Todo comienzo al cumplir 18 años, me llamo Raúl, vivo con mi madre: Sandra tiene 43 años, mis padres están separados pero se llevan muy bien incluso muchos fines de semana salen de fiesta juntos, se separaron hace dos años y desde entonces creo que están mejor los dos. Mi madre es profesora de instituto por lo que cuando yo voy, ella ha ido y vuelto varias veces, a mi padre me cuesta menos tomarle el pelo y al final siempre lo llevo a mi terreno.
Al cumplir los 18 mi padre me pagó el carnet de conducir y en mayo ya lo tenía. Soy un apasionado de los coches, me vuelven loco, mi padre venia todos los sábados y salíamos a dar una vuelta no me cansaba de conducir, pero mi madre no había manera que me dejara usar su auto, y llegó el verano. “Raúl, hijo, este año he tenido mucho estrés en el instituto y me gustaría mucho que nos fuéramos a la casa de campo de la abuela. Hablé con tu tía que pasó unos días allí y ha estado muy bien. No habrá que trabajar como otros años, ya está todo limpio y la piscina también, podríamos pasar unos días tranquilos en el campo” –me dijo mi madre. “Mamá, tengo 18 años, allí no hay nada, me moriré de aburrimiento no hay ni cobertura en el teléfono, ya me dirás que hago yo allí aparte de aburrirme todos los días que estemos ahí” –le dije. “Podemos descansar, la piscina y te dejaré manejar, que sé que es lo que más te gusta” –me respondió. “Nunca me dejas manejar y ahora como a ti te interesa que maneje, yo mamá prefiero quedarme aquí con mis amigos, vete tu una semanita y así te relajas” –le dije. “Tienes razón con lo del auto, pues llévate a un amigo y así no te aburres. Podemos hacer alguna excursión y por las tardes bajar al pueblo, al cine, lo que surja ya veremos, no vamos a estar todo el día en casa” –me dice ella. “Bueno, hablaré con mis amigos, pero solo una semana, más tiempo no mama, a ver quién se va querer ir allí perdidos en el monte” –le respondí.
En eso quedamos con mi madre. Hablé con todos mis amigos y de todos ellos el único que acepto la invitación fue Juan, amigos desde pequeños, un año menor que yo, con el que me rio mucho, siempre esta caliente y atacando a las chicas del instituto pero como todas ya lo conocen no le hacen ni caso, el problema es que mi madre también lo conoce, lo tuvo en clase el año pasado y lo pilló dos veces con porros. Según ella, una mala influencia. “Mamá, se vendrá Juan con nosotros de vacaciones” –le dije. “¿Juan? ¿El mismo Juan que tuve en clase el año pasado?” –me preguntó. “Sí, el mismo” –le respondí. “Pero si es un baboso, todo el día detrás de las niñas y además le quité dos porros en clase, no me parece buena idea” –me dijo tomando aire. “Mamá, es buen chico, yo lo paso muy bien con él. Además, si allí no hay nada, no te daremos problemas, es el único que se puede venir y ahora no le voy a decir que no” –le dije abogando por mi amigo. “Bueno, Si tú lo dices; pero no quiero nada de porros que quede claro” –me dijo. “Tranquila mamá, ni te enteraras que estamos allí, tú descansa y relájate” –le dije.
Por fin llegó el día de partir, metimos el equipaje en el auto y nos dirigimos a recoger a Juan. “Hola buenos días Sandra gracias por invitarme” –le dijo mi amigo. “Dale las gracias a Raúl que es quien te ha invitado, ¿no llevarás ningún cigarrito de los que tú ya sabes Juan? No quiero problemas de esa clase, aquí vamos de vacaciones a pasarlo bien no quiero problemas” –le dice ella resignada. “Tranquila Sandra ya lo sé, me lo dijo Raúl” –dice él con una sonrisa. “Bueno, súbete que queda mucho viaje y conduce Raúl, así que nos iremos tranquilos” –dijo mamá. Iniciamos el viaje con la musiquita y hablando de todo un poco hasta que paremos a desayunar en un bar de carretera, mientras mi madre pagaba. “¡Ay, Raúl, que buena esta tu madre! Siempre me ha dado morbo pero al verla hoy con esa faldita de jeans y esa polera blanca que le marca los pezones me ha puesto caliente” –me dijo mi amigo. “¡Mierda Juan! Compórtate un poco que es mi madre, siempre estás igual” –le dije dándole un codazo. “No me digas que no está buenísima, mira que culo tiene ahí apoyada en la barra, tú mírale los pezones cuando venga” –me dice él. “¡Cállate ya, estás loco!” –le dije.
Entonces, empecé a ver a la mujer que tengo por madre apoyada en la barra, tenía razón Juan, estaba buenísima. Los hombres que había en las mesas del restaurante tenían su mirada puesta en ella y cuando pagó y se dio la vuelta no puede evitar mirarle las tetas, Juan tenía razón, con esa polera y con ese brasier blanco que se le marcaban los pezones. “Raúl, sigamos que quisiera estar antes de comer en casa” –dijo mamá. Continuemos el viaje y no me podía quitar el cuerpo de mi madre de la cabeza, de vez en cuando le miraba las piernas e imaginaba que bragas llevaría, me estaba poniendo caliente y cada vez con más frecuencia se me iban los ojos a sus muslos. Por fin lleguemos, tomamos el equipaje y mamá le enseñó la casa a Juan. “Dejamos las cosas en la habitación y nos ponemos algo cómodo y en 15 minutos en la cocina me ayudaran a colocar la comida y hacerla si quieren comer, claro” –dijo mamá. “Bueno mamá pero empiezas pronto a mandar” –le dije. “No se quejen, quédense en la cocina, yo me voy a dar una ducha rápida y en nada preparamos la comida” –dijo. Nos quedamos con Juan con la boca abierta mirando ese tremendo culo que se le veía con esa corta falda. “Raúl, ¡qué buena está tu madre! Vamos a ver si la vemos en la ducha” –me dijo. “¿Estás loco? Ni de broma lo haría” –le dije. “No pasa nada, si nos pilla, ya se nos ocurrirá algo. Tranquilo, cámbiate rápido y vamos a ver” –me dijo con una sonrisa pícara. No sé por qué le hice caso, nos pusimos pantalones cortos y una camiseta. “¿Dónde estás Raúl?” –pregunté en voz baja. “En su habitación, tiene el baño dentro” –m respondió. Fuimos hasta la puerta de su habitación y estaba cerrada, pero se oía el agua de la ducha. “Raúl entra y si te ve le dices que vamos a la cocina” –dijo Juan. “Definitivamente estás loco, como voy hacer eso, yo siempre llamo antes de entrar y ella lo sabe, por qué me lo ha enseñado” –le dije. “Está en la ducha no nos va a ver” –insistió él. Abrí la puerta despacio, di una mirada y la puerta del baño estaba cerrada se oía el agua, entremos y encima de la cama tenía su maleta abierta y al lado un tanga blanco y una polera con tirantes, Juan tomó la tanga y empezó a olerla, se la quité de las manos y yo también, pensar que dentro de un momento iba a estar tocando la vagina de mi madre me ponía muy caliente y no pude evitar pasármelo por la verga, paró el agua y salimos rápidamente de la habitación.
Ya en la cocina, bajó mi madre, cuando la vimos bajando las escaleras con su pelo largo y rubio mojado y su polera estaba divina. “Mira Raúl como le botan las tetas por las escaleras” –me dice Juan al oído. “¡Cállate que te va a escuchar!” –le dije. “Ya sabemos lo que lleva entre las piernas, hay que recuperar ese tanga para hacernos unas buenas pajas” –me dice Juan. “¿Qué chicos? ¿De qué hablan?” –nos pregunta con curiosidad. “De nada mamá, Juan que ya tiene hambre” –le contesté. “Sí, Sandra, es el hambre que me hace hablar” –le die Juan. “Bueno, pues, manos a la obra, yo hago las pizzas y ustedes la ensalada” –dijo ella. “¡Está bien mamá! Pero una cervecita mientras hacemos la comida no nos vendría nada de mal, porque hace mucho calor” –le dije. “No es mala idea, tráeme una a mí también Raúl” –me dijo mamá. Juan y yo mientras hacíamos la ensalada no dejábamos de mirarla cuando se agachaba intentando verle el escote, pero nada más se le veía la marca de los pezones poco más, hasta que se dio cuenta que la mirábamos. “Bueno chicos, me van a decir que pasa, se me ve algo que no paran de mirarme” –dijo. “No mamá, ¿dónde vamos a mirar? Estamos aquí haciendo la ensalada y miramos como haces las pizzas” –le dije intentando salvar la situación. “Si ya, y tú Juan, ¿qué dices?” –le pregunta. En ese momento sentí un nudo en el estómago. “Ya me conoces Sandra, ¿quieres que te diga la verdad?” –le dice él con esa sonrisa pícara dibujada en los labios. “Claro, es lo que al menos espero me digan” –le responde mamá. “Como no llevas sujetador, pues, te mirábamos los pezones. Lo siento ya me conoces” –le dice él. Mamá se miró y se dio cuenta que Juan sí decía la verdad. “Raúl, ¿tú también mirabas lo mismo?” –me preguntó. “No mamá, lo he visto ahora que lo ha dicho Juan” –le respondí con vergüenza. “Ya tranquilos, me fijaré más en lo que me pongo para no herir sensibilidades. Veo que tienen las hormonas alborotadas. Ahora vengo” –nos dice. “Juan, ¿cómo le dices eso? Ahora capaz que no nos deje salir ni al patio” –le dije. “No conoces a tu madre, ya lo sabía, era mejor decir la verdad. Además, no se lo tomó mal” –me responde mi amigo.
A los pocos minutos bajó mamá, se había puesto un sujetador y no le marcaba nada. “Bueno Juan, espero que así estés más tranquilo” –le dice a mi amigo. “Sandra, me gustaba más antes, pero así también está bien” –le responde con descaro. “¡No cambias Juan! Raúl, ¿así mejor?” –dijo. No sabía que me había metido Juan en la cabeza, pero me estaba volviendo como él. “Mamá, la verdad que me gustaba más antes, pero así estás bien” –le respondí. “¡Vaya par! Voy a tener que vestirme como una monja para que estén tranquilos, no quiero ni pensar el día que tengan novia, ¡pobrecitas!” –nos dice ella con una sonrisa. “Ni yo” –dijo Juan riéndose. Comimos junto la piscina con muchas risas, Juan contándonos sus aventuras. “Bueno chicos, hoy como es el primer día, yo lavo los platos, pero vamos a poner normas. Un día ustedes, un día yo, nos preocupamos de preparar las comidas y cenas entre los tres, el desayuno cada uno lo suyo, ¿les parece bien?” –no dice. “Sandra veo que te gusta mandar y organizar, Raúl y yo preferimos que lo hicieras todo tú” –le dice Juan. “¿Cómo eres Juan? ¡No cambias! ¿Quieres empezar tú hoy?” –le dice mamá. “¡No, ya está bien como lo has dicho! Empiezas tú hoy, yo si no te importa me voy a echar una siesta” –le dice Juan. “Mamá, ¿qué vas hacer tú?” –le preguntaré. “Voy a fregar los platos, y después a ordenar la ropa y cuando acabe, tomar el sol si no se ha hecho de noche” –me responde. Juan y yo subimos a la habitación, cerramos la puerta y Juan sacó uno de sus cigarrillos. “Juan aquí no, se va dar cuenta mi madre, no quiero ni pensar lo que diría” –le dije. “Tranquilo, me lo fumo en la ventana, no te preocupes” –me dice. “Tenemos que hacer algo para ver a tu madre sin ropa, me he dado cuenta que a ti también te calienta, estos días tenemos que conseguir por lo menos verle las tetas” –dice Juan. “Sí, pero deja de tocarte la verga que me estás poniendo nervioso” –le dije. “Toma dale unas fumadas, ya verás cómo tú también te la tocas” –dice mi amigo. Le di unas fumadas y al cabo de un rato estaba muy eufórico y caliente, entonces me di cuenta que estaba obsesionado con mi madre y en vez de Juan era yo el que decía disparates. “Si Juan, tienes razón vamos hacerlo como un juego y si vemos algo pues nos pajeamos, que eso no es malo, espérate aquí que voy a ver qué hace” –le dije.
Me dirigí a la habitación de mi madre, iba con la verga a punto de estallar, la tenía dura, era casi imposible esconder mi erección. Entré y le pregunté: “Hola mamá, ¿qué haces?”. “Ordenando la ropa. ¿No duermes? ¡Qué ojos más rojos! ¿No habrás fumado?” –me dijo ella. “No mamá, me quedé adormilado y no tenía más sueño –le dije. “Una cosa, tu amigo es súper indiscreto y ahora a mí me da desconfianza y no sé qué ponerme, no tengo bañador, solo bikinis. A ver te los muestro y dime tu cual me pongo para que no esté todo el día mirando” –me dice mamá. “No se mamá, no le hagas caso ya lo conoces” –le dije. “Sí, pero me siento incomoda, a ver, tengo estos dos –me dice dejándolos en la cama. “No se mamá, los veo igual uno blanco y, otro blanco y negro que más dará” –le dije. “¡Espera!” –dijo. Entró en el baño y salió con el bikini blanco. “¿Qué te parece?” –me pregunta. “¡Qué estas guapísima!” –le contesté. Era inevitable no decírselo, le queda perfecto, además sus pezones se pegaban a la tela y su vagina se marcaba peligrosamente. “Gracias pero no te pregunto eso, espera que me pongo el otro” –dijo yéndose al baño a cambiárselo. “¿Y este, cual enseña menos?” –me preguntó. “Mamá los dos son parecidos, quizás este enseñe más porque te queda más ajustado, parece que se te van a salir las tetas, pero no pasa nada eres una mujer muy guapa y tienes un cuerpazo” –le dije. Raúl, ¡soy tu madre! Bueno, ¿tú cual elegirías?” –me preguntó. En ese momento no sabía cuál elegir, los dos se le veían exquisitamente deliciosos y marcaban cada detalle de su cuerpo. Luego de pensar por unos segundos, le respondí: “El blanco”. “Enseña menos, ¿verdad?” –me peguntó. Yo estaba con la verga que se me iba a salir del pantalón. Ver esa fina tela que le apretaban las tetas que parecía que iban a reventar la cuerda del bikini me ponía más que caliente. No mamá, es porque imagino que el blanco cuando te metas en el agua se debe transparentar entero y la verdad es que me encantaría ver la cara que pone juan” –le dije sin tapujos.
Mamá se quedó mirándome unos segundos, miró mi entrepierna y dijo: “¿Te pone caliente verme en bikini Raúl? Soy tu madre, pensaba que solo me tenía que preocupar de Juan pero veo que de ti también, vamos hacer una cosa como estoy cansada de pelear con chicos como como ustedes, voy a ser franca llama a Juan que venga un momento que vamos a solucionar este problema” –dijo ella. Estaba asustado, la había cagado bien. “Juan, mi madre que vayamos a su habitación” –le dije. “Si hombre, la convenciste y nos va a coger a los dos” –dijo él riendo. “¡Cállate huevón, parece que la cagué y creo que nos mandará a casa” –dije. Entramos en la habitación y allí estaba mi madre con el bikini, tal cual como quedó cuando Salí. “Siéntense los dos en la cama” –nos dijo. “¿Qué nos vas hacer Sandra?” –le pregunta Juan. “¡Qué más quisieran! A ver, me siento mal por la situación, se cómo piensan y lo que piensan y esto tiene que acabar, y solo tiene una solución y es que se desahoguen. Cuando salgan de aquí van a la habitación y se hacen una buena paja, después de cenar otra y cuando se levanten otra y así dejarán de hacer el loco” –nos dijo. No dábamos crédito a lo que oíamos. “Pero, ¿mamá?” –le dije. “¿Ves otra solución? La única que yo conozco es que se desahoguen y no hay otra manera” –insistió ella. Juan al oír a mi madre creo que se puso más caliente que nunca. “Sandra, pues ya que eres maestra nos podrías enseñar un poquito, sabes que por lo menos yo me las voy hacer pensando en ti, y Raúl creo que también” –le dice Juan. “¿Es eso verdad Raúl? ¿Te pajeas pensando en mi?” –me preguntó. “No mama nunca lo he hecho, la verdad, pero después de todo lo que ha pasado hoy, estoy deseando ir a mi habitación y pensar en ti para correrme una paja. ¡Perdona lo honesto!” –le respondí. Mi madre se quedó callada unos instantes, no sabía que decir; era la primera vez que la veía sin respuestas. “Sandra, ¿nos podemos ir ya o has cambiado de idea y nos vas ayudar?” –le preguntó Juan. “¿Qué quieres Juan que te haga yo la paja? ¡No me durarías ni dos minutos!” –le contesta mi madre. No podía creer que mi madre hablara así y menos la conversión que estábamos teniendo. “Sí, pero Sandra, también esta Raúl. Serian cuatro minutos, no está mal para nuestra edad, el hecho que nos pajee una mujer madura no deja de ser excitante y también para ti, con dos hombres a la vez y uno es tu hijo, dos jovencitos para ti, ¿no te da morbo?” –le dice Juan. Mi madre se ponía roja como un tomate y no hablaba, pero a través del bikini se notaban sus pezones durísimos con la conversión, se estaba calentado, se le notaba hasta la aureola.
Yo estaba como en una nube, no le quitaba la vista de las tetas a mi madre, imaginaba sus exquisitos pezones, además de su vagina que se tragaba la tela de su bikini, eso me ponía más que dura la verga. “Les gusta jugar al límite ¡Está bien! ¿Qué propones tu Raúl?” –me pregunta. “Ya no sé mamá, estoy loco por verte las tetas con eso tendría bastante” –le respondí. “¡Estás loco Raúl!, y tú, ¿qué propones Juan?” –le pregunta a mi amigo. “¡Si nos hicieras tú la paja seria increíble!” –le respondió. “Suena increíble y más que increíble, tanto que no va a pasar. Les voy a dar una lección calientes” –nos dijo. “¡Raúl, quítate los pantalones!” –me dijo. “¡Mamá! ¿Cómo?” –le pregunté extrañado. “Ves, a ver si tu amigo es más valiente” –me dijo. Juan no lo dudo un segundo, bajó su pantalón y como un resorte salió su verga, mi madre no daba crédito a lo que veía. “¡Dios mío Juan quien lo iba a imaginar! ¿Dónde guardabas todo eso si no te cabe en el pantalón? Estoy aquí para que te hagas la paja” –le dijo. “¿No me vas ayudar Sandra?” –le preguntó. “Te ayudo desde aquí” –le respondió ella. Mi madre no le quitaba el ojo a la verga de Juan, cerró la puerta de la habitación se apoyó en ella. “Tu tranquilo Juan no tengas prisa” –le dijo. Me miró, yo no sabía que hacer estaba excitado y asustado a la vez. “Raúl vas a perder tu oportunidad” –me dijo mamá. “¿No me enseñarás nada Sandra?” –le preguntó mi amigo. Mamá estaba callada mirando como Juan se pajeaba, en el momento que mi madre me miró no lo pensé, me baje el pantalón liberando mi verga, mamá miraba sorprendida. Me agarré la polla y empecé a pajearme frenéticamente sin dejar de mirar a mi madre. Allí estaba ella sin perder detalle mirándonos sofocada y con los pezones a punto de perforar el pequeño bikini, al momento estábamos acabando como locos sin dejar de mirar a mi madre a la vez que no dejaba de mirarnos ella. “¿Qué, ya han acabado? ¿Están tranquilos y relajados? Ahora en cuanto se recuperen limpiarán todo esto. ¡Me voy a tomar el sol!” –nos dijo. Se dirigió al armario, tomó una toalla, abrió la puerta y se marchó. “¿Qué hemos hecho Juan?” –le pregunté a mi amigo. “¡Tienes razón Raúl nos hemos pasado tres pueblos! Pero ha sido la mejor paja de mi vida” –me respondió. “Sí, la mía también. Vamos, limpiamos esto e iré hablar con mi madre” –le dije. “Si es lo mejor, yo limpio esto y tú te vas hablar con ella, yo no bajo hasta que tú me avises estaré en la habitación” –dijo.
Salí al patio y mi madre estaba tendida en el pasto a la orilla de la piscina, se veía tan sensual cubierta de bronceador, mi verga reaccionó al instante. “Parece que ya terminaron de limpiar. Supongo que Juan debe haber quedado exhausto” –me dijo. “La verdad no lo sé, solo dijo que iba a la habitación porque estaba avergonzado” –le dije. “¿Avergonzado? No creo. Cuando se estaba pajeando no se le notaba para nada” –dijo mamá con una sonrisa sarcástica. “Puedo hablar por mí, no por él. No niego que al principio si tuve vergüenza, pero después fue todo calentura y placer. Además, a ti no se te notaba avergonzada” –le dije. “No tendría por qué estarlo, bien lo dijo Juan, eran dos hombres en su plena juventud que se estaban pajeando por mí” –me dijo mirando mi entrepierna. “Veo que te has puesto caliente otra vez Raúl, esas hormonas descontroladas de los jóvenes. ¡Por Dios” –me dice mamá. “Mamá, es que es imposible no calentarse con una mujer como tú” –le dije. “¡Las tonterías que dices! No se te olvide que soy tu madre” –me dice. “Eso lo tengo claro, pero también eres mujer y yo soy hombre” –le respondí. Ahora al parecer estaba más receptiva a ponerse traviesa, era una oportunidad que no se podía desaprovechar. Fui rápido a llamar a Juan para que fuera al patio, al verla dijo: “¡Wow, Sandra, qué sensual!”. “¡Ustedes y su calentura!” –dijo ella riendo con perversión. “Ahora, ¿qué piensan hacer?” –nos preguntó. Los dos quedamos en una pieza, no sabíamos que responder. No sabíamos si era una invitación o una prueba.
Los dos con la cabeza dando vueltas y como si hubiéramos estado conectados, respondimos al unísono: “¡Pajearnos!”. Ella nos miró con una sonrisa y los dos nos bajamos los pantalones frente a mi madre y nos empezamos a masturbar. “¡Sandra, me tienes tan caliente!” –le dice Juan. “A ti Raúl, ¿no te calienta mami?” –me preguntó ella. “Mucho, que nos solo me dan ganas de pajearme” –le respondí. “¿De qué más te dan ganas hijo?” –me preguntó. “¡De cogerte!” –le respondí. Se puso de rodillas y se quitó la parte de arriba del bikini, sus tetas eran preciosas, sus peso rosados estaban duros de ver a estos dos jóvenes calientes masturbándose por ella. “¡Qué bellas tetas Sandra” –le dice Juan. Nos hizo una seña para que nos acercáramos, ya estando frente a ella tomó nuestras vergas y dijo: “Sería un pecado no aprovechar estos días con estas deliciosas vergas”. Si ya los dos estábamos calientes, la acción de mi madre nos puso más calientes aun, verla como nos pajeaba con suavidad, lentamente, como pasaba su lengua por sus carnosos labios era un espectáculo caliente. “¡Sandra, chúpanos la verga!” –le dice Juan en tono suplicante. Mamá nos miró y con una sonrisa dibujada en los labios pasó su lengua por mi glande. ¡Mierda! Me estremecí por completo. Luego hizo lo mismo con Juan, quien tuvo la misma reacción. Se metió mi verga a la boca y la empezó a chupar tan deliciosamente que tuve que contenerme para no acabar, mientras me la chupaba pajeaba a Juan con delicadeza. Luego chupó la de Juan y me masturbaba a mí, era algo que jamás pensé vivir con mi madre, pero eran perverso que no podía contener mis ganas de cogérmela. Después de chuparnos la verga, se quitó la tanga y se tumbó en el pasto, abrió sus piernas y se empezó a masturbar con nosotros, ver esa exquisita vagina mojada y sus dedos frotándola era de lo más perverso y excitante. Nos acercamos y nos pusimos de rodillas uno a cada lado, ella de inmediato abrió su boca y empezó a comernos la verga, aprovechamos de tocar sus tetas y jugar con esos pezones duros. Los tres estábamos tan calientes y mamá no se detenía de darnos placer con su boca. No quería desperdiciar la oportunidad de sentir el sabor del semen de dos vergas, no sé cómo lo hacía pero no dejaba de masturbarse ni mucho menos dejaba de alternar de chuparnos la verga.
Ya no podíamos aguantarnos las ganas de acabar, se hacía insostenible. Juan fue el primero en llenarle la boca con su semen a mamá, ella lo sorbió perversamente y disfrutó hasta la última gota. Luego fue mi turno, pero se la saqué de la boca y apunté a su cara, mi verga explotó y los chorros se semen cayeron en su cara, regalándome una bella postal de mi madre cubierta con mi semen. No hubo tiempo para descanso, la perversión seguía encendida. Mamá hizo que me tendiera en el pasto y ella se montó encima de mí, mi verga entró con suavidad en su caliente y húmeda vagina, no podía creer lo que estaba pasando, pero si disfrutaba de ver la cara de mamá cuando mi verga se perdía en su interior. Empezó a moverse suavemente, sus movimientos sensuales me volvían loco. Juan no perdió el tiempo y le metió la verga en la boca y ella hambrienta se la empezó a comer. Era tan exquisita en sus movimientos que sus tetas se movían con lujuria mientras subía y bajaba con perversión. Me dijo: “Ahora es el turno de Juan”. Se subió encima de él, como ya estaba caliente y abierta empezó a moverse con la misma intensidad que lo hizo encima de verga. Cuando me acercaba para que me chupara la verga, me dijo: “¡Quiero que me la metas en el culo!”. Quedé pasmado ante esa petición, pero a la vez era irresistible. Le llené el agujero de saliva y después mi verga, me acomodé y empecé a empujar despacio para que su culo se abriera lentamente, los gemidos de mi madre al sentir como mi verga entraba eran perversos. “¡Ah, qué rico! ¡Hace tiempo que no tenia dos vergas a la vez dentro!” –decía. Me tomé de sus caderas y la embestía con fuerza, total ya tenía experiencia.
En cada embestida que le daba ella gemía como loca, para Juan y para mí era un placer tan excitante estar cogiéndonos a la vez a mi madre, que nos mirábamos y el morbo crecía. “¡No paren chicos, voy a acabar!” –nos decía. Luego de unos minutos de estar recibiendo verga por la concha y por el culo, mamá tuvo un intenso orgasmo que sacudía su cuerpo con violencia, gemía y resoplaba como una hembra en celo, era delirante y erótico. Como si hubiéramos estado sincronizados, Juan y yo acabamos a la vez dejando los agujeros de mi madre llenos de semen. Fue algo intenso, con morbo y perversión. Mamá se bajó como pudo de la verga de Juan y cayó al pasto, sus calientes agujeros chorreaban nuestro semen y ella respiraba agitada. En medio de su placer nos dice: “¡Ya no tienen para que pajearse!”. Entendimos que seguiríamos cogiendo todos los días que nuestra estadía durara en casa de campo de la abuela.
Los días sucesivos, cogíamos como animales. No me importaba que Juan se la cogiera solo, porque después era mi turno y entre los dos a la vez. Incluso andábamos desnudos todos en la casa, cosa de no perder el tiempo y coger. Yo no extrañaba las comodidades de la cuidad y creo que mi amigo tampoco, lo de los paseos por el pueblo se transformaron en días y noches llenas de lujuria. Las vacaciones en el campo pueden ser sorprendentes, excitantes y placenteras.
Pasiones Prohibidas ®
Que rico un descanso de campo con esos dos jóvenes, me hizo viajar por el tiempo y veo a mi hermano y su amigo de la universidad cuando se fueron a la finca de mamá y allá estaban casi dos semanas con mi mamá no se que hicieron pero desde ese día hubo un cambio total en ellos.
ResponderBorrarHoy al leer este relato desee tener un hijo para vivir esa experiencia.
Exquisito relató Donda una madre sucumbe al llamado hormonal del de jóvenes.. y morbo y calentura para ella es saber que su hijo la desea como mujer, como hembra hermosa.. y con todos la experiencia los dejo devorarla asus antojos.. siempre he dicho que no hay amor más exquisito que el de madre o de padre por el sexo de sus hijos o hijas.. me excitó mucho este relato
ResponderBorrarMe calenté con este relato uff pero que exquisito, como siempre. Me dejas con la vajina mojada y los pezones duros
ResponderBorrarQue delicioso relato increíble como hace volar la imaginación como siempre exquisito relato Caballero
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