Los años pasaban y su cuerpo cambiaba con el paso del tiempo, sus senos crecieron, sus caderas se ensancharon y la curiosidad ya no era parte de su juego, el placer se había transformado en parte de su cuerpo adolescente que avanzaba hacía la adultez y la había delirantemente atractiva a los ojos de quienes la miraban. Le gustaba pasearse desnuda en asa, a sus padres parecía les parecía no importar, mucho menos a su padre, que al verla su verga reaccionaba ante la belleza de aquella jovencita. El morbo y la calentura se hacía presente cada vez que Kimberly se paseaba desnuda luciendo sus juveniles atributos bajo la atenta mirada de su padre que la observaba como un lobo hambriento pero que contenía sus instintos para dejarlos salir con su esposa, la que siempre estaba dispuesta le abría las piernas para que saciara su ímpetu de macho en celo. No había noche en que sus padres no estuvieran cogiendo, ella conocía muy bien aquellos ruido que emanaban en la oscuridad y sabía lo que provocaba en ellos, por eso no perdía el tiempo y cuando los escuchaba se levantaba de su cama para oírlos desde la puerta de la habitación o verlos cuando la dejaban entreabierta, así ella también obtenía su cuota de placer masturbándose.
“¡Oh,
que caliente me pone Kimberly! Me hace querer cogerte todo el día y dejarte con
tus agujeros abiertos y llenos de semen!” –decía el caliente de su padre. “A mí
me encanta que ese pasee por la casa desnuda, me moja verla y me gusta. Tengo
que cambiarme ropa interior todo el día porque sé que me vas a coger como un
salvaje por las noches para descargar tus ganas. ¡No pares de cogerme mi amor!
¡Dame duro, como se la meterías a ella!” –decía igual de caliente su madre. Al
otro lado de la puerta, sumida en sus pensamientos calientes y morbosos,
Kimberly está con sus piernas abiertas disfrutando con sus dedos y pensando:
“Mis padres ya están cogiendo como locos. ¡Me encanta ponerlos calientes! ¡Me
encantaría tocarme en frente de ellos y que vean lo caliente que soy! ¡Ah, qué
rico me entran los dedos, aunque más rico me entraría la verga de papi!”.
Pasaban
los días, los meses y los años hasta que su padre pensó que podían verla a
través de la ventana los vecinos o algún otro pervertido, si bien para él no
había problemas en que Kimberly siguiera estando en casa, no quería compartirla
con ningún otro degenerado. Por lo que decidió poner remedio a lo que él
pensaba. Kimberly ya era adulta que podía valerse por sí misma, seguía en la
casa de sus padres alimentando el morbo y la calentura en ellos, ahora ya con
la seguridad que le brinda la adultez se masturba con más descaro ofreciéndole
a sus padres los sonido más sensuales de sus gemidos y ellos le corresponden
con tremendas cogidas para que pueda deleitarse. Los tres son conscientes de lo
que pasa y en cierta forma es un juego perverso entre ellos que no ha pasado
más allá de eso.
Una
de esas noches llena de lujuria entre ambos padres, el esposo dice: “Aunque me
encanta cogerte por motivo de que la zorrita de nuestra hija se pasea desnuda
por la casa, creo que deberíamos advertirle que hay mucho degenerado en la
calle que podría estar observándola y no quiero pensar en que otro fantasee con
ella que no sea yo. Se me pone más dura pensar en que ya es adulta y que
podemos cogerla”. “Le diré que se ponga un camisón, para que no esté tan
visible para los otros, sino solo para tus ojos. ¡Me calienta que pienses en
que se pueda unir a nosotros y la cojamos! ¡Es toda una zorrita y yo sé que no
se negaría a unirse a nosotros para coger!” –decía la mujer entre gemidos. Al
otro lado de la puerta como siempre Kimberly estaba escuchándolos y
masturbándose: “¡Ah, qué rico! ¡Qué ganas de abrir la puerta y que papi me meta
la verga mientras lamo la vagina de mami! No tengo problemas en ponerme un
camisón, mientras sea solo eso y no me digan que me ponga ropa interior” –decía
ella en sus pensamientos y mordiendo sus labios.
Al
otro día después de salir de su trabajo, Kimberly se juntó con su madre y se
fueron de compras, en el mall entraron a una tienda de lencería para comprar lo
que su padre había pedido, pero no fue un camisón lo que compró, sino tres babydoll
transparentes, que dejaban muy poco a la imaginación. Uno era rojo, el otro
negro y el tercero un morado intenso. Al llegar a casa, Kimberly los modeló
para su madre, ella no podía creer lo sensual que se veía, cada prenda
resaltaba los atributos de Kimberly, su madre sintió como su vagina punzó y fue
como si se hubiera orinado por la cantidad de fluidos que destilaron de su
vagina. Con sensualidad y asombro exclamó: “¡Te ves hermosa!”. “¿Tú crees
mami?” –le preguntó. “¡Sí, eres una jovencita sensual, me gusta cómo te
quedan!” –le responde ella. Kimberly se giró y se inclinó dejando a la vista de
su progenitora esas abundantes nalgas. “¿Te gusta como se ve mi culito mami?”
–le preguntó. “Se ve hermoso hija, me gusta como cae la tela sobre tus nalgas”
–le responde la húmeda mujer. La chica se dio vuelta y le regaló una candente
sonrisa, la mujer ya no podía contener la humedad en su vagina y apretaba sus
piernas con disimulo, pero ya había caído en las redes de la lujuria. Volvió a
inclinarse pero esta vez deslizó sus manos por encima de la tela, dejando su
culo descubierto, entonces su madre se puso de pie y le acarició las nalgas a
su hija sin pudor. Sentía como sus manos hervían debido a la calentura que la
invadía, Kimberly dio un morboso suspiro al sentir como las manos de su madre
recorrían sus nalgas. Ya en medio del morbo Kimberly le pidió a su madre que le
acariciara la vagina, separó las piernas y su madre sin pensarlo deslizó los
dedos por la abertura de esa candente concha que se humedecía a su paso. Le
bajó los tirantes del babydoll y también le acariciaba las tetas. “¡Ah, mamita,
que rico!” –le decía Kimberly con lujuria. Ya en pleno descontrol, la giró
hacía ella y mirándola a los ojos, le dijo: “No sabes cuantas noches nos hemos
cogido con tu padre pensando en ti y en todas las cosas perversas que te haríamos”.
“Lo sé, me pasa lo mismo con ustedes, por eso me gusta calentarlos y que se
cojan pensando en mí” –le responde Kimberly. Sin más palabras se besaron y la chica
empezó a desnudar a su madre, aunque su cuerpo no era como el de su hija, se
notaba que se cuidaba y se mantenía bastante bien pese a sus años.
Ya
desnudas y con calentura dominando sus cuerpos, se fueron a la habitación
matrimonial, en la cama desataron todas aquellas sucias fantasías que tenían la
una con la otra. Al sentir la lengua de su madre hurgar en su vagina Kimberly
gemía enloquecida, nunca había estado con nadie y era su primera vez en el
sexo, siempre habían sido sus dedos aquellos compañeros morbosos que la
estremecían, pero ahora estaba poseída por el más intenso de los placeres, el
incesto. “¡Uy, qué rico se siente!” –decía retorciéndose en la cama. Se
encontraba al borde del orgasmo, su madre la estaba llevando a un mundo si bien
conocido por ella, pero esta vez no eran sus dedos sino la lengua de su
caliente madre la que estaba mostrándole ese lujurioso placer reservado para
fantasías morbosas. Entregada en absoluto
a esas sensaciones Kimberly se dejó llevar por el placer y se encontró
con un delicioso orgasmo que la dejó temblando. Su madre se tumbó a su lado y
se empezó a masturbar, enloqueciendo a la joven, quien al escuchar los gemidos
de su madre se volteó para hacerlo ella. La mujer abrió sus piernas y dejó que
su hija la tocara con libertad. Luego la joven bajó lentamente hasta colocarse
entre las piernas de su madre y empezar a lamer su vagina, era primera vez que
lo hacía y lo disfrutaba, pero más lo hacía su madre, quien había fantaseado
con ese candente momento.
Tan
perdidas en el placer estaban que no se dieron cuenta que había alguien
observando con detenimiento la escena, era el esposo que estaba caliente viendo
como madre e hija se daban placer, él se masturbaba silente disfrutando del
caliente panorama, hasta que ya no se pudo resistir y se unió a esa exquisita
escena que pasaba ante sus ojos. Con sigilo se acercó a la cama, Kimberly no lo
notó hasta que sintió unas manos apoderarse de sus nalgas, lejos de inquietarse,
levantó sus nalgas. Al ver la reacción de su hija, el hombre dejó que su lengua
se deslizara por esa rica vagina, Kimberly gimió al sentir como la punta de la
lengua se metía en su vagina. “¡Qué delicia!” –dijo ella. La perversión estaba
tan presente en los tres que Kimberly no tardó en pedir que su padre se la
cogiera y que la hiciera gritar como lo hace su madre todas noches. Su padre no
lo dudó, dejó muy mojada la conchita de su hija con saliva, acomodó la verga en
l entrada de esa deliciosa y juvenil vagina, empujó lentamente notando que no
le entraba completa, se dio cuenta que era la primera vez en que su pequeña
mujercita tenía una verga dentro, lo que aumentó en él la excitación. La chica
siguió hurgueteando la vagina de su madre, hasta hacerla acabar en un delicioso
orgasmo, el cuerpo de la mujer mayor se retorcía a causa del placer y la
lujuria, era delirante, excitante y perverso a la vez; esa mezcla de
sensaciones que la hicieron perderse en el placer.
Ahora,
ya con más calma, empezó a metérsela lentamente, sentía como el frágil himen de
su hija se hundía para permitirle entrar más hasta que se desgarró por
completo. Kimberly dio un grito mezclado de dolor y placer. “¡Ah, mierda! ¡Qué
rico! ¡Papi dame tu verga!” –le decía. Cuando ya sintió que estaba toda dentro,
el hombre empezó a moverse un poco más rápido, lo que aumentaba el placer en
su hija quien intentaba seguir el ritmo
de esos lujuriosos movimientos. Esa deliciosa sensación de una vagina que ha
sido recién abierta y que se expande en cada embestida para el hombre era
alucinante, por lo que aceleró sus movimientos al punto de hacer que las tetas
de Kimberly se arrastren por la cama y hacerla gritar de placer; es lo que ella
quería y lo estaba recibiendo. La sensación de eyacular era inminente, él
sentía como su verga se hinchaba, alcanzó a sacarla antes de acabar entre las
nalgas y la vagina de su hija, cosa que su esposa aprovechó y lamió hasta la
última gota de semen que fluyó de esa verga. Después hizo que Kimberly se la
chupara para dejarla sin ningún rastro, cosa que ella hizo a la perfección, ya
que sus dedos la habían hecho una experta para hacerlo de la mejor forma
posible.
Después
de coger como enfermos esa noche, la chica durmió con ellos. Los días pasaban y
al ver que Kimberly se ponía los babydoll a diario su padre se sentía más
tranquilo, no solo porque así podía alejar las miradas de algún vecino
voyerista, sino porque también podía tenerla a diario en la cama y sacar
provecho de que fuera una puta adicta a la verga. La joven seguía con sus
“costumbres” y estaba “cómoda” por casa incitando a sus padres a la perversión
y terminaban a diario cogiendo como poseídos, para ella se había vuelto más que
un juego, era en su habitación lo que disfrutaba hacer con el fin de obtener
placer. Le gustaba hacer poses frente al espejo, usaba el babydoll para
mirarse, le encantaba como se veía. Le
gustaba imaginar que era una gran actriz, probándose trajes, quitándose todo,
cambiándose sombreros y cualquier cosa que tuviera al alcance de sus manos. En
muchísimas ocasiones, cuando la excitación la invadía jugaba a esconder y
destapar sus atributos, era algo fantástico y de vez en cuando también se
miraba al espejo de una manera muy sensual, le gustaba jugar con su cuerpo y
sentir placer al tocarse con la punta de sus dedos, era como si su piel se
quemara al punto de abrir sus labios vaginales y jugar perversamente a
penetrarse, siendo el orgasmo el premio máximo que podía conseguir. Le gustaba
observar su clítoris que se ponía un poco más grande cuando comenzaba a mojársele
la vagina y sobre todo cuando lo acariciaba, a veces lentamente o a veces muy
rápidamente, hasta que alcanzaba lo que ella deseaba, retorcerse de placer,
algunas veces sentía como si las piernas se le doblaban, otras veces su cuerpo
temblaba, todo por esas endemoniadas sensaciones de placer.
Habían
pasado unos meses, Kimberly estaba en el trabajo y una de sus compañeras le
pidió de favor si podía cuidar a Zeus, un pastor alemán de un par de años, por
su parte ella no vio problemas en hacer, pero de todas maneras debía
conversarlo con sus padres, ya que como no era su casa no podía aceptar con
tanta facilidad. Pasado unos días, conversó con su compañera y le dijo que sus
padres no tenían objeción en cuidarlo siempre y cuando no fuera por muchos días.
Ella le respondió que no, solo serían tres días, ya que se iría a pasar el fin
de semana en la casa de los padres de su novio y no había mucho espacio en la
casa para llevar a Zeus, no quería que estuviera solo. “Siendo así, no veo
mayor problema” –le respondió Kimberly. “¡Gracias amiga, eres un amor! También
si quieres, puedes ir a quedarte a mi casa, así no tienes inconvenientes con
tus papás” –le dijo su compañera. Al llegar a casa, les contó a sus padres el
ofrecimiento que le había hecho su amiga, cosa que su papá aceptó a
regañadientes, pero su mamá supo convencerlo muy bien junto con su hija para
conseguir el sí definitivo. Llegó el viernes en la tarde y su compañera le
indicó la rutina que seguía Zeus: Los horarios de comida, los horarios en los
que podía sacarlo a pasear y el horario en que ya debía estar encerrado en el
patio para dormir.
Ya
con los horarios definidos, se acercaba la hora del paseo, pero antes, Kimberly
no desaprovechó la oportunidad de “inaugurar” la cama de su compañera, masturbándose
salvajemente imaginando las cosas que sucias que tal vez ella hacía con su
novio cuando se quedaba ahí. Fueron cosas de minutos para ser azotada por el
orgasmo, el hecho de estar en otra cama que no fuera la de ella o la de sus
padres fantaseando y masturbándose, la llevaron al éxtasis del placer. Ya lista
para sacar a pasear a Zeus, lo fue a buscar al patio, ahí estaba sentado
esperando y con la punta de su verga asomando. No le tomó mayor importancia y
le puso la correa para salir, se notaba que estaba ansioso y buscaba olfatearle
la entrepierna, pero ella se reía y le decía que no era correcto, que debía ser
un caballero. Salieron a recorrer el barrio y llegaron a un parque pequeño en que
ambos se quedaron echados sobre el pasto. Pasaron unos minutos y Kimberly mira
a Zeus, quien ya tenía asomada otra vez la punta de su verga, la miró con
cierta curiosidad pero no pasó de ahí. Se fueron a la casa, la chica se dio una
ducha y se puso el babydoll, obviamente los juegos frente al espejo no podían faltar,
pero esta vez había un espectador en la habitación que la miraba con
detenimiento. Esta vez le puso más atención a la entrepierna de Zeus mientras
se tocaba frente al espejo. “¿Te gusta lo que ves?” –le preguntó. El perro con
la lengua afuera parecía asentir a la pregunta. “Mira, ¿has visto antes una
conchita mojada como esta?” –le preguntó al perro, quien mostraba su verga como
asintiendo. Eran tantas las ocasiones en que sucedía en esa tarde, que le picó la
curiosidad y trató de observarlo a sabiendas de lo que podía ocurrir con su
verga, aun así quiso hacerlo y sin ningún miedo se acercó y la tocó, a Zeus
pareció gustarle pues le salió un poco más y empezó a agrandarse en su mano. “Fido,
no ladres ni chilles, no te haré nada malo, tú solo déjate llevar” –le dijo. Así
que comenzó a meneárselo haciéndole una paja, como cada vez se le ponía más y
más grande, tenía más y más curiosidad, así que cuando dejaba de tocárselo se
le hacía más pequeño y cuanto más lo acariciaba o lo meneaba, se le hacía más
grande, estuvo jugueteando con su verga unos cinco minutos, hasta que empezó a
frotarlo a mucha velocidad, mientras observaba los chorritos que le salían, se
le hizo totalmente grande, vio una bola enorme que le salió en la base y seguía
acariciándolo, hasta que no pudo más el pobrecito y lanzó como tres o cuatro
chorros de líquido parecido al semen, cuando lo tocó, ese líquido estaba
caliente y por su curiosidad, lo probó y
le gustó, estaba un poco ácido pero estaba bueno, ya se le estaba ocurriendo
que en otra ocasión haría lo mismo pero pondría un vaso para no manchar el
suelo y beberlo.
Llegó
el siguiente día y lo comenzó de la mejor forma posible, se masturbó como loca
pero esta vez en la sala, ahora tenía otra cosa con la que fantasear: La verga
de la mascota de su compañera de trabajo. Salió al patio y le dio de comer al
perro, quien al verla pareció encantado. Saltaba a su alrededor, buscaba olerle
la conchita, pero ella se reía de las intenciones del animal, aunque le gustaba
ese tipo de juegos que tenían. “Has sido un perrito muy bueno, come y te doy a
dar un premio que yo sé te gustará” –le dijo Kimberly. Cuando el perrito terminó de comer, ella se
sentó en el pasto del patio, él fue de inmediato donde estaba y comenzó a lamer
su cara, ella reía y dejaba que la lengua de Zeus se paseara por todo su
rostro. “Ya es tiempo de tu regalo cariño” le dice. Se acomoda y empieza a acariciarlo
hasta llegar a su verga, el perro como sabiendo lo que pasaría se quedó quieto
mientras la mano de Kimberly lo pajeaba lentamente, poco a poco la verga se
empezava a asomar y se hacía grande. “¡Tienes una rica verga perrito!” –le decía
mientras aumentaba el ritmo. A Zeus le gustaba, porque se empezaba a mover como
si se cogiera la mano de Kimberly. Los chorros de semen no se hicieron esperar
y la chica lamió todo lo que había caído en sus manos, al perro parecía encantarle,
ya que no se despegaba de ella en ningún momento.
Más
tarde, estaba en la cocina preparando un refresco para irse a tumbar en la
reposera y dejar que Zeus jugar con su lengua, pero en un descuidó lo derramó,
se inclinó para recogerlo y sintió un peso en su espalda. “Zeus, ¿otra vez
quieres que juguemos a eso que tanto te gusta? Espérate ahí apoyado en mi
espalda mientras termino de secar el jugo que se me cayó” –le dijo. En ese
momento sintió que el perro jadeaba y comenzaba a mover sus caderas, ella no lo
tomó mucho en cuenta, pero como empujaba cada vez más fuerte, se terminó por
caer hacia delante y sólo le dio tiempo a ver que tenía la verga afuera de
nuevo, tan inocente le dijo: “Zeus, ¡qué caliente eres! Ahora mismo te hago una
paja, pero déjame que recoja este…”. No le dio tiempo a finalizar la frase, de
un empujón tras muchos vaivenes, acertó su verga en su conchita, el dolor fue
tremendo que la hizo estremecer. “¡Ay! Zeus, condenado perro, ¿qué has hecho?
Eso me dolió. ¡Bájate ya!” –le dijo. Pero Zeus lejos de obedecer siguió moviéndose
de manera infernal, entrando y saliendo de su concha con rapidez. “¡Ay, cariño,
sigue!” –le decía mientras gemía sintiendo como su conchita era cogida de forma
descomunal. Sólo pasaron unos segundos cuando sintió que la cogida que estaba
recibiendo era lo mejor que le pudiera pasar, lo disfrutaba mucho más que las
cogidas que le daba su padre junto a su madre en casa, incluso era mucho mejor
que sentir su lengua resbalando por su vagina. “¡Oh, sigue, no pares! ¡Esto es
mucho mejor que mis dedos, mejor que la verga de papi! ¡Sigue mi amor! ¡Cógeme
así, bien rico!” –decía sin parar de gemir. “Después te haré una paja para
sacarte todo ese semen que tienes ahí. ¡Qué rico me la metes! ¡Soy tu perrita
bebé!” –decía con lujuria. Lo de la paja era solo una quimera, Zeus sabía muy bien
donde se iba a descargar y no sería afuera, mientras se meneaba de atrás hacia adelante
y atrás, Kimberly podía sentir como esa deliciosa verga canina estaba dentro de
ella, la soportaba felizmente porque el placer era absoluto, él seguía metiéndosela
más al fondo hasta que dio un fuerte empujón. “¡Ay bruto! ¿Qué has metido? ¿La
bola? ¡Oh, qué cosa más rica! ¡Me encanta! Ahora, ahora salte, perrito
caliente, ya no doy más, me has hecho acabar varias veces” –le decía.
Como
desconocía la forma de coger de los perros, no le quedó más que quedarse quieta
y esperar, ya que Zeus se había quedado pegado a ella culo con culo, aunque
ella intentó zafarse, la hinchazón en la verga del animal solo hacía que se
quedara quieto. Sabía que debía esperar, pero el placer la mataba, sobre todo
cuando sintió que esa verga palpitaba en su interior, ya estaba a punto de
llorar tras varios minutos que se le hicieron eternos, pero llenos de orgasmos
sin parar. Al fin sintió como la bola
salió y el sonido que hizo fue como si se descorchara una botella. Entonces vio
la verga tan enorme que tenía el perro de su compañera, nunca lo vio de tamaña
dimensión y los chorros que les salían de su propia vagina, parecía que le
había echado litros de semen ahí adentro. Cansada, con la concha abierta y chorreando
semen fue una de las cogidas más salvajes que había recibido en su corta
experiencia.
El
domingo llegó y también llegó el momento de despedirse de su “amante secreto”.
Su compañera le preguntó cómo se había portado su mascota, Kimberly le
respondió: “De lo más bien, es todo un amor y muy cariñoso”. Su compañera
sonrió y le preguntó: “Entonces, no tendrías problemas en venir a cuidarlo de
vez en cuando?”. “Claro que no, no tengo problemas, ya que nos llevamos muy
bien” –le respondió. “Bueno, suele ser demasiado cariñoso, y por lo que veo has
sabido corresponderle de lo más bien a ese cariño” –le dijo su amiga. Se
despidieron y ella se fue a su casa, sus padres la estaban esperando con ansias
para saciar su lujuria con el juvenil cuerpo de su hija, quien gustosa se
entregaba a ellos fantaseando con Zeus, ese amante perfecto que la dejaba
satisfecha.
Que buen relato Caballero como siempre exquisito
ResponderBorrarWuoow perverso, exquisito y lleno de lujuria.
ResponderBorrarTodo un deleite leerte.