Josefina estuvo todo el resto del día en casa, por lo que Manuel no pudo seguir abusando de Lola, lo que para ella fue un respiro que agradeció, ya que al menos por ese día pudo realizar el trabajo por el que había sido contratada, aunque en su ser estaba devastada, pero mantenía la esperanza de que sería algo pasajero, que las cosas se arreglarían y podría seguir estudiando.
Lola se levantó al día siguiente temprano. Quería olvidar lo que había ocurrido, y pensar que todo lo que le ocurrió era una pesadilla, pero no era así. Tras desayunar, hizo lo propio para sus señores, Manuel y Josefina. Por un momento se le pasó por la cabeza contarle a Josefina lo que su marido había hecho con ella, pero luego se contuvo. Estaba segura de que la despedirían si le decía algo. Cuando hubo preparado todo, como ellos no bajaban, decidió llamar a su tía y contárselo. “Tía, soy Lola. Tengo que contarte algo” –le dijo. “¿Y qué es? Supongo que será importante para que me hayas llamado tan temprano” –contesta Pepa al otro lado de la línea. “Es qué, me da vergüenza” –dice la muchacha. “Anda, no será para tanto. Cuéntame” –le dice su tía. “Manuel ha abusado de mí” –indica Lola. “¿Qué dices? ¿Estás sola en casa?” –le preguntó Pepa. “Sí, estoy sola, ¿por qué lo dices?” –dijo Lola. “Para que nadie te oiga. Mira, me ha costado mucho conseguirte este trabajo. Yo hablé personalmente con Manuel y al principio no quería darte el trabajo y al final accedió porque me dijo que tendría que coger con él para que te lo diera” –dijo la tía. ¿Coger? ¿Qué es eso?” –preguntó Lola con curiosidad. “Hija, pareces tonta. Follar es lo que ha hecho contigo. Es el poder que tienen los hombres de tomar lo que ellos quieren y hacer con una mujer lo que les dé la gana” –le responde Pepa. “Pero yo te vi a ti haciéndolo con un hombre aquella noche y no parecía que te obligase a nada” –le dice la ingenua muchacha. “¿Estabas despierta esa noche? Vaya, pensé que te habías tomado las pastillas” –le dice con asombro Pepa. “No, no las tomé. No sabía que eran y las dejé allí” –le dice ella. “Estaba haciéndolo con Julián, el de la tienda a la que fuimos para comprarte la ropa. Una vez me acosté con él para pagar mi ropa, porque no tenía dinero y aquella noche lo hice porque quería. Me apetecía follar con él para demostrar mi poder” –le confiesa la tía. “Yo nunca pensé eso de ti. ¿Y el tío qué pensaría si se enterase?” –le dice acongojada Lola. “Tu tío solo me coge cuando tiene ganas. Me usa cuando quiere. Me levanta el camisón y me la mete sin más, sin excitarme primero y sin preocuparse si disfruto yo o no. Pero ahora tú tendrás que dejar que Manuel lo siga haciendo si quieres seguir trabajando en esa casa” –le dice Pepa. “¡No, tía! ¡No voy a dejar que abusen de mí!” –dice Lola resuelta. “Debes aceptarlo. Manuel tiene el poder y te usará cuando quieras, te guste o no. Así lo hizo conmigo y al final llegué a disfrutarlo” –dice Pepa. “Pues, entonces me iré de esta casa” –sentenció Lola. “¡Ni se te ocurra! ¡Manuel te buscará!” –le dice Pepa con preocupación. “Lo dices por algo, ¿eh? No volverá a contigo, seguro” –le dice molesta la sobrina. Ahora, por primera vez en su vida, había dicho la palabra coger. Justo en ese momento, Manuel y Josefina bajaron la escalera y Lola tuvo que colgar el teléfono.
“Buenos días Lola, veo que preparaste el desayuno” –le dijo Manuel. Las tostadas deben estar frías, volveré a calentarlas. Es que me levanté muy temprano” –dice Lola. “Tranquila, no pasa nada. Le contestó Josefina. Esperaremos en el comedor” –le dice Josefina. Lola se puso a calentar las tostadas. Manuel no le quitaba ojo de encima. Se acercó a decirle algo al oído a su mujer. Esta asintió con la cabeza. Cuando terminaron de desayunar y Lola recogió los platos. Manuel se levantó y se puso detrás de ella. Al principio Lola no se dio cuenta, pero enseguida notó como Manuel le tocaba el culo y se lo sobaba. “¿Qué pasa señor?” –le preguntó Lola. “Nada, Lola, que hoy te he visto muy guapa y vamos a hacer algo” –le responde él. No podía creer que su mujer estuviera ahí enfrente sentada, mirándolos a los dos. ¿Quería decir eso que ella consentía lo que su marido iba a hacerle? Lola no podía pensar mientras Manuel le levantaba la falda. Le bajó las bragas y le dio la vuelta. Él se bajó el pantalón y el calzoncillo, su verga erecta se blandía al aire. “Ahora agáchate y chúpamela” –le ordenó Manuel. Lola obedeció como un autómata. Se agachó y se la metió en la boca, aunque le daban arcadas como aquella vez. Empezó a chuparla con desgana, pero Manuel le obligó a ir más rápido sujetando su cabeza y moviéndola adelante y atrás. Al rato acabó en la boca de Lola y la cerró obligándola a tragar todo su semen. Lola casi vomita. El sabor del semen era asqueroso para ella y lo había llegado a saborear un poco antes de tragárselo.
Se levantó mientras Manuel, aun desnudo de cintura para abajo, la miraba sonriente. Se fijó en que su verga goteaba algo de semen. Ahora ya sabía que era el semen y lo había probado a su pesar. En ese momento Josefina se levantó de la mesa y se dirigió a ella. Lola seguía con las bragas bajadas y con su sexo expuesto. Josefina metió un dedo en su sexo y empezó a masturbar a la empleada. “Señora, no puede...” –alcanzó a decir. “No te resistas. Eres nuestra y debes obedecer” –dijo la patrona. No sabía dónde se había metido. ¿Eran un par de pervertidos o qué? Josefina seguía masturbándola. Lola estaba empezando a disfrutar. Parecía que solo una mujer sabía cómo hacer disfrutar a otra. ¿O no? Su tía también había disfrutado con aquel hombre. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza. Quería cerrar los ojos y abandonarse al placer que estaba sintiendo, pero por otro lado le daba miedo. Al final Josefina aceleró el ritmo y le metió dos dedos y Lola no pudo más y acabó. Era primera vez que experimentaba algo así, sentía que su cuerpo temblaba por completo, las sensaciones que para ella eran desconocidas se apoderaban de cada espacio de su ser. “¡Ah, señora, qué rico se siente!” –decía entre esos delirantes gemidos. Cayó sentada en el suelo extasiada. Los dos la miraban de pie. Lola no se levantó al principio. Josefina agarró la verga de su marido y empezó a masturbarlo. En poco tiempo, el volvió a ponerse. Josefina hizo un gesto para que Lola se levantase y esta, no sabiendo cómo, se levantó. Manuel la apoyó contra el fregadero y le levantó la pierna derecha y se la metió. Lola dio un gemido. Manuel comenzó a bombear. Solo que ahora Lola se dejaba coger. No opuso resistencia, ahora lo estaba disfrutando. La verga entraba y salía de ella con fuerza, mientras Josefina los miraba. Al poco, Josefina se acercó y le quitó la blusa y el sujetador, dejando las tetas de Lola al aire. Empezó a sobarlos, mientras su marido seguía metiéndosela. Luego el matrimonio se besó. Lola los miraba todo como si no fuera ella la que estuviera viviendo todo eso. Parecía de locos lo que le estaba pasando y que ella estuviera disfrutando. Pensaba que tal vez, habían echado algo en su café sin que ella se diera cuenta, o que, lo que más temía, es que se estuviera convirtiendo en una puta. Una criada, que ahora era la puta de Manuel y también, porque no decirlo, de su mujer. Siguieron besándose los dos. Un rato más tarde, Manuel volvió acabar. Ambos tenían sus lenguas entrelazadas en ese beso lleno de lujuria cuando Manuel eyaculó dentro de Lola. Al fin todo terminó y Manuel se salió de Lola. Josefina se arregló la ropa y sin decir nada, salieron de la cocina. Lola ya sabía qué hacer, y tras vestirse, limpió el suelo de algunas manchas de semen y sudor que había quedado en él.
Al día siguiente Manuel quiso comprobar que Lola no podía pegarle ninguna enfermedad y mandó a esta al consultorio del doctor Sánchez, un médico de toda confianza. Lola no entendía nada. Ella era virgen y nunca había estado con un hombre. Así que ¿qué enfermedad podía pegarle? Además, si pensaba que podía pegarle algo, ¿por qué no se puso protección? Solo que ella creía que el motivo realmente era otro. Que no quería que se quedase embarazada. Llegó a eso de las 11 a la consulta. Estaba en un bloque grande de oficinas. Llamó al ascensor y subió hasta el séptimo piso. En la puerta había un letrero que decía: José Luis Sánchez. MEDICO DE CABECERA. Tocó el timbre y abrieron. Era el propio doctor. “Tú debes ser Lola, ¿verdad? Toma asiento, enseguida estoy contigo” –le dijo el médico. El doctor volvió a entrar en su oficina. Lola obedeció y ojeó una revista. Se oía a alguien dentro de la consulta. Como diez minutos después, una señora mayor salió y se despidió del doctor. “Ahora podré atenderte” –le dijo de forma amable. Lola se dio cuenta de que el médico echaba el pestillo a la puerta. Entraron en la consulta y Lola pensó que la haría desnudarse y que se la cogería, pero no fue así. Es verdad que la hizo desvestirse, pero no hizo nada sucio con ella. Solo le pasó un palito por sus partes y lo guardó en tu tubo. Examinó también su vagina, pero no vio que el hombre se excitara ni nada por el estilo. Después le pidió que se vistiera y la acompañara a otro cuarto. “La enfermera ha tenido que irse antes, así que te haré yo los análisis de sangre. Tranquila, es solo un pequeño pinchazo y ya hemos terminado” –le dijo el doctor. Tras acabar, el doctor le dijo que esperará en la salita. El doctor llamó por teléfono y habló con alguien. Lola al principio no oía nada, pero más tarde se dio cuenta de que estaba hablando con Manuel. Le decía algo de sífilis y gonorrea y por supuesto, le habló de embarazo, tal y como ella había temido. Terminó la conversación diciendo que le mandaba con ella dos cajas de preservativos para que lo hiciera siempre con protección. El medico estaba al tanto de que Manuel se estaba cogiendo a todas las que habían sido sus criadas. Acabó la llamada y le entregó a Lola dos cajas envueltas en papel que metió en una bolsa de plástico. Eran los preservativos. Se despidió y salió de la consulta.
Para tomar un atajo hasta su casa, bueno donde servía, Lola se metió por el parque de Bicentenario que estaba cerca de allí. Pasó por debajo de un puente y vio a alguien a lo lejos. El corazón se le aceleró, pero se tranquilizó al ver que era Tomás, el jardinero. Se saludaron y pensó que pasaría de largo, pero Tomás se paró. “¡Qué guapa te veo hoy Lola!” –le dijo. Se habían conocido hacia poco tiempo en el pueblo y hasta el día en que llegó, Lola no sabía que trabajan en la misma casa. “Gracias Tomás, aunque no me he arreglado mucho hoy” –le dice Lola con una sonrisa. “Aun así estás muy guapa. ¿Qué llevas ahí?” –le dice Tomás con curiosidad. “Un encargo para Don Manuel” –le respondió. “Anda, déjame verlo” –Dice el jardinero. “No, ¿cómo se te ocurre? Es algo privado” –le dice ella. Le tomó la bolsa y miró dentro. Vio que eran los condones, pero no dijo nada. Siguieron andando y Tomás se quedaba detrás mirando como su culo se iba bamboleando a cada paso. Lola tropezó en una piedra y cayo de bruces en el suelo. Su falda se levantó antes de caer y Tomás pudo ver sus bragas rosas. La ayudó a levantarse. “Gracias” –le dijo ella por ayudarla a ponerse de pie. En ese momento la besó. Lola se resistió, pero Tomás estaba muy excitado, siguió besándola y tocándola. La apoyó contra un árbol. Aunque era temprano, nadie pasaba por allí, por lo que no los verían. La levantó la falda y le bajó las bragas. Acto seguido se bajó el pantalón y los calzoncillos. Rozaba su glande en la vagina de la chica que intentaba zafarse, pero era inútil, la fuerza de Tomás era mayor. Sin darse cuenta la verga del jardinero entró en su vagina. “¿Tú también? ¿Es que no van a dejarme en paz ninguno?” –le pregunta Lola. “El jefe te coge. ¿Por qué no iba yo también a probarte? Siempre te miraba en el pueblo cuando lavabas la ropa en el río, siempre me pusiste muy caliente y me pajeaba a escondidas mirándote” –le dijo jadeando. Aquella vez que te vi desnuda bañándote. Me hice una paja y salpiqué tanto semen que quería ir a buscarte para que lo lamieras del piso” –añadió.
Lola creía que estaba a punto de acabar porque dejó de hablar. Entonces, la sacó, la giró y se la volvió a meter de espaldas. “Tienes un culo divino Lola. Ahora acabaré contigo así” –le dijo Tomás. Lola se agarró al árbol y el jardinero abrió sus nalgas, acomodó su glande en el agujero de la sirvienta y empezó a hundirlo lentamente, el corazón de Lola se aceleró y empezó a gritar, le dolía, era primera vez que le cogían el culo, los alaridos eran tan fuertes que Tomás tuvo que ponerle la mano en la boca para acallarla. Ya estaba claro que la habían convertido en una puta y estaba terminando de aceptarlo. El hombre se lo ensartaba con fuerza, haciendo que la respiración de Lola se agitara, entre más bestial la embestía ella resoplaba por su nariz de manera agitada. Poco a poco esos alaridos que eran ahogados se transformaban en placer, ella no entendía como de un momento el dolor se había ido y ahora lo estaba disfrutando como loca. Tomás siguió cogiéndosela con más fuerza, lo apretado de su culo virgen era solo un vestigio de tiempos pasados, ahora estaba abierto recibiendo verga. Luego de las brutales embestidas, Tomás acabó en el culo de Lola, ella sintió como esa verga explotaba en su interior y palpitaba vaciándose. Tomás no había querido usar uno de los preservativos de su jefe, para que este no castigara a Lola por haber perdido uno de ellos y porque Manuel pensaba que era solo para ella. Tomás se salió de ella. Lola se giró, se subió las bragas y se arregló el vestido. “¿No vas a limpiarme?” –le preguntó el en tono burlón. “Arréglate tu solito” –le respondió Lola. Ella tomó la bolsa con los preservativos. Afortunadamente no se habían perdido, estaban en el suelo junto a ellos y se marchó, dejando a Tomas con la verga al aire ya perdiendo la erección.
Al día siguiente Lola se levantó con otra mentalidad. Necesitaba el trabajo y no podía dejar que la despidieran. Así que aceptó mentalmente lo que le pasaba. Si su jefe quería cogérsela, no le quedaba otro remedio. Si su mujer quería estar presente, pues qué remedio. Si a Tomás, el jardinero también quería cogérsela, no le quedaba otra que aceptarlo. Así llegó la hora del almuerzo. Manuel le dijo que ahora tendría que llevarle la comida a Joaquín, el mecánico que tenían trabajando para ellos. Tenían tanto dinero que disponían de dos coches. Para esa época era mucho. Lola llegó al garaje con la bandeja de la comida. La dejó sobre un bidón que había fuera y llamó a la puerta. Una voz se oyó desde el interior: “Pase, está abierto”. Lola entró en la penumbra del taller, pero no vio a nadie. Joaquín salió de debajo del coche. Llevaba el torso desnudo y manchado de grasa. La visión de este puso nerviosa a Lola, a la que le tembló la bandeja. A punto estuvo de caérsele. Se presentaron y Joaquín se puso una toalla por encima. Charlaron un rato y finalmente se despidieron.
Lola llegó al baño muy caliente. Se sentó en la taza, tras bajarse las bragas y se masturbó con ganas. Estaba muy húmeda. Había aprendido gracias a Josefina como tocarse. La visión de Joaquín la había dejado excitada. Cuando acabó, se relajó. Recuperó la respiración y se quedó sentada en la taza. Nadie la llamó. Pensaba que si alguien iba a obligarla a follar, solo deseaba que se lo hiciese Joaquín. Estaba en esos pensamientos cuando se abrió la puerta del baño, era Josefina que la andaba buscando. “Aquí estás y yo buscándote” –le dice. “Dígame señora, ¿en qué puedo servirle?” –le dice Lola que estaba aún con las bragas en los tobillos. “¿Para qué más podrías servirme? Quiero que te desnudes, te espero en tu cama” –le dice Josefina. Obedeció y se desnudó por completo, cuando salió del baño vio a Josefina en su cama junto a Joaquín, ella le chupaba la verga perversamente, la escena calentó a la chica solo con verla. “No te quedes ahí parada” –le dice Josefina. Lola se acercó y recibió la indicación de su patrona para que le chupe la verga al mecánico, ella obedeció de inmediato. Sin dudarlo se la metió en la boca, lo había aceptado ya, se había convertido en una puta y lo estaba disfrutando, había aprendido de mala forma a chupar verga, pero a la larga ese conocimiento le sirvió para darle placer a Joaquín. Josefina se encargó de lamer la vagina de Lola provocándole inaudibles gemidos de placer, porque su boca estaba llena con la verga de Joaquín. El cuerpo de la joven sirvienta temblaba al sentir como la lengua de esa mujer la recorría por completo. Luego la orden de Josefina fue que Lola recorriera su vagina, ella a pesar de su poca experiencia obedeció, la mujer se tumbó de espaldas y la chica empezó a cumplir la orden recibida, lo hacía pausado pero con la suficiente precisión para que la patrona empezara a gemir, con una mirada a Joaquín acercó su verga a la boca de la jadeante mujer y se la chupó con delirio.
Las sensaciones que experimentaba Lola eran nuevas, placenteras y morbosas, era la primera vez que se encargaba de darle placer a una mujer y lo disfrutaba, vivía cada momento de manera intensa. Josefina estaba al borde del orgasmo y le decía a Lola que no se detuviera, que siguiera con su lengua masajeando su clítoris. Al cabo de unos minutos la mujer estaba como poseída gimiendo y retorciéndose en la cama a punto de estallar, al fin el orgasmo llegó apoderándose de sus sentidos y haciéndola perder del control por completo, su cuerpo temblaba, su vagina expulsaba abundantes fluidos los que fueron sorbidos por la joven sirvienta, degustando el primer orgasmo femenino que le obsequió a una mujer. En medio de los delirios de Josefina, esta le ordena a Lola subirse a horcajadas sobre Joaquín, gustosa obedeció guiada por la calentura que sentía. No hizo más que acomodarse y la verga del mecánico entró sin permiso en su húmeda vagina. “¡Muévete!” –le dice Joaquín. Obediente empezó a moverse lentamente para que su concha se amoldara a esa verga que la poseía, poco a poco aumentó sus movimientos ya haciéndolo de forma armónica, incluso moviéndose de arriba a abajo. De pronto, sintió que algo le penetraba el culo, era Josefina que estaba metiéndole dos dedos y cogiéndole el ano. La sirvienta gemía y jadeaba de placer, su cuerpo estaba totalmente entregado al placer, perdido en la lujuria. Seguía manteniendo esos candentes movimientos mientras era invadida por sus agujeros, una delgada capa de sudor invadía su cuerpo y con sus ojos cerrados decía: “¡Nunca he experimentado esto!”. Ya su cuerpo no podía resistir más y las oleadas de placer golpeaban sus sentidos, empezó a gemir con todas sus fuerzas y se entregó por completo al orgasmo que había invadido su cuerpo. Cayó sobre el pecho de Joaquín intentando buscar un respiro, pero Josefina no lo permitió, le siguió cogiendo morbosamente el culo con sus dedos. Luego de unos minutos aguantando las embestidas que los dedos de la patrona le daban tuvo un momento de alivio, ya que el mecánico anunció que estaba por acabar, lo que dio tiempo a que ambas se pusieran de rodillas en el piso, mientras el hombre se masturbaba para darles a beber su tibio y espeso semen que ambas compartieron, y degustaron como niñas traviesas.
Otro
día más había concluido con Lola usada como puta, ella aprendió a lidiar con
eso, incluso le gustaba sentirse así, aunque había momentos en la soledad de su
habitación que pensaba en lo bajo que había caído todo por la maldita necesidad
de contar con un trabajo que en nada le dignificaba pero le generaba grandes
sumas de dinero que mandaba a su madre para costear las deudas que había dejado
el fallecimiento de su padre y así tener la esperanza de retomar sus estudios.
Pasiones Prohibidas ®
Exquisito relato muy perverso y lujurioso como siempre exquisito Caballero
ResponderBorrarExelente relato, en cada momento me imagines que me usaban asi, no dejaba de tocarme en todo el relato. Muchas gracias
ResponderBorrar