sábado, 22 de marzo de 2025

98. Disfrutando a mi vecina en pandemia


Durante el encierro por el COVID se han dado todo tipo de situaciones sexuales, no hay duda. A mí en particular se me dieron tres. La primera comenzó una tarde cuando fui a la lavandería del edificio donde vivo y me encontré con una vecina de  mí mismo piso. Solo nos habíamos cruzado un par de veces, siempre saludos cordiales pero nada más. Yo sabía que vivía en el departamento “C” y nada más. “Hola, ¿cómo estás?” –la saludé mientras ella sacaba la ropa de la secadora. Hola, como ves, disfrutando salir por lo menos del departamento” –dijo en alusión al encierro forzado que nos hacía tener el gobierno. “Si, es frustrante” –dije mientras ponía mi ropa en la lavadora. “Sí, para colmo mi pareja está en el exterior, no puede regresar” –dijo, para mi fue sorpresa por un comentario tan personal. “Me imagino, ojalá que pronto podamos regresar a nuestra vida normal” –dije educadamente. “Chao, nos vemos” –dijo ella y se fue.

Me quedé a esperar que se lave la ropa y cuando terminó al ponerla en la misma secadora que ella había usado, encontré una tanga minúscula, casi un hilo. La tomé, puse mi ropa y fui hasta su departamento para entregarla mientras se secaba la mía. Toqué a su puerta y ella abrió. “Hola nuevamente. Encontré esta prenda en la secadora que usaste, por lo que supongo que es tuya” –dije entregándosela. Ella al verla se ruborizó. La tomó entre sus manos como queriéndola ocultar. “¡Qué vergüenza! Sí, es mía. Gracias por molestarte en traerla” –dijo aún ruborizada. “Por favor, no fue molestia. Nos vemos” –dije. “Espera, somos vecinos y ni se tu nombre. Yo soy Pía” –dijo extendiéndome la mano. “Es cierto, así es la vida ahora, vecinos y ni sabemos nuestros nombres. Soy Marcelo” –le dije estrechando su mano. “Un gusto Marcelo. Y gracias nuevamente” –dijo con una sonrisa. “No tienes porqué agradecer, peor hubiese sido encontrar los calzones de la mujer del quinto piso” –le dije sonriendo. Ella largó la carcajada. “Eres muy malo, pobre mujer” –dijo riendo.

Pasaron un par de días y estaba por salir a hacer las compras cuando ella bajaba del ascensor trayendo ropa de la lavandería. “Hola, ¿necesitas que revise la secadora?” –pregunté sonriéndole. “Hola, no me avergüences más. Revisé dos veces” –dijo poniéndose colorada de nuevo. “Voy a hacer algunas compras, al supermercado y a la farmacia. ¿Necesitas algo? Digo, así no te expones” –le dije. “Gracias Marcelo, no, por ahora nada que puedas comprarme” –dijo poniéndose más colorada. “En serio, no tengo problemas.” –le dije. “Es que es un producto femenino, y…” –dijo sin terminar. “¿Y un hombre no se atreve a comprarlo? No es mi caso, pero no quiero incomodarte” –le dije con una sonrisa cordial. “¿En serio no tienes problemas? A mi pareja ni loca le puedo pedir” –me dijo. “¿Chico, mediano o grande?” –pregunté. “Mediano” –respondió. “Ok. En un rato te los llevo” –le dije y salí a comprar. Cuando volví, dejé mis cosas en mi departamento y fui a llevarle su pedido. “Mil gracias Marcelo, pero pasa, por lo menos te tengo que invitar un café por el favor” –dijo con una sonrisa. Entré al departamento, era de tres ambientes muy bien arreglado. “Siéntate, ¿prefieres café, un jugo, té?” –me repreguntó. “Café por favor” –le respondí. Charlamos bastante, me contó que su pareja hacía 4 meses había viajado a EEUU por la empresa y no podía volver, que ella era diseñadora gráfica y trabajaba desde su casa. Yo por mi parte, que era soltero y también trabajaba desde casa. Después la conversación fue al tema dominante, el COVID, la economía y otros. Cuando me iba me dijo: “Espero que no te incomode lo que voy a preguntar: ¿Quieres venir a cenar? Hace mucho que ceno sola y así por lo menos se hace menos pesada la situación” –dijo con algo de dudas. “Sí, claro. Yo también llevo meses comiendo solo” –le respondí.

A la tarde fui hasta una panadería y compré una torta de chocolate para llevar. Cuando golpee la puerta y abrió, casi me caigo de espaldas. Estaba con un vestido muy corto y casi transparente. No llevaba brasier, por lo que sus pezones se marcaban a la perfección. “Hola” –dije con la voz cortada. “Hola, pasa Marcelo, ya conoces, ponte cómodo” –dijo. “Gracias. Espero que seas golosa, digo, que te gusten los dulces” –dije mientras le daba la torta. “Sí, soy golosa y si me gustan los dulces” –dijo mirándome a los ojos. Tomó la torta y la guardó en el refrigerador. Mientras cenamos me contaba de los lugares que había visitado en sus vacaciones, donde pensaba irse en las próximas y su sueño de conocer el caribe. Estábamos en eso cuando sonó su celular, miró la pantalla, bajó el volumen de la llamada y dijo: “No es momento”. Dejó el celular en la mesa. Mientras lo hacía pude ver que la llamada era de “AMOR”. Durante la cena tomamos una botella y media de buen vino. Al final de la cena Pía parecía estar algo alegre por el vino. “Te parece si nos sentamos en el sillón, bajamos un poco la comida y luego comemos a esa torta” –me dijo. Estuve de acuerdo y nos sentamos. Cada momento Pía se soltaba más. “Hace dos años, fuimos a Cancún, hermoso lugar. Toda la semana de fiesta. Mi pareja volvió destruido. Había tantos hombres lindos, y bueno, en la noche lo agarraba a él. Aunque una tarde” – dijo y guardó silencio. “Dale, no dejes de contarme” –le dije con curiosidad. “Es que, bueno, salí de la piscina para ir a buscar una crema a la habitación y en el ascensor subí con una pareja colombiana. Ella una bomba, pero él, un dios Griego, te juro. Antes de darme cuenta le estaba chupando la verga y la chica metiéndome mano sin parar. El hijo de puta paró el ascensor entre dos pisos hasta que lo hice acabar con mi boca. Volvió a hacer andar el ascensor y me bajé en mi piso con una calentura que no te das idea. Aunque me hice tremenda paja, esa noche casi lo maté a mi novio cogiendo”. “Esas son buenas vacaciones” –le dije.

Ella se paró, puso algo de música, fue a buscar la torta, sirvió dos porciones y sin preguntarme nada, dos copas de champagne. “Esta torta esta genial, bien dulce, como me gusta” –dijo mientras levantaba su copa para brindar. “Y tú, Marcelo, ¿supongo que tendrás tus historias?” –me preguntó. “No te creas. Hace rato que no estoy de novio” –le respondí. “Ah, ¿o sea que yo sería la única infiel entonces?” –dijo mirándome fijamente mientras se levantaba y tomando mi mano para ponerme de pie. Comenzó a bailar muy sensual o sexualmente pegada a mí, mientras sus brazos rodeaban mi cuello. Me quedé sin palabras. Ella apoyó su cabeza en mi hombro y comenzó a morderme y chuparme el lóbulo de la oreja, sin dejar de frotarse contra mi cuerpo. Mi verga se paró de inmediato y ella lo notó, haciéndomelo saber con una sonrisa mientras miraba mi pantalón. “Ni pienses que estoy borracha, pero algunos hombres se asustan si la mujer toma la iniciativa” –me dijo sonriendo. Se puso de rodillas, desabrochó mi pantalón y se puso a chupar mi verga. Lo hacía de maravilla, pasaba su lengua y la metía toda en su boca, para después chupar mis testículos y masturbarme. Estuvo un rato, hasta que se paró y sin soltar mi verga me guió a su dormitorio. Entramos y ella se sacó el vestido quedando solo con la tanga que yo había encontrado en la secadora. “¿Te acuerdas?” –me preguntó haciéndose la inocente. “Por supuesto” –le dije y la hice tenderse en la cama. Me terminé de quitar la ropa y fui directamente a su concha con mi boca. No había pasado un minuto que ella gemía como loca y tiraba de mis cabellos. “¡Qué lengua más pervertida tienes hijo de puta! ¡Me vuelves loca lamiéndome y metiéndola en mi concha!” –me decía. Me puse arriba de ella haciendo un 69 y ella se prendió a mi verga como loca. Yo levante sus piernas y la penetraba con mi lengua sin parar. “¡No pares, por favor, no pares!” –decía entre gemidos. Por supuesto que no paré hasta que tuvo un orgasmo. Después mi lengua se puso a jugar con su ano, sus gemidos se hicieron más fuertes y sus labios apretaban mi verga con todo. “¡Ay Marcelo, ya me tienes muy caliente” –me dijo sin parar de gemir. Mi lengua empezó a entrar en su ano y ella apretaba mis nalgas mientras hundía mi verga hasta su garganta. Le ensalivaba su orto, metí mi dedo índice en su culo. “¡Me vas a hacer mierda!” –dijo. Lo comencé a sacar muy lentamente. “¡Ni se te ocurra sacarlo! ¡Deja ese dedo donde está!” –dijo en tono sensual. Volví a metérselo ahora completo, ni bien sintió que había entrado todo, tuvo otro orgasmo. Yo jugaba con mi dedo mientras chupaba su concha y humedecía otro dedo en su concha. “No puedes ponerme tan caliente, me sacas orgasmo tras orgasmo desgraciado.” –dijo mientras le enterraba dos dedos en su culo. Estuvimos un rato más así, hasta que la puse en cuatro. Estaba por enterrar mi verga en su caliente vagina cuando vi un consolador sobre el velador. Ella me miró tomarlo y no atinó a decir nada, ya lo tenía ensartado en el culo y mi verga en su concha. “Para lo que haces, no aguanto tanto placer” –dijo. No le hice caso y aumentaba mi velocidad, mientras le daba alguna nalgada. Mi verga ocupaba cada centímetro de su vagina. Cuando acabé, ella me siguió con un orgasmo brutal. Mi semen salía de su vagina y ella la juntaba con su mano para luego chuparla. Cuando saque mi verga, también salió el consolador. Me acosté y ella se tumbó a mi lado. “¡Me hiciste gozar con todo! ¡Eres una bestia en la cama!” –dijo.

Ella trató de levantarse para buscar champagne y se tuvo que apoyar en la pared por los temblores en sus piernas. Tomamos más champagne y me dijo con una sonrisa traviesa: “Si no te molesta, voy a necesitar que vengas a cenar una o dos veces por semana, mínimo”. “No tengo ningún problema, te aseguro que va a ser un placer. Por lo menos hasta que vuelva tu novio” –le dije. “Cuando vuelva, yo te visitaré” –dijo mordiéndose el labio.  Un rato después, me comenzó a chupar la verga. Me miraba y su calentura subía cada instante. De pronto, giró un poco, dejando su culo a mi lado. Tomó su consolad0r y de a poco se lo metía por el culo. “¡Que fácil que entra! ¡Sí que me lo abriste desgraciado! Nunca lo había probado por acá. Me pone loca chuparte la verga, masturbarte y mostrarte como me meto mi consolador en mi orto. ¡Estoy poniéndome muy puta!” –me decía. Puso dos almohadas en la cama y se acostó boca abajo, con su culo empinad y mostrándome como se metía y sacaba el consolador. Me puse detrás de ella y acerqué mi verga su ano, tratando de meterla junto al consolador. “¡Ni se te ocurra! Me vas a reventar el culo” –dijo casi gritando y sacó el consolador. Yo aproveché y le enterré toda la verga de una. Ella dio un grito ahogado por las sabanas y abrió más su culo con las manos. Gemía como loca, pedía más, apretaba sus tetas y mordía las sabanas. Entre más fuerte se la metía, más pedía que no me detuviera. “¡Me tienes tan caliente!” –me decía. No solo ella estaba caliente, también yo y me movía más rápido, quería que se hiciera adicta a mi verga. Sus gemidos eran sin duda música a mis perversos oídos, me encantaba esa forma salvaje de gritar y también esa candente forma de seguir mis movimientos para tener siempre mi verga dentro. A los pocos minutos ya estaba teniendo otro delicioso orgasmo que la hacía resoplar de placer, a los segundo acabé en su culo. Caí sobre ella y por un rato nos quedamos así disfrutando perversamente del éxtasis que produce el placer de una rica cogida. “Marcelo, sí que eres una bestia cogiendo y tienes una pinta de tiernito que asusta. Parece que ni sabes lo que es el sexo, pero le puedes dar cátedra a muchos, incluso a mi novio” –dijo Pía. “No es para tanto, pero igual se agradece el elogio” le respondí.

Esa fue la primera vez de muchas y la puerta a otro tipo de encuentros. No había momento del día en que no estuviéramos cogiendo como locos, casi siempre nos juntábamos en la lavandería y nos poníamos a coger, aun corriendo el riesgo de ser descubierto por alguien, pero eso no importaba, muchos de los vecinos pasaban más encerrados que deambulando por el edificio, lo que era perfecto para que nuestra perversión se manifestara en cualquier rincón. Pía era toda una puta, incluso varias veces cogimos cuando ella hablaba por teléfono con su novio y le decía que se estaba masturbando pensando en él, aunque era yo quien le arrancaba esos endemoniados gemidos que el cornudo pensaba eran por él.

 

Pasiones Prohibidas ®

1 comentario:

  1. Waooo me gustó tanto este relato... Es justo lo que deseo con una vecina cercana... Gracias.

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