” –dijo él. Yo tragué saliva, sabía que ese lugar era para gente con dinero y con mi sueldo de secretaria no me alcanzaría para pagarlo. Ahí mi madre podría recibir la mejor atención posible. “¿No te gustaría que tu madre recibiera un tratamiento en ese lugar?” –me preguntó. Agache la cabeza y asentí. “Continua apoyada sobre el escritorio linda” –me dijo tranquilamente. Obedecí y su gruesa mano siguió acariciándome la nalga. Me moría de vergüenza al sentir esas atrevidas caricias en mi trasero, pero no dije ni hice nada. Entonces él me preguntó: “Preciosa. ¿Si quieres el trabajo?”. Me quedé callada por unos segundos y finalmente le respondí: “¡Sí señor, por favor!”. “Voy a encargarme personalmente que tu madre tenga los mejores especialistas de la clínica” –dijo él. “Gracia señor, yo voy a…” –pero no pude continuar hablando ya que mis cuerdas vocales se paralizaron por completo al sentir como sus dos manos comenzaban a acariciarme las nalgas con suaves movimientos circulares. Entonces después de unos segundos mi cuerpo pudo reaccionar y con mi mano derecha y temblando de pies a cabeza tome la muñeca del señor. Hernández y con un tono de súplica de le dije: “¡No por favor!”. “¿No? Me pareció que la idea de mandar a tu madre a esa clínica te agradó mucho ¿Sabes? Aun puedo cambiar de opinión sobre a quién contratar. Tú decides” –dijo tranquilamente. Sentí morirme y entonces derrotada agaché su cabeza mientras una solitaria lágrima recorría una de mis mejillas.

Ya estaba con la mierda hasta el cuello, la situación no solo me incomodaba, me sentía sucia, sentía que estaba vendiendo mi cuerpo, aunque era por un bien mayor, me sentía como una puta desesperada que le entregaba su cuerpo al mejor postor.  “¿Por qué mejor no haces lo que te dije linda?” –dijo él en tono de pregunta. Lentamente solté su muñeca y coloque ambas manos sobre el escritorio. Simplemente me quede quieta, ya no tenía caso seguir con esa farsa, las reglas del juego estaban dadas y si quería salvar a mi madre tendría que quedarme quieta, simplemente quieta. “¡Mama perdóname!” –fue lo pensé mientras cerraba mis ojos. El hombre al ver que me tenía literalmente en sus manos sonrió y sus manos acariciaban mis nalgas a destajo. Temblé de pies a cabeza al sentir la ardiente caricia del hombre sobre mi trasero y solamente apreté duramente mis manos en el escritorio, quería gritar y pedir ayuda pero no podía sabía que la vida de mi madre estaba en juego.

Después de un rato de manosear mi trasero, el señor Hernández me abrazó por la cintura con su mano derecha y pegó su erecta verga contra el mis nalgas y me dijo: “Preciosa dime. ¿No te gustaría tener que esperar tanto tiempo? Y bueno no sé, quizás mañana podríamos llevarla a la clínica. Recuerda que su estado de salud es muy delicado y recibir un tratamiento adecuado a tiempo podría salvarle la vida”. Su erecta verga se masajeaba a placer contra mis nalgas, no contesté por unos segundos,  sabía que quizás lo peor estaba por venir y finalmente dije con un tono de resignación en mi voz: “¡Sí señor, por favor!”. Me dio un beso en la mejilla, sabía perfectamente que con lo que le había dicho estaba aceptando todas sus condiciones y por ende, el entregarle mi cuerpo a cambio de salvar a mi madre, había hecho un pacto con el demonio. Finalmente el hombre despegó su erecto miembro de mis nalgas y dejó de abrazarme, me acompañó a la puerta de su oficina y me dijo: “Al final de la jornada laboral vienes a mi oficina ¿Quedó claro?”. Resignada asentí y le respondí: “Sí señor, lo entiendo”. Él me sonrió y me dio una fuerte nalgada en mi glúteo izquierdo, avergonzada bajé mi mirada y salí de su oficina.

El tiempo siguió su marcha, hasta que dieron las seis de la tarde y me despedí de mis compañeros mientras enfilábamos a la salida, pero entonces aproveché para meterme al baño y no salí hasta que las oficinas quedaron desiertas y me dirigí camino a la oficina de mi jefe, con mi corazón latiendo rápidamente al imaginar lo que haría con ese hombre. Toqué la puerta de su oficina y él me dijo que pasara. Al entrar sentí como el jefe me desnudó con la mirada, fue literalmente como entrar a la guarida del lobo. Él cerré la puerta y entonces se puso atrás de mí y me abrazó por la cintura con ambos brazos, forzando a pegar mi cuerpo al suyo, pegando su verga la que ya estaba erecta en mis nalgas, apreté mis dientes y cerré mis ojos, sabía que tendría que dejarme manosear por el hombre, el lugar estaba a oscuras y solo iluminado levemente por la luz de la luna que entraba por la ventana de la oficina, era el ambiente propicio para un degenerado excitado teniendo en sus brazos a una indefensa mujer, cerré mis ojos esperando lo peor y entonces me dijo al oído: “Entonces preciosa, supongo que la última vez que cogiste fue antes que terminaras con tu novio ¿Verdad?”. Me puse pálida cuando escuché eso. No sabía que responderle, entonces me armé de un poco de valor y le contesté: “Este, sí señor, así es”. Sentí un poco de vergüenza, ya que no me gusta hablar de mi vida privada. “Pero de eso ya pasaron casi dos meses ¿Es que no ha aparecido otro hombre en tu vida?” –dijo. “Yo, bueno, después que mi relación terminó me dediqué por completo al cuidado de mi madre y a tratar de solventar nuestra situación económica, mi vida social paso a segundo plano y no poder relacionarme con alguien más” –le dije dando un profundo suspiro. Finalmente eso era una verdad que no podía negar y hasta ahora había olvidado la idea de reiniciar mi vida con otra persona. Él por su parte sonrió, aumentó ligeramente la presión de su abrazo en mi cintura y besándome suavemente en mi cuello mientras me frotaba con más intensidad su verga en mis nalgas me preguntó: “Pero, ¿no has deseado volver a tener a otro hombre encima de ti y disfrutar los placeres del sexo?”. “No, mi prioridad en mi vida ahora es la salud de mi madre señor y no he tenido tiempo de pensar en eso” -respondí agachando la mirada. “Pero aun así. Supongo que en algunas noches han de desear tener sexo ¿No? Supongo que te has de masturbar en ocasiones para calmar tu deseo sexual ¿O me equivoco?” –me dijo al oído con un tono de excitación. Sonrojada solo asentí sin mirarlo, era curioso, si en verdad me había masturbado, pues tener sexo si es algo que he desfrutado pero al terminar con mi novio las cosas cambiaron y no por la frustración del rompimiento, sino porque en verdad mi prioridad era el cuidado de mi madre. “Además, ahora que tu madre va a tener los mejores especialistas que van a curar su enfermedad, supongo que tendrás tiempo para reiniciar tu vida sexual ¿No?” –me dijo al oído mientras besaba de arriba hacia abajo mi cuello. Me quede callada, no sabía que decirle, era verdad, entonces mi jefe me dijo: “Bueno, si no es indiscreción ¿Tu novio disfrutó tu virginidad? ¿O hubo otro afortunado?” -me preguntó excitado mientras seguía frotando su verga contra mis nalgas y me besaba en el cuello, yo temblé ante esa pregunta y contesté tímidamente: “Sí, él fue el primero. Estuvimos juntos desde la secundaría”. A estas alturas hablar de indiscreción de su parte era solo un decir, ya que no podía ser más indiscreto en su trato conmigo.

Jadeando de la excitación y restregando su verga entre mis nalgas intensamente siguió haciéndome preguntas morbosas y yo muerta de vergüenza seguía contestando tímidamente. Ya totalmente caliente por la excitación me preguntó: “¿Te dolió mucho cuando te desgarró el himen?”. “Pues sí, un poco” –le respondí. “¿Gritaste?” –preguntó. “Sí señor” –le contesté. “Pero después, supongo que disfrutaste como te la metía, ¿verdad?” –dijo él. “Sí señor, fue maravilloso” –le respondí. “¿Cuántas veces cogieron antes de terminar?” –me preguntó con calentura. “Casi todos los días ya fuera en su casa o en la mía. Siempre había tiempo para disfrutar del sexo” –le dije bajando la mirada, triste porque en verdad me gustaba mucho coger con mi novio y las cosas que hacíamos eran deliciosas. Se separó de mí, se puso en frente, me tomó por la cintura con sus gruesas manos y suavemente pegó mi espalda a la pared, con una mirada cargada de lujuria acercó su rostro al mío y me preguntó sudando por la excitación: “Y por cierto preciosa, ¿qué tal eres en la cama? ¿Ardiente, pasional, sumisa? ¿Algún tipo de posición sexual favorita?”. Sentí morirme de la vergüenza. Trague saliva y tímidamente le contesté esbozando una nerviosa sonrisa: “Este, bueno, Me gusta el sexo de ambas formas, pasivo y tranquilo, y también pasional”. Sonrió de una manera pervertida, pegó más su cuerpo al mío y me abrazó por la cintura, temblé  por completo al sentir pegada a mi vagina su erecta verga y me dijo: “Preciosa, dicen que recordar es volver a vivir. ¿Sabes? Me gustaría que recordaras ese momento en el cual tu novio estaba tomando tu virginidad”.

Pensé que dejaría de preguntas y me cogería de una vez, total, estaba en su derecho, le había cedido mi cuerpo al aceptar su oferta y solo era cuestión de tiempo para que lo hiciera y por más repulsivo que me pareciera estar en esa situación, lo que estaba viviendo ese instante no se compararía a que si le pasara algo a mi madre. Acercó sus labios a mi oído derecho, podía sentir en mi cuello su caliente aliento y me dijo temblando de excitación al tiempo que comenzaba a frotar lentamente esa verga tiesa contra mi vagina. “Me gustaría escucharte como gemías y lo que le decías a él cuándo te estaba desflorando ¿Si? Piensa que yo soy tu ex novio al momento de estarte haciendo cogiendo” –me dijo el degenerado sujeto al tiempo que comenzaba a besarme ardientemente en mi cuello y jadeaba como un animal en celo esperando ser satisfecho. Quería morirme de la vergüenza ¿Cómo podía pedirme eso? Finalmente cerré mis ojos y di un profundo suspiro y decidí seguirle el juego, sabía que la peor estupidez que podía cometer era mentirle, lo abracé poniendo mis manos en su enorme espalda y comencé a hablar gimiendo: “¡Ah, ah, mi amor despacio, suave por favor! ¡Me duele mucho!”. Al escucharme hablar de esa manera él sacó su verga del pantalón y empezó a masturbarse,  me dijo jadeando por la calentura: “¡Sí! ¡Sigue así preciosa, quiero oírte gemir como lo hiciste cuando tu novio te cogió por primera vez!”. Lo abrecé con fuerza y gimiendo le decía al oído: “¡Ah, mi amor, mi concha me duele! ¡Oh, se siente rica tu verga! ¡Métemela y hazme gozar!”. “¡Dios! ¡Sigue, sigue así preciosa!” –dijo el maldito mal nacido jadeando y masturbándose. Continué siguiéndole su degenerado juego y con voz caliente le dije: “¡Qué rico me coges mi vida! ¡Quiero toda tu verga dentro!”. El bastardo gemía de la excitación y seguramente imaginándose que en ese momento me estaba desgarrando mi himen. Así, durante casi 5 minutos él disfrutó de mi cuerpo y me dijo entre sus pervertidos jadeos: “Quiero que gimas de dolor cuando te rompió el himen. ¡Hazlo por favor!”. Cerré mis ojos, eche para atrás mi cabeza, el me beso con más intensidad en mi cuello y seguí con mi actuación: “¡Ah! ¡No, me duele, me duele mucho!”.

Ya para entonces el bastardo estaba acabando, dejando su semen en el jeans que tenía puesto como muestra de su calentura, siguió pegado a mí como poseído, me lamía y besaba mi cuello. Siguió así por un buen rato más hasta que al parecer se cansó, yo por mi parte también respiraba agitadamente debido a que mi cuerpo ansioso por reaccionó humedeciéndome para mi sorpresa la vagina y poniendo duro mis pezones. Me sentía caliente pero a la vez sucia, era un mar de contracciones, las ganas por coger me habían traicionado y como muy bien dijo el jefe recordar es vivir, y tenía razón, recordar ese momento fue erótico y lascivo. “Gracias preciosa, esto fue delicioso. ¿Me imagino que te gustó recordar esa noche en donde fuiste cogida por primera vez?” –me dijo jadeando al oído, avergonzada le di una pequeña sonrisa y tuve que decirle. “Sí, fue algo especial”. Esta vez su morbo se encendió más y me desnudó por completo y me acostó sobre el escritorio, en ese momento pensé que me cogería y yo también tenía ganas de que lo hiciera, la humedad en mi concha era demasiada para disimular. Me miró como un lobo hambriento y me dijo: “Por cierto preciosa, ¿sangraste mucho?”. ¿Es que la morbosidad de este sujeto no tenía fin? Pensé muy enojada mientras contenía el esfuerzo de acomodarle un rodillazo en su porquería que se estaba a centímetros de mi vagina, di un profundo suspiro y cerrando los ojos le dije: “Sí señor, sangre mucho”. No entendía porque no cogía de una vez y sellábamos el trato. Ya su juego me estaba cansando y lo único que quería era que se decidiera de una vez a cogerme o a dejarme ir. “¡Qué maravilla, sin lugar a dudas hiciste muy feliz a tu novio?” –me preguntó. Me dio un beso metiendo su lengua en mi boca. Cuando terminó, asqueada solo dije mirando al techo de la oficina: “Sí, supongo”. Entonces sus gruesas manos se aventuraban a mi vagina que palpitaba, comenzaron a bajar lentamente deslizándose y me tocaba con movimientos circulares, apreté mis dientes y cerré mis ojos buscando soportar esa sucia caricia, sabía que no podía oponer resistencia si quería salvar a mi madre y mientras continuaba manoseándome me dijo completamente excitado: “Ahora dime preciosa, ¿también te la metió por el culo? ¿Lo hizo? ¿Verdad? Con semejante culo que tienes solo un perfecto imbécil no desearía cogerte por ahí”. Ganas de matar a este cerdo degenerado no me faltaron pero tuve que tragarme mi orgullo y contestar su pregunta, sabiendo lo iba a hacerme, resignada dije: “Si señor, también me cogió por el culo”. “¿Te dolió mucho?” –me preguntó. “Giré mis ojos y le contesté: “Sí, mucho”. “Dios, pero no puedes culparlo, tu divino trasero es una invitación para cogérselo” -dijo y entonces hizo lo que tanto temía, me tomó de las caderas y puso mis piernas en sus hombros y pegó su verga en la entrada de mi culo diciendo: “Vamos a recordar ese momento en que te abrió el culo ¿Si? Quiero que jadees y repitas lo que dijiste a tu novio cuando te estaba dando verga por el culo ¿Si?”. Moví la cabeza en forma negativa, solo pensando que esto solo era el comienzo de las perversiones que me tendría que dejar hacer por este sujeto y lo que más dolía era que el maldito me iba a coger el culo. Fue entonces que abrí mis ojos y boca como platos al sentir el duro miembro del hombre ponerse en medio de mis nalgas y cuando me dio el primer empellón al mismo tiempo que se tomaba de mis caderas, pude sentir como su verga se metía completa en mi culo y me dijo: “Vamos preciosa, quiero escuchar como gemías cuando tu novio te estaba dando verga por el culo”.

Resignada, suspiré y comencé a recordar mi primer anal y con mucha vergüenza moví mi culo de forma erótica y dije: “¡Ah, no mi amor, así no! ¡Me duele! ¡Dios, no creo poder soportar el dolor si me la metes toda!”. “¡Oh Dios! ¡Sigue, sigue preciosa!” –dijo mientras me cogía con más fuerza. Me estaba dando duro como nunca antes, me dolía el culo pero ya me había entregado a las ganas de coger y lo estaba disfrutando como si estuviera viviendo el momento. “Era obvio que lo que le decía lo estaba calentando mucho, por eso ese ímpetu salvaje al darme su verga. “¡Oh Dios, métela suave, mi culo es muy estrecho y me lo estás desgarrando! ¡Ya no, por favor! ¡Ya me la metiste toda, puedo sentir tus testículos chocando en mis nalgas!” –le decía recordando ese momento. Aunque no puedo negar que igual estaba caliente y me apretaba las tetas en cada embestida que me daba. Sus gemidos y respiración eran más intensos, él también estaba viviendo el momento como si fuera el protagonista de la escena. Así por varios minutos el maldito degenerado disfrutó de mi culo, incluso me hizo acabar de manera exquisita, pero él nunca lo sabría, no lo daría ese placer, de seguro pensó que fue parte de lo que decía al estar cogiendo con mi novio. Al fin descargó su verga en mi culo, dejando lleno de semen. Jadeando y feliz de la vida me dijo: “Gracias preciosa, fue maravilloso esto. ¿Te gustó recordar ese momento?”. “¡Sí señor, me encantó!” –le dije. “Si te pones la tanga se va ensuciar con mi semen, por favor quítatela y si no es mucha molestia quisiera tenerla de recuerdo” –dijo en un tono degenerado. Quizás cuantas tangas de las que trabajan en la oficina tendrá de recuerdo y una más no haría mucha diferencia. Haciendo un esfuerzo por no matarlo obedecí, le entregué mi prenda más íntima, él sonrió y la guardo en su bolsillo, luego me ayudo a ponerme mi jeans, me sentí incomoda al no usar tanga, me subió el cierre y me abrochó el botón del pantalón y entonces colocó su mano derecha en mi culo y comenzó a frotarla, buscando que su semen se impregnara a la tela, tal como había sucedido cuando eyaculó masturbándose. “¡Maldito degenerado!” -pensé mientras lo hacía y lo peor, sabía que esto solo el principio de las perversiones a las cuales la sometería. Le pedí que me dejara ir al baño para lavar mis manos y el asintió. “Vámonos preciosa” –dijo tomándome por la cintura cuando terminé.

Salimos de la oficina y nos dirigimos al estacionamiento. Al caminar podía sentir la viscosidad de su semen en mi culo completamente empapado, él se dio cuenta y sonrió, era obvio que estaba excitado por haberme cogido en su escritorio y que además era un depósito andante de su semen. Subimos a su auto y tomamos rumbo a mi casa. Pensaba en lo sería mi futuro con ese pervertido.

  

 

Pasiones Prohibidas ®

1 comentario:

  1. Wao que rico relato como siempre hace que la lujuria se desborde de placer en el aire como siempre exquisito relato Caballero

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