lunes, 9 de junio de 2025

121. Las penitencias de papá

 

Fui criada en el seno de una familia evangélica tradicional. Papá era pastor de una Iglesia grande, en donde se congregaban alrededor de ochocientas personas los domingos. El sexo siempre fue un tema tabú en las conversaciones familiares, lo único que sabía hasta entonces es que el sexo era solo para procrear y nada más.

Me llamo Melissa y en ese entonces estaba en la transición de la adolescencia a la adultez, tenía 19 años. Mis amigas en la Iglesia decían que tenía un cuerpo digno envidiar aunque fuera pecado hacerlo. Tetas bien proporcionadas, un culo en su medida justa, nalgas duras y una cara de niña buena.

Entre esas curiosidades de la vida, descubrí el porno sin querer y quedé hipnotizada viendo las calientes imágenes que se presentaban a mis inocentes ojos. La chica que estaba en escena era cogida salvajemente por su culo por un hombre que no tenía piedad con ella, haciendo que gimiera como loca. Por razones que no entendía en ese momento, mi vagina se empezó a humedecer y mi respiración se agitó. Sentía como los pezones se me ponían duros y sentía la necesidad de acariciar mi juvenil conchita. Sabía que era pecado hacerlo pero la necesidad era grande, sentí miedo. Sentía que Satanás estaba rondando a mi alrededor y quería hacerme pecar despertando deseos que no entendía. Sin darme cuenta tenía mi mano metida debajo de mi falda hurgando mi vagina, la sensación fue exquisita, me estremecía sintiendo algo extraño que me mojaba aún más. No entendía pero estaba gimiendo con la misma intensidad que la chica de la pantalla, la diferencia que a ella se la estaban cogiendo y a mí no.

Mi cuerpo se estremecía y el corazón me latía a mil, pensaba que estaba a punto de morir e iría al infierno por estar haciendo algo “incorrecto” ante los ojos de Dios. De pronto, una sensación inexplicable de placer me invadió, estaba como poseída y me entregué por completo a esa nueva sensación que me tenía al borde de la locura, mis ojos se ponían en blanco y mi cuerpo se sacudía con furia. Cuando me sentí ya en normalidad, me quedé inmóvil pensando en lo que había vivido y si era pecado o no, si lo era estaba dispuesta a seguir pecando siempre y cuando esas sensaciones siguieran causando el mismo efecto que habían tenido antes.


Desde ese día me hice adicta al porno y a la masturbación, lo hacía todos los días y cada vez lo disfrutaba más. Tenía placenteros orgasmos que me llevaban a la locura y a la desesperación. Después de un tiempo, quería experimentar lo que las chicas de los vídeos sentían al ser cogidas, era un deseo tan intenso que de solo imaginarlo me estremecía por completo. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera para conseguirlo.

Una tarde, estando sola en casa, decidí intentar con una zanahoria, había visto videos en que las mujeres se metían hasta pepinos y pensé que sería demasiado rico preparar mi concha para algo más grande. Me fui a la cocina y busqué una zanahoria en el refrigerador, me fui caliente a mi habitación, pero no podía meterla a pesar de tener la vagina chorreando, ya que estaba tan apretada que no entraba, lo intentaba pero no había caso, me estaba frustrando al no conseguirlo. No hubiese jamás aprendido las delicias de ser una putita con papá, si él no hubiese entrado esa tarde a mi pieza mientras yo me encontraba desnuda sobre mi cama y con mis piernas levantadas, tratando de follar mi coño ardiente, quería apagar esa hoguera que quemaba el interior de mi vagina estrecha que hasta ahora no había conocido macho. No tuve tiempo de bajar mis piernas, quedé como paralizada, además, era mi padre, no podía sentirme atemorizada por el hombre que me dio la vida, él también algo sorprendido se quedó por un momento en el marco de mi puerta sin reaccionar, excepto por la protuberancia espontanea bajo sus pantalones, su verga se habia parado al verme así.

Como ya les había dicho, mi padre es pastor de una iglesia tradicional, sobre el pulpito el pregona una enseñanza cristiana clásica, de respeto a las buenas costumbres y atemoriza a sus feligreses y feligresas contra las transgresiones y los pecados de la carne, los sermones de mi padre son siempre muy vehementes y la gente lo sigue y admira. A su vez, su comportamiento deja mucho a que desear, porque lo he visto cogerse a algunas hermanas de la iglesia que vienen a él en busca de alivio a sus pecados y consejos espirituales, algunas de ellas se arrodillan ante él no precisamente para orar, pero si para hacerse sexo oral, le pegan unas mamadas que él a duras pena se mantiene en pie.


Mi querido padre, se acercó a mi cama y se arrodilló poniendo su rostro a centímetros de mi culito, seguramente percibía el olor a jabón intimo con el que había limpiado mi trasero y mi vagina hacía pocos instantes, su nariz tocó una de mis redonditas nalgas. “Hija, ¿desde cuándo que te entregas al demonio del sexo? ¿No sabes que nuestro creador nos ha dado estos órganos solo con el fin de poder procrearnos? Creo que tendré que aplicarte una sanción moral, creo que tendrás que cumplir una penitencia, hija mía” –me dice en tono serio pero lujurioso a la vez. Se sacó el cinturón, me hizo ponerme boca abajo en la cama y procedió a darle algunos golpes mis nalgas. Tomó en su mano la zanahoria y comenzó a cogerme la concha mientras me azotaba con su cinturón, una mezcla de placer y dolor inundó toda mi zona intima y la juntura de mis muslos, haciendo que los hinchados labios de mi vagina sobresalieran aún más, no sabía si llorar o gritar, pero el castigo de mi padre, muy merecido, por cierto, me estaba llevando al borde de un orgasmo. “¡Oh, papito! ¡Sí! ¡Papacito, castiga a tu hija pecadora, haz que el demonio abandone mi cuerpo, castígame, papá!” –le decía, pero era la única forma de esconder el temblor y los espasmos de mi orgasmo. Mi padre me había regalado un clímax fantástico, bajé mis piernas y él no dejaba de mirar la convergencia de mis muslos, donde mi conchita aún palpitaba, miraba mis tetas y pezones que subían y bajaban con mi respirar jadeante. Se levantó de mi cama y pude ver la macha húmeda en sus pantalones, mi padre había eyaculado también. Salió de mi habitación sin decir una palabra.

La mañana siguiente me levanté y mamá estaba en la cocina, había preparado el café y me ofreció una tacita de tan exquisita bebida caliente y humeante como yo estaba. Bebí unos traguitos, mamá con una sonrisa en sus labios me susurró: “Hija estas creciendo, así que quiero que tengas mucho cuidado, los chicos a tu alrededor con sus miradas lascivas tratarán de seducirte y llevarte al pecado, pecado que te llevará a la lujuria y a la perdición. No lo debes permitir hija mía, solo en el matrimonio un hombre y solo uno, podrá verte por completo y recuerda que el sexo es solo para la procreación, jamás vivas en el pecado”. Estas eran las raras conversaciones que mamá mantenía conmigo, ella siempre se en sus anchos vestidos y sus velos que le cubrían su cuerpo.

Mamá tiene un cuerpo magnifico, pero su educación religiosa le impide de liberarse de todas esas ataduras ancestrales, quizás por eso mismo mi papá busca y encuentra algunas feligresas para coger, el hombre también necesita su parte. Por ese entonces, los placeres de la carne no me habían absorbido plenamente, todavía podía reprimir alguno de ellos, pero no podía dejar de observar y sentir los pechos de mamá cuando me abrazaba y presionaba sus grandes tetas contra las mías, solo nuestros sujetadores y blusas nos separaban, me hubiese encantado seducir a mamá y mostrarle lo maravilloso que puede ser el sexo, fantaseaba besándola, guiándola y haciéndola gozar.

Estaba ensimismada en mis lujuriosos pensamientos que no sentí entrar a papá. “¡Hola chicas! ¿Cómo están mis mujeres favoritas? Mi madre le dio una mirada de repudio a papá, no le parecía bien que él se permitiera un lenguaje burdo en mi presencia. “Hombre, la niña está creciendo debes inculcarle educación y respeto siempre” –le dijo. “¡Lo hago mujer, lo hago! Sin más, anoche le administré un castigo y una penitencia a nuestra niña y sí, me di cuenta de que estaba creciendo. Ahora mismo estoy pensando en sancionarla, lo sé que ella debe ser educada como lo dictan nuestros mandamientos, lo sé” –le respondió él. Me ruboricé completamente al escuchar a mi padre haciendo referencia a lo acontecido la noche anterior, mi vagina se despertó palpitando al recordar el fabuloso orgasmo que papá me regaló. Ahora me enteraba que papá me iba a castigar, no veo la hora de que mamá nos deje solos para someterme a sus acciones correctoras.

Con un beso casto en cada mejilla, mamá se despidió de papá, recordándole que ella como cada mes de agosto, iría al retiro espiritual por el fin de semana, así que quedaríamos solos papá y yo, le recomendó de cuidar de mí y de todo en general, la señora Evelyn vendría a prepararnos por estos pocos días. Papá sonrió al escuchar que vendría la señora Evelyn, él la había follado la semana pasada detrás del pulpito, ella una viuda preciosa, tenía un flechazo con papá, estaba enamorada de él, era íntima amiga de mamá, pero buscaba momentos para estar a solas con papá.

Nos quedamos solos yo y papá, me ordenó de comenzar el aseo de la casa, mientras él pensaba en un castigo apropiado a mi pecado de la última noche. Tomé el escobillón y empecé la limpieza, conociendo a papá, sabía que encontraría algo original y caliente. Estaba limpiando el dormitorio de mis padres, cuando él entro y tomó mi cintura por detrás, sentí inmediatamente su verga erecta contra mis glúteos. “¿Así que mi niña se satisface solita? ¡Eh! ¿No sabes que tienes que confiar a tu padre esos pensamientos pecaminosos?” –me preguntó mientras acariciaba mis tetas y me bajó mi pantaloncito hasta los muslos. “Sí papá, sé que tengo que acudir a ti que eres mi confesor” –le respondí casi jadeando. “pues bien, niña mía, por esta vez y solo por esta vez, tendrás que ponerte de rodillas ante mí y aceptar tu castigo” –me dijo. ¡Está bien papá! ¡Lo haré!” –le dije en un tono muy caliente. Se bajó el cierre de su pantalón, su verga gorda y larga saltó como un resorte hacia adelante. “Ahora hija mía, arrepiéntete como se debe, toma tu castigo, tómala con las dos manos y haz lo que tienes que hacer” –me dijo. Agarré su verga la lleve a la boca, tal como había visto hacer a la señora Evelyn, fue una mamada de unos quince minutos. “Eso hija, se ve que sabes cómo vivir el proceso de arrepentimiento” –me decía mientras se la chupaba. Casi no me cabía en mi boca pero estaba disfrutando de esta nueva penitencia a la que estaba siendo sometida tanto como la primera. No tardó mucho para que papá me dejara con los cabellos y el rostro llenos de su semen, sentía tan húmeda mi conchita que lo hubiera dejado cogerme si él lo hubiera querido. Pero salió de la habitación, recomendándome de acudir a él cada vez que el demonio se hiciera presente en mi cuerpo.

Como a eso de las seis de la tarde tocaron a la nuestra puerta, era la señora Evelyn que venía a prepararnos la cena, ahora que la veía de cerca no podía dejar de notar y apreciar que la mujer que era, yo mido 1,71 ella seguramente era unos tres o cuatro centímetros más alta, vestía una falda ceñida que llegaba justo sobre sus rodillas, sus piernas muy bien torneadas, calzaban unas medias oscuras que hacían juego con su traje, la blusa blanca impecable con cuello redondo, tenía dos botones desabrochados, lo que permitían ver el escote generoso con la hendidura que separaba sus dos magníficas tetas, papá tiene muy buen ojo, pensé. “¡Oh, señora Evelyn! Bienvenida a nuestra casa” –dije haciéndola entrar. “Tú debes ser Melissa, la hija de Samuel y Cristina, ¿verdad?” –dijo ella con una sonrisa y mirándome de pies a cabeza. “Así es señora, mi padre todavía no regresa, ya que tuvo que ir a atender algo en la Iglesia, pero es la hora en que él vuelve así que no tardará mucho, venga que le muestro la cocina” –le dije con amabilidad. Nos fuimos a la cocina y le enseñé donde estaba cada cosa, ella me dijo que mi madre ya se las había mostrado, así que le dije que me iba a mi cuarto a estudiar, muy bien dijo ella. Me fui a mi pieza a gemir como endemoniada mientras me tocaba la vagina pensando en esa sensual mujer que estaba abajo.

Papá regresó a la hora habitual y me llamó cuando la cena fue servida, nos sentamos los tres a la mesa y hablamos de asuntos de la iglesia, la reunión dominical, los sermones de papá. La señora Evelyn no dejaba de elogiar a mi padre, haciendo notar lo significativo de sus palabras, la fuerza y la voluntad de él para hacer de pastor a este rebaño rebelde. Papá, apenas terminamos de cenar me ordenó de irme a la cama, obedecí prontamente, pero su insistencia despertó mis sospechas.

Como a eso de las 22:30, me levanté porque sentí ruidos, la puerta del dormitorio de mis padres estaba entreabierta, no pude resistir mi curiosidad y fui a observar. Papá estaba de pie con su verga al aire, la señora Evelyn estaba desnuda y de rodillas ante él, sus pechos grandes entre sus antebrazos que se mantenían a la altura de su mentón con las manos juntas en modo de súplica u oración, papá estaba administrando una de sus benditas penitencias. La señora Evelyn murmuraba tenuemente una especie de cantico, como una oración, papá con su voz particular y potente le ordenó arrepentirse de sus pecados, que él liberaría su alma pecaminosa, que le mostraría el sendero del bien, así diciendo empujó su cabeza, los movimientos de la señora Evelyn eran obvios, estaba chupándosela a papá, se me escapó un gemido y papá volteo su cara. “Melissa, no te quedes ahí parada entra, entra si no quieres que vaya a buscarte con mi cinturón” –dijo papá. Entré atemorizada, la señora Evelyn como en un trance continuaba su labor, yo estaba con la cabeza baja, hacia el suelo “¿Papá puedo mirar?” –le pregunté. “Sí, hija puedes mirar así aprenderás como se hace, aunque tengo claro que si sabes hacerlo” –me respondió. Entre más miraba, más me calentaba, sentía como mi vagina se mojaba y punzaba deseosa. “¿Papá, me puedo tocar?” –pregunté con la calentura corriendo por mis venas. “¡No! No puedes, a menos que quieras una penitencia hoy mismo, yo te absolveré de tus pecados si te tocas” –me respondió. Así que me bajé mi pijama y comencé a refregar mi concha frente a papá. Mi padre respiraba afanosamente cogiéndose la boca de la señora Evelyn, de pronto sus gruñidos guturales me advirtieron que sus chorros de semen se descargaban en la garganta de la caliente señora.

Papá me miraba severamente, dijo: “Hija con el dolor de mi alma impura, me obligas a sancionar tu conducta permisiva”. Papá hizo alzar a la señora Evelyn y la hizo acostarse en la cama matrimonial, sus senos desnudos ocupaban todo su pecho, sus pezones túrgidos apuntaban hacia lo alto, respiraba agitadamente, papá vino hacia mí y me tomó de la mano, me acercó al lecho. “Hija esta mujer impura necesita ser castigada, tú serás el instrumento que nuestro glorioso Creador usará para tal propósito” –dijo él. Me empujó acomodándome en medio a los muslos de la señora Evelyn. Papá puso su mano sobre mi nuca y me dirigió a los labios carnosos de la vulva de la señora mayor, ella lanzó un gemido y se estremeció, giró su cabeza a un lado y cerró sus puños, como si estuviera crucificada sobre las sabanas, se aprontaba a recibir la penitencia impuesta por papá. Mi lengua saboreaba por primera vez una concha, y que chocha ¡mi dios! El coño de la señora Evelyn, no era frondoso, estaba totalmente depilada. Para ser una mujer madura, su vagina no denotaba la edad de ella, su vulva era juvenil, mi padre empujaba mi cabeza sobre sus labios hinchados, la señora Evelyn movía sus caderas no pudiendo reprimir su placer, mi padre soltó mi cabeza y salió de la habitación.

Volvió con una zanahoria en su mano e inmediatamente comenzó a coger mi vagina, gemí y enterré mi cara en la vagina de la señora Evelyn que estaba ocupada en tironear de sus propios pezones. Papá me cogía rítmicamente, yo arqueaba mi espalda y sentía su verga golpeando mis muslos, me empujó hacia un costado, con su verga en la mano se posicionó entre los muslos de la señora Evelyn y la metió con fuerza, con vigor, la castigaba bien castigada, ella sufría sus embates y lanzaba graznidos de misericordia, pero el ímpetu y celo de papá eran potentes, no dejaba de darle con fuerza, la pobre señora sucumbía bajo la fuerza de papá, ella golpeaba la almohada con su cabeza y emitía sonidos guturales, era el demonio que escapaba de su cuerpo, la furia del mal movía a la señora Evelyn como una marioneta, mi padre salía victorioso desalojando al maligno y dejando el cuerpo de la señora Evelyn libre de pecados. Canticos de querubines y bienaventuradas trompetas hacían a la señora Evelyn deslizarse en un letargo, con los ojos cerrados se sumergía en un sueño celestial post coital. Era un momento mágico, casi místico aunque lleno de lujuria.

Papá se giró hacia mí y mi dijo: “¡Vamos a tu pieza jovencita!”. Mi pijama en el piso de la habitación, con mi culito desnudo corrí a mi cuarto a someterme a la voluntad de mi todopoderoso padre terrenal. La verga de papá se balanceaba de lado a lado, él no había acabado dentro de la señora Evelyn, su erección estaba en gloria y majestad, él entró a mi pieza y me hizo recostar, se montó a caballo sobre mi vientre y comenzó a jalar de mis pezones. “Al parecer no escarmientas, ¿verdad?” –decía mientras refregaba su verga entre mis tetas, cada vez que yo trataba de responder, la punta de su verga se metía entre mis labios. “No tienes respuestas ni excusas para tus pecados ¿verdad? Entonces te haces merecedora de un castigo más severo. Voltéate y no me mires” –dijo. Me giré, él se deslizó sobre mis muslos y comenzó a hurguetear mi pequeño orificio anal. De siempre he sido muy sensible a esas caricias, para llegar a un orgasmo más gratificador, un dedito en el culo es lo mejor, pero ahora papá había introducido tres dedos en mi culo y me cogía con ellos, forzaba el hoyito, lo ensanchaba, me hacía gritar y eso lo perturbaba, para dejarlo contento de vez en cuando sollozaba y fingía de escapar de sus excitantes torturas, pero estaba en el paraíso con él ocupado a hacer huir al diablo en mi interior para liberar mi alma.

Papá puso una mano en mi boca y apuntó directo a la hendidura de mi culito, su verga se metió de una dentro mi canal anal, grite y patalee un poquito, así hacia gozar a papá, pero el verdadero goce lo estaba sintiendo yo, disimuladamente empujé mis nalgas hacia atrás, quería más, su verga robusta llenaba mi recto. Me folló por cerca de diez minutos, justo cuando me encontraba en el ápice del placer, se detuvo. “¿Sabes hijita? Tu culo es un regalo divino, tu madre jamás me ha permitido tocarle las nalgas y yo ahora tengo toda mi verga dentro de tu culo, la cosa que más quiero” –dijo él. “Yo también te quiero papá, pero no te detengas que estaba tan riquita tu verga en mi trasero” –le dije con total calentura. “Está bien hija, eso quiere decir que aceptas de buen grado mis penitencias” –dijo él. “Sí papá, acepto, sabes que soy una más de tus feligresas que sienten devoción hacia ti” –le respondí.

Papá tomó esto como un cumplido y comenzó a perforar mi culito sin misericordia, un gran placer volvió a apoderarse de mi cuerpo, mis chillidos y gemidos lo excitaban aún más y sus golpes contra mis glúteos aumentaron en intensidad y velocidad, papá me follaba con todo su poderío, su verga se sumergía en lo profundo de mi ano haciéndome temblar de placer, mis manos habían agarrado una almohada y mis uñas se enterraban en ella, hubiese querido otra verga en mi conchita, la conexión con papá era total, adivinando mis pensamientos, papá inserto sus dedos en mi coño y masajeó mi clítoris magistralmente, me retorcí en sus brazos cuando su néctar seminal comenzó a inundar mi culo y las ondas del orgasmo deseado me dejaban exhausta y sin respiro, pero felizmente ensartada en su deliciosa verga. Me costó unos momentos reponerme, sentí que la verga de papá salía de mi ano, dejándome un vacío enorme, su semen cálido chorreaba por mis muslos, tenía una pierna ligeramente doblada y mis tetas sobre la almohada, en esa extraña posición me quedé dormida, no escuché cuando papá salió de mi cuarto.

Al día siguiente, muy de mañana, los rayos del sol bañaban la copa de los árboles de la pequeña plaza, había un agradable olor a café fresco, me fui a duchar y después me vestí con pantaloncitos cortos, pero de esos que se usan para yoga, mi vagina se notaba claramente. Me puse una sudadera cortada hasta el ombligo que quedaba ligeramente levantada dado el tamaño de mis senos, me fui a la cocina. Papá viéndome así vestida, me dijo: “Hija te estás haciendo acreedora a una penitencia con esos harapos con los que te has vestido, ¿o vas a cambiarlos o vienes a sentarte en mi regazo para enseñarte algunas cosas?”. “¡Oh, Papá! Está bien, pero deja que me sirva un poco de café” –le dije. Me serví una generosa tacita de café y me fui a sentar en las piernas de papá. Apenas me senté, papá comenzó a acariciar mis tetas, presionaba mis pezones entre sus dedos, entre sorbo y sorbo de café, mis gemidos se subseguían uno tras otro, papá metió su mano debajo de mi pantalón y bajó hasta mi vagina. “¡Oh! Por dios nena, pero si estás toda mojada” –dijo con asombro. “Sí papá, es lo natural cuando tú me administras tus penitencias” –le dije. “¡Oh, sí, hija! Ese es el demonio que sale de tu cuerpo, verás como lograremos hacerlo escapar, verás como lo hacemos padecer la ira de nuestro Salvador” –dijo. Rasgó la parte baja de mi pantaloncito, se abrió el cierre del pantalón y sacó su polla colosal y de una la hizo entrar hasta la mitad en mi conchita mojada.

Lancé casi un alarido, mi cuerpo se puso rígido, me había empalado en su verga y comenzaba a coger. Alejé la taza de café y me agarré con ambas manos a la mesa, mi padre me tenía sentada con las piernas abiertas, mi espalda apegada a su pecho, con ambas manos sujetaba mis tetas, con su fuerza muscular me subía y bajaba sobre su verga, estaba admirada por su fuerza, seguramente la Santísima Trinidad lo hacía así de poderoso, beatamente me gozaba su verga incrustada en mi vagina adolescente, mi concha succionaba su verga con ardiente pasión, alababa ese órgano varonil y viril que me poseía.

Mi padre fue el primero en acabar. “¡Vete demonio maldito, deja mi cuerpo! Déjame limpia llévate tu lujuria impía!” –decía casi como una súplica. Sus chorros de semen no cesaban de llenar mi vagina que también convulsionaba a sus estoques fervorosos, temblores recorrían mi cuerpo, mi padre me sacudía. “¡Sí, hija, expulsa ese diablo, expúlsalo, libérate! ¡Tu espíritu será redimido, verás que te sentirás plena cuando el malvado deje tu cuerpo!” –decía él gimiendo. Continuaba cogiéndome prolongando mi orgasmo esplendido. Quedamos sin respiro, papá se levantó con su verga bañada y aun goteando, me dijo: “Termina tu penitencia hija mía”. Me arrodillé y chupé su verga hasta que quedo fláccida pero totalmente pulcra, se subió el cierre y se fue a la iglesia.

Fui al dormitorio matrimonial, y la señora Evelyn dormía todavía, estaba boca abajo con una pierna doblada, se veía su culo espectacular, su vagina gordita mostraba de haber sido follada, relucía con el semen de papá, me acerqué sin hacer ruido y comencé a lamer esos labios vaginales carnosos, después de un rato, sus gemidos me indicaron que se estaba despertando. “¡Oh Giovanna, eres tú!” ¿Te gusta mi concha?” –dijo ella. “¡Sí que me gusta mucho! ¡Más aún si tiene el sabor de papá!” –le dije metiéndole tres dedos en su vagina. Ella gritó y gimió, luego levantó su pierna y me hizo espacio entre sus muslos, ahora le estaba metiendo mis cinco dedos en su concha que estaba muy apretada, le besé el clítoris y ella se sacudió y echó su cabeza hacia atrás, abrió más sus piernas y me dijo: “¡Fóllame con tu mano! ¡Méteme toda tu mano dentro!”. Era precisamente lo que estaba tratando de hacer, pero su coño apretado no me permitía pasar toda mi mano. Estimulé su vagina hasta que salían sus a chorros, empujé mi mano haciendo un poco de presión hacia abajo, mi mano desapareció hasta mi muñeca, la humedad, la delicadeza, la suavidad que su vagina ejercían en mi mano, succionándola más y más adentro, me hicieron pensar que la verga de un hombre debe sentir todas esas sensaciones maravillosas cuando follan a una mujer.

La señora Evelyn contraía su chochito entorno a mi muñeca, yo la cogíaa con una calentura increíble, quería que su vagina experimentara un orgasmo único y salvaje, un orgasmo que solo una mujer puede dar a otra mujer, encerré sus clítoris entre los labios de mi boca y lo chupé hasta que comenzó a contorsionarse sin control, aullando que la follara con más fuerza, cuando más jadeaba y gritaba un chorro de fluido salió de su vagina mojándome el rostro y derramándose sobre mis tetas, ella agarraba mi antebrazo y empujaba mi mano más adentro de su vagina. La caliente Evelyn se repuso después de una decena de minutos, me recostó sobre sus pechos maduros, me besó en los labios y tocó mi vagina con sus dedos percibiendo que estaba todo mojado y aun con restos pegajosos de la esperma de papá.

Nos levantamos y nos bañamos juntas en la ducha, después de vestirse, ella se fue a la cocina, preparó café y nos sentamos a conversar de lo sucedido, de lo mucho que ella estimaba a mi padre, que era su confesor desde hace unos meses y todas esas cosas. Yo le dije que mamá regresaba la mañana siguiente, así que había tiempo para gozar de las penitencias de papá, a ella se le iluminaron los ojos y sus labios sonrieron en forma lasciva, mientras mordisqueaba sus propios labios.

Ella y yo nos transformamos en amigas y devotas feligresas de mi padre, sabemos que no somos las únicas, pero somos las más privilegiadas de sus ardores eclesiásticos y puritanos, estamos siempre prontas a servirlo y a respetar su autoridad espiritual.




Pasiones Prohibidas ®

4 comentarios:

  1. Me encanto, que excitante relato, como siempre hiciste que me mojada

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  2. Que delicioso relato rico como siempre exquisito relato Caballero

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  3. Imposible no excitarse leyéndolo.. me toque hasta acabar mucha fuerza. Exquisito.

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