Había dos hombres sentados en un sofá, próximos, uno de ellos era su Amo, el señor José Patricio Echaurren, un empresario, dueño de una fortuna incalculable, ella quedó frente a ellos, a medio paso. “¿Esta es la puta que me quieres vender?” –preguntó uno de los hombres. Su Amo contestó que sí. “Es muy buena dando placer” –dijo Echaurren. “Lo sé, la he usado varias veces” –dijo el hombre desconocido. Durante su estadía en la mansión Ángela había sido usada muchas veces por muchas personas, las fiestas eran muy frecuentadas. No la sorprendía no reconocer al hombre, a veces no veía a quienes la usaban, a veces estaba demasiado alta y no registraba nada. “Como se llama?” –preguntó el desconocido, el Amo la miró, ojos en blanco, “Tú sabes que no recuerdo, es solo una puta”, y le preguntó el nombre. “Ah, sí, Ángela” –dijo Echaurren. El desconocido reconoció el nombre. “Esta es una de las que se cogieron unos amigos míos anoche, esas marcas se las hicieron ellos” –dijo el hombre. Ángela tenía varias marcas de latigazos, chupones, mordidas, había sido una buena fiesta, bien al gusto de ella. “Ahora recuerdo, esta es la que se moja cuando la abofetean” –dijo el otro hombre y le metió tres dedos en la concha, lo humillante de la situación ya había puesto sus fruidos a escurrir. “Mira, si ya tiene la concha mojada ¡Vamos Echaurren, abofetéala!”. Su amo se paró y llovieron los bofetones, sus fluidos ya eran un rio bajando por sus muslos. “Abofetéale las tetas, yo creo que con eso acaba” –dijo uno de los hombres sentado en el espacioso sofá viendo el espectáculo. El señor Echaurren hizo que se levantara el top y le sacudía las tetas a dos manos, golpeándolas.
Ángela comenzó a tener un orgasmo, los dedos en su vagina giraban y se movían salvajemente, Ángela berreó de placer y sus piernas temblaron, quedó de rodillas frente a los hombres. El que estaba en su concha le dio la mano a limpiar. Las vergas ya estaban duras, se masturbaron un poco y le cubrieron la cara de semen, ella abrió la boca para tragar algo. Seguía en el suelo frente a ellos, que discutieron el negocio mientras pedían un whisky al empleado. “Te la vendo porque me está llegando carne fresca y necesito liberar espacio en ese dormitorio” –dijo Echaurren encendiendo un cigarro. “El precio es bajo, y ella es buena dando placer, parece el tipo de prostituta para mi bar” –dijo uno de los desconocidos. Ángela no podía creer lo que escuchaba. “Una puta”, ella lo sabía desde su primera verga, pero siempre se imaginó como una persona que se entregaba por placer, por ser caliente en el sexo, ahora descubría que la veían como un pedazo de carne, algo que se negociaba. Se preguntó si las otras veces que la habían pasado de manos también había sido vendida. “Vamos ahora al otro negocio que tengo para ti, tengo unas vaquillas para vender” –dijo Echaurren. Le dijo que eran de buena raza, perfectas para ser preñadas, tenían varios años por delante para reproducir. “Creo que hasta te van durar más que la puta” –añadió. Le dijo el precio. El comprador la miró a Ángela y dijo: “El precio por kilo es más caro que la puta”. “Claro, son vaquillas nuevas, de buena raza y muy aptas para procrear. Ella es una puta gastada, solo sirve ser prostituta barata de tu cochino bar del puerto” –dijo el Amo.
Los dos se rieron, y algo se quebró dentro de Ángela, un animal valía más que ella, su fantasía de ser una mujer que era considerada por saber dar placer, una puta para buen sexo, se hizo añicos, pero no pudo evitar que sus fluidos inundaran su usada concha, la degradación era su mayor gatillo sexual. Desde siempre, cuanto más la humillaban más caliente se ponía, más salvaje cogía. La mandaron limpiarse y hacer sus maletas, no tenía muchas cosas. Un auto paró en la puerta del dormitorio y su comprador la hizo sentar en el asiento de atrás, lado contrario al conductor. Bajó el respaldo del asiento de atrás y le ordenó masturbarse y acariciarse las tetas. “Quiero un poco de espectáculo durante el viaje y quiero escucharte gemir” –le ordenó. Ángela comenzó a rememorar como había llegado hasta ahí, eso la puso muy caliente, los gemidos no eran fingidos, ella nunca había sido una puta silenciosa. Desde su primera verga, el sexo se había tornado una necesidad para ella. En la facultad había follado con buena parte de los alumnos, casi todos los profesores y muchas profesoras y alumnas. Las profesoras viejas la adoraban, traía de vuelta a sus vaginas los orgasmos que creían perdidos.
En la fiesta de graduación Ángela estaba en el estacionamiento, cabalgando la verga de un compañero, cuando sintió que corrían su tanguita, pasaban saliva en su ano y una verga gorda entró de una en su culo, chilló de dolor. “¿Vamos papa, rómpele el culo a esta puta!” –dijo su compañero. Al saber que estaba siendo cogida por padre e hijo tuvo un bestial orgasmo. Los dos machos siguieron dándole duro, hasta que la llenaron de semen, ella tuvo otro orgasmo, era una puta de orgasmo fácil. Quedó recostada en el pecho del hijo, mientras la verga del padre encogía en su culo y el semen escurría de sus agujeros. “¡Más, quiero más!” –dijo ella. “¿Quieres más verga?” preguntó el padre “Sí, quiero todas las vergas” –respondió la joven. “Ahora vas tener todas las vergas, puta insaciable” –dijo el hombre. La levantó y la llevó a su auto, Ángela era una muñeca de trapo, ni siquiera sabía en nombre de él, pero lo dejaba hacer. El hijo volvió a la fiesta y el padre comenzó a dirigir, hablaba por teléfono: “Estoy llevando una puta, prepárense para recibirla” –decía. No demoró mucho el viaje, Roberto, el padre de su compañero, le agarraba las tetas, le metía los dedos en la vagina y después le hacía chupar los fluidos de sus dedos. Llegaron a un estacionamiento enorme de camiones. Roberto era dueño de una flota. Entraron unos 200 metros, cerca del fondo; había un colchón mugroso en el piso y muchos hombres semidesnudos.
Roberto la ayudó a salir del auto, le sacó el vestido y la tiró en el colchón. “¡Aprovéchenla!” –dijo. Los hombre se abalanzaron sobre ella como animales hambrientos, en segundos tenía una verga en la vagina y otra en la boca. Empezó un carrusel lujurioso e impío, una verga salía y otra entraba, recibía semen en todos lados, sus tetas eran retorcidas y pellizcadas. A veces tenía tres vergas en su cuerpo, a veces dos en el mismo agujero. La escupían, la abofeteaban, todo estaba permitido. Ángela perdió toda noción de quien y que hacía con su cuerpo, su cerebro había sido reemplazado por una mezcla de verga, semen y su propia lascivia desenfrenada. Tenía orgasmos sin control, en convulsiones, una y otra vez, y no paraba de pedir más y los hombres no tenían límites ni piedad.
Cuando empezó a amanecer ya había poco movimiento, los hombres estaban agotados de usar a la puta. Roberto la levantó agarrándola con un trapo, estaba muy cubierta de semen como para tocarla. La llevó a una ducha cerca del colchón y orinó encima de ella, que abrió la boca, varios de los hombres hicieron lo mismo. Ángela se frotaba la mezcla de semen y orina como si fuese un jabón y se chupaba los dedos. Cuando terminaron de mear abrieron la ducha, el agua estaba helada y dio un shock a Ángela, que salió de su aturdimiento lujurioso. Roberto le puso el vestido y la llevó a su casa, la dejó sobre su cama casi inconsciente. Ángela solo despertó a las cinco de la tarde del día siguiente, su cuerpo dolorido, magullado, lleno de marcas, sus agujeros destruidos. Tomó unas píldoras para el dolor, se puso crema en la concha y el culo, agua y pastillas para dormir, se durmió con una sonrisa en los labios recordando la noche anterior.
A la mañana siguiente despertó, su cuerpo ya estaba razonable, un buen baño, pidió un buen desayuno, y buscó su celular. Su cartera estaba intacta en la mesa de noche, Roberto la había dejado en el auto antes de entregarla a los lobos. Mientras desayunaba tomó el celular, y empezó a revisar los mensajes, muchos descartables, algunas fotos del estacionamiento. La que más le gustó fue una de su cara cubierta por muchas capas de semen y sus ojos vidriosos y perdidos, pero lo que la puso muy feliz fue un mensaje de Roberto: “Eres una puta deliciosa, avísame cuando estés disponible”, la respuesta inmediata fue: “Siempre estoy disponible para ti, Papi”.
Roberto empezó a cogérsela seguido, no podía negarse el placer de estar con ese hombre que despertaba en ella esas sensaciones de placer morboso y perverso, hasta que la llevó a vivir a su mansión. Ángela no era novia ni amante, Roberto tenía varias de cada una, ella era solo la puta disponible. La vida que llevaba le gustaba. Atrás habían quedado los 5 años de Derecho en la Universidad de Chile, carrera que no ejerció. Roberto le daba dinero, la dejaba hacer lo que quisiera, coger con quien quisiera, su única obligación era estar disponible para ser usada por cualquiera en la casa. Roberto reforzó su adicción al sexo con pornografía y videos de hipnosis, no sabían si la hipnosis funcionaba, pero a Ángela la ponía cachonda.
Como siempre pasa, un día Roberto se cansó de ella y la descartó, pero fue gentil, no la dejó a la deriva, la entregó a otra casa, otro patrón. El proceso se repitió y se repitió, una y otra vez, a veces eran varios meses, a veces año y medio o dos pero a cada tanto era cambiada. No le molestaba a Ángela, ella también se aburría y quería cambiar, le iba bien esa vida, pero no la quería monótona. Hasta llegar a José Patricio Echaurren habían sido varias casas, la mayoría hombres, un par de mujeres y un matrimonio, el tranquilo, ella sádica. Seguía repasando su historia mientras se masturbaba suavecito, cuando el auto salió del camino y paró detrás de unos árboles. El hombre, Luis Bustamante, la ayudó a bajar. “De rodillas” –le ordenó. Al momento el instinto sumiso la hizo obedecer. Él bajó el cierre de su pantalón y Ángela tomó en su boca la verga frente a su cara. Luis le agarró la cabeza y la enterró en el fondo de la garganta, empezó a manejar la mamada, ella empezó a masajear y retorcer sus tetas, “¡Así puta, me gusta eso, buenas tetas!” –le decía mientras le comía la verga como endemoniada. Sacó la verga, la dio vuelta y la dobló boca abajo sobre el asiento. Metió tres dedos en su concha, entraron como un cuchillo caliente en la mantequilla, los sacó y la empaló de un golpe, Ángela gimió de placer. La habían cogido centenas o miles de veces, pero seguía amando la sensación de una verga entrando en sus agujeros.
Bustamante sabía usar su verga, Ángela empezó a sentir que el orgasmo se formaba, sus gemidos se hicieron más fuertes. Él lo notó, sacó de la concha y la enculó brutalmente, los fluidos de la masturbación del viaje le habían lubricado un poco el ano, pero no lo suficiente, Ángela berró de dolor, el orgasmo retrocedió un poco. “Sí, puta, quiero que acabes con mi verga en tu puto culo” –le dijo y se metió duro hasta el fondo de su culo. El orgasmo volvió y Ángel no demoró en acabar. Un par de minutos después Bustamante le llenó el culo con su semen, tomó un trapo del piso del auto y se lo enterró en el culo. “Para que no ensucies el asiento” –le dijo.
El viaje siguió, ella sentada atrás masturbándose y acariciando sus tetas. No demoró mucho y llegaron a una zona de puerto. Entró en un portón y paró el auto en la puerta de un edificio de dos pisos. Entraron, la condujo hasta una habitación, era grande y bien equipada, una mujer estaba en una reposera viendo televisión, “Buenas noches doña Ana, está es una nueva puta para el bar, acomódela por favor, que mañana empiecen con los ajustes” –le dijo. “Bien mi Señor Bustamante” –respondió la mujer. Aquella mujer tendría unos 60 años, gorda, estaba con un bata blanca no muy limpia, preguntó el nombre a Ángela y la mandó quedar desnuda y mostrar el cuerpo. Abrió la bata, estaba desnuda abajo, las tetas le llegaban a la cintura, no estaba nada depilada, “¡Ven y lámeme la concha!” –le dijo poniéndose en cuatro. Cuando se acercó el “aroma” le hizo saber a Ángela que higiene no era una de las aficiones de la dama. Zambulló su cara en la concha peluda y fétida, empezó a trabajar, era muy buena comiendo vaginas y el piercing en su lengua aumentaba el efecto, rápido esa vetusta concha estaba mojada y los dedos de Ángela en el ano y la concha sentían como el orgasmo se formaba. Doña Ana se puso en cuatro en el piso y le dijo: “Ahora cómeme el culo”. Era casi tan peludo y más inmundo, pero Ángela ya había comido muchos viejos y sucios culos, era asqueroso, era también una degradación que la ponía caliente. “¡Méteme la lengua en el culo, cógeme con la legua!”. Ángela se esmeró, era muy buena en esas cosas. Doña Ana se tiró en el sucio piso y le dijo: “Ahora quiero acabar”. Ángela puso lengua y dedos a trabajar, la mujer le apretó la cabeza entre sus muslos gordos. Tres veces acabó, largo un rio de fluidos en la boca y la cara de Ángela. Quedo jadeando, recuperándose de los increíbles orgasmos que le había dado Ángela. Llamó a alguien y dijo que vinieran a buscar a la nueva puta, para llevarla al dormitorio. Le dijo a Ángela que el día siguiente le iban a hacer unos ajustes y en unos días más iba a empezar a trabajar en el bar.
Llegó una mujer con uniforme de guardia de seguridad, le dijo que tomara sus cosas y seguirla, Angela seguía desnuda. Unos pocos pasos y entraron en un pasillo con puertas a ambos lados, algunas cerradas, otras abiertas de cuartos vacíos, el lugar parecía desierto, preguntó a la mujer: “¿Por qué pasillo se ve lúgubre?”. “Es más de medianoche, algunas de las putas están en el bar, otras están durmiendo, ya vas a ir aprendiendo, pero el Amo Bustamante dice que tienes mucha experiencia en ser puta, que eres una zorra de alma” –le responde. Llegaron a un cuarto abierto y vacío, la mujer le indicó una cama, le dijo que esa era la se ella, que Gina era su compañera y que estaba en el bar. Era un buen cuarto, confortable y bien equipado. La mujer le acarició los pezones y la concha a la nueva adquisición, Ángela pensó que la iba a follar, tal vez con el bastón que llevaba en la cintura. “Hoy no te voy a usar, pero no pierdes por esperar. Hace mucho que no la veía a Doña Ana tan satisfecha, debes ser muy buena lamiendo vaginas” –le dijo. Cerró la puerta y sus pasos se alejaron. Ángela estaba rendida, se echó en la cama y se durmió pensando cómo sería su nueva vida como prostituta, que serían los ajustes.
La mañana despertaba y las tinieblas e iban disipando, no se dio cuenta cuando volvió Gina del bar, estaba tendida en la cama desnuda. Tenía las piernas abiertas, en su vagina se podía apreciar el semen que había recibido quien sabe de cuantos hombres. Ángela la miraba y sentía como su concha ya empezaba a humedecerse. Sin poder contenerse se acercó despacio a Gina, separó sus labios vaginales con delicadeza y empezó a saborear ese clítoris, la concha de la chica estaba abierta, señal de que se la habían cogido mucho, eso calentaba a Ángela que saboreaba los restos de semen que tenía impregnados, para Ángela era todo un deleite estar ahí lamiéndole la concha a su compañera de cuarto. De pronto, Gina se empezó a retorcer, embriaga de una mezcla somnolencia y placer. Cuando abrió los ojos vi a esta chica desconocida que hábilmente le saboreaba la concha. Lejos de alejarla separó más las piernas y las arqueó para que Ángela tuviera mejor acceso a su usada concha. “¡Vaya deliciosa manera de despertar!” –dijo Gina. “¡Me llamo Ángela y soy una puta como tú! También soy tu compañera de cuarto” –le dijo y siguió en lo que estaba. Gina gemía al sentir como esa lengua se metía en su interior, ella se apretaba las tetas y tiraba de sus pezones. “¡Ah, Ángela! ¡Se nota que eres una puta!” –decía Gina retorciéndose en la cama. Estaba a punto del orgasmo, bufaba como una sucia puta. “¡No te detengas puta!” –le decía Gina, ya invadida por el éxtasis. Solo pasaron unos segundos cuando dio un alarido de placer que retumbó en la habitación y la hizo entregarse a un exquisito orgasmo mañanero que la dejó rendida.
Ambas seguían calientes, por lo que Ángela se sube encima de la chica y le pone la concha en la boca, Gina empezó a lamérsela con rapidez, lo que despertó en Ángela las más perversas sensaciones de placer. “¡Oh, sí, qué rica lengua!” –decía gimiendo y resoplando. Sus cuerpos bañados por una tenue luz ofrecían un lujurioso espectáculo. “¡Ay, me encanta tu lengua putita!” –le decía Ángela. La respiración de Gina se dificultaba un poco pero ella seguía, quería devolver el favor a la nueva puta del bar y hacerla acabar de forma tan intensa como lo hizo ella. La tomó de los muslos y la hizo a un lado, Ángela se puso boca abajo y Gina le abrió las nalgas y le lamía el ano, la cogía con sus dedos, el desenfreno de la nueva zorra era total, gemía y pedía que lo hiciera rápido, le gustaba que le cogieran el culo. Disfrutaba endemoniadamente los dedos de Gina que entraban y salían con rapidez de su culo. Como si la compañera de cuarto lo supiera, le empezó a dar nalgadas que la hacían humedecer más y aumentaba en ella la sensación de calentura. Ya estaba el orgasmo a las puertas y Ángela acabó deliciosamente, mojándole la cama a su compañera con sus fluidos. Tendidas en la cama se besaron y se perdieron en aquella sensación de placer que seguía presente en ellas.
Pasiones Prohibidas ®
Que rico relato cada línea demuestra excitacion placer lujuria de ser tratada así como siempre exquisito Caballero
ResponderBorrarTodo un deleite...
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