martes, 27 de mayo de 2025

119. La bella vecina de al lado

 

Soy un joven y exitoso empresario, lo que me permite gozar de una propiedad en un sector acomodado en la ciudad de Santiago de Chile. Vivo solo, un día festivo de verano, estaba en el patio cerca de la piscina disfrutando de una cerveza helada, las propiedades acá no están divididas por muros, sino por simples cercas o setos.

Mientras trataba de acomodarme para sufrir no los fuertes rayos del sol, apareció entremedio donde los setos dejan un espacio la hija de mi vecino.  La conozco desde que llegué a vivir aquí hace ya varios años. Era una chica de edad no tan inocente pero por ser parte de una familia conservadora, parecía una niña aunque bordeaba los 18 años. Tiene un cuerpo sensacional, un par de tetas que despiertan el morbo en cualquiera que la mire, un culo  que hace perder la razón y su pelo castaño, un rostro adornado por unos hermosos ojos verdes.  El año pasado su bikini le andaba un poco grande, este año parece que es de una talla menos, sus curvas se escapan y resaltan envueltas en la delgada tela que cubre su infartante cuerpo. Como ellos no tienen piscina, normalmente ella hace uso de la mía con mi permiso tácito de hace tantos años atrás. Ella se llama Laura.

Laura mide cerca de 1.70, porque los setos miden 1.80 y ella es ligeramente más baja. Se veía sonriente. “¡Hola, tío Víctor!” –me dice con esa preciosa sonrisa dibujada en los labios. “¡Hola pequeña!” –le respondí. No tengo ningún parentesco con ella, pero desde pequeñita que me ha llamado tío y para mí eso no tiene importancia alguna. Levanté una de mis manos mientras daba un sorbo a mi cerveza  en forma de saludo.  Sabía que ella me saludaba por su interés en hacer uso y abuso de mi piscina que era la más grande del sector. A veces traía alguna de sus amigas y para mí era una agradable distracción ver esos jóvenes cuerpos femeninos. “¿Vas a venir a  nadar?” –le pregunté.  “Bueno, si me dejas. Hace mucho calor y estaba aburrida en casa” –me responde. “Pues sí, la piscina no se ha movido, está ahí. ¿Le avisaste a tus padres?” –le dije. “¡No están en casa! Fueron donde unos amigos y estoy sola” –respondió.

No sabía si me estaba diciendo la verdad o no, a veces me parecía que sus padres me la mandaban para poder estar ellos solos. Escuché por ahí que ellos tenían una vida sexual bastante activa y saludable, era sorprendente de que tuvieran solo una hija. “Víctor, voy a casa a buscar mi toalla” –dijo sonriendo. “Bueno, recuerda puedes venir cuando quieras” –le dije. La vi que desapareció entre los setos y al cabo de unos cinco minutos volvió envuelta en un pareo, una toalla en sus manos y seguida de cerca por Toqui, mi Pastor Alemán. Debo decir que casi me atraganto con la cerveza cuando la vi. Se había cambiado de bikini y este era de color beige, pequeñísimo y que la hacía parecer que estuviera totalmente desnuda, la parte superior cubría apenas las areolas de sus senos jóvenes y redondos y, cuando dejó caer el pareo mis ojos casi salieron de mis orbitas. La parte frontal de ese bikini prácticamente no cubría nada, se formaba una especie de plisa que mostraba la hendedura de su coño diminuto y calvo, la parte posterior era un hilo en medio a sus glúteos jóvenes y firmes. “¿Tus padres te han comprado ese traje de baño?” –le pregunté con curiosidad. “No, lo compré yo con la Visa de mamá” –me respondió.

Como dije anteriormente, conozco a Laura desde algunos años, pero solo ahora me doy cuenta de que se ha convertido en una hermosa joven, debí haberlo notado antes, porque no es primera vez que viene a nadar, pero otras veces había otros chicos y chicas a su alrededor. Lo que no recordaba absolutamente era este nuevo y revelador bikini, siempre la había visto con trajes de una sola pieza. Ahora me sonreía dándose cuenta de que se me caía la baba mirando su esplendor de joven mujer. También sonreía a Toqui que corría y saltaba alrededor de ella, de vez en cuando saltaba sobre ella casi haciéndola perder el equilibrio. La chica se defendía hábilmente de las cargas del perro, mientras jugaban más se acercaban a mí. “¡Ay! perro tonto, me rasguñas” –le decía  a Toqui, pero no había enojo en su voz. Le encantaba visitar mi piscina, pero también le fascinaba aún más jugar con Toqui. Ella simplemente amaba a ese tremendo animal y jugaba casi siempre con él, a veces se lo llevaba a su casa. Para mi estaba muy bien, ya que me evitaba tener que sacarlo de paseo regularmente. “¡Cálmate Toqui! ¡Échate!” –le ordenó. El gigantesco animal sumisamente se dejó caer sobre la hierba obedientemente, movía su exuberante cola y la miraba con devoción con su lengua de perro colgando a mitad de su hocico. “¿De verdad no te interesa?” –me preguntó Laura parándose frente a mí en forma inconsciente con sus piernas abiertas y sus manos en sus sinuosas caderas. Detrás de mis oscurísimas gafas de sol podía admirarla imperturbable y descaradamente, desde sus ricas tetas, pasando por esa ligeramente pronunciada vagina, sus largas piernas y las uñas de sus pies finamente pintadas. Me di cuenta de que su nuevo bikini le serviría solo para este verano, para el próximo año será demasiado chico para esas formas que se desarrollaban inexorablemente. “Para nada. No, de ninguna manera” –me apresuré a contestar algo incómodo, porque repentinamente sentí que mi verga se estaba poniendo dura. Traté por todos los medios de ocultar mi creciente erección, porque no quería que esta pequeña adolescente se diera cuenta que me estaba calentando con su ingenua y sexi pose. “Ve  y báñate todo el tiempo que lo desees” –le dije. “Gracias, tío” –me dijo sonriendo y acercándose a besar mi mejilla. En varias ocasiones le había pedido que me llamara por mi nombre de pila, pero ella insistía en llamarme “tío”, claro que me daba del “tú” todo el tiempo. “¿No quieres darte un chapuzón también tú?” –me dijo con su voz insinuante y sensual, puse la fría botella de cerveza sobre mi creciente verga para aplacar su crecimiento. “No, déjame aquí que estoy bien y tranquilo” –le respondí sonriendo. Era cierto que tenía calor, pero no era solo por el candente sol, ella me hacía subir mí temperatura corpórea. Además, desde mí reposera podía seguir admirando toda su lujuriante belleza, vestida en ese diminuto bikini que resaltaba toda su belleza. Se giró y caminó hacia el borde de la piscina moviendo sus apretadas y redondas nalgas. Por un momento pensé que lo hacía de propósito para excitarme. Si era así, había tenido un éxito rotundo pues mi verga estaba dura como palo. Traté de desechar todo pensamiento lascivo.    ¿Qué interés podría tener esa pequeña niña en un hombre de treinta y ocho años? … prácticamente el doble de su edad y me pareció absurdo.

La vi que desaparecía bajo el agua con una estupenda zambullida, para aparecer unos metros más allá con sus dorados cabellos chorreando agua. Una sonrisa feliz y despreocupada se dibujaba en sus carnosos labios. Me levanté y fui a buscar otra cerveza, la que sostenía en mi regazo se había entibiado con la proximidad de mi pene caliente, volví con la bebida y un libro y acomodé la silla de jardín para tener una vista privilegiada de la muchacha. Fingí leer, pero mis ojos estaban pegados en la adolescente mientras ella giraba por el jardín en modo audaz y ciertamente exhibicionista. Se zambullía repetidamente y nadaba realizando figuras, muchas de esas consistían en dejar a flote solo la redondez de sus firmes nalgas fuera del agua. Luego salía y caminaba seductoramente para luego volver a zambullirse, no podía dejar de mirarla y observar la ingenua inocencia de sus movimientos. Terminé mi cerveza otra vez y me levanté en busca de la tercera. “¿Quieres un jugo o una bebida, Laura?” –le pregunté a la sensual jovencita. “Sí, algo de naranja o pomelo” –me respondió mientras con una mano apartaba sus bañados cabellos de su hermoso y juvenil rostro, mirándome significativamente con sus ojos claros. Entré en la cocina, saqué mi cerveza y una botella de jugo de naranja, además de un vaso limpio para ella. Laura  había salido de la piscina y se estaba acomodando en una reposera frente a la mía, comenzando luego a secarse. Puse la bebida en una mesa junto a ella, versé un poco del líquido en un vaso y se lo ofrecí: “Ten y bebe, por favor” –le dije. “¡Oh! Gracias, tío” –me sonrió agradecida, abrí mi botella y me senté en mi silla. Laura levantó su vaso y comenzó a sorber el líquido fresco y chispeante. Por el rabillo del ojo y oculto tras mis oscuras gafas, la miré descaradamente mientras yacía medio recostada en la silla, todavía algunas gotas de agua se deslizaban por su piel desnuda y bien bronceada. Mis ojos se situaron a mirar sus tetas. Se notaban claramente sus diminutos pezones a través de la delgada tela de su bikini, seguramente estaban duros por el agua fría de la piscina. Se me puso la piel como de gallina y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tratando de escapar de mis pensamientos lujuriosos, le pregunté sobre sus cosas de colegio y ella inició una alegre conversación comentándome todo tipo de cosas, pero yo no le prestaba mayor atención, yo estaba más interesado en el bellísimo cuerpo de la chica, no dejaba de notar el tamaño de su pequeño bikini, muy bien podría estar desnuda ante mí.    Me preguntaba de si ella era consciente de eso. Tal vez no, pero no podía dejar de pensar y mirarla deseando explorar su despampanante cuerpo con mis manos y no solo con mis ojos. Imaginé su cálida piel, como podría hacer que sus diminutos pezones se hincharían bajo la presión y caricias de mis dedos, me hubiese gustado besar y morder esos apetitosos botoncitos. Laura abrió ligeramente sus esbeltas piernas y reaccioné como en un shock de placer lascivo y candente admirando su cuerpo esplendoroso.

Con un poco de vergüenza sentí como mi miembro volvía a erguirse bajo mis shorts. Prontamente alejé mi cerveza de mi regazó y cubrí mi incipiente erección con mi libro. Esperé que ella no lo hubiera notado, no podía estar seguro ya que Laura también se había puesto unos oscuros lentes de sol. Afortunadamente estaba Toqui para distraerla. El gran perro había venido junto a ella y Fiorella acaricio amorosamente su gran cabeza. El perro apoyo su cabeza en su muslo desnudo con ternura. Me avergüenza decir que sentí celos del animal. En el intertanto, ella continuaba hablando sobre sus amigos de la escuela y las cosas que normalmente hacían para divertirse, yo me las arreglé para originar alguna pregunta atinente y parecer interesado en su verborrea, pero no cejaba de mirarla y admirarla. Embelesado en apreciar su juvenil belleza, no había prestado mayor atención a Toqui.    Éste se había movido y vi que presionaba su hocico contra el bikini de la chica y olisqueaba inquisitivamente. Casi distraídamente, Laura empujó la cabeza del perro, sin interrumpir su parloteo, sin embargo, el perro resultó ser tozudo, lo vi tensar sus músculos y volvió a meter su hocico entre los muslos de la chica y esta vez ella no lo rechazó, es más, ¡la vi abrir ligeramente sus piernas para él! “¡Bueno, está bien! ¡Solo huéleme!” –la escuché susurrar asombrado, en algún modo me las arreglé para permanecer impasible mientras observaba a mi perro que empujaba su hocico aún más entre los muslos deliciosamente torneados de Laura, olfateando los aromas de su vagina adolescente. Vi el cuerpo de la chica tensarse al sentir la proximidad de la puntiaguda nariz del animal. Luego apareció la lengua larga y roja de Toqui a lamer la parte inferior del bikini de la chica. “¡Oh, qué bestia más rara! ¡Eres realmente un bribón!” –le dice. Esperaba que Laura empujara la bestia lejos de ella, pero solo se acomodó sobre la reposera abriendo sus piernas aún más sin dejar de hablar y sin interrumpir nuestra conversación. Mi mente era un torbellino y no podía reflexionar sobre lo que estaba sucediendo ahí a metros de mí. Toqui insistentemente hundía su hocico en la ingle de la muchacha, sin que esta hiciera el menor tentativo de alejarlo. Me quedé sin aliento cuando Laura despreocupada totalmente de mi presencia, aflojó las amarras de su bikini y Toqui hábilmente empujó la tela bajo sus glúteos y atacó su vagina desnuda.

Traté de concentrarme en lo que ella me hablaba, pero se me volvió imposible. Ahora escuchaba ampliamente los lengüeteos de Toqui y vi que el animal giraba su cabeza y deslizaba su lengua larga adentrándose en su vagina empapado por la baba del perro. Laura lo miraba y emitía risitas y se contorsionaba abriendo y cerrando sus piernas, mordía su labio inferior y apoyando una mano en la cabeza del perro, la vi mover sus caderas lascivamente contra el hocico del perro, sus rojos labios carnosos se entreabrían y cerraban con ligeros gemidos. Laura que trataba de mantener su compostura continuaba a hablarme de sus cosas y de lo que pensaba hacer en estos días de verano. Me miró intensamente detrás de sus gafas de sol, pero yo no moví ni un musculo. Pensé que las cervezas se me habían ido a la cabeza, no podía estar sucediendo lo que estaba sucediendo, ¿verdad? No podía ser posible que esta bella y joven chica se sentara a mi lado a charlar, dejando que mi perro lamiera su desnuda vagina como si nada. Eso no sucedía ni en mis sueños más alocados y cachondos. El sonido de los babosos lengüeteos que hacía mi perro entre los deslumbrantes muslos de la encantadora chica me trajo a la realidad, sí que estaba sucediendo. La erección de mi verga ahora era gigantesca, tanto que el libro se deslizó entre mis piernas y cayó al suelo. No sabría decir si Laura se percató de ello, pero sospeché que sí. Sin embargo, ella nada dijo, sino que siguió su perorata ya sin sentido para mí.

Al improviso se me ocurrió que tal vez estaba haciendo todo esto para excitarme y seducirme de una manera bizarra y extraña. “¡Dios, yo tengo el doble de su edad!” –pensé    Simplemente ella no podía estar interesada en mí ¿Por qué nunca antes lo demostró? Sea como sea estaba teniendo un tremendo efecto en mí. Mi excitación aumentaba al mismo ritmo que Toqui lengüeteaba la conchita de Laura. Después de un rato noté que ella se había quedado en silencio, miraba al animal con interés, sus mejillas se habían tornado de color carmesí. Acariciaba dulcemente la cabeza del perro mientras él la lamía, sus pezones amenazaban con romper la fina tela de la parte superior de su bikini. Me estremecí cuando la escuché suspirar y gemir. Su respiración se había acelerado y vi que su vientre plano subía y bajaba al mismo ritmo de su respirar. Era evidente de que ella disfrutaba de la lengua de Toqui: “¡Ay Toqui! ¡Lo estás haciendo tan bien!” –le dice gimiendo despacio.

Suspiró entre gemidos y en ese preciso momento comprendí que no era la primera vez que lo hacía. Fue un tanto impactante percatarme de ello ¿Cómo era posible que una niña adolescente jugara con mi perro de esa manera? Entré a dudar de si la chica estaba completamente consciente de lo que estaba haciendo, pero en ese preciso momento ella levanto sus nalgas y con dos de sus dedos abrió su diminuta vagina. “¡Así Toqui! ¡Ahora puedes hacérmelo mejor, amorcito!” –le dijo entre gemidos sensuales con voz de niña. Ahora no me cupo la menor duda de que sí sabía lo que estaba haciendo ¡la muy zorra! Ahora se había deslizado un poco más debajo de la silla y se quitó la parte superior de su bikini para acariciar y amasar sus testas, estaba completamente desnuda con el hocico del perro enterrado en su ingle. Estaba jadeando suavemente y vi sus tetas se veían exuberantes en su pecho. Su vagina que ahora estaba totalmente visible, aun cuando la gruesa, larga y mojada lengua de Toqui de repente la cubría por entera, lucía una exquisita depilación. Sus labios vaginales delicados, enrojecidos y ahora brillantes de baba. Justo en ese momento Laura volvió a meter sus dedos sobre su pequeña vagina y abrió sus labios una vez más para que el perro lamiera su interior, gimiendo y contorsionando su pelvis, sintió como el perro penetraba profundamente su conchita, ella gimió intensamente, lanzó una serie de risitas lascivas y comenzó a temblar. Pude ver claramente que la lengua de Toqui la estaba haciendo gozar en modo intenso. “¡Oh! ¡Me vuelves loca pulgoso!” –le decía con esa voz sensual de niña. Sentí que mi corazón se aceleraba escuchando sus placenteros gemidos, de un momento a otro se iba a acabar y yo no quería perderme nada de eso. “¡Oh, Toqui, te amo! ¡Cómo me gustas!” –le dice retorciéndose sobre la reposera. Ahora estaba seguro. ¡Me trataba de seducir por intermedio del perro! ¡Sabía que era una fantasía muy fuerte y atractiva a cualquier hombre! Por mi parte yo sabía que había mujeres que lo hacían con algún animal, pero jamás soñé que algún día una chica que estaba a punto de salir de la secundaria, lo haría ante mí sin reparos. Especialmente no ella, mi joven y angelical vecina. Nunca la pensé interesada al sexo, mucho menos con animales ¡Qué afortunado mi Toqui! La vi que giró su cabeza a mirarme siempre detrás de sus lentes oscuros, cual era mi reacción ante tan pervertido acto. Sin embargo, me quedé inmóvil y sin dar muestras de mi excitación, como si se tratara algo común y corriente que sucedía todos los días. Ella me sonrió dulcemente.

Sin bien mi cara no mostraba mis sentimientos, otra cosa era mi verga que amenazaba con romper mis shorts. Caliente al máximo, vi como Toqui pasaba la lengua por la vagina de mi joven vecina, deslizándose bien más allá de su boquete externo, sino adentrándose en su cuevita húmeda y cachonda. El perro lengüeteaba ruidosamente esa joven vagina produciendo un sonido como de chapoteo en una laguna, tanto eran los fluidos de ella, comprendí que la bestia estaba totalmente acostumbrada e irresistiblemente fascinada con los sabores y aromas de la concha de Laura, nuevamente sentí celos en confrontación del agraciado perro. Laura ahora jadeaba con mayor intensidad y su esbelto cuerpo se sacudía con violentos temblores que la estremecían en modo incontrolable, las convulsiones y espasmos que experimentaba la niña presagiaban su goce hacia otro orgasmo. Mi verga rebotaba en mis shorts queriendo salir y pedía a gritos que me hiciera cargo, pero yo resistía mirando a mi juvenil vecina en su poderoso y deleitable clímax. Finalmente Laura arqueó su espalda y por un instante abrió sus piernas al máximo, lanzaba una especie de carcajadas cortitas y gemidos audibles, se veían sus dientes blancos en su boca abierta lascivamente, sus caderas se levantaron en el aire violentamente mientras ella se aferraba con fuerzas al apoyabrazos  colocaba su pelvis contra el hocico de Toqui que no dejaba de lengüetear la miel emanando de la vagina de la chica, parecía que los violentos espasmos convulsivos de la muchacha no lo distraían en su labor de drenar los exquisitos fluidos de Laura.

Me sorprendí pensando en si algún vecino mío podía tener en su patio jardín un espectáculo impresionantemente caliente y sentado en primera fila. Al parecer Laura comenzó a recobrarse de su orgasmo bestial y limitó sus gritos a algunos agudos chillidos, gemidos y gruñidos. Sin embargo, un temblorcillo persistente continuaba a estremecer su humanidad. Ella quedó casi sin aliento, sus manos se deslizaron a la cabeza de Toqui, él continuaba lamiéndola y disfrutando visiblemente de sus juveniles y copiosos fluidos.

Las gafas de sol de Laura se le habían resbalado de la nariz durante su intenso orgasmo y lucía increíblemente sexy y divertida, con garbo y sensualidad se las quitó. Me miró un momento con sus dulces ojos claros, con una sonrisa adorable y juguetonamente picara y su boca sicalíptica. Su respiración aún era agitada y podía ver sus tetas subir y bajar acompasadamente a esa. No dijo nada, solo me miró manteniendo su sonrisa y con un ligero rubor de sus mejillas. Yo tampoco dije nada, temeroso de romper el encanto. También tenía miedo de que ahora que ella había terminado esta exhibición cargada de erotismo y perversión, pero sobre todo muy excitante, diera por terminado todo. Por un momento me asaltó la duda de si había dejado pasar mi momento, de si iba a tener alguna oportunidad o si ya era demasiado tarde para eso. Quería poder interactuar en algún modo con ella sexualmente, pero todavía estaban sucediendo demasiadas cosas como para preocuparme.  La niña empujó con ambas manos a Toqui, el perro luchaba por continuar lamiendo, pude entender al animal. La vagina de Laura se presentaba roja, húmeda y apetitosa, y sus dos orgasmos anteriores, seguramente la hacían producir fluidos que él quería continuar sorbiendo. El olor de excitación que emanaba su conchita debe haber sido realmente irresistible para el perro, pero ya habituada a tratar con él, no se dejó amedrentar, lo cogió autoritariamente de su collar y lo apartó, después se levantó de la silla y se inclinó a mirar con curiosidad la parte inferior del animal. Seguí con mi mirada lo que estaban buscando sus ojos claros y quedé atónito.

Debido a que mi perro había estado en diagonal a la perspectiva visual que yo tenía, solo ahora podía ver el bajo vientre del animal, e inmediatamente me quedó claro que el banquete de fluidos vaginales de la chica había procurado a Toqui una excitación mayúscula, puesto que, en medio a sus patas traseras, pendía una verga monstruosamente grande. Primera vez que tenía la oportunidad de ver la verga de un perro, pero esta era mastodóntica, no sé si todos los perros gozan de esta particularidad, tuve un dejo de envidia sintiendo mi propia erección. Hasta ahora jamás había visto a mi perro excitado sexualmente, una que otra vez vi que asomaba una puntita rosada de su funda, pero nunca imaginé que escondía tamaña verga. Laura se agachó a observarla de cerca. “¡Oh, cariñito, tienes una erección!” –le dice con voz de inocencia y perversa. Laura se rio como una niña complacida, su tono de voz me excito demasiado e inmediatamente sentí las pulsaciones de mi verga bajo mis shorts que venían manchándose de líquido preseminal. La verga de Toqui seguramente medía unos sorprendentes veinte centímetros o más y de forma aerodinámica, puntiagudo y luego se engrosaba mucho, en la base tenía como una hinchazón todavía más gruesa. Debo confesar con humildad de que superaba de mucho mi propia verga, me sentí herido en mi orgullo de macho.

Prontamente Laura me hizo ver de qué tenía un especial interés en esa verga descomunal, para mi sorpresa y gran entusiasmo, ella se arrodilló sobre el césped junto al perro y metió su manita bajo el vientre de Toqui. Suavemente acarició la largueza de la verga con la palma de su mano y luego cerró su mano aferrando la verga roja y brillante, pero sus dedos no abarcaban más de la mitad de la gruesa verga animal. Sentí pulsar mi propia verga cuando la chica comenzó a mover su mano atrás y adelante, regalándome una lasciva sonrisa y mordiéndose su labio inferior ¡Estaba pajeando a mi perro delante de mí! Mi verga ardía y pulsaba dolorosamente, sentía que de un momento a otro iba a tener una eyaculación espontanea. Bebí unos ligeros tragos de mi cerveza y me acomodé mis gafas que ya casi se me caían. Miré a Toqui y lo vi con mitad de su lengua colgando fuera de su hocico, respirando agitado y con una mueca de felicidad envidiable. Debe haber sido maravilloso para él sentir la mano de Laura acariciando suavemente su verga erecta, tanto que comenzaba a mover sus caderas como si estuviese copulando con la mano de ella. “¡Ay, qué rico y durito que estás Toqui! ¡Así me gustas mi perrito caliente!” –la escuché decir cerca de la oreja del perro. Tuve la sensación de que se había olvidado completamente de mí, cómo si existieran solo ella y Toqui. Observé en silencio y excitado como la adolescente intimaba con mi perro. Esperé ansiosamente para ver qué pasaría a continuación, estaba curioso por saber hasta dónde se atrevería a seguir mi atrevida y hermosa vecina. No tuve que esperar mucho, sorpresivamente la muchacha se dejó caer ágilmente sobre su espalda y se metió debajo del vientre de mi perro, la enorme verga estaba a centímetros de su rostro de ángel.

Por un momento comenzó a bombear su verga vigorosamente, mucho más rápido que al principio, luego la vi ordeñar la verga de Toqui y un líquido acuoso comenzó a salir a pequeños chorros de la verga del animal, le salpicó en la cara y vi que ella apuntaba los chorritos a su boca entreabierta. Me estremecí en éxtasis viendo como el semen del perro bañaba su rostro, ella pasaba una y otra vez la lengua tratando de sorber el máximo posible. “¡Oh, qué rico que estás, cariño! ¡Estás tan caliente como yo!” –le decía Laura. Me impresiono la audacia y naturalidad de la chica a beber la esperma del perro, su mano se veía pequeña tratando de envolver la inmensa verga de Toqui, luego volvió a susurrar: “¡Ahora es el momento de devolverte tus mimos, cariño!”.  Mis ojos se abrieron cuando vi que la muchacha levantaba su cabeza con la boca abierta y se tragaba esa verga chorreante, ¡tenía la verga de mi perro en su boca caliente!  Luego sus carnosos labios rojos se cerraban alrededor de la verga de perro y la mancha de mi propio semen aumentaba en mis shorts, no me atrevía a tocarme por miedo de explotar instantáneamente, así que me senté a la orilla de la reposera casi sin aliento y respirando con la boca abierta, mirando como mi joven vecina se la chupaba a mi perro, tenía las mejillas hundidas por la fuerte succión que ejercía en la verga de Toqui, pude apreciar que la punta le llegaba muy dentro a la garganta. De pronto vi como succionaba con mayor fuerza y la sentí tragar, entonces supe que el chorro que había rociado en su rostro era solo líquido preseminal y ahora estaba eyaculando en la garganta de la chica, se veía el movimiento de la garganta de ella que ordeñaba la verga del animal de una manera deliciosa, también escuché a Toqui dejar escapar un pequeño aullido y sacudirse en forma repentina, empujando su verga en lo más profundo de su garganta. Mi perro estaba lanzando a cantaros todo su semen dentro de la boca de la niña, observé como ella tragaba y restos de esperma canino escapaban por sus labios semi cerrados. Agarré mi verga con fuerza por sobre mis shorts y lo apreté para impedirle de eyacular en ese momento.

Mi erección pulsaba en mis pantalones cortos, mi deseo parecía formar una bola dura en mi abdomen y mi corazón latía con tal fuerza que me parecía escapar de mi pecho y la presión de mi sangre me hacía sentir un silbido en mis oídos. Sin embargo, me contuve y permanecí sentado en silencio en mi tumbona, mirando con deleite a esta joven y hermosa niña, y a mi gran perro pastor. Laura mantenía su cabeza levantada y estaba ocupada lamiendo las últimas gotas de semen del animal. Entendí que debía ser insoportable para el perro seguir sintiendo esa succión en su delicada verga que recién se había corrido en la boca juguetona de la chica, ella se calmó por un momento y exclamó: “¡Dios mío! ¡Cuánto semen! ¡Me has llenado mi pancita!”. Sonreía complacida, sus ojos claros centelleaban excitados, tenía aferrada la verga de Toqui con sus dos manos. “¡Bendito seas! ¡Tú verga está todavía rígida! ¡Qué maravilloso y caliente eres!” –dice Laura a mi perro. Se giró hacia mí con sus ojos concupiscentes encendidos. “¿No es cierto que es maravilloso, tío Víctor?” –me preguntó. Otra vez me sentí sorprendido al escuchar su dulce voz que me interpelaba. Desde el comienzo del perverso, escandaloso y sicalíptico episodio, no me había dirigido la palabra. No supe que decir, solo asentí con los ojos abiertos como un pez mirando el rostro angelical de la pequeña amante de animales. Ella me sonrió cándidamente sabiendo a ciencia cierta lo que había causado en mí. Estaba totalmente seguro de eso. De repente, como una epifanía supe que todo esto había sido preparado con antelación por la maquiavélica muchacha. Había caído en su juego. Había maquinado todo para ver mí reacción, cosa que no podía ocultar. La vi como miraba mí entrepierna, mi impresionante erección era evidente, la forma de mi verga se recortaba y levantaba mis shorts manchados de líquido preseminal. De nuevo sus labios se expandieron en una amplia sonrisa. Con gracia y agilidad se deslizó de debajo de mi perro, se levantó rápidamente. Sin mirarme procedió a limpiar su cara llena de esperma canino con la parte inferior de su bikini, también su cuello y senos estaban chorreados y sudados. Sus jóvenes tetas se vislumbraban deliciosos, ahí frente a mi estaba de pie con las torneadas piernas ligeramente separadas, mi hermosa y juvenil vecina de casa totalmente desnuda. La miré descaradamente, recorriendo con mis ojos encantados y anhelantes cada sinuosidad de su cuerpo adolescente, esbelto, armonioso y ágil.

No terminaba de deleitarme con sus maravillosas curvas, cuando se dejó caer sobre manos y rodillas, presentándome sus perfectamente redondas y blancas nalgas, ahí sobre la hierba y en esa posición lanzó un pequeño silbido, inmediatamente vi a Toqui que se agitaba y corría a lamer sus glúteos, ella arqueó su espalda al sentir la áspera lengua separando los labios de su vagina enrojecida. Se plegó un poco hacia adelante y levantó su culo en el aire, las seductoras curvas de su redondeado y firme trasero estaban en diagonal hacia mí. Se divirtió un rato meneando sus nalgas de lado a lado mientras Toqui seguía lamiéndola, luego se enderezó un poco mirando al perro, levantó una de sus manos y se golpeó varias veces sus ricas nalgas alentando al animal, éste se dio varios giros detrás de ella como buscando la posición correcta y luego saltó sobre su espalda moviendo su cola con renovado entusiasmo. Mi verga empujó con fuerza la tela de mis shorts, cuando vi que el perro trataba de apuntar con su verga a la inflamada concha de la muchacha. Sentí como algunos chorritos escaparon por mi glande, mis bolas estaban por explotar. Boquiabierto observé como mi perro montando la hermosa chica doblaba sus patas traseras y empujaba hacia arriba su descomunal verga, la había aferrado firmemente de la cintura con sus patas delanteras. Jaló y jaló de ella haciendo rebotar la inmensa verga en sus nalgas estrechas y entre sus muslos, sin poder acertar el orificio vaginal de la muchacha y varias veces estrellándose contra su apretado ano. Laura se agacho un poco más y miraba al perro por entre sus maravillosos muslos. “¡Oh, sí, mi amor, cógeme!” –escuché decir a mi joven vecina mientras trataba de alinear su concha con los embistes de mi perro. Rápidamente me incliné hacía un lado para no perderme la lujuriosa escena, la enorme verga se acercaba cada vez más a los empapados labios vaginales de ella.

Un grito y chillido de placer se produjo en el preciso momento que la verga enorme se deslizó en su juvenil vagina, sin duda esa gorda verga ensanchaba sus apretados labios vaginales, su concha lampiña parecía abrirse con entusiasmo a recibir la penetración desmesurada de la verga de Toqui. “¡Ya cariñito, empuja más! ¡Empújala toda adentro!” –le decía la pequeña putita al perro, azuzándolo a metérsela con más fuerza, le rogaba empujando sus nalgas contra el animal. Lo incitaba a poseerla como una perrita en celo. Por imposible que me resultara, todo eso sucedía ahí en mi patio jardín, a menos de un metro de mis ojos. No sé quién era más afortunado, el perro o yo, quizás ambos. Toqui casi bailaba en sus patas traseras cogiéndose a la chica a una velocidad increíble, empujaba y empujaba su verga dentro de ella. Vi estupefacto una inflada bola comprimiendo los labios vaginales de Laura, ella gritó, luego chilló, después intentó escapar. De pronto, la bola resbaló dentro de ella y Toqui afianzó su agarre tironeando a la pequeña con sus patas, la chica chilló un par de veces más y luego cedió su cuerpo al animal que la zarandeaba y la hacía estremecer. Los movimientos de Toqui se habían hecho más salvajes, Laura tenía sus puños apretados, trataba de aferrarse al pasto, sus hermosísimos pies se habían encorvado en forma increíble, había enderezado su espalda y levantado su cabeza con los ojos cerrados y una mueca de lujurioso placer. Imaginaba la dulce y caliente presión que ejercía su vagina apretando la verga enorme que horadaba sus entrañas. Laura gruñía como un animal y luego reía como una niña, después chillaba y gritaba como una puta caliente, en una muestra de éxtasis y puro placer. Su cuerpo se sacudió varias veces y ella se echó hacia adelante estremeciéndose de pies a cabeza, estiró su grácil cuello con sus venas marcadas, hizo rechinar sus dientes y explotó como en sollozos que luego se transformaron en carcajadas cortitas, meneando sin parar su culo contra los embistes de la bestia.

Toqui había colmado su vagina con esa verga caliente y seguía empujando más y más el agraciado cuerpo de la chica. De repente, mi perro comenzó a embestirla de modo diferente, se detenía por instantes y luego la tironeaba empujando su monstruosa verga más y más dentro de ella, no sé cuánto más de mi perro podía adentrarse en esa apretada vagina, su verga me parecía demasiado gorda para el esbelto cuerpo de Laura, pero me equivoqué, la gigantesca verga estaba por entero dentro de ella. Toqui se detuvo tembloroso, levanté su cola y vi sus testículos apretados contra la concha de la muchacha, estos temblaban y pulsaban descargando su carga dentro de la chica. “¡Ah, mi perrito hermoso! ¡Dame todo tu semen, amorcito!” –le decía a Toqui con lujuria. Laura balbuceaba y hablaba con sus dientes apretados, la vi contorsionarse y volver a temblar lanzando profundos gruñidos y gemidos, luego ambos quedaron inmóviles. ¡Oh, Dios!, exclamé en mis pensamientos, estaba abrumado por lo que acababa de presenciar. Laura pareció recuperarse de su último orgasmo e inició a gemir: “¡Sí, cógeme! ¡Cógeme más fuerte!”. Luchaba moviendo su trasero tratando de incitar a Toqui, pero éste permanecía impasible jadeando con la mitad de su lengua afuera. De tanto en tanto él se aferraba y la embestía con violencia haciéndola gritar de puro placer, así ella se calmaba por un poco y luego volvía a insistir con el movimiento de sus nalgas. Verla literalmente empalarse en esa verga gigante era todo un festival de exhibición, Toqui la punteaba bruscamente cada vez que ella lo incitaba moviendo las caderas. “¡Cógeme! ¡Cógeme! ¡Por Dios, cógeme!” –pedía la muchacha en su calentura en su apareamiento con el gran pastor alemán. Se tambaleaba a veces y se sujetaba de las champas de pasto. Yo ya no existía en su mundo, era solo ella y mi perro.  Nuevamente Laura echó su cabecita hacia atrás y abrió su boca en una mueca de lujurioso placer, luego se derrumbó hacia adelante temblando de los pies a la cabeza. No sé si este era el cuarto o quinto orgasmo bestial de la chica, pero esta vez se desplomó ya que sus brazos no lograron mantenerla derecha. Tocó con su rostro y sus hombros sobre el césped. En tanto, Toqui no soltaba la presa, mantenía aferrada a la joven adolescente con sus fuertes patas, parecía inagotable su energía y sus esfuerzos por cogérsela a ratos a una vertiginosa velocidad.

La pobre chica seguía pegada al gran perro, solo la escuchaba gruñir, gemir y quejarse de placer, sus gemidos realmente me excitaban sobre manera. Era bastante lógico que ella delirara de placer, calentura y éxtasis, continuaba sintiendo en su conchita la voluminosa verga de mi perro. Finalmente pareció volver en sí, sus gemidos cesaron, volvió su cara hacia mí, mirándome con esos ojos grandes y brillosos, pasó su lengua por sus labios y se mordió su labio inferior en el momento en que Toqui la zarandeó con fuertes embistes una vez más. Sus cabellos rubios estaban enmarañados y pegajosos con la esperma del perro, sus mejillas ruborizadas y se notaba ligeramente demacrada y cansada, respirando con cierta dificultad, pero a mis ojos era la chica más hermosa del mundo y sentí que mi corazoncito latía por ella. “¡Vaya, Dios mío!” –exclamó. Jadeaba encantada agarrando la hierba con ambas manos para resistir los embistes de Toqui. Observé que sus tetas colgaban por sobre las briznas de hierba, punzando y provocando cosquillas en sus pezones. Esos conos estaban hinchados, más gruesos y rígidos que nunca, contrastando armoniosamente contra las rosadas areolas de sus tetas. “¡Lo logró, tío! ¡Me la metió toda, hasta su bola!” –me dijo. Nunca había visto de cerca una verga de perro, le levanté la cola y vi los enrojecidos labios de Laura encerrando con fuerza una pelota, era una enorme hinchazón en la base de la verga de mi perro. Me pregunté cómo iba a hacer para liberarse de esa gigantesca bola encerrada dentro de su vagina diminuta. No me parecía que fuera un nudo, había escuchado que le llamaban así, pero lo cierto es que estaba encastrada en ella. Laura estaba abotonada y esto me pareció un término más lógico. De pronto mí perro fue golpeado como por una corriente eléctrica, lanzó un sordo aullido y se estremeció, me pareció que se estaba eyaculando dentro de ella. Mi verga no resistió más y exploté espontaneo dentro de mis shorts causando una mancha enorme que se filtraba por la delgada tela. Laura estaba babeando y contorsionándose como una loca, chillando y enterrando sus uñas en la hierba, sus ojos estaban muy abiertos y encantados, la mueca de su rostro era solo placer y lujuria. Algunos borbotones escaparon por la comisura de sus labios vaginales hinchados, pero me pareció muy poco, solo entonces entendí la función de esa bola, estaba ahí para no dejar salir el semen del perro y asegurar así de dejar preñada a su perra. ¿Será capaz mi perro de preñar a mi juvenil vecina? –me pregunté. “Quiero saber, ¿cómo vas a hacer para librarte de esa tremenda bola?” –le dije con un dejo de preocupación, mi joven vecina me miró extrañada, cómo si hubiese hecho la pregunta más boba del mundo. “Pues cómo entró, ¿no? Así igual tendrá que salir, ¿no? Es solo cosa de esperar que se desinfle un poquitín y saldrá solita” –me respondió como una experta. Me sorprendió la respuesta, pero sonaba cuerda. Se ve a todas las luces de que la pequeña está enterada de todo y con esto me convencí más aún de que esta no se trataba de su primera vez, esta chica está acostumbrada a coger con mi perro, quizás por lo mismo que se lo lleva a casa a menudo. “¡Jesús! ¿Tú crees que es así de simple?” –le pregunté. “A mí es primera vez que logra metérmela toda, otras ve… quiero decir, que lo he visto hacer a otras chicas y luego de un rato, la bola sale disparada como un corcho de botella” –me responde, evidenciando lo que yo pensaba. “¿Cómo un descorche? ¡Caray! ¿No te duele?” –pregunté con lujuriosa curiosidad. “¡Que va! Si es lo más rico que hay, ¿no viste cómo me puse de caliente?” –respondió.

Volví a levantar la cola de Toqui, la vagina adolescente de Laura estaba firmemente cerrada alrededor de esa verga y me quedé confiado en que lo que decía la chica era verdad y pronto se liberaría de ese tremendo trebejo canino que de seguro ejercía una presión enorme y no solo en su estrecha vagina. Volví a mirar bajo la cola y vi una especie de burbuja blanquecina que separaba sus inflamados labios vaginales, Laura estaba gritando y levantando su culito con un poco de dolor. Un chorro de líquido salió disparado de su concha, la pelota volvió a desaparecer dentro de su concha, pero luego gritó una vez más y esta vez más fuerte, y realmente se sintió un chasquido similar al descorche de una botella y la descomunal verga canina fue expulsada con fuerza de su vagina. La verga canina quedó apoyada sobre sus glúteos y todavía lanzaba chorros de semen caliente que escurrían de sus nalgas a sus muslos, también de su vagina enrojecida salía una afluente de fluidos, inmediatamente su vagina se cerró y se tornó diminuta, cual si fuera una vaina ajustable a esa tremenda verga canina. Laura se desplomó sobre la hierba moviendo su culo como si todavía follase y luego se quedó inerme. “¡Oh, mi Dios! ¡Qué cogida!” –dijo ella. Mi perro se acercó a ella y lamió sus cabellos y su cuello como agradeciéndole y demostrándole su tierno amor canino, ella se dio vuelta agarró la enorme cabeza del animal y lo besó como se hace a un amante, apasionadamente, luego le dejo ir y Toqui fue a echarse bajo la higuera caminando con su verga moviéndose de lado a lado bajo su vientre. La chica se volvió hacia mí con sus ojos claros y brillantes, una sonrisa erótica en sus sensuales labios rojos-. “Eso fue encantador,  tío” –me dijo jadeando después del frenético apareamiento con mi perro. “¿Sabes? Esta es la primera vez que logra meterme toda su verga y ni siquiera me dolió” –dijo con lujuria. Yo estaba todavía pasmado y sin palabras, tenía mis dudas de si ella lo había hecho ya con mi perro y sus palabras me corroboraban que estaba en lo cierto. Esta joven, bellísima, audaz y caliente adolescente ya había dejado que mi perro se la cogiera y solo le faltaba ser abotonada por él, cosa que finalmente había logrado.

Miré su vagina y todavía escurría semen de perro en un hilito líquido sin fin, ella metió sus dedos en su concha y luego los saboreó mirándome eróticamente, se levantó se puso su bikini, camino hacia mí, apuntó a mi entrepierna empapada en mi propio semen, lanzó una risita de niña coqueta y me dijo: “Tío, ¿puedo venir mañana a la piscina?”. “Sí, por supuesto” –dije balbuceante como un idiota. “¿Y estará Toqui a esperarme?” –me preguntó. Tenlo por seguro que estará” –le respondí. Luego se dio media vuelta y camino lentamente regalándome el vaivén de sus nalgas que se movían rítmicamente mientras se alejaba.

No está demás decirles, que casi a diario Laura iba a mi casa para “jugar” con Toqui, yo estaba embobado al verla como mi perro se la cogía. Caliente y deseoso la esperábamos y ella no hacía más que dejar que mi perro hiciera lo que quisiera con ella. Incluso hasta yo me unía dándole mi verga para que la chupara mientras estaba pegada a Toqui, yéndose varias veces con semen canino escurriendo de su concha y con el sabor del mío en su boca.

 

 

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domingo, 25 de mayo de 2025

118. Mi mamá me volvió una perra

Hola, me llamo Valeria tengo 18 años, yo vivo sola con mi mamá. La relación con ella no es muy buena, ya que siempre me regaña por tal o cual cosa. Hay veces que de la nada se enoja y me grita sin razón. Ya he aprendido a lidiar con su carácter aunque pueda ser agotador.

Ella tiene dos perros llamados Toby y  Pedrito, para ella son sus amores, algunas veces pienso que los quiere más que a mí. De un momento a otro su relación conmigo cambió, lo digo así porque su trato se ha vuelto un tanto pervertido. Cuando estoy en la cocina se acerca por detrás y me levanta la polera y me agarra las tetas por encima del brasier, según ella como juego. Yo no le daba mayor importancia, prefería esos juegos antes de ser víctima de sus gritos e insultos. Había ocasiones en que nos poníamos a “jugar” las dos en ropa interior. Debo reconocer que para estar cercana a los 40 mamá tiene un buen cuerpo. Nalgas prominentes y duras, unas tetas grandes y firmes, ojos café y pelo negro hasta más debajo de los hombros.

Una vez, mientras estaba en ropa interior en mi cuarto ella entró sin golpear, se acercó a mí lentamente y tomó mi tanga con fuerza hacia arriba, yo solté un gemido, no sé por qué razón, pero fue tan intenso como vergonzoso.  “Veo que te gustó” –me dijo. No sabía que responderle pero tenía razón, me había gustado la sensación de la tela rosando mi clítoris. Entonces de manera descarada lo hizo otra vez y otro gemido salió de mis labios dejando en evidencia que me gustaba lo que estaba haciendo. Sorpresivamente puso su mano en mi vagina sobre mi tanga, sentí como si su mano quemaba mi entrepierna, cerré los ojos avergonzada y ella recorrió con libertad mi sexo. “Te mojaste como una zorrita sucia” –me dijo. Solo asentí y ella movió mi tanga a un lado. Tocó con delicadeza mi clítoris y me hizo estremecer, sentía como aumentaba el ritmo y yo no podía contener mis ganas de gemir. Luego y sin previo aviso metió sus dedos en mi vagina, cerré los ojos y seguí gimiendo, no entendía porque ella tenía ese comportamiento tan lascivo, pero al parecer ella lo disfrutaba. No tarde en llegar al orgasmo y ella con una sonrisa lujuriosa lamió sus dedos, probando mis fluidos.

Cuando sus perros entraron en celos mi mamá quería conseguir una hembra para ellos, pero aunque buscó no encontró ninguna dispuesta, ella complacía mucho sus caprichos a esos perros, yo en ese momento quería mucho una laptop y mi mamá lo sabía, ella en la hora del almuerzo me dijo: “¿Hija quieres esa laptop?” –me preguntó, yo le dije que sí, ella me dijo: “Desvístete en tu cuarto luego subo”. Eso era algo típico de mi mamá cada mes me decía eso para ver cuánto ha cambiado mi cuerpo y me felicitaba por eso, a  mí me gusta que me felicite por eso. La esperé en mi cuarto desnuda, ella subió a mi cuarto con los dos perros y me dijo: “Hija si quieres que te compre esa laptop, tienes que coger con mis perros”. Ese fue un balde de agua fría, jamás pensé que me pediría algo así. Le dije: “¿Qué dices? No puedo hacer eso, además con unos perros”. Estaba contrariada, no sabía que hacer pero mi madre me dijo: “Si de verdad quieres la laptop, debes ganártela y comportarte como una perra”. Me sorprendieron sus palabras, pero al final acepté, todo sea para que me comprara la laptop. Estaba muy nerviosa me puse en cuatro. me olvidé decir que sus perros son de raza Pastor Alemán muy grandes.  mi mamá me puso una silla con una sábana para apoyarme, cuando me montó Toby, mi mamá salió de mi cuarto, él me comenzó a coger, sentía como llegaba muy adentro,  mordía la sabana para que no me oyeran mis vecinos, ya que las embestidas eran tan intensas que me era casi imposible no gemir con la misma intensidad. Sentí como una enorme bola se metía en mi vagina y Toby se quedó quieto, nos quedamos pegados por largos minutos. Cuando acabó. Lo hice de forma estrepitosa, sentía como su semen se desparramaba dentro de mi conchita, yo mordí la sabana con mucha fuerza para no gritar. Fue lo último que recuerdo, porque cuando abrí los ojos Pedrito me estaba cogiendo, estaba de espaldas en la cama y el perro encima de mí. Mi mamá me había acomodado, me había quedado inconsciente. Los perros de mi madre me estuvieron cogiendo por casi una hora cada uno, estaba destrozada, no podía ni pararme, mis piernas me temblaban y sentía como su semen escurría por mis piernas. Al poco rato entró mamá, estaba muy feliz, me abrazó y me dijo que me había ganado la laptop.

Al día siguiente, mamá me trajo mi nueva laptop, yo estaba muy feliz, ese día mi mamá salió de la casa de compras. Me quedé sola, quería sentir esa sensación de ser cogida de nuevo. Estaba caliente, por alguna razón me había encantado la manera en que me habían cogido y ahora no tenía la presión de complacer el capricho de mi madre, sino el complacer mi calentura. Me quité la ropa, me acomodé en la sala esta vez para que me cogieran de nuevo. No hice más que abrir las piernas y ya estaban los dos lamiendo mi vagina, lo hacen deliciosamente, yo gemía en el piso sintiendo como sus lenguas se paseaban por mi conchita y por mi culo. Me puse en cuatro y ahora el primero fue Pedrito, que se una sola embestida me clavó en la concha, era tan deliciosa la forma en que me la metía que yo deliraba de placer, sentirlo jadear y sus patas que con fuerza me agarraban era riquísimo. Cuando entró su bola sentí un fuerte dolor que me arrancó un grito desgarrador, pero después todo fue placer. Luego fue el turno de Toby, disfruté como una loca de sus vergas. Mamá me había dicho que me comportara como una perra y lo estaba siendo, ahora no por conseguir algo material, sino porque tenía ganas de coger y ellos estaban a la mano para saciar mi lujuria. Me estuvieron follando muy fuerte por bastante tiempo, tuve varios orgasmos, quedé tendida en el piso chorreando semen de perro de mi conchita.

No sé en qué momento mi mamá llegó pero me encontró en el piso de la sala escurriendo semen, ella estaba feliz, jamás imaginó que su hija fuera tan caliente y que se dejaba coger por sus dos preciosas mascotas. Todo estuvo normal, esos juegos en que ella me tocaba siguieron durante el día, me encantaba la relación que teníamos. El siguiente día llego, mamá había traído a otros perros, me dijo que cogiera con ellos y me compraría lo que yo quisiera y que había cobrado para que esos perros cogieran a una hembra. Eran 5 perros muy grandes, yo acepté, me fui a mi cuarto y me desnudé, bajé a la sala y le dije que esta vez quería que se quedara conmigo y que vira como su hija atendería a esos animales. Dejé que me cogieran, lo hacían como locos. Tuve varios orgasmos, el semen ya no cabía en mi conchita, se estaba escurriendo, se sentía muy rico y sobre todo sentir ese tibio semen que se escapaba era delicioso. Mi madre me miraba con detenimiento, le gustaba lo que veía, en sus ojos se notaba lo que sentía, incluso la veía pasarse la mano por la vagina encima de la ropa, deseosa quizá de unirse o de lamer el semen que aquellos animales. Mamá salió un rato y cuando volvió lo hizo con cinco perros más. Le dije que ya no podía, era mucho, pero ella me dijo que me daría la mitad de las ganancias; me había vuelto un negocio de apareamiento de perros. Me estuvieron cogiendo por mucho tiempo, calculo que me habían cogido quince veces. Se turnaban, mi útero estaba repleto de semen, estaba tirada encima del semen, mi mente estaba en blanco. Mamá sonreía al verme exhausta. Incluso, me limpió la vagina con su lengua, lo que me provocó otro delicioso orgasmo, que casi me hizo morir de placer. Ya en la tarde mi mamá llevó a los perros devuelta a sus dueños.

Al día siguiente mi mamá trajo 8 perros aún avía mucho semen dentro de, tres de los perros eran enormes, sus vergas rojas y brillantes eran grandes y gruesas, yo estaba ansiosa porque me cogieran. Mi mamá tuvo a los tres perros más grandes abajo mientras los demás me cogían, pero luego de un rato los soltó y subieron a mi cuarto, rápidamente uno de ellos me monto metió su verga con fuerza, sentía que llegaba hasta mi útero sin problema, ya no podía más la estimulación era demasiada, yo me quise levantar pero no podía con cada embestida que recibía tenía un orgasmo, cuando acabó sentí la bola dentro, era más grande que la de los otros perros, me intenté arrastrar pero rápidamente me volvieron a coger, ene se instante perdí el conocimiento, cuando desperté me seguían cogiendo en el piso, me estuvieron dando verga durante una hora más se turnaban mientras descansaban, cuando terminaron me levanté, me dolía mucho mi conchita, me fui a tomar una ducha, ya en la noche le dije a mi mamá que no podía con muchos a la vez, ella me dijo que solo traería 3 perros entonces.

Después de ese día mi mamá me comenzó traer 2 o 3 perros a casa a diario, me había vuelto una puta para perros, después de que me cogían ya no tenía tanta energía solo quería descansar, pero mi mamá a la semana trajo a 15 perros, yo le dije que no cogería con todos y por qué había traído a varios, ella me dijo como los vecinos la veían meter perros a la casa pensaron que aquí cuidaban a los perros y varios vecinos le dejaron cuidando a sus perros, pero no tenía que coger con todos, algunos solo los iba a cuidar no le pagaron para que se aparearan, pero había tres perros enormes no sé de qué raza eran, yo pasaba casi todos los días en la casa así que estaba desnuda o solo con mi brasier y mi tanga. De inmediato los perros comenzaron a intentar tumbarme, no sé cómo sabían que me cogerían o yo ya olía a una hembra, los perros me estaban cogiendo normal hasta que uno de los grandes me intentó meter su verga, no entraba y cada vez lo hacía más fuerte yo mordía mis sábanas para no gritar hasta que mi mamá entro al cuarto con lubricante y le echo en la verga de esos tres perros, él lo metió con fuerza pero no entro por completo, ya no podía aguantar más sentía como mi mente se ponía en blanco, me intentaba aferrar a mi cama pero me movía con su verga, era muy fuerte, solo quería que acabará para descansar, no podía soportar que me la metiera con mucha fuerza. No sé cómo hice para recostarme en la cama, pero en esa posición él me lo metía más adentro hasta que logró meterla toda.

Mis tetas con cada embestida se movían como gelatina, hasta que acabó, se había demorado 15 minutos, cuando creció su bola lo pude ver a través de mi vientre, era enorme, la presión me iso quedar inconsciente, cuando desperté el otro perro enorme me había cogido, la bola no dejaba que el semen saliera de mi concha, me intenté mover pero ese fue mi peor error, el perro se bajó de mi encima y comenzó a caminar hacia la puerta, la bola no salía, era muy grande, él me comenzó arrastrar por el piso con su verga, el dolor era muy intenso, estaba mordiendo mi brasier para no gritar, pero de nuevo cometí otro error, cuando ya había llegado a la escalera me agarre de uno de los palos, él se salió con fuerza pero su verga ya estaba más pequeña, así que no fue tan doloroso.

Ya no podía ni pararme, solo quería dormir. Me quedé dormida y cuando desperté no se cómo hicieron para cogerme si estaba tirada en el piso, pero lo hicieron.  Además, 15 perros me están a mi alrededor, yo para no esforzarme mucho, me arrodillé y me recosté en mis pechos, mi culo estaba arriba asi que me podían coger, me estuvieron dando duro durante media hora, yo estuve tirada durante una hora más, después de ese día solo dejo que me cojan 3 o 5 perros al día.  Mi mamá me propuso que follara con caballos u otros animales: “No, por qué me van a romper con sus enormes vergas” –le dije negándome. “Hija, es una buena oportunidad de ganar dinero” –me dice. “SI ves que el negocio es tan bueno, también deberías hacer lo mismo y ser una perra. ¿Me vas a negar que no te dan ganas?” –le dije. Sonrió y respondió: “Sí, me dan ganas, pero es algo que debo pensar. Aunque me calienta la idea de ser perra como tú”. Como “el negocio” iba bien y dejaba buenos dividendos, mamá decidió en hacerse puta también. Ahora la tenía a mi lado cogiendo y chupando vergas caninas como lo hacía yo. Aunque suene morboso, me gustaba ver como mamá se ponía caliente atendiendo a los “clientes”. Incluso mi mamá me comenzó a dar esas pastillas azules, mi cuerpo se calentaba mucho y sentía ganas de me cogieran. Las dos éramos las mejores putas para esos perros, sus dueños nos daban incluso más dinero para que los dejáramos ver como sus mascotas nos metían sus vergas, era un espectáculo para ellos que también se hizo parte de la oferta.

Ya ha pasado tiempo, me convertí en una buena perra, ya no había problemas en que los perros que mamá llevaba a casa me la metieran, para ella tampoco era problema que se la cogieran mientras siguiera entrando dinero. Las dos éramos unas perras dispuesta a hacer de todo a quien pagara por nuestros servicios.

 

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martes, 20 de mayo de 2025

117. En manos de un jovencito

 

Me llamo Valeria, soy chilena, de 41 años, casada, feliz. Soy de estatura media a alta, blanca, bastante “buena” como dice mí esposo. En mi vida personal me considero satisfecha y por lo mismo nunca he engañado a mi esposo, en realidad jamás he estado con otro en la cama, aunque alguna vez he fantaseado con ello sólo por imaginar cómo se sentirá. En fin, les contaré mi historia.

Resulta que tenemos una pareja de amigos desde que éramos chiquillos, ahora matrimonio. Tenemos mucha confianza y nos visitamos frecuentemente ya que vivimos en la misma villa. Ellos tienen dos hijos, Paula y Elías; nos dicen tíos a mi esposo y a mí porque nos conocen desde siempre. Hace un tiempo nuestros amigos salieron de viaje por dos semanas y me pidieron que visitara de vez en cuando a los chicos para ver cómo estaban. Como otras veces, accedí pero sólo yo podría ir ya que mi esposo trabaja fuera y llega sólo cada 5 días.

Una tarde que fui a su casa estaba solo a Elías viendo tele. Paulita tenía clases hasta tarde en el instituto. Me invitó a mirar tele con él, acepté de inmediato porque estaba aburrida y no tenía nada que hacer. Estábamos en eso cuando Elías me dice poniéndose colorado que tiene un problema muy personal y si acaso puede confiar en mí, “Por supuesto que sí. Soy tu tía que te quiere y haré lo que sea por ayudarte” –le respondí. “Lo que pasa tía, pero no te enojes por favor, es que nunca he visto ni una parte del cuerpo de una mujer, a menos que no sea en fotos y parece que se me nota, porque mis amigos se burlan de mí. Yo sé que es una locura, pero, ¿tú podrías mostrarme algo que sea? Te juroo que sería nuestro secreto y jamás le diría a mis padres. Eres la mujer adulta más linda que conozco y tengo confianza con nadie más para pedirle este tremendo favor” –me dijo. “Pero Elías, es una verdadera locura lo que me pides. Tan solo imagina si tus padres se enteran” –le dije sobresaltada. Me juró y re juró que jamás les diría nada, que lo que yo quisiera mostrarle estaría bien, que yo le había ofrecido hacer lo que sea por él y ahora le estaba fallando. Eso me conmovió. “No quiero fallarte nunca” –le dije y después le advertí: “Te voy a mostrar sólo lo que yo quiera y será nuestro secretito”.

Su cara de contento y un sonoro beso en mi mejilla me animaron a seguir. Me paré delante del televisor, lo apagué y comencé a sacarme lenta y nerviosamente el sweater, mostrando un coqueto sostén de encaje blanco que dejaba traslucir mis pezones, que por extraña razón, se habían parado. Dudé por un momento, después dándole la espalda, lentamente desabroché la prenda y la dejé caer. Le dije: “Dame un momento para atreverme antes de darme vuelta” –le dije. Él me respondió: “Tía, mejor te das vuelta lentamente y con los ojos cerrados para que no te sientas mal”. “¡Buena idea! –dije. Esperé unos segundos, mi corazón ya se me salía del pecho, era una sensación rara, morbosa diría yo, reconocí espantada en mi interior que aquella situación no solo me tenía nerviosa sino también caliente. Cerré mis ojos y lentamente comencé a dar la vuelta, en ese momento varios pensamientos pasaban por mi mente, pensaba que entraba abundante luz del ventanal, que ya estaba de costado hacia él y de seguro ya podía ver la silueta de mis tetas, recordé mis pezones parados y me dio vergüenza. Finalmente estuve de frente a él, con mis ojos cerrados sentía su mirada, recuerdo que pensé: “Ojalá que le gusten mis tetas, sería terrible haber pasado por esto y que no le gustaran”. También me avergoncé por ese pensamiento. Estaba en eso cuando un sonidito extraño me llamó la atención y dándole la espalda comencé nerviosamente a vestirme. Cuando terminé, tardé un rato en mirarlo a la cara, finalmente le pregunté: “¿Y qué te pareció? Espero no haberte defraudado”. “¡Ah tía! Tus tetas son más ricas que todo lo que había imaginado, incluso hice algo que tal vez no te guste. Estaba ta maravillado que no pude aguantar y te tomé una foto” –me dijo bajando la vista. Al ver mis ojos desorbitados por lo de la foto se apresuró a agregar: “Pero no te preocupes tiita, fue con mi cámara digital y tu foto no la revelarán, así que nadie más que yo te verá. La voy a guardar en mi computador y tú sabes que ni mamá ni papá se meten allí jamás”. Su actitud parecía sincera, además que de imaginarlo corriéndose unas pajas con mi foto, mi corazón nuevamente se aceleró. “Bueno, me tengo que ir y por favor que sea un secretito entre nosotros” –le dije nerviosa, y salí rápidamente. Mientras caminaba hacia mi casa pensé: “No fue tan malo, hasta me gustó. Además, ya pasó”.

Esa noche al revisar mi correo electrónico, di un salto al encontrarme con un mail de Elías donde venía mi foto, me asusté mucho y la borré enseguida. Nuestra hija a veces nos visita y usa el computador; me estremecí de pensar en que pudiera verme desnuda o casi, en la sala de nuestros amigos, los muebles se veían perfectamente. Además, mi esposo también usa el computador ya que para sus negocios el e-mail es importante.

Al día siguiente no pensaba ir a su casa, aún me sentía incómoda, pero Elías me llamó por telefono diciendo que fuera por favor, que quería decirme algo. Acepté y partí como a las 3 de la tarde. Al llegar, de nuevo estaba solo y me contó que la Paula estaba preparando una prueba donde una compañera, que llegaría tarde y podríamos conversar tranquilos. Pasamos a la sala y lo primero que le dije fue por qué me había mandado la foto, que era muy peligroso y no lo volviera a hacer. Me dijo: “Es que te veías tan linda que quiso que yo me viera. En la noche estuve mirando la foto”. Me dio vergüenza y me puse colorada. Pasó un rato de silencio y como tomando aire me dijo muy serio:  “Tía, tu sabes que yo te quiero mucho y ahora más encima que compartimos otras cositas. Por favor no te enojes, compréndeme, es algo muy especial para mí y por lo mismo…”. Se detuvo un instante como reuniendo valor y siguió: “Quiero mirarte de nuevo, pero esta vez, quiero que te quedes sólo en con la parte de abajo de tu ropa interior”. “¡Estás loco!” –le dije enojada. “Compréndeme tía, todo muchacho de mi edad sueña con algo así y yo no quiero perder esta oportunidad, estoy tan desesperado que de puro nervioso podría mandarle un mail al tío” –me dijo. Esa posibilidad me aterró y le dije: “Te pasaste tres pueblos Elías, mira con lo que me sales ahora. ¡Así me agradeces lo comprensiva que he sido contigo? Te voy a dar en el gusto m pero solo por esa maldita foto me tienes atrapada”. 

Cerré las cortinas de la sala y me paré en la semi penumbra en el medio de la habitación, sobre la gruesa alfombra redonda, él se sentó cómodamente en el sofá con cara de ansioso. Comencé con el suéter que llevaba, luego me desabroché la falda larga que llevaba, la que cayó sola. Quedé solo con un conjunto de sostén y tanga de encaje azul. Después me saqué lentamente el sostén mostrándole nuevamente mis tetas, el corazón de nuevo casi se me arrancaba, veía su cara de asombro, parecía gustarle mucho el espectáculo y me dijo: “Gira lentamente tía, quiero verte por todos lados”. Obedecí en silencio. Después de unos minutos me dice con voz nerviosa: “Ya que reconoces tía que te tengo atrapada, quiero que te saques también la tanga”. Intenté protestar pero me di cuenta que era inútil, estaba a merced de un chico que quería explorar lo erótico, era su juguete. Sentía una mezcla de humillación, indefensión y también mucho morbo. Le di la espalda y me bajé la tanga, quedé completamente desnuda para él, estaba paralizada, no sabía qué hacer, su voz me sobresaltó. “Date vuelta tía y acércate” –me dijo. Lo hice y cuando me paré frente a él un halo de sol se colaba entre las cortinas y caía sobre mí, regalándole todos los detalles de mi cuerpo. Me dijo: “Recuéstate a mi lado, a lo largo en el sofá”. Intenté acomodarme pero con él sentado en un extremo no cabían mis piernas, le dije: “No puedo, no quepo contigo ahí”. “Si abres las piernas mucho y pasas la izquierda por atrás mío sobre el respaldo cabemos los dos” –me dijo .A esas alturas ya estaba resignada, lo hice y cuando vi su expresión al verme la conchita recordé que la tengo completa depilada, así le gusta a mi esposo. Por primera vez vi distinto su rostro, no era el del chico que yo conocí desde bebé, era el de un hombre, uno que estaba tremendamente caliente, que tenía un juguete sexual y no sabía qué haría con él. “Ábrela mucho” –me dijo. Obediente abrí mis piernas. “Eso es, recorre tu vagina con un dedo” me ordenó. Ahora la que estaba caliente era yo, obediente seguí su orden. “¡Muy bien, sigue así!” –me ordenaba. En ese punto yo ya no daba más de caliente, mi concha estaba empapada y al estar peladita se veía claramente, mi dedo se perdía a ratos en el interior, gemía desesperada, quería que me mirara muy bien, quería que me viera todo, que viera a su tía descontrolada de deseo, que memorizara mi concha mojada con mi dedo hasta adentro, no tenía limites, ya todo mi pudor se había ido a la mierda, no podía creer que le estuviera haciendo un show sexual a Elías, ni a mi marido se lo he hecho jamás. Es tan fuerte y especial sentirse un objeto de deseo. Estaba en lo mío, como loca con mi dedo mayor hasta adentro, cuando por fin se decidió y siento un dedo suyo entrando junto al mío.

Ya no podía contenerme más, me entregué al placer cual adolescente primeriza. “Eso es mi chiquito, hágame lo que quiera, soy suya para que juegue, su tía es suya, toda suya” –le decía. Saqué mi dedo para qe ahora fuera él quien se adueñara de mis gemidos. “¡Así, así, aprende a gozar con una mujer! ¿No es más rico que las pajitas? ¡Aprovéchame que así como estoy no tengo fuerzas para negarte nada!” –le decía entre gemidos. Sus dedos me exploraban la concha, nunca habían tocado ninguna, me abría los labios, me acariciaba el culo, amasaba mis tetas, pellizcaba mis pezones y yo gemía como puta, así me sentía, su puta-tía o su tía-puta, para él sería lo que quisiera. De pronto, soltó un gemidito ahogado y supe que había acabado, en ese momento acabé yo también quedando allí, cansada, mareada y por primera vez, pensando: Me sentí rara con ello, en que debía haber tenido su verga durísimo, que debí habérsela sacado y recibir su semen en mi cuerpo, incluso hasta me hubiese atrevido quizá a recibirlo en mi boca, lo que a mi esposo siempre le he negado. Intenté adivinar cómo lo tendría, ¿será largo? ¿grueso? Me vestí y sin decir nada partí a casa. Curiosamente, no me sentía tan mal, era rico sentirse tan deseada y lo forzado de la situación como que me liberaba de culpa, de alguna forma mi conciencia no me atormentaba, me preguntaba en que terminaría todo, no lo sé, estoy atrapada por él.

Los días pasaron después de ese lujurioso encuentro y yo no sabía nada Elías, las cosas se ponían un poco complicadas para mí, no porque alguien pudiera enterarse de lo que había paso, más bien porque no saber nada de él me ponía inquieta.

Era jueves, me llama por teléfono y me pide que vaya esa tarde sin falta. Bastante nerviosa por lo que podría pasar llegué como a las 4, dijo que a esa hora estaría de vuelta de practicar deporte como todos los jueves.  Entré con la llave que me dejaron preguntando desde la entrada por alguien en casa, me respondió él desde arriba, diciendo que se estaba duchando, que subiera y lo esperara un momento. Cuando estuve junto a la puerta del baño pregunté en voz alta por su hermana, me dijo que anda media loca con unos trabajos del instituto y no llegara hasta tarde, que no me preocupe y que lo espere en el dormitorio de sus padres. Cuando iba cruzando la puerta me grita desde el baño: “¡Tía, espérame desnuda!”. Sentí un súbito calor en la cara al oír aquello, entré en la alcoba, estaba con las cortinas cerradas, en semi penumbras, un disco de Enya sonaba suavemente desde algún lugar de la habitación. Comencé a desnudarme, de nuevo aquella extraña sensación de estar indefensa, de no tener el control de lo que ocurra, esa especie de liberación de conciencia, esa voz interior que me dice: “No es tu culpa, tu actúas obligada, resígnate”. Cuando terminé de desvestirme allí de pie frente al gran espejo, casi involuntariamente llevé la mano a mi entrepierna, mi concha estaba mojada. En ese momento entró el, venía cubierto con una toalla atada alrededor de su cintura, su cuerpo joven y con pocos vellos, su cabello mojado y desordenado, la cara de deseo que puso al verme desnuda, todo ello me tenía temblando como una chiquilla. De verdad era algo muy especial y nada de desagradable confesaré.

Se acercó a mí, me dio un suave beso en los labios y me dijo casi susurrando a mi oído: “He pensado mucho en ti, quiero que ahora me enseñes a hacer el amor, quiero que tú me lo enseñes”. Dijo poniendo énfasis en la palabra TÚ.

 

Respondí besándolo apasionadamente, mi lengua se abrió paso entre sus labios gruesos refregándose con fuerza contra la suya, me senté en la cama quedando frente a su toalla, “algo” debajo de ella estaba haciendo un bulto, puse mis manos en el nudo que afirmaba su única prenda, se asustó e intentó detenerme pero suavemente retiré sus manos y continué. Solté el nudo y la dejé caer, frente a mi quedó cimbrándose su verga tiesa, su prepucio retraído por la erección y un glande rosado y brillante con una gotita de líquido asomando en su punta. Pensar en que ese juguetito no había sido disfrutado por nadie antes terminó con el poco recato que me quedaba, me acerqué y le di un tierno beso en la punta, luego me retiré para mirar su cara, un hilito de líquido se estiró entre mis labios y su glande. El me miraba con una mirada mezcla de calentura y timidez.

Pasé la lengua por mis labios, el sabor de su liquido era delicioso, hasta diría que casi dulce, mientras lo saboreaba, con mi mano derecha tomé su tronco y comencé a pajearlo lentamente llevando hasta atrás su forro, lo que ponía más grande y brillante su glande, abrí mi boca y la metí su verga lentamente en ella, mi lengua recorría aquella cabeza por todo su contorno, él respiraba agitadamente. Después de un rato lo saqué y lo dirigí hacia arriba afirmándolo con mi mano, empecé a lamerle los testículos, desde allí mi lengua subía por su verga hasta llegar a la punta, mamaba un ratito su glande y volvía a bajar recorriendo el mismo camino. Reconozco que estaba disfrutando como loca, quería comerme toda su vega, la lamía con desesperación, su cabeza estaba hinchada al máximo, de pronto, mientras subía, comenzó a soltar chorros de semen que cayeron en mi pelo, mi frente, mi mejilla y finalmente en mis labios. Como llevada por una fuerza incontenible lo metí en mi boca alcanzando a recibir el ultimo disparo de semen en mi lengua, me avergüenza decirlo pero lo saboreé como un manjar tragándolo con gusto y pensar que al pobre de Marcos, mi marido, nunca le he aceptado. Esto es una locura, lo sé, pero la situación daba para ello y más, la música, la penumbra, nuestros cuerpos desnudos, aquella verga virgen. En fin, todo. Yo ya no tenía freno, había sobrepasado todos mis propios límites empujada por este chiquillo que encontró en mí su juguete sexual. Esto no se detuvo aquí, yo estaba como loca y él todavía la tenía dura. ¿Serán así todos los jóvenes? Lo acosté en la cama, su verga apuntaba al cielo, no se imaginan que hermoso cuadro. Volví a chupársela como si estuviera embrujada, no podía parar, finalmente no pude aguantar más y subiendo a gatas por la cama me senté sobre él metiéndomela hasta el fondo. Mi concha lo apretaba con fuerza al sentirse llena, sentía sus testículos calientes en mi culo en cada profunda embestida que dábamos. Yo posaba mis tetas en su cara, refregaba mis pezones alternadamente en sus labios. Tuve no sé cuántos orgasmos montada en esa verga incansable, él acababa  y casi sin ablandarse continuaba dándome duro a los pocos minutos. ¡Por Dios, qué manera de darme verga! Creo que Marcos nunca me había culeado tanto; empecé a decirle todo tipo de cosas. “¡Dame todo tu lechecita, quiero secar tus testículos!. “¡Así mi dueño, soy toda tuya! ¡Culeame toda!” –le decía envuelta en el éxtasis absoluto de placer. “¡Mira en el espejo como me tienes ensartada en tu verga! ¡Soy tuya! ¡Tu puta, tu perra, tu juguete sexual!” –le decía con más calentura mientras Elías no paraba de metérmela con fuerza. “¡Nadie me la metido como tú, me fascina esa verga rica que tienes mi chiquito!” –le decía casi en agonía.

En fin, estuvimos como hasta las 8:30 de la noche. Le enseñé a montarme pero le gustó más que yo lo montara, creo que le gustaba mirar en el espejo como se veía su tía desde atrás subiendo y bajando, a ratos me pedía que me quedara quieta y con el culo bien parado. Entonces con sus manos me abría el culo y miraba al espejo , yo me avergonzaba de imaginar lo que veía, mi culo abierto al máximo y su verga metido hasta los testículos en mi concha también abierta, mis agujeritos íntimos allí expuestos por completo, rendidos y disponibles para su juego, era una mezcla de humillación con una calentura tremenda. Pese a estar muy cansados, me costó detenerlo, le dije que tenía que irme, que me dejara, que ya me había hecho lo que todo lo que quiso. Me vestí en silencio, ordené algo la cama, me arreglé un poco y salí dándole un tímido beso. Afuera ya era casi de noche. Al caminar por la calle con mi concha abierta y rebosante de semen me ponía más caliente sabiendo que había sido la primera en probar esa rica verga, que me había mandado con su semen escurriendo era delicioso.

Al llegar, me di una ducha, me tiré en la cama y cerré los ojos. Las imágenes de tan rica cogida empezaron a hacer estragos en mi mente, estaba mojada, mi vagina quería placer. Empecé  a jugar con mis dedos, acariciando deliciosamente mi clítoris, los gemidos no se hicieron esperar, Estaba caliente por un chiquillo que había sabido jugar muy bien sus cartas y ahora me tenia con la piernas abiertas pensando en él, en lo rico que me había cogido y que para ser su primera vez supo perfectamente como hacerme gozar. Una ola de placer envolvió mi concha mojada y caliente, gemía como loca y diciendo el nombre de ese mocoso que me había hecho puta. Cuando mi cuerpo se relajó pude conciliar el sueño.

Fue un delicioso momento que se ha repetido casi a diario, él me llama y me tiene a sus pies, siempre dispuesta a complacerlo. Ya ha pasado casi un año y seguimos en ese morboso placer de coger por las tardes, no niego que el morbo es más fuerte y siempre lo será mientras tenga la verga de Elías entre mis piernas.

 

Pasiones Prohibidas ®

sábado, 17 de mayo de 2025

116. Exhibida

 

Mis fantasías empezaron a hacerse realidad cuando conseguí un trabajo por las tardes en una bodega de equipos y herramientas, me encargaba de los inventarios, lo que requería tratar con empleados bastante morbosos, lo que no era un problema pues mis labores eran sobre todo por las tardes cuando el resto del personal se había ido. No pasó mucho tiempo, cuando mi reputación ya era “conocida”, pronto empecé a escuchar a mis compañeros decir cosas como: “ya viste como viene vestida ahora Mary, le encanta provocarnos”, “si tuviera oportunidad me la llevaba a los baños a ponerla a mamar verga”, “se nota que le gusta exhibirse, de seguro se muere por andar desnuda entre nosotros”. Bueno, todo era cierto, era evidente por mi forma de vestir y de actuar. Las faldas cortas, los escotes sin llevar top debajo, los descuidos voluntarios, el contonear mis caderas con tacones altos, no podía haber duda, no solo disfrutaba la atención, la buscaba deliberadamente.

Una tarde mi supervisor me llamó a su oficina para hablar de este asunto. Era un hombre muy atractivo casi llegando a sus 50, con algunas canas y barba, muy varonil. Gentil y amable, pero pronto descubriría que guardaba una personalidad dominante y llena de lujuria. Sin rodeos me dijo: “Mary tenemos un problema que resolver, estas distrayendo al personal. Se habla mucho de ti y no puedo permitirlo, supongo que sabes que lo que estoy hablando”. “Sí Roberto, comprendo lo que me dice, creo que se salió de control este juego, pero no quiero perder mi empleo” –le dije. Por alguna razón, su personalidad tan calculadora y calmada me puso vulnerable y terminé confesando que yo misma había provocado la situación pues disfrutaba las miradas y la atención que recibía.

Con una voz firme me dijo: “Eres una mujer joven y de verdad hermosa, yo respeto lo que hagas y lo que deseas, pero es mi deber mantener el orden en esta bodega. Por otra parte, si te gusta sentirte deseada yo puedo ayudarte, así no pierdes tu trabajo y nosotros seguimos disfrutando de tu linda presencia”. Con nervios, pero entendiendo perfectamente a donde iba esta conversación, respondí: “Haré lo que sea,” mientras mis pechos se movían con mi agitada respiración. Lo que me dijo a continuación, me produjo una inmensa excitación y al mismo tiempo me tranquilizó. Acercándose a mi lado, me dijo: “Debes entender que no hay vuelta atrás, lo que hagas será porque lo quieres hacer, yo por mi parte te garantizo que nadie hará contigo nada que no apruebes”.

Su masculinidad simplemente me doblegaba, así que de forma automática me levanté, puse mis manos sobre sus hombros, y le dije: “Gracias Roberto, estoy segura que no voy a decepcionarte”. Con estas palabras Roberto entendió que me sometía voluntariamente a él, a sus órdenes, y que obedecería cualquier instrucción que me diera. “Vamos a poner a prueba tu disposición” –dijo. Abrió la puerta de su oficina y llamó al jefe de grupo. Lo escuché decirle: “Reúne a los muchachos enfrente de la ventana, Mary quiere mostrarles algo”. Andrés miró a donde yo estaba, sonrió y apresuradamente llamó a los demás. Roberto apagó las luces de la oficina, abrió las persianas dejando entrar la iluminación de las lámparas de la  bodega. Me tomó de la mano, me acercó a la ventana y me ordenó: “Quiero que te exhibas como una vulgar puta, deja que los muchachos miren lo que tanto han deseado”. Las miradas desconcertadas de mis admiradores cambiaron a sorpresa cuando empecé a desabrochar los botones de mi blusa. Yo los miraba con mucha lujuria, con nervios, mis manos temblaban, pero cuando mi blusa cayó al suelo todos teníamos una sonrisa de complicidad que jamás había experimentado. “Agárrate las tetas, mamacita”. “Apriétate los pezones, zorra”. “Qué puta resultó la Mary”. “Qué tetas tienes puta” –eran el tipo de cosas que me decían, yo lejos de molestarme disfrutaba la atención, las miradas, y uno que otro se agarraba la verga por encima del pantalón sin ningún disimulo. Desabroché mi falda y la dejé caer quedando solo en tanga. Los muchachos gritaban, piropeaban y reían con descaro como si estuvieran en un club nudista viendo una stripper.

Voltee a ver a Roberto quien se estaba masturbando sentado detrás de su escritorio. Me ordenó acercarme, y me dijo: “Mira como me has puesto Mary, ¿qué piensas hacer para arreglarlo?”. Sin pensarlo me puse de rodillas y empecé a disfrutar de esa verga firme y venosa, cargada de semen. Estuve así un buen rato, pero cuando estaba a punto de acabar me detuvo. Me puso de pie y me dijo: “sal afuera, con los muchachos, dales un espectáculo que los haga recordarte siempre”. En ese momento, ellos se encontraban mirando hacia donde estábamos Roberto y yo. Al salir de la oficina, se tocaban con descaro. Me puse en medio de ellos, intentando hacerles un baile erótico, los dejaba sobarme las tetas, el culo. La sensación de sentirme deseada me hizo tocarlos, masturbarlos, contonearme sobre sus cuerpos como si me estuvieran cogiendo entre todos.

La lujuria me hacía sentirme como un objeto sexual y nada más. Me quitaron la tanga, dejándome completamente desnuda y a su merced. Empezaron a meterme mano, sus dedos me penetraban. Me chupaban los pezones y me abrazaban con desesperación. La situación se iba a salir de control, pero Roberto con voz seca les ordenó calmarse. Me tomó de la mano y expresó: “Yo soy el jefe aquí”. De nuevo nos metimos a su oficina, yo estaba sin cordura, solo sintiéndome tan vulgar como la mejor. Me colocó con mis manos recargadas en el escritorio, boca abajo, ofreciéndole mi vagina húmeda, yo me contoneaba con prisa, doblando mis rodillas, levantando mis piernas como perra en celo. Roberto se acercó a mí, y con fuerza me penetró convirtiéndome en su propiedad. Yo estaba entregada a sus embestidas y a las miradas de los demás que ya se habían colocado de nuevo frente a la ventana. Gritaba: “¡Dame más Roberto! ¡Así, dame duro, dame verga, quiero verga!”. Tomó mis brazos jalándolos hacia atrás, ya no tenía de donde sostenerme. Tenía mis ojos cerrados, gimiendo al disfrutar de cada centímetro de su verga, sintiendo sus testículos rebotar en mi culo. De pronto, su eyaculación me hizo abrir los ojos al sentir lo espeso y caliente de su semen. Su cuerpo temblaba sobre mí, yo por mi parte me estremecía de tanto placer, ambos nos quedamos así un rato, agitados, recuperando el aliento. Al quedarme tendida en el escritorio con las tetas pegadas a él, disfrutaba como el semen de mi jefe salía de concha recién cogida. Me sentía tan puta al ser observaba por mis compañeros de trabajo, los miraba jadeante y con cara de caliente, sabiendo que ellos lo habían disfrutado tanto como yo.

Nos pusimos de pie, Roberto se abrochaba el pantalón y se ponía la camisa. Yo buscaba mi tanga, pero recordé que la había dejado afuera. Salí a recogerla, y Andrés me la entregó, estaba llena de su semen, la acerqué a mi rostro y la olfateé dando así mi aprobación.

En ese momento, la mayoría no supimos cómo manejar lo que acababa de pasar, pero algo era seguro, todos lo habíamos disfrutado, aunque Roberto y Andrés mas que los demás. Después de vestirme, Roberto les ordenó a los demás seguir con su trabajo. Yo me quedé en su oficina charlando de mi futuro en la empresa. Roberto me dijo: “Como has sido una buena puta, te consideraré para que seas mi secretaria”. Eso implicaba un mejor sueldo, pero lo que siguió no solo me calentó en demasiado, sino que puso mi mente a volar de manera traviesa. “No solo cumplirás la tarea de secretaria, también serás la puta de la bodega. Siempre que alguno de tus compañeros lo requiera, tendrás que apagar sus ganas. Obviamente, si quieres cobrar, puedes hacerlo, pero si lo quieres hacer solo por ser puta y dejar que te cojan, ese será tu problema” –dijo Roberto. “No es problema para mi ser la puta de la bodega, tampoco me complica cobrarles o no, solo importa que los muchachos hagan bien su trabajo y si siendo puta lo puedo lograr, cuenta conmigo” –le dije. Sonrió y dijo: “Muy bien, puta puedes serlo desde ahora. A contar del próximo mes ya estarás en el escritorio que está vacante”. Con la autorización del jefe ahora tenía todo en mis manos para ser la puta y así ellos podrían tener un rendimiento más óptimo en el trabajo.

A la mañana siguiente llegué a trabajar con un vestido ceñido que resaltaba mis atributos, las miradas de lobos hambrientos de mis compañeros me hacían humedecer. En el horario de almuerzo decidí que ya era tiempo de mostrar lo zorrita que soy. Seguí a dos muchachos al sector de los lockers, entré y ellos se quedaron mirándome con deseo. “¿Les gusta cómo me veo?” –les dije. Claro Mary, te ves muy sensual” –respondió uno. “¿Tú crees” –le pregunté girándome lentamente. El otro respondió: “¡Claro que sí! Sensual es poco”. No podían creer que estábamos a solas, no se atrevían a nada, por lo que tuve que tomar la iniciativa. Levanté mi vestido desde los muslos y les mostré que no tenía bragas puestas. Mi vagina se veía húmeda, hinchada por las ganas de coger. “Ahora, ¿qué dicen?” –les pregunté. Los dos se quedaron viéndome y me responden a coro: “Te ves como una puta”. Al escucharlos decir eso, me acerqué mirándolos con lujuria, puse mis manos en sus entrepiernas y les dije: “Entonces, denle verga a la puta de la bodega”. Abrieron el cierre de sus pantalones y sacaron sus vergas, se veían apetitosas, tanto que pasé mi lengua por mis labios. Sin perder tiempo me puse de rodillas y se las empecé a chupar. Ver sus caras de extrañeza y placer me calentaba, metía una en mi boca y me la tragaba completa, lamia desde la base a la punta con lujuria, lo mismo hacía con la otra.

En mi calentura, me quité las bragas y subí mi vestido hasta la cintura. “¿Quién va a ser el primero?” –pregunté. Uno de ellos no perdió el tiempo y ensartó su verga en mi vagina, solté un sensual gemido y le dije: “¡Dame verga con fuerza!”. Apoyada en la pared estaba siendo cogida por un animal salvaje que me embestía con violencia, al otro lo tenía al lado masturbándolo con suavidad, no quería que acabara, sino que disfrutara de mis indecentes caricias en su verga. El otro por su parte se encargaba de cogerme con esa sensual bestialidad que brotaba de su ser, haciendo gemir y chocar mi tetas contra la pared. “Ahora vamos a ver lo putita que eres” –dijo el que masturbaba. Uno de ellos se tiró al piso y me dijo: “Móntame putita”. Obediente me subí encima de él y su verga se ensartó en mi conchita. El otro se acomodó detrás y la metió en mi culo. Fue una deliciosa sensación que me recorrió por completo al sentir como mi ano se abría y albergaba esa verga lujuriosa. Los gemidos se transformaron en alaridos de placer, las embestidas que me daban me estremecían por completo, mi culo y mi concha no daban más de placer, gemía y resoplaba a causa del frenesí de la tremenda cogida que estaba recibiendo, todo por ser la puta de la bodega, la puta que estaba para calmar los ímpetus de esos lobos hambrientos que me cogían como si devoraban a su presa.

Me encontraba al borde del orgasmo, estaba delirando de placer, cuando sentí una corriente que sacudió mi cuerpo con violencia. Esa perversa sensación de lujuria se apoderaba de mi cuerpo, como un vendaval de placer. Era algo que no podía describir en ese momento, pero fue un orgasmo tan intenso que mi culo y mi concha punzaban placenteramente. Ellos seguían dándome con fuerza, no se detenían, yo estaba al borde de la locura, mi corazón latía con fuerza, mi respiración eran solo pequeñas bocanadas de aire que apenas me llenaban los pulmones. Caí sobre el pecho del que estaba en el piso pero les suplicaba que no se detuvieran. No sé cuánto tiempo pasó ni cuantos orgasmos tuve, solo sé que el placer era infinito. Cuando ya estaban por acabar, me pusieron de rodillas en el piso y se empezaron a masturbar como locos, hasta que sus vergas escupieron ese delicioso y tibio semen que cayó en mi boca y en mi cara. Saboree cada chorro de semen que recibí, me sentía puta, lo estaba disfrutando como si fuera una niña que tiene un juguete nuevo.

Después de la demencial cogida y eyacularme encima, se las chupé para no dejar ni un rastro de semen, el ambiente olía a sexo, mi cuerpo olía a sexo, lo sentía en cada respiración. Ellos guardaron sus vergas y salieron con una sonrisa perversa en sus labios. Pasaron los días y me cogían todos los días, no había momento del día en que no estuviera disfrutando de una verga, incluso me exhibían cuando lo hacían, lo que aumentaba el morbo sino también mi calentura. Cada instante era placer y sexo, lo que me tenía más que contenta. En una conversación de pasillo con Roberto, el supervisor de la bodega me comentó que la productividad había aumentado, no había inasistencias del personal, lo que lo tenía muy complacido. Era un objeto sexual que ninguno quería perderse de usar y siempre estaba dispuesta a hacer lo que me pidieran por solo hecho de complacer mis oscuras fantasías. 

 

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