Mientras trataba de acomodarme para sufrir no los fuertes rayos del sol, apareció entremedio donde los setos dejan un espacio la hija de mi vecino. La conozco desde que llegué a vivir aquí hace ya varios años. Era una chica de edad no tan inocente pero por ser parte de una familia conservadora, parecía una niña aunque bordeaba los 18 años. Tiene un cuerpo sensacional, un par de tetas que despiertan el morbo en cualquiera que la mire, un culo que hace perder la razón y su pelo castaño, un rostro adornado por unos hermosos ojos verdes. El año pasado su bikini le andaba un poco grande, este año parece que es de una talla menos, sus curvas se escapan y resaltan envueltas en la delgada tela que cubre su infartante cuerpo. Como ellos no tienen piscina, normalmente ella hace uso de la mía con mi permiso tácito de hace tantos años atrás. Ella se llama Laura.
Laura mide cerca de 1.70, porque los setos miden 1.80 y ella es ligeramente más baja. Se veía sonriente. “¡Hola, tío Víctor!” –me dice con esa preciosa sonrisa dibujada en los labios. “¡Hola pequeña!” –le respondí. No tengo ningún parentesco con ella, pero desde pequeñita que me ha llamado tío y para mí eso no tiene importancia alguna. Levanté una de mis manos mientras daba un sorbo a mi cerveza en forma de saludo. Sabía que ella me saludaba por su interés en hacer uso y abuso de mi piscina que era la más grande del sector. A veces traía alguna de sus amigas y para mí era una agradable distracción ver esos jóvenes cuerpos femeninos. “¿Vas a venir a nadar?” –le pregunté. “Bueno, si me dejas. Hace mucho calor y estaba aburrida en casa” –me responde. “Pues sí, la piscina no se ha movido, está ahí. ¿Le avisaste a tus padres?” –le dije. “¡No están en casa! Fueron donde unos amigos y estoy sola” –respondió.
No sabía si me estaba diciendo la verdad o no, a veces me parecía que sus padres me la mandaban para poder estar ellos solos. Escuché por ahí que ellos tenían una vida sexual bastante activa y saludable, era sorprendente de que tuvieran solo una hija. “Víctor, voy a casa a buscar mi toalla” –dijo sonriendo. “Bueno, recuerda puedes venir cuando quieras” –le dije. La vi que desapareció entre los setos y al cabo de unos cinco minutos volvió envuelta en un pareo, una toalla en sus manos y seguida de cerca por Toqui, mi Pastor Alemán. Debo decir que casi me atraganto con la cerveza cuando la vi. Se había cambiado de bikini y este era de color beige, pequeñísimo y que la hacía parecer que estuviera totalmente desnuda, la parte superior cubría apenas las areolas de sus senos jóvenes y redondos y, cuando dejó caer el pareo mis ojos casi salieron de mis orbitas. La parte frontal de ese bikini prácticamente no cubría nada, se formaba una especie de plisa que mostraba la hendedura de su coño diminuto y calvo, la parte posterior era un hilo en medio a sus glúteos jóvenes y firmes. “¿Tus padres te han comprado ese traje de baño?” –le pregunté con curiosidad. “No, lo compré yo con la Visa de mamá” –me respondió.
Como dije anteriormente, conozco a Laura desde algunos años, pero solo ahora me doy cuenta de que se ha convertido en una hermosa joven, debí haberlo notado antes, porque no es primera vez que viene a nadar, pero otras veces había otros chicos y chicas a su alrededor. Lo que no recordaba absolutamente era este nuevo y revelador bikini, siempre la había visto con trajes de una sola pieza. Ahora me sonreía dándose cuenta de que se me caía la baba mirando su esplendor de joven mujer. También sonreía a Toqui que corría y saltaba alrededor de ella, de vez en cuando saltaba sobre ella casi haciéndola perder el equilibrio. La chica se defendía hábilmente de las cargas del perro, mientras jugaban más se acercaban a mí. “¡Ay! perro tonto, me rasguñas” –le decía a Toqui, pero no había enojo en su voz. Le encantaba visitar mi piscina, pero también le fascinaba aún más jugar con Toqui. Ella simplemente amaba a ese tremendo animal y jugaba casi siempre con él, a veces se lo llevaba a su casa. Para mi estaba muy bien, ya que me evitaba tener que sacarlo de paseo regularmente. “¡Cálmate Toqui! ¡Échate!” –le ordenó. El gigantesco animal sumisamente se dejó caer sobre la hierba obedientemente, movía su exuberante cola y la miraba con devoción con su lengua de perro colgando a mitad de su hocico. “¿De verdad no te interesa?” –me preguntó Laura parándose frente a mí en forma inconsciente con sus piernas abiertas y sus manos en sus sinuosas caderas. Detrás de mis oscurísimas gafas de sol podía admirarla imperturbable y descaradamente, desde sus ricas tetas, pasando por esa ligeramente pronunciada vagina, sus largas piernas y las uñas de sus pies finamente pintadas. Me di cuenta de que su nuevo bikini le serviría solo para este verano, para el próximo año será demasiado chico para esas formas que se desarrollaban inexorablemente. “Para nada. No, de ninguna manera” –me apresuré a contestar algo incómodo, porque repentinamente sentí que mi verga se estaba poniendo dura. Traté por todos los medios de ocultar mi creciente erección, porque no quería que esta pequeña adolescente se diera cuenta que me estaba calentando con su ingenua y sexi pose. “Ve y báñate todo el tiempo que lo desees” –le dije. “Gracias, tío” –me dijo sonriendo y acercándose a besar mi mejilla. En varias ocasiones le había pedido que me llamara por mi nombre de pila, pero ella insistía en llamarme “tío”, claro que me daba del “tú” todo el tiempo. “¿No quieres darte un chapuzón también tú?” –me dijo con su voz insinuante y sensual, puse la fría botella de cerveza sobre mi creciente verga para aplacar su crecimiento. “No, déjame aquí que estoy bien y tranquilo” –le respondí sonriendo. Era cierto que tenía calor, pero no era solo por el candente sol, ella me hacía subir mí temperatura corpórea. Además, desde mí reposera podía seguir admirando toda su lujuriante belleza, vestida en ese diminuto bikini que resaltaba toda su belleza. Se giró y caminó hacia el borde de la piscina moviendo sus apretadas y redondas nalgas. Por un momento pensé que lo hacía de propósito para excitarme. Si era así, había tenido un éxito rotundo pues mi verga estaba dura como palo. Traté de desechar todo pensamiento lascivo. ¿Qué interés podría tener esa pequeña niña en un hombre de treinta y ocho años? … prácticamente el doble de su edad y me pareció absurdo.
La vi que desaparecía bajo el agua con una estupenda zambullida, para aparecer unos metros más allá con sus dorados cabellos chorreando agua. Una sonrisa feliz y despreocupada se dibujaba en sus carnosos labios. Me levanté y fui a buscar otra cerveza, la que sostenía en mi regazo se había entibiado con la proximidad de mi pene caliente, volví con la bebida y un libro y acomodé la silla de jardín para tener una vista privilegiada de la muchacha. Fingí leer, pero mis ojos estaban pegados en la adolescente mientras ella giraba por el jardín en modo audaz y ciertamente exhibicionista. Se zambullía repetidamente y nadaba realizando figuras, muchas de esas consistían en dejar a flote solo la redondez de sus firmes nalgas fuera del agua. Luego salía y caminaba seductoramente para luego volver a zambullirse, no podía dejar de mirarla y observar la ingenua inocencia de sus movimientos. Terminé mi cerveza otra vez y me levanté en busca de la tercera. “¿Quieres un jugo o una bebida, Laura?” –le pregunté a la sensual jovencita. “Sí, algo de naranja o pomelo” –me respondió mientras con una mano apartaba sus bañados cabellos de su hermoso y juvenil rostro, mirándome significativamente con sus ojos claros. Entré en la cocina, saqué mi cerveza y una botella de jugo de naranja, además de un vaso limpio para ella. Laura había salido de la piscina y se estaba acomodando en una reposera frente a la mía, comenzando luego a secarse. Puse la bebida en una mesa junto a ella, versé un poco del líquido en un vaso y se lo ofrecí: “Ten y bebe, por favor” –le dije. “¡Oh! Gracias, tío” –me sonrió agradecida, abrí mi botella y me senté en mi silla. Laura levantó su vaso y comenzó a sorber el líquido fresco y chispeante. Por el rabillo del ojo y oculto tras mis oscuras gafas, la miré descaradamente mientras yacía medio recostada en la silla, todavía algunas gotas de agua se deslizaban por su piel desnuda y bien bronceada. Mis ojos se situaron a mirar sus tetas. Se notaban claramente sus diminutos pezones a través de la delgada tela de su bikini, seguramente estaban duros por el agua fría de la piscina. Se me puso la piel como de gallina y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tratando de escapar de mis pensamientos lujuriosos, le pregunté sobre sus cosas de colegio y ella inició una alegre conversación comentándome todo tipo de cosas, pero yo no le prestaba mayor atención, yo estaba más interesado en el bellísimo cuerpo de la chica, no dejaba de notar el tamaño de su pequeño bikini, muy bien podría estar desnuda ante mí. Me preguntaba de si ella era consciente de eso. Tal vez no, pero no podía dejar de pensar y mirarla deseando explorar su despampanante cuerpo con mis manos y no solo con mis ojos. Imaginé su cálida piel, como podría hacer que sus diminutos pezones se hincharían bajo la presión y caricias de mis dedos, me hubiese gustado besar y morder esos apetitosos botoncitos. Laura abrió ligeramente sus esbeltas piernas y reaccioné como en un shock de placer lascivo y candente admirando su cuerpo esplendoroso.
Con un poco de vergüenza sentí como mi miembro volvía a erguirse bajo mis shorts. Prontamente alejé mi cerveza de mi regazó y cubrí mi incipiente erección con mi libro. Esperé que ella no lo hubiera notado, no podía estar seguro ya que Laura también se había puesto unos oscuros lentes de sol. Afortunadamente estaba Toqui para distraerla. El gran perro había venido junto a ella y Fiorella acaricio amorosamente su gran cabeza. El perro apoyo su cabeza en su muslo desnudo con ternura. Me avergüenza decir que sentí celos del animal. En el intertanto, ella continuaba hablando sobre sus amigos de la escuela y las cosas que normalmente hacían para divertirse, yo me las arreglé para originar alguna pregunta atinente y parecer interesado en su verborrea, pero no cejaba de mirarla y admirarla. Embelesado en apreciar su juvenil belleza, no había prestado mayor atención a Toqui. Éste se había movido y vi que presionaba su hocico contra el bikini de la chica y olisqueaba inquisitivamente. Casi distraídamente, Laura empujó la cabeza del perro, sin interrumpir su parloteo, sin embargo, el perro resultó ser tozudo, lo vi tensar sus músculos y volvió a meter su hocico entre los muslos de la chica y esta vez ella no lo rechazó, es más, ¡la vi abrir ligeramente sus piernas para él! “¡Bueno, está bien! ¡Solo huéleme!” –la escuché susurrar asombrado, en algún modo me las arreglé para permanecer impasible mientras observaba a mi perro que empujaba su hocico aún más entre los muslos deliciosamente torneados de Laura, olfateando los aromas de su vagina adolescente. Vi el cuerpo de la chica tensarse al sentir la proximidad de la puntiaguda nariz del animal. Luego apareció la lengua larga y roja de Toqui a lamer la parte inferior del bikini de la chica. “¡Oh, qué bestia más rara! ¡Eres realmente un bribón!” –le dice. Esperaba que Laura empujara la bestia lejos de ella, pero solo se acomodó sobre la reposera abriendo sus piernas aún más sin dejar de hablar y sin interrumpir nuestra conversación. Mi mente era un torbellino y no podía reflexionar sobre lo que estaba sucediendo ahí a metros de mí. Toqui insistentemente hundía su hocico en la ingle de la muchacha, sin que esta hiciera el menor tentativo de alejarlo. Me quedé sin aliento cuando Laura despreocupada totalmente de mi presencia, aflojó las amarras de su bikini y Toqui hábilmente empujó la tela bajo sus glúteos y atacó su vagina desnuda.
Traté de concentrarme en lo que ella me hablaba, pero se me volvió imposible. Ahora escuchaba ampliamente los lengüeteos de Toqui y vi que el animal giraba su cabeza y deslizaba su lengua larga adentrándose en su vagina empapado por la baba del perro. Laura lo miraba y emitía risitas y se contorsionaba abriendo y cerrando sus piernas, mordía su labio inferior y apoyando una mano en la cabeza del perro, la vi mover sus caderas lascivamente contra el hocico del perro, sus rojos labios carnosos se entreabrían y cerraban con ligeros gemidos. Laura que trataba de mantener su compostura continuaba a hablarme de sus cosas y de lo que pensaba hacer en estos días de verano. Me miró intensamente detrás de sus gafas de sol, pero yo no moví ni un musculo. Pensé que las cervezas se me habían ido a la cabeza, no podía estar sucediendo lo que estaba sucediendo, ¿verdad? No podía ser posible que esta bella y joven chica se sentara a mi lado a charlar, dejando que mi perro lamiera su desnuda vagina como si nada. Eso no sucedía ni en mis sueños más alocados y cachondos. El sonido de los babosos lengüeteos que hacía mi perro entre los deslumbrantes muslos de la encantadora chica me trajo a la realidad, sí que estaba sucediendo. La erección de mi verga ahora era gigantesca, tanto que el libro se deslizó entre mis piernas y cayó al suelo. No sabría decir si Laura se percató de ello, pero sospeché que sí. Sin embargo, ella nada dijo, sino que siguió su perorata ya sin sentido para mí.
Al improviso se me ocurrió que tal vez estaba haciendo todo esto para excitarme y seducirme de una manera bizarra y extraña. “¡Dios, yo tengo el doble de su edad!” –pensé Simplemente ella no podía estar interesada en mí ¿Por qué nunca antes lo demostró? Sea como sea estaba teniendo un tremendo efecto en mí. Mi excitación aumentaba al mismo ritmo que Toqui lengüeteaba la conchita de Laura. Después de un rato noté que ella se había quedado en silencio, miraba al animal con interés, sus mejillas se habían tornado de color carmesí. Acariciaba dulcemente la cabeza del perro mientras él la lamía, sus pezones amenazaban con romper la fina tela de la parte superior de su bikini. Me estremecí cuando la escuché suspirar y gemir. Su respiración se había acelerado y vi que su vientre plano subía y bajaba al mismo ritmo de su respirar. Era evidente de que ella disfrutaba de la lengua de Toqui: “¡Ay Toqui! ¡Lo estás haciendo tan bien!” –le dice gimiendo despacio.
Suspiró entre gemidos y en ese preciso momento comprendí que no era la primera vez que lo hacía. Fue un tanto impactante percatarme de ello ¿Cómo era posible que una niña adolescente jugara con mi perro de esa manera? Entré a dudar de si la chica estaba completamente consciente de lo que estaba haciendo, pero en ese preciso momento ella levanto sus nalgas y con dos de sus dedos abrió su diminuta vagina. “¡Así Toqui! ¡Ahora puedes hacérmelo mejor, amorcito!” –le dijo entre gemidos sensuales con voz de niña. Ahora no me cupo la menor duda de que sí sabía lo que estaba haciendo ¡la muy zorra! Ahora se había deslizado un poco más debajo de la silla y se quitó la parte superior de su bikini para acariciar y amasar sus testas, estaba completamente desnuda con el hocico del perro enterrado en su ingle. Estaba jadeando suavemente y vi sus tetas se veían exuberantes en su pecho. Su vagina que ahora estaba totalmente visible, aun cuando la gruesa, larga y mojada lengua de Toqui de repente la cubría por entera, lucía una exquisita depilación. Sus labios vaginales delicados, enrojecidos y ahora brillantes de baba. Justo en ese momento Laura volvió a meter sus dedos sobre su pequeña vagina y abrió sus labios una vez más para que el perro lamiera su interior, gimiendo y contorsionando su pelvis, sintió como el perro penetraba profundamente su conchita, ella gimió intensamente, lanzó una serie de risitas lascivas y comenzó a temblar. Pude ver claramente que la lengua de Toqui la estaba haciendo gozar en modo intenso. “¡Oh! ¡Me vuelves loca pulgoso!” –le decía con esa voz sensual de niña. Sentí que mi corazón se aceleraba escuchando sus placenteros gemidos, de un momento a otro se iba a acabar y yo no quería perderme nada de eso. “¡Oh, Toqui, te amo! ¡Cómo me gustas!” –le dice retorciéndose sobre la reposera. Ahora estaba seguro. ¡Me trataba de seducir por intermedio del perro! ¡Sabía que era una fantasía muy fuerte y atractiva a cualquier hombre! Por mi parte yo sabía que había mujeres que lo hacían con algún animal, pero jamás soñé que algún día una chica que estaba a punto de salir de la secundaria, lo haría ante mí sin reparos. Especialmente no ella, mi joven y angelical vecina. Nunca la pensé interesada al sexo, mucho menos con animales ¡Qué afortunado mi Toqui! La vi que giró su cabeza a mirarme siempre detrás de sus lentes oscuros, cual era mi reacción ante tan pervertido acto. Sin embargo, me quedé inmóvil y sin dar muestras de mi excitación, como si se tratara algo común y corriente que sucedía todos los días. Ella me sonrió dulcemente.
Sin bien mi cara no mostraba mis sentimientos, otra cosa era mi verga que amenazaba con romper mis shorts. Caliente al máximo, vi como Toqui pasaba la lengua por la vagina de mi joven vecina, deslizándose bien más allá de su boquete externo, sino adentrándose en su cuevita húmeda y cachonda. El perro lengüeteaba ruidosamente esa joven vagina produciendo un sonido como de chapoteo en una laguna, tanto eran los fluidos de ella, comprendí que la bestia estaba totalmente acostumbrada e irresistiblemente fascinada con los sabores y aromas de la concha de Laura, nuevamente sentí celos en confrontación del agraciado perro. Laura ahora jadeaba con mayor intensidad y su esbelto cuerpo se sacudía con violentos temblores que la estremecían en modo incontrolable, las convulsiones y espasmos que experimentaba la niña presagiaban su goce hacia otro orgasmo. Mi verga rebotaba en mis shorts queriendo salir y pedía a gritos que me hiciera cargo, pero yo resistía mirando a mi juvenil vecina en su poderoso y deleitable clímax. Finalmente Laura arqueó su espalda y por un instante abrió sus piernas al máximo, lanzaba una especie de carcajadas cortitas y gemidos audibles, se veían sus dientes blancos en su boca abierta lascivamente, sus caderas se levantaron en el aire violentamente mientras ella se aferraba con fuerzas al apoyabrazos colocaba su pelvis contra el hocico de Toqui que no dejaba de lengüetear la miel emanando de la vagina de la chica, parecía que los violentos espasmos convulsivos de la muchacha no lo distraían en su labor de drenar los exquisitos fluidos de Laura.
Me sorprendí pensando en si algún vecino mío podía tener en su patio jardín un espectáculo impresionantemente caliente y sentado en primera fila. Al parecer Laura comenzó a recobrarse de su orgasmo bestial y limitó sus gritos a algunos agudos chillidos, gemidos y gruñidos. Sin embargo, un temblorcillo persistente continuaba a estremecer su humanidad. Ella quedó casi sin aliento, sus manos se deslizaron a la cabeza de Toqui, él continuaba lamiéndola y disfrutando visiblemente de sus juveniles y copiosos fluidos.
Las gafas de sol de Laura se le habían resbalado de la nariz durante su intenso orgasmo y lucía increíblemente sexy y divertida, con garbo y sensualidad se las quitó. Me miró un momento con sus dulces ojos claros, con una sonrisa adorable y juguetonamente picara y su boca sicalíptica. Su respiración aún era agitada y podía ver sus tetas subir y bajar acompasadamente a esa. No dijo nada, solo me miró manteniendo su sonrisa y con un ligero rubor de sus mejillas. Yo tampoco dije nada, temeroso de romper el encanto. También tenía miedo de que ahora que ella había terminado esta exhibición cargada de erotismo y perversión, pero sobre todo muy excitante, diera por terminado todo. Por un momento me asaltó la duda de si había dejado pasar mi momento, de si iba a tener alguna oportunidad o si ya era demasiado tarde para eso. Quería poder interactuar en algún modo con ella sexualmente, pero todavía estaban sucediendo demasiadas cosas como para preocuparme. La niña empujó con ambas manos a Toqui, el perro luchaba por continuar lamiendo, pude entender al animal. La vagina de Laura se presentaba roja, húmeda y apetitosa, y sus dos orgasmos anteriores, seguramente la hacían producir fluidos que él quería continuar sorbiendo. El olor de excitación que emanaba su conchita debe haber sido realmente irresistible para el perro, pero ya habituada a tratar con él, no se dejó amedrentar, lo cogió autoritariamente de su collar y lo apartó, después se levantó de la silla y se inclinó a mirar con curiosidad la parte inferior del animal. Seguí con mi mirada lo que estaban buscando sus ojos claros y quedé atónito.
Debido a que mi perro había estado en diagonal a la perspectiva visual que yo tenía, solo ahora podía ver el bajo vientre del animal, e inmediatamente me quedó claro que el banquete de fluidos vaginales de la chica había procurado a Toqui una excitación mayúscula, puesto que, en medio a sus patas traseras, pendía una verga monstruosamente grande. Primera vez que tenía la oportunidad de ver la verga de un perro, pero esta era mastodóntica, no sé si todos los perros gozan de esta particularidad, tuve un dejo de envidia sintiendo mi propia erección. Hasta ahora jamás había visto a mi perro excitado sexualmente, una que otra vez vi que asomaba una puntita rosada de su funda, pero nunca imaginé que escondía tamaña verga. Laura se agachó a observarla de cerca. “¡Oh, cariñito, tienes una erección!” –le dice con voz de inocencia y perversa. Laura se rio como una niña complacida, su tono de voz me excito demasiado e inmediatamente sentí las pulsaciones de mi verga bajo mis shorts que venían manchándose de líquido preseminal. La verga de Toqui seguramente medía unos sorprendentes veinte centímetros o más y de forma aerodinámica, puntiagudo y luego se engrosaba mucho, en la base tenía como una hinchazón todavía más gruesa. Debo confesar con humildad de que superaba de mucho mi propia verga, me sentí herido en mi orgullo de macho.
Prontamente Laura me hizo ver de qué tenía un especial interés en esa verga descomunal, para mi sorpresa y gran entusiasmo, ella se arrodilló sobre el césped junto al perro y metió su manita bajo el vientre de Toqui. Suavemente acarició la largueza de la verga con la palma de su mano y luego cerró su mano aferrando la verga roja y brillante, pero sus dedos no abarcaban más de la mitad de la gruesa verga animal. Sentí pulsar mi propia verga cuando la chica comenzó a mover su mano atrás y adelante, regalándome una lasciva sonrisa y mordiéndose su labio inferior ¡Estaba pajeando a mi perro delante de mí! Mi verga ardía y pulsaba dolorosamente, sentía que de un momento a otro iba a tener una eyaculación espontanea. Bebí unos ligeros tragos de mi cerveza y me acomodé mis gafas que ya casi se me caían. Miré a Toqui y lo vi con mitad de su lengua colgando fuera de su hocico, respirando agitado y con una mueca de felicidad envidiable. Debe haber sido maravilloso para él sentir la mano de Laura acariciando suavemente su verga erecta, tanto que comenzaba a mover sus caderas como si estuviese copulando con la mano de ella. “¡Ay, qué rico y durito que estás Toqui! ¡Así me gustas mi perrito caliente!” –la escuché decir cerca de la oreja del perro. Tuve la sensación de que se había olvidado completamente de mí, cómo si existieran solo ella y Toqui. Observé en silencio y excitado como la adolescente intimaba con mi perro. Esperé ansiosamente para ver qué pasaría a continuación, estaba curioso por saber hasta dónde se atrevería a seguir mi atrevida y hermosa vecina. No tuve que esperar mucho, sorpresivamente la muchacha se dejó caer ágilmente sobre su espalda y se metió debajo del vientre de mi perro, la enorme verga estaba a centímetros de su rostro de ángel.
Por un momento comenzó a bombear su verga vigorosamente, mucho más rápido que al principio, luego la vi ordeñar la verga de Toqui y un líquido acuoso comenzó a salir a pequeños chorros de la verga del animal, le salpicó en la cara y vi que ella apuntaba los chorritos a su boca entreabierta. Me estremecí en éxtasis viendo como el semen del perro bañaba su rostro, ella pasaba una y otra vez la lengua tratando de sorber el máximo posible. “¡Oh, qué rico que estás, cariño! ¡Estás tan caliente como yo!” –le decía Laura. Me impresiono la audacia y naturalidad de la chica a beber la esperma del perro, su mano se veía pequeña tratando de envolver la inmensa verga de Toqui, luego volvió a susurrar: “¡Ahora es el momento de devolverte tus mimos, cariño!”. Mis ojos se abrieron cuando vi que la muchacha levantaba su cabeza con la boca abierta y se tragaba esa verga chorreante, ¡tenía la verga de mi perro en su boca caliente! Luego sus carnosos labios rojos se cerraban alrededor de la verga de perro y la mancha de mi propio semen aumentaba en mis shorts, no me atrevía a tocarme por miedo de explotar instantáneamente, así que me senté a la orilla de la reposera casi sin aliento y respirando con la boca abierta, mirando como mi joven vecina se la chupaba a mi perro, tenía las mejillas hundidas por la fuerte succión que ejercía en la verga de Toqui, pude apreciar que la punta le llegaba muy dentro a la garganta. De pronto vi como succionaba con mayor fuerza y la sentí tragar, entonces supe que el chorro que había rociado en su rostro era solo líquido preseminal y ahora estaba eyaculando en la garganta de la chica, se veía el movimiento de la garganta de ella que ordeñaba la verga del animal de una manera deliciosa, también escuché a Toqui dejar escapar un pequeño aullido y sacudirse en forma repentina, empujando su verga en lo más profundo de su garganta. Mi perro estaba lanzando a cantaros todo su semen dentro de la boca de la niña, observé como ella tragaba y restos de esperma canino escapaban por sus labios semi cerrados. Agarré mi verga con fuerza por sobre mis shorts y lo apreté para impedirle de eyacular en ese momento.
Mi erección pulsaba en mis pantalones cortos, mi deseo parecía formar una bola dura en mi abdomen y mi corazón latía con tal fuerza que me parecía escapar de mi pecho y la presión de mi sangre me hacía sentir un silbido en mis oídos. Sin embargo, me contuve y permanecí sentado en silencio en mi tumbona, mirando con deleite a esta joven y hermosa niña, y a mi gran perro pastor. Laura mantenía su cabeza levantada y estaba ocupada lamiendo las últimas gotas de semen del animal. Entendí que debía ser insoportable para el perro seguir sintiendo esa succión en su delicada verga que recién se había corrido en la boca juguetona de la chica, ella se calmó por un momento y exclamó: “¡Dios mío! ¡Cuánto semen! ¡Me has llenado mi pancita!”. Sonreía complacida, sus ojos claros centelleaban excitados, tenía aferrada la verga de Toqui con sus dos manos. “¡Bendito seas! ¡Tú verga está todavía rígida! ¡Qué maravilloso y caliente eres!” –dice Laura a mi perro. Se giró hacia mí con sus ojos concupiscentes encendidos. “¿No es cierto que es maravilloso, tío Víctor?” –me preguntó. Otra vez me sentí sorprendido al escuchar su dulce voz que me interpelaba. Desde el comienzo del perverso, escandaloso y sicalíptico episodio, no me había dirigido la palabra. No supe que decir, solo asentí con los ojos abiertos como un pez mirando el rostro angelical de la pequeña amante de animales. Ella me sonrió cándidamente sabiendo a ciencia cierta lo que había causado en mí. Estaba totalmente seguro de eso. De repente, como una epifanía supe que todo esto había sido preparado con antelación por la maquiavélica muchacha. Había caído en su juego. Había maquinado todo para ver mí reacción, cosa que no podía ocultar. La vi como miraba mí entrepierna, mi impresionante erección era evidente, la forma de mi verga se recortaba y levantaba mis shorts manchados de líquido preseminal. De nuevo sus labios se expandieron en una amplia sonrisa. Con gracia y agilidad se deslizó de debajo de mi perro, se levantó rápidamente. Sin mirarme procedió a limpiar su cara llena de esperma canino con la parte inferior de su bikini, también su cuello y senos estaban chorreados y sudados. Sus jóvenes tetas se vislumbraban deliciosos, ahí frente a mi estaba de pie con las torneadas piernas ligeramente separadas, mi hermosa y juvenil vecina de casa totalmente desnuda. La miré descaradamente, recorriendo con mis ojos encantados y anhelantes cada sinuosidad de su cuerpo adolescente, esbelto, armonioso y ágil.
No terminaba de deleitarme con sus maravillosas curvas, cuando se dejó caer sobre manos y rodillas, presentándome sus perfectamente redondas y blancas nalgas, ahí sobre la hierba y en esa posición lanzó un pequeño silbido, inmediatamente vi a Toqui que se agitaba y corría a lamer sus glúteos, ella arqueó su espalda al sentir la áspera lengua separando los labios de su vagina enrojecida. Se plegó un poco hacia adelante y levantó su culo en el aire, las seductoras curvas de su redondeado y firme trasero estaban en diagonal hacia mí. Se divirtió un rato meneando sus nalgas de lado a lado mientras Toqui seguía lamiéndola, luego se enderezó un poco mirando al perro, levantó una de sus manos y se golpeó varias veces sus ricas nalgas alentando al animal, éste se dio varios giros detrás de ella como buscando la posición correcta y luego saltó sobre su espalda moviendo su cola con renovado entusiasmo. Mi verga empujó con fuerza la tela de mis shorts, cuando vi que el perro trataba de apuntar con su verga a la inflamada concha de la muchacha. Sentí como algunos chorritos escaparon por mi glande, mis bolas estaban por explotar. Boquiabierto observé como mi perro montando la hermosa chica doblaba sus patas traseras y empujaba hacia arriba su descomunal verga, la había aferrado firmemente de la cintura con sus patas delanteras. Jaló y jaló de ella haciendo rebotar la inmensa verga en sus nalgas estrechas y entre sus muslos, sin poder acertar el orificio vaginal de la muchacha y varias veces estrellándose contra su apretado ano. Laura se agacho un poco más y miraba al perro por entre sus maravillosos muslos. “¡Oh, sí, mi amor, cógeme!” –escuché decir a mi joven vecina mientras trataba de alinear su concha con los embistes de mi perro. Rápidamente me incliné hacía un lado para no perderme la lujuriosa escena, la enorme verga se acercaba cada vez más a los empapados labios vaginales de ella.
Un grito y chillido de placer se produjo en el preciso momento que la verga enorme se deslizó en su juvenil vagina, sin duda esa gorda verga ensanchaba sus apretados labios vaginales, su concha lampiña parecía abrirse con entusiasmo a recibir la penetración desmesurada de la verga de Toqui. “¡Ya cariñito, empuja más! ¡Empújala toda adentro!” –le decía la pequeña putita al perro, azuzándolo a metérsela con más fuerza, le rogaba empujando sus nalgas contra el animal. Lo incitaba a poseerla como una perrita en celo. Por imposible que me resultara, todo eso sucedía ahí en mi patio jardín, a menos de un metro de mis ojos. No sé quién era más afortunado, el perro o yo, quizás ambos. Toqui casi bailaba en sus patas traseras cogiéndose a la chica a una velocidad increíble, empujaba y empujaba su verga dentro de ella. Vi estupefacto una inflada bola comprimiendo los labios vaginales de Laura, ella gritó, luego chilló, después intentó escapar. De pronto, la bola resbaló dentro de ella y Toqui afianzó su agarre tironeando a la pequeña con sus patas, la chica chilló un par de veces más y luego cedió su cuerpo al animal que la zarandeaba y la hacía estremecer. Los movimientos de Toqui se habían hecho más salvajes, Laura tenía sus puños apretados, trataba de aferrarse al pasto, sus hermosísimos pies se habían encorvado en forma increíble, había enderezado su espalda y levantado su cabeza con los ojos cerrados y una mueca de lujurioso placer. Imaginaba la dulce y caliente presión que ejercía su vagina apretando la verga enorme que horadaba sus entrañas. Laura gruñía como un animal y luego reía como una niña, después chillaba y gritaba como una puta caliente, en una muestra de éxtasis y puro placer. Su cuerpo se sacudió varias veces y ella se echó hacia adelante estremeciéndose de pies a cabeza, estiró su grácil cuello con sus venas marcadas, hizo rechinar sus dientes y explotó como en sollozos que luego se transformaron en carcajadas cortitas, meneando sin parar su culo contra los embistes de la bestia.
Toqui había colmado su vagina con esa verga caliente y seguía empujando más y más el agraciado cuerpo de la chica. De repente, mi perro comenzó a embestirla de modo diferente, se detenía por instantes y luego la tironeaba empujando su monstruosa verga más y más dentro de ella, no sé cuánto más de mi perro podía adentrarse en esa apretada vagina, su verga me parecía demasiado gorda para el esbelto cuerpo de Laura, pero me equivoqué, la gigantesca verga estaba por entero dentro de ella. Toqui se detuvo tembloroso, levanté su cola y vi sus testículos apretados contra la concha de la muchacha, estos temblaban y pulsaban descargando su carga dentro de la chica. “¡Ah, mi perrito hermoso! ¡Dame todo tu semen, amorcito!” –le decía a Toqui con lujuria. Laura balbuceaba y hablaba con sus dientes apretados, la vi contorsionarse y volver a temblar lanzando profundos gruñidos y gemidos, luego ambos quedaron inmóviles. ¡Oh, Dios!, exclamé en mis pensamientos, estaba abrumado por lo que acababa de presenciar. Laura pareció recuperarse de su último orgasmo e inició a gemir: “¡Sí, cógeme! ¡Cógeme más fuerte!”. Luchaba moviendo su trasero tratando de incitar a Toqui, pero éste permanecía impasible jadeando con la mitad de su lengua afuera. De tanto en tanto él se aferraba y la embestía con violencia haciéndola gritar de puro placer, así ella se calmaba por un poco y luego volvía a insistir con el movimiento de sus nalgas. Verla literalmente empalarse en esa verga gigante era todo un festival de exhibición, Toqui la punteaba bruscamente cada vez que ella lo incitaba moviendo las caderas. “¡Cógeme! ¡Cógeme! ¡Por Dios, cógeme!” –pedía la muchacha en su calentura en su apareamiento con el gran pastor alemán. Se tambaleaba a veces y se sujetaba de las champas de pasto. Yo ya no existía en su mundo, era solo ella y mi perro. Nuevamente Laura echó su cabecita hacia atrás y abrió su boca en una mueca de lujurioso placer, luego se derrumbó hacia adelante temblando de los pies a la cabeza. No sé si este era el cuarto o quinto orgasmo bestial de la chica, pero esta vez se desplomó ya que sus brazos no lograron mantenerla derecha. Tocó con su rostro y sus hombros sobre el césped. En tanto, Toqui no soltaba la presa, mantenía aferrada a la joven adolescente con sus fuertes patas, parecía inagotable su energía y sus esfuerzos por cogérsela a ratos a una vertiginosa velocidad.
La pobre chica seguía pegada al gran perro, solo la escuchaba gruñir, gemir y quejarse de placer, sus gemidos realmente me excitaban sobre manera. Era bastante lógico que ella delirara de placer, calentura y éxtasis, continuaba sintiendo en su conchita la voluminosa verga de mi perro. Finalmente pareció volver en sí, sus gemidos cesaron, volvió su cara hacia mí, mirándome con esos ojos grandes y brillosos, pasó su lengua por sus labios y se mordió su labio inferior en el momento en que Toqui la zarandeó con fuertes embistes una vez más. Sus cabellos rubios estaban enmarañados y pegajosos con la esperma del perro, sus mejillas ruborizadas y se notaba ligeramente demacrada y cansada, respirando con cierta dificultad, pero a mis ojos era la chica más hermosa del mundo y sentí que mi corazoncito latía por ella. “¡Vaya, Dios mío!” –exclamó. Jadeaba encantada agarrando la hierba con ambas manos para resistir los embistes de Toqui. Observé que sus tetas colgaban por sobre las briznas de hierba, punzando y provocando cosquillas en sus pezones. Esos conos estaban hinchados, más gruesos y rígidos que nunca, contrastando armoniosamente contra las rosadas areolas de sus tetas. “¡Lo logró, tío! ¡Me la metió toda, hasta su bola!” –me dijo. Nunca había visto de cerca una verga de perro, le levanté la cola y vi los enrojecidos labios de Laura encerrando con fuerza una pelota, era una enorme hinchazón en la base de la verga de mi perro. Me pregunté cómo iba a hacer para liberarse de esa gigantesca bola encerrada dentro de su vagina diminuta. No me parecía que fuera un nudo, había escuchado que le llamaban así, pero lo cierto es que estaba encastrada en ella. Laura estaba abotonada y esto me pareció un término más lógico. De pronto mí perro fue golpeado como por una corriente eléctrica, lanzó un sordo aullido y se estremeció, me pareció que se estaba eyaculando dentro de ella. Mi verga no resistió más y exploté espontaneo dentro de mis shorts causando una mancha enorme que se filtraba por la delgada tela. Laura estaba babeando y contorsionándose como una loca, chillando y enterrando sus uñas en la hierba, sus ojos estaban muy abiertos y encantados, la mueca de su rostro era solo placer y lujuria. Algunos borbotones escaparon por la comisura de sus labios vaginales hinchados, pero me pareció muy poco, solo entonces entendí la función de esa bola, estaba ahí para no dejar salir el semen del perro y asegurar así de dejar preñada a su perra. ¿Será capaz mi perro de preñar a mi juvenil vecina? –me pregunté. “Quiero saber, ¿cómo vas a hacer para librarte de esa tremenda bola?” –le dije con un dejo de preocupación, mi joven vecina me miró extrañada, cómo si hubiese hecho la pregunta más boba del mundo. “Pues cómo entró, ¿no? Así igual tendrá que salir, ¿no? Es solo cosa de esperar que se desinfle un poquitín y saldrá solita” –me respondió como una experta. Me sorprendió la respuesta, pero sonaba cuerda. Se ve a todas las luces de que la pequeña está enterada de todo y con esto me convencí más aún de que esta no se trataba de su primera vez, esta chica está acostumbrada a coger con mi perro, quizás por lo mismo que se lo lleva a casa a menudo. “¡Jesús! ¿Tú crees que es así de simple?” –le pregunté. “A mí es primera vez que logra metérmela toda, otras ve… quiero decir, que lo he visto hacer a otras chicas y luego de un rato, la bola sale disparada como un corcho de botella” –me responde, evidenciando lo que yo pensaba. “¿Cómo un descorche? ¡Caray! ¿No te duele?” –pregunté con lujuriosa curiosidad. “¡Que va! Si es lo más rico que hay, ¿no viste cómo me puse de caliente?” –respondió.
Volví a levantar la cola de Toqui, la vagina adolescente de Laura estaba firmemente cerrada alrededor de esa verga y me quedé confiado en que lo que decía la chica era verdad y pronto se liberaría de ese tremendo trebejo canino que de seguro ejercía una presión enorme y no solo en su estrecha vagina. Volví a mirar bajo la cola y vi una especie de burbuja blanquecina que separaba sus inflamados labios vaginales, Laura estaba gritando y levantando su culito con un poco de dolor. Un chorro de líquido salió disparado de su concha, la pelota volvió a desaparecer dentro de su concha, pero luego gritó una vez más y esta vez más fuerte, y realmente se sintió un chasquido similar al descorche de una botella y la descomunal verga canina fue expulsada con fuerza de su vagina. La verga canina quedó apoyada sobre sus glúteos y todavía lanzaba chorros de semen caliente que escurrían de sus nalgas a sus muslos, también de su vagina enrojecida salía una afluente de fluidos, inmediatamente su vagina se cerró y se tornó diminuta, cual si fuera una vaina ajustable a esa tremenda verga canina. Laura se desplomó sobre la hierba moviendo su culo como si todavía follase y luego se quedó inerme. “¡Oh, mi Dios! ¡Qué cogida!” –dijo ella. Mi perro se acercó a ella y lamió sus cabellos y su cuello como agradeciéndole y demostrándole su tierno amor canino, ella se dio vuelta agarró la enorme cabeza del animal y lo besó como se hace a un amante, apasionadamente, luego le dejo ir y Toqui fue a echarse bajo la higuera caminando con su verga moviéndose de lado a lado bajo su vientre. La chica se volvió hacia mí con sus ojos claros y brillantes, una sonrisa erótica en sus sensuales labios rojos-. “Eso fue encantador, tío” –me dijo jadeando después del frenético apareamiento con mi perro. “¿Sabes? Esta es la primera vez que logra meterme toda su verga y ni siquiera me dolió” –dijo con lujuria. Yo estaba todavía pasmado y sin palabras, tenía mis dudas de si ella lo había hecho ya con mi perro y sus palabras me corroboraban que estaba en lo cierto. Esta joven, bellísima, audaz y caliente adolescente ya había dejado que mi perro se la cogiera y solo le faltaba ser abotonada por él, cosa que finalmente había logrado.
Miré su vagina y todavía escurría semen de perro en un hilito líquido sin fin, ella metió sus dedos en su concha y luego los saboreó mirándome eróticamente, se levantó se puso su bikini, camino hacia mí, apuntó a mi entrepierna empapada en mi propio semen, lanzó una risita de niña coqueta y me dijo: “Tío, ¿puedo venir mañana a la piscina?”. “Sí, por supuesto” –dije balbuceante como un idiota. “¿Y estará Toqui a esperarme?” –me preguntó. Tenlo por seguro que estará” –le respondí. Luego se dio media vuelta y camino lentamente regalándome el vaivén de sus nalgas que se movían rítmicamente mientras se alejaba.
No está demás decirles, que casi a diario Laura iba a mi casa para “jugar” con Toqui, yo estaba embobado al verla como mi perro se la cogía. Caliente y deseoso la esperábamos y ella no hacía más que dejar que mi perro hiciera lo que quisiera con ella. Incluso hasta yo me unía dándole mi verga para que la chupara mientras estaba pegada a Toqui, yéndose varias veces con semen canino escurriendo de su concha y con el sabor del mío en su boca.
Pasiones Prohibidas ®