jueves, 20 de marzo de 2025

97. La empleada sumisa

 

Hace 4 años mi familia y yo nos mudamos a Santiago porque en la localidad donde vivíamos no había trabajo ni grandes posibilidades de progreso. Mi marido Ernesto es camionero y yo profesora, es sabido que en el interior los sueldos son una miseria. Además tengo hijos con necesidades y no es sencillo. Mateo tiene 18 y es hijo de mi anterior matrimonio. Ernesto nunca hizo diferencias entre él y nuestros hijos en común, que son Lucas de 7, Nancy de 4 y Santino de 2 añitos. Justamente cuando nació Santi, decidimos emplear a una niñera para que me ayude con los quehaceres de la casa, ya que terminaba agotada entre el bebé y algunas horas particulares de ayuda escolar que daba en la casa de una amiga también maestra, y las 4 horas en una escuela privada.

Lo hablé con mi marido y estuvo de acuerdo en darle la oportunidad a Lourdes, una chica de 18 que se ofrecía siempre para limpiar casas, mantener jardines o para hacerle las compras a los viejitos. A pesar de sus carencias jamás abandonó los estudios, cosa que nos complacía. Los primeros días no hubo mayores complicaciones, pero la tercera semana, no sé por qué extraña razón tuve un sueño con ella, el que tal vez fue el disparador para que mi mente descarrile. Soñé que Ernesto un día llegaba cansado. Ella se sacaba las tetas para que se las manosee y en breve él le encajaba su verga en la boca. Lourdes en ese momento era dueña de unas tetas interesantes. Es morena de ojos negros, flaquita pero con unas piernas tonificadas, con poco culo, pero muy buena para el trabajo.

Nunca le impusimos ninguna exigencia. Solo que sea puntual y que nos avise si algo le ocurría cuando no venía. Creo que me gustaba su aspecto de chica desprolija, despeinada, a veces con cara de dormida, con calcitas apretadas y con agujeritos, con algunas poleras manchadas y con olor a cigarrillo en el pelo. No usaba perfumes ni se maquillaba, por lo que su aroma era natural. Como siempre estuvo dispuesta a trabajar lo que sea necesario para ganar más, pasaba mucho tiempo en casa. Me gustaba ver cuando jugaba de manos con Mateo, que a veces se pasaba y le pegaba en el culo. Yo lo retaba, y él no lo seguía haciendo. Realmente me calentaba ver esa escena o a ella ir y venir acalorada, agachada fregando los pisos o subida arriba de una silla limpiando los vidrios, porque siempre se le veía la tanguita. Ella no lo intuía, pero mi cerebro se regocijaba al humillarla. Por ejemplo, cuando limpiaba el cuarto de los niños y se encontraba con ropa interior usada de Lucas o de Nancy, cuando me preguntaba si todo estaba para lavar, se los hacía oler para que lo compruebe. También le hacía oler las sábanas, a veces mi ropa y los bóxer de Ernesto, por más que estuviesen limpios.

Me enternecía mirarla cambiarle el pañal a Santino y preparar la mamadera. Cada vez que llegaba o se iba, le revisaba el bolsito que traía. Siempre fue decente y jamás nos robó nada. De hecho, solo tenía caramelos, cigarros, una tanga, toallitas, un pañuelo de tela, algunas monedas y un celular de los años 80. Comía en casa, a veces se daba una ducha, y nunca fue de hablar mucho. Me gustaba que baje la cabeza compungida cuando le hacía creer que algo estaba mal hecho o cuando le decía que tenga cuidadito con mi hijo, que no lo ande calentando con esa manera de putita que tiene al caminar.

Una vez, mientras las dos limpiábamos el cuarto de Mateo, a propósito hice de cuenta que encontré una tanga debajo de su cama y la acusé de haberse acostado con él. Yo misma la había puesto más temprano. Sus lágrimas, su miedo y vergüenza por mi injuria me excitaron tanto que la obligué a bajarse la calza para olerla y comprobar si ambas fragancias se asemejaban. Apenas lo hice me empecé a reír diciéndole que era una broma, pero ahí descubrí su olor a orina más de cerquita, y me martirizaba más que antes. Una tarde mientras tomábamos unos mates le pregunté si le gustaría chuparle la verga a Mateo o si alguna vez se la vio parada. No supo disimular una risita pícara, aunque dijera que no. No podía creerle, porque mi hijo siempre la tiene caliente. Eso fue después de que los vi corretearse por el patio, cuando él intentaba tirarle un vaso de agua en el culo. Una vez la mandé a limpiar el baño sabiendo que Mateo se duchaba. Según ella no pasó nada aquella vez.

En el verano, un día en el que nos quedamos solas, porque Ernesto se había llevado a los niños al parque y Mateo andaba con sus amigos por ahí, como el calor era insoportable, le pedí que se quede con las tetas sueltas y mientras yo hacía dormir a Santi, ella iba y venía por el patio regando plantas, levantando juguetes y juntando los broches que el viento desparramaba. La idea de que mis vecinos la vean así me enloquecía. De repente, empecé a gritarle:“¿Qué haces así, mostrando las tetas putita? ¡Esta es una casa decente y con valores! ¡Eres una indecente de mierda!”. Le dije más improperios sin dejar de mirarle las tetas, incluso ese día se las toqué. Apenas entramos a la casa le dije que era un nuevo chiste mientras buscaba defenderse. A los 5 meses de su estadía con nosotros, le regalé un consolador, varias cajitas de condones, tres tangas, un desodorante y un celular nuevo., pero lo divertido es que todo se lo di durante la cena en la que estábamos con Ernesto, Mateo, mi cuñado Uriel, mi amiga Irene y su marido. La carita de odio y rabia de Lourdes me destrozó y más cuando les contaba a los invitados que limpia muy bien, a pesar de que siempre use la misma tanga.

Ernesto buscaba calmar los ánimos, y eso también me ponía los pelos de punta. Aún no le había contado mi sueño con ella, pero lo vi mirarle las tetas y se me antojó que fuera real. Esa noche los licores y vinos me entonaron más de la cuenta. Le pedí a Lourdes que después de ordenar la mesa me acompañe al cuarto y me ayude con Santino. Le cambió el pañal y lo durmió sin problemas mientras yo le daba un fajo de billetes y le empezaba a bajar el pantalón. Ella se resistía, pero apenas le dije: “¡Quédate quieta putita, sácate todo y pruébate esto!”. Le di una tanga negra con encajes muy fina y le exigí que la use durante toda esa semana. Mientras la veía cambiarse me toqué un poco por encima del vestido sin que ella lo note. Luego le dije que me gustaría verla preñada de mi hijo, tratando de convencerla de que es un lindo chico para ella. Sabía que no tenía novio y el olor a poco sexo que irradiaba era evidente.

Una tarde Lourdes barría el patio que da al dormitorio de Mateo y yo justo había entrado a dejarle la notebook. Lo vi que la espiaba por la ventana con una mano bajo su short. “¡Pajéate cariño, quiero que te pajees mirándola!” –le dije nerviosa y huí avergonzada. Salí al patio y mientras veía a Mateo sentado en el mismo lugar hice que Lourdes se mueva con la escoba cerca del ventanal. Vi que ella miró hacia adentro y la escuché decirle clarito: “¡Estás caliente!”. Inmediatamente me acerqué y le hice repetir eso. Se negó, pero no pudo con la presión de imaginarse despedida. “¡Perdón señora, es que su hijo se estaba tocando y vio que una mira sin querer! ¡Eso no más, le juro que no vi mucho!” –dijo sollozando. Ese día no lo soporté y le dije: “¡Vamos, ven conmigo, quiero verte chupándole la verga a mi hijo putita!”. La agarré del brazo y medio a las atropelladas entramos al cuarto de Mateo, que ya veía porno en el computador. “¡Tú apaga eso, que Lourdes te va a sacar las ganas de pajearte! ¡Dale nena, muestra las tetas y haz lo que sabes!” –le dije antes de cerrar la puerta y desaparecer. Corrí a la ventana como un huracán para no perderme nada. Vi cómo Mateo se tocaba la verga y ella le mostraba las tetas desnudas. “¡Agáchate y chúpasela de una vez!” –le grité y ella se acercó solo para masturbarlo. “¡Dale o te echo putona!” –le dije amenazándola  y entonces empezó a fregarse de a poquito la verga de mi niño por la boca, las tetas y la carita. “¡Mateo, desvístete, y tú huele toda su ropa Lourdes, hasta sus medias, y chupa toda la ropa y después comételo a besos” –le dije ordenándole. Ella se pasó toda la ropa de Mateo por la nariz, mientras él intentaba bajarle la calza y ella no lo dejaba. Eso me ponía nerviosa. Pronto se lo devoraba a besos, y mi hombrecito gemía de placer. Casi le acaba en las manos, pero apenas le pedí que se la trague, se dedicó a chuparle hasta los testículos. Mateo se la dio toda en la boca y ella se tragó el semen sin titubeos. Enseguida la fui a buscar para tomar unos mates y preguntarle si le había gustado. No respondía. Tenía las mejillas rojas y temblaba como asustada., pero cuando le pasé la mano por la entrepierna haciéndome la tonta y le toqué la calza empapada le dije que una buena mamada no se le niega a nadie y menos al hijo de la patrona.

Al tiempo le pedía que si usaba el baño no cierre la puerta. Me gustaba charlar con ella mientras la escuchaba mear. La olía toda apenas entraba a casa, la hacía lavar los pisos con la calza o el pantalón por las rodillas, algunas veces le daba besos en la boca cuando nos despedíamos y ella decía: “¡No señora, no me gustan las mujeres, no me haga esto!”. Dos veces la hice comer en tanguita sentada en el piso por haber limpiado mal el baño. Ese día estábamos solas. En realidad todo lo hacía bien la muy santurrona. Una vez por haber roto sin querer una copa, me la llevé al baño y después de darle dos chupones en el cuello, le levanté la polera y le quemé una teta con mi cigarrillo. Me gustaba su sufrimiento, que me pida por favor que no le haga daño. También le corté el elástico de su tanga con una tijera. Hubo otra tarde como tantas, en las que veía a Mateo corretearla en medio de sus jueguitos de manos. Solo que esa tarde en especial, el mocoso logró dejarla con las tetas al aire. Yo los miraba desde la ventana del living, hasta que no pude sostener el juicio. Dejé al bebé en la cunita y enfilé al patio haciéndome la enojada para llevarlos a mi habitación, por si llegaban los más pequeños. Ahí les hablé buscando sinceridad respecto de los sentimientos entre ellos. “¿Qué te pasa con ella hijo? ¿Te la quieres coger o te gustan estas tetitas preciosas?” –le preguntaba a Mateo manoseando a la pendeja, y bajándole la calcita hasta dejarla en tanga. “¿A ti putita, te calienta mi hijo? ¿Quieres esta verga tiesa adentro tuyo? ¡Eres una putita sucia! ¿Quieres que te coja o te gusta realmente?” –le preguntaba a Lourdes. Yo le había bajado el bóxer a mi hijo y tenía su verga en mi mano. “¡Vamos chicos, quiero verlos cogiendo! ¡Cógetela Mateo y tú déjate hacer todo zorrita!” –les ordené sin descaro ni moral.

Mateo no se atrevió a desobedecerme, y enseguida tomó a Lourdes de la cintura para sentarla en su falda, chuparle las tetas y colarle dedos en el culo, pero en un momento la zorrita quiso escaparse. Yo entonces la arrodillé de una contra las piernas de mi hijo, le saqué la tanga y la obligué a chuparle la verga. No le permitía respirar siquiera. Manipulaba su cabeza a mi antojo y si se atragantaba la pellizcaba, le agarraba el pelo o la amenazaba con meterle lo que encontrara en el culo. Enseguida, cuando casi vomitaba de tanto atragantarse con la verga de mi hijo la tiré en el suelo frío de una patada y perdí los estribos. “¡Cógetela Mateo, cógete a esta mierdita como se lo merece por puta, hazle sangrar las tetas, métesela toda adentro, que así es como cogen estas roñosas, son re putas, y les gusta la vega todo el tiempo¡ ¿No Lurdes?” –resonaban mis palabras en el techo alto del cuarto, mientras Mateo encima de ella se la cogía por la conchita tapándole la boca. Se la estaba cogiendo tan rico que ni reparé que me pajeaba encima de la bombacha con el jean desprendido. Alcancé mi orgasmo cuando él se la sacó y comenzó a restregarse contra toda ella para que su verga le embadurne todo el cuerpito de semen. De todas formas no lo soporté. Apenas Mateo salió satisfecho le dije a él que huela mi tanga y entonces con su respiración cerca de mi concha y mis dedos como lanzas en mi clítoris aterricé en un placentero orgasmo sin medir consecuencias e imaginado que era la lengua de Mateo quien me había hecho acabar tan perversamente.

Lourdes se fue al baño y se dio una ducha mientras yo pensaba que tal vez al salir del baño pudiera optar por renunciar por mi morbo inmanejable. “¡Esta vez fui demasiado lejos!” –pensé. Las semanas pasaban y ella seguía siempre puntual, fiel y eficiente, por más que mi lujuria también se mostraba intacta. Me fascinaba hacerla pasar vergüenza delante de los amigos de Mateo. Una vez le pedí que les muestre las tetas para que las comparen con las de sus compañeritas de escuela. Todos se babosearon. Lo menos que le dijeron fue que estaba para cogérsela. Algunas veces le pedía que le lleve el diario o el desayuno a mi esposo con las tetas medio salidas del sostén y cuando regresaba le preguntaba si le había mirado el bulto. Una vez se atrevió a decir: “¡Si la tiene como su hijo, debe ser tremenda verga! ¿No?”. Por dentro me prendía fuego al escucharla. Aunque le di una cachetada por desubicada. A esa altura era normal que se la chupara debajo de la mesa a Mateo. Solo que una de esas veces Ernesto llegó temprano, justo cuando mi niño estaba relajado viendo fútbol, con la verga en la boca de Lourdes, que no detuvo su mamada, aun en calzones. En cuanto vio la escena se quedó pálido. No pudo articular palabra, pero los dos salieron corriendo mientras yo intentaba explicarle que son cosas de adolescente, que hoy todo es sexo y solo eso. Le dejé en claro que entre ellos no hay nada para aplacar su enojo y en cuanto lo vi iluminarse otra vez le conté mi sueño. Creí que se lo iba a tomar como a una de mis tonterías. Sin embargo, dijo que si fuese por él le manosearía las tetas todos los días. Lejos de ponerme celosa, le dije que  diciéndole que quería verlo actuar,  que no dude en dejar que le chupe la verga  mamar la pija por ella si se presentaba la ocasión. Algunas noches cogimos imaginándonos a la puta niñera entre nosotros y él acababa como un condenado cada vez que yo le prometía que le iba a chupar la concha mientras él se la metía por el culo.

Este año le hicimos un asadito para que celebre sus 19 añitos. Por desgracia, casi no tenía familia, por lo que siempre nos juraba que nos sentía como tal. Esa noche Ernesto le dio tanta cerveza que todo lo que le preguntabas, ella te lo respondía. Mateo quiso saber si tenía el culo virgen, y ella dijo que no. Yo la reté porque se mandó un tremendo eructo y al cuarto o quinto, Ernesto le volcó un vaso de cerveza en la polera. No le quedó otra que sacársela y quedarse en brasier. Mateo estaba medio tomado por una botella de whisky que compartió con Elías, su mejor amigo, pero ambos se le pegaron como dos moscas, uno a cada lado, y Lourdes comenzó a pajearlos encima de la ropa, con los ojitos brillantes y los jadeos al rojo vivo. “¡Uy, vergas de varones calientes, qué rico!” –dijo al tiempo que yo de los nervios estrellaba una copa en el suelo. “¡Bueno, bueno! Pero, ¿tú te la comes toda o eres solo palabras?” –preguntó Ernesto. ¡Hasta que no me dan lechita no dejo de chuparla, porque soy re cochina, como la patrona quiere! ¿Cierto señora?” –dijo, dirigiéndome una mirada tierna. ¡Bueno, sácala Elías, que quiero ver cómo te l chupa!” –dijo Ernesto. El muchacho se apoyó en la mesa para bajarse el pantalón. Lourdes le dio unas 6 o 7 chupadas a fondo entre que se ahogaba, tosía, se reía descolocada y pajeaba a Mateo, pero Elías no sabía contener su semen precoz y allí Lourdes nos enseñó cómo se la tragaba sin reproches. “¡Mateo, llévala al baño y que te haga acabar en las tetas!” –ordenó Ernesto, cada vez más borracho. Por suerte esa noche los más chiquitos estaban con sus abuelos. A los minutos Lurdes volvió con el sostén manchado de semen, tambaleando y con ganas de más. Le dije que se quitara las zapatillas y que besara a los muchachos. Como vi que mi esposo se aburría le ordené a la putita que se las chupe a los dos y a la vez que ella cumplía mis reglas fatales. ¡Chúpasela bien a los muchachos putita asquerosa!” –ordenó Ernesto, que parecía tener tantas perversiones ocultas como yo. La tanga ya no le absorbía más fluidos

Mateo le cogía la boca y Elías le estrujaba los pechos, cuando Ernesto se incorporaba para ver mejor y ni bien su hijo volcó su esperma en lo hondo de su garganta, se acercó a Lourdes y le dijo: “¡Te espero en mi cuarto putita sucia!”. Esa noche el alcohol quiso que Ernesto solo sea capaz de dormir y Lourdes se fue a su casa apenas terminamos de ordenar el quincho.

En esos tiempos ya era la putita para quien yo quisiera. Una vuelta se quedó a dormir mi hermano Fabián, porque su mujer lo echó de su casa. La primera noche le puse perfume de bebé en las tetas a Lourdes, le mostré 50 mil pesos y le dije que fuera a su cuarto en tanga, que le frote las tetas y la cara en la verga, que lo pajee por debajo de la sábana y lo haga acabar así. Por supuesto, yo siempre cumplía con el dinero. Al despertarse mi hermano y ver lo que la zorra estaba haciendo, no se aguantó las ganas de cogérsela y la tomó por la cintura, haciendo que apoye su cara contra el colchón, quedó en cuatro y sin decir nada mi hermano le ensartó la verga, la muy puta gemía como loca y pedía que se la cogiera con fuerza, mi hermano era un maldito salvaje y le daba verga con tanta fuerza que casi la hacía arrastrar por la cama. Luego hizo que se la chupara y le echó el semen en la cara, la muy puta salió con la cara llena de la leche de mi hermano, yo estaba tan caliente que la tome del rostro y la lamí para luego besarla y compartirla con ella.

Un sábado, apenas terminó de limpiar los vidrios la senté en la mesa y le saqué el pantalón. Sabía que Aldo y Pedro, dos amigos de Ernesto estaban por llegar. No podía moverse hasta que eso sucediera. Entretanto yo le hacía masajitos en la conchita, le lamía el cuello y le pegaba cada vez que su olor a pis me sacaba de quicio. Le vendé los ojos y apenas llegaron los hombres, la hice gatear por todo el living. Se chocaba con lo que encontraba, hasta que dio con la verga de Pedro y se la metió en la boca de una. Mi marido quería que sus amigos la conozcan, por lo que ni bien entraron al living se bajaron los pantalones. Aldo se le ubicó detrás para ensartarle la verga en esa vagina desprejuiciada. La bombeaba rápido y cortito, haciendo chocar con brusquedad su cabeza contra el pubis de Pedro, al que por poco se la mordía. “¡Quiero que se la cojan y se diviertan con esta sirvientita calentona, y que la llenen de semen!” –les dije. Ahora los dos la tenían contra la pared y ella de rodillas chupándoselas, a ella le gustaba hacerlo aunque no sabía quiénes eran sus perversos invitados. Ellos se reían cuando yo le preguntaba a Lourdes si tenían mucho olor a bolas, o a culo cuando se daban la vuelta para que ella les lamiera el culo.

De nuevo Ernesto llegó temprano, justo cuando ella les lamía los testículos y los pajeaba, pero como ella seguía cegada por la venda, yo le hice gestos para que no hable y se la meta derechito en la boca. Aguantó a que Pedro y Aldo le acaben en las tetas y la acorraló contra la misma pared para invadirle la garganta con su exquisita verga, Lourdes le sacó hasta la última gotita de semen en dos minutos. Apenas mi marido le destapó los ojos le ordenó que se vista así como estaba y que salga a barrer las hojas de la vereda.

Empecé a pagarle casi el doble para que todas las mañanas le chupe la verga a Mateo antes de que se vaya, para que espere el colectivo que la llevaba a su casa con la calcita rota en la nalgas y sin sostén, para que baldee el patio desnuda sabiendo que los vecinos la acechan con la mirada y hasta para que me chupe la concha cuando me place. La primera vez que lo hizo ella estaba lavando los platos y yo reunida con dos amigas en el living, aplastadas en el sillón. Estábamos por preparar licuado, pero antes les hice un gesto de complicidad a Natalia y a Liliana, y la llamé. Lourdes vino enseguida con su culo apretadito y se lo ordené: “¡Lourdes, arrodíllate entre mis piernas, córreme la tanga y lámeme la concha!”. Las chicas celebraban mi pedido con grititos eufóricos mientras Lourdes permanecía tiesa. “¡Dale puta, si eres cerda, si quieres te pago el triple!” –le  dije. Ahí no tuvo otra que aceptar. Sus labios entraron incluso en mi vagina en un besuqueo lento y pausado, su lengua se fundía entre los fluidos que mi propia ansiedad generaba y mis gemidos no podían apaciguarse. Lili y Naty miraban asombradas, riéndose como buscando la forma de que no fuera real todo lo que les decía mientras la lengua de esa zorrita me llevaban inexorablemente a un orgasmo letal. Yo me apretaba las tetas y mis amigas no perdían detalle de como la lengua de la putita Lourdes me regalaba un intenso orgasmo. Al parecer las chicas se prendieron al ver la destreza de Lourdes y se estaban tocando por encima de la ropa. “No puedes desatender a mis invitadas. ¡Cómeles la concha a las dos! Si tienes suerte, te podemos hacer algo las tres” –le dije. Sin pensarlo mis amigas se quedaron desnudas, le ordené a Lourdes que se desnudara también, obediente lo hizo y yo también me quité la ropa. Me tiré en el sillón al lado de Lili y Naty, la zorrita de Lourdes s alternaba un rato cada una lamiendo y metiéndonos los dedos, estábamos eufóricas al ver como la puta nos atendía y nos metía sus dedos. Mientras estaba lamiéndome la concha mi lengua se desató y le decía a mis amigas: “No sabes cómo le chupa la verga a Mateo y como se la cogió mi hermano. Ernesto se la metido y ella se la chupado, la muy puta, incluso unos días atrás se la cogieron dos amigos de Ernesto”. “Sí, que salió puta la chica esta” –dijo Naty. Ni yo supe cómo frenar tantas confesiones. Luego ninguna de las tres nos pudimos contener y acabamos riquísimo en maos de un delicioso orgasmo, como soy una mujer de palabra y la puta se había portado bien, me paré y fui al refrigerador, traje dos zanahorias y mis amigas se las metieron por sus agujeros, su premio era ser cogida por esos vegetales. Lili y Naty no tuvieron consideración y se la cogieron con fuerza, haciéndola gritar. “¡Eso puta, grita!” –le decía haciendo que la zanahoria entrara por su culo con rapidez. Naty por su lado estaba dándole por la concha con la misma rapidez que Lili.

Yo me masturbaba viendo como mis amigas hacían delirar a la puta de Lourdes, estaba tan caliente que mis dedos se metían solos en  mi conchita que dejaba escapar abundantes fluidos. Mis gemidos se unían a los de Lourdes, aunque se hacían agónicos eran intensos. La zorrita estaba sacudiéndose en un violento orgasmo que la hizo caer tendida en el sofá. No le di descanso y le ordené que lamiera mi concha y me hiciera acabar; casi sin fuerzas se acercó y sacó esa lengua de perra para lamer tal como se le había indicado. A pesar de estar agotada, la zorrita sabía hacer muy bien su trabajo y su lengua se movía con la misma intensidad del principio, dándole estimulantes masajes a mi clítoris hinchado y bebiendo mis tibios fluidos. Estaba enloquecida, presa del placer de esa lengua, que tuve un delicioso orgasmo que me dejó temblando. “¿Así está bien señora? Se la chupo más?” –me preguntó con inocencia. Su lengua entró y salió de mi concha sin control,  sus dientes me hacían dar saltitos en el sofá, su saliva mojaba mi culo como los flujos que se me acumulaban y mis piernas eran más fuertes cada vez para que su cabeza no intente fugarse de mi vagina. ¡Hasta le hice tomar leche de mis tetas para que la vierta en mi concha! La que la puta seguía lamiendo. Naty y Lili estaban con las piernas entrelazadas en el piso frotándose las conchas, estaban tan calientes como yo, que cuando acabaron, sus fluidos terminaron en el piso, los que Lourdes limpió con su lengua.  Yo acabé en la boquita, aquel día hasta aullaba de placer viendo a mis amigas perdidas en la calentura, cosa que desconocía de ellas.

Hubo una noche en que la encontré chupándosela a Ernesto en mi cama. Yo me hacía la enojada y mientras no le dejaba soltarle la verga, le pegaba en el culo con un cinturón, la desnudaba con violencia, le escupía la cara, la agarraba del pelo para besarla en la boca frenética y le mordía las nalgas pajeándola con un desodorante, total ya sabía lo que era meterse cosas por los agujeros, asi que la zorra gemía y disfrutaba de la verga de mi esposo. Le ordené que se le suba a Ernesto y que se lo coja. Mientras su cuerpito saltaba embriagado en sudor yo le comía las tetas y ella degustaba mi bombacha o el bóxer de Ernesto, además de soportar mis pellizcos en los pezones y las mordidas. No hubo forma de evitarlo, ¡Ernesto eyaculó adentro de esa conchita sucia! La arrodillé en la cama para obligarla a comernos la concha y la verga a los dos que estábamos de pie frente a ella y en cuanto él volvió a tenerla más dura que antes le pedí que se la meta por el culo en esa posición mientras yo la sostenía. Primero yo le chupé la concha para saborear el semen de Ernesto mezclado con sus fluidos de putita y luego se la empezó a meter en ese culito sudado y dilatado. Le costó que entrara con facilidad, pero pronto se acompasaban lentamente. Ella gritando de dolor, incluso por mis mordidas a sus pezones, ya cada vez se la metía más adentro, hasta que le entró toda. “¡Dale puta, disfruta, coge así de rico zorrita! ¡Así que gime, mójate toda!” –le decía, ella obediente gemía como una loca al sentir como la verga de mi marido se le clavaba entera en el culo. “Rómpele el orto papi! ¡Cógela bien salvaje! ¡Hazla tu sucia puta, como a las que te coges en el camión!” –le decía a Ernesto, quien no perdió tiempo y se la metía con fuerza. Lourdes gritaba de placer, aullaba como una perra en celo. Yo alentaba a mi marido, hasta que el ritmo fue tan intenso que pronto la dejé caer al suelo con él encima, que no paraba de metérsela. Ella se meaba, sangraba su frente tras pegarse con una mesita y lloraba pidiendo mi ayuda, pero no la socorrí. Observaba las envestidas de Ernesto en ese culo servicial y me gustaba que la fuese arrastrando por el piso sin frenar el ritmo ni la rudeza con la que le metía los dedos en la boca luego de sacarlos de su vagina. Yo no paraba de tocarme. Pero en cuanto acabé sentí que el peso de la ley podría caer sobre nuestro hogar si esta mugrienta nos denunciaba, mientras mi esposo le daba semen en la boca.

Lourdes sigue en casa. Todos vivimos bajo el mismo techo y juntos seguimos sometiendo a la putita, que cada vez se ha vuelto más complaciente, ya no usa ropa, siempre está desnuda esperando a que alguno de los tres la quiera usar, siempre está dispuesta a coger cuando se lo ordenamos.

Mañana Lourdes cumple 20 años y todavía no hemos pensado en su regalo. Mi hermano sigue yendo a casa para cogérsela y yo me pajeo viendo como se la mete por sus orificios, incluso hasta me he unido para recibir la verga de mi hermanito en mi culo, eso me pasa por caliente. Se ha vuelto una puta que ha pasado por todos quienes nos visitan y ella siempre servicial lo hace sin oponer resistencia. No se imaginan lo que nos calienta a Ernesto y a mí saber que es toda una puta nuestro servicio, siempre consiente nuestras fantasías más perversas. No nos importa que ella consienta o no nuestras fantasías prohibidas. Ernesto casi todos los sábados ni bien llega de la ruta y él la complace mientras yo me lleno con sus pezones y los fluidos de su conchita. Nos mata de placer verla fácil, sucia y con carita de hazme tuya cuando quiere sexo.

 

 

 

 

Pasiones Prohibidas ®

1 comentario:

  1. Huy que maravilla de relato fue exquisita cada línea llena de lujuria y perversión con esa niñera que rico como siempre Caballero excelente

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